viernes, abril 18, 2025
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LA RIQUEZA Y EL PODER DE LOS SALMOS. PARTE I

El nombre hebreo de los Salmos es Tehillim, que significa «alabanzas». Esta porción de las Escrituras hebreas formaban el himnario que se usaba regularmente en el Templo. Los hebreos dividían lo que comúnmente se llama Antiguo Testamento, en la Ley, los Profetas y las Escrituras.

A la colección de los llamados «Salmos» se le llama igualmente «Salterio». En la tradición judeo-cristiana es el libro de oración usado en las congregaciones y sinagogas. Al libro de los Salmos se le considera el libro más completo de la Biblia. Fue escrito en un periodo histórico que abarca desde el tiempo de Moisés hasta el exilio de Israel en Babilonia. Toda la ética bíblica, los fundamentos de la fe, los prodigios y las maravillas realizados por Dios, la relación del Hijo y del pueblo de Dios con Él en toda circunstancia son expresados en los Salmos.

Toda alma sedienta busca refrescarse en la fuente de los Salmos. En ella encuentra respuestas sólidas a sus necesidades más profundas. Al beber de esta fuente, el alma encuentra en Dios y sólo en Dios la satisfacción que con ardiente deseo y anhelo busca. Su aspiración de estrecha relación con el Todopoderoso se ve colmada. Por medio de los Salmos nuestra alma se lanza hasta el infinito, cantando alabanzas a Dios. Con plena confianza y sin esconder absolutamente nada le expresa a Dios sus más profundos temores, derrama ante el Omnisciente todo tipo de dolor, expresa con firmeza su fe al Omnipotente, y busca nutrir su espíritu en lugares de verdes pastos, guiado por el Gran y Divino Señor.

La Biblia está compuesta por varios libros, pero el libro de los Salmos es el que verdaderamente magnifica a Dios y Su Palabra. Los Salmos, como ningún otro libro del Antiguo Testamento, revela en gran magnitud el alcance del Mesías y Su obra. Los Salmos proyectan Su venida, Su Resurrección y Su Ascensión. También ilustran Su soberanía universal sobre toda la Tierra.

 

 

HORAS CANÓNICAS

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Las horas canónicas son una división del tiempo empleada durante la Edad Media en la mayoría de las regiones cristianas de Europa, y que seguía el ritmo de los rezos de los religiosos de los monasterios. Cada una de las horas indica una parte del Oficio divino (hoy denominado liturgia de las horas) es decir el conjunto de oraciones pertinente a esa parte del día.

La división del día en siete partes tiene su origen en el Libro de los Salmos de la Biblia, en el que se lee: «Siete veces al día te alabaré», y también se lee «a medianoche me levantaba para darte gracias». De ahí se puede ver que existe una agrupación de las siete horas canónicas de los Ofícios diurnos, y así mismo los Ofícios nocturnos, que a su vez se reparten en tres guardias o vigílias, denominadas Maitines. Cada semana los monjes debían rezar el salterio íntegro (es decir los 150 salmos). En su regla, San Benito recomienda a sus monjes que durante los viajes no dejen pasar el rezo las horas de oración.

San Benito denominó a estas horas de rezo «horas canónicas», y así se haría desde el siglo VI; su nombre proviene de las órdenes y normas o cánones de la Iglesia del medioevo. Durante esa época se organizó el sistema de horas centralizando su uso principalmente en los monasterios benedictinos.

NUMERO Y CUALIDAD DE LAS HORAS.

Las horas canónicas eran las siguientes:

• Maitines: medianoche
• Laudes: al amanecer, habitualmente sobre las 3:00
• Prima: Hora en la que sale el sol, aproximadamente las 6:00 de la mañana
• Tercia: Tercera hora después de salir el sol, las 9:00
• Sexta: mediodía, a las 12:00
• Nona: sobre las 15:00
• Vísperas: tras la puesta de sol, habitualmente sobre las 18:00
• Completas: antes del descanso nocturno, las 21:00

DIVISIONES:

Las horas se pueden dividir a su vez en dos categorías atendiendo a su carácter de Oficio:

• Horas mayores es decir los Maitines, las Laudes y las Vísperas, en las que era preceptivo que toda la comunidad se reuniera en la iglesia.

• Horas menores que corresponden a la Prima, la Tercia, la Sexta y la Nona. Según la regla benedictina no era obligación en estas horas menores acudir a la iglesia, sino que, al escuchar la trompeta o campana los monjes interrumpían sus labores y se ponían a orar inmediatamente en el lugar en el que se encontraban.

Existe otra división de las horas canónicas según la parte del día a la que correspondan o nocturnas. Se consideraban horas diurnaslas de Prima, Tercia, Sexta y Nona, y nocturnas las demás.

 

RECORDAR EN FAMILIA LO QUE ES LA EUCARISTÍA.

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I. ¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía es uno de los siete Sacramentos. Nos recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comulgar para estar sana. Cristo dijo: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.»

II. ¿En qué nos ayuda la Eucaristía?

Todos queremos ser buenos, ser santos y nos damos cuenta de que el camino de la santidad no es fácil, que no bastan nuestras fuerzas humanas para lograrlo. Necesitamos fuerza divina, de Jesús. Esto sólo será posible con la Eucaristía. Al comulgar, nos podemos sentir otros, ya que Cristo va a vivir en nosotros. Podremos decir, con San Pablo: «Vivo yo, pero ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí.»

III. ¿En qué parte de la Misa se realiza la Eucaristía?

Después de rezar el Credo, se llevan a cabo: el ofertorio, la consagración y la comunión.
Ofertorio: Es el momento en que el sacerdote ofrece a Dios el pan y el vino que serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nosotros podemos ofrecer, con mucho amor, toda nuestra vida a Dios en esta parte de la Misa.
Consagración: Es el momento de la Misa en que Dios, a través del sacerdote, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En este momento nos arrodillamos como señal de amor y adoración a Jesús, Dios hecho hombre, que se hace presente en la Eucaristía.

Comunión: Es recibir a Cristo Eucaristía en nuestra alma, lo que produce ciertos efectos en nosotros:

• Nos une a Cristo y a su Iglesia.
• Une a los cristianos entre sí.
• Alimenta nuestra alma.
• Aumenta en nosotros la vida de gracia y la amistad con Dios.
• Perdona los pecados veniales.
• Nos fortalece para resistir la tentación y no cometer pecado mortal.

 

LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO

La vida cristiana, consiste en vivir según el Espíritu que Cristo Jesús nos envió desde el Padre. Este Espíritu, es quien realiza en nosotros todas las cosas. El nos da la gracia que santifica, nos perdona, nos libera, nos da sus siete dones, infunde en nosotros las virtudes teologales y las cardinales, nos da diversos Carismas para el bien de la comunidad, nos reúne en un solo Pueblo, nos hace compartir los bienes y tener un mismo corazón. Es el amor de Dios derramado en nuestros corazones y de todas sus muchas acciones y manifestaciones hay unas que son las más exquisitas de todas: Los llamados frutos del Espí­ritu Santo.

¿QUE SON LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO?

Son frutos del Espíritu Santo todos aquellos actos virtuosos en los que el alma halla consolación espiritual. Así, la paciencia para poner un ejemplo, es un fruto del Espíritu Santo, cuando la persona cristiana sabe llevar las contrariedades y la lucha de esta vida sin quejarse, y al vivir esas situaciones las está viviendo con consolación espiritual. De esta mane­ra, su actitud frente a las situaciones difíciles indica la «paciencia» y la con­solación espiritual que le acompaña, nos dice que ella nace de la acción del Espíritu Santo.

¿CUANTOS SON LOS FRUTOS DEL ESPIRITU SANTO?

San Pablo, en su carta a los Gálatas nos da una lista de nueve. Pero, como sabemos, ninguna de estas listas es completa. El Apóstol en ese lugar enumera aquellos que considera nece­sarios en ese momento para su enseñanza. Pero no quiere decir en modo alguno que ese es el número comple­to. Es por eso, que nunca un texto de la Escritura nos da la enseñanza comple­ta que Dios quiere revelar. Necesita ser completada.

En la Catequesis, la Iglesia nos ofrece una lista de doce, en la que están los nueve que cita San Pablo en  los Gálatas (caridad, gozo, paz, benig­nidad, bondad, longanimidad, manse­dumbre, fe, continencia) y otros tres más (paciencia, modestia y castidad).

 1. CARIDAD O AMOR: Es evidente el amor de Dios derramado por el Espíritu en el creyente, pero manifestado como amor al prójimo. Ve en todo hombre su hermano, más aún, llega a ver a Cristo en su prójimo; se entrega a su servicio hasta la donación de su propia vida: vive, en una palabra, todas las caracte­rísticas del amor (1 Corintios 13) pero en relación con el prójimo.

2. ALEGRÍA O GOZO: Es el gusto, de­leite y fruición profunda y espiritual, que nace de la conciencia que se tiene de la amistad con Dios. Cuando este fruto se manifiesta la persona es alegre y optimista».

«Parece como si irradiara un res­plandor interior que le hace ser notado en cualquier reunión. Cuando el está presente, parece como si el sol brillara un poco más de luz, la gente sonríe con más facilidad, habla con mayor delicadeza». (p. Leo J. Trese).

3.     PAZ: Como el gozo, también este fruto se basa en la conciencia que se tiene de la amistad de Dios. Encierra la idea de perfección y plenitud. Es la persona serena, tranquila. Se dice de él que tiene una «personalidad equili­brada». En medio de las preocupaciones conserva la calma profunda. Es un tipo ecuánime, en quien se confía fá­cilmente y a quien se acude en las cosas de emergencia, difíciles y de conflicto. La paz no es otra cosa que la tranquilidad del orden y ese orden empieza poniendo a Dios siempre en primer lugar.

4.     PACIENCIA: Como fruto del Espí­ritu, por la paciencia la persona acepta hasta el heroísmo los sufrimientos y males. No son para ella una carga Insoportable, sino que los asimila de una manera positiva y los maneja de tal manera que no son destructivos ni para ellas ni para los que lo rodean, sino que los usa como instrumentos para la construcción del Reino de Dios. Comprende muy bien aquella expresión de San Pablo: «Para los que aman a Dios”, todo contribuye para su bien» (véase también Romanos 5, 3-5). El paciente no se queja, sino que afronta las situaciones con realismo.

5. BENIGNIDAD: Otras palabras que definen muy bien este fruto son: Amabilidad, afabilidad, gentileza, be­nevolencia, comprensión de los demás, y de hecho, son utilizadas por los traductores de las diferentes Biblias para indicar este fruto que viene en la lista de San Pablo en su carta a los Gálatas. Así la persona en la que se produce este fruto del Espíritu es benigna, amable, afable, gentil y comprensiva. La gente acude a él con facilidad. Por estas condiciones atrae sin dificultad alguna a los más débiles y necesitados, los niños, los ancianos, los afligidos, los atribulados, que se confían fácilmente a él. La dulzura lo caracteriza, igualmente. A él se le po­dría aplicar la frase de San Francisco de Sales: «Más moscas caen en una gota de miel que en un barril de vina­gre».

6. BONDAD: Posee este fruto aquel de quien se dice: i Qué bueno es! Qué bondad la suya! Es profundamente bueno! Es aquel que sabe ver lo bueno que hay en cada ser humano. Sin ser in­genuo, se fija más en lo positivo de las personas y de la vida que en lo negati­vo. Al actuar así, como en los demás frutos, siente la ‘consolación del Espí­ritu.

Defiende la verdad, la justicia y el derecho, pero sabe comprender los errores y fallos de los demás. Conlleva la ignorancia y debilidades de los otros, pero jamás compromete sus conviccio­nes ni contemporiza con el mal.

7. LONGANIMIDAD: El acto virtuoso, acompañado de consolación del Espí­ritu, en el que nos sentimos animados para tender a algo bueno que está muy distante de nosotros, o sea, cuya con­secución se hará en mucho tiempo. En la longanimidad se juntan la magnificencia y la paciencia. La magnificencia, porque se quiere emprender obras difíciles de realizar sin asustarse ante la magnitud del trabajo o de los grandes gastos que sea necesario in­vertir, confiado en que es factible lo que se propone, aunque tarde. La paciencia, porque si el bien o la obra esperada tarda mucho en llegar, se produce en el alma cierta tristeza y dolor, pero por la longanimidad, se tiene fuerza para esperar y soportar el dolor, el infortunio y el fracaso, hasta llegar a la meta propuesta. Se alzará los ojos al cielo llenos de lágrimas, pero nunca de rebelión.

8. MANSEDUMBRE: Este fruto con­siste en una moderación y dominio de la ira que no hace daño, sino que, al revés, va acompañado de la consola­ción del Espíritu. A la mansedumbre se opone la agresividad, la indignación violenta, el griterío airado, la blasfemia, la injuria, la riña, la violencia, el rencor, el deseo de venganza y la venganza misma.

9. FE: Cuando decimos fe, podemos entender tres cosas:

1. La fe, como la virtud derramada por el Espíritu en nuestro espíri­tu, por la que el ser humano cree, aceptando la Buena Nueva, y entregándose a Cristo. Por esta fe, proclamamos las verdades contenidas en el Credo.

2. La fe carismática, aquella con­fianza en Dios, que es capaz de llegar a hacer milagros y hasta mover montañas.

3. La fe que equivale a fidelidad. Es esta fe la que es fruto del Espíritu. La persona en la que ya se produce este fruto permanece fiel a su fe, no la abandona y la defiende ante los ataques. No pretende coac­cionar a los demás y hacerles tragar su religión, pero tampoco siente respetos humanos por sus convicciones. No oculta la verdad de fe, aunque es respetuoso de la creencia de los demás. Está firme e ella, aunque esté abierto a ver las cosas buenas que pueda ver en otra religión, filosofía o modo de pensar. Para él lo más impor­tante de la vida es su fe.

Al que tiene la fe por la que se cree, se le llama «creyente»; al que tiene la fe-confianza, se le llama «el que con­fía»; al que tiene la fe-fidelidad se le llama «el hombre fiel».

Dios es fiel. Sabemos que él no falla. El hombre fiel es aquel que no falla en su fe, tiene la fe-fidelidad. Esta fidelidad no sólo se refiere a la relación con Dios, sino también a su relación con los hermanos.

La fe-fidelidad encierra una triple fidelidad: fidelidad a Dios, a la iglesia y al hombre. La fe, pues, no sólo es creer, es también confiar y permanecer fiel. Esto último es la manifestación más exqui­sita de la fe. Es muchísimo mejor la fidelidad que la fe caris­mática. Y es por eso por lo que se le llama «fruto» o manifestación exquisi­ta del Espíritu.

Fruto: ni se siente mal ni hace sentir mal a los demás.

10. MODESTIA: La mo­destia nos lleva a guardar el debido decoro en los gestos y movimientos corporales, el debido or­den en el arreglo del cuer­po y del vestido. La persona modesta tiene en su comporta­miento, en su vestido y en su hablar una decencia que le hacen fortalecer la vida cristiana de los de­más, no debilitarla. Su amor a Jesucristo, le hace estremecer ante la idea de actuar de cómplice del diablo, de ser ocasión de pecado para otro.

CORPUS CHRISTI

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Corpus Christi (en latín, «Cuerpo de Cristo») o Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, antes llamada Corpus Domini («Cuerpo del Señor»), es una fiesta de la Iglesia católica destinada a celebrar la Eucaristía.

Su principal finalidad es proclamar y aumentar la fe de los católicos en la presencia real de Jesucristo en el Santísimo Sacramento. La celebración se lleva a cabo el jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad, que a su vez tiene lugar el domingo siguiente a Pentecostés.

 Diversas maneras de celebrar esta fiesta

PARTICIPAR EN LA PROCESION CON EL SANTISIMO.
La procesión con el Santísimo consiste en hacer un homenaje agradecido, público y multitudinario de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Se acostumbra sacar en procesión al Santísimo Sacramento por las calles y las plazas o dentro de la parroquia o Iglesia, para afirmar el misterio del Dios con nosotros en la Eucaristía.
Esta costumbre ayuda a que los valores fundamentales de la fe católica se acentúen con la presencia real y personal de Cristo en la Eucaristía.

LA HORA SANTA
Es una manera práctica y muy bella de adorar a Jesús Sacramentado. Las Parroquias de todo el mundo la celebran los jueves al anochecer, para demostrar a Cristo Eucaristía amor y agradecimiento y reparar las actitudes de indiferencia y las faltas de respeto que recibe de uno mismo y de los demás hombres.

Consiste en realizar una pequeña reflexión evangélica, en presencia de Jesús Sacramentado y, al final, se rezan unas letanías especiales para demostrarle a Jesús nuestro amor.

Se puede celebrar de manera formal con el Santísimo Sacramento solemnemente expuesto en la custodia, con incienso y con cantos, o de manera informal con la Hostia dentro del Sagrario. Cualquiera de las dos maneras agrada a Jesús.
Se inicia con la exposición del Santísimo Sacramento o, en su defecto, con una oración inicial a Jesucristo estando todos arrodillados frente al Sagrario.

A continuación, se procede a la lectura de un pasaje del Evangelio y al comentario del mismo por parte de alguno de los participantes.
Luego, se reflexiona adorando a Jesús, Rey del Universo, en la Eucaristía.

Se termina con las invocaciones y las letanías correspondientes y, en el caso de que la Hora Eucarística se haya hecho delante del Santísimo solemnemente expuesto, el sacerdote da la bendición con el Santísimo; en caso contrario, se finaliza la Hora Santa con una plegaria conocida de agradecimiento.

 

RECORDAR EN FAMILIA LO QUE ES LA EUCARISTIA.

¿Qué es la Eucaristía?

  1. La Eucaristía es uno de los siete Sacramentos. Nos recuerda el momento en el que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Éste es el alimento del alma. Así como nuestro cuerpo necesita comer para vivir, nuestra alma necesita comulgar para estar sana. Cristo dijo: «El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.»
  2. ¿En qué nos ayuda la Eucaristía?

Todos queremos ser buenos, ser santos y nos damos cuenta de que el camino de la santidad no es fácil, que no bastan nuestras fuerzas humanas para lograrlo. Necesitamos fuerza divina, de Jesús. Esto sólo será posible con la Eucaristía. Al comulgar, nos podemos sentir otros, ya que Cristo va a vivir en nosotros. Podremos decir, con San Pablo: «Vivo yo, pero ya no soy yo, sino Cristo quien vive en mí.»

RECORDAR EN FAMILIA LO QUE ES LA EUCARISTÍA.

¿En qué parte de la Misa se realiza la Eucaristía?

Después de rezar el Credo, se llevan a cabo: el ofertorio, la consagración y la comunión.
Ofertorio: Es el momento en que el sacerdote ofrece a Dios el pan y el vino que serán convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Nosotros podemos ofrecer, con mucho amor, toda nuestra vida a Dios en esta parte de la Misa.
Consagración: Es el momento de la Misa en que Dios, a través del sacerdote, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. En este momento nos arrodillamos como señal de amor y adoración a Jesús, Dios hecho hombre, que se hace presente en la Eucaristía.
Comunión: Es recibir a Cristo Eucaristía en nuestra alma, lo que produce ciertos efectos en nosotros:

Nos une a Cristo y a su Iglesia.

  • Une a los cristianos entre sí.
  • Alimenta nuestra alma.
  • Aumenta en nosotros la vida de gracia y la amistad con Dios.
  • Perdona los pecados veniales.
  • Nos fortalece para resistir la tentación y no cometer pecado mortal.

RECORDAR EN FAMILIA LO QUE ES LA EUCARISTIA.

  1. ¿Qué condiciones pone la Iglesia para poder comulgar?

La Iglesia nos pide dos condiciones para recibir la comunión:

    • Estar en gracia, con nuestra alma limpia todo pecado mortal.
    • Cumplir el ayuno eucarístico: no comer nada una hora antes de comulgar.

 

  1. ¿Cada cuánto puedo recibir la Comunión Sacramental?

La Iglesia recomienda recibir la Comunión siempre que vayamos a Misa. Es obligación recibir la Comunión, al menos, una vez al año en el tiempo de Pascua, que son los 50 días comprendidos entre el Domingo de Resurrección y el Domingo de Pentecostés.

 

RECORDAR EN FAMILIA LO QUE ES LA EUCARISTÍA.

  1. ¿Qué hacer después de comulgar?

Se recomienda aprovechar la oportunidad para platicarle a Dios, nuestro Señor, todo lo que queramos: lo que nos alegra, lo que nos preocupa; darle gracias por todo lo bueno que nos ha dado; decirle lo mucho que lo amamos y que queremos cumplir con su voluntad; pedirle que nos ayude a nosotros y a todos los hombres; ofrecerle cada acto que hagamos en nuestra vida.

  1. ¿Qué hacer cuando no se puede ir a comulgar?

Se puede llevar a cabo una comunión espiritual. Esto es recibir a Jesús en tu alma, rezando la siguiente oración:

«Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Quédate conmigo y no permitas que me separe de ti.
Amén».

 

AMOR DE DIOS

ASÍ COMO EXISTEN LEYES FÍSICAS QUE GOBIERNAN EL UNIVERSO FÍSICO, EXISTEN LEYES ESPIRITUALES QUE GOBIERNAN TU RELACIÓN CON DIOS.

1. DIOS TE AMA Y TE CREÓ PARA QUE LO CONOZCAS A TÍTULO PERSONAL

Dios nos ama: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» Juan 3.16

Dios quiere que lo conozcamos personalmente: «Esta es la vida eterna. Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» Juan 17.3

Nos ofrece una vida nueva; una vida en abundancia: «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es» 2 Corintios 5.17

Jesús dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia» Juan 10.10

 

2.   LA PROPIA ACTITUD DEL HOMBRE LE IMPIDE TENER ESTA RELACIÓN CON DIOS

El hombre fue creado para tener comunión con Dios; pero por su terca voluntad escogió tomar su propio camino independiente y rompió su comunión con Dios. Esta voluntad propia, caracterizada por una actitud de rebeldía activa o indiferencia pasiva, es evidencia de lo que la Biblia califica como pecado.

La Biblia nos ayuda a comprender lo que es el pecado (Romanos 1.18-21 e Isaías 53.5-6).

¿Quién ha pecado? 
«Por cuanto todos pecaron, y están separados de la gloria de Dios» Romanos 3.23

¿Cuál es el resultado del pecado? 
«La paga del pecado es muerte» [la separación espiritual de Dios] Romanos 6.23

«Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios» Isaías 59.2

 

3.   JESUCRISTO ES LA ÚNICA PROVISIÓN QUE DIOS HA HECHO PARA EL PERDONAR EL PECADO

Él murió en nuestro lugar

 

«Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» Romanos 5.8

Él resucitó de entre los muertos. Él vive hoy: «A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos» Hechos 2.32
Por esto Jesús pudo decir: «Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre, sino por mí» Juan 14.6

 

4. DEBEMOS RECIBIR A JESÚS COMO NUESTRO SEÑOR Y SALVADOR, DE MANERA INDIVIDUAL

Encomendar nuestra vida a Jesucristo implica:

• Que comprendemos que nuestra rebelión o indiferencia hacia Dios nos condena.
• Que creemos que Jesucristo pagó el precio total de nuestros pecados al morir en la cruz y agradecemos el perdón que él nos ha dado.
• Que nos arrepentimos de nuestros pecados para poder recibir el perdón de Dios.
• Que deseamos amarle y obedecerle al dejar atrás nuestro pecado para poder vivir una relación personal con él.

«Así que,  arrepentíos y convertíos,  para que sean borrados vuestros pecados;  para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio.» Hechos 3:19

Esta decisión hará de ti un hijo de Dios:

«A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dió potestad de ser hechos hijos de Dios» Juan 1.12

Jesucristo desea tener esta relación personal contigo:

Él dice: «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo» Apocalipsis 3.20

Cada uno de nosotros está condenado a morir por su pecado, pero Dios envió a su hijo Jesucristo a morir en la cruz en nuestro lugar. Él ha cerrado el abismo que nos separa de Dios. Él fue condenado en nuestro lugar. Es por eso que ahora podemos recibir el perdón de Dios y comenzar a vivir la vida abundante a través de una relación personal con él.

Estos dos círculos representan dos tipos de vida:

1. Una vida sin Cristo

Yo – El «yo» es el centro de la vida
† – Cristo está fuera de la vida
Esta persona no ha puesto su confianza en Jesucristo. Sus pecados no le han sido perdonados. Su vida está hecha un desastre y no tiene metas porque su «yo» delimita su conducta (Efesios 2.12).

2. Una vida dirigida por Cristo

Yo – El «yo» se rinde a Cristo.
† – Cristo es el centro de su vida.
Este hombre ha encomendado su vida a Jesucristo; sus pecados le han sido perdonados y disfruta el amor de Dios en su vida todos los días (Romanos 5.1).

El entregar tu vida a Jesús es un paso de fe que puedes expresar a través de la oración.

Orar significa simplemente hablar con Dios. Él te conoce. Lo que importa es la actitud de tu corazón, tu honestidad. Sugerimos que hagas esta oración:

«Señor Jesús, te doy gracias por tu amor y porque viniste al mundo a morir por mí. Confieso que he dirigido mi propia vida y que por lo tanto, he pecado contra Dios. Ahora quiero depositar mi confianza en ti y recibirte en mi vida. Te pido que perdones mis pecados. Hazme la persona que tú quieres que sea. Te doy gracias por haber contestado mi oración y porque ahora estás en mi vida. Amén.»

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TENGO SED DE TI

“Mira que estoy a la puerta y llamo…”

Apocalipsis 3, 20

Es verdad. Estoy a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Aún cuando no estás escuchando, aún cuando dudes que pudiera ser yo, ahí estoy: esperando la más pequeña señal de respuesta, hasta la más pequeña sugerencia de invitación que Me permita entrar.

Y quiero que sepas que cada vez que me invitas. Yo vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo los muchos dones de Mí Espíritu. Vengo con Mi misericordia, con Mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión. Un amor en cada detalle, tan grande como el amor que he recibido de Mi Padre: “Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí…” (Jn. 15,10). Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo Mi luz, para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo con Mi poder, que me permite cargarte a ti: con Mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida. Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu alma.

Te conozco como la palma de mi mano, sé todo acerca de ti, hasta los cabellos de tu cabeza he contado. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, hasta en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas. Conozco tus necesidades y tus preocupaciones y, si, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que Te amo, no por lo que has hecho o dejado de hacer, Te amo por ti, por la belleza y la dignidad que mi Padre te dio al crearte a Su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres y he derramado Mi Sangre para rescatarte. Si sólo me lo pides con fe, Mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida: Yo te daré la fuerza para librarte del pecado y de todo su poder destructor.

Sé lo que hay en tu corazón, conozco tu soledad y todas tus heridas, los rechazos, los juicios, las humillaciones, Yo lo sobrellevé todo antes que tú. Y todo lo sobrellevé por tí, para que pudieras compartir Mi fuerza y Mi victoria. Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor, sé que tan sediento estás de amor y de ternura. Pero cuántas veces has deseado satisfacer tu sed en vano, buscando ese amor con egoísmo, tratando de llenar el vacío dentro de ti con placeres pasajeros, con el vacío aún mayor del pecado. ¿Tienes sed de amor?

Yo te saciaré y te llenaré. “Vengan a Mí todos los que tengan sed…” (Jn 7, 37). ¿Tienes sed de ser amado?, te amo más de lo que te puedes imaginar… hasta el punto de morir en la cruz por ti.

TENGO SED DE TI. Sí, esa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor. TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aún en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de Mi Misericordia, de mi deseo de perdonarte, de Mi anhelo por bendecirte y vivir Mi vida en ti, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Ábrete a Mí, ven a Mí, ten sed de Mí, dame tu vida. Yo te probaré qué tan valioso eres para Mi Corazón.

¿No te das cuenta de que Mi Padre ya tiene un plan perfecto para transformar tu vida a partir de este momento? Confía en Mí. Pídeme todos los días que entre y que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo ante Mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría Yo esto? PORQUE TENGO SED DE TI. Lo único que te pido es que te confíes completamente a Mí. Yo haré todo lo demás.

Desde ahora, ya veo el lugar que Mi Padre te ha preparado en Mi Reino. Recuerda que eres peregrino en esta vida viajando a casa. El pecado nunca te puede satisfacer ni traerte la paz que anhelas. Todo lo que has buscado fuera de Mí sólo te ha dejado más vacío, así que no te ates a las cosas de este mundo; pero, sobre todo, no te alejes de Mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza porque cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu Salvador. No hay nada que yo no pueda perdonar y sanar, así que ven ahora y descarga tu alma.

No importa cuánto hayas andado sin rumbo, no importa cuántas veces me hayas olvidado, no importa cuántas cruces lleves en esta vida, hay algo que quiero que siempre recuerdes y que nunca cambiará. TENGO SED DE TI, tal y como eres. No tienes que cambiar para creer en Mi Amor, ya que será tu confianza en ese Amor la que te hará cambiar. Tu te olvidas de Mí y, sin embargo. Yo te busco a cada momento del día y estoy ante las puertas de tu corazón, llamando. ¿Encuentras esto difícil de creer? Entonces, mira la Cruz, mira Mi Corazón que fue traspasado por ti. ¿No has comprendido Mi Cruz?, entonces escucha de nuevo las palabras que dijo en ella, te dicen claramente por qué Yo soporté todo esto por ti: “TENGO SED”  (Jn 19, 28). Sí, TENGO SED DE TI. Como el resto del salmo que Yo estaba rezando dice de Mí: “… esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no le hallé” (Sal 69, 20). Toda tu vida he estado deseando tu amor. Nunca he cesado de buscarlo y de anhelar que me correspondas. Tú has probado muchas cosas en tu afán por ser feliz. ¿Por qué no intentas abrirme tu corazón, ahora mismo, abrirlo más de lo que lo has hecho antes?

Cuando finalmente abras las puertas de tu corazón y finalmente te acerques lo suficiente entonces Me oirás decir una y otra vez, no en meras palabras humanas sino en espíritu: “no importa qué es lo que hayas hecho, te amo por ti mismo. Ven a Mí con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades, y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo… ábreme, porque TENGO SED DE TI…”

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