lunes, noviembre 10, 2025
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La cananea, la fe que vence a Dios

Encontramos el relato en Mt. 15, 21-28 y en Mc 7, 24-30.

Nos encontramos el ejemplo de una mujer anónima, llamada «La Cananea» por su origen, no por nombre propio. Nos va a enseñar cómo la fe es capaz de ganarle a Dios ese pulso que Dios le echa. Es un relato tan hermoso que parece casi un cuento de hadas. Sin embargo, aquella mujer se llevó en el corazón aquello que tanto quería: la curación de su hija.

«Ten piedad de mí, Señor. Mi hija está malamente endemoniada». Esta mujer parte de una realidad: nadie, a excepción de Dios, puede solucionarle eso que atormenta tanto su corazón, el tormento de su hija a manos del demonio. En nuestras vidas cuántas veces Dios no entra en nuestros cálculos humanos: son nuestras propias fuerzas, son los demás, es la esperanza en el progreso, es el psicólogo, las primeras puertas a las que llamamos. Cómo nos cuesta poder decir que aquella sencillez de Marta y María: «Señor, el que amas, está enfermo» Cómo nos cuesta ser niños ante Dios y decirle con esta mujer: «Ten piedad de mí».

Parece que Jesús no escucha aquel grito desgarrado, porque no le responde. Sin embargo, cómo le dolió a Cristo aquella súplica. Quiere poner a prueba la fe de aquella mujer para que su fe fuera más grande si cabía. Y son los discípulos quienes intervienen abogando en favor de ella, pero no por motivos profundos, sino para quitársela de encima, pues ya molestaba. Parece que Dios muchas veces no nos escucha, no nos oye. Nos llega a desesperar a veces el silencio de Dios. Es posible que hasta a veces pensemos que a Dios no le interesamos. Y es ahí justamente cuando Dios está esperando ese último gesto de entrega a él, de confianza en su amor de Padre.

Jesús responde a los discípulos, no a ella, que él no ha sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Es como un gesto de desprecio, de rechazo, como queriendo zanjar todo aquello de golpe. Pero ella insiste en su oración: «Señor, socórreme». Hay que ser humildes para aceptar a Dios. «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos». Ante aquel grito de dolor, Cristo va a poner la última prueba. Le dice que no está bien quitarle el pan a los hijos para dárselo a los perritos. Es como un insulto. Hoy diríamos que Cristo ha pisoteado la dignidad humana de aquella persona. Pero Él sabe lo que está haciendo, y lo que está haciendo es purificar aquel corazón plenamente antes de hacer el gran milagro.

Por ello responde la mujer que también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. Aquello doblega el corazón de Cristo que ya desde antes venía sufriendo junto con aquella mujer aquel dolor terrible que experimentaba por la enfermedad de su hija. Ya no puede más, y ante tanta humildad dice: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y la hija quedó curada. La fe siempre lo puede todo hasta lo imposible. La fe y la humildad de una pobre mujer cananea habían doblegado el Corazón de Dios. «A los humildes Dios los bendice». ¡Cómo se llenaría de gozo el corazón de aquella mujer que ahora contemplaba a su hija curada! Diría: «Ha valido la pena pasar por esto mil veces», y tal vez no se daba cuenta del todo de que había sido su fe perseverante quien había ganado aquel duelo.

Nosotros los cristianos tenemos que aprender de esta mujer muchas cosas hermosas y bellas. A Dios se le vence con la fe, no con el orgullo. De Dios se obtiene todo no con el racionalismo, sino con la confianza. En Dios siempre encuentra uno acogida cuando se le acerca con humildad, no con auto-suficiencia. Por ello, estos ejercicios nos dan la oportunidad de revisar nuestra fe.

¿Es mi fe la primera actitud que define mi relación personal con Dios? O más bien, ¿la fe es el último recurso, cuando ya no cabe ninguna otra esperanza? A Dios le gusta que mi relación habitual, diaria, personal con Él se de siempre en el campo de la fe. Dios quiere que me fíe de Él, que tenga la suficiente confianza como para pedirle cosas de niño, que nunca ponga en duda su amor y su poder.

¿Es mi fe humilde? Parecería una contradicción porque la fe sin humildad no es tal. Pero conviene preguntarse si sé agarrarme de Dios incluso cuando no entiendo nada de nada, cuando no comprendo sus planes, cuando me resulta imposible ver su amor en algo que me ha sucedido. Entonces, tengo que hacerme pequeño y decirle a Dios: «No te entiendo, pero me fío de ti», como tuvo que hacer María al comprobar que duros eran los planes de Dios sobre el modo y el cómo del Nacimiento de su Hijo, o al ignorar cómo se iba a resolver el tema de su embarazo con José, o al escuchar que una espada iba a atravesar su corazón por culpa de aquel niño que llevaba a presentar ante el Señor.

¿Es mi fe tan grande que, incluso no entendiendo nada de nada de los planes de Dios sobre mí o sobre los demás, pongo por delante siempre mi fe absoluta en Él? ¡Cómo nos gustaría escuchar de los labios del mismo Dios: «Qué grande es tu fe. Que se haga como quieres»! Hay que apostar en la vida por Dios y aceptar que Dios nos sobrepasa y nos supera. No somos nada a su lado. Todo lo que de Él venga será bienvenido. No dejemos nunca que el orgullo nos someta y dejemos de curarnos porque se nos hace humillante bañarnos en el río que nos ha aconsejado Dios cuando tenemos ríos tan bellos en nuestra tierra (2 Re 5, 1-15).

El Evangelio de la gracia, la Buena Nueva de Cristo, nos ha enseñado que la fe es fundamental en el cristiano. Incluso cuando uno ve el futuro y siente ansiedad, incluso cuando uno ve los problemas y siente impotencia, incluso cuando uno constata los graves problemas que afligen al mundo, al hombre, a la familia. No hay otra solución que la fe. Dios es más grande que todo eso. Dios es quien me garantiza mi alegría y mi salvación.

Por: P. Juan J. Ferrán

Papa Francisco: Reconocer la propia debilidad abre la puerta a Dios y rechaza la idolatría

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Nueva Audiencia General del Papa Francisco en la que dedicó su catequesis otra vez a la idolatría y subrayó que reconocer la propia debilidad es lo que lleva a Dios y a alejarse de estos ídolos.

Tomando la lectura del Libro del Éxodo en la que el pueblo de Israel en el desierto se fabrica un becerro de oro para adorarlo, Francisco señaló que “reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a Aquél que es verdaderamente fuerte”.

El Papa habló primero del desierto, que “es un lugar donde reinan la precariedad y la inseguridad, donde faltan agua, comida y refugio. El desierto es una imagen de la vida humana, cuya condición es incierta y no posee garantías inviolables”.

El Papa explicó en el Aula Pablo VI del Vaticano que “esta inseguridad genera en el hombre ansias primarias, que Jesús menciona en el Evangelio”.

“La naturaleza humana, para escapar de la precariedad busca una religión ‘hecha por uno mismo’: si Dios no se hacer ver, nos hacemos un dios a medida”.

Sobre el becerro, el Pontífice dijo que “tenía un sentido doble en el cercano Oriente antiguo: por una parte representaba fecundidad y abundancia, y por la otra energía y fuerza. Pero, ante todo, es de oro, por tanto, símbolo de riqueza. “¡Éxito, poder y dinero son las tentaciones de siempre!”, exclamó.

“El becerro de oro es el símbolo de todos los deseos que dan la ilusión de la libertad y sin embargo esclavizan”.

Francisco añadió que “todo nace de la incapacidad de confiar sobre todo en Dios, de poner en Él nuestras seguridades, de dejar que sea Él el que de verdadera profundidad a los deseos de nuestro corazón”.

“Esto permite sostener también la debilidad, la incertidumbre y la precariedad. Si el Señor no es el primero se cae fácilmente en la idolatría y nos contentamos con medias seguridades”.

El Papa también habló de la actitud inversa: “cuando se acoge al Dios de Jesucristo, que de rico se ha hecho pobre por nosotros se descubre entonces que reconocer la propia debilidad no es la desgracia de la vida humana, sino la condición para abrirse a aquel que es verdaderamente fuerte”.

“Por la puerta de la debilidad entra la salvación de Dios; es por su propia insuficiencia que el hombre se abre a la paternidad de Dios”.

“La libertad del hombre nace del dejar que el verdadero Dios sea el único Señor. Esto permite aceptar la propia fragilidad y rechazar los ídolos de nuestro corazón”.

Por: Aciprensa.com

Obispo: El matrimonio es para toda la vida, así que elige sabiamente

El Obispo Auxiliar de Abuja (Nigeria), Mons. Anselm Umoren, hizo una reflexión sobre la importancia de elegir con sabiduría a la persona con la que se contraerá matrimonio, en el contexto de una sociedad que prioriza el bienestar económico y el placer temporal sobre los valores y la familia.

El Prelado habló sobre el tema en la reciente presentación del libro “Entendiendo a tu cónyuge antes y después de decir ‘Sí, acepto’” escrito por la consejera matrimonial nigeriana Henrietta Okechukwa.

En su discurso, recogido por el Catholic News Service de Nigeria, Mons. Umoren lamentó que “muchos jóvenes pierden la esperanza de iniciar una familia al observar la trágica situación actual del matrimonio y la familia”.

“Les he escuchado decir: ‘Si de esto se trata el matrimonio, prefiero quedarme soltero’. Este parece ser el coro en boca de muchos jóvenes en nuestra sociedad”, afirmó.

También indicó que aquellos jóvenes “llegan al matrimonio con valores torcidos. Muchos quieren casarse con una pareja adinerada y buscan desesperadamente una vida de comodidad sin buscar los valores para tener una vida feliz y santa”.

“Por lo tanto, terminan hipotecando sus vidas e intercambiando su felicidad por los placeres temporales de la vida”, agregó.

Mons. Umoren recordó que en el día de San Valentín en el 2014, ante más de 10 mil parejas que se preparaban para casarse, “el Papa Francisco habló sobre el amor y la fidelidad duradera en el matrimonio y los animó a no tener miedo de hacer un compromiso de por vida”.

“Pero también el Pontífice expresó su tristeza porque en la actualidad varios matrimonios no duran mucho. Esta mentalidad, dijo, ha afectado a muchos jóvenes que ahora ven el matrimonio como un arreglo temporal según sus propias preferencias”, prosiguió.

“Esta es la razón por la que las parejas jóvenes parecen estar sobrepasadas por una excesiva planificación y preparación para la boda, con exóticos vestidos de novia, elaboradas sesiones de fotos y enormes gastos financieros; sin prestar mucha atención a la preparación espiritual y mental para el matrimonio”, aseguró el Obispo Auxiliar de Abuja

“Dedican más tiempo y recursos preparando la boda que para el matrimonio. La ceremonia dura un par de horas, pero la vida después de la boda dura hasta ‘que la muerte nos separe’. Necesitamos ayudar a los jóvenes de hoy a enfocarse en esa prioridad”, destacó.

En ese sentido, el Prelado invitó a las parejas a reflexionar cuidadosamente en sus valores respectivos y a no casarse si no comparten un compromiso común con la durabilidad del matrimonio, la fe y el Evangelio.

“Estamos inundados con una dosis diaria de terribles historias de esposos y esposas que no pueden vivir juntos bajo el mismo techo y que en algunas ocasiones recurren a la violencia hasta el punto de matarse”, comentó al respecto de su experiencia pastoral en la Arquidiócesis de Abuja.

“Es mejor terminar una relación incompatible hoy que encontrarse mañana en un matrimonio infeliz y triste”, manifestó.

Por: aciprensa

¿Por qué confesarme si vuelvo a cometer los mismos pecados?

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Desde hace algún tiempo he procurado confesarme de manera frecuente, por lo menos una vez al mes. Pero¿qué tan necesario es seguir haciéndolo? ¿Estoy perdiendo mi tiempo? ¿Es importante la confesión frecuente?

He escuchado a muchos decir que en realidad no tiene sentido confesarse de manera frecuente si al poco tiempo se volverán a cometer los mismos o más pecados. Pero creo que tiene mucho sentido para quien se sabe amado por Dios.

De la misma forma en que con frecuencia nos lavamos las manos aún a sabiendas que pueden volverse a ensuciar en el transcurso del día, eso no nos impide hacerlo las veces que sean necesarias con tal de permanecer limpios el mayor tiempo que sea posible. De la misma manera debemos tener el mismo cuidado por preservar nuestra alma purificada y limpia de los pecados.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos explica los beneficios de confesar con frecuencia los pecados veniales:

En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso” (CEC 1458).

Quien acude ordinariamente al sacramento de la confesión, alimenta y fortalece su espíritu y, por tanto, madurará en su fe. Con esto, podrá hacer frente a las tentaciones que hacen caer a tantos que no cimientan su voluntad en Cristo Jesús. La confesión es el camino para crecer en la santidad, que es la vocación universal a lo que todos estamos llamados.

Por supuesto que, para cuidar nuestra gracia, debemos ser conscientes y cuidarnos de no caer en los mismos pecados, lo que no es tarea fácil. Hay que luchar por permanecer unidos a Dios, invoquemos al Espíritu Santo para que sea él quien nos ayude a formar y reforzar nuestra propia consciencia.

¿Cada cuánto hay que confesarse? La Iglesia nos pide que al menos una vez al año (CEC 1457). Pero, ¿Por qué esperar tanto si podemos hacerlo más seguido?El Santo Cura de Ars decía: “Piensan que no tiene sentido recibir la absolución hoy, sabiendo que mañana cometerán nuevamente los mismos pecados. Pero Dios mismo olvida en ese momento los pecados de mañana, para darles su gracia hoy”. Dios no se preocupa por los pecados o faltas que cometeremos el día de mañana o pasadoÉl ama un corazón sincero y arrepentido que se acerca a encontrarse con su gracia hoy.

En la confesión se nos otorga la fuerza para luchar en las cosas por las que nos hemos confesado. Dios no solamente se limita a darnos su perdón, sino que se compromete en ayudarnos a superar todas las tentaciones y dificultades que puedan llegar. Así por medio de la confesión frecuente vamos abriéndonos paso en el camino de la santidad.

En nosotros como cristianos debe existir el firme rechazo al pecado y, por tanto, el deseo de alimentarnos para permanecer siempre cerca de Dios. La confesión no es un lavadero para ir a tirar sólo los pecados mortales, sino que es ir a tener una experiencia con la Misericordia y el Amor de Dios. Es por eso que también la confesión de los pecados veniales es importante.

Termino compartiendo unas palabras de San Agustín:

“Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios. Hombre y pecador son dos cosas distintas; cuando oyes, hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes, pecador, oyes lo que el mismo hombre hizo. Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. […] Practicas la verdad y vienes a la luz” (San Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus 12, 13) (CEC 1458).

Por: Daniel Alberto Robles Macías

Papa Francisco: Los ídolos matan, el dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad

Con el inicio de agosto, el Papa Francisco retomó la Audiencia General de los miércoles tras la pausa estival y dedicó su catequesis a los ídolos, sobre los que afirmó que, al contrario de lo que muchos piensan, “quitan la vida”, así como el dinero “roba” y el “placer” lleva a la soledad.

En el encuentro, que se celebró en el Aula Pablo VI del Vaticano, el Pontífice dijo que adorar a los ídolos es “una tendencia humana, que no dejan de lado ni creyentes ni ateos”.

El Papa señaló que “los ídolos esclavizan, prometen felicidad, pero no la dan; y uno se encuentra viviendo por esa cosa o esa visión en un torbellino autodestructivo, en espera de un resultado que no llega nunca”.

“El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para utilidades mayores. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el Dios de la propia afirmación lo impone”.

“Y se estropean vidas, –continuó diciendo Francisco–, se destruyen familias y se abandonan jóvenes en mano de modelos destructivos”.

El Papa alertó de que “los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida, sino que la dona. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino que enseña a amar. El amor verdadero no pide hijos, sino que dona a su Hijo por nosotros”.

“Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente”, sin embargo, “el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día”, dijo el Pontífice.

Francisco lanzó algunas preguntas al aire: “¿Cuál es verdaderamente mi Dios?, ¿es el amor Uno y Trino, o mi imagen, mi éxito personal, quizás en el interior de la Iglesia?”.

El Papa explicó que Dios “está en el centro de la propia vida y de Él depende lo que se piensa”. “Se puede crecer en una familia que dice ser cristiana pero centrada, en realidad, en puntos de referencia extraños al Evangelio”.

“El mundo ofrece el ‘supermarket’ de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles”, comentó.

Francisco explicó entonces que un ídolo “es una visión que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en los objetos o en los proyectos”.

“De esta dinámica se sirve, por ejemplo, la publicidad: no veo el objeto en sí pero percibo ese automóvil, el celular, ese rol –u otras cosas– como un medio para realizarme y responder a mis necesidades existenciales”.

“Y lo busco, hablo de eso, pienso en ello; la idea de poseer ese objeto o realizar ese proyecto, alcanzar esa posición parece una vía maravillosa para la felicidad, una torre para alcanzar el cielo, y todo se convierte en algo funcional a esa meta”, explicó.

El Obispo de Roma alertó de que los ídolos “exigen un culto, exigen rituales” y ante ellos “se postra y se sacrifica todo” y puso algunos ejemplos actuales: “en la antigüedad hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos; la fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad”.

Por último, Francisco invitó a “reconocer las propias idolatrías”, lo que ya es “un inicio de gracia, y coloca en el camino del amor”. “Para amar de verdad es necesario liberarse de los ídolos”, concluyó.

Por: aciprensa.com

Fundamento bíblico de los siete sacramentos

En un artículo anterior, veíamos el significado de la palabra “sacramento”, por eso ahora nos detendremos en el fundamento bíblico de cada sacramento. Sí, cada uno de ellos tiene una sólida base bíblica. Veamos.

  1. Bautismo: “y acercándose Jesús les dijo: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id pues y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,18-19).
  2. Confirmación: “cuando los apóstoles oyeron cómo había recibido Samaria la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan, los cuales bajando, oraron sobre ellos para que recibiesen el Espíritu Santo, pues aún no había venido sobre ninguno de ellos; sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo” (Hechos 8, 14-17).
  3. Eucaristía“tomando pan se los dio diciendo: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros, haced esto en memoria mía“. Así mismo el cáliz… diciendo: “Este es el cáliz de la Nueva Alianza en mi sangre que es derramada por vosotros” (Lucas 22, 19-20).
  4. Confesión: “diciendo esto sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonéis los pecados les serán perdonados, a quien se los retuviereis, les serán retenidos” (Juan 20, 22-23).
  5. Unción de los enfermos: “¿alguno entre vosotros enferma? Haga llamar a los presbíteros de la Iglesia y oren sobre él, ungiéndole con el óleo en el nombre del Señor“. Santiago 5,14.
  6. Sacerdocio: “les constituyeron presbíteros en cada iglesia por la imposición de las manos, orando y ayunando y los encomendaron al Señor” (Hechos 14, 23). También Lc 22,19-20: el “hagan esto” (la eucaristía) está referido a los apóstoles.
  7. Matrimonio: “en cuanto a los casados, el precepto no es mío sino del Señor, que la mujer no se separe del marido y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y que el marido no repudie a su mujer” (1 Corintios 7, 10-11). También Mt 19,4-5: “No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre“.

Como pudimos ver, hay una base bíblica concreta para cada sacramento. Las frases “Hagan esto en memoria mía” (Lc 22,19), “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19,5), “Confesaos los pecados unos a otros” (Stg 5,16), “llame a los presbíteros de la Iglesia” (Stg 5,14), etc, no están en la Sagrada Escritura por casualidad, son un deseo expreso de Jesús.

Por: P. Sam

¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida?

La dificultad que muchos de nosotros experimentamos en cuanto al tema no es tanto si cumplimos o no la Voluntad de Dios sino si sabemos cuál es Su Voluntad para nosotros. A pesar de ello, podemos estar seguros que algunas cosas sí son definitivamente parte del Plan de Dios para nosotros, como por ejemplo:

Los Mandamientos – Los diez dados a Moisés,

Los Preceptos de la Iglesia,

Los deberes de nuestro estado de vida, obediencia a la autoridad civil – civil, familiar y eclesial;

y El Mandamiento nuevo dado por Jesús, que nos amemos todos mutuamente.

En las escrituras podemos ver de muchas maneras sencillas, exactamente lo que el Padre espera de nosotros. Todas estas son manifestaciones directas de la Voluntad de Dios en nuestra vida cotidiana. Quizá una lista podría ayudar.

1. «Ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian, bendice a los que te maldicen, ora por los que te tratan mal» (Lc 6,27-35)

2. «Sé compasivo como vuestro Padre es compasivo. No juzgues y no serás juzgado, no condenes y no serás condenado.» (Lc 6,36-38)

3. «Les digo solemnemente, si no se hacen como niños no entrarán al Reino de Dios.» (Lc 18,17)

4. «Es la Voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en Él, tendrá vida eterna.» (Jn. 6,40) 5. «Aprendan de mí que mi yugo es suave, porque soy humilde de corazón.» (Mt. 11,29)

Nuestro problema radica en que miramos a los mandamientos de manera negativa. En nuestras mentes son meras prohibiciones, pero no lo son. No encontramos fallas o errores cuando un inventor nos explica como manejar su invento. ¿Quién mejor para saber como funciona una máquina que el propio inventor? Para la mayoría de nosotros lo lógico es que sea él y aceptamos las indicaciones y la garantía, siempre y cuando las indicaciones sean seguidas adecuadamente.

Esto es exactamente lo que Dios ha hecho al darnos los mandamientos. No son imposiciones, que le hacen hincapié a Su criatura de su posición subordinada. Los mandamientos, dados por el Padre en el Antiguo Testamento y por Jesús en el Nuevo, son solamente indicaciones del Creador que nos dice que los seres humanos, creados por Él, son más felices, saludables y están más contentos cuando siguen las directrices de su Creador.

El Padre sabe en qué condiciones maduran y crecen nuestras almas. Sabe cuáles son las mejores cosas para combatir nuestras debilidades. Sabe también cuáles son los pasos a seguir para evitar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro camino. Pero sobre todo, sabe cómo deben ser purificadas y transformadas nuestras almas para que podamos estar en Su presencia un día y no terminen siendo aniquiladas.

Las Escrituras están llenas de revelaciones que nos dicen como el Padre quiere que pensemos y actuemos en toda circunstancia. Nuestro problema está en que, conocer la voluntad de Dios está en las decisiones que tomamos en nuestra vida cotidiana. Primero, debemos decir que los mandamientos son parte de la voluntad de Dios. No hay duda aquí sobre lo que quiere de nosotros. Las pruebas de la vida diaria, el mal, el sufrimiento, etc., son parte de lo que Dios permite como Su voluntad.

La Voluntad de Dios solo quiere lo que es bueno y santo, pero el libre albedrío del hombre y las tentaciones del enemigo producen otros efectos que no son buenos. Estos efectos son los que sufrimos, pero Dios, para quien todo es presente, ve lo bueno en nuestra manera de enfrentarnos al mal y lo permite para obtener un bien mayor. San Pablo trae esto a colación cuando nos recuerda que aquellos que aman a Dios tienden a lo bueno (Rom. 8:28). Nuestro querido Señor se enfrentó a la malicia, al odio y a la crucifixión para cumplir la Voluntad de Dios.

No podemos decir que Dios ordenó a los hombres rechazar y matar a su Hijo, pero al saber de antemano los sentimientos del pueblo elegido cuando apareciese su Hijo en la tierra, permitió la disposición de ese pueblo al mal y por la perfecta obediencia su Hijo logró nuestra redención. Ordenó que el hombre no cayese, pero el orgullo rechazó ese deseo. Ordenó al hombre aceptar a Su Hijo, pero muchos no lo hicieron. Al permitir los efectos del rechazo, el Padre generó un gran bien. El hombre sabría cuánto lo ama Dios, recibiría al Espíritu, la gracia, la filiación divina y finalmente, el Cielo. Todo este bien fue obtenido a partir de la malicia del hombre. Dios lo vio y permitió que Su Hijo sufriera intensamente para terminar con el yugo del demonio sobre el hombre y destruir a la muerte completamente por medio de Su gloriosa Resurrección.

El Padre nos ama de la misma manera y nuestra fe, esperanza y caridad deben brillar cuando nos enfrentamos a las pruebas que permite en nuestras vidas. La confianza es la clave para cumplir la Voluntad de Dios. Debemos confiar en el Padre, cuyos ojos están siempre sobre nosotros. No podemos ver o juzgar dentro de la niebla espesa, pero debemos confiar en el Padre que lo ve todo con claridad.

Al tomar decisiones relativas a nuestro estado de vida, los amigos, el trabajo, los planes futuros, negocios, etc.; debemos utilizar las facultades mentales que Dios nos ha dado y debemos rezar para pedir una guía. No podemos esperar que descienda como una especie de visión de éxtasis que nos diga exactamente qué hacer.

De repente, algunas ideas que pueden servirnos de guía pueden ser: ver si la decisión que tomamos honra y da gloria a Dios, cómo afecta nuestra relación con Él y si estamos en paz con eso. Podremos descansar seguros si tomamos nuestras decisiones de este modo. Así, Dios estará de nuestro lado y obtendremos buenas cosas como resultado de ellas, aunque veamos más tarde que nuestra decisión no fue la más acertada.

El fracaso también es usado por Dios para acercarnos más a Él. Nunca nos ordenó tomar siempre las decisiones correctas –sólo ser santos– y eso genera la confianza que como niños, debemos tener en Él; quien hará que nuestros pasos sean firmes y que nuestras maneras torcidas se enderecen.

Cuando tenemos la ocasión de hacer amigos, ya tenemos un criterio para hacerlo. Jesús nos ha dicho que juzguemos por los frutos (Matt 7, 16). Nuestros amigos deben ser escogidos, no sólo por el fruto de sus propias vidas, sino también por el fruto que obtenemos con ellos. Podríamos llegar a algún concepto sobre la Voluntad de Dios con relación al trabajo, por los talentos que Dios nos ha dado. ¿Qué clase de trabajo es el que mejor se me acomoda y el que me hace feliz? Si no estamos seguros, entonces debemos experimentar con varios tipos de trabajo hasta que lleguemos a cierta “conciencia” de que eso o aquello es lo que mejor hacemos.

Sucede, sin embargo, que en ocasiones vivimos en una determinada situación que se origina por nuestras propias debilidades, errores, decisiones equivocadas y las malas intenciones de quienes nos rodean. ¿Dónde está la Voluntad de Dios en eso? Si hemos rezado y no tenemos una solución a la mano, si hemos tratado de cambiar lo que estaba a nuestro alcance y las cosas sólo se han puesto peor, entonces podemos estar seguros de que el crecimiento en la paciencia es la Voluntad de Dios, al menos por el momento. La oración continua nos dará fortaleza y ésta a su vez perseverancia y ésta, esperanza que no será vana.

San Pablo dijo a los Corintios lo siguiente: ”Tenemos problemas en todos lados, no veo respuesta a nuestros problemas, pero no decaigo”. (2 Cor, 4:8) Incluso un alma especialmente escogida como la de Pablo tuvo momentos en los que la Voluntad de Dios no estaba clara, cuando todo parecía imposible. Esta es la razón por la que un día Pablo le pidió al Señor que lo liberase de la multitud de dificultades que tenía. Comenzó a pensar que la Voluntad de Dios no estaba sólo en las pruebas, debilidades, insultos, persecuciones y en las agonías del Apostolado (2 Cor 12,10). Tres veces solicitó el alivio y la respuesta que recibió es que si eso le estaba pasando, se debía a que la voluntad de Dios obtendría algo bueno de allí. «Mi gracia» le contestó Jesús a Pablo «es suficiente para ti, mi fortaleza se muestra en tu debilidad». (2 Cor. 12,9) Pablo se alegró con esta respuesta. No pudo aplacar sus penas con eso, pero saber que la gracia de Dios estaba con él lo hizo decir “debo estar muy feliz porque mi debilidad permite que la fortaleza de Cristo esté sobre mí”. (2 Cor. 12,10)

Esta es la diferencia entre un pagano y un cristiano. Para un pagano el dolor no tiene sentido. Como resultado vive una vida de soledad y frustración. El cristiano puede experimentar las mismas pruebas que un pagano y nunca perder la alegría. Ve la voluntad de Dios en ellas, ve la oportunidad de ser como Jesús, de darle gloria en el Reino. Las pruebas para el pagano incrementan la desesperanza y alumbran al cristiano que comparte el yugo de Jesús.

Muchos se hacen la pregunta: ¿Cómo sé cuál es la Voluntad de Dios para mí? La respuesta es simple: “Si sucede, es voluntad de Dios. No es relevante si Lo ordena o si Lo permite, nada nos sucede si Él no lo ha visto de antemano, teniendo en cuenta el bien que se obtendrá de ello y esperando Su sello de aprobación.

La Voluntad de Dios para nosotros está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que aceptarlos y tratar de ser como Jesús en ellos. Cuando Jesús no le respondió a Pilatos, Pilatos le dijo «No me hablas, seguramente debes saber que tengo el poder de crucificarte”(Jn. 19,10)

La respuesta de Jesús nos muestra claramente que siempre contemplaba la Voluntad del Padre, justa o injusta. «No tendrías poder sobre Mí, si no te hubiera sido otorgado de lo alto”. (Jn 15,11). Jesús vio al Padre en una debilidad, un juez injusto. ¿Cuántos de nosotros tenemos esa clase de confianza, esa clase de visión?

San Pedro alienta al cristiano de su época para que “acepte la autoridad de toda institución social, al emperador como suprema autoridad entre los gobernadores… Dios quiere que seamos buenos ciudadanos… que respetemos a todos… y que demos honor al emperador”(1 Pedro 2:13-16).

Todos somos conscientes del hecho que Pedro estaba hablando de Nerón, cuya maldad era harto conocida. Sin embargo, sigue adelante sin decir que si la autoridad legal exige el rechazo de Dios o de sus mandamientos, debemos elegir a Dios por encima de todo. Dios no nos ha redimido para colocarnos en una especie de utopía terrena. Nos ha redimido para darnos un reino, para convertirnos en sus hijos adoptivos, para darnos su felicidad eterna, para ser testigos en el mundo de la existencia de otra vida y para probar con nuestra conversión personal que Jesús es el Hijo de Dios.

San Pablo nos asegura que todo el sufrimiento en el mundo es nada comparado con la gloria que está por venir (Rom. 8,18)

Todo momento de la vida es como un sacramento en el que podemos recibir a Dios. Es el canal mediante el cual Dios nos habla, nos forma y se dirige a nosotros. Sólo tenemos que aceptar los deberes del momento presente para encontrar la Voluntad de Dios. Estamos impedidos de respirar este aire sobrenatural por el hecho que vemos personas y circunstancias producto de la malicia o el temperamento de otros. Ellos se convierten en obstáculos en nuestro camino y no nos dejan ver a Dios.

No podemos ver a Dios en las acciones de estas personas porque se oponen a lo que ordena Su Voluntad. A pesar de ello, podemos ver a Dios a través de estas acciones; como cuando vemos a un amigo cercano en medio de una espesa niebla. En esa niebla es posible que nos resbalemos y caigamos, es posible también que lloremos y que nos desesperemos a veces, pero la Imagen que vimos nos lleva a la luz más grande que está al final de la niebla, más allá de todo.

El secreto, entonces, para encontrar la Voluntad de Dios está en verLo en el presente y responder a Su presencia de la manera más amorosa que podamos. Hace falta un poco de esfuerzo para ver a Dios en todo, como Jesús, que lo hizo y con su obediencia nos ganó la salvación.

Hay veces en las que necesitamos decisiones inmediatas —ocasiones en las que difícilmente podemos rezar por el poco tiempo que tenemos. En esas circunstancias podemos estar seguros que si nuestro corazón ha estado con Dios hasta ese momento, tomaremos la decisión correcta. Si fallamos, nuestra esperanza en Su amor, nos asegura que algo bueno se obtendrá de la experiencia vivida.

Dios no quiere que estemos preocupados por el ayer y el mañana. En el evangelio de San Mateo leemos que Jesús dijo «No te preocupes por el mañana, el mañana se preocupará por sí mismo. Cada día hay suficiente para preocuparse” (Mt. 6,33-34). Aquí vemos una llamada de Jesús para que vivamos el presente. Jesús no nos está diciendo que como cristianos debemos estar libres de problemas. Nos está pidiendo que compartamos nuestro yugo con Él y que lo hagamos siempre, minuto a minuto. Si nos ejercitamos en esta forma de vida, podremos ver Su Voluntad y tendremos la fuerza necesaria para cumplirla.

No hay manual ni reglas a seguir para conocer la Voluntad de Dios en nuestras decisiones. El intelecto dado por el Padre y el discernimiento dado por el Espíritu que está en nuestros corazones, nos darán las herramientas necesarias para que nuestras decisiones sean mejores; aunque a veces Su Voluntad permita que fracasemos, para ejercitar nuestra fe, incrementar nuestra esperanza y descubrirlo como nuestro amigo en tiempos de necesidad.

Habrá ocasiones en las que Su Voluntad esté nublada en nuestras mentes y el camino a seguir sea tan incierto que nos veamos forzados a escoger lo que menos dudas nos genera… y esperar que suceda lo mejor. Nuestra paz en estas circunstancias viene de la profunda certeza que vive aun entre nosotros sus hijos que Dios es nuestro padre y que se hará cargo de nosotros.

Dios no es el tirano. Está satisfecho con el esfuerzo sincero de sus hijos para conocer y cumplir Su Voluntad, que será coronado con el éxito aunque todo parezca perdido.

Oración
Señor y Padre, permite que tu Santo Espíritu me llene con la conciencia de tu Voluntad en este momento. Quiero ver Tu Providencia, Tu guía y Tu gracia en mi vida diaria. Perdóname cuando me rebelo por las ocasiones en las que me parece que tu Voluntad me parece difícil de cumplir. Mi vida está plagada de mi propia voluntad y egoísmo. Mi corazón no está listo para el sacrificio y mi mente rechaza lo que no puede comprender. Permite que tu misericordia me rodee y que me llene con tu luz. Permíteme ver con claridad la sapiencia detrás de todo lo que permites y el amor en todo lo que ordenas. Que nuestras voluntades se hagan una sola para que haga en esta vida lo que debo hacer para alcanzar la eternidad, perfectamente unido a Tu voluntad.

Por: Madre Angélica

Confirman autenticidad de una de las primeras cruces elaboradas en América

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La Oficina de la Obra y Museos de la Catedral de Santo Domingo (República Dominicana) confirmó recientemente la autenticidad de una de las primeras cruces elaboradas en América hace más de 500 años.

Según informaron los medios locales, se trata de una de las cinco cruces que se emplazaron en las cuatro esquinas del solar y en el centro de donde fue construida la Catedral de Santo Domingo, la Primada de América, siguiendo una tradición medieval. Las otras cuatro han desaparecido.

Las cruces fueron bendecidas el 26 de marzo de 1514 por el Obispo de Concepción de la Vega, Mons. Pedro Suárez de Deza, quien había llegado hacía poco a Santo Domingo. Actualmente la Diócesis de Concepción de la Vega no existe.

El acta notarial donde fue registrado este suceso indica que las cruces fueron colocadas “enfrente de la esquina de la casa donde vivía el tesorero (Miguel de Pasamonte) hacia la cárcel, y otra a la esquina de la casa del secretario (Pedro de) Ledesma, y otra a la esquina de la plaza, frontero a las casas de Diego de Vergara, y la otra a la otra esquina junto al solar de (Alonso) Zuazo”.

El portal web Diario Libre señaló que “no se había confirmado científicamente este hecho, incluso algunos lo ponían en duda”. Por eso la Oficina de la Obra y Museos de la Catedral decidió realizar un estudio junto con el Proyecto de Investigación FONDOCYT/PUCMM.

Los científicos utilizaron la datación con carbono 14 y tecnología especializada con la que fotografiaron la cruz y estudiaron la madera.

Descubrieron que la cruz fue fabricada entre 1498 y 1528 con caoba dominicana (Swietenia mahagoni) y que fue una de las cinco cruces que se colocaron hace 504 años para la bendición del solar donde se construiría la catedral.

En República Dominicana también se celebró la primera Misa en América el 6 de enero de 1494.

El 2019 se cumplirán 525 años de la primera Eucaristía en el continente y por ello la Iglesia local realiza una serie de peregrinaciones al lugar donde ocurrió ese acontecimiento.

Por: Aciprensa