¿Cuántas veces has rezado el quinto de los misterios gloriosos del Santo Rosario?, y ¿alguna vez te has detenido a reflexionar sobre la profundidad de este misterio?
En un pasado reciente, en infinidad de ocasiones cuando ante mis ojos se presentaba alguna bella imagen, pintura, estampa, entre otros, en las que estaba la Santísima Virgen María; había observado que en muchos de esos retratos, ella vestía una corona; de igual manera sucedía cuando rezaba los misterios gloriosos y llegaba al quinto misterio, vestigios de una religiosidad popular y de una mera devoción más no de acción; pero hasta hace un par de años que el Espíritu Santo abrió mis ojos y mi corazón e hizo que centrara mi atención en el significado de la corona que muchas veces yo he contemplado en la Celestial Princesa. Esta es la razón de ser de este artículo, una reflexión de lo que he descubierto en este tiempo sobre significado de la corona de María, la cual se encuentra contenida en el quinto misterio del Santo Rosario.
La Fiesta de Santa María Reina del Universo se celebra el día 22 de Agosto, siete días de la fiesta de la Asunción. El Papa Pio XII fue quien decretó esta verdad mariana en la encíclica Ad Caeli Reginam en 1954 (un siglo después de haberse declarado el dogma de la Inmaculada Concepción), verdad que no es un dogma, pero es una afirmación que implica la autoridad papal y la Fe de toda la Iglesia, una verdad doctrinalmente probada a lo largo de la historia y desde los inicios de la Iglesia misma.
María es declarada Reina porque es la “obra maestra de Dios”, el verdadero orgullo de nuestra humanidad. Es Reina además, porque colabora perfectamente en la instauración del Reino de Dios, ella también se ofreció por nosotros junto con Cristo en el calvario. Pero unos años antes, con su respuesta al Ángel Gabriel, María no solo inicia su participación en la historia mesiánica, sino que también entrega su ser y su vida entera al servicio del plan de Dios, lo cual queda plasmado al momento del sacrificio de Cristo.
Por tal razón afirmo que el quinto misterio del Santo Rosario posee una profundidad muy peculiar y diferente al resto de misterios marianos; además por su alto contenido escatológico (1).
“Tu descendencia y tu reino estarán presentes ante mí. Tu trono estará firme hasta la eternidad”. 2 Sam 7, 16
Dios hace una promesa a David, su trono permanecerá en su presencia firme en la eternidad. El trono de David se mantiene presente ante Dios, porque es Cristo quien gobierna el Pueblo de Dios; y María reina con Él por su maternidad.
“Entró Betsabé a ver al rey Salomón para hablarle en favor de Adonías. Se levantó el rey para recibirla y se postró ante ella; se sentó después en su trono y pusieron un trono para la madre del rey, la cual se sentó a su derecha. Ella le dijo: “Vengo a hacerte una pequeña petición, no me la niegues.” Contestó el rey: “Pide, madre mía, que no te lo negaré”. 1 Re 2, 19- 20
La herencia espiritual de la lectura de Reyes es hermosa, Salomón prefigura de Cristo y Betsabé prefigura de María. El pasaje ilustra perfectamente como es el reinado de María, ella reina como Madre, ella intercede ante Cristo, ella posee un trono celestial a la derecha de Cristo (2). El texto del primer libro de los reyes tiene especial parecido con el de las bodas de Caná, en cuanto al poder de intercesión de Betsabé y María ante sus hijos. María no solo es Reina por ser Madre de Cristo, es Reina en orden a los méritos logrados a lo largo de su vida ya que ella se mantuvo firme con Jesús en su misión en la tierra, tanto en tiempos de felicidad como en tiempos de angustia y peligro; eso le confiere a ella “poder de gobierno”; es decir, ella en dependencia de Cristo y en íntima comunión con el interviene en nuestra vida, en la vida de la Iglesia y en el acontecer del mundo (3). María es Reina porque Ahora bien, el reinado de María no solo es para nosotros un aspecto meramente contemplativo, prácticamente es el cumplimiento de las promesas de parte de Dios para con el ser humano. María no solo es Madre de Dios, también es madre nuestra por herencia (4), protectora, intercesora, auxilio, etc. María también es Reina del Universo, es Reina porque Cristo es Rey; es decir, de la realeza de su Hijo glorificado se desprende la realeza de María (5).
“En efecto, si por el delito de uno reinó la muerte por un hombre ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por uno, por Jesucristo!” Rm 5, 17
“Si nos mantenemos firmes, también reinaremos con él; si le negamos, también él nos negará” 2Tm 2, 12
“No temas por lo que vas a sufrir: el diablo va a meter a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis tentados, y sufriréis una tribulación de diez días. Mantente fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida”. Ap 2, 10
San Pablo asegura en sus cartas que en Cristo hemos obtenido la reconciliación y paz con Dios. El argumento en sencillo, si por Adán entró el pecado al mundo y por el pecado la muerte, por Jesús entró la justicia en el mundo y por la justicia la vida. Pero la sola presencia de Jesús no trae esa reconciliación para el hombre, sino lo verdaderamente significativo es su sacrificio en la cruz, por el cual todos nosotros podemos alcanzar la reconciliación y paz de Dios. El hombre puede acceder a este privilegio mediante la gracia, la cual da lugar a la conversión continua, y este continuo proceso de cambio nos introduce en la vida Fe, por la que obtenemos una vida nueva; porque Dios en Jesús no solo promete salvación, también promete vida y está vida que nos ofrece Dios tiene un culmen especial, la resurrección de los cuerpos; la cual, será la última victoria de la obra redentora de Cristo.
María ya vive el culmen de la obra redentora de Cristo, ella ha sido llevada en cuerpo y alma al cielo. Ella a pesar de no haber pecado, fue salvada por Cristo en la cruz, y su papel en el plan de salvación es fundamental. La llena de gracia es la comprobación de las promesas de Dios; en ella se cumple la esperanza salvífica de Dios que todos los que luchamos por vivir según el evangelio anhelamos (6).
“Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanme en esto, o si no, créanlo por las obras mismas. En verdad les digo: El que crea en mí, hará las mismas obras que yo hago y, como ahora voy al Padre, las hará aún mayores”. Jn 14, 11-12
El testimonio de María es vivo y eficaz, es actual y poderoso, ella amorosamente nos invita a que volvamos nuestros corazones a Cristo, ella nos invita a que nos revistamos de Cristo, a que hagamos las mismas obras de Él, porque estamos llamados a ser otros Cristos, como ella lo es. Con el SI libre e incondicional, María gana los privilegios divinos, pero ella no se conforma con eso, sino que participa activamente en la transmisión de la Fe, siendo la primera evangelizadora. Por todos sus dones y carismas, por todas sus virtudes y gracias, ella ha sido elevada a lo más alto, y su coronación como Reina del Universo es el signo más palpable de este hecho.
Para el cristiano católico, la Santísima Virgen María no debe de ser un mero objeto de contemplación y simple admiración, no debe de ser una devoción de estampas, imágenes, rezos, entre otros. Para el católico, el culto hacia María debe de ser ferviente en la esperanza, ya que de seguir su ejemplo y hacer nuestro su testimonio estaremos permaneciendo y perseverando en la vida que Cristo nos ofrece; porque María no fue coronada como Reina del cielo y de la tierra solo por ser la Madre del Dios hecho hombre, María fue coronada porque su testimonio trasciende la perfección humana y alcanza la plenitud de la perfección en Jesús. La corona de María es porque con su ejemplo nos invita amorosa y humildemente a que sigamos con fidelidad, pureza de corazón y en comunión con la Iglesia a Jesús, fruto bendito de su vientre, teniendo como garantía la Nueva Alianza, su sacrificio en la cruz, que al igual que ella, nosotros también reinaremos con Cristo al final de los tiempos (7). Quien logra entender la Coronación de la Santísima Virgen María, sabe que tiene en sus manos un medio excelente para salvar el orden social deteriorado y reestablecer de esta manera la paz perdida por el pecado, primero en sus realidades circundantes y luego logrando que esta se extienda a un entorno más amplio (8). En otras palabras, nuestra Madre, la Reina del Universo, nos invita a hacer de Cristo el Señor de nuestras vidas, que sea Él quien gobierne nuestros corazones y que nuestra misión sea la misma que dejó a sus apóstoles antes de ser elevado al cielo (9).
En la fiesta de Santa María Reina del Universo están contenidos los anhelos y esperanzas de todos los que luchamos por hacer la voluntad de Dios, REINAR CON CRISTO. Pero no se puede reinar con Cristo, sino hay un despojo de nuestro individualismo y renuncia total hacia cualquier pecado, odio, resentimiento, rencor y obra de Satanás. De seguir los pasos de Jesús me tengo que volver del “yo” al “nosotros”, que es lo que María hizo cuando dio su FIAT (si) al Ángel. Probablemente ella no sabía las connotaciones de su respuesta, pero al aceptar la propuesta del ángel hizo a un lado sus intereses, su anhelos e hizo suyos los anhelos y esperanzas de Dios. Ese es el llamado que ella nos hace cada vez que rezamos ese quinto misterio del rosario, cada vez que admiramos su corona y cada vez que exclamamos “LLENA DE GRACIA”: hacer nuestro el proyecto de amor que Dios tiene para cada uno de nosotros y transmitirlo fielmente al entorno que nos circunda, para atraer hacia su Hijo esos corazones dolidos, entristecidos y confundidos; para llenarnos de amor, plenitud y salvación.
“Por tanto, en vez de crear distancia entre nosotros y ella, el estado glorioso de María suscita una cercanía continua y solícita. Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia, y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida.
Elevada a la gloria celestial, María se dedica totalmente a la obra de la salvación para comunicar a todo hombre la felicidad que le fue concedida. Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo”