¿Por qué la mayoría ya no quiere casarse?
El miedo al fracaso pesa mucho, el miedo a amar es el mal de nuestro tiempo. Otros no quieren repetir los patrones de sus padres, no creen en el amor o se resbalaron a una relación sin pensar ni decidir. Otros muchos se dejan llevar por una obstinada propaganda que endiosa el individualismo, que dice que estar solo es lo mejor para ganar más dinero y no tener que compartirlo. Todo esto lleva a nuestros jóvenes a jubilarse de la vida en plena flor de la edad, reduciendo todo a sexo sin amor y no esperar ni planear la vida con alguien. Algunas parejas alegan motivos económicos pero esto en el fondo no es tan grave. Lo duro es que ninguna de estas situaciones ha hecho más feliz a nadie, quizá más bien lo contrario.
Hay dos modos de enfrentar el amor y en general la vida: ir resbalándose o decidir lo que uno quiere.
1. Sliding o modo resbalarse
El modo resbálese usted mismo consiste en asumir el sexo como un fin o pura relación que consiste en estar con alguien mientras le saque provecho, mientras me dé, mientras yo me sienta «a gusto». Al inicio más o menos funciona, todo amor al inicio siempre es rosa. Cada uno vive en su casa, luego se resbalan a vivir juntos, quizá porque sale más barato. Se tienen cada vez más afecto y van avanzando en la mutua entrega. Pero ésta no es fruto de una decisión explicita y deliberada sino lo que «se va dando». Las dos vidas se trenzan y si llegan los hijos, el lazo se vuelve más fuerte y romper traería más dolores de cabeza que soluciones. Los dos nunca se eligieron, no optaron. Quien se resbala se encuentra un día con una persona con la que quizá era mejor no estar, pero ya es tarde. Lo que parecía una unión libre tenía muy poco de libre pues le dejaron la decisión al tiempo, a las ganas y las hormonas. La relación se vuelve esclavizante. Quizá aparezca alguien más con quien resbalarse hacia otro lado. Y en la mayoría de los casos se resbala hacia la ruptura.
En este amor «por mientras» y «hasta nuevo aviso», ¿se piensa en los hijos? Aunque los hubiere no hay mucha responsabilidad hacia ellos: es poco responsable tener hijos en esa circunstancia. La primera responsabilidad hacia los hijos sería la de casarse, el no hacerlo refleja la inseguridad mutua, un amor ni completo. El círculo vicioso que surge hace la vida más difícil a los niños. Es inútil llamar matrimonio y vivir como matrimonio donde no hay tal. Cómo se puede salir de esta dinámica si se la pasa uno frente a la tele y las pantallas la mayor parte del día.
2. Deciding o elegir-se
El otro modo es el de escogerse deliberadamente decidir mutuamente ¿Hay que descubrir el hilo negro? A veces se nos olvida lo más evidente: amar es exactamente lo contrario de usar. El amor es sentimiento, enamoramiento, burbujeo, pero sobre todo es una decisión: procurar el bien para el otro: amistad y donación mutua. El amor se presenta por capas y muchos se quedan en la cáscara.
El matrimonio sigue siendo el terreno más seguro para el amor. En él se proyecta la vida entre dos, esto requiere de dialogo, de decisión y preparación, lo contrario de resbalarse. Por otro lado dos seres humanos no pueden lograr unión más grande que a través de la procreación de un hijo, siempre serán sus padres independientemente de cómo vayan las cosas. Lo natural es que el amor desemboque en el matrimonio y éste tenga su coronación en la procreación y la educación de los hijos, a eso se le llama familia y las familias son las que realmente construyen la sociedad. Porque en la familia uno está volcado a los demás.
En todo esto la boda es esencial: es un momento que acredita el mutuo amor. Es una meta en la vida pero sobre todo es un punto de partida para un proyecto en común: hacer al otro el proyecto de mi vida, mi empresa y el jardín que estoy llamado a cultivar. La boda es una promesa y en esa promesa va la semilla de toda una vida entre dos. Dura un rato pero refleja una vida entera. Le da al matrimonio el carácter público y religioso que necesita: ¡no estamos solos, Alguien nos acompaña en esta historia!
¿Nos casamos siempre con la persona equivocada? En el matrimonio hay dudas y certezas, crisis e ilusiones, discusiones, problemas económicos y grandes satisfacciones… retos que vencer con un proyecto mutuo. La persona ideal no está al inicio sino al final de una vida entre dos.
Hay que cuestionarse en serio, cada uno, si el modelo individualista, desechable y hedonista que nos presenta la sociedad realmente nos hace felices. Los seres humanos somos esos animales raros hechos para recibir y sobre todo para dar, es decir para amar. Amar es sobre todo dar-se. El individualismo y la mentalidad usa y tira lleva siempre al miedo de ser usados como servilletas de papel. La obsesión por el placer produce solo tristeza y vacío como las resacas. En el fondo producen una sociedad más dominadora y prepotente, más insegura.
Todos estamos hechos para amar. Pero ni el matrimonio es para todos, ni cualquier unión es un matrimonio. Resbalarse por inercia es siempre más cómodo, pero es la autopista directa a la infelicidad. Hay que meter en la cabeza a nuestros niños y jóvenes que amar es posible, pero requiere orden y preparación, que mejor entregarse. Y a quien se ha resbalado: ¡siempre hay esperanza, siempre se puede amar!
Estos son en el fondo los grandes temas y preocupación del Sínodo de los Obispos que se celebra en Roma en estos días, la Iglesia no podría estar lejos de las familias. Porque la Iglesia no es el papa o los curas o quién sabe quién, la Iglesia la hace cada una de las familias, en la vida diaria con sus retos y esperanzas cotidianos, siendo Ella misma una gran familia de familias.