miércoles, noviembre 20, 2024
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SEMBRADORES DE LA BUENA NUEVA

“Salió el sembrador a sembrar su semilla. (…) La semilla es la Palabra de Dios.” (Lc 8, 5.11)

Antes de retornar al Padre, Jesús, Nuestro Señor, colocó en nuestras manos una gran tarea a ser cumplida: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20,21); “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (MC 16,15).
Joven peregrino, a partir de ahora esa tarea también está en tus manos. Existe algo urgente a ser realizado en este mundo; algo que no puede ser dejado para después, pues debe alcanzar a todos, en todo lugar: nuestra tarea es evangelizar, es decir, llenar los corazones, las naciones, la cultura, todo el mundo, con el Evangelio de Jesucristo.

La palabra “Evangelio” puede ser entendida, de modo bastante simple, como ‘buena noticia’. Evangelizar, por lo tanto significa llevar una buena noticia a alguien. Vivimos en un mundo en que muchos tienen acceso a todo tipo de información, todo el tiempo, por varios medios. Infelizmente, gran parte de las informaciones que dan vueltas por el planeta son bastante malas. Algunas personas llegan a preguntarse si todavía vale la pena intentar cambiar el rumbo de los acontecimientos, ya que todo esfuerzo parece demasiado pequeño. En un tiempo tan lleno de malas noticias, nosotros los cristianos tenemos una gran noticia que comunicar; ella es capaz de genera esperanza en los corazones, porque nos garantiza que Dios puede mucho más que nuestro solo esfuerzo. Nuestra buena notica tiene un nombre: ¡JESUCRISTO! Y el modo de comunicarla es sembrando la Palabra de Dios en los corazones y en las mentes humanas.

El Beato Juan Pablo II dijo en una ocasión que “Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo solo para sí, debe anunciarlo”. Tal vez tú ya hayas experimentado eso en tu propio corazón, ¿no es verdad? Anunciar a Jesucristo no es una tarea complicada o difícil, ¡por más que sea sublime! Pero, para lanzar la simiente del Evangelio en el corazón de alguien, es necesario que tú mismo estés con el corazón repleto de Cristo. ¿Cómo hacer eso? Familiarizándote con la Sagrada Escritura, donde Cristo se vuelve accesible para nosotros. Conocer la Escritura es zambullirse en el corazón de Dios, pues así como nuestras palabras manifiestan lo que hay dentro de nosotros, la Palabra de Dios refleja Su propio corazón, Su modo de pensar y actuar.

Es necesario “alimentarnos de la Palabra para ser servidores de la palabra”. Ésa fue la invitación de Papa Juan Pablo II en el umbral del tercer milenio. No te olvides que, para que tu tarea de evangelizador produzca frutos, tú mismo debes cuidar tu amistad con Dios, prestando atención a lo que Él te dice, por ejemplo, en cda celebración, pues la Palabra viva de Dios es el mismo Jesús, que conocemos y oímos por la predicación de la Escritura en la Iglesia. Busca, también, hacer de la Biblia la fuente de inspiración para tu oración.

Evangelizar es hacer resonar la Palabra de Cristo cerca de aquellos que deseamos alcanzar con la Buena Nueva. También nos dice Juan Pablo II que esa Palabra “interpela, orienta, plasma la existencia”. Anunciar a Cristo significa comunicar algo vivo, capaz de transformar para mejor, a aquel que lo Lo recibe. Nuestra palabras humanos no deben ser obstáculo para la simple y desafiadora verdad del Evangelio, sino que deben servir de vehículo para su expresión. El mensaje de Cristo es capaz de alcanzar el corazón de los hombres de todo tiempo y lugar (¡también en tu cuidad!), mas debemos ser fieles a ella, en comunión con la Iglesia y aquello que el Espíritu le dice. Nuestras ideas y proyectos, por mejores que sean, no se comparan a los proyectos y a la sabiduría de Dios manifestada en su Palabra y comunicada a nosotros por la Iglesia.

Joven peregrino, tú cargas dentro de ti una semilla poderosa, pues ella trae un maravilloso potencial de vida. La gran tarea confiada por Cristo a nosotros no es otra sino ésta: dividir esa semilla con otros corazones; ayudarlos a pasar de áridos desiertos a jardines bien irrigados por Dios. La palabra que tú escuchas en la liturgia, rezas en tus momentos de intimidad con el Señor y estudias para comprender mejor es la Buena Semilla, que precisa ser lanzada en este mundo. Ella comunica la vida del propio Cristo a aquellos que la acogen. Tal vez, bien cerca de ti, haya personas con hambre y sed del alma. ¡Cómo sería bueno verlas experimentar una vida nueva porque tú sembraste la Palabra en su corazón!

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