viernes, marzo 28, 2025
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¿Por qué y para qué nos ha creado Dios?

Yo suelo formular esta pregunta de otro modo: ¿Por qué meterse en el lío de crear? La estructura íntima de la persona nos remite a un Interlocutor Absoluto, sin límites, una Persona Infinita. El mundo material nos remite a un Ser Absoluto y eterno. Es lo que solemos llamar Dios.

Pero, si Dios es Dios, es infinito, perfección absoluta, inmutable. Lo tiene ya todo. Y no puede ganar nada. Si alguien lo tiene todo, no puede ganar nada. ¿Por qué meterse en el lío de crear, si Él no puede ganar nada?

¿Cuál puede ser el «motivo» de que Dios se meta en este lío de crear gente libre que puede fallarle? ¿Cuál puede ser la intención que anima el acto creador divino? Porque aquí estamos nosotros, libres para hacer el bien y para hacer el mal. Libres para ser generosos o para encerrarnos en nosotros mismos.

Utilizando la razón, uno se da cuenta de que, si Él no puede ganar nada, el único posible motivo de que se haya metido en este lío es que quiera que haya otros que puedan ser felices. No hay ningún otro posible motivo.

Si Dios quiere que haya otros que puedan ser felices, entonces los tiene que hacer libres. Porque solo la libertad nos permite experimentar la felicidad.

En efecto, todos sabemos que la felicidad se encuentra en el amor mutuo. Amar y ser amados sin límite. Pero, para eso hay que ser libres. Si no somos libres, no podemos entregarnos. Y sin entrega no llega ese enamoramiento total que nos permite, a su vez, experimentar la dulzura del amor del otro. En primer lugar el de Dios.

Efectivamente, uno no disfruta del amor del otro más que en la medida en que uno mismo está enamorado. Y, cuando uno ama, uno se hace vulnerable. Mi felicidad depende del otro. Pero sin esa apertura y ese abandono, no puedo experimentar el amor. La felicidad solamente es posible en la mutua y plena entrega. Requiere libertad.

Lo único que tiene sentido crear es personas que puedan ser felices. Algunas de las personas que Dios quiere son espíritus puros. Otras, somos personas de carne. Y por eso crea Dios un universo material en el que podamos vivir. Dios no hace cosas sin sentido. Dios crea personas que puedan ser felices, no un Universo vacío. Decir «Dios creador» y decir «Dios creador de personas» es exactamente lo mismo.

Es verdad, podría haber otras personas de carne distintas de los seres humanos. No sabemos si existen, pero da igual. Porque nuestra existencia requiere cada gramo de este Universo inmenso. Un poco menos de materia, y las leyes físicas serían distintas. Ya no podría haber hombres, sino otra especie de personas de carne. Y Dios no quiere a otros, te quiere a ti y me quiere a mí. Y nuestra información genética es parte de nuestra identidad personal.

El Universo físico, inmenso, ha sido creado para que nosotros podamos existir y ser felices. Parece una inmensa responsabilidad, y algunos tienen miedo de ser tan «importantes». Pero así somos para Dios: muy importantes. Y pone su corazón en juego.

Imagínate que eres Dios. Has creado el universo material y has puesto el corazón en unas personas de carne con la única intención de que puedan ser felices. Y, de hecho, hay en su mundo un lío espantoso. ¿Tú qué harías? Yo tomaría la iniciativa de intervenir en la Historia, para dar a los hombres una posibilidad de salir del desastre en el que se han metido. Aunque fuera sólo por «rentabilizar» la inversión: me duele el corazón con el amor que les tengo.

No se puede decir que esto sea una «demostración», que sea «necesario», que Dios esté «obligado» a salvarnos. Pero es congruente con el amor que le ha llevado a crearnos. Si yo fuera Dios, lo haría. Es lógico pensar que un Dios que se arriesga con nuestra libertad, por puro amor, un amor eterno y sin vuelta atrás, haya intervenido en la Historia para salvarnos.

Por eso, a partir de nuestra misma existencia como personas y del desastre actual del mundo, mi razón concluye que «tiene que haber» una iniciativa salvadora de Dios, y me pongo a buscarla.

EL COMBATE ESPIRITUAL DEL CRISTIANO

EL COMBATE ESPIRITUAL DEL CRISTIANO

Cuando hablamos del combate espiritual, muchos posiblemente tendrán en mente un libro publicado allá por 1589 cuyo autor es Lorenzo Scupoli (sacerdote y religioso italiano del siglo XVI); pero el artículo que presentamos a continuación no es un resumen o comentario de esa magistral obra de la ascética católica, más bien, tiene su punto de inicio en la homilía que Su Santidad, el Papa Francisco, pronunció el día 30 de octubre de 2014.

La vida es una eterna lucha. Desde que venimos a este mundo tenemos que ir superando obstáculos, desarrollando habilidades y potenciando cualidades, todo esto con la finalidad de conseguir el objetivo más preciado de la vida humana: La felicidad, o su sinónimo, la plenitud de vida. Como cristianos, debemos tener claro que nuestro objetivo no debe de pasar por una plenitud de vida sustentada en bienes materiales; más bien, la plenitud de vida del cristiano está en el amor – porque Dios es amor – y en sus dones espirituales (1), sin menospreciar las bendiciones materiales que Dios nos regala a diario.

Para todos aquellos cristianos que anhelamos alcanzar la plenitud en el amor cristiano y los dones espirituales de Dios, tenemos que luchar a diario contra diversos enemigos que impiden alcanzar estos objetivos; pero, ¿Quiénes son esos enemigos? En su homilía, Papa Francisco señala que la vida cristiana es un combate contra el demonio, el mundo y las pasiones de la carne. A continuación explicaré los tres elementos que nos enumera el Papa:

EL DEMONIO
El fundamento bíblico sobre la lucha contra el demonio está en la Carta de San Pablo a los Efesios, capítulo 6 versículos 11 y 12, cita bíblica que corresponde a la primera lectura de la fecha en la que Papa Francisco basa su reflexión. En su homilía, el Papa explica lo siguiente: “A esta generación y a muchas otras se les ha hecho creer que el diablo era un mito, una figura, una idea, la idea del mal ¡pero el diablo existe y nosotros debemos combatir contra él! ¡Lo dice San Pablo, no lo digo yo! ¡Lo dice la Palabra de Dios! Aunque no estamos muy convencidos de ello”.

El demonio es un ser eminentemente espiritual, de naturaleza angélica y condenado eternamente (2), que posee cierto poder, el cual utiliza contra nosotros con la finalidad de alejarnos de Dios; pero éste ya ha sido derrotado por el triunfo de Cristo en la cruz. Aún así, la lucha sigue para los cristianos, es necesario recordar que el maligno “ronda como león rugiente buscando a quien devorar” (3). El demonio busca separarnos de Dios, porque le odia con todas sus fuerzas, y para lograr su cometido se vale de la tentación; por medio de la tentación, el demonio busca que desconfiemos de Dios, de su amor y bondad, pretendiendo que las personas nos rebelemos contra Él, que le rechacemos y que nos volvamos contra sus designios amorosos. La clave de la tentación es dividir, separar al hombre de Dios y separar al hombre del hombre mismo (recordemos, el hombre es imagen de Dios).

Es importante recordar que nuestra lucha es contra fuerzas que no son de este mundo y de la cual se derivan los demás enemigos que el Papa Francisco mencionó en su homilía; y esta lucha siempre será desigual, si nosotros la enfrentamos solos, tenemos que ponernos la armadura de Dios para combatir contra el enemigo.

EL MUNDO
Nuestra lucha no solo es contra el maligno, sino también contra el “mundo” antagónico a Dios que el mismo demonio ha creado (4). El mundo, en sí mismo, no es malo, pero este ha sido corrompido y deformado por el demonio, quien ha hecho que este se vuelva contra Dios. “Este mundo” es totalmente diferente y opuesto al mundo que Dios creó para la humanidad y los demás seres que lo habitan; este mundo “creado” por el demonio, tristemente engloba una materialización que rechaza y olvida a Dios, que promueve antivalores, normas y criterios totalmente opuestos al Evangelio predicado por Jesús.

“Este mundo” nos presenta el tener, el poder y el placer como ejes de acción y fuentes de realización para la persona humana, convirtiendo al individuo en un simple producto a merced de los caprichos de la sociedad que le circunda, despreciando la verdadera esencia del individuo, su dignidad humana.

Este mundo ejerce una sutil influencia en las personas de todos los tiempos y nosotros los cristianos católicos no somos la excepción, por eso nosotros debemos ir contra la corriente del mundo, no podemos dejarnos llevar por sus influencias, en esto consiste nuestra lucha. Por tal motivo, todos aquellos que remamos contra corriente del mundo dejamos de ser parte de este mundo que se aparta de los designios amorosos de Dios (5).

NOSOTROS MISMOS
Nuestra lucha no solo es contra el demonio o el mundo corrompido por él, sería irresponsable de nuestra parte culpar siempre al demonio o al mundo de nuestras caídas y de nuestra rebeldía hacia Dios, ya que, ni el demonio se la pasa todo el tiempo “tentándonos”, ni el mundo nos hala a cada instante a hacer lo que es contrario a Dios. Nuestra lucha es también contra nosotros mismos:

“Ninguno, cuando sea probado, diga: “Es Dios quien me prueba”; porque Dios ni es probado por el mal ni prueba a nadie. Sino que cada uno es probado, arrastrado y seducido por su propia concupiscencia. Después la concupiscencia, cuando ha concebido, da a luz al pecado; y el pecado, una vez consumado, engendra muerte” (Santiago 1,13- 15).

El ser humano no es malo por naturaleza, porque Dios lo creó bueno y perfecto, pero al darle cabida al pecado, es el hombre quien deforma esa naturaleza; y, aunque sigue siendo bueno y perfecto por ser creación divina, está inclinado a obrar contrario a la voluntad de Dios, dejándose llevar por las pasiones de la carne que enturbian su espíritu.

El Papa Francisco habla de las pasiones de la carne y tiene razón, ya que son estas mismas pasiones las que van consumiendo a la persona, deformando su misma humanidad (6), convirtiéndonos en nuestros propios enemigos. Porque somos nosotros mismos los que con nuestros pensamientos, palabras, obras u omisiones negamos la voluntad de Dios, los que con nuestras pasiones desordenadas instrumentalizamos a las personas, volviéndolas meros objetos desechables que solo sirven de medios para alcanzar nuestros fines mezquinos y egoístas.

Somos nosotros mismos los que con nuestras acciones equivocadas atentamos contra los que están a nuestro alrededor, los que con palabras ofensivas y soeces insultamos a los que poseen nuestra misma dignidad, somos todos aquellos que vivimos esclavos de nuestros vicios, caprichos y malos hábitos; por todo esto y más, nosotros mismos somos nuestros propios enemigos y debemos de luchar contra todas esas tendencias que buscan separarnos de Dios, la cual es consecuencia directa del pecado cometido por nuestros primero padres.

Concluidos los tres puntos anteriores, puedes preguntarte ¿Cómo puedo combatir a estos enemigos? También se preguntó lo mismo el Papa Francisco en su homilía, ya citada. Su respuesta es contundente y apegada a la lectura que analiza (7): “No se puede pensar en una vida espiritual, digamos en una vida cristiana, sin resistir a las tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin ponerse esta armadura de Dios que nos da fuerza y nos defiende”… Pero, ¿Cual es esta armadura de Dios?

La armadura que Dios nos da es Cristo mismo, que con su gracia nos da la fuerza y la resistencia para enfrentarnos a nuestros enemigos; para esto hay que procurar la presencia de Cristo en nuestras vidas, no contristando la acción del Espíritu Santo, quien nos acompaña en nuestro peregrinar por la vida. ¿Quieres alcanzar la verdadera plenitud de la vida cristiana? ¡Vive los medios para acrecentar tu vida espiritual!, estos medios son:

ORACIÓN: Vivir en constante oración, de ser posible diaria y en los momentos del día en que podamos entablar una conversación con Dios.
PALABRA DE DIOS: Leer y meditar diariamente la palabra de Dios y aplicar sus enseñanzas en nuestra vida.
VIVENCIA SACRAMENTAL: Ser asiduo al Sacramento de la Confesión, para acceder de manera plena a la Eucaristía.
VIVENCIA COMUNITARIA: Acércate a una Parroquia, descubre el valor de vivir en una comunidad cristiana. Es desprenderse del “yo” y vivir en función de los demás (8).
Estos medios de crecimiento son los cinturones que sujetan la armadura de Dios, que es Cristo; con esta armadura, podremos resistir los embates de los enemigos de nuestra vida espiritual y cristiana, para encausar nuestra vida humana a la salvación que Cristo nos ofrece.

Artículo escrito por nuestro colaborador y católico con acción Pedro Mira

1ª Co. 14, 1
Fortea, Jose Antonio, “Summa Daemoniaca”, Editorial Dos Latidos, Zaragoza, España, 2012.
1ª Pe. 5, 8
12, 2
17, 14- 16
4, 20- 24
6, 11-12
2, 42- 44

¿Cuál es el origen de la oración del Padre nuestro?

578. ¿Cuál es el origen de la oración del Padre nuestro? (2759-2760; 2773)

Jesús nos enseñó esta insustituible oración cristiana, el Padre nuestro, un día en el que un discípulo, al verle orar, le rogó: “Maestro, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). La tradición litúrgica de la Iglesia siempre ha usado el texto de San Mateo (6, 9-13).

“LA SÍNTESIS DE TODO EL EVANGELIO”

579. ¿Qué lugar ocupa el Padre nuestro en las Escrituras? (2761-2764; 2774)

El Padre nuestro es “el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano); “es la más perfecta de todas las oraciones” (Santo Tomás de Aquino). Situado en el centro del Sermón de la Montaña (Mt 5-7), recoge en forma de oración el contenido esencial del Evangelio.

580. ¿Por qué se le llama “la oración del Señor”? (2765-2766; 2775)

Al Padre nuestro se le llama “Oración dominical”, es decir “la oración del Señor”, porque nos la enseñó el mismo Jesús, nuestro Señor.

581. ¿Qué lugar ocupa el Padre nuestro en la oración de la Iglesia? (2767-2772; 2776)

Oración por excelencia de la Iglesia, el Padre nuestro es “entregado” en el Bautismo, para manifestar el nacimiento nuevo a la vida divina de los hijos de Dios. La Eucaristía revela el sentido pleno del Padre nuestro, puesto que sus peticiones, fundándose en el misterio de la salvación ya realizado, serán plenamente atendidas con la Segunda venida del Señor. El Padre nuestro es parte integrante de la Liturgia de las Horas.

“PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO”

582. ¿Por qué podemos acercarnos al Padre con plena confianza? (2777-2778; 2797)

Podemos acercarnos al Padre con plena confianza, porque Jesús, nuestro Redentor, nos introduce en la presencia del Padre, y su Espíritu hace de nosotros hijos de Dios. Por ello, podemos rezar el Padre nuestro con confianza sencilla y filial, gozosa seguridad y humilde audacia, con la certeza de ser amados y escuchados.

583. ¿Cómo es posible invocar a Dios como “Padre”? (2779-2785; 2789; 2798-2800)

Podemos invocar a Dios como “Padre”, porque el Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado, y su Espíritu nos lo hace conocer. La invocación del Padre nos hace entrar en su misterio con asombro siempre nuevo, y despierta en nosotros el deseo de un comportamiento filial. Por consiguiente, con la oración del Señor, somos conscientes de ser hijos del Padre en el Hijo.

584. ¿Por qué decimos Padre “nuestro”? (2786-2790; 2801)

“Nuestro” expresa una relación con Dios totalmente nueva. Cuando oramos al Padre, lo adoramos y lo glorificamos con el Hijo y el Espíritu. En Cristo, nosotros somos su pueblo, y Él es nuestro Dios, ahora y por siempre. Decimos, de hecho, Padre “nuestro”, porque la Iglesia de Cristo es la comunión de una multitud de hermanos, que tienen “un solo corazón y una sola alma” (Hch 4, 32).

585. ¿Con qué espíritu de comunión y de misión nos dirigimos a Dios como Padre “nuestro”? (2791-2793; 2801)

Dado que el Padre nuestro es un bien común de los bautizados, éstos sienten la urgente llamada a participar en la oración de Jesús por la unidad de sus discípulos. Rezar el Padre nuestro es orar con todos los hombres y en favor de la entera humanidad, a fin de que todos conozcan al único y verdadero Dios y se reúnan en la unidad.

586 ¿Qué significa la expresión “que estás en el cielo”? (2794-2796; 2802)

La expresión bíblica “cielo” no indica un lugar sino un modo de ser: Dios está más allá y por encima de todo; la expresión designa la majestad, la santidad de Dios, y también su presencia en el corazón de los justos. El cielo, o la Casa del Padre, constituye la verdadera patria hacia la que tendemos en la esperanza, mientras nos encontramos aún en la tierra. Vivimos ya en esta patria, donde nuestra “vida está oculta con Cristo en Dios” (Col 3, 3).

LAS SIETE PETICIONES

587. ¿Cómo está compuesta la oración del Señor? (2803-2806; 2857)

La oración del Señor contiene siete peticiones a Dios Padre. Las tres primeras, más teologales, nos atraen hacia Él, para su gloria, pues lo propio del amor es pensar primeramente en Aquel que amamos. Estas tres súplicas sugieren lo que, en particular, debemos pedirle: la santificación de su Nombre, la venida de su Reino y la realización de su voluntad. Las cuatro últimas peticiones presentan al Padre de misericordia nuestras miserias y nuestras esperanzas: le piden que nos alimente, que nos perdone, que nos defienda ante la tentación y nos libre del Maligno.

588. ¿Qué significa “Santificado sea tu Nombre”? (2807-2812; 2858)

Santificar el Nombre de Dios es, ante todo, una alabanza que reconoce a Dios como Santo. En efecto, Dios ha revelado su santo Nombre a Moisés, y ha querido que su pueblo le fuese consagrado como una nación santa en la que Él habita.

589. ¿Cómo se santifica el Nombre de Dios en nosotros y en el mundo? (2813-2815)

Santificar el Nombre de Dios, que “nos llama a la santidad” (1Ts 4, 7), es desear que la consagración bautismal vivifique toda nuestra vida. Asimismo, es pedir que, con nuestra vida y nuestra oración, el Nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres.

590. ¿Qué pide la Iglesia cuando suplica “Venga a nosotros tu Reino”? (2816-2821; 2859)

La Iglesia invoca la venida final del Reino de Dios, mediante el retorno de Cristo en la gloria. Pero la Iglesia ora también para que el Reino de Dios crezca aquí ya desde ahora, gracias a la santificación de los hombres en el Espíritu y al compromiso de éstos al servicio de la justicia y de la paz, según las Bienaventuranzas. Esta petición es el grito del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 20).

591. ¿Por qué pedimos “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”? (2822-2827; 2860)

La voluntad del Padre es que “todos los hombres se salven” (1Tm 2, 4). Para esto ha venido Jesús: para cumplir perfectamente la Voluntad salvífica del Padre. Nosotros pedimos a Dios Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo, a ejemplo de María Santísima y de los santos. Le pedimos que su benevolente designio se realice plenamente sobre la tierra, como se ha realizado en el cielo. Por la oración, podemos “distinguir cuál es la voluntad de Dios” (Rm 12, 2), y obtener “constancia para cumplirla” (Hb 10, 36).

592. ¿Cuál es el sentido de la petición “Danos hoy nuestro pan de cada día”? (2828-2834; 2861)

Al pedir a Dios, con el confiado abandono de los hijos, el alimento cotidiano necesario a cada cual para su subsistencia, reconocemos hasta qué punto Dios Padre es bueno, más allá de toda bondad. Le pedimos también la gracia de saber obrar, de modo que la justicia y la solidaridad permitan que la abundancia de los unos cubra las necesidades de los otros.

593. ¿Cuál es el sentido específicamente cristiano de esta petición? (2835-2837; 2861)

Puesto que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Mt 4, 4), la petición sobre el pan cotidiano se refiere igualmente al hambre de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, recibido en la Eucaristía, así como al hambre del Espíritu Santo. Lo pedimos, con una confianza absoluta, para hoy, el hoy de Dios: y esto se nos concede, sobre todo, en la Eucaristía, que anticipa el banquete del Reino venidero.

594. ¿Por qué decimos “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? (2838-2839; 2862)

Al pedir a Dios Padre que nos perdone, nos reconocemos ante Él pecadores; pero confesamos, al mismo tiempo, su misericordia, porque, en su Hijo y mediante los sacramentos, “obtenemos la redención, la remisión de nuestros pecados” (Col 1, 14). Ahora bien, nuestra petición será atendida a condición de que nosotros, antes, hayamos, por nuestra parte, perdonado.

595. ¿Cómo es posible el perdón? (2840-2845; 2862)

La misericordia penetra en nuestros corazones solamente si también nosotros sabemos perdonar, incluso a nuestros enemigos. Aunque para el hombre parece imposible cumplir con esta exigencia, el corazón que se entrega al Espíritu Santo puede, a ejemplo de Cristo, amar hasta el extremo de la caridad, cambiar la herida en compasión, transformar la ofensa en intercesión. El perdón participa de la misericordia divina, y es una cumbre de la oración cristiana.

596. ¿Qué significa “No nos dejes caer en la tentación”? (2846-2849; 2863)

Pedimos a Dios Padre que no nos deje solos y a merced de la tentación. Pedimos al Espíritu saber discernir, por una parte, entre la prueba, que nos hace crecer en el bien, y la tentación, que conduce al pecado y a la muerte; y, por otra parte, entre ser tentado y consentir en la tentación. Esta petición nos une a Jesús, que ha vencido la tentación con su oración. Pedimos la gracia de la vigilancia y de la perseverancia final.

597. ¿Por qué concluimos suplicando “Y líbranos del mal”? (2850-2854; 2864)

El mal designa la persona de Satanás, que se opone a Dios y que es “el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9). La victoria sobre el diablo ya fue alcanzada por Cristo; pero nosotros oramos a fin de que la familia humana sea liberada de Satanás y de sus obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo, que nos librará definitivamente del Maligno.

598. ¿Qué significa el “Amén” final? (2855-2856; 2865)

“Después, terminada la oración, dices: Amén, refrendando por medio de este Amén, que significa “Así sea”, lo que contiene la oración que Dios nos enseñó” (San Cirilo de Jerusalén).

La Virgen del Carmen Madre de todos

La Virgen del Carmen Madre de todos :
Muchas son las advocaciones con las que invocamos a María. La Virgen del Carmen ha sido una de las devociones más populares durante setecientos años. Muchos cristianos se han sentido protegidos por María con el Escapulario. El escapulario es un signo especial de la protección de María, madre y hermana nuestra. El Escapulario del Carmen nos compromete a vivir como María, a ser personas orantes, a estar abiertos a Dios y a las necesidades de los hermanos.

María fue la favorecida de Dios, la «llena de gracia». Sabía que el Señor estaba con ella, sentía su presencia. Dios se había fijado en su humildad y cuidaba de ella. Estaba arropada por la fuerza de Dios. No podía temer a nada ni a nadie. María conocía el corazón de Dios, sabía de su infinita misericordia. Por eso, lo alababa y adoraba. Vivía de Dios, con Dios y para Dios.

Concibió y dio a luz a su hijo, «el Hijo del Altísimo» a quien puso por nombre Jesús, Salvador de cada pueblo y de todos aquellos que creen en él. En su vientre había llevado a Jesús y facilitó que estuviera en su corazón durante toda su vida.

María fue una mujer sencilla. Se ubicó entre los socialmente considerados inferiores, entre los que no tienen ni voz ni voto. Todos los necesitados tenían cabida en su corazón. Sin demora ni tardanza se puso en camino para atender a su pariente Isabel, para llevarle al Dios de la vida, para asistirla y ayudarla.

María tiene muchos títulos. Entre todos ellos, todos hermosos y grandes, sobresale el de ser Madre de Cristo y Madre nuestra. María es Madre de la Iglesia. Como dice Pablo, sufre por ella dolores de parto hasta ver a Cristo formado en cada uno de los creyentes. Ella cuida de sus hijos, como buena madre, durante la vida y en la hora de la muerte. Ella ayuda a caminar con Jesús y a esperar hasta el final.

María estuvo junto a su hijo en todos los momentos de su vida. En las alegrías y, sobre todo, en el momento de la cruz. Lo acompañó hasta la tragedia final del Calvario. Ella, la Dolorosa, también está cercana a nuestras penas y sufrimientos cotidianos. Los pobres, los enfermos, los que sufren, alcanzan de María la fuerza y ayuda para sobrellevar con fe una vida plagada de dificultades.

La historia y la leyenda nos han mostrado a la Virgen del Escapulario siempre cercana a todos aquellos que, viviendo momentos difíciles y amargos, han acudido a ella pidiendo su protección.

Llevar el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo, el ropaje de la fe, de la alegría…

Sí, hemos sido revestidos de Cristo y, como María, debemos permanecer fieles a Dios hasta el final.

Como ayudar a las personas que sufren depresión.

Para el Papa Juan Pablo II, la clave para ayudar a una persona con depresión es el amor y la oración. Así lo dio a conocer el Papa Francisco a todos los participantes de una cita internacional sobre la depresión realizada en Noviembre de 2013, donde se evaluaron numerosos y valiosos consejos sobre cómo ayudar a los familiares o amigos que padecen esta enfermedad.

En su mensaje dado en el Aula Pablo VI a los participantes en la XVIII Conferencia Internacional sobre “La Depresión” (Nov-13), el Papa Francisco indicó que las personas que cuidan de los enfermos deprimidos “deben ayudar a recuperar la propia estima, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro, las ganas de vivir. Por eso, es importante tender la mano a los enfermos, hacerles percibir la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida en la que se sientan acogidos, comprendidos, sostenidos, dignos, en una palabra, de amar y de ser amados”.

En el camino espiritual, son de gran ayuda, la lectura y la meditación de los salmos, el rezo del rosario, la participación en la Eucaristía, “fuente de paz interior”.

El Papa advirtió que “la difusión de los estados depresivos es preocupante. Se manifiestan fragilidades humanas, psicológicas y espirituales, que al menos en parte son inducidas por la sociedad”.

“Es importante ser conscientes de las repercusiones que tienen los mensajes transmitidos por los medios de comunicación sobre las personas, al exaltar el consumismo, la satisfacción inmediata de los deseos, la carrera a un bienestar material cada vez mayor”, indicó.

En este sentido, señaló que “es necesario proponer nuevas vías, para que cada uno pueda construir la propia personalidad, cultivando la vida espiritual, fundamento de una existencia madura”.

Juan Pablo II destacó que frente al fenómeno de la depresión la Iglesia y la sociedad deben “proponer a las personas, especialmente a los jóvenes, figuras y experiencias que les ayuden a crecer en el plano humano, psicológico, moral y espiritual. La ausencia de puntos de referencia contribuye a crear personalidades más frágiles, llevando a considerar que todos los comportamientos son semejantes”.

Precisó que ahí juegan “un papel relevante”, la familia, la escuela, los movimientos juveniles, las asociaciones parroquiales.

“También es significativo –(concluyó) el papel de las instituciones públicas para asegurar condiciones de vida dignas, en particular, a las personas abandonadas, enfermas, ancianas. Son igualmente necesarias las políticas para la juventud, que ofrezcan a las nuevas generaciones motivos de esperanza, preservándolas del vacío o de otros peligros”

IGLESIA CATÓLICA AFIRMA PROYECTO LEY SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA BUSCA “COLONIZACIÓN IDEOLÓGICA”

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“Nosotros, como miembros del pueblo dominicano, invitamos a nuestros legisladores a convocar a la totalidad de los actores sociales para producir una ley que no reduzca la educación sexual a la genitalidad. La Iglesia Catolica aspira a que se elabore una ley que tome en cuenta la educación integral de la persona humana”, precisaron los obispos

SANTO DOMINGO, República Dominicana.-La Iglesia Católica rechaza enérgicamente, tanto en su forma como en su fondo, el Anteproyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva que fue propuesto en agenda en la Cámara de Diputados.

La Iglesia llamó a la ciudadanía a oponerse al proyecto de ley, del que dijo claramente obedece a lo que el Papa Francisco llama “colonización ideológica”.

“De esta manera, nuestra nación podrá salvaguardar sus más elevados valores”, precisa el mensaje católico.

Sostuvo que una Ley sobre una temática tan amplia e importante debe ser elaborada con el concurso de todos los sectores de la sociedad y tomando en cuenta los principios y valores que sustentan nuestra cultura y la identidad moral de nuestra nación.

Los obispos católicos, a través de una declaración difundida por el Departamento de Prensa de la Conferencia del Episcopado Dominicano (CED), reclamaron que se convoque a todos los actores sociales para debatir el tema.

“Nosotros, como miembros del pueblo dominicano, invitamos a nuestros legisladores a convocar a la totalidad de los actores sociales para producir una ley que no reduzca la educación sexual a la genitalidad. La Iglesia aspira a que se elabore una ley que tome en cuenta la educación integral de la persona humana”, precisaron los obispos.

A seguidas los obispos católicos enumeran los principios sobre los cuales basan su rechazo al citado proyecto de ley:

Defendemos los siguientes principios

El derecho al disfrute de la vida no puede ser interpretado solamente desde un punto de vista del placer, sino también, sobre todo, desde el marco de la responsabilidad, pues no hay vida plena sin responsabilidad.
No puede concebirse una vida sexual desvinculada de las etapas del desarrollo biológico, psicológico e integral de la persona humana. La edad sí importa en la sexualidad.
Los primeros responsables para la educación integral de los hijos, incluida la educación sexual, son los padres. Esta tarea perdura hasta que el desarrollo pleno de los hijos les permita el ejercicio maduro de la libertad con responsabilidad. El Estado no puede arrebatar a la familia el derecho y el deber que tiene de ser la primera educadora de los ciudadanos.
La sociedad dominicana debatió y aprobó, a raíz de la reforma constitucional del 2010, consagrar en su artículo 37 la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte. Cualquier nuevo debate para aprobar el tema del aborto es inconstitucional.
En un régimen de libertad de culto no puede ser aprobada una ley que restrinja esa misma libertad, en razón de que contradice nuestra Constitución y los principios democráticos fundamentales.
En toda sociedad democrática la objeción de conciencia es un derecho inalienable de la persona que le permite expresar su rechazo a cualquier acción contraria a su conciencia. Cualquier penalización a la objeción de conciencia de un médico, en lo referente al aborto, es una flagrante violación a la libertad del ser humano.
La Iglesia apoya y promueve, de acuerdo con la ciencia, una educación sexual integral que respete las etapas del desarrollo del individuo, la primacía de los padres en la educación, y que eduque para un auténtico y responsable ejercicio de la libertad humana.

Hacemos un llamado a toda la ciudadanía a oponerse a este anteproyecto de ley que claramente obedece a lo que el Papa Francisco llama “colonización ideológica”. De esta manera, nuestra nación podrá salvaguardar sus más elevados valores.

¿Qué pensaba Jesús sobre las personas ricas?

Jesús, al invitar a renunciar a las riquezas, ¿apunta hacia la carencia, incita a ingresar en el vacío y la nada? Jesús apunta más bien a conseguir una riqueza infinitamente mayor. Al igual que se entra desnudo en la vida, sólo se entrará desnudo en el Reino de los cielos, pues, si desnudo se nace, desnudo se renace. Sólo quien se ha despojado de riquezas, de ambiciones, de poderes, de falsas ilusiones, de odios y revanchas, podrá entender mejor las riquezas del cielo. Jesús no viene a empobrecer al hombre, pero sí a sustituir una riqueza pasajera por la gran riqueza de Dios.

Todos los bienes materiales son regalos de Dios, nuestro Padre. Debemos usarlos en tanto cuanto nos lleven a Él, con rectitud, moderación, desprendimiento interior. Al mismo tiempo, son medios para llevar una vida digna y para ayudar a los más necesitados. Lo que Jesús recrimina es el apego a las riquezas, y el convertirlas en fin en sí mismas.

Hay expresiones de Jesús en los Evangelios bastante desconcertantes sobre las riquezas y sobre los ricos: «Hijos, cuán difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en las riquezas. Más fácil es que pase un camello por ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios» (Mc 10, 24). O aquella otra frase: «No podéis servir a Dios y a Mammón» (Mt 6, 24; Lc 16, 13). ¿Jesús desprecia las riquezas, las condena? ¿Excluye de su Reino a los ricos?

1. Jesús ante los bienes materiales

Jesús era una persona pobre. Nace de una familia sin grandes recursos y en condiciones pobres. Incluso no pudieron ofrecer un cordero, por falta de recursos (cf. Lc 2, 24).

No almacena bienes y sabe vivir de la Providencia de su Padre (cf. Mt 8, 20; Lc 9, 58). Es más, las cosas son para Jesús una obra del Padre. Brotaron de la mano amorosa y providente de su Padre (cf. Mt 6, 26ss).

Y cuando llama bienaventurados a los pobres (cf. Mt 5, 3), está llamando felices a quienes son desprendidos interiormente, aquellos que ponen toda su confianza en Dios, porque todo lo esperan de Él. Pobre es sinónimo del que tiene el corazón vacío de ambiciones y preocupaciones; de quienes no esperan la solución de sus problemas sino de solo Dios. Y pobreza en la Biblia es sinónimo de hambre, de sed, de llanto, de enfermedad, trabajos y cargas agobiantes, alma vacía, falta de apoyo humano.

Jesús era pobre en ese sentido: apoya su vida en Dios, su Padre. Gracias a esa libertad interior, Jesús puede disfrutar de los bienes moderada y alegremente. Es tan libre que está por encima de las apetencias, ansiedades y vanidades. Por eso sabe gozar de las cosas y, a la vez, prescindir de ellas para seguir su misión y su preferencia por Dios Padre. Goza de un banquete (cf. Lc 7, 36-49; Jn 2, 1-12), pero también se priva de lo material cuando se lo pide su misión (cf. Jn 4, 31-32). Disfruta preparando un almuerzo a sus íntimos (cf. Jn 21, 9-12); les defiende cuando los fariseos les acusan de arrancar espigas, pues tenían hambre (cf. Mt 12, 1-8).

Pero no vive en la miseria. Tiene su vida asegurada, pues en el grupo de los apóstoles había una bolsa común (cf. Lc 8, 1-3; Jn 12, 6). Compraban alimentos (Jn 4, 8) y se hacían limosnas con parte de los bienes (cf. Jn 13, 29). Es decir, Cristo tiene bienes y los administra. Participa en banquetes y fiestas y sabe cooperar con vino generoso en las bodas de Caná (cf. Jn 2, 1 ss). Y estos mismos goces sanos los desea para los demás. De ahí su hermoso y gratuito gesto de la multiplicación de los panes y peces (cf. Mt 15, 15 ss; Jn 6, 1-15).

Acepta regalos, incluso costosos (cf. Jn 12, 1-8).

Y, sin embargo, Cristo alcanza con su gloriosa resurrección la máxima riqueza que va a distribuir a todos (cf. Mt 28, 18). Sigue siendo pobre porque no posee las riquezas materiales, sino las de Dios.

¿Cuál fue, entonces, la postura de Jesús frente a los bienes materiales? La enseñanza central de Cristo en lo económico es ésta: relativización del dinero. A Jesús le interesa mucho más cómo se usa lo que se tiene que cuánto se tiene y, sobre todo, le importa infinitamente más lo que se «es» que lo que se tiene. Jesús quiere dar a entender que la verdadera riqueza es la interior, la del corazón. La riqueza material nos debe ayudar a ser ricos en generosidad, desprendimiento y solidaridad.

Al decir que Jesús consideraba las riquezas como relativas, no significa que Jesús fuera un adorador romántico de la pobreza, en sentido material. No es que Jesús quiera la pobreza material, que se convierta en miseria. No. Por eso, su mensaje es bien claro: todos somos hermanos y debemos compartir lo que tenemos, para que nadie sufra esa pobreza material. Si no tenemos caridad no somos nada (cf. 1 Cor 13, 1 ss).

La postura de Jesús frente a las riquezas es de una gran libertad interior. Jesús no está apegado a ellas, no está esclavizado a ellas, no está obsesionado por ellas. Vive la pobreza como ese desapego interior de todo. Por eso, Jesús insiste en que lo material es perecedero y lo sobrenatural es eterno. Así se entiende por qué no toma posición ante quien le pide juicio sobre lo material (cf. Lc 12, 14).

La cruz descubre profundamente el valor que Jesús concede a las cosas materiales y terrenas. Para salvar a los hombres y cumplir la misión confiada por su Padre, dio todo cuanto tenía. Jesús en la cruz es pobre de cosas, pero es rico en amor, perdón, misericordia, obediencia. De su costado abierto brotó la Iglesia, los sacramentos, el regalo de su Madre.

2. Jesús ante los ricos

Cuando decimos que Jesús prefiere como amigos a los pobres no estamos diciendo que excluya a los ricos. Jesús, enemigo de toda discriminación, no iba Él a crear una más. En realidad, Cristo es el primer personaje de la historia que no mide a los hombres por lo económico sino por su condición de personas.

Es un hecho que no faltan en su vida algunos amigos ricos con los que convive con normalidad. Si al nacer eligió a los pastores como los primeros destinatarios de la buena nueva, no rechazó, por ello, a los magos, gente de recursos y sabia. Y si sus apóstoles eran la mayoría pescadores, no lo era Mateo, que era rico y tenía mentalidad de tal. Y Jesús no rechaza invitaciones a comer con los ricos; acepta la entrevista con Nicodemo, cuenta entre sus amigos a José de Arimatea, tiene intimidad con el dueño del cenáculo, gusta de descansar en casa de un rico, Lázaro, y, entre las mujeres que le siguen y le ayudan en su predicación figura la esposa de un funcionario de Herodes. Tampoco rehusa el ser enterrado en el sepulcro de un rico.

Jesús ama a todos: pobres y ricos. Conocemos su relación con Simón, el fariseo (cf. Lc 7, 36), y con Nicodemo, doctor de la Ley (cf. Jn 3, 1). El rico José de Arimatea es mencionado expresamente entre sus discípulos (cf. Mt 27, 57). En sus viajes le seguían «Juana, mujer de Cusa, procurador de Herodes, Susana y otras muchas que le servían con sus bienes» (Lc 8, 3). Por lo que podemos juzgar, sus apóstoles no pertenecían a las más bajas clases sociales, sino como Jesús mismo, a la clase media.

Más que a las riqueza en sí o a los ricos, Jesús combate la actitud de apego frente a esas riquezas. Jesús veía en la mayor parte de los fariseos y saduceos, representantes de la clase rica y dirigente del país, las funestas y alarmantes consecuencias del culto a Mammón. Lo que les impedía seguirle, manteniéndoles alejados del reino de los cielos, no era la riqueza en sí, sino su egoísmo duro, su orgullo, su apego a ella, a sus privilegios.

Cuando Jesús llama la atención a los ricos es porque el rico, apegado a las riquezas, no siente necesidad de nada, pues lo tiene todo y no desea que cambien las cosas para seguir en su posición privilegiada. A quien le falta siente nostalgia de Dios y le busca.

Es un hecho que Jesús frente al pobre y necesitado lo primero que hacía era la liberación de su problema o dolencia, y sólo después venía la exigencia de conversión. Mientras que, frente al bien situado y rico, lo primero que le pedía era la exigencia de conversión y, sólo cuando esta conversión se manifestaba en obras de amor a los demás, anunciaba la salvación para aquella casa (cf. Lc 19, 1-10).

Por eso Jesús no condena sin más al rico, ni canoniza sin más al pobre. Pide a todos que se pongan al servicio de los demás. Para Jesús el verdadero valor es el servicio. Por lo mismo, la salvación del pobre no será convertirle en rico y la del rico robarle su riqueza, sino convertir a todos en servidores, descubrir a todos la fraternidad que cada uno ha de vivir a su manera.

3. Juicio de Jesús sobre las riquezas

No obstante lo dicho, Jesús anuncia del peligro y riesgo de las riquezas. Aquí la palabra de Jesús no se anda con rodeos. Para Jesús la riqueza, como vimos, no es el mal en sí, pero le falta muy poco. La idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios y aparta del hermano. Así se explican las palabras de Jesús: no se puede amar y servir a Dios y a las riquezas (cf. Mt 6, 24; Lc 16, 13); la preocupación por la riqueza casi inevitablemente ahoga la palabra de Dios (cf. Mt 13, 22); es sinónimo de «malos deseos» (cf. Mc 4, 19). El que atesora sólo riquezas para sí es sinónimo del condenado (cf. Lc 12, 21). Cuando el joven rico no es capaz de seguir a Cristo es porque está atrapado por la mucha riqueza (cf. Lc 18, 23).

La crítica de Jesús al abuso de la riqueza se basa, efectivamente, en el poder totalizador y absorbente de ésta. La riqueza quiere ser señora absoluta de aquél a quien posee. Por eso, Jesús pone en guardia sobre la salvación del rico. Será difícil la salvación de aquel que haya vivido sólo para la riqueza, de la riqueza, con la riqueza, despreocupado del amor a Dios y al prójimo. Haría falta un verdadero milagro de Dios para que consiga la salvación (cf. Mt 19, 23; Mc 10, 25; Lc 18, 25).

Esta es la razón por la que el rico tiene que «volver a nacer», como sucedió a Zaqueo (cf. Lc 19, 1-10); tiene que compartir, si quiere salvarse, cosa que no hizo el rico Epulón (cf. Lc. 16, 19-31); tiene que aceptar la invitación de Dios al convite de la fraternidad y no hacer oídos sordos, como hicieron los egoístas descorteses, que prefirieron sus cosas y por eso no entraron en el banquete del Reino (cf. Lc 14, 15-24).

¿Se salvará o no se salvará el rico? Si abrimos san Mateo, capítulo 25, 31-46, podemos concluir lo siguiente: Se salvará -rico o pobre- el que haya dado de comer, de beber, el que haya consolado al enfermo, el que haya tenido piedad con sus hermanos. Y se condenará -rico o pobre- el que haya negado lo que tiene, mucho o poco, a los demás.

CONCLUSIÓN

Es un error pensar que la vida es un ascenso hacia la fortuna material para gozar de los bienes en el más allá. ¡Qué diversos son los bienes que nos alcanzó Cristo con su resurrección! Él nos consigue la verdad, la libertad, la sinceridad, la comprensión, la satisfacción de no tener ansiedades, la paz, el perdón. Y sobre todo, la riqueza de las riquezas: el cielo. Y por ese cielo es necesario vender todo y así comprarlo (cf. Mt 13, 44-46). ¡Es la mejor inversión en vida!

El 13 ¿es de mala suerte?

¿Has visto alguna vez la cara de felicidad de los que se sacan la lotería? ¿O cuando alguien recibe una casa o un coche en uno de esos sorteos que se anuncian por televisión y radio? Sin ir más lejos, ¿cómo te has sentido cuando en la tómbola de tu parroquia sales premiado con aquel regalo que tanto deseabas? ¿Suerte, superstición, magia, coincidencia, carambolas?

Asignarle buena o mala suerte a un número, concretamente al número 13, es estar hablando de una superstición y si comenzamos a hablar de supersticiones, hay muchas: En día 13, ni te cases ni te embarques. Pensar en un viernes 13 para muchas personas es sinónimo de desgracias seguras. Romper un espejo trae consigo la mala suerte durante siete años. Pasar debajo de una escalera trae mala suerte.

Una superstición no es otra cosa que “asignarle presuntas fuerzas o poderes contenidos implícitamente a ciertos objetos y que con un gesto o una actitud pueden hacerse activos para alcanzar la felicidad o la desgracia”. (Diccionario del cristianismo. A. Morian).

Todas las cosas, los números incluso, han sido creadas por Dios y Dios les ha fijado a cada una de ellas una función muy determinada, por eso se llaman criaturas. Nosotros debemos respetar y alegrarnos con todas esas criaturas y, cómo dice San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales “usar de ellas tanto en cuanto nos ayuden para alcanzar a Dios” (Sn. Ignacio de Loyola. “Libro de los Ejercicios Espirituales”).

Lo que hacemos cuando le damos a las cosas un valor que no tienen en sí o esperamos de ellas una función para la cual no fueron creadas, estamos cayendo en una superstición, es decir, estamos usando las cosas en una forma equivocada, en una forma que no es la que Dios ha dispuesto.

La suerte, o más bien dicho, la casualidad, puede existir: “me tropecé con el escalón y me fracturé un hueso”, o bien, “estaba caminando por la calle y me encontré una moneda”. Eso es una casualidad. Pero decir que me fracturé un hueso por que era día 13 y ese número es un número de mala suerte, eso sí que es una superstición, pues le estás atribuyendo al número 13 una función que no le corresponde.

Muchos hombres llegan a perder poco a poco su fe por atribuirle propiedades a cosas que no las tienen. Hay quienes además, se aprovechan de esa falsa credibilidad y logran embaucar a otros, basándose en sus supersticiones: son aquellos que piensan adivinar el futuro leyendo las cartas, los horóscopos o el agua.

Yo te recomiendo estar tranquilo. Confiar en Dios, pues como dice el salmo:
“En su mano están las honduras de la tierra,
y suyas son las cumbres de los montes;
suyo el mar, pues Él mismo lo hizo
y la tierra firme que sus manos formaron” (Ps. 94, 4-5).