martes, noviembre 19, 2024
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Madre Teresa: Una revolución Espiritual

Madre Teresa: Una revolución Espiritual:
La ya próxima canonización de Madre Teresa de Calcuta es mucho más que el reconocimiento a una vida de santidad; mucho más que la certeza de que está en el Cielo. Es hacer presente en el mundo actual, y desde el centro de la cristiandad, que Agnes Gonxha Bojaxhiu supo ver en el más pequeño, en el más necesitado, en el más olvidado del mundo, a Jesucristo.

José Luis González-Balado, uno de los principales biógrafos en castellano de Madre Teresa y una de las personas que la acompañaron durante su viaje a Madrid en 1986, cuenta a Misión sus recuerdos de esa estancia en España: “Mi mujer y yo la recogimos en el aeropuerto de Barajas; llegaba de Estados Unidos, donde había asistido a un Congreso Eucarístico Internacional y aprovechó para fundar una casa en el barrio del Bronx, en Nueva York. No venía a España a expandir su imperio, sino a servir a los pobres”. Según explica González-Balado, Madre Teresa transmitía “autenticidad en su testimonio. Bondad y humildad, de manera total, pero no se imponía, sino que le salía desde lo más hondo de su ser. Era profundamente sencilla”. Por eso afirma que la noticia de su canonización no lo sorprendió, “porque Madre Teresa era considerada santa por todos los que la conocieron”.

De hecho, el biógrafo recuerda que, tras la muerte de la religiosa, el entonces Papa, san Juan Pablo ii, había decidido canonizarla directamente, saltándose el paso de la beatificación. Por su parte, el cardenal José Saraiva Martins, por entonces prefecto de Congregación para las Causas de los Santos, asegura que, a pesar de ser “una figura extraordinaria” de la que no le cabe duda de su santidad, el Papa polaco respetó los tiempos establecidos.

El cardenal Saraiva conoció a Madre Teresa y también a san Juan Pablo ii, y afirma con orgullo que ha colaborado en ambos procesos de canonización. “Puedo testimoniar que Madre Teresa era santa. Una santa extraordinaria, realmente moderna y actual. Una santa, por la que en este año de la misericordia habría que expresar más devoción, porque ha sido la gran misionera y la gran apóstol de la misericordia”, apunta. Y precisa que “la mejor patrona del Año Santo de la Misericordia debería ser Teresa de Calcuta”.

El prefecto emérito de la Congre­ga­ción de las Causas de los Santos re­cuer­da el día que llevó a san Juan Pablo ii la noticia del reconocimiento del milagro realizado por intercesión de Madre Teresa para su beatificación. “El Papa estaba contentísimo; ellos tenían una relación muy hermosa, cercana y fuerte. Para Madre Teresa, Juan Pablo ii era como su director espiritual y Juan Pablo ii era un gran admirador de la religiosa”, precisa. Una relación que el cardenal atribuye a que “los santos se reconocen entre ellos, se intuyen”.

Aunque se prevé que la canonización sea multitudinaria, parece que serán pocas las Misioneras de la Caridad que asistirán. “Seguramente estará la superiora general y alguna más, pero la gran mayoría de las religiosas no asistirán a la celebración en la plaza de San Pedro”, afirma el biógrafo. El resto de comunidades seguirán prestando el servicio a los más necesitados en los lugares en los que nadie quiere estar. “Lo verán por televisión”, explica el escritor, aunque precisa que “tendrán que pedir una tele prestada porque ellas no tienen en sus casas”. Sin embargo, nadie duda de que la devoción a Madre Teresa hará que sea una celebración que traspase las fronteras del Vaticano.

La canonización de Madre Teresa de Calcuta cobra especial importancia después del asalto y asesinato de las cuatro religiosas de las Misioneras de la Caridad en Yemen. De alguna manera, ellas serán protagonistas de esa ceremonia el próximo 4 de septiembre, porque el reconocimiento de la vida santa de su fundadora es también la certeza de que su repentina y trágica muerte, cuyo único mal fue cuidar ancianos por amor a Cristo, no fue en vano.

Resulta llamativo que en la precaria residencia geriátrica que llevaban estas hermanas en la ciudad de Aden necesitara guardias de seguridad. Cuatro atacantes mataron al guardia y, una vez dentro del centro, a otras quince personas, a las que previamente ataron las manos. Entre los asesinados, cuatro religiosas de las cinco que formaban la comunidad. Tan solo sobrevivió la superiora, quien se escondió en el oratorio, y el padre Tom Uzhunnalil, sacerdote salesiano que atendía la comunidad, quien fue secuestrado y del que aún se espera su liberación.

La comunidad de las Misioneras de la Caridad en Aden (Yemen) era de las pocas congregaciones presentes en el país eminentemente musulmán en el que apenas hay 4.000 cristianos. En una casa sencilla, atendían a unos 60 ancianos, de muy escasos recursos. Nunca hicieron distinción por sus creencias religiosas, sin embargo, los extremistas las acusaron de hacer proselitismo cristiano. Ante la brutalidad del asesinato de las religiosas, Monseñor Paul Hinder, vicario apostólico de Arabia del Sur, región a la que pertenece Yemen, afirmó que no había ninguna duda de que las hermanas habían sido “víctimas de odio contra nuestra fe; murieron como mártires”.

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