viernes, marzo 14, 2025
Inicio Blog Página 88

ES TIEMPO DE ALLANAR LOS CORAZONES ÁSPEROS

0

ES TIEMPO DE ALLANAR LOS CORAZONES ÁSPEROS :
Jorge Valdés fue líder del narcotráfico mundial en los años setenta. A los veintitrés años ganaba tres millones de dólares mensuales. Pronto tuvo mansiones, barcos, aviones privados, armas y todo el placer que quiso. Un día lo capturaron y encarcelaron. Tras años de prisión y una profunda conversión espiritual, Jorge resume hoy su experiencia con estas palabras: «el ser humano viene a la tierra con un “hoyo” dentro de sí, que nada puede llenar; sólo Jesucristo».

Para rellenar ese hoyo, Juan Bautista sugiere una obra de ingeniería. Consiste en mejorar los caminos del corazón para que Jesús pueda entrar y caminar con plena libertad. Según el profeta Isaías, a quien Juan cita, la obra consta de cuatro trabajos: rebajar los montes, rellenar los valles, enderezar lo tortuoso y allanar lo áspero.

Es frecuente que, con el paso del tiempo, se vayan formando montañas de orgullo, vanidad y autosuficiencia en nuestro corazón, haciéndolo intransitable. El orgullo consiste en creerse o sentirse más que los demás; la vanidad, en preocuparse excesivamente por la propia imagen; y la autosuficiencia, en una actitud de excesiva autonomía, independencia e individualismo. Para rebajar los montes y colinas hay que trabajar en la humildad. Hay que echar mano de poderosas excavadoras, como son la mansedumbre, la sencillez y la apertura a los demás.

Un valle es una depresión topográfica. Los «valles del corazón» son la tristeza, la frustración, la insatisfacción y los complejos. Rellenar los valles significa trabajar en la ilusión, en la alegría, para no permitir que las adversidades agrieten nuestro interior. Es cierto que los ríos de la vida, que arrastran de todo, erosionan y hieren el corazón. Con la ayuda de la gracia, sin embargo, podemos siempre rellenar esas hendiduras, sanar esas heridas.

Los caminos del corazón no siempre son rectos. A veces se presentan intenciones torcidas, impurezas y malquerencias. Es preciso enderezar esos caminos: rectificar las intenciones, purificar los afectos, corregir las malas inclinaciones. Sólo los puros «verán a Dios», dice la bienaventuranza. Un corazón puro es de una pieza, nítido y transparente; es un corazón sin repliegues ni complicaciones ni enredos.

El último trabajo de ingeniería que requiere el corazón es «allanar los áspero». Las asperezas se muestran en el trato y la cara que damos a los demás. A veces somos rudos, desconsiderados, impacientes y secos. Otras veces, nos dejamos llevar por la ira, el rencor o la sed de venganza. La ingeniería interior tiene como objetivo dulcificar el corazón; aplanarlo para hacerlo más suave y bondadoso. La Navidad suele ser un tiempo de mayor convivencia familiar. Conviene cuidar de modo especial las palabras y el trato mutuo para crear un ambiente de armonía y cariño.

Obviamente, esta obra de ingeniería interior resulta imposible sin la ayuda del Espíritu Santo. Para nuestra fortuna, Él ya está trabajando; de día y de noche, y con maquinaria pesada. No nos desalentemos si sentimos que la obra es demasiado grande y nuestro progreso, demasiado lento. Invoquemos al Espíritu Santo, el gran artífice de nuestra santificación, para que, con su ayuda, terminemos la obra a tiempo y logremos un corazón bien dispuesto para recibir al Señor.

María es experta en obras y trabajos del corazón. Ella, como buena madre, conoce muy bien el nuestro y sus necesidades. Encomendemos a Ella esta obra interior. Especialmente en la inminencia del inicio del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Sintamos la presencia de aquella que es la Madre de la Misericordia. Ella intercede por la conversión de cada uno de sus hijos y dirige, como buena ama de casa, todos los trabajos del corazón.
www.radiocristo.com

La devoción a la Inmaculada

0

La devoción a la Inmaculada :
“¿Quién es esta, que se levanta como la aurora, que es hermosa como la luna, y resplandece como el sol?”, proclama la Iglesia. La tierra y el cielo, la Iglesia entera, celebra gran fiesta, y nosotros también. Esta fiesta se extendió desde Oriente donde comenzó, por muchos sitios desde el siglo VII, y desde el siglo XIII ya se vivió como fiesta por todo el pueblo cristiano.

La Virgen no padeció mancha de pecado alguno, ni el original que nos legaron Adán y Eva, ni otro alguno. En este misterio celebramos que quedó constituida libre del pecado original desde el primer instante de su vida. Ella es la «plena de gracia», en virtud de un singular privilegio de Dios y en consideración de los méritos de Cristo. Fue constituida libre de cualquier egoísmo y atadura al mal. Convenía que la que tenía que ser Virgen María fuera la maravilla de la creación, la obra maestra.

Nos conviene contemplar a la más perfecta, la más bella de las mujeres. “Tota pulchra est Maria”: es la criatura más hermosa que ha salido de la mano de Dios. Reina del cielo y de la tierra, es superior por su gracia a todos los ángeles. Fue en 1854 cuando Pío IX dijo en la Bula “Ineffabilis Deus: “Declaramos, Proclamamos y Definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”. Muchos pueblos sienten la devoción a la Inmaculada como algo muy suyo, basta pensar las imágenes que presiden muchas iglesias, grandes obras de arte del renacimiento o del barroco (por citar algunas, en escultura “La cieguecita”, de Juan Martínez Montañés y la “Virgen de la Oliva” en Lebrija, de Alonso Cano; en pintura, las de Murillo lo resumen todo); la devoción a la Inmaculada atrae a los jóvenes a cantarle (como en el caso de la imagen de Sevilla, que está al lado de la catedral), y también recuerdo la fiesta que se organiza en la plaza de España en Roma, donde el Papa Juan Pablo II solía ir a visitar piadosamente rodeado de multitudes, ante otra Inmaculada, también coronando una columna.

Esta devoción abarca aspectos muy cotidianos, como la costumbre de tantos sitios de saludarnos al entrar a una casa, con un: “ave María purísima”; y la respuesta de quien nos recibe dentro: “sin pecado concebida”. Es también muy bonito emplear este saludo inicial al ir a confesar. Y qué alegría oírlo cuando se oye o ve algo malo, que ofende el buen sentir, como un modo de reparar a la Virgen, de rectificar con amor aquella falta de amor…

También –y eso siglos antes de la proclamación dogmática – con juramentos proclamaban los ayuntamientos la fe en la Inmaculada Concepción, asimismo no se podía ser doctor en las universidades de Salamanca, Hispalense y otras muchas, si no se juraba como requisito defender esta verdad, al recibir el título universitario se hacía testimonio de esta fe.

En fin, que es devoción muy popular y muy arraigada. El corazón del pueblo cristiano -guiado por el espíritu Santo- tiene razones profundas, es el “sensus fidei”, el sentido de la fe. No serán razones muy razonadas, sino la expresión sencilla de la verdad, del corazón, el buen hijo que demuestra el amor a su madre. Como decía san Josemaría Escrivá, ¿como escogeríamos a nuestra Madre si hubiésemos podido hacerlo? Hubiéramos escogido la que tenemos, llenándola de todas las perfecciones y gracias. Así lo ha hecho Dios.

Convenía que la que tenía que ser Madre del Hijo de Dios fuera liberada del poder de Satanás y del pecado, de aquel pecado original que se borra por el bautizo. Por esto, debemos hacer propaganda de bautizar los niños cuanto antes, los padres tienen derecho, y los niños lo necesitan como el pecho de la madre para poder alimentarse. ¿Cómo vamos a decir a un niño que escoja tomar alimento cuando sea mayor? Sería una aberración, pues la madre quiere darle lo mejor, por eso le da alimento, y por eso le da la fe del bautismo por la que somos hijos de Dios. Este aniversario nos recuerda también la batalla que hay en el mundo a favor de la vida: Santa Ana concibe su hija María, y no la rechaza, como hacen muchos hoy dejándose llevar por una cultura del egoísmo y de la muerte: la recibe en sus entrañas como un don de Dios, recibe un tesoro privilegiado, recibe el don de la vida, que es sagrado. Y pensar que algunas personas están ciegas ante este don… Por esto nos viene tan bien la devoción a la Inmaculada: nos humaniza, nos hace más delicados en el amor.

Los personajes del Adviento

0

Los personajes del Adviento :
En la liturgia de Adviento, la Iglesia deposita su mirada principalmente sobre cuatro grandes figuras bíblicas (Isaías, Juan Bautista, María y José), que le ayudan a vivir este tiempo con autenticidad.

En la liturgia de Adviento, la Iglesia deposita su mirada principalmente sobre cuatro grandes figuras bíblicas (Isaías, Juan Bautista, María y José), que le ayudan a vivir este tiempo con autenticidad.

Isaías. El primer personaje es el que muchos autores antiguos llaman el evangelista del Antiguo Testamento. Se lee durante el Adviento según una costumbre presente en todas las tradiciones litúrgicas, ya que él expresa con gran belleza la esperanza que ha confortado al pueblo elegido en los momentos difíciles de su historia. Esperanza que brota de la fe, tal como recuerda Benedicto XVI: «El profeta encuentra su alegría y su fuerza en la Palabra del Señor y, mientras los hombres buscan a menudo la felicidad por caminos que resultan equivocados, él anuncia la verdadera esperanza, la que no falla porque tiene su fundamento en la fidelidad de Dios» (Ángelus, 12-12-2010).

Es el profeta más citado por los escritores del Nuevo Testamento, ya que habla tanto de la gloria del Mesías como de los sufrimientos del siervo de YHWH, que traerán la salvación al pueblo. En Adviento, de él se toman la mayoría de las primeras lecturas de la misa (tanto ferial como dominical) y del Oficio de Lectura. Estos textos son un anuncio de esperanza para los hombres de todos los tiempos, independientemente de las circunstancias concretas que les toque vivir. Todos ansiamos un tiempo en el que las víctimas del egoísmo encuentren justicia, en que las armas se transformen en instrumentos de trabajo y los pueblos vivan unidos.

Al mismo tiempo, Isaías invita a no permanecer con los brazos cruzados, a preparar activamente el camino del Señor, a hacer posible su venida al mundo: «Preparad el camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale» (Is 40,3-4). Estas palabras serán el corazón del anuncio de san Juan Bautista. La Iglesia las repite en las oraciones de Adviento. El Señor viene, pero quiere que le preparemos el camino abajando los montes del orgullo y rellenando los valles de la indiferencia, enderezando los comportamientos que se han desviado, igualando los derechos de todos. La salvación será un don de Dios en Cristo, pero Él quiere que nos dispongamos convenientemente y, de alguna manera, la adelantemos con nuestras buenas obras.

Juan Bautista. Es el segundo personaje de Adviento, cuya historia se lee los domingos segundo (en sus tres ciclos) y tercero (ciclos a y b) y los días feriales (desde el sábado de la segunda semana hasta el viernes de la tercera). Las lecturas patrísticas del segundo y tercer domingo, tomadas de Eusebio de Cesarea y de san Agustín, reflexionan sobre su mensaje. Su ayuno, su ascetismo y su oración en la soledad del desierto son un estímulo para los que quieren acoger al «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). Bien encarna, por lo tanto, el espíritu de Adviento.

Juan es el punto de unión entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre las promesas y su cumplimiento. Es el último de los profetas de Israel (Anuncia, como ellos, la llegada del Mesías, invitando a la conversión) y el primero de los evangelistas (Da testimonio de que el Mesías ya ha venido, señalándolo entre los hombres). Después de varios años de retiro y soledad, comenzó su tarea de predicación. Muchos lo escucharon y se acercaron al río para participar en el rito penitencial que él proponía. Insistía en que la urgencia de la conversión estaba motivada por la llegada inminente del reino de Dios, tantas veces anunciado por los profetas. Supo reconocer al Mesías y dar testimonio de Él.

Quizás su testimonio más significativo sea el que da poco antes de morir, cuando manda mensajeros a preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?» (Lc 7,19). La franqueza de la pregunta es la garantía de su seriedad. Juan se encuentra al final de su existencia, caracterizada por las privaciones. Vivir de saltamontes y miel silvestre en el desierto no tiene nada que ver con las excursiones turísticas a los lugares santos o con las idealizaciones de las personas devotas. Él lo ha hecho sostenido por el convencimiento de una misión divina. Ahora todo parece hundirse, ya que Jesús no respondía a las expectativas de Juan.

La respuesta de Cristo sirve para confirmarle en la fe y para ponerle un nuevo reto: «Contad a Juan Bautista lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia el Evangelio, y ¡dichosos los que no se escandalicen de mí!» (Lc 7,22-23). Efectivamente, se han cumplido las palabras de Isaías, que indicaban las señales de los días últimos. Si el bien vence sobre el mal y la buena noticia se anuncia a los anawin, al resto humilde de Israel que confiaba en las promesas de Dios y esperaba su realización, es porque han llegado los días de la salvación.

Cuando los embajadores de Juan se retiran, Jesús dice que éste no era «una caña batida por el viento», es decir: un hombre sin raíces ni convicciones, sino un profeta, «e incluso más que un profeta». Juan conocía las obras de Jesús, pero en cierto momento duda de que Él se ajustara a la figura de Mesías que sus contemporáneos esperaban, por lo que corre el riesgo de «escandalizarse». Efectivamente, con Jesús irrumpe en el mundo la novedad de Dios, que cumple las promesas del Antiguo Testamento superándolas, que va más allá de nuestras expectativas, que rompe nuestros esquemas, que nos obliga a hacernos pequeños para ver, más allá de las apariencias, los signos que muestran que Jesús es el que vino, el que vendrá, el que está viniendo.

Jesús invita a creer no solo cuando Dios se adapta a nuestras ideas sino, especialmente, cuando las rompe. Precisamente Juan Bautista, que dará el testimonio supremo al derramar su sangre, se convierte en figura de Jesús, que nos salva por medio del anonadamiento y del don total de sí. El Adviento de Dios sigue aconteciendo en la humildad. Él viene a los corazones de aquellos que no se dejan escandalizar por el hecho de que Dios no se presente como ellos deseaban. Viene a los corazones de los que están abiertos a la perenne novedad de Dios, que nunca se encierra en los pensamientos y deseos de los hombres, por muy nobles que sean.

María. El Vaticano II recuerda que en María confluyen las esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento: «Con ella, excelsa Hija de Sión, tras larga espera de la promesa, se cumple la plenitud de los tiempos y se inaugura la nueva Economía, cuando el Hijo de Dios asumió de ella la naturaleza humana para librar al hombre del pecado mediante los misterios de su carne» (LG 55). María es modelo excelso de las actitudes propias del Adviento: la confianza en la Palabra de Dios, que cumple sus promesas, y la disponibilidad para acoger al Señor que viene. Por eso, Benedicto XVI la llama «Mujer del Adviento» (Ángelus 28-11-2010) y la propone como modelo para este tiempo litúrgico. Pablo VI, en su encíclica sobre el culto mariano, indica la profunda relación existente entre el Adviento y María: «La liturgia de Adviento, uniendo la espera mesiánica y la espera del glorioso retorno de Cristo al admirable recuerdo de la Madre, presenta un feliz equilibrio cultual que puede ser tomado como norma para impedir toda tendencia a separar el culto a la Virgen de su necesario punto de referencia: Cristo. Resulta así que este periodo, como han observado los especialistas en liturgia, debe ser considerado como un tiempo particularmente apto para el culto de la Madre del Señor» (Marialis Cultus, 3-4).

De hecho, en las misas de Adviento, María está presente en los textos bíblicos y en las oraciones, subrayando el paralelismo Adán-Cristo y Eva-María, muy común en los Santos Padres. Los textos de la liturgia de las horas también la citan e invocan desde el principio. Ya al final del Adviento, la figura de María se une de una manera indisoluble con el cumplimiento de las promesas y la llegada del tiempo esperado. En el Oficio de Lectura se proponen dos importantes textos de san Ireneo (sobre Eva como antitipo de María) y del beato Isaac de Stella (sobre María como tipo de la Iglesia).

Las actitudes de María se convierten en el modelo que los cristianos deben seguir para vivir el Adviento: su fe, su silencio, su oración, su alabanza agradecida al Padre, su disponibilidad a la voluntad de Dios y al servicio. Las fiestas de la Inmaculada, de Nuestra Señora de Guadalupe y de Nuestra Señora de la Esperanza, celebradas en el corazón de este tiempo litúrgico, subrayan aún más la relación de María con el Adviento, tal como recuerda la Congregación para el Culto Divino: «La Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fontal al nacimiento de Jesús, se armoniza bien con algunos temas principales del Adviento: nos remite a la larga espera mesiánica y recuerda profecías y símbolos del Antiguo Testamento, empleados también en la liturgia del Adviento […] La fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre) acrecienta en buena medida la disposición para recibir al Salvador» (Directorio, 102).

José. Terminemos esta reflexión recordando a san José, especialmente presente en los evangelios de los días anteriores a la fiesta de Navidad. Ciertamente, José y María vivieron de una manera única el tiempo de la espera y del nacimiento de Jesús. Como subraya Benedicto XVI, dos aspectos hacen de san José uno de los personajes importantes del Adviento y de toda la historia de la salvación: su descendencia davídica (que él transmite a Jesús) y su condición de justo.

Respecto al primer punto, recuerda que José pertenece a la estirpe de David (cf. Mt 1,20). En cuanto que Jesús es legalmente el «hijo de José» (Lc 4,22), puede reclamar para sí el título mesiánico de «hijo de David» (cf. Mt 22,41-46), dando cumplimiento en su persona a las promesas hechas a su antepasado: «Mantendré el linaje salido de ti y consolidaré tu reino» (2Sm 7,12ss). El Pontífice afirma que, «a través de él, el Niño resultaba legalmente insertado en la descendencia davídica y así daba cumplimiento a las Escrituras, en las que el Mesías había sido profetizado como “hijo de David”» (Ángelus, 18-12-2005). José es el anillo que une a Jesús con la historia de Israel, desde Abrahán en adelante, según la genealogía de Mateo (1,1-16), y con las esperanzas de toda la humanidad, desde Adán, según la genealogía de Lucas (3,23-38).

Respecto al segundo punto, cuando la Escritura llama «justo» a José quiere decir, ante todo, que es un hombre de fe, que ha acogido en su vida la Palabra de Dios y su proyecto sobre él. Como Abrahán, ha renunciado a sus seguridades y se ha puesto en camino sin saber adónde iba, fiándose de Dios. En este sentido, el Papa recuerda que José es «modelo del hombre “justo” (Mt 1,19) que, en perfecta sintonía con su esposa, acoge al Hijo de Dios hecho hombre y vela por su crecimiento humano» (Ángelus, 18-12-2005). De esta manera, vive las verdaderas actitudes del Adviento: la fe inquebrantable en la bondad de Dios, la acogida solícita de su Palabra y la obediencia incondicional a su voluntad. Por eso, añade el Papa, «en él se anuncia el hombre nuevo que mira con fe y fortaleza al futuro, no sigue su propio proyecto sino que se confía a la infinita misericordia de Aquel que cumple las profecías y abre el tiempo de la salvación» (Idem).

Hablando de la relación entre san José y el Adviento, Benedicto XVI reflexiona sobre el silencio del santo Patriarca, manifestación de su actitud contemplativa, del asombro ante el misterio de Dios. Siguiendo su ejemplo, nos invita a vivir este tiempo en actitud de recogimiento interior, para meditar la Palabra de Dios y acogerle cuando viene a nuestra vida: «El silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino la plenitud de fe que lleva en su corazón y que guía todos sus pensamientos y todos sus actos. Un silencio gracias al cual san José, al unísono con María, guarda la palabra de Dios, conocida a través de las sagradas Escrituras, confrontándola continuamente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración constante, oración de bendición del Señor, de adoración de su santísima voluntad y de confianza sin reservas en su providencia» (Ángelus, 18-12-2005).

La virtud de la Piedad

0

La virtud de la Piedad :
El Espíritu

De la conciencia moral se pasa a la genuina experiencia religiosa del hombre. Lo que promeramente define al hombre no es su libertad sino su dependencia de Dios. Una persona que arrastra una fe frágil se torna frágil ella misma; por lo contrario el pensamiento profundo y amable de la paternidad de Dios, de Jesucrito como un verdadero amigo, de María como nuestra madre, cambia completamente la vida, naciendo en el fondo del alma una fuerte seguridad.

Formación Espiritual

El área de formación más importante y decisiva para un cristiano es la formación espiritual. Por lo tanto, se trata de una formación vivencial más que intelectual; es la experiencia del amor:comienza por al amor a Dios y a los hombres, y termina en ese mismo amor fortalecido y perfecciondo. Comenzar amando para terminar amando aún más.

Cuentan que un joven ateo entró un día a una iglesia católica para ver qué es lo que hacían ahí. En ese momento celebraban la Santa Misa y el joven se preguntaba qué pasaba. Una persona la empezó a explicar el sentido de cada parte de la misa y al momento de llegar a la comunión le dijo que esas personas se acercaban para recibir a Dios en el sacramento de la comunión. El joven se quedó pensativo, después preguntó: Si los católicos realmente creen que en esa hostia está su Salvador, ¿cómo es podible que tantos se quedan sentados sin recibirla?

Éste es un gran peligro que tenemos los católicos, podemos quedarnos con una fe pequeña, de tradición y no una fe viva y operante que nos lleve a conocer cada vez más a Cristo, a amarle más y a imitarle en cada momento. No hay mejor señal de que nuestra vida espiritual va por buen camino que la transformación de nuetra persona para parecernos un poco más a Cristo.

Señales de Peligro

Dureza de Corazón: Nos importa sólo nuestros propios intereses. Únicamente hay lugar para lo que nos conviene a nosotros; no queremos incomodarnos en nada para ayudar a los otros;no nos duele lastimar a Dios.

Dejarnos llevar por los sentimientos: El verdadero amor se demuetra con las obras y no tanto con las buenas intenciones y sentimientos.

Soberbia y orgullo: Es una actitud de ponerse por encima de Dios y de los demás. Nos lleva a vivir los propios caprichos y no queremos que nada ni nadie nos estorbe.

Superficialidad y materialismo: ata el corazón y no lo deja elevarse a lo espiritual porqu estamos preocupados por la scosas materiales y muchas veces no esenciales.

Egoísmo: pensar primero en uno mismo

Pereza: No permite que haya constancia en nuestro compromiso con Cristo. Nos dejamos llevar por lo más fácil y cómodo.

Virtud de la Piedad

La piedad es una virtud que nos hace sentir profundamente hijos de Dios. Nos presenta a Dios como Padre bueno y amoroso, y no sólo como soberano y dueño. Hace que el corazón se dilate de amor y de confianza en Él.

También nos hace tener una tierna devoción a las personas y a las cosas de Dios.
• A la Santísima Virgen modelo más acabado de la nueva creatura surgida del poder redentor de Cristo.
• A los ángeles y a los santos.
• A la sagrada Escritura.
• A la Iglesia
• Al sumo Pontífice ( Papa)
• A los instrumentos de Dios (sacerdotes, religiosas, etc…)

Y nos hace tener un sentimiento de fraternidad universal hacia todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Dios Padre que está en los cielos.

Para que la piedad sea sólida, no debe fundarse en vanos formulismos ni en estados emocionales, sino en una fe honda y robusta y en una actitud de filial amor , confianza y adoración a Dios.

Esta vivencia tiene su centro vital en Cristo y su fuente principal en el Evangelio. Pero esta vida espitual tiene un proceso dinámico: va del conocimiento al amor y del amor a la imitación; quien ha conicodo y ama a Cristo, experimenta el deseo ardiente de comunicarlo a los demás, y su mejor medio de comunicación es el propio testimonio.

Proceso dinámico en la vida espiritual

Tratemos de explicar un poco más en qué consiste este dinamismo.

• Conocer a Cristo: hay que ayudar a los chicos a encontrarse con Cristo, con el Cristo vivo y real que se acerca a nosotros a través del Evangelio, que se hace presente en la Eucaristía y que se comunica con nostros en la oración. Enseñarles a conocer sus criterios, su manera de pensar, de sentir, de querer. Para esto es preciso que sepaspresentar un Cristo atrayente, el auténtico Cristo que es capaz de conquistar a qualquier persona.

• Amar a Cristo: el conocimiento personal es la puerta del amor. Hay que enseñar a tus hijos a vivir su vida diaria en un clima de amistad íntima y profunda con Jesucristo.

• Imitar a Cristo: quien ama piensa en el amado, busca estar con él. Enseñarles a mirar siempre a Cristo ocmo modelo; basta hacer referencia a él cuando queremos ilustrarles una virtud, cuando les corregios y les aconsejamos que él sea siempre su meta, su modelo de vida.

Medios para la formación espiritual

Existen algunos medios en los que se apoya todo proceso de formación espiritual. Son medios que van modelando nuestra personalidad, nos acercan a Dios, modelan nuestro corazón de apóstoles, nos abren a los valores del espíritu y nos sostienen en nuestro camino de santificación. Lejos de ser una añadidura que “roba tiempo”,las siguientes son necesidades profundas y exigencias normales de una auténtica vida Cristiana.

• La oración

Es fuente de luz, ella robustece la fe. La oración es generadora de amor, en ella la voluntad se identifica con el querer de Dios. La oración es vigorosa promotora de acción, en ella Dios nos llena de celo en su servicio y en la entrega a los demás.

Es importante aprender a rezar, buscarle el gusto a la oración. Se trata de un diálogo íntimo y personal con Dios que ilumina y robustece en la mente, en la voluntad y en el corazón, la decisión de identificarse con la voluntad de Dios. No podemos llenar el día de actividades, estudio, trabajo, diversiones, y darle a Dios las migajas de nuestro tiempo.
Es necesario también orientar a los chicos para que quieran orar, que aprendan a hacerlo y oren de hecho. Un hogar Cristiano debe ser una escuela de oración. Es importante que los papás enseñen a los hijos a orar especialmente en temprana edad, dirigiéndoles , por ejemplo, la acción de gracias después de la comunión, las oraciones de la mañana para ofrecer el día y al acostarse para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas, bendecir los alimentos…
¿Cuáles son los momentos que tenemos para la oración? Definitivamente, no existe tiempo o un lugar exclusivo para orar, puede hacerse siempre que se desee; sin embargo, es conveniente tener algunos momentos determinados que ayudan aformar el hábito:
• Ofrecer con gozo al Señor cada nuevo día
• Leer un pasaje del evangelio para concoer más a Cristo
• Rezar un misterio o el Rosario completo a María
• Comulgar siempre que te sea posible
• Asistir a Misa todos los domingos
• Acercarte con periodicidad a la confesión, movido por el espíritu de arrepentimiento y el deseo de conversión, haciendo de la confesión un encuentro personal con Cristo misericordioso.
• Hacer un avisita a Cristo en el Sagrario
• Dar gracias a Dios por la noche, por el don de la vida, de la fe, de la perseverancia y pedir perdón por lasfaltas que haya ofendido su corazón.
En un salón de clases se pueden encontrar también estos pequeños sagrados momentos.

Vida liturgica y sacramental

Se trata de ayudar a los alumnos a comprender los sagrados ritos y a participar en ellos con toda el alma (misa, periódos litúrgicos importantes Adviento, Navidad, Cuaresma, semana Santa, Pascua…; los sacramentos principalmente la Eucaristía y la Confesión). Esto se vuelve cada vez más importanteen la edad adolescente y en la juventud. Es normal que en su proceso de maduración pidan explicaciones acerca de todo y que surjan inquietudes espirituales. No hay que tener miedo a enaeñar la fe como es, es el momento ideal para ayudarles a comprender la importancia y la vivencia de estos actos para que los vayan aceptando e interiorizando con mayor firmeza, y estos resortes espirituales saltarán cuando ellos más lo necesiten.

Sacramento de la confesión

El amor a la Eucaristía es la manifestación de nuestro aprecio por el don que Cristo nos hace de sí mismo. Cristo desde el sagrario, forma el carácter y las virtudes, consuela a los afligidos, fortalece a los débiles… Crsito estáahí, esperándonos siempre que vayamos a visitarlo.

La recepción frecuente del sacramento de la confesión nos ayuda a conocernos más a nosotros mismos, a aumentar la delicadeza de conciencia y fortalece la voluntad para no volver a caer en pecado. Es muy importante prepararse para recibir este sacramento a través del examen de conciencia y el deseo de reparar el corazón de Jesús, de tal manera que hagamos del sacramento de la confesión un verdadero encuentro con el amigo, un encuentro personal lleno de fe y de sencillez, para que sea fuente de renovación interior y progresiva unión con Dios.

Examen de conciencia

Es un medio excelente de conocimiento personal. Todo comerciente necesita hacer sus cuentas y sacar sus conclusiones necesarias para prosperar en el futuro, así debe ser nuestro trabajo espiritual. Un trabajo consciente en la vida espiritual también pide detenerse unos minutos cada día para hacer un balance personal y constatar los progresos o deficiencias personales en la relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás. ¿De qué debemos examinarnos? De todo lo importante en nuestra vida: fidelidad a nustros compromisos con Cristo, a nuestras oraciones, nuestra entrega a los demás, nuestra caridad, obediencia, generosidad, fidelidad a la conciencia, el trabajo , el estudio, el aprovechamiento del tiempo, las faltas de omisión, etcétera.

Virtudes teologales

La fe ha de dar sentido a nuestra vida, debe iluminar nuestro camino hacia el destino eterno; sólo ella nos brindará la fuerza necesaria para superar los obstáculos y las dificultades. La fe no es un mero sentimiento de la presencia de Dios; la fe es mucho más: “…es caminar, sufrir, luchar, caer y levantarse, tratando de ser fiel a un Dios que me llama y a quien no veo…Para mí creer es sobre llevar con alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios y confiar en él”. La esperanza nos da la seguridad que sólo puede dar la palabra de Dios y la certeza del triunfo. Es confiar plenamente en la omnipotencia de Dios. La caridad nos lleva a responder al amor de Dios. Es el primero y más grande de los mandamientos: “Amarás al Señor contodo tuc aorazón, con toda tua alma y con todas tus fuerzas, y a prójimo como a ti mismo”.

Devoción a la Santísima Virgen

Cultivar hacia ella una tierna devoción. Que no pase un día que tengamos un rato de conversación y trato íntimo y filial con ella nuestra madre del cielo.

Aunque todos estos son medios importantes en nuestra vida espiritual, no podemos olvidar que lo fundamental es el cultivo de lavida de gracia, es decir la amistad con Dios que sepierde ante la presencia del pecado mortal en el alma. Sobre ella, el padre Marcial Maciel, fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo, dice: “La vida de Gracia es el medio por el que el cristiano se une a Cristo como el samiento a la vid y por el que la vida de Cristo se manifiesta en nuetro cuerpo mortal. Cultívenla con cuidado y vívanla como un aespecial relación de amistad con Jesucristo.Procuren apreciarla, valorarla y agradecerla sinceramente. Esfuércense por desarrollarla para que dé frutos de vida cristiana y de buena sobras.”

Cuando los hijos son pequeños, se les deba hablar de Dios, pero a medida que crecen se les debe hablar más de Dios y hablarle a Dios de nuestros de ellos.

Como formar en esta virtud

• Antes que nada el testimonio. Enséñale con tu testimonio a darle el primer lugar a Dios: misa, confesión frecuente, rezar con fervor…
• Particiaren algún retiro donde se hable de Dios y de la necesidadque tienen los hombres de este amor.
• Hacer misiones en dond etengan que hablar de Dios, de su fe.
• Dar realce a tiempos litúrgicos, viivendolos profundamente ya sea en el salón de clases o en casa.
• Fomentar en ellos la generosidad, enseñar a dar a los demás , a la Iglesia, un poco de su tiempo, del esfuerzo, de su colaboración también material.
• Hacer vida lo que se cree
• Hablar con aquel a quien creemos y que sabemos que nos ama.
• El cultivo de la vida de gracia en todo momento: los chicos especialmente adolescentes son muy sensibles al tema de la amistad, cuando comprenden que Cristo es un amigo, harán todo lo posible por no traicionar esta amistad. Ellos comprenden perfectamente esto. Para ello deben hacer la experiencia del amor de Cristo.

Algunos propósitos

Te presentamos algunos propósitos que puedes trabajar con los alumnos estas semanas

Primera semana: Buscar un momento donde le ayudes a prepara una buena y sincera confesión, ayúdate de una guía y buscando sobre todo que sea un encuentro con el amigo.

Segunda semana: leer un pasaje del evangelio para conocer cómo era Jesús, cómo hablaba, ómo trataba a los demás… Comentarlo con ellos

Tercera semana: hacer una semana de oración y pequeños sacrificios por la Iglesia, por el Papa, por las personas que más lo necesitan.

El Dinero y Tú

0

El Dinero y Tú :
Si algo tenemos muy claro desde temprana edad, es que contar con medios económicos es a lo que debemos aspirar, en muchos casos, no sólo porque nos da la posibilidad de cubrir muchas de las necesidades básicas, también nos da acceso a ciertos privilegios y para algunas personas, significa además, sentir que son respetados y poderosos.

El dinero y tú

El valor que le damos al dinero, así como la forma en que nos vamos a relacionar con él, depende de lo que hemos aprendido en casa, del mensaje que nuestros padres principalmente nos han mandado al respecto, si es o no importante, si nos suma importancia o tiene poderes limitados. Por otro lado, influye en los hábitos financieros, como gastamos, distribuimos y ahorramos el dinero.

Según Mario Pérez Ladrón de Guevara, autor del libro «Tu relación con el dinero», a partir de los cuatro años somos capaces de identificar que el dinero se cambia por algún bien y que poseerlo nos proporciona beneficios. A partir de este momento, empezamos a observar cómo es que nuestros padres se desenvuelven en este campo, lo que comentan, cómo lo ganan, lo distribuyen y su reacción con respecto a él.

Por eso no es raro que cuando un niño vive con padres que se sienten superiores a otros por disfrutar de una posición económica holgada y tienen actitudes hostiles o prepotentes con otras personas con menor capacidad monetaria, él tienda a repetir los mismos patrones, para ser más claros, el hogar es el lugar más importante donde se adquieren conocimientos y se inculcan valores, a este respecto.

“La forma en que nos relacionamos con él tiene que ver con la psicología individual, pues tenemos una programación hacia el dinero que es aprendida y otra que tiene que ver con la psicología y nuestra forma de ser, la manera en que manejamos las propias emociones, una persona ansiosa difícilmente podrá ser controlada con el dinero o alguien que ha sido tacaño no podría de un momento a otro gastarlo con libertad, todo esto influye en cómo se configura esta predisposición a actuar con él”, explica el autor.

¡Ven a mí!

Siempre es buen momento para recapitular y cambiar actitudes, por lo que si el dinero no ha llegado a nuestras manos de la manera en que lo deseamos o bien, el tenerlo ha alterado la percepción que tenemos del mundo y de las personas, o nos hemos relacionado con él de una manera mezquina, hay que considerar que “para atraer la abundancia se ha encontrado que la intención que pones y la actitud para alcanzar tu objetivo, son determinan porque es lo que te permite tener la mente abierta para reconocer tus áreas de oportunidad, así es más factible que te ocurran las cosas”, recomienda Mario Pérez Ladrón de Guevara.

Y agrega que la mente en estos casos, funciona como un radar que nos lleva hacia donde están los buenos negocios que se adaptan a nuestras necesidades, pero si no tenemos la intención no sólo no van a llegar, sino que puede ocurrir que aunque lo tengamos enfrente no creamos en él y esto va en contra de uno mismo.

Si hay que hacer un trabajo interno para mejorar esta relación con el dinero, no podemos dejar de lado el hecho que es indispensable tomar otro tipo de acciones, como lo es desarrollar la inteligencia financiera, que consiste en aprender acerca de economía, cómo invertir, cuándo es recomendable comprar bienes y qué tipo de ellos nos convienen, ya que mientras más sepamos de dinero tendremos mayor capacidad para generarlo y hacerlo crecer. Y si bien, nos permite resolver algunas cosas, no olvidemos que su poder es limitado y que no es él quien define lo que somos.

Una oración que te ayuda a transformar los obstáculos en sendas de victoria

0

Una oración que te ayuda a transformar los obstáculos en sendas de victoria :
No debes permitir que los obstáculos en el camino definan tu destino o tus ideas, más bien, que los obstáculos, lejos de desanimarte, fortalezcan tu fe y tus proyectos. Dios es quien te cuida, Él es quien derrama la fortaleza necesaria para salir adelante de cualquier problema o circunstancia adversa que se te presente.

¿Quieres ser un ganador? Por supuesto que sí, pero no puedes ser un ganador pensando como fracasado, eres un Hijo de Dios, eso ya te convierte en ganador. Comienza por hacer nuevas las cosas, recuerda que para hacer nuevas cosas, debes comenzar a hacer cosas que jamás has hecho. No te quedes pegado en lo mismo. Las palabras de este Salmo lo repetirás el día de hoy.

«Cuando estoy cargado de preocupaciones, tus consuelos me llenan de alegría» (Salmo 94,19)

¡Confía! Repite en estos momentos: «Señor, sé luz y fortaleza en todas mis dificultades y problemas, sé sabiduría y entendimiento para que abras caminos de solución. ¡Yo creo en Ti, Señor! ¡Yo te amo! Quiero amarte más, quiero ser lo que quieres que sea. Amén»

Oración para transformar los obstáculos en sendas de victoria

Señor mío, te alabamos por este hermoso día que has creado para todos nosotros. Aquí te presento mi corazón dispuesto a recibir las bendiciones que me tienes preparadas. No quiero vivir este día con miedo, quiero vivirlo con la alegría de saber que me tienes en tus deseos.

Te pido, Señor mío, que me permitas tener ánimo y esperanza, no dejes que decaiga en la medida en que pasa el día y van llegando las dificultades. Transforma mi mente, corazón y espíritu para que todo reto que se me presente, pueda convertirlo en peldaños que me ayuden a seguir adelante. Sé que detrás de cada problema escondes una bendición y confío en que, con la asistencia de tu Espíritu Santo, me guiarás y me ayudarás a encontrarlos para mi crecimiento y la de los míos.

Bendito seas mi Dios, en este momento también pongo en tus manos a quien reflexiona y ora conmigo en este instante y hace suya estas palabras. Toma su corazón y llénalo de tu amor, de tu bondad, de espíritu de fortaleza e ilumínale el camino que le ha tocado vivir. Te suplico que hoy te hagas presente en cada una de las experiencias que le toca vivir y llénalo de tu paz y de tu consuelo. Amén

«La oración es la mejor arma que tenemos: es la llave que abre el corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no sólo con tus labios, sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle sólo con el corazón». (Padre Pío)

6 consejos para dejar de criticar

0

6 consejos para dejar de criticar :
¿Qué te parece dejar de ser parte de la policía de Facebook que critica a todo el mundo (como lo hago yo), y ser más bien de los pastores de Facebook

Si a ti al igual que a mí, te llama profundamente la atención, incluso te incomoda un poco, ver a tanta gente compartiendo fotos, cadenas de oración y hashtags del tipo #PrayForJuanito y te preguntas: ¿será que esta gente realmente reza o solo comparte una imagen? Y después de unos minutos te vuelves a preguntar: ¿será que rezaron por todas las otras tragedias que han ocurrido desde hace años con las mismas ganas con las que lo hacen ahora? Te invito a tomar aire, tranquilizarte un poco y juntos mirar con calma esta situación. Hay algo bueno detrás de todo esto. El Señor siempre se aprovecha de lo que ocurre a nuestro alrededor para darnos una lección.

Te propongo una tesis: la gente en general (creyentes, practicantes, observantes, católicos de palabra, etc.) creen en la efectividad de la oración y creen que si elevan alguna plegaria a Dios, ésta tendrá efectos en los destinatarios. Sabemos que la oración no consiste en enviar buenas vibras para que el cosmos se ponga a favor de alguien o que los astros se alineen generando las condiciones necesarias para que ocurra algo. Creemos que nuestra oración a Dios tiene efectos reales que afectan la vida de los demás, incluso creemos que Dios puede cambiar las situaciones si rezamos pidiendo por ellas. Eso es un signo esperanzador. Las personas siguen creyendo en el poder de la oración. Nadie puede negar que esto es un don.

¿Qué te parece si tomamos ese salvavidas que nos regala el Señor y aprovechamos la oportunidad de aprender, enseñar y motivar en la práctica de la oración? ¿Qué te parece dejar de ser parte de la policía de Facebook que critica a todo el mundo (como lo hago yo), y ser más bien de los pastores de Facebook que toman las buenas intenciones y las convierten en santas intenciones? Acá te dejamos algunas reflexiones con respecto a esto:

1. Incluso de los que menos esperamos, tienen fe. Aprendamos a distinguirlo

En el mundo hay fe. Dios se manifiesta en la vida de las personas, incluso en la de aquellos en los que nosotros no tenemos puestas nuestras expectativas espirituales y que no etiquetaríamos en los afiches de nuestros eventos evangelizadores. El Señor es bueno y pone en sus corazones la intención de rezar. Aunque se quede en la intención, esto ya es un primer paso, un paso positivo.

2. Dios no quiere el sufrimiento en ninguna de sus formas

No podemos culpar a Dios por las cosas que los hombres hacemos mal y nadie puede decir que Dios permite que pasen estas cosas para que nosotros aprendamos una lección. Dios nunca va a permitir una tragedia, no lo quiere y sufre más que nosotros. Estos momentos (no deseados por Él ni por nadie) son oportunidades de encuentro y de conversión.

“Dios no ha venido a suprimir el sufrimiento. Ni siquiera ha venido a explicarlo. Ha venido a llenarlo con su presencia. Quedan muchas cosas oscuras; pero hay una cosa, al menos, que no podemos decirle a Dios: ‘Tú no sabes lo que es sufrir’”.Paul Claudel

3. No dejemos que se acabe el impulso

Ver tanta gente motivada, inspirada y conmovida es un tremendo impulso de oración, y aunque muchos realmente no se hayan detenido a hacer una real, podemos aprovechar su intención y seguir animándolos. La oración no es una campaña que tiene una fecha de término: es una forma de relacionarnos con Dios y estas “campañas” pueden ser el momento de inicio de esa relación para muchos. Aprovechemos la oportunidad, aprendamos y enseñemos a rezar.

4. Visibilicemos al invisible

Muchos han aprovechado para visibilizar otras situaciones terribles argumentando que ocurren desde hace mucho tiempo y que nadie rezaba por ellas, pero lo hacen de forma incómoda, morbosa, haciendo que no den ganas de rezar. El Apóstol en su rol de profeta, anuncia y denuncia. Valgámonos de estas oportunidades y sigamos mostrando el rostro sufriente de Cristo, no solo para informar, sino para ayudar a los demás a comprender que nuestra oración como Iglesia es importante. El Señor espera que nos sumemos a esta batalla espiritual con una actitud espiritualmente activa.

5. Detengámonos primero

¿Cuántas veces nos hemos comprometido en las redes sociales y en vivo y en directo a rezar por alguien? Detente. Sinceramente haz una parada en el día y ofrece esa oración que tantos necesitan de ti. El territorio más difícil de misionar es el propio corazón.

6. Recordemos que no le estamos hablando al aire

Esta es la tesis que fundamenta este post. Creemos que cuando rezamos pasan cosas, no porque nuestras buenas vibras y deseos se teletransporten, sino porque Dios pone su mirada y atención en nuestros deseos y anhelos; en la generosidad y en la rectitud de nuestros corazones y, si es su voluntad, nos concede las gracias que tanto le pedimos. Es con Dios con quien entablamos esta conversación. Creer en esto, ponerlo en práctica y confiar en la respuesta de Dios, es un don que no debemos dejar de compartir. ¡A Rezar!

DIFERENCIAS ENTRE VIRTUDES Y VALORES

0

DIFERENCIAS ENTRE VIRTUDES Y VALORES :
El hombre fue creado por Dios para vivir eternamente en amistad con Él. Por lo tanto, el hombre está destinado a la vida eterna y debe vivir de cara a ella.

Para alcanzarla se necesita la gracia que Dios nos otorga. En otras palabras, Dios es quien da la santidad. Pero como Dios, siempre, va a respetar la libertad, alcanzar la santidad implica una respuesta de parte del hombre.

La santidad es la identificación con Cristo en el cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios, mediante el ejercicio de las virtudes.

Las virtudes son hábitos buenos que nos llevan a hacer el bien. Podemos tenerlas desde que nacimos o podemos adquirirlas después. Son un medio muy eficaz para colaborar con Dios, pues implican que hemos decidido, libre y voluntariamente, hacer el bien, es decir, cumplir con el plan de Dios.

La virtudes la disposición habitual y firme de hacer el bien y se adquiere por repetición de actos o por un don de Dios.

La virtud permite a la persona no sólo hacer el bien, sino dar lo mejor de sí misma. La persona debe de superarse siempre como hombre y como cristiano.

El objetivo de una vida virtuosa es llegar a ser semejantes a Cristo, no es un perfeccionismo, donde la persona elimina defectos porque considera que no debe de tener tal o cual falla, esto sería un vanidoso mejoramiento de sí mismo. Tampoco es un narcisismo de verse bien, que todos piensen que es lo máximo. La virtud no es una higiene moral por la cual limpio mi persona.

Las virtudes son hábitos operativos, es decir, hay que actuarlos. No se trata de tener buenas intenciones, «pensar tengo que ser más ordenado», hay que ser más ordenado.

Por ello es que el hombre debe encauzar las pasiones para ser un hombre íntegro. Porque las virtudes de adquieren por medio de actos virtuosos.

La perfección de la que hablamos es un crecimiento armónico de toda la personalidad, por eso al crecer en una virtud crecen las demás porque el ejercicio de una virtud implica la práctica de otras. La laboriosidad exige ser ordenado, responsable, etc. La paciencia implica la tolerancia, la aceptación, la flexibilidad, etc.

Diferencias entre virtud y valor.

Hoy en día se admira a las personas que ganan mucho dinero, a las grandes estrellas de la televisión o de la música, a los grandes deportistas.

Todas estas personas realizan actos buenos. Estos actos son buenos en sí mismos y tienen un fin bueno, pero no nos hacen crecer como hombres. No podemos asegurar que un jugador de basquetbol de fama mundial sea mejor persona que nosotros, únicamente porque él sabe meter canastas de tres puntos y nosotros no.

Las habilidades físicas, deportivas o intelectuales, ciertamente son dones que hay que desarrollar con esfuerzo, pero que por sí mismas, no nos convierten en personas mejores, sino únicamente en mejores pianistas, deportistas o matemáticos.

También, hay que distinguir las virtudes de los valores humanos. Los valores están orientados al crecimiento personal por un convencimiento intelectual: sabemos que si estamos limpios, seremos mejor aceptados por los demás; sabemos que si mantenemos ordenadas nuestras cosas, podremos encontrarlas cuando las busquemos.

Los valores son bienes que la inteligencia del hombre conoce, acepta y vive como algo bueno para él como persona.

Las virtudes son acciones que nacen del corazón y están orientadas directamente a un bien espiritual. Estas nos hacen crecer como personas, a imagen de Dios.

Las virtudes nos llevan a la perfección, pues disponen todas nuestras potencias, todas nuestras cualidades, nuestra personalidad entera, para estar en armonía con el plan de Dios; orientan toda nuestra persona, no sólo nuestros actos, hacia el bien.

Para entender mejor la diferencia entre valor y virtud, analicemos cómo cambia un valor de acuerdo con las circunstancias que lo rodean. Son diferentes:
– una persona que cuida a su tía enferma porque quiere su herencia.
– una persona que cuida a su tía enferma porque ésta le cae muy bien.
– una persona que siempre está dispuesta a cuidar a cualquier enfermo, aún sin conocerlo, por amor a Dios y a los hombres.

Aunque la acción es la misma en los tres casos, solamente la tercera es una virtud, por ser habitual y permanente. En los otros dos casos, la persona vive el valor del servicio. En el tercero, la persona tiene la virtud del servicio.

Las habilidades están orientadas a “hacer bien” algo específico. Nos hacen ser mejores en algo, pero no mejores como personas.

Los valores humanos son un bien que la inteligencia humana toma como tal. En sí mismos son neutros, y dependen del uso que les demos. Puestos en práctica, los valores nos hacen crecer como personas.

Las virtudes están orientadas a cumplir el plan de Dios. Su fin es hacer siempre el bien, independientemente de las circunstancias. Nos hacen crecer como personas, nos perfeccionan, nos santifican y edifican la sociedad por ser algo habitual y permanente.

Tipos de virtudes»

Virtudes humanas: son rectos comportamientos según la ley natural. Perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Se adquieren mediante el esfuerzo humano. Ej. Lealtad, orden, diligencia, solidaridad, respeto, gratitud, etc.

Pero para alcanzar la salvación no bastan las virtudes humanas naturales, alcanzar la vida eterna no es posible sin la ayuda de Dios y la acción del Espíritu Santo.

Virtudes cardinales: son las virtudes humanas más importantes. Se llaman “cardinales” porque son los ejes en torno a los cuales giran las demás. Cardine en latín, significa el eje de la puerta. Son: la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza.

Virtudes cristianas: Son rectos comportamientos según el ejemplo de Cristo en el Evangelio. Podríamos mencionar la mansedumbre.

Virtudes teologales: son las que se reciben de Dios por su acción sobrenatural en el alma. Fe, esperanza y caridad.

Virtudes evangélicas: son especiales acentos del Evangelio entre muchas virtudes que practicó nuestro Señor Jesucristo. Por ejemplo la humildad, la castidad, la pobreza.

Todo lo que sea contrario a la virtud son malos hábitos, que llamamos vicios.

Virtudes cardinales

Prudencia: es la capacidad de conocer, en cada circunstancia, lo que se debe hacer o evitar para conseguir un fin bueno, y elegir medios apropiados para realizarlo. Para guiar el juicio de la conciencia, aplica los principios morales al caso particular.

El hombre prudente decide y ordena según este juicio. Esta es la virtud por excelencia.

Para ejercer la prudencia hay 8 partes integrales que son muy importantes. Cinco pertenecen a lo intelectual y tres a la práctica:
Memoria: recordar los éxitos y fracasos del pasado ayuda a orientar sobre lo que hay que hacer. La experiencia es madre de la ciencia.
Inteligencia: conocer el presente nos ayuda a discernir sobre lo bueno o malo, conveniente e inconveniente.
Docilidad: saber pedir y aceptar consejo de personas que saben más. Nadie puede saber todas las respuestas.
Sagacidad: disposición para resolver los casos urgentes cuando no hay tiempo de pedir consejo.
Razón: cuando después de una meditación madura se resuelven casos por sí mismos.
Providencia: parte principal de la prudencia, igual a providencia, es fijarse en el fin que se pretende. Para actuar con prudencia hay que ordenar los medios al fin.
Circunspección: es tomar en consideración las circunstancias para juzgar según ellas, si es conveniente o no hacer o decir algo. Hay ocasiones en que lo que se pretende es bueno y conveniente, pero debido a las circunstancias, puede resultar negativo. Ej. Corregir a alguien cuando hay personas ajenas presentes.
Cautela o Precaución: ante los impedimentos externos que pueden ser obstáculos para conseguir lo que se pretende. Ej. Evitar la influencia de las malas compañías.

Habrá momentos en que se podría prescindir de alguna de estas cosas, pero si lo que se pretende es importante se deben tomar en cuenta todas ellas. ¡Cuántas imprudencias se cometen por no tomarse el trabajo de hacerlo!.

La prudencia se ejerce no solamente en lo personal, sino que también tiene una parte social que se dirige al bien común y abarca el gobierno, la política, la familia y lo militar.

Pecados contra la prudencia:
No buscar a Dios como valor supremo.
La imprudencia que se divide en tres:
La precipitación que es actuar inconsiderada y precipitadamente, guiados por la pasión o capricho.
La inconsideración por la cual se desprecia o se descuida el atender las cosas necesarias.
La inconstancia que es abandonar los propósitos por motivos sin importancia.

La imprudencia nos puede llevar a aceptar una circunstancia que nos aleja de Dios. O a buscar a Dios en un medio que no conduce a Él.

La negligencia que supone la falta de interés por actuar eficazmente en lo que debe hacerse. Es diferente de la inconstancia porque en ella no hay ni siquiera el interés por actuar. Cuando se refiere a algo pertinente a la salvación, el pecado de negligencia es grave. No toda negligencia es pecado contra la prudencia.

El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de consejo.

La justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que le es debido.

Es la virtud que equilibra nuestro trato con las demás personas. Es una virtud muy compleja, una madeja con muchos hilos.

Para que se diga que alguien es justo hay que apartarse de cualquier mal que dañe al prójimo o a la sociedad y hacer el bien debido al otro. No basta con no hacer un mal, sino que hay que darle lo que se merece.

Tipos de justicia:
Conmutativa: dar a cada uno lo que merece. Y lo puede merecer por contrato o por derecho adquirido.
General o legal: dar a la sociedad lo necesario para obtener el bien común. Ej. Pagar impuestos para que haya hospitales.
Distributiva: dar lo necesario a cada miembro de la sociedad, según sus derechos naturales o adquiridos.
Social: proteger los derechos naturales de la sociedad y de sus miembros. Es decir, ni defender tanto a la sociedad que se perjudique a los ciudadanos, ni defender tanto los derechos de los individuos que perjudiquemos a otros y a la sociedad.
Vindicativa: restablecer la justicia lesionada. Porque quien perjudica los derechos de otros tiene el deber de repararlos.
El don del Espíritu Santo correspondiente a esta virtud es el don de piedad.

La fortaleza: es la virtud que asegura la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien, superando los obstáculos que se presentan en el cumplimiento de las propias responsabilidades.

Cualquier hombre de bien puede tener esta virtud, pero en el caso del cristiano esta virtud tiene que estar cimentada en el amor a Dios.

Pecados contra la fortaleza:
La pereza, que es madre de todos los vicios.
La comodidad excesiva, la ley de menor esfuerzo.
La impaciencia, la inconstancia, la terquedad, la insensibilidad o dureza de juicio, la ambición, la vanagloria, la presunción, la pusilanimidad.
El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don de la fortaleza.

La templanza es la virtud que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

Cuando decimos moderar nos referimos a controlar, no a reducir la cantidad. No hay templanza en emborracharse sólo una vez cada tres meses, sino en saborear el alcohol sin perder el dominio sobre sí mismo.

Hablamos de equilibrio, porque hay sistemas espartanos que llevan a la excesiva rigidez y provocan verdaderos trastornos en la personalidad.

Los medios que ayudan a vivir la virtud de la templanza son:
Vigilar: porque los instintos no mueren.
Orar: porque el pecado original nos ha desequilibrado y la concupiscencia actúa.
Sacrificio, porque los instintos hay que disciplinarnos con esfuerzo y continuidad. Hay que caminar por la “senda derecha”.
El don del Espíritu Santo que corresponde a esta virtud es el don del temor.

¿Cómo adquirir las virtudes?

Las virtudes no se adquieren de un día para otro, sino mediante el esfuerzo diario, la repetición de actos buenos que nacen del corazón, pero no sólo eso: forzosamente necesitamos de la ayuda de Dios, pues es muy fácil que, debido al ambiente o la distracción, las utilicemos sólo para nuestra propia conveniencia y nos quedemos sólo en los valores humanos.

Es cuestión de proponérnoslo y trabajar en ello. No nos dejemos vencer por la cobardía, por los fracasos, por el respeto humano. Necesitamos ser tenaces y perseverantes, esforzándonos continuamente por superarnos. Confiando y aprovechando las gracias que Dios nos puede dar.

Si hacemos esto todos los días, nos daremos cuenta, de pronto, de que ya hemos alcanzado las virtudes que tanto deseábamos y muchas otras que ni siquiera habíamos imaginado.

Algunas personas te podrán decir que las virtudes son propias de los santos pero no de las personas como nosotros. Que Dios ayuda a los santos y como magia se convierten en personas virtuosas. Recuerda que las virtudes morales se adquieren mediante las fuerzas humanas. Requieren de nuestro esfuerzo y constancia. El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1803-1845