viernes, noviembre 8, 2024
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Cómo medir la temperatura a tu relación con Dios

Cómo medir la temperatura a tu relación con Dios
Como creyentes, uno de nuestros mayores anhelos es tener una relación fuerte y sana con Dios, que impregne nuestra vida y nos haga caminar en santidad. Vivir en sintonía con Dios nos da verdadera felicidad y por eso, debemos cuidar nuestra relación con Él más que ninguna otra y estar en constante sintonía con su voluntad.

Cuando el pueblo de Israel es conducido por Moisés a través del desierto hacia la tierra prometida experimenta muchos episodios de rebeldía. Éste período de travesía por el desierto, que no es muy hermoso, retrata muchas cosas ciertas para nosotros actualmente. El pueblo es la imagen de la Iglesia y el desierto de la vida humana, y seguramente las rebeldías que tuvo el pueblo de Dios son las que acompañan el transcurso de nuestras vidas. Hoy no nos quejamos y no nos rebelamos a Dios exactamente por los mismos motivos que ellos, pero estos pasajes bíblicos se encuentran más vigentes que nunca y los tomamos como guía para aprender a conocer nuestra condición humana, para estar en guardia y hacer frente a nuestras propias rebeliones y caprichos.

¿Estás en sintonía con lo que Dios tiene para ti o eres un caprichoso?

La palabra capricho es útil para describir lo que sucede al pueblo de Dios y que nos trae la Palabra en el Libro de Los Números (11, 4b-15), cuando los Israelitas se quejaban de que sólo tenían maná para comer y extrañaban el pescado, pepinos y cebollas que comían en Egipto mientras eran esclavos. No les bastaba el alimento que Dios les daba en libertad y en camino hacia la tierra prometida, sino que añoraban la comida que recibían en esclavitud. Ellos exclamaban: « ¡Quién pudiera comer carne! Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos. Pero ahora se nos quita el apetito de no ver más que maná ».

El pueblo tenía lo suficiente para vivir, pero no era a gusto de ellos. No se estaban muriendo de hambre como en otros pasajes parecidos, el problema tiene que ver con el sabor, con el gusto. Pues, aunque el maná según la descripción de la escritura suple la necesidad de nutrición, es un sabor que ya los tiene saturados.

Nosotros no somos muy distintos de ellos, pensemos en cuantas circunstancias de nuestra vida, más que tener necesidades lo que en realidad tenemos son caprichos, y el hecho de imponer o querer imponer nuestro capricho, nos vuelve como niños mal educados, malcriados, lo mismo que este pueblo. El problema es de falta de sintonía, yo quiero llevar mi camino, quiero hacer las cosas a mi gusto, yo prefiero mi estilo y Dios quiere llevarme por otra parte, descubro que lo que Dios me ofrece si es suficiente para la necesidad pero no es suficiente para mi propio gusto, desprecio el plan de Dios y creo que mis apetencias son mejores.

La fiebre del capricho nos enferma, pone en peligro nuestra relación con Dios, va atacándonos poco a poco y nos hace más susceptibles a caer en las redes del pecado. Para ello debemos estar constantemente midiendo la temperatura de nuestra relación con Dios.

Los dos termómetros de tu relación con Dios: La gratitud y la alegría

1. ¿Soy agradecido?

Si queremos saber la temperatura de nuestra relación con Dios, empecemos por preguntarnos por nuestros propios caprichos. ¿Soy una persona agradecida con lo que he recibido de Dios?

La gratitud se vuelve escasa o tal vez inexistente en el pueblo de Dios, estas personas no sienten que tengan que agradecer, es un pueblo ingrato porque no les llegan las cosas como quisieran. Para saber si somos caprichosos es bueno hacernos esa pregunta ¿Qué tan agradecido soy?

La falta de gratitud denota siempre que el capricho se está adentrando en el corazón humano, si damos gracias pocas veces o no el número de veces que deberíamos, es porque en realidad cuando las cosas no son a nuestro gusto seguramente no las agradecemos

2. ¿Soy alegre?

Llama la atención que en el pasaje de Caín y Abel, lo primero que perdió Caín mucho antes de cometer el homicidio fue la alegría, y Dios lo llama y lo interroga y le dice: “¿Qué paso con tu alegría? ¿Por qué andas con el rostro sombrío?”

La falta de alegría es el primer síntoma de que se ha perdido la sintonía con Dios. El corazón gozoso en la voluntad de Dios, agradecido por lo que recibe de Él, es un corazón en plena sintonía. Mientras que el corazón que ya no se alegra, que empieza a volverse apagado y sombrío, muy pronto va a pasar de esa sombras a las tinieblas, y va a pasar de ese aspecto simplemente serio o ausente a otro mucho más terrible, probablemente ya de envidia como Caín, ya de lujuria como David ya de venganza como Saúl, eventualmente terminará cayendo en las redes del pecado.

Para evitar que el pecado haga nido en nuestra vida y ponga en peligro nuestra relación con Dios hay que vigilar el rostro, hay que vigilar la alegría, hay que tener control de la gratitud. No se trata de ponernos una máscara que tenga una sonrisa, se trata de utilizar esas dos actitudes, la gratitud y la alegría, como termómetros que nos permiten examinar si tenemos esa fiebre terrible que se llama capricho, ver si me he enfermado de ingratitud y esa enfermedad hay que curarla con urgencia

Realmente el pecado no sucede de manera tan inesperada como a veces uno lo describe. Una vocación, por ejemplo, no se pierde de manera tan inesperada. Normalmente lo que sucede es que se empieza a resbalar, se empieza a ceder: de las cosas pequeñas se va pasando a otras más grandes, y de las grandes a las terribles, y de las terribles a las espantosas, uno va descendiendo, uno va resbalando. Entonces, estos termómetros de la alegría y la gratitud sirven para que el corazón se despierte y me pregunte ¿qué estoy haciendo? ¿Qué está pasando conmigo? ¿A dónde voy a llegar si sigo por este camino? Esos indicadores son muy importantes, cuando estamos atentos al estado de salud de nuestra docilidad y de nuestra sintonía con Dios, indudablemente podemos tomar medidas correctivas en el momento en el que son necesarias.

¿Cómo curarme de la fiebre del capricho y mejorar mi relación con Dios?

Revisa tu comunicación con Dios. Si de repente notas que estas estresado, enojado o agotado, es una señal de que te estas comunicando menos con Dios y más con el mundo. Es algo parecido a lo que sucede con la comunicación moderna a través del teléfono celular, si por algún motivo en medio de una llamada empiezas a perder la señal, la voz se empieza a entrecortar, no entiendes lo que te dicen. Esto mismo sucede en nuestra comunicación con Dios, apenas empecemos a sentir que se está perdiendo la comunicación, quiere decir, que me he alejado demasiado de la antena, me he alejado de esa emisión de la palabra de Dios que quiere llegar a mi vida, posiblemente me he alejado de mi libro de oraciones, de la liturgia de las horas, probablemente me alejado del sagrario que me inspira tanto, me he distanciado de mi comunidad que es el lugar natural de crecimiento y de florecimiento de mi vocación.

¿Qué hacemos cuando en el celular se pierde la señal? Caminamos hasta encontrarla, vamos al lugar donde la señal se recupera. Pues eso es lo que también debemos hacer en la vida de la fe, en la vida del espíritu, si ves que la señal esta interrumpida, esta entrecortada, es el momento de dar unos pasos, es el momento de buscar plena conexión con Dios que te da vida.

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