sábado, marzo 15, 2025
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El Adviento, preparación para la Navidad

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El Adviento, preparación para la Navidad :
La palabra latina «adventus» significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.

Esta es su triple finalidad:

– Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

– Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la «presencia de Jesucristo» en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

– Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la «majestad de su gloria». Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creido en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:

Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.
Algunas ideas para vivir el Adviento
La Corona de Adviento

Algo que no debes olvidar

El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad.
El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.
En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.
Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.

Cuida tu fe

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.

Quiere a tu hijo adolescente cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite

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Quiere a tu hijo adolescente cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite :
Pretender abarcar el significado y los retos de la adolescencia en un artículo o en un corto de pocos minutos, es una tarea imposible. Pero lo que sí podemos hacer, basándonos en el video propuesto, es dar cuatro ideas generales sobre esta etapa de la vida, que ayuden a los padres o formadores de adolescentes a reflexionar y a investigar un poco más sobre lo que implica acompañar a un ser humano en este momento de su vida, en el que se pone en juego algo tan importante como avanzar hacia la autonomía responsable y poner bases sólidas para la adultez psicológica y la adaptación social.

1. La adolescencia no es un capítulo de reality

Hay una idea que, debido a la proliferación de contenidos mediáticos, pareciera que es universal: la crisis de la adolescencia es una etapa terrible en la que los padres deben tener escudos y lanzas listos para poder superarla. Eso no es cierto. La adolescencia no se manifiesta, necesariamente, en rebeldía cuasi delincuencial y demencial. Esos jóvenes perdidos que se ven en televisión, que llegan hasta agredir físicamente a los padres, son eso: casos sensacionalistas para la pantalla que no llegan al 15% de los adolescentes en general. Es más, normalmente este tipo de conducta tiene correlación directa con problemas familiares más estructurales que no son tema de este post. Si se ha hecho un buen trabajo en formar a los hijos desde la infancia, lo más probable es que se tenga a un adolescente viviendo su crisis de crecimiento y cuestionamientos personales sin sangre ni rejas. Considerar la adolescencia como una crisis con tintes patológicos solo hará que se interpreten todas las conductas del hijo como algo negativo y generará una actitud defensiva por parte de los padres. La adolescencia sí, es una crisis, pero una crisis de camino a la madurez, a ser mayores. Los padres, como nos dice Gerardo Castillo Ceballos en su libro El adolescente y sus retos: la aventura de hacerse mayor, “al ver la adolescencia como una enfermedad reprimen conductas que son normales en esta edad y que cumplen una función necesaria para el desarrollo personal. Aquí tienen su origen algunas actitudes negativas de muchos padres de hijos adolescentes: la autoridad impositiva; la incomprensión; la falta de respeto; la intolerancia; la impaciencia; la desconfianza. Son padres que en vez de ayudar a los hijos a ejercitar las nuevas capacidades (reflexión, sentido crítico, razonamiento, autonomía moral, intimidad, apertura a la amistad, etc.) se dedican, con la mejor intención, eso sí, a entorpecerlas. De este modo no sólo retrasan la maduración de sus hijos, sino que, además, provocan situaciones de incomunicación y de conflicto”.

Santo Andrés

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Santo Andrés :
Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el titulo de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.

Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del Mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “Maestro, ¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección.

Andrés fue también el primero que reclutó nuevos discípulos para el Maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro.
Además del llamamiento, el Evangelio habla del Apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén.

Después de la Ascensión la Escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una Pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega.

Igual incertidumbre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Patrasso, probable lugar del martirio, a Constantinopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.

El primer viaje de Papa Francisco a África

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El primer viaje de Papa Francisco a África :
Papa Francisco toca suelo africano por primera vez en su vida. Aterrizó hoy a las 14.47 horas en el aeropuerto internacional ‘Jomo Kenyatta’ de la capital Nairobi, después de siete horas de viaje a bordo del avión de Alitalia A330 («Giotto»). El Pontífice fue recibido por el presidente Uhruru Kenyatta, por el cardenal John Njue y otros purpurado y obispos africanos.

Una de las tradiciones de los viajes pontificios son los telegramas del Papa a cada uno de los países sobrevolados, con sus mejores saludos y bendiciones de paz y de prosperidad. Empezando por Italia. En el momento de emprender su Viaje Apostólico a Kenia, Uganda y República Centroafricana, «movido por el vivo deseo de encontrar a los hermanos en la fe y a los habitantes de esas queridas naciones» – se lee en el telegrama enviado al presidente de la República Italiana, Sergio Mattarella – el Santo Padre asegura asimismo su ferviente oración por el bien y la prosperidad de todo el pueblo italiano.

Durante las siete horas del viaje del Papa Francisco de Roma a Nairobi, los otros países que sobrevoló fueron Grecia, República Árabe de Egipto, República de Sudán y Etiopía.

Papa Francisco está llevando a cabo uno de sus viajes más difíciles y más peligrosos. Seis días en tres padres: Kenya, Uganda y la República Centroafricana, para llevar «reconciliación», «Paz y perdón». Francisco no quiere renunciar al contacto con la gente, con el pueblo y con los más necesitados. A pesar de las advertencias sobre posibles atentados, el Papa se desplazará por las calles de las ciudades africanas con el «papamóbil» descubierto.

En Nairobi, el gobierno ha desplegado a 10 mil policías, con el apoyo de otros 10 mil voluntarios del Servicio Nacional de la Juventud. Las principales vías de la ciudad estarán cerradas al tráfico. También Uganda indicó que la seguridad del Papa será garantizada por la presencia de unos 10 mil agentes. Pero lo que más preocupa es la etapa en la República Centroafricana; en la capital, Bangui, se llevará a cabo la apertura anticipada del Jubileo de la Misericordia. Esta etapa fue fuertemente deseada por el mismo Papa, a pesar de las advertencias. La seguridad del Papa en Kenya estará en manos de 3 mil cascos azules. Aunque, como él mismo indicó durante el vuelo de Roma a Nairobi: «¡Lo único que me preocupan son los mosquitos!».

El domingo empieza el Adviento

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El domingo empieza el Adviento :
Cuatro domingos de Adviento tendrán que pasar para que ya, una vez más, estemos en Navidad…
El próximo domingo será el primero y el advenimiento que vamos a celebrar es la conmemoración de la llegada del Hijo de Dios a la Tierra.
Es tiempo de preparación puesto que siempre que esperamos recibir a una persona importante, nos preparamos.

La Iglesia nos invita a que introduzcamos en nuestro espíritu y en nuestro cotidiano vivir un nuevo aspecto disciplinario para aumentar el deseo ferviente de la venida del Mesías y que su llegada purifique e ilumine este mundo, caótico y deshumanizado, procurando el recogimiento y que sean más abundantes y profundos los tiempos de oración y el ofrecimiento de sacrificios, aunque sean cosas pequeñas y simples, preparando así los Caminos del Señor.

Caminos que llevamos en nuestro interior y que tenemos que luchar para que no se llenen de tinieblas, de ambición, de lujuria, de envidia, de soberbia y de tantas otras debilidades propias de nuestro corazón humano, sino que sean caminos de luz, senderos que nos conduzcan a la cima de la montaña, a la conquista de nuestro propio yo.

Hace unos días celebrábamos el día de Cristo Rey. Cristo es un Rey que no es de este mundo. El reino que El nos vino a enseñar pertenece a los pobres, a los pequeños y también a los pecadores arrepentidos, es decir, a los que lo acogen con corazón humilde y los declara bienaventurados porque de «ellos es el Reino de los Cielos»…. y a lo «pequeños» es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas ocultas a los sabios y a los ricos.

Es preciso entrar en ese Reino y para eso hay que hacerse discípulo de Cristo.
A nosotros no toca ser portadores del mensaje que Jesús vino a traer a la Tierra.

Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros desde su Encarnación. por «nosotros los hombres y por nuestra salvación hasta su muerte, por nuestros pecados» (1Co 15,3) y en su Resurrección «para nuestra justificación (Rm4,1) «estando siempre vivo para interceder en nuestro favor» (Hb 7,25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros, de una vez por todas, permanece presente para siempre «ante el acatamiento de Dios en favor nuestro» (Hb 9,24).

Cuatro domingos faltan para que celebremos su llegada. Días y semanas para meditar, menos carreras, menos cansancio del bullicio y ajetreo de compras y compromisos, de banalidades y gastos superfluos… mejor preparar nuestro corazón y tratar de que los demás lo hagan también para el Gran Día del Nacimiento en la Tierra de Dios que se hace hombre.

PREPARÉMOSNOS CON ILUSIÓN Y CON FE.

Dios dirige mi vida

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Dios dirige mi vida :
De un modo sencillo y casi misterioso, Dios dirige mi vida. Lo hace con su gracia, que me acompaña desde el bautismo. Lo hace con su Palabra, acogida y explicada en la Iglesia católica. Lo hace con las inspiraciones continuas del Espíritu Santo.

Lo hace, de un modo sorprendente, a través de la historia. Nada escapa a su Providencia. Si algo ha ocurrido, incluso el pecado, es porque Él lo tenía ya previsto. No quiso el mal, pero tampoco impidió que algunos de sus hijos abusasen de la libertad.

Muchas veces, con su gracia, me ayudó a evitar el pecado. Muchas otras veces me iluminó tras una caída, me inspiró confianza en su misericordia, me sacó de la fosa (cf. Sal 40,3) y me vistió un traje de fiesta cuando, arrepentido, volví a casa (cf. Lc 15,20-24).

A lo largo del camino, ha estado siempre a mi lado. Supo esperar cuando mi egoísmo cerró puertas y partí lejos de casa. Buscó una y mil veces cómo despertarme del mal y enseñarme el camino de la vida. Incluso estuvo dispuesto a morir en una cruz para rescatarme del pecado.

No pudo hacer más por mí. Todo está ofrecido en el Calvario. El cielo ha quedado abierto. La fuerza del Espíritu Santo actúa en los corazones. Desde que nació la Iglesia, los discípulos repiten la invitación de Cristo Maestro: convertíos y creed (cf. Mc 1,15; Hch 2,38; 3,19).

Con su ayuda es posible entrar en el buen camino. Basta con mantener encendida la lámpara de la fe, el entusiasmo de la esperanza, y el amor de Dios que “ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (cf. Rm 5,5).

Como un niño en brazos de su madre (cf. Sal 131), dejo que Dios dirija mi vida. Me llevará a verdes praderas, me conducirá a fuentes tranquilas (cf. Sal 23), viviré en paz. Porque sé que Él me ama, y eso me basta.

Jesús llora por el mundo que mata y no comprende la paz

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Jesús llora por el mundo que mata y no comprende la paz :
“Todo el mundo” hoy “está en in guerra”, por la cual “no hay justificación”. Y el rechazo del “camino de la paz” hace que Dios mismo, que Jesús mismo, lloren. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

“Jesús ha llorado”. Con estas palabras el Pontífice comenzó su homilía, en la que resonó el eco del Evangelio de Lucas leído poco antes, un pasaje tan breve cuanto conmovedor.

El mundo disfrazado de fiesta

Jesús se acerca a Jerusalén y – probablemente desde un punto más alto que le permite verla – la observa y llora, dirigiendo estas palabras a la ciudad: “¡Si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que conduce a la paz! Pero ahora ha sido escondido a tus ojos”. Francisco las repitió una a una y añadió:

Pero también hoy Jesús llora. Porque nosotros hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades. La Navidad está cerca: habrá luces, habrá fiestas, árboles iluminados, también pesebres… todo falsificado: el mundo sigue haciendo la guerra, sigue haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz.

Jesús-llora-por-la-guerra

Guerra para los bolsillos de los traficantes

El Santo Padre recordó las recientes conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, su visita a Redipuglia, el año pasado con motivo del aniversario de la Gran Guerra. “Matanzas inútiles”, repitió con las palabras del Papa Benedicto. “Hoy hay guerra por doquier, hay odio”, constató. Y se preguntó: “¿Qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”:

¿Qué queda? Ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes: ¡tantos!, y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas.

Una vez Jesús dijo: “No es posible servir a dos patrones: o a Dios, o las riquezas”. La guerra es precisamente la elección por las riquezas: “Construyamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestro interés”. Hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “¡Bienaventurados los constructores de paz!”. Estos que trabajan por la guerra, que hacen las guerras, son malditos, son delincuentes. Una guerra se puede justificar – entre comillas – con tantas, tantas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra, ¡todo el mundo!: es una guerra mundial – a pedazos: aquí, allá, allá, por doquier… no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora.

Que el mundo llore por sus crímenes

“Y mientras los traficantes de armas hacen su trabajo – prosiguió diciendo el Pontífice – están los pobres agentes de paz que sólo para ayudar a una persona, a otra, a otra, y a otra, dan su vida”. Como hizo “un icono de nuestros tiempos, Teresa de Calcuta”. Contra la cual también – observó – “con el cinismo de los potentes, se podría decir: ‘¿Pero qué ha hecho aquella mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir?”. No se comprende el camino de la paz…”:

Nos hará bien también a nosotros pedir la gracia del llanto, por este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no hay que hacerla. Pidamos la conversión del corazón. Precisamente en el umbral de este Jubileo de la Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría sea la gracia para que el mundo vuelva a encontrar la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras.

Qué hijos dejamos al mundo

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Qué hijos dejamos al mundo :
Cuenta Leopoldo Abadía que, en una ocasión, al acabar una conferencia, se le acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como aquel día, durante el coloquio posterior a la sesión, había salido la clásica pregunta sobre el mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella le dijo que lo realmente preocupante no era el mundo que íbamos a dejar a nuestros hijos sino, mucho más, qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

A aquella mujer le sobraba sabiduría, y nos da a todos un interesante tema de reflexión. Me refiero a la importancia del papel de los padres, de los profesores, de todos los que contribuyen de una manera o de otra a la formación de las nuevas generaciones.

Se habla mucho de lo mal que está el mundo, del poco prometedor futuro que se vislumbra, de lo mal que lo hacen todos, pero quizá se habla poco de las responsabilidades que todos tenemos para arreglarlo. El mundo del futuro será como sean las personas a las que corresponda dirigirlo, y educar a esas personas es ahora tarea nuestra. Por tanto, lo fundamental es cómo se educa a los hijos en la familia y a los alumnos en la escuela, cómo se plantean las cosas en los medios de comunicación y de entretenimiento, cómo se concilian las tareas del trabajo y del hogar, cómo prestamos todos más atención a los valores que de verdad importan.

Cuestión de educación
Es importante enfrentarnos a ese deber, sin diluir la responsabilidad y lanzarla siempre sobre otros. El curso que vaya a seguir el mundo se nos suele presentar como si fuera algo ajeno a nuestra responsabilidad, pero si pensamos en la educación de los que tenemos más cerca, eso ya no es algo tan lejano o tan difuso. Hay demasiada gente que trabaja hasta la extenuación por lograr para sus hijos una nueva comodidad, cuando lo que tiene que darles, porque es lo que de verdad necesitan, es una buena formación. El mejor legado que podemos transmitirles no son bienes o comodidades materiales, sino ayudarles a ser gente responsable, personas de mente sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores ni victimistas, sinceros, leales, buena gente. Porque si son buena gente harán un mundo mejor. Por eso, quizá hay que preocuparse menos de lo mal que está el mundo y ocuparnos más de dar una mejor formación a quienes dentro de poco tendrán que dirigirlo: que sepan distinguir lo bueno de lo malo, o de lo menos bueno, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean más sacrificados y menos egoístas.

El mundo se arreglaría bastante sólo con que cada uno se esfuerce un poco más en educar mejor a sus hijos o a sus alumnos. En eso todos podemos ser más competentes, más esforzados, más autocríticos. Tenemos que abandonar el consabido lamento sobre lo mal que está todo y entrar decididamente por la senda de la mejora personal, que es la mejor forma de educar a otros.

Tenemos que dejar ya de repetir que la juventud es un desastre y empezar a pensar que, si realmente fuera así, los principales responsables de ese desastre somos nosotros.

Tenemos que dejar de pensar que educar bien es cuestión de dinero, porque el dinero a veces permite educar mejor y otras veces lo pone más difícil. Tenemos que reconocer que la austeridad y la templanza son importantes, y que quizá por eso las etapas de auge económico en las familias o en las sociedades vienen seguidas con frecuencia por etapas de mediocridad, porque los excesos de comodidad pueden asfixiar la capacidad de esfuerzo y sacrificio que todos necesitamos. Tenemos que dejar de educar desde los paradigmas de hace dos o tres décadas, porque ya hay demasiada gente que se rige por los traumas de su infancia en vez de pensar en la realidad que hoy nos rodea.

Muchos educadores se desaniman al ver los escasos resultados de sus esfuerzos, pero me atrevo a decir que no hay empeño educativo que quede sin fruto. En primer lugar, porque siempre nos mejora a nosotros mismos, y eso ya es mucho, quizá lo principal. Y después, porque a largo plazo siempre acaban emergiendo los frutos de esos desvelos nuestros por educar mejor. Muchas veces nosotros mismos nos sorprendemos repitiendo frases o ideas que escuchamos mil veces a nuestros padres o profesores y que entonces parecían no influirnos lo más mínimo. O nos vienen con fuerza las razones o los buenos ejemplos que hace años observamos con reticencia pero que ahora nos parecen dignos de imitar o de seguir. No hay que desanimarse, hay que ayudar a la gente joven a esforzarse por ser mejor, y el mundo entonces será sin duda mejor.