domingo, noviembre 9, 2025
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COMO ES EL CORAZÓN DE JESÚS?

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Todos estamos convencidos de que Jesucristo es el hombre más perfecto que ha existido y existirá jamás, y que es, por lo tanto, el tipo y ejemplar de toda humanidad. Y Jesucristo, que nos dio como primer mandato y como distintivo el amor en todas sus dimensiones, es también el modelo acabado de cómo hay que amar.

Hoy los antropólogos, los médicos y los sicólogos se han querido adentrar en el alma de Jesús, para estudiarla a fondo, para descubrir todos los matices de su exquisita sensibilidad. Sobre todo, para captar las modalidades más íntimas de su amor.

El resultado que nos dan esos estudios es que Jesús fue un amante extraordinario. Un amador como no se ha dado otro. Y de una manera tan cabal, que es la suma de la perfección del amor.

No es extraño entonces que Jesús sea también el hombre más amado, porque sus incondicionales han sabido pagarle con la misma moneda que Él usó…

Todos nos hacemos estas preguntas:

¿Cómo amó Jesús? ¿Cómo era el amor de su corazón? ¿Qué características tenía? ¿Hacia quién iba siempre dirigido? ¿Cómo se comprometía con aquellos a quienes amaba?

Cuando hallamos la respuesta adecuada, nos sentimos arrastrados al amor de Aquél que así supo amarnos a nosotros. El Evangelio es el libro siempre abierto que nos descubre en cada una de sus líneas el alma tan amante de Jesús.

El amor de Jesús fue, ante todo, muy afectivo. Era todo bondad, compasión, cariño, benignidad, comprensión. No lo podía disimular. Se le escapaba el corazón ante los niños, ante la mujer en aquel entonces tan relegada en la sociedad, ante la pareja de los novios de Caná, ante sus discípulos, cuya compañía busca en medio de la angustia de Getsemaní.

La manera como abre la Ultima Cena es conmovedora:
– ¡Con cuánta ilusión he deseado comer esta pascua con vosotros!
Y antes de salir para el Huerto les pide a los Doce, y en ellos a nosotros, como un mendigo suplicante:
– ¡Permaneced en mi amor!

Al mismo Judas le llama dolido, pero con toda sinceridad: ¡Amigo!…
Este amor tan apasionado de su corazón se vuelve divinamente celoso de la salvación nuestra. Se declara nuestro Pastor, un Pastor que conoce a cada una de sus ovejas y de las que dice que nadie se las arrebatará de la mano…

Un amor que no se queda en romanticismos y en palabras vacías, sino que se convierte en servicio, expresado en el gesto insólito de arrodillarse a los pies de los discípulos para lavárselos con sus pro-pias ma-nos…

El amor de Jesús tenía, igual que en nosotros y mucho más que en nosotros, una doble vertiente, a saber, a Dios su Padre y a nosotros los hombres.

A los hombres nos ama como a verdaderos hermanos suyos, a todos, sin excluir a ninguno; si alguna preferencia tiene es precisamente con los más alejados, con los pecadores y con los pobres.

Es el suyo un amor generoso, complaciente, dulce y suave, magnánimo y tolerante.

Pero es también un amor que no le deja parar cuando se trata de nuestro bien, y toda su ternura y delicadeza se convierten en audacia, valentía y decisión que no le detienen ante ningún peligro.

Si miramos el amor de Jesús a Dios su Padre, vemos como al fin Dios ha conseguido el objetivo de toda la creación: verse amado como Dios se merece, porque este hombre, su Hijo, es capaz de darle con su humildad y su obediencia todo el honor y toda la gloria que el primer hombre le arrebató con su orgullo y su rebeldía:

Se pasa horas y noches enteras en oración con Dios su Padre.
Se somete a su voluntad hasta aceptar el tormento de la cruz.
Se siente lleno de celo por su gloria y dice no tener más alimento que hacer la voluntad de su Padre Dios.

Este es el amante Jesús del Evangelio. El amor le llevará a la cruz, pero también se atraerá hacia Sí todos los corazones, tal como lo había anunciado: Cuando yo sea levantado sobre la tierra, todo lo atraeré a mí.

Así lo entendió aquella artista de París. Avanzada la noche, después de la ruidosa función de teatro, se retira en el hotel a la habitación designada. Colgando de la pared, un Crucifijo de marfil sobre una cruz negra. La artista lo contempla extasiada. Pasan las horas…, amanece, y la pobre muchacha todavía lo está contemplando. Hasta que toma la resolución:
– ¡Fuera la vida que he llevado hasta ahora! En adelante, entregada del todo a Jesús.
Hubo de marchar. Pero en el ébano del Crucifijo habían quedado talladas estas palabras:
– Así ama el amor.

Si se entiende el amor de Jesucristo, se sabe cómo juzgar de los amores que nos brinda la vida. Un amor que Dios bendice no mata el amor de Cristo. Amor que Dios rechaza, es amor que desplaza al de Cristo en el corazón.

El amor de Cristo es un amor muchas veces no correspondido. Pero es también un amor correspondido como ningún otro amor lo ha conseguido nunca…

Todos estamos convencidos de que Jesucristo es el hombre más perfecto que ha existido y existirá jamás, y que es, por lo tanto, el tipo y ejemplar de toda humanidad. Y Jesucristo, que nos dio como primer mandato y como distintivo el amor en todas sus dimensiones, es también el modelo acabado de cómo hay que amar.

Eucaristía y Sagrado Corazón

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La Eucaristía fue el regalo más hermoso y valioso del Sagrado Corazón de Jesús. La Eucaristía nos introduce directamente en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer sobre nosotros torrentes de gracia y de amor.

En la Eucaristía está vivo el Corazón de Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia, pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros.

Hay por lo tanto una relación estrechísima entre la eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto, la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón?

Participando en la Eucaristía, Jesús recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias, reparación, expiación e impetración.

Visitando al Santísimo Sacramento, vivo en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese Corazón que palpita de amor por todos.

Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos.

Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino corazón. Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad. Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en Paray-Le-Monial (Francia).

También los primeros viernes de cada mes son ocasión maravillosa para reparar a ese corazón que tanto ha amado a los suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios.

El culto al Sagrado Corazón de Jesús es la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo que quiso quedarse en la eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de nosotros no vuelva Jesús a quejarse: «He aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo sino olvido e ingratitud».

Este culto eucarístico es la respuesta de correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la eucaristía donde ese corazón palpita de amor por nosotros.

SAN JUAN BAUTISTA

Fiestas:
La Natividad de San Juan: 24 de junio
La voz del que clama en el desierto

Martirio de San Juan: 29 de agosto
Precursor del nacimiento y de la muerte de Cristo.

Hijo de Zacarías e Isabel, pariente de la Virgen María, es el precursor de Jesucristo. En esta misión se entrega totalmente viviendo en penitencia, austeridad, y celo por las almas. Bautizó a Jesús en el Jordán. Es el último y mas grande de los profetas del A.T. ya que es puente con en N.T. Mártir.

Antes de la venida de Jesús, Juan proclamaba un bautismo de arrepentimiento [Hechos 13:24]. Juan fue enviado a cumplir la profecía de Malaquías [Mal. 3:1; Lk. 1:76; Also Lk. 3:15-8; Mk. 1:4; Acts 19:4]

La humildad de Juan hizo posible que Dios hiciera grandes cosas por medio de el, Cf. Hechos 13:25.

«Conviene que El (Jesús) crezca, y que yo disminuya» -San Juan Bautista.

Juan, Precursor, Profeta y Bautista -en el Catecismo

717 «Hubo un hombre, enviado por Dios, que se llamaba Juan. (Jn 1, 6). Juan fue «lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre» (Lc 1, 15. 41) por obra del mismo Cristo que la Virgen María acababa de concebir del Espíritu Santo. La «visitación» de María a Isabel se convirtió así en «visita de Dios a su pueblo» (Lc 1, 68).

718 Juan es «Elías que debe venir» (Mt 17, 10-13): El fuego del Espíritu lo habita y le hace correr delante [como «precursor»] del Señor que viene. En Juan el Precursor, el Espíritu Santo culmina la obra de «preparar al Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc 1, 17).

719 Juan es «más que un profeta» (Lc 7, 26). En él, el Espíritu Santo consuma el «hablar por los profetas». Juan termina el ciclo de los profetas inaugurado por Elías (cf. Mt 11, 13-14). Anuncia la inminencia de la consolación de Israel, es la «voz» del Consolador que llega (Jn 1, 23; cf. Is 40, 1-3). Como lo hará el Espíritu de Verdad, «vino como testigo para dar testimonio de la luz» (Jn 1, 7;cf. Jn 15, 26; 5, 33). Con respecto a Juan, el Espíritu colma así las «indagaciones de los profetas» y la ansiedad de los ángeles (1 P 1, 10-12): «Aquél sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo … Y yo lo he visto y doy testimonio de que este es el Hijo de Dios … He ahí el Cordero de Dios» (Jn 1, 33-36).

720 En fin, con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la «semejanza» divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).

Las Abdominales

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Ya se acerca el verano, la gente comienza a ejercitar su cuerpo para estar listos para los días de sol y playa. Hay quienes hacen dietas y van al gimnasio sacrificándose, pasando momentos dolorosos para tener un cuerpo saludable.

Hay otros que optan por formas mas fáciles y menos sacrificadas. Por ejemplo las liposucciones o aparatos que supuestamente queman la grasa de tu cuerpo mientras estás sentado viendo la televisión. A ese ultimo yo les llamo «El efecto microondas».

Personas que quieren lograr grandes cambios en la vida sin sacrificarse, sin sobrepasar momentos de dolor, esto que nos vuelven mas fuertes. Aquellos que viven una vida ejercitada conocen la famosa frase «No pain, no gain» (Sin dolor no hay ganancia)

Entonces ¿Por que ir por la vida intentando evadir los momentos de dolor y solo buscando los momentos de paz y felicidad? Podemos llorar o respirar profundo y dar nuestro mejor esfuerzo. Los golpes de la vida nos hacen mas fuertes, los años nos hacen mas sabios y las experiencias nos hacen mas prudentes.

La vida esta llena de retos que enfrentar; sino los asumimos hoy tendremos que enfrentarlos en otro episodio de la vida en el cual volverán a presentarse. Pelea hoy y serás fuerte mañana, escóndete y te volverás un débil explorador que no querrá salir nunca de su cueva por temor a la tormenta.

Siempre hay una oportunidad de empezar de nuevo, se llama «Hoy» levántate, es tiempo de luchar. #ViveFull

¡Que tengas un día Bendecido!

ENCUENTRO PAPA FRANCISCO Y EL PRESIDENTE DOMINICANO LIC DANILO MEDINA SANCHEZ

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En un ambiente de mucha cordialidad, el Papa Francisco y Danilo Medina conversaron durante una audiencia especial concedida al presidente dominicano, que se extendió por 29 minutos.

Danilo Medina contó en detalle sobre la política social del Gobierno y, a solicitud del Papa, también explicó los alcances de la ley 169-14, que establece un régimen especial para personas nacidas en el territorio nacional inscritas irregularmente en el Registro Civil dominicano y sobre naturalización.

El Jefe de Estado dominicano aprovechó para hacer un poco de historia sobre las relaciones dominico haitianas.

Tanto el Papa como el Presidente Danilo Medina se felicitaron por las excelentes relaciones que existen entre el Estado dominicano y la iglesia Católica.

Durante el encuentro, Danilo Medina invitó al Papa a visitar la República Dominicana.

Al concluir la conversación, el Pontífice y el presidente dominicano intercambiaron regalos.

Danilo Medina se sintió muy complacido en obsequiar al Papa Francisco un rosario en ámbar fabricado por artesanos dominicanos.

El presidente Danilo Medina presentó a Su Santidad la delegación que le acompañaba, a cuyos integrantes el Papa Bergoglio saludó de manera individual y les obsequió un rosario.

Tras el intercambio, el Presidente se reunió con el Secretario de Estado de la Santa Sede, Cardenal Pietro Parolin, quien igualmente mostró interés por conocer las políticas sociales que desarrolla el gobierno dominicano, manifestando el deseo de la Iglesia de que tales políticas pudiesen ser profundizadas

SAN ANTONIO DE PADUA

San Francisco de Asís, que encontró al joven fraile Antonio con ocasión del Capitulo general inaugurado en Pentecostés de 1221, lo llamaba confidencialmente “mi obispo”. Antonio, cuyo nombre anagráfico es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nació en Lisboa hacia el 1195. A Los quince años entró al colegio de Los canónigos regulares de San Agustín, y en sólo nueve meses profundizó tanto el estudio de la Sagrada Escritura que más tarde fue llamado por el Papa Gregorio IX “arca del Testamento”. A la cultura teológica añadió la filosófica y la científica, muy viva por la influencia de la filosofía árabe.

De esta vasta formación cultural dio muestras en los últimos años de vida predicando en la Italia septentrional y en Francia. Aquí recibió el titulo de “guardián del Limosino” por la abundante doctrina en la lucha contra la herejía. En 1946 Pio XII lo declaró doctor de la Iglesia con el apelativo de “Doctor evangelicus”. Cinco franciscanos habían sido martirizados en Marruecos, a donde habían ido a evangelizar a los infieles. Fernando vio los cuerpos, que habían sido llevados a Portugal en 1220, y resolvió seguir sus huellas: entró al convento de los frailes mendicantes de Coimbra, con el nombre de Antonio Olivares.

Durante el viaje de regreso de Marruecos, en donde no pudo estar sino pocos días a causa de su hidropesía, una tempestad empujó la embarcación hacia Las costas sicilianas. Estuvo algunos meses en Mesina, en el convento franciscano, y el superior de este convento lo llevó a Asís para el Capitulo general. Aquí Antonio conoció a San Francisco de Asís.

Lo mandaron a la provincia franciscana de Romaña en donde llevó vida de ermitaño en un convento cerca de Forli. Lo nombraron para el humilde oficio de cocinero y así vivió en la sombra hasta cuando sus superiores, dándose cuenta de sus extraordinarias cualidades de predicador, lo sacaron del yermo y lo enviaron al norte de Italia y a Francia a predicar en donde más se había difundido la herejía de Los albigenses.

Finalmente, Antonio fijó su residencia en el convento de la Arcella, a un kilómetro de Padua. De aquí iba a donde lo llamaban a predicar. En 1231, cuando su predicación tocó la cima de intensidad y se caracterizó por los contenidos sociales, Antonio se agravó y del convento de Camposampiero lo llevaron a Padua sobre un furgón lleno de heno. Murió en Arcella el 13 de junio de 1231. “El Santo” por antonomasia, como lo llaman en Padua, fue canonizado en Pentecostés de 1232, es decir, al año siguiente de su muerte, por la gran popularidad que se había ampliado con el correr de los tiempos.

Jesucristo, Sacerdote

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Nuestro corazón está herido por el pecado, nuestra mente vive dispersa en mil distracciones vanas, nuestra voluntad flaquea entre el bien y el mal, entre el egoísmo y el amor.

¿Quién nos salvará? ¿Quién nos apartará del pecado y de la muerte? Sólo Dios. Por eso necesitamos acercarnos a Él para pedir perdón.

Pero, entonces, «¿quién subirá al monte de Yahveh?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?» Sólo alguien bueno, sólo alguien santo: «El de manos limpias y puro corazón, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura» (Sal 24,3-4).

Sabemos quién es el que tiene las manos limpias, quién es el que tiene un corazón puro, quién puede rezar por nosotros: Jesucristo.

Jesucristo puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el «Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec» (Hb 5,10; 6,20). Es el auténtico «mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5), como explica el «Catecismo de la Iglesia Católica» (nn. 1544-1545).

Cristo es el único Salvador del mundo. De un modo personal, profundo, quiere ser, también, mi Salvador.

Celebrar a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos llena de alegría. El altar recibe la Sangre del Cordero. El Sacerdote que ofrece, que se ofrece como Víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus hermanos.

El pecado queda borrado, el mal ha sido vencido, porque el Hijo entregó su vida para salvar a los que vivían en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79).

Podemos, entonces, subir al monte del Señor, acercarnos al altar de Dios, participar en el Banquete, tocar al Salvador.

Como en la Última Cena, Jesús nos dará su Cuerpo y su Sangre. Como a los Apóstoles, lavará nuestros pies, y nos pedirá que le imitemos: «Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). “Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).

Ese es nuestro Sumo Sacerdote, el Cordero que salva, el Hijo amado del Padre. A Él acudimos, cada día, con confianza: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.

Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna» (Hb 4,15-16).

Francisco en Sta Marta: Bienaventuranzas y Mateo 25, el programa para la Santidad

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Las Bienaventuranzas son el programa de vida del cristiano. Así lo ha recordado el Santo Padre esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta. De este modo, el Papa ha reflexionado sobre este pasaje del Evangelio observando que es necesario tener la valentía de la mansedumbre para vencer al odio.

El Santo Padre ha afirmado, haciendo referencia al Evangelio de hoy, que las Bienaventuranzas son «el programa», «el carné de identidad del cristiano». Por eso ha indicado que «si alguno de nosotros hace la pregunta: ‘¿Qué se hace para ser un buen cristiano?'», aquí encontramos la respuesta de Jesús que indica cosas «muy a contracorriente» respecto a lo que habitualmente «se hace en el mundo».

Bienaventurados los pobres de espíritu. «Las riquezas no te aseguran nada. Es más: cuando el corazón es rico, está tan satisfecho de sí mismo, que no tiene lugar para la Palabra de Dios», ha afirmado.

Y prosigue: bienaventurados los que lloran, porque serán consolados: «Pero el mundo nos dice: la alegría, la felicidad, la diversión, eso es lo bonito de la vida. E ignora, mira a otro lado, cuando hay problemas de enfermedad, problemas de dolor en la familia. El mundo no quiere llorar, prefiere ignorar las situaciones dolorosas, cubrirlas. Solamente la persona que ve las cosas como son, y llora en su corazón, es feliz y será consolada. La consolación de Jesús, no la del mundo». También son bienaventurados los mansos en este mundo que desde el inicio es un mundo de guerras, un mundo donde se pelea por todos lados, donde por todos lados hay odio. Y Jesús dice: nada de guerras, nada de odio, paz, mansedumbre». Francisco indica en la homilía de hoy que si yo soy «manso en la vida», «pensarán que soy un tonto». Pero, aunque piensen eso «tú eres manso, porque con esa mansedumbre heredarás la Tierra», subraya el Papa.

Bienaventurados lo que tienen hambre y sed de justicia, bienaventurados «los que luchan por la justicia, para que haya justicia en el mundo». Al respecto el Pontífice ha resaltado que «es muy fácil entrar en las grietas de la corrupción», «esa política cotidiana del intercambio. Todo es negocio». A lo que observa: «cuántas injusticias. Cuánta gente que sufre por estas injusticias». De este modo, Francisco recuerda que Jesús dice: «bienaventurados aquellos que luchan contra estas injusticias».

A continuación ha reflexionado sobre la bienaventuranza de los misericordiosos, «porque encontrarán misericordia». Los misericordiosos, «los que perdonan, los que entienden los errores de los otros». Así, Francisco recuerda que las palabras de Jesús no fueron «bienaventurados los que hacen venganza, los que se vengan».

Y lo explica así: «bienaventurados lo que perdonan, misericordiosos. ¡Porque todos nosotros somos ejército de perdonados! Todos nosotros hemos sido perdonados. Y por esto es bienaventurado el que va por este camino del perdón». Asimismo ha añadido: «bienaventurados los puros de corazón, que tienen un corazón sencillo, sin suciedades, un corazón que sabe amar con esa pureza tan bonita. Bienaventurados los que trabajan por la paz. Pero, ¡es tan común que seamos trabajadores de guerra o al menos trabajadores de malentendidos! Cuando escucho algo de este y voy donde el otro y se lo digo y hago además una segunda edición un poco más grande y la transmito… El mundo del chismorreo. Esta gente que chismorrea, no hace paz, son enemigos de la paz. No son bienaventurados».

Dando un paso más, bienaventurados los perseguidos por la justicia. El Papa ha recordado cuánta gente «es perseguida, ha sido perseguida simplemente por haber luchado por la justicia».

Tras esta reflexión, el Pontífice ha indicado que las bienaventuranzas «son el programa de vida que propone Jesús», «tan sencillo, pero tan difícil». De este modo ha referido que «si nosotros quisiéramos algo más, Jesús nos da también otras indicaciones», ese «protocolo sobre el cuál seremos juzgados», en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo. «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba enfermo y me visitasteis, estaba en la cárcel y vinisteis a verme». Con las bienaventuranzas y este otro fragmento, el Papa asegura que «se puede vivir la vida cristiana a nivel de santidad».

Para concluir la homilía, el Santo Padre ha afirmado que son «pocas palabras, palabras sencillas, pero prácticas para todos, porque el cristianismo es una religión práctica: no es para pensarla, es para practicarla, para hacerla. Hoy, si tenéis un poco de tiempo en casa, tomad el Evangelio, el Evangelio de Mateo, capítulo 5, al inicio están las bienaventuradas; capítulo 25, están las otras. Y os hará bien leerlo una vez, dos veces, tres veces. Pero leer esto, que es el programa de santidad». Que el Señor nos de la gracia de entender este mensaje suyo»