martes, noviembre 19, 2024
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SAN JUDAS TADEO

SAN JUDAS TADEO
Es natural que este apóstol sea llamado con un doble nombre, e incluso, en ocasiones, sólo con el sobrenombre, pues el gran nombre del Patriarca Judá, o de Judas el valiente Macabeo, había sido manchado por el traidor Iscariote. Si ya la duplicidad lleva a buscar una manera de diferenciar a los dos Judas, la confusión de un santo con un mal hombre hace que la diferencia sea una necesidad. No es extraño hoy día que la palabra Judas equivalga entre los cristianos a señalar la peor traición, la de un amigo a otro amigo. Sin embargo, conviene recordar el significado de la palabra «Judas»: «alabado del Señor». En Judas Tadeo es real esta alabanza por su fuerte fidelidad, más luminosa si se compara con la de su homónimo.

El nombre, o sobrenombre, de Tadeo nos indica algo más sobre este apóstol, pues viene a significar «pecho». «Cavidad torácica» diría un médico hoy; o en la versión de llamarle Lebeo sería «corazón». Ambas indican a alguien apasionado, valiente, fiel, amistoso, sencillo. Y efectivamente éste parece ser su carácter por lo que se refleja en su corta epístola .

Otro dato sobre Judas Tadeo nos lo proporciona él mismo pues se autodenomina «Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Santiago». Todo parece indicar que este Santiago es el Menor, es decir, el hermano del Señor, lo cual señala a Judas Tadeo como hermano o pariente de Cristo. Al citar a los hermanos del Señor se dan los nombres de cuatro de ellos: Santiago, José, Simón y Judas. Nada impide identificar al apóstol con este pariente de Jesús. Entre los cuatro hermanos, dos se deciden a dejarlo todo para seguir a su pariente y amigo, secundados por su madre María, que también acabará siguiendo el mismo camino al modo de varias mujeres galileas. De los otros dos nada sabemos, es posible que se contasen entre los que criticaban al Señor, o, al menos, hacían oídos sordos a sus enseñanzas.

La epístola de Judas indica un gran parecido con su hermano en cuanto al carácter y educación. Ambas cosas le llevan a poner por escrito, y con gran conocimiento de la Escritura, su pensamiento. Doce citas de los libros sagrados unidas a las referencias al libro de la asunción de Moisés y al de Henoc indican una cultura judía superior a la habitual. No se trata de un rabino, pero tiene un nivel cultural religioso alto, aunque también se hace patente que sea un trabajador manual, quizá un labrador, por las imágines que utiliza en su breve discurso

¿Qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?

Ésta es la única frase de Judas Tadeo que conservamos en los evangelios. La espontaneidad y preocupación de sus palabras merecen que las meditemos con detenimiento, agradeciendo de antemano la sencillez de aquel diálogo entrañable y divino vivido en la Ultima Cena.

Jesús abre en aquellos momentos su corazón a los apóstoles de una manera plena, tanto que los discípulos exclaman con un evidente fuego en el corazón: «ahora sí que hablas con claridad y no usas ninguna comparación» . De hecho la Cena transcurre como una comida animada donde intervienen todos, aunque Jesús lleva la iniciativa. Cuando Judas Iscariote se marchó, la animación de Jesús creció, como si se le concediese al Señor un momentáneo descanso en la caridad heroica que estaba viviendo con el traidor. Con los verdaderamente suyos habla con más confianza. Intervienen en la conversación Simón Pedro, Tomás, Felipe y Judas Tadeo según el testimonio de Juan Evangelista; probablemente otros también tuvieron alguna participación en aquel diálogo múltiple. Sin embargo, tras la intervención de Tadeo, Jesús toma de lleno la palabra y brota de su boca un abundante fluir de amor y de verdades. Ya no hay interrupciones de los discípulos. Se puede decir con plena propiedad que se trata del testamento de Cristo. Tras la Última Cena casi no hablará y las obras serán más elocuentes que las palabras.

Introduzcámonos en la pregunta de Judas Tadeo: «Señor, ¿y qué ha pasado para que tú te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Un poco antes, Tomás había dicho que desconocía el camino para seguir a Jesús. Felipe, algo más profundamente, le dice que le muestre al Padre pues nada más le interesa. Ambos reciben respuestas divinas llenas de luz. Entonces Jesús inicia la revelación que induce a Judas Tadeo a intervenir, pues dice: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito: el Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir porque no le ve ni le conoce; vosotros le conocéis porque permanece a vuestro lado y está en vosotros. No os dejaré huérfanos, y volveré a vosotros. todavía un poco y el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis. En aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre y yo le amaré y yo mismo me manifestaré a él».

La densidad de la revelación es grande. Vemos en estas palabras el anuncio de la futura venida del Espíritu Santo como Abogado, Consolador, Luz y Verdad. También la relación entre el Padre y el Hijo, así como el sorprendente fruto de la gracia que les hará vivir unidos con Cristo de una manera nueva y sobrenatural. Son tantas las luces de aquella noche que pueden deslumbrar al que mira, y su misma cantidad lleva a que cada uno se detenga en alguna que le parece más nueva, o que suscita su interés de una manera especial. A Judas le intrigó mucho la novedad de que el mundo ya no recibiría la revelación de Jesús, ellos en cambio sí. «¿Qué quiere decir Jesús con el mundo?», «¿es que ya no se dirige a todos los hombres la salvación?», «¿no ha estado insistiendo Jesús continuamente que quiere que todos se salven, y no sólo las ovejas de Israel?».

Una cuestión nueva va a surgir. La cuestión que preocupa al apóstol es qué quiere decir «mundo» y en qué sentido ellos son distintos del mundo. La distinción entre el mundo como creación y el mundo como conjunto de personas y estructuras pervertidas por el pecado era algo nuevo. Jesús les habla de una situación mala que pervierte a las personas de tal modo que no puede entrar en ellos la luz y el amor de Dios.

Algo más adelante Jesús aclarará: «si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia» . Luego, para que no tiemblen ante este mundo pecador, aparentemente tan poderoso, les dice: «confiad, yo he vencido al mundo» , y añade hablando con el Padre: «no pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno», porque los discípulos «no son del mundo como Yo no soy del mundo» dice el Señor . Algo muy hondo se está revelando en las palabras de Jesús. La respuesta a Judas Tadeo es ahora plena. Hay un mundo de amor a través del cual llega la salvación y un mundo pecador, que se perderá.

La respuesta de Jesús es clara para la inteligencia, pero amarga al corazón. Judas piensa «¿qué ha pasado para que Jesús, tan misericordioso, se cierre a algunos, o a muchos?», «¿Acaso no eres el mismo que acoge a los pecadores y come con ellos por encima de todas las críticas y prejuicios?», «¿no se cuentan entre nosotros tantos pecadores?». «¿Qué ha pasado?»

Lo que ha pasado es que muchos -los mundanos- prefieren el mundo a Dios, pues el pecado se ha apoderado de sus almas. No se trata del pecado fruto de ignorancia o debilidad; sino del pecado lúcido y rígido. Ese pecado es el que impide que crean los que tenían luces abundantes para hacerlo. Judas Tadeo vislumbra ahora mejor lo que es el pecado «realidad dura de aceptar, pero innegable: el mysterium iniquitatis, la inexplicable maldad de la criatura que se alza, por soberbia contra Dios… Debemos hacernos cargo, aún en lo humano, de que la magnitud de la ofensa se mide por la condición del ofendido, por su valor personal, por su dignidad social, por sus cualidades. Y el hombre ofende a Dios: la criatura reniega de su Creador» . En aquellos momentos el pecado se manifestará contra Jesús no creyendo en Él y persiguiéndole. Pocas horas más tarde llegará hasta el asesinato lleno de odio y crueldad. Eso es lo que ha pasado, y tanto le cuesta aceptar a Judas Tadeo.

Ya en el comienzo de su predicación les había enseñado Nuestro Señor: «No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen» ; éstas eran palabras que exhortaban a la prudencia, para no pecar de ingenuidad y evitar el mal uso de las cosas santas por los indignos. Pero ahora hay más, se trata de una manifestación del pecado tan grave que el mismo Dios oculta su rostro misericordioso, para colocarse con toda su justicia ante el rebelde, pues no cabe ya otro recurso.

Judas Tadeo debió sentir mucha pena al comprender la malicia del pecado, pues ya tenía aprendido de Jesús el amor a los pecadores. Pero también debía comprender que Dios no quiere quitar la libertad a los rebeldes, pues sería un mal mucho mayor. Gran misterio es el de la libertad pecadora y obstinada.

Escritor Breve

Judas Tadeo es uno de los pocos apóstoles escritores. Con su hermano Santiago, con Juan, Pedro y Mateo forman el quinteto de los apóstoles que se decidieron a añadir la letra a la palabra, aunque nuestro apóstol lo hiciera con notable brevedad.

Según la distribución clásica por capítulos y versículos, sólo escribió veinticinco versículos: una carta en el sentido más clásico de la palabra. Esta epístola revela algo su personalidad. Judas Tadeo es un hombre que ama el aire libre y conoce las incidencias del tiempo tanto en tierra firme como en el mar, o, al menos, junto al mar. Esto se advierte cuando, al acusar a los que abusan de las buenas costumbres en los ágapes y banquetean con ocasión de la comida, su indignación ante lo poco santamente que tratan las cosas santas le lleva a llamarles «nubes sin agua zarandeadas por los vientos», expresión que revela un conocimiento de campesino que espera lluvia y no llega, pues las nubes siempre llevan agua, pero no siempre descargan. También les llama «árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y arrancados de raíz»; la dureza se acentúa progresivamente pues al vacío de un árbol que ya ha dado su cosecha en verano y está, por tanto, en espera de tiempos mejores, añade que está dos veces muerto, ya ni da sombra, es más, está en el suelo esperando desaparecer y sólo sirve para molestar el paso. Muchos árboles vió Judas Tadeo. Las invectivas siguen al llamar a los poco respetuosos con lo santo «olas bravías del mar que echan espuma de sus torpezas». Aquí podemos intuir el natural temor del campesino ante la bravura del mar y su difícil dominio. ¿Cómo no pensar en que alguna vez al subir a la barca cayó en aquella espuma con el natural regocijo de los pescadores?. Pero si seguimos con sus invectivas le oímos decir «astros errantes a los que está reservado para siempre el infierno tenebroso». Bien sabía él distinguir las estrellas en cada época del año que le anunciaban la probabilidad de buenos o malos tiempos, y con ellas las estrellas fugaces, los cometas que le llevarían a pensar que muchas personas son como ellos: aparecen, dejan un pequeño rastro, y desaparecen sin más. No se sabe ni de dónde vienen ni a dónde van, o mejor van al infierno que es donde irán a parar los insensatos .

Otro rasgo del carácter de Judas -el hermano del Señor-es el buen conocimiento de la Sagrada Escritura y la historia del pueblo elegido. Cuando reprende a los falsos doctores, avisa a los fieles para que no se extrañen de que algunos usen mal la libertad que Cristo les ha ganado en la Cruz. Para eso les recuerda lo ocurrido a lo largo de los siglos tras la liberación de la esclavitud de Egipto realizada por Dios a través de Moisés. Enumera algunos de los que actuaron mal y sus castigos, por ejemplo todos murieron sin conocer la Tierra prometida por su falta de fe. Los mismos ángeles que pecaron están encadenados y esperan la condenación definitiva del «juicio del gran día», igual que los pecadores de Sodoma y Gomorra. Luego, al recordar las blasfemias de esos falsos doctores, le vuelve el ímpetu campesino y les llama «bestias irracionales» metidas en el camino de Caín .

Pero el núcleo de su breve escrito es el mismo del pretendido por Santiago en su epístola: exhortar a la coherencia de vida, insistir y exhortar para que la fe se traduzca en obras santas, evitar y avisar sobre los falsos doctores que pueden pervertir la fe. Es interesante, no obstante, su observación de que ya habían sido predichas las falacias de los malos doctores: «acordaos de las palabras predichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo, que os decían: En los últimos tiempos habrá quienes se burlen de todo y vivan según sus concupiscencias. Estos son los que crean divisiones, hombres meramente naturales, que no tienen el Espíritu».

Por «últimos tiempos» se entiende todo el tiempo que transcurrirá hasta la venida de Cristo como Juez para juzgar a todos y consumar la salvación. No son sólo algo inminente, del siglo primero . De hecho no ha habido tiempo en la historia de la Iglesia en que no se hayan dado estos problemas de falsos doctores anunciados por Judas Tadeo.

Sin embargo la energía demostrada por el apóstol para rechazar a los falsos hermanos no indica mal carácter, pues el final está lleno de dulzura y ánimo para los fieles: «tratad con compasión a los que vacilan; a unos procurad salvarlos, arrancándolos del fuego; a otros tratadlos con misericordia, pero con precaución». La prudencia y el buen sentido presiden estas palabras de ánimo.

No es fácil saber el final de su vida, pues las tradiciones se entrecruzan. Algunos relatos lo llevan a Asia Menor y Armenia en la predicación. Otros, quizá los más acertados, señalan su apostolado en el actual Líbano y alrededores. En Beirut debió sufrir martirio, aunque no faltan las indicaciones sobre la muerte natural de este apóstol. Nos complacen estas dificultades para conocer la vida de estos hombres, pues vemos que son más interesantes a los ojos de Dios que a los de los hombres.

La liturgia le honra con las siguientes palabras:

Oh Judas, por la sangre, hermano del Señor,
pero discípulo y más hermano suyo aún por el espíritu
que predicas al Maestro e instruyes con tu epístola a los cristianos

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