Recientemente tuve la oportunidad de participar en una película-documental elaborada por Goya Producciones titulada “Fátima: El último misterio” que trata básicamente de todo lo que gira en torno a la devoción a Nuestra Señora de Fátima y todo el tema de las apariciones de La Virgen María en 1917. Una de las cosas que más captó mi atención sobre el documental es la insistencia de Nuestra Señora en rezar el Santo Rosario, porque conlleva muchísimas gracias por parte de Dios y sobre todo la salvación de las almas.
Unido a esto, en la película se insiste en la existencia del Infierno, y además en como en nuestro siglo el pecado que más atacará la humanidad es el pecado de la carne. Ciertamente las tres cosas se pueden constatar en la actualidad: he sido testigo de tantas gracias que el rezo del Santo Rosario trae a las personas que perseveran en esta devoción; soy consciente de la existencia de un castigo eterno para los que no vivamos bajo la voluntad de Dios; y también he visto como este pecado ataca grandemente al mundo.
Movido por esto me planteé la pregunta: ¿Cómo verá el mundo el tema del infierno? ¿Habrá gente que lo tome como broma? ¿Cristianos que no crean en la existencia de este? Incluso dentro de la misma Iglesia… ¿Sacerdotes, religiosos u obispos que no crean en la existencia del Infierno?
Comencemos para hablar de este tema delicado de alguna manera dejando claras un par de cosas.
- Dios es un Dios de Misericordia, un Dios dispuesto siempre a perdonar, y como lo dice la palabra de Dios en 1 Tim 2, 3-4 “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Por ende el primero que desea evitar un castigo eterno para la humanidad es Dios mismo.
- Existe un lugar o estado de castigo, creado por Dios para el diablo y sus ángeles, que conocemos como La enseñanza de la Iglesia católica es que Satanás, desobedeciendo libremente a Dios y eligiendo libremente darle la espalda a la Voluntad Divina. Así es como Dios crea el infierno para quienes libremente se alejen de su amor y voluntad, habitado por el diablo y sus ángeles.
Ahora bien, ¿en qué consiste el infierno? Para responder esta pregunta, recurrimos a la enseñanza de la Iglesia en el catecismo de la Iglesia católica, #1035: “La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno” (cf. DS 76; 409; 411; 801; 858; 1002; 1351; 1575; Credo del Pueblo de Dios, 12). La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira”.
Por tanto, el infierno no es otra cosa que la separación total y eterna de Dios, además del sufrimiento por los pecados cometidos en esta tierra. De manera que no es un invención de la Iglesia o una manera de “sembrar miedo” o “hacer que la gente venga a la Iglesia movida por el miedo al infierno” sino una llamada a la conversión del corazón y sobre todo buscando este deseo de Dios que todos se salven y le conozcan.
Actualmente vivimos en un mundo en el que la realidad del infierno parece haber pasado a un segundo plano. No tomamos en serio que al final de nuestra vida si no cumplimos la voluntad de Dios o vivimos bajo sus mandamientos, o peor aún, en un estado de pecado habitual, la pena que nos espera al final de nuestra vida es el infierno. Hoy más que nunca, el Cristiano está llamado a dar testimonio de la Fe en medio de este mundo que no cree ni siquiera en la existencia de Dios mucho menos va a creer en la existencia de un castigo eterno para que el que no cumpla su voluntad. Considero que hace mucha falta en nuestras parroquias concientizar sobre la realidad del pecado, ya que muchos, que se llaman cristianos, viven habitualmente en el pecado y no tienen intención alguna de arrepentirse.
¿Cuáles son entonces, los medios de los que el Cristiano dispone para evitar este castigo eterno en el infierno?
- En primer lugar tenemos los sacramentos, y más concretamente El Sacramento de la penitencia, que es el Sacramento por excelencia para el perdón de nuestros pecados. Como hemos dicho, Dios es un Dios misericordioso y siempre acoge y recibe a quien con corazón arrepentido confiesa sus culpas y se convierte a Él. Además de ello tenemos también el sacramento de la Eucaristía: Una persona que no se alimenta esta destinada a la muerte. Y la Eucaristía es el alimento para el camino en esta vida que se orienta hacia el cielo.
- En segundo lugar contamos con la oración. Un alma que ora, está en comunicación continua con Dios, y por supuesto libre y protegida contra el pecado y sus asechanzas. Uno de los medios más poderosos y seguros de la oración es el rezo del Santo Rosario. María Santísima bajo la advocación de Nuestra Señora de Fátima, insiste mucho en ello: rezar el Rosario para interceder por los pecadores, para obtener la salvación, para evitar las guerras. Por tanto, el Rosario es un espacio de oración privilegiado en la lucha contra el pecado y el infierno.
- En tercer lugar, la lucha diaria del cristiano contra las tentaciones. Debemos crear conciencia en nuestros hermanos en el rechazo al pecado, y además en el peligro que corremos si nos habituamos a vivir en pecado. El riesgo que existe de la condenación, la necesidad primaria de la conversión diaria y la recompensa por nuestra lucha, que es la salvación eterna.
Hoy más que nunca se nos reta a cumplir estas premisas: Dios existe; Dios es misericordia; Dios quiere mi salvación; Él me ha dado ya la salvación; puedo perderla si me dejo seducir por el pecado y puedo no sólo perder esta salvación, sino condenarme a vivir lejos de Dios durante toda la eternidad (es lo que conocemos como infierno).
La salvación es para ti hoy. La conversión es para ti hoy. Dios te ama y te quiere a su lado eternamente.
Dios te bendiga.
Escrito por: Pbro. Jorge Oswaldo Barahona