jueves, diciembre 5, 2024
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CUANDO BATMAN YA NO QUIERE SERLO

CUANDO BATMAN YA NO QUIERE SERLO :
«Un héroe puede serlo cualquiera. Incluso un hombre haciendo algo tan simple y alentador como poner su abrigo en los hombros de un niño, solo para hacerle saber que el mundo no ha acabado.»

Con esta frase el héroe de Ciudad Gótica se despide en la película “El caballero de la noche asciende”, pero mucho antes de su triunfo final se muestra un Batman totalmente distinto, un Batman con el que, curiosamente, muchos cristianos podemos identificarnos. Esta reflexión vocacional está dirigida especialmente a todos aquellos Sacerdotes, Religiosos, Consagrados o Seminaristas que, en algún momento de su caminar, han querido “colgar el hábito”, también la dirijo a aquellos jóvenes que tienen miedo a tomar ese hábito o a cualquier cristiano que, ante el peso de la cruz, siente la tentación de tirar la toalla.

Muy pocas veces en las películas se logra retratar tan bien ese drama tan íntimo y existencial del héroe que se niega a serlo. En nuestro caso, tenemos a este “Bruno Díaz” (Bruce Wayne) que al inicio se muestra triste y encerrado en sí mismo, derrotado por la incomprensión y la ingratitud, sin ánimos de seguir adelante en su vida y como a la espera de algo que él mismo desconoce. En pocas palabras, tenemos a un Batman que no quiere ser Batman.

Por otra parte tenemos a este fiel Alfred, su sabio mayordomo, que hace las veces de su conciencia, poniéndole los pies en la tierra haciéndole ver que, o bien retoma su máscara y su capa, y hace lo que solo él sabe hacer, o lo deja y continúa su vida como Bruno Díaz; pero, lo que no es una opción para este personaje es la indecisión, vivir ese limbo entre ambas vidas. Bien podríamos resumir situaciones similares con aquellas palabras de Jesús en la Escritura: «Que vuestro “Sí” sea “Sí” y vuestro “No” sea “No”, pues lo que sale de aquí viene del maligno» (Mt 5, 37).

Este drama no es ajeno a ninguno de nosotros, cualquiera que se toma en serio la Voluntad de Dios lo sabe y, tarde o temprano, lo vive, sea cual sea su vocación personal. Pero, antes de tomar una decisión con verdadera conciencia, es necesario pasar primero por el crisol del silencio y del sufrimiento, de ello la Palabra de Dios habla abundantemente en el segundo capítulo del Eclesiástico: «Hijo, si quieres servir a Dios, prepara tu alma para la prueba» (Eclo 2, 1); y continúa: «Porque en el fuego se purifica el oro y los hombres gratos a Dios en la humillación» (Eclo 2, 5).

El cambio se da cuando nuestro Bruno Díaz es testigo del mal que se alza, cuando presencia una Ciudad Gótica necesitada y cuando toma conciencia que el grano de arena que él puede aportar es significativo… ¿No es acaso esta la misma historia del llamado del profeta Isaías?… «Al percibir la voz del Señor que decía “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte nuestra?” yo respondí: “Heme aquí: ¡Envíame a mí!”» (Is 6, 8)

La lección central de la película – y núcleo de nuestra reflexión – es cuando el héroe, después de haberse decidido finalmente a serlo, es derrotado en combate y arrojado al fondo de un abismo; ahí aprende una de las enseñanzas más importantes de la vida: Que el sufrimiento, lejos de ser un paralizante, es un aliciente, pues nada nos abre tanto los ojos a lo esencial y a lo que verdaderamente importa en la vida – como el contacto directo con el dolor y la miseria humana en cualquiera de sus formas – es algo que inevitablemente nos reajusta nuestras prioridades.

En fin, si actualmente te encuentras como el Bruno Díaz de la imagen, vacilando entre un “SÍ” o un “NO”, independientemente del camino al que Dios te llama, independientemente de si ya has emprendido el camino, pero el desánimo te incita a dejarlo o de si tu vacilación es emprenderlo o no… No temas, si Dios te ha llamado es porque Él se compromete en PERSONA a dar la cara por ti; los verdaderos paralizantes son el temor y la indecisión.

Quizá, para ser “Batman”, lo único que se necesite es que “Bruno” deje de verse a sí mismo y vea a su Ciudad Gótica, sabiendo que por muy ínfima que pueda ser su aportación, es indispensable. Pues, como dijo la Beata Teresa de Calcuta: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota».

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