domingo, noviembre 9, 2025
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MIÉRCOLES DE CENIZAS

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La imposición de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.

La Cuaresma comienza con el miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:

“Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”

“Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás»

“Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

ORIGEN DE LA COSTUMBRE
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.

En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un «hábito penitencial». Esto representaba su voluntad de convertirse.

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.

Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.

También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.

La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.

Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se les impone a los niños y a los adultos.

 

EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA 

El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

LA ORACIÓN

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad. 

Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:

La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior. 
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios. 
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar. 

EL SACRIFICIO 

Al hacer sacrificios (cuyo significado es «hacer sagradas las cosas»), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar.“Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “ (Mt 6,6)”

Y TU, PORQUE TE PONES CENIZAS?

No quisiera que TÚ fueras uno más de esos “cristianos” que hacen las cosas sin saber por qué. He visto que para gente de muchos lugares, el “Miércoles de Ceniza” es una fecha mágica. Las Iglesias se llenan como nunca, se hacen grandes colas e incluso aparecen ese día quienes nunca van a Misa los domingos.

Para algunos la ceniza es cosa de superstición, de suerte. Si no se la ponen piensan que alguna cosa mala les sucederá.

Para otros la ceniza no sólo sirve para alejar el mal sino también para atraer el bien. Es una especie de “amuleto de la buena suerte”. Por eso insisten en que se la ponga hasta los niños pequeños.

Para otros es la oportunidad de presumir; de igual forma que presume un vestido o un reloj quieren presumir su cruz…Por eso buscan la Iglesia donde les hagan más bonita su cruz…

Y algunos otros van “por si las moscas”. No saben lo que es, pero se la ponen para liberarse del mal o para obtener el bien.

Para evitar que cualquiera de las razones anteriores te mueva a ponerte la ceniza sobre tu cabeza, te presento a continuación su significado.

Cada año celebramos la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Pero no se trata nada más de recordar lo que pasó, sino vivirlo con Él.

En resumen la Ceniza:

  • Es signo del arrepentimiento de nuestros pecados…..
  • Es inicio de un cambio, de un esfuerzo por mejorar….
  • Nos recuerda que el hombre sin Dios es “polvo”….
  • …y que el hombre con Dios tiene ya “Vida Eterna”.
  • Nos indica que si Cristo vivió y murió por nosotros, también nosotros debemos vivir sirviendo a quienes nos rodean hasta entregar la vida por ellos…
  • Nos prepara para alegrarnos por la Resurrección de Cristo, ya que también resucitaremos con Él…

Si aceptas todo esto, pon un poco de ceniza en tu cabeza.

 Dios te bendice.

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¿QUE SIGNIFICA ENTRAR EN CUARESMA?

Miercoles-de-cenizaEl miércoles, con el ayuno y el rito de las cenizas, entramos en la Cuaresma.

Pero, ¿qué significa «entrar en la Cuaresma»?

Significa comenzar un tiempo de particular compromiso en el combate espiritual que nos opone al mal presente en el mundo, en cada uno de nosotros y a nuestro alrededor.

Quiere decir mirar al mal cara a cara y disponerse a luchar contra sus efectos, sobre todo contra sus causas, hasta la causa última, que es Satanás.

Significa no descargar el problema del mal sobre los demás, sobre la sociedad, o sobre Dios, sino que hay que reconocer las propias responsabilidades y asumirlas conscientemente. En este sentido, resuena entre los cristianos con particular urgencia la invitación de Jesús a cargar cada uno con su propia «cruz» y a seguirle con humildad y confianza (Cf. Mateo 16, 24).

La «cruz», por más pesada que sea, no es sinónimo de desventura, de una desgracia que hay que evitar lo más posible, sino una oportunidad para seguir a Jesús y de este modo alcanzar la fuerza en la lucha contra el pecado y el mal.

Entrar en la Cuaresma significa, por tanto, renovar la decisión personal y comunitaria de afrontar el mal junto a Cristo. La Cruz es el único camino que lleva a la victoria del amor sobre el odio, de la generosidad sobre el egoísmo, de la paz sobre la violencia.

Desde esta perspectiva, la Cuaresma es verdaderamente una ocasión de intenso compromiso ascético y espiritual fundamentado sobre la gracia de Cristo.

HOY ES JUEVES, SEÑOR, Y YO TE DOY MI DOLOR.

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Llegué ayer del Hospital a mi casa. Hoy es jueves Señor, y voy a estrenar mi silla de ruedas. Voy a ocupar un lugar del cual ya no me moveré.

Hoy es jueves y muchas personas al comenzar el día se habrán levantado de su cama, habrán puesto los pies en el suelo y comenzado a hacer una y mil actividades distintas…seguro que no se han detenido a gustar de ese milagro: ¡poder caminar!. A mí me han tenido que traer a esta Capilla para contarte mis «cosas».

Hoy es jueves Señor, y recuerdo que también era jueves el día en que por primera vez fui a tu encuentro en mi Primera Comunión, después…. ¡cuánto brinco, cuántos juegos, cuántas carreras, cuántos bailes…!. Y años después, la «palomilla» escogió un día jueves para ir por primera vez un rato a la «disco» de moda…

Hoy es jueves también pero estoy atado a mi silla de ruedas. Voy a estar en ella para siempre. Y hoy, mientras te miro me he puesto a pensar en Ti, Señor, y he sentido que como aquel día de mi Primera Comunión, no soy yo el que voy a Ti. Tú eres el que viene a mi. Te acercas a mí porque sabes de mi sufrimiento, de mi dolor. Y yo te voy a hacer una pregunta, no ¿por qué, por qué a mi?. Eso solo lo sabes Tu. Te voy a preguntar, ¿para qué, para qué me tienes prisionero sin que mis pies vuelvan a pisar el campo, las playas… a correr, a caminar?. Y al hacerte esa pregunta queda inherente a ella mi entrega, mi aceptación, porque en mi se está haciendo Tu voluntad. Y sigue la pregunta, ¿para qué este cambio radical en mi vida?.

Tu Jesús, me lo vas a decir. Soy todo oídos, mi alma está alerta, mi corazón preparado. Tu me vas a decir qué quieres de mí en esta nueva forma de vida.

Dicen que hay pocos misioneros, que allá en las tierras donde están hace mucho calor, que se enferman, que sufren… que hasta los matan. Yo puedo ser misionero como lo fue la Santa de Lisieux, la pequeña Teresita sin salir del Convento, porque puedo ofrecer mi inmovilidad por el sufrimiento de unos pies hinchados, cansados de caminar por brechas y caminos lodosos para llevar la Palabra del Señor al corazón de los hombres y mujeres que no lo conocen.

Señor, tu estás junto a mí y ya me estás hablando… porque antes nunca pensé en estas cosas. Mi vida era alocada, vacía estéril… Ahora soy tierra fértil para la semilla de Tu palabra. La llama del dolor quemó en mi corazón toda la mala hierba y ahora lo siento acrisolado y limpio. Soy hombre nuevo.

Hoy es jueves, Señor, y voy a tender las alas de mi espíritu para adorarte aquí, para acompañarte en todos los Sagrarios del mundo, para hacerte compañía en Tu soledad, en Tu eterna espera, en Tu absoluta entrega. También te veo en la Cruz, inmóvil, clavado, así… como estoy yo. Y sin embargo tus manos y tus pies clavados nos vinieron a dar la libertad sobre la esclavitud del pecado. Nos dieron el triunfo sobre la muerte y nos hicieron hombres y mujeres nuevos.

Háblame, Señor, dime que quieres de mi… Hoy es jueves, Señor, y yo te doy mi dolor y Tu a cambio dame conformidad para mi nueva vida y déjame Tu Paz como el mejor de los regalos.

EL PERDÓN DE DIOS NO PRODUCE EFECTOS COLATERALES NEGATIVOS

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Hoy Cristo nos sorprende con algunas de sus más significativas parábolas, con ese lenguaje tan suyo propio y que van reflejando la actitud de Dios ante los hombres y ante el mal que existe en el mundo.

En esta ocasión refleja el amor del Padre que tiene toda la paciencia del mundo, como el padre que sale cada día a esperar el regreso del hijo que se ha ido a la aventura. Ahora es el ejemplo de un agricultor (Mateo 13, 24- 43) que sembró buena semilla en sus campos, pero sus enemigos valiéndose de la oscuridad de la noche, sembraron cizaña entre el trigo. Cuando aparecieron juntos el trigo y la simiente, los sirvientes sorprendidos, fueron a contar al dueño lo sucedido, proponiéndole cortar de inmediato la cizaña, pero el dueño que conocía bien su propio oficio, ordenó prudentemente esperar hasta el tiempo de la cosecha para separar el trigo de la cizaña, pues en ese momento el peligro era dañar las plantas tiernas del trigo mientras se arrancaba la cizaña. ¡Qué sabia y prudente decisión de aquél hombre! Con esto nos está dando la señal del proceder de nuestro Dios que tiene todo el tiempo para esperar amorosamente a que el hombre responda con amor al infinito amor que él nos ha tenido.

Y contrasta su actitud con la nuestra que por una parte desde nuestra propia condición queremos dividir a rajatabla a los hombres en buenos y malos y quisiéramos acabar de una vez por todas con éstos últimos, pues indudablemente nosotros nos colocamos atrás de la raya de los buenos.

Queremos hacer como los reyes antiguos, cuando llegaban a un territorio conquistado, arrasaban con todo lo que encontraban a su paso, sin importarles la condición de los inocentes, los niños y los ancianos. Era la condición de revancha y de venganza con los vencidos. Esto no entra definitivamente en los planes de Dios. A quienes trataron a Cristo con tanta impiedad y sin ninguna misericordia, en lo alto de la cruz, Dios los hizo portadores de su perdón, de su amor y de su misericordia. Esa fue la venganza de Dios.

Y nosotros, en nuestro diario actuar frente al mal que aqueja a nuestro mundo, donde parece que la violencia, el crimen, la sangre, la infidelidad y la mentira son el pan de cada día, no podemos entonces proceder con indiferencia ni mucho menos con un insoportable a mí que me importa, ni mucho menos con indiferencia, ni tampoco con una suspensión de nuestra responsabilidad, pretendiendo dejarlo todo en manos de Dios, pues en cada uno de nosotros hay un fondo de maldad sí, pero también un corazón que puede ser generoso, y un Espíritu de Dios que impulsa nuestra acción para proceder silenciosamente, como el fermento en la masa, con un compromiso serio, firme, continuado y profundo de colaborar al nacimiento de una nueva humanidad donde los males que nos aquejan puedan ser cosa del pasado, y la humanidad pueda convertirse no en un gran imperio de los poderosos, de los sabios y de los astutos, sino un mundo en donde todos tengan la oportunidad de vivir comiendo el pan y la sal que Dios dispuso para todos los hombres.

Tendremos que ser como la humilde levadura que con una pequeña cantidad puede fermentar toda la masa, con nuestro apretón de manos, con nuestra sonrisa, con una visita al que va pasando mal momento, con un gesto de solidaridad al que ya no encuentra la puerta.

Y finalmente, ser muy claros: cómo distribuya Dios sus dones al final de los tiempos, no nos toca a nosotros conocerlo, sino comenzar a vivir ya como nos indica el libro de la Sabiduría, que no por ser del Antiguo Testamento deja de ser sabia: “Con todo esto has enseñado a tu pueblo que el justo debe ser humano, y has llenado a tus hijos de una dulce esperanza, ya que al pecador le das tiempo para que se arrepienta”.

LA FELICIDAD CUESTA

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Nuestra civilización materialista ha inventado una fórmula de felicidad barata que consiste poco más o menos en esto: En alejar de la vida, a como de lugar, todo sufrimiento, todo sacrificio, todo esfuerzo, y disfrutar lo más posible de cuántos placeres, diversiones, pasatiempos, dinero, etc. se puedan lograr.

Hay mucha gente que cree de verdad en esa fórmula y la prueba una y otra vez, y se les ve, sobre todo a la gente joven, a la búsqueda cada vez más intensa y atrevida de placeres, pasatiempos, etc. Pero los resultados no son muy halagadores: Más que personas felices, estamos viendo cada día mayor número de desesperados, incluso de suicidas; si uno cuenta como dato estadístico que en un centro educativo, hay un suicida cada semana ¿lo crees? Dices que no puede ser verdad, pero así es.

Muy pocos hablan de que para ser felices hay que luchar duramente. Ser feliz es posible, pero cuesta bastante esfuerzo; la felicidad cuesta y mucho. Por eso, los hombres profundamente felices son pocos. La mayoría se conforma con esa otra felicidad barata que no llena, que no puede llenar el corazón del hombre.

¿Por qué cuesta ser felices? Si el hombre fuera un simple animal, un cerdo, un chango, para hacerlo feliz bastaría llenarle el estómago de buena comida. Si el hombre tuviera solamente cuerpo, comer, beber, abandonarse a la furia del sexo, a las alucinaciones de las drogas, etc., podría hacerlo feliz; pero, muchos se entregan apasionadamente a esto y sienten que no son precisamente felices.

Hemos olvidado que, tenemos no sólo cuerpo sino espíritu. A este espíritu por lo general lo tenemos flaco y hambriento y le damos al cuerpo todo lo que pide. El espíritu se alimenta con otras cosas, tiene hambre, sed de otras realidades, que no son materiales sino espirituales, como son la búsqueda de la verdad y el bien, la búsqueda de Dios y el cumplimiento de sus leyes, sobre todo aquella de «amar al prójimo como a uno mismo».

Está búsqueda de la verdad y el bien, este aceptar a Dios y sus leyes no es nada fácil, pero siempre hay gente que se aventura a seguir por esta senda.

Y esta gente dice que sí es feliz, tanto más feliz cuando más esforzadamente vive esa ley. Por citar a solo dos gentes felices, una mujer decía: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta. ¡Solo Dios basta! Su autora: Santa Teresa de Ávila.
Otro, decía: «Nos has hecho para tí, Señor, y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti» Su autor: San Agustín de Tagaste. Este segundo, sacó la conclusión anterior después de buscar durante más de 30 años la otra felicidad barata de la que hablamos al principio. Por ello es un testigo muy digno de crédito. Lo malo del caso, es que por lo general, uno se convence de esto hasta que como él, ha experimentado con todas las fuerzas la felicidad barata y no tiene más remedio que reconocer que no le satisfizo del todo.

Hay pocas personas felices porque pocas son las que quieren luchar por la felicidad, pocas las que creen en el esfuerzo, en los grandes ideales.
La felicidad tiene poco que ver con el dinero, el alcohol y la riqueza, y mucho que ver con el amor.

EL DESANIMO

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Jamás nadie podrá decir que nunca en la vida se ha enfermado, que nunca se ha sentido triste o que nunca se ha sentido desanimado. Es más, ¿sabías que el mismo Jesús fue tentado con desánimo?

 

“Entonces les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte”. Mateo 26:38

 

El desánimo es uno de los obstáculos más difíciles de vencer, ya que nos produce desesperanza, depresión y como resultado nos alejamos o perdemos nuestra comunión con Dios. Pero así como Jesús pudo vencer su muerte y su resurrección, te garantiza a ti: EL PODER PARA VENCER.

 

Pero a pesar  de que puedas estar enfrentado momentos difíciles en tu vida, quiero decirte que TÚ SÍ PUEDES, EN EL NOMBRE DE JESÚS vencer el desánimo.

 

Cuando una persona está desanimada pierde todo el interés en las cosas cotidianas. Esto por desgracia, le hará difícil enfrentar los problemas que se les presenten día a día; como resultado a este desinterés, la persona terminará abandonando su fe. Al desanimarte te llenas de dudas y te conviertes en una víctima fácil de los ataques del demonio, el cual ve propicio el momento para atacar y debilitar tu fe en Jesucristo. No olvides que la Biblia dice que, ¡el «diablo»  anda como león rugiente buscando a quien devorar! ( 1 Pedro 5:8).

El desánimo puede hacerte víctima de hechos lamentables como la depresión, desesperación y hasta  el suicidio.

 

Es muy común ver como se condena y se rechaza a una persona desanimada. Cuando nuestros hermanos de la iglesia ven que fallamos, en vez de animarnos comienzan a atacarnos. No solo pasa con las personas que están en el evangelio, los hermanos que aún no pertenecen a una iglesia o religión experimentan el desánimo: quizá al mismo grado. Lamentablemente, también son rechazados y condenados por nosotros que decimos estar de lleno (metidos) en una iglesia.

El desánimo inhabilita nuestras acciones, nos paralizamos y nos encontramos en la situación de no saber qué hacer. Perdemos toda fuerza y deseo de seguir adelante.

 

Dios de antemano sabe que podemos llegar a desanimarnos: «Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el Señor tu Dios estará contigo en donde quiera que vayas». Josue 1: 9

 

Cuando estás desanimado caes en una rutina y, sinceramente no sabes por qué estás haciendo las cosas. No sientes apoyo, no sientes ningún estímulo por parte de las personas que te rodean. Además, no te concentras en la oración, no sales de la casa o vas como robot a trabajar. Pero como cristiano debes seguir los principios bíblicos establecidos por nuestro Dios. No te dejes vencer del enemigo.

Eres como una batería que debe ser recargada por el Espíritu Santo. Sí, al igual que las baterías que usan los celulares, los radios, los relojes, los marca pasos… Tú también necesitas recargar tus ánimos y, esa carga la da el Espíritu Santo.

Si dejas que el desánimo domine tu vida, vas a dejar de ir a la iglesia, comenzarás a descarriarte y desanimarás a otros, por ejemplo, a los miembros de tu familia. Al entrar en la oscuridad o en el túnel sin salida del desánimo, estás entregando tu vida al enemigo.

Cuando sientes desánimo, te vuelves criticón y chismoso. Comienzas a cuestionar la manera de proceder de tu líder espiritual. Terminas siendo una persona amargada e insoportable que vive murmurando a las personas con quienes trabaja, a su jefe, a los miembros de tu familia e iglesia; a las páginas Web dedicadas a emitir mensajes positivos: lo criticas y juzgas todo, te vuelves insensible a la necesidad ajena. Recuerda que el profeta Elías se sentía desanimado y hasta se quería morir (1 Reyes 19:4).

Puedes caer en el desánimo cuando te alejas de Dios, cuando enfrentas enfermedades, crisis económicas, crisis en tu matrimonio, drogas, alcoholismo, fracasos profesionales o simplemente cuando no salen las cosas como nosotros esperamos. Ignorando que estamos bajo la voluntad de nuestro Dios. Mira, no te condenes a ti mismo. Físicamente es normal caer o sentir desánimo —ALGUNAS VECES—. Pero si todo el tiempo te la pasas confundido, deprimido/a, desanimado/a, esto puede ser señal de un problema más grave, el cual no necesariamente debe ser espiritual, sino que a veces puede ser mental o físico. Si no cuidas tu hígado, tu corazón; si comes basura, los puedes dañar. Asimismo, si no te alimentas bien, si no haces ejercicio físico y si no duermes adecuadamente, puedes afectar tus funciones mentales. Revísate, en algunas ocasiones puede ser un problema espiritual la raíz del desánimo, pero  a veces puede ser físico.

Las críticas negativas no ayudan, no aportan nada a tu espiritualidad. Recuerda que si estás haciendo bien las cosas y las estás haciendo para honra y gloria de nuestro Dios: te van a criticar. Además, les darás gusto si haces todo mal y contrario a los preceptos de nuestro Dios. Una ayuda en estos casos consiste en memorizar versículos de la Biblia que te hagan reflexionar cuando te sientas desanimado. Esto también te ayudará a dar ánimos a las personas que estén en tu situación.  Cada vez que te venga el desánimo habla este versículo con convicción: «Con Cristo estoy juntamente crucificado y  ya no vivo yo, más vive Cristo en mí».  El poder de Dios mismo reside en ti. Recuérdalo siempre.

Si estás desanimado debes asumir rápidamente la actitud correcta. Cuestiona tus pensamientos, define sin son tuyos o los está poniendo el enemigo. Debes aceptar la realidad y pelear como guerrero victorioso contra esos ataques.

 

Debes aprender a controlar tus pensamientos. Sí, es posible vencer el desánimo, ya que Dios nos ha dado las herramientas bíblicas necesarias para lograrlo.

 

Es cierto que somos humanos, pero no luchamos como los hombres de este mundo. Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a Él. 2 Corintios 10:3-5

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SANTO VALENTIN

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Mártir en Roma a finales del siglo III. Entre el pueblo, el día de San Valentín está considerado como «día de la suerte», sobre todo en Alemania; y en Francia, Bélgica, Inglaterra y especialmente América, como «día de los enamorados», en que éstos se hacen promesas, felicitaciones y regalos. Esta costumbre y aquella supersticiosa idea, obedecen a diversos orígenes folklóricos y también al prestigio popular del Santo como milagrero. — Fiesta: 14 de febrero.

El árbol maravilloso del Cristianismo necesita siempre del riego fertilizante de la sangre de los mártires. Árbol que brotó de las ondas de un manantial divino en la cima del Calvario, sus primeros brotes adquirieron vigor y frescura en las rojas oleadas que alzaron las persecuciones de los primeros siglos de la Iglesia.

En sus tiempos primitivos, como en el siglo XX, en que vivimos, el cristianismo sigue vigorizándose con la sangre de sus héroes. Nunca han faltado ni jamás faltarán en la Iglesia de Cristo estos testigos de fe, que llegan hasta la generosa entrega de la vida.

La mayor parte de noticias que de San Valentín romano han llegado hasta nosotros proceden de unas actas apócrifas; por esta causa se hace difícil conocer con exactitud su vida e incluso distinguir entre los hechos que realmente le pertenecen y los de las vidas de otros varios santos que llevan su mismo nombre y que la iglesia desde muchos siglos venera también como mártires. Reseñaremos los que se le atribuyen unánimemente.

Con todo, lo importante en la historia de San Valentín, como en la vida de cuantos cristianos han sido elevados por la Iglesia al honor de los altares, es que seamos capaces de captar la lección que nos traen y que es, en definitiva, el fin principal que la ha movido a darles culto.

San Valentín es para nosotros una ciertísima lección de vida cristiana, llevada hasta el heroísmo, hasta la más plena identificación con Cristo: el martirio.

Situémonos a finales del siglo III. Es la era de los mártires. Por todo el Imperio romano corre el huracán de la persecución.

Valentín, presbítero romano, residía en la capital del Imperio, reinando Claudio II. Su virtud y sabiduría le habían granjeado la veneración de los cristianos y de los mismos paganos. Por su gran caridad se había hecho merecedor del nombre de padre de los pobres.

No podía ser desconocida de la corte imperial la influencia que ejercía en todos los ambientes romanos, y quiso el mismo emperador conocerlo personalmente. Valentín, en aquella entrevista, no dejaría de interceder en favor de su fe católica y contra el estado de persecución en que a menudo se encontraba sumida la Iglesia.

El soberano, que estaba interesado en granjearse la amistad y la colaboración del inteligente sacerdote cristiano, escuchó con agrado sus razones. Por eso intentó disuadirle del que él creía exagerado fanatismo; a lo que replicó Valentín evangélicamente: «Si conocierais, señor, el don de Dios, y quién es Aquel a quien yo adoro, os tendríais por feliz en reconocer a tan soberano dueño, y abjurando del culto de los falsos dioses adoraríais conmigo al solo Dios verdadero».

Asistieron a la entrevista, un letrado del emperador y Calfurnio, prefecto de la ciudad, quienes protestaron enérgicamente de las atrevidas palabras dirigidas contra los dioses romanos, calificándolas de blasfemas. Temeroso Claudio II de que el prefecto levantara al pueblo y se produjeran tumultos, ordenó que Valentín fuese juzgado con arreglo a las leyes.

Interrogado por Asterio, teniente del prefecto, Valentín continuó haciendo profesión de su fe, afirmando que es Jesucristo «la única luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo».

El juez, que tenía una hija ciega, al oír estas palabras, pretendiendo confundirle, le desafió: «Pues si es cierto que Cristo es la luz verdadera, te ofrezco ocasión de que lo pruebes; devuelve en su nombre la luz a los ojos de mi hija, que desde hace dos años están sumidos en las tinieblas, y entonces yo seré también cristiano».

Valentín hizo llamar a la joven a su presencia, y elevando a Dios su corazón lleno de fe, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz, exclamando: «Tú que eres, Señor, la luz verdadera, no se la niegues a ésta tu sierva».

Al pronunciar estas palabras, la muchacha recobró milagrosamente la vista. Asterio y su esposa, conmovidos, se arrojaron a los pies del Santo, pidiéndole el Bautismo, que recibieron, juntamente con todos los suyos, después de instruidos en la fe católica.

El emperador se admiró del prodigio realizado y de la conversión obrada en la familia de Asterio; y aunque deseara salvar de la muerte al presbítero romano, tuvo miedo de aparecer, ante el pueblo, sospechoso de cristianismo. Y San Valentín, después de ser encarcelado, cargado de cadenas, y apaleado con varas nudosas hasta quebrantarle los huesos, unióse íntima y definitivamente con Cristo, a través de la tortura de su degollación.

¿Por qué el folklore se ha venido aliando tan intensamente y en tantos países con la festividad de San Valentín romano? Y reduciendo la cuestión: ¿Por qué se atribuye a San Valentín el patronazgo sobre el amor humano, atribución que es, evidentemente, el origen y la explicación de todas las restantes manifestaciones de la devoción o de la simpatía popular al Santo?

Aparte la posible trasposición de algún hecho, tradición o leyenda, de otros Valentines al mártir de Roma, que explicaría ciertas expansiones, dicha atribución puede ser debida a dos motivos, separadamente considerables o perfectamente conjuntables:

1º Nuestro San Valentín fue martirizado en la Via Flaminia hacia el año 270, seguramente en los inicios de la primavera, cuando en la naturaleza se anticipa el júbilo expectativo de la fecundidad y de la pujanza. En los siglos antiguos y medievales, empiezan a venir a Roma numerosos peregrinos, entrando por la Puerta Flaminia, que se llamó Puerta de San Valentín, porque allí, en recuerdo de su martirio, el Papa Julio I, en el siglo IV, mandó construir en su honor una basílica.

Esos romeros coincidían con los días del aniversario del Santo; y de retorno a sus países, se llevarían de él o de su templo alguna reliquia o memoria. Ahora bien: no es cosa rara en la primitiva Iglesia el empeño de cristianizar fiestas o costumbres de matiz pagano, y en primavera no faltaban en la Roma gentílica festejos dedicados al amor y a sus divinidades. Fácilmente se inclinaría a los fieles a invocar a San Valentín —mártir primaveral— como protector del amor honesto. La invocación brotaría en Roma y sería transportada por los romeros a sus tierras y naciones, principalmente por los que cruzaban la Puerta Flaminia, norte arriba de Europa.

2º motivo: Hemos hecho notar el prestigio de que gozaba el Santo como sacerdote. ¡En cuántas familias sería efectiva su influencia, cuántos enlaces matrimoniales habría bendecido! Positivamente, no faltan noticias biográficas tradicionales que así lo afirman.

En las Catacumbas y en casas de cristianos, no sumarían cantidad exigua los que habían sido asistidos por su presencia presbiteral al unirse, por el Santo Sacramento que los hizo esposos. Es natural que, después de su martirio, se le adjudicase la advocación de Patrón de los hogares y del amor conyugal.

Trábense estas consideraciones, y quedarán perfectamente señalados los orígenes de la devoción típica y del costumbrario en homenaje al Santo.

Lo cierto es que éste se conserva floreciente en los países del Norte europeo y americano.

Cosa curiosa: ya en el siglo XVII, ciertos protestantes lo censuraban como de cuño papista y, al mismo tiempo, pagano. Le reconocía cierto matiz pagano, San Francisco de Sales. Pero, saturado como siempre de buen juicio y de exquisita prudencia, lo que hace él es aconsejar a los jóvenes prometidos que imiten las virtudes de San Valentín. Esto es lo que hay que desear, principalmente; rogando al excelso presbítero mártir que alcance del Señor, a la juventud cristiana que al matrimonio camina, el don del puro amor, santificador de la vida familiar.

¿QUE CELEBRAS TU EL 14 DE FEBRERO?

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El 14 de febrero se celebra el día del amor y la amistad. Lástima que una realidad tan hermosa se haya denigrado tanto. Porque hoy se llama amor a cosas sublimes y a cosas denigrantes. ¿Qué celebras tú el 14 de febrero?

Hay que rescatar el amor, ese valor maravilloso que existe en el mundo. Rescatar el verdadero amor en tantos noviazgos. Rescatar el auténtico amor en los esposos. Un amor que dure, que resista, que no se rompa con el paso del tiempo.

Y digo rescatar, porque se mezcla la perla con el barro, el egoísmo con el más puro amor. Y unos se quedan con el barro y otros se quedan con el amor. Por ello, hay que separar el oro del barro, hay que purificarlo. Porque el día que perdamos el amor, el día que no haya amor en la tierra, estaremos totalmente perdidos.

Todo depende de la fuente de ese amor, el corazón. Nadie da lo que no tiene. Si el corazón es limpio, si el corazón es puro, si el corazón está sano, el amor que de él proceda será auténtica perla, auténtico amor. Si el corazón está podrido, no podemos pedir que brote de él un amor auténtico sino puro egoísmo.

Preguntémonos: ¿Qué clase de amor es el que hay en nuestro corazón?

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