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Nuestra Señora de Altagracia

Nuestra Señora de Altagracia :
Es difícil para nuestros hermanos de otros países entender la importancia de Nuestra Señora de Altagracia para los dominicanos. Sin embargo, no hay que sobreabundar con detalles sobre la presencia del culto a la Virgen de Altagracia en la República Dominicana. Sencillamente, sería insólito encontrar una iglesia a lo largo y ancho del territorio nacional que no ostente su imagen.

Además, casi no existe una parroquia que no tenga una capilla que se llama «Nuestra Señora de Altagracia»; casi no existe un pueblo que no tenga una calle que se llama «Altagracia»; y casi no existe una familia que no tenga al menos un testimonio de la intercesión de Nuestra Señora de Altagracia.

Así que, nos limitamos a un resumen cuantitativo:

El nombre «Altagracia» en la población dominicana

El 19 de septiembre de 2001 la base de datos de la «Junta Central Electoral» nos informó que una de cada 13 mujeres dominicanas se llama «Altagracia».

El número de peregrinos que visitan la Basílica

Según la «Secretaría de Estado de Turismo» en 1998, unos 350,000 turistas visitan a la Basílica cada año. Además unos 800,000 peregrinos – es decir el equivalente a 10% de la población del país – pasan por la Basílica de Higüey cada año.

Es probable que unos 300,000 peregrinos acudieran a la Basílica solamente durante la novena de enero del año 2006.

El Cuadro

El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia fue pintado probablemente en Sevilla en los primeros quince años del siglo XVI (es decir entre 1500 y 1515), y es posiblemente de la escuela de Alejo Fernández.

Ha tenido cinco restauraciones de importancia, la última en 1978.

Es un lienzo español tipo «Belén», con influencia flamenca, típico de los siglos XV y XVI, con un elemento distinto y único: el rayo de luz.

La «Maternidad Divina»

Es una expresión plástica, del dogma de la «Maternidad Divina». María es la Madre de Dios. De allí el título de «Altagracia», porque la gracia más alta jamás otorgada a un ser humano es la de ser la Madre de Dios.

A la vez es una explicación del dogma de la «Virginidad Perpetua». María es virgen antes, durante y después de dar a luz a Jesús. Un autor del siglo Vl explica: «Como un rayo de luz traspasa un cristal sin dañarlo de manera alguna, igual un rayo de luz más blanco que la nieve traspasa la Virgen para dar a luz a Jesús, Dios en medio de nosotros».

Así que, el cuadro nos hace testigos oculares del momento del nacimiento. Lo que parece un delantal es el «rayo de luz más blanco que la nieve». El Mesías traspasa, sin dañar de manera alguna a la Altagracia quien, recogida y arrodillada, está contemplando tiernamente al Hijo de Dios.

Con un gesto de la cabeza nos invita a arrodillarnos también en frente del pesebre, y juntos adorar al niño Jesús .

La adoración nos lleva a la contemplación, y la contemplación al deseo de estar presentes en la cueva, inmóviles como la Madre, velando al niño, amando al amor y estando en la presencia de Dios.

Es un ícono

El cuadro es también un ícono. No hay un elemento, un color ni una relación que no tenga su significado. Efectivamente hay 62 distintos símbolos en el cuadro. Se puede meditar sobre los siguientes:

La Estrella de Belén (es la Navidad) tiene ocho puntas (símbolo del cielo) con dos rayos extendiéndose hacia el pesebre: Dios Padre está bendiciendo a su Hijo.

Por encima de la Virgen hay doce estrellas (son las tribus de Israel y, a la vez, los apóstoles de Jesús). María es el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Alrededor de María hay un resplandor (cf. Apocalipsis 12, 1). Ella lleva una corona por ser la Reina del Cielo, y un velo sobre la cabeza porque está casada. Está vestida de rojo, porque es un ser humano, y cubierta de blanco por ser sin pecado concebida. Lleva un manto azul celestial salpicado con estrellas porque «el poder del Altísimo vendrá sobre ti».

San José está vestido al revés. Tiene el azul de su santidad escondido bajo un manto rojo por ser de este mundo, y lleva una vela para dar luz a su esposa, y a las necesidades materiales de las cuales es patrono.

El niño Jesús está durmiendo (y está muerto) pero despertará (y resucitará), sobre un pesebre que es, a la vez, un altar (y su sepulcro).

Atrás hay una columna, señal de que estamos en un templo. La cueva es un templo porque allí habita Dios mismo: el niño Jesús.

Las hendiduras en el techo, arriba a la izquierda, nos dicen que el mundo está decayendo, pero Jesús ha venido para restaurarlo.

Encima de todo, es milagrosa

A pesar de todo lo dicho, la Altagracia es importante para el pueblo dominicano porque es milagrosa. Desde hace 500 años Nuestra Señora de la Altagracia está intercediendo ante su Hijo Jesús para que intervenga en nuestra vida cotidiana.

En la actualidad, casi no existe una familia dominicana en donde no se encuentre un testimonio de la intercesión de «Tatica», Nuestra Señora de la Altagracia.

El primer documento que tenemos que habla de la Altagracia, en 1569, menciona tres milagros. Y desde entonces han sido incontables.

Se celebró una misa el 21 de enero de 1692, para dar gracias a la Altagracia por haber protegido a los voluntarios de Higüey y El Seibo quienes, un año antes, habían participado en la batalla feroz y sangrienta de «La Limonade». Todos volvieron a casa sanos y salvos sin rasguño alguno. ¡Era un milagro patente! Desde entonces se ha celebrado la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia en el aniversario de este milagro.

Hoy día hay al menos una religiosa «de servicio» en la basílica diariamente para recibir las promesas y anotar los milagros otorgados por la intercesión de la Altagracia.

La Historia Oral

Hay una leyenda que tiene su origen -casi seguro- en hechos verídicos, de un hacendado de Higüey con dos hijas. A la vuelta de un viaje a Santo Domingo, pasando la noche en una posada, compartió su desilusión porque, aunque había encontrado las cintas y botones que le había pedido la hija mayor, no hallaba ni una estampita de la «Altagracia» que su hija menor quería tanto. Con eso, apareció un anciano con un lienzo de la Virgen: «¡Es eso lo que está buscando!» Luego el anciano desapareció.

El hacendado llevó el cuadro a su casa, y lo colgó en la sala principal. Al día siguiente el lienzo no aparecía. Se lo encontró de nuevo en la copa de un naranjo. En los próximos días se repitió la desaparición una y otra vez.

El «Antiguo Santuario» está construido donde se ubicó el naranjo.

La Historia Escrito

A la vez, hay un historiador, Gerónimo Alcocer, quien escribió (en 1650) que los hermanos Alfonso y Antonio Trejo – hidalgos de Plasencia, España – trajeron el cuadro. Los investigadores pueden demostrar que los hermanos vivieron en Higüey, desde 1508. Hay siete u ocho documentos que lo confirman, pero en España no hay ni la más mínima pista de su existencia: es un misterio.

El Misterio

Al fin y al cabo, después de seguir cada pista hasta un «callejón sin salida», hay que decir que casi todo lo que se refiere al cuadro de la Altagracia es un misterio.

¿Quién lo pintó? ¿Cómo llegó a Higüey? ¿Por qué Dios quiso que estuviera en Higüey? ¿Por qué es milagroso? Sólo Dios sabe.

A nosotros nos queda arrodillarnos humildemente y adorar a nuestro Señor y Salvador, junto con Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora de los dominicanos.

Reflexión

Hay miles de peregrinos que visitan la Basílica de la Altagracia en Higüey cada año. Vienen con todo tipo de ideas. Algunos tienen la fe para mover montañas. Otros no entienden demasiado. Pero todos tienen tanta fe que han tomado la decisión de viajar, gastando dinero y tiempo, para visitar a la Virgen.

¿Por qué es tan popular esta «Protectora del Pueblo Dominicano»? La respuesta es muy sencilla: Porque es «milagrosa». ¿Y por qué es «milagrosa?» La segunda respuesta necesita algo más de tiempo:

Todo milagro es la respuesta de Dios a la fe. Jesús nos dice: «Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis» (Mateo 21, 22). Dios es amor. Jamás se ha metido donde no haya sido invitado. Sin embargo, él quiere ayudarnos, y solamente hace falta que le pidamos «con fe en la oración» para que intervenga en las formas más inverosímiles y asombrosas. Él sabe que los más genuinos en su pueblo son muchas veces los más sencillos, así que está contento de simplificar las cosas, permitiendo que una imagen enfoque su fe. Claro está: el buen católico adora solamente a Dios y reserva su veneración para los santos representados en las imágenes.

Sería un error si sólo nos quedamos asombrados frente a los milagros, con la boca abierta y la mente corriendo tras explicaciones fáciles. Es cierto que los milagros son insólitos y llamativos, pero a Dios no le gusta el «figureo». Cada vez que él interviene en la vida de alguien es porque quiere atraerlo hacia él. Dios no quiere perder a ninguno de nosotros. Por eso nos llama la atención para que nos paremos en el camino y consideremos la vida y nuestro lugar en ella. Su deseo es que -por nuestra propia voluntad- tomemos la decisión de enmendar nuestras vidas, y buscar a Dios.

Efectivamente, jamás he oído de un milagro conseguido por intercesión de la Virgen de la Altagracia que no trajera -como consecuencia- la conversión de la persona (o alguien cercano a la persona) que la recibió.

Volvamos a contemplar el cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia:

Lo que nos llama la atención a primera vista es la figura central de María. Sin embargo, al acercarse más, es evidente que el gesto de su cabeza nos llama a prestar más atención todavía al que está en el primer plano: Jesús.

Este gesto -lleno de ternura- nos hace recordar que, a pesar del papel principal dado a María en esta obra, la Iglesia existe para evangelizar, es decir, proclamar la Buena Nueva: ¡Hay salvación en el nombre de Jesús! Al final, todos nuestros esfuerzos tienen que tender hacia Jesús, hacia el Amor.

Los que hemos sido atraídos por las dulces redes de la Madre de Dios tenemos el privilegio y el deber de llevar nuestros prójimos «a Jesús por María»: a través de la Madre hacia el Hijo.

Oración:

«Que la Virgen de la Altagracia, Señor, interceda por nosotros». Amén.

Santa Inés, Virgen y Mártir

Santa Inés, Virgen y Mártir :
Considerada en la Iglesia como patrona de la pureza, es una de las más populares santas cristianas, y su nombre está incluido en el canon de la misa. Debido a sus riquezas y hermosura, la santa –a la edad de trece años- fue pretendida por varios jóvenes de las principales familias romanas; sin embargo, la joven había consagrado su virginidad al Señor Jesús.

Ante esta negativa, sus pretendientes la denunciaron como cristiana al gobernador, quien utilizó halagos y amenazas para persuadirla, pero todo fue en vano, pues Inés se mantuvo firme en su decición. Al ver esto, el gobernador la envió a una casa de prostitución, donde acudieron muchos jóvenes licenciosos pero que no se atrevieron a acercársele, pues se llenaron de terror y espanto al ser observados por la santa. El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada. El cuerpo de la santa fue sepultado a corta distancia de Roma, junto a la Vía Nomentana.

Preguntas y respuestas que debes conocer sobre la oracion

Preguntas y respuestas que debes conocer sobre la oracion :
Se recogen a continuación argumentos habituales de la vida cristiana, que provienen de muy diversas fuentes, como el Catecismo de la Iglesia Católica; de los escritos de algunos santos; de las enseñanzas de los Papas; de las obras de autores espirituales y teólogos, junto con los testimonios de oración de cristianos de diversas épocas.

1. ¿Cuál es el sentido de la oración de meditación?

Enseña el Catecismo de la Iglesia:
2699 El Señor conduce a cada persona por los caminos de la vida y de la manera que él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y las expresiones personales de su oración.

No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación.

Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración.

La meditación es una búsqueda orante, que hace intervenir al pensamiento, la imaginación, la emoción, el deseo. (Catecismo, 2723).

La meditación lleva a unirnos con Dios y a tratarle personalmente, en una conversación de amor, como nos enseñó Jesucristo.

La oración es también un don de Dios, que hay que pedir con humildad.
Santa Teresa: oración es tratar de amistad con Quien sabemos que nos ama
No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad. estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (Vida, 8, 2).

Cuando le preguntaron a Juan Pablo II sobre la oración respondió
Comúnmente se considera una conversación. En una conversación hay siempre un “yo” y un “tú”. En este caso un Tú con la T mayúscula.

La experiencia de la oración enseña que si inicialmente el “yo” parece el elemento más importante, uno se da cuenta luego de que en realidad las cosas son de otro modo. Más importante es el Tú, porque la oración parte de la iniciativa de Dios.

En la oración, por tanto, el verdadero protagonista es Dios.

La humildad es la base de la oración (Catecismo, 2559) que es un trato filial, amoroso, cordial, confiado y continuo con nuestro Padre Dios; un diálogo de amor entre dos personas que se aman.

El Catecismo (2168-2589) muestra como oraban las grandes figuras del Antiguo Testamento:
Abraham: con audaz confianza en Dios

Jacob, en su lucha con el ángel: su lucha simboliza el “combate de la fe” y la victoria de la perseverancia en la oración.

Moisés: Se lee en la Escritura que “Dios hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo”.

El rey David rogaba perdón a Dios por sus pecados y los de su pueblo.

El profeta Elías gritaba con confianza: “¡Respóndeme, Señor, respóndeme”!

2. ¿Cómo oraba Jesús?

El Evangelio cuenta en muchos pasajes como oraba Jesucristo. Jesús nos enseñó a orar:
con fe,

con confianza filial, de hijos,

con una disposición del corazón para hacer la oración del Padre
Habitualmente Jesús oraba solo, sobre todo antes de los momentos más importantes de su vida.
Oraba constantemente, porque estaba en la presencia del Padre y nos enseñó a retirarnos para orar de forma habitual: “de madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí oraba ” (Marcos, 1, 35).
Oró especialmente durante sus cuarenta días en el desierto.
Oró antes de elegir a los doce apóstoles: ”se fue él al monte a orar y se pasó la noche en oración a Dios. Y cuando se hizo de día llamó a sus discípulos y eligió a los doce” (Lucas, 6, 12).
Oró en Getsemaní, antes de su Pasión.

Sus últimas palabras fueron una oración al Padre.
Otras veces Jesucristo oraba en compañía de otras personas, o pedía que le acompañaran, como en Getsemaní.
Son tantas las escenas en las que Jesucristo habla con su Padre, que resulta imposible detenernos en todas. Pero pienso que no podemos dejar de considerar las horas, tan intensas, que preceden a su Pasión y Muerte, cuando se prepara para consumar el Sacrificio que nos devolverá al Amor divino.

En la intimidad del Cenáculo su Corazón se desborda: se dirige suplicante al Padre, anuncia la venida del Espíritu Santo, anima a los suyos a un continuo fervor de caridad y de fe.

Ese encendido recogimiento del Redentor continúa en Getsemaní, cuando percibe que ya es inminente la Pasión, con las humillaciones y los dolores que se acercan, esa Cruz dura, en la que cuelgan a los malhechores, que El ha deseado ardientemente. Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz (Lc XXII, 42.). Y enseguida: pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc XXII, 42.).

Más tarde, cosido al madero, solo, con los brazos extendidos con gesto de sacerdote eterno, sigue manteniendo el mismo diálogo con su Padre: en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc XXIII, 46.) (Amigos de Dios, 240)

3. ¿Siempre se ha hecho de este modo la oración en la Iglesia?

Sí. El mejor ejemplo para la oración de cristiano es la oración de la Virgen María

El Catecismo (2617-19) enseña como la Virgen cooperó con su oración, de manera única, en la salvación de los hombres:
En la Anunciación, para la concepción de Cristo.

En el Magníficat, que fue un canto de alabanza a Dios.

En las Bodas de Caná, para pedir el primer milagro.

En Pentecostés, para la formación de la Iglesia

En el Calvario, junto al patíbulo, reza. No es una actitud nueva de María. Así se ha conducido siempre, cumpliendo sus deberes, ocupándose de su hogar. Mientras estaba en las cosas de la tierra, permanecía pendiente de Dios. Cristo, perfectus Deus, perfectus homo (Símbolo Quicumque), quiso que también su Madre, la criatura más excelsa, la llena de gracia, nos confirmase en ese afán de elevar siempre la mirada al amor divino.

Recordad la escena de la Anunciación: baja el Arcángel, para comunicar la divina embajada –el anuncio de que sería Madre de Dios–, y la encuentra retirada en oración. María está enteramente recogida en el Señor, cuando San Gabriel la saluda: Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo (Lc I, 28.).

Días después rompe en la alegría del Magnificat –ese canto mariano, que nos ha transmitido el Espíritu Santo por la delicada fidelidad de San Lucas–, fruto del trato habitual de la Virgen Santísima con Dios. (Amigos de Dios, 241)

La oración de los Apóstoles

Cuentan los Hechos de los Apóstoles que los Apóstoles Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. (Hechos, III.1)

San Pedro recibió la indicación de predicar el Evangelio a los gentiles mientras estaba haciendo oración en la azotea de la casa de Simón el curtidor, en Joppe. (Hechos, 19, 9)

San Pablo se pasó una noche entera rezando en la cárcel de Filipos.

La oración de los Primeros Cristianos

Los primeros cristianos perseveraban en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en la oración. (Hechos, 2, 42)

Escribe san Agustín: «Sin la oración de Esteban, la Iglesia no tendría a Pablo» (Sermón 382)
Los Padres y santos de la Iglesia de los primeros siglos

San Cripriano (obispo y mártir, 200-258): «El que ora, hermanos muy amados, no debe igmorar como oraron el fariseo y el publicano en el templo.

Éste último, sin atreverse a levantar sus ojos al cielo, sin osar levantar sus manos, tanta era su humildad, se daba golpes de pecho y confesaba los pecados ocultos en su interior, implorando el auxilio de la divina misericordia, mientras que el fariseo oraba satisfecho de si mismo; y fue justicado el publicano, porque el orar no puso la esperanza de la salvación en la convicción de su propia inocencia, ya que nadie es inocente, sino que oró confesando humildemente sus pecadosm y Aquel que perdona a los humildes escuchó su oración»

(Sobre la oración del Señor).

4. ¿Se puede ser buen cristiano sin rezar?

No. Recuerdan los santos:

Santa Teresa: Quien no hace oración no necesita demonio que le tiente.

San Alfonso María de Ligorio: «Es, pues, por la oración por la que todos los santos no sólo se han salvado, si no que han llegado a ser santos. Los condenados se han condenado por no haber orado; si hubieran orado no se hubieran condenado (Del gran medio de la oración).

San Josemaría: —Santo, sin oración?… –No creo en esa santidad (Camino, 107). Tu vida de apóstol vale lo que vale tu oración. (Camino, 108). La oración es el cimiento de la vida espiritual (Camino, 83)

Para recorrer el camino de la santidad se necesita hacer oración vocal y mental. La oración es el camino que nos conduce a la intimidad divina: en la oración se aprende a amar a Dios y a conocer su Voluntad.

Recuerda el Catecismo:
2697 La oración es la vida del corazón nuevo. Debe animarnos en todo momento. Nosotros, sin embargo, olvidamos al que es nuestra Vida y nuestro Todo.

Por eso, los Padres espirituales, en la tradición del Deuteronomio y de los profetas, insisten en la oración como un «recuerdo de Dios», un frecuente despertar la «memoria del corazón»: «Es necesario acordarse de Dios más a menudo que de respirar» (San Gregorio Nacianceno, or. theol. 1, 4).

Pero no se puede orar «en todo tiempo» si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración.

5. ¿Qué es hacer oración mental de meditación, y cuáles son sus rasgos?

Es hablar con Dios, quererle, darle gracias, pedirle perdón, pedirle que nos ayude.
Es un diálogo de enamorados.

Santa Teresa: «Pensar y entender qué hablamos y con quién hablamos y quién somos los que osamos hablar con tan gran Señor. Pensar esto y otras cosas semejantes de lo poco que le hemos servido y lo mucho que estamos obligados a servir es oración mental. No penséis es otra algarabía, ni os espante el nombre. Rezar el Paternóster y Avemaría o lo que quisiereis, es oración vocal».

Rasgos de la oración

San Juan Crisóstomo: «La oración es perfecta cuando reúne la fe y la confesión; el leproso demostró su fe postrándose, y confesó su necesidad con sus palabras. (Homilía sobre san Mateo, 25)

Santo Tomás de Aquino explica cuales son los rasgos de la oración: «La oración ha de ser confiada, recta, ordenada, devota y humilde». (Sobre el Padrenuestro, 1, c, 121)
6. ¿Qué no es meditar?

Enseña el Catecismo y la experiencia de la Iglesia:
Meditar no es un simple esfuerzo psicológico de concentración mental.

No se queda en el brote espontáneo de un simple impulso interior.

No consiste en reflexionar sobre un tema espiritual: por ejemplo, lo importante que es vivir en gracia de Dios.

No consiste en auto- analizarse: he hecho esto, he fallado en lo otro…

No es un monólogo consigo mismo.

No es un tiempo para organizarse; para hacer planes de evangelización; para apuntar ideas espirituales, sin que eso lleve al diálogo amoroso con el Señor.

No es una plegaria perdida a un Dios impersonal y lejano.

No es una especie de agencia de carácter espiritual, ni el recurso para obtener todo lo que deseamos. Dios ya sabe lo que nos conviene, aunque nosotros no lo entendamos.
7. ¿Hay algún método para orar bien?

Cada uno tiene su propia manera de rezar.
El Catecismo de la Iglesia (2623 a 2643 ) explica las diversas formas de oración:

El Catecismo de la Iglesia (2623 a 2643 ) explica las diversas formas de oración
La bendición y la adoración.
La oración de petición.
La oración de intercesión.
La oración de acción de gracias.
La oración de alabanza.
San Josemaría: el amor es ingenioso
“Los hijos de Dios no necesitan un método, cuadriculado y artificial, para dirigirse a su Padre. El amor es inventivo, industrioso; si amamos, sabremos descubrir caminos personales, íntimos, que nos lleven a este diálogo continuo con el Señor.”

8. Yo rezo de vez en cuando, pero sólo cuando me siento inspirado…

San Agustín recomienda ser constante en la oración y en la petición:

» llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será El como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido». Sermón 105.

El Catecismo (2720) recuerda que la Iglesia invita a los fieles a una oración regulada.
2698 La Tradición de la Iglesia propone a los fieles unos ritmos de oración destinados a alimentar la oración continua. Algunos son diarios: la oración de la mañana y la de la tarde, antes y después de comer, la Liturgia de las Horas. El domingo, centrado en la Eucaristía, se santifica principalmente por medio de la oración.El ciclo del año litúrgico y sus grandes fiestas son los ritmos fundamentales de la vida de oración de los cristianos.

Juan Pablo II
Si nos miramos solamente a nosotros mismos, con nuestros límites y nuestros pecados, pronto seremos presa de la tristeza y del desánimo. Pero si mantenemos nuestros ojos vueltos al Señor, entonces nuestros corazones se llenarán de esperanza, nuestras mentes serán iluminadas por la luz de la verdad, y llegaremos a conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su plenitud de vida.

Si verdaderamente deseáis seguir a Cristo, si queréis que vuestro amor a Él crezca y dure, debéis ser asiduos en la oración. Ella es la llave de la vitalidad de vuestro vivir en Cristo. Sin la oración, vuestra fe y vuestro amor morirán. Si sois constantes en la oración cotidiana y en participación dominical de la Misa, vuestro amor a Jesús crecerá. Y vuestro corazón conocerá la alegría y la paz profundas, una alegría y una paz que el mundo no logrará daros jamás. (Nueva Orleans. EE.UU. 12-IX-1987).

Los que se aman procuran tratarse. Cuando un joven se enamora, aunque esté muy ocupado, pone todos los medios para hablar o estar con su novia.
¿No?… ¿Porque no has tenido tiempo?… –Tienes tiempo. Además, ¿qué obras serán las tuyas, si no las has meditado en la presencia del Señor, para ordenarlas? Sin esa conversación con Dios, ¿cómo acabarás con perfección la labor de la jornada?… –Mira, es como si alegaras que te falta tiempo para estudiar, porque estás muy ocupado en explicar unas lecciones… Sin estudio, no se puede dar una buena clase.

La oración va antes que todo. Si lo entiendes así y no lo pones en práctica, no me digas que te falta tiempo: ¡sencillamente, no quieres hacerla! (Surco, 448)

Oración, ¡más oración! –Parece una incongruencia ahora, en tiempo de exámenes, de mayor trabajo… La necesitas: y no sólo la habitual, como práctica de piedad; oración, también durante los ratos perdidos; oración, entre ocupación y ocupación, en vez de soltar la mente en tonterías. No importa si –a pesar de tu empeño– no consigues concentrarte y recogerte. Puede valer mucho más esta meditación que aquella que hiciste, con toda comodidad, en el oratorio. (Surco, n. 449)

9. ¿Cómo se aprende a rezar? Yo no sé rezar.

Recuerdan los santos:

San Bernardo:

«No calles, no guardes silencio en su presencia. Háblale, para que Él también te hable» (Homilía en la Natividad de la B. Virgen María).

San Pedro Damián:

«Es la elevación de la mente a Dios y la petición de lo que se necsita de Dios. Catena Aurea, Volumen III, p. 304)

Santa Teresa:

«Procuraba, lo más que podía, traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente. Y ésta era mi manera de oración. Si pensaba en algún paso, le representaba en lo interior; aunque lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación; porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni de aprovecharme con la imaginación; que la tengo tan torpe, que, aun para pensar y representar en mí (como lo procuraba traer) la humanidad del Señor, nunca acababa. (Vida 4,7).
A rezar se aprende rezando, porque pedirle a Dios con humildad que nos enseñe a rezar ya es hacer oración.
10. ¿Qué es lo primero que hay que hacer a la hora de meditar?

Conviene pedirle luces al Espíritu Santo con oraciones como: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la gracia de tu Amor.

“El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque ni siquiera sabemos que nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede con frecuencia por nosotros, con gemidos inefables (Romanos, 8,26)
Jesucristo enseña a orar en un lugar adecuado, en soledad y en silencio:
5] Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que son amigos de orar puestos de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para exhibirse delante de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. [6] Tú, por el contrario, cuando te pongas a orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora a tu Padre, que está en lo oculto; y tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará. [7]

Y al orar no empleéis muchas palabras como los gentiles, que se figuran que por su locuacidad van a ser escuchados. [8] No seáis, pues, como ellos; porque bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis. [9]

Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea tu Nombre; [10] venga tu Reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el Cielo. [11] El pan nuestro de cada día dánosle hoy; [12] y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; [13] y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. [14] Pues si perdonáis a los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre Celestial. [15] Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados. (Mateo, 6, 5-7)

En un lugar adecuado:

Como enseña el Catecismo (2691), aunque se puede rezar en todas partes, conviene buscar un lugar favorable: siempre que sea posible, una iglesia, una capilla, un oratorio, junto al Sagrario.
Orar junto al Sagrario es hacer un acto de fe en la Eucaristía y seguir la lógica de los enamorados, que pueden comunicarse mediante un e-mail, mediante el móvil, etc., pero que, siempre que pueden, buscan estar materialmente juntos.

¿Qué es mejor: orar en soledad o en compañía de otros?
El Señor enseñó a orar –con su vida y su palabra- de las dos formas: en soledad, y de forma comunitaria.

La Iglesia recomienda las dos:

En unas ocasiones, hay que orar de forma comunitaria, como cuando se reza el Rosario en familia. Esa oración comunitaria agrada mucho a Dios.
En otras, conviene orar de forma individual. Eso no significa necesariamente que haya que orar aislado de los demás: se puede orar de forma individual junto a otras personas que también oran, aunque estén todas juntas.

Conviene cuidar el silencio:
Se trata de lograr, mediante un silencio exterior, un silencio interior.

Eso no significa que el mundo exterior que nos rodea deba estar en silencio: a veces no será posible. Lo importante es el silencio del alma, el sosiego espiritual que favorece la unión con Cristo: a eso se llama “recogimiento interior en Dios ”.

Pablo VI hablaba de la lección de oración en silencio de la Sagrada Familia en Nazaret:

«Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, por tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidoda y agitada en extremo vida moderna».
11. ¿Qué es el silencio interior?

Es el silencio del alma, que lleva a recogerse en el Señor. Es decir, es el silencio que se alcanza cuando una persona se recoge, entra dentro de sí misma con serenidad, y se pone en presencia de Dios.
Ese silencio se consigue luchando por apartar todo lo que nos distrae de Dios.
Dice san Juan Crisóstomo: “cuando ores, entra en tu aposento. Bien está que cierres las puertas de tu habitación, pero otra cosa quiere Dios antes que eso, que cierres tambien las puertas de tu alma” (In Mat, 19,3)
En ese clima sereno de silencio externo e interno, hay que pedirle al Señor el don de la fe y de la oración.
Conviene hacer muchos actos de fe durante el tiempo de oración: ¡Señor, creo que estás aquí, conmigo! ¡Creo que me ves y que me oyes!
12 ¿Puedes poner un ejemplo de oración de meditación?

Al inicio de tu oración de meditación puedes decir esta plegaria, considerando cada frase, procurándola decir de verdad con el corazón y elevando el alma a Dios:
—Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí

Y le agradeces que se haya quedado en la Eucaristía. Le puedes decir: ¡Gracias, Señor, por estar aquí, a mi lado, con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tu Alma y tu Divinidad!

— Creo que me ves, que me oyes

— Te adoro con profunda reverencia

— Te pido perdón por mis pecados Puedes hacer en tu interior un acto de contrición profundo y sincero, diciéndole que no le quieres ofender más.

— Y gracia para hacer con fruto este rato de oración.

—Madre Mía Inmaculada. Y le pides ayuda a la Virgen para que te ayude a tratar a su hijo.

—San José, mi Padre y Señor. Puedes trasladarte, con la imaginación al taller de san José; y contemplar como trabajaban juntos, como hablaban Jesús, María y José. Puedes pedirle que te ayude a tratar a Jesús con esa misma sencillez.

— Angel de la Guarda, Interceded por mí. Pídele a tu Ángel Custodio -el Ángel de la Guarda-, que está en la presencia de Dios, que te ayude a tener intimidad con Jesucristo.

13. ¿Qué más se necesita para orar bien?

Fe. Recuerda san Agustín: «si la fe falta, la oración es imposible. Luego, cuando oremos, creamos y oremos para que no falte la fe. La fe produce la oración, y la oración produce a su vez la firmeza de la fe». (Catena Aurea).

Humildad. Háblale al Señor como los pobres y enfermos del Evangelio. No como el fariseo, sino como el publicano pecador, diciéndole: ¡Dios mío, ayúdame, que no sé rezar, que soy un pobre pecador»… y estarás empezando a rezar.
Confianza. Acude al Señor con la seguridad de que te oye, y que quizás está esperando que seas tenaz y constante en tu oración, como la “viuda inoportuna” de la que habla el Evangelio, que pedía y oraba sin desfallecer, para concederte lo que le pides, si es conveniente.
Sinceridad. Háblale al Señor como un hijo habla a su padre.
Valentía. Pregúntale, sin miedo: Dios mío, ¿Qué quieres de mí?
Generosidad: La oración generosa lleva a estar dispuesto a hacer la Voluntad de Dios.
Perseverancia. Conviene rezar un día y otro, sin desanimarse, sabiendo que Dios nos escucha siempre.
14. ¿Cómo puedo preparar la oración a lo largo del día?

Procurando pensar en Dios en los distintos momentos del día: cuando estás en tu casa con tu familia, cuando estás en clase, cuando te diviertes con tus amigos, cuando haces deporte.
Rechazando pensamientos de soberbia y de vanidad, que nos alejan de Cristo.
Quitando lo que haya de envidia y de rencor a los demás en el corazón.
Luchando contra la sensualidad.
En definitiva, procurando tener un corazón enamorado de Dios.
“Con esta búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación. Lo he afirmado y lo he escrito tantas veces, pero no me importa repetirlo, porque Nuestro Señor nos hace ver –con su ejemplo– que ése es el comportamiento certero: oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana.

Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón (Mt XI, 29.), no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente, porque El ha afirmado: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá (Lc XI, 9.)”. (Amigos de Dios, 247)

15. A veces quiero hacer oración y no se me ocurre nada.

Se trata de hablar con el Señor de forma sencilla y natural, como se habla con un padre, con un amigo: abriendo el corazón, explayándose.
Puede ser bueno que te lleves habitualmente un texto para meditar. Unas veces lo necesitarás, y otras no.
Santa Teresa decía:
«Jamás osaba comenzar a tener oración sin un libro; que tanto temía mi alma estar sin él en oración, como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada.

Porque la sequedad no era lo ordinario, mas era siempre cuando me faltaba libro, que era luego desbaratada el alma, y los pensamientos perdidos; con esto los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma.

Y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más. Otras leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía. (Libro de la Vida, cap. 4 ,9).

Yo estuve más de catorce que nunca podía tener aun meditación sino junto con lectura. (Camino de perfección, cap. 17, 3).

6. Recomiéndame un texto para meditar

El texto por excelencia para un cristiano son los Evangelios, donde se narra la vida de nuestro Señor.
Puedes meditar, por ejemplo, la Pasión del Señor, y pedirle perdón, uniéndote a sus sufrimientos.
“Una Cruz. Un cuerpo cosido con clavos al madero. El costado abierto… Con Jesús quedan sólo su Madre, unas mujeres y un adolescente. Los apóstoles, ¿dónde están? ¿Y los que fueron curados de sus enfermedades: los cojos, los ciegos, los leprosos?… ¿Y los que le aclamaron?… ¡Nadie responde! Cristo, rodeado de silencio.

También tú puedes sentir algún día la soledad del Señor en la Cruz. Busca entonces el apoyo del que ha muerto y resucitado. Procúrate cobijo en las llagas de sus manos, de sus pies, de su costado. Y se renovará tu voluntad de recomenzar, y reemprenderás el camino con mayor decisión y eficacia”. (Via Crucis)

Otra posibilidad consiste en meditar los textos litúrgicos; por ejemplo, los salmos que se hayan leido ese día en la celebración de la Eucaristía.
Tu oración debe ser litúrgica. -Ojalá te aficiones a recitar los salmos, y las oraciones del misal, en lugar de oraciones privadas o particulares. (Camino, n. 86.)

Un libro de la Sagrada Escritura para la meditación diaria: El libro de los Salmos
Puedes preguntar a la persona que te asesora espiritualmente, para que te sugiera algún texto espiritual acomodado a tus circunstancias.
Es conveniente tomar notas a lo largo del día.
Por ejemplo, es posible que cuando vayas en el bus o en la guagua, el Espíritu Santo te haga ver en el alma que podrías mejorar en algún aspecto de tu vida cristiana: por ejemplo, en el modo de vivir la Santa Misa. Si no apuntas esa idea en algún sitio, es posible que se te olvide. Una vez apuntada, esa misma tarde puedes preguntarle al Señor, en la intimidad de tu oración: Jesús: ¿Cómo puedo quererte más durante la Misa? ¿Qué puedo hacer? Y procuras escucharle.
17. Yo me suelo distraer con cualquier cosa, y rezar me cuesta mucho esfuerzo…

Te puedes proponer, por ejemplo:
— sentarte más cerca del Sagrario.

— ir siempre con los Evangelios, o con algún libro de lectura espiritual.

— mirar una imagen que te ayude a orar.

— sentarte lejos de la puerta de la iglesia o de la capilla, para no distraerte con los que entran y salen.

— no arrellanarte en el banco, ni ponerte de modo que te acabes durmiendo…

Qué puedo hacer, si me sigo distrayendo cuando hago oración?

Santa Teresa comparaba los comienzos de la oración con los esfuerzos que tiene que hacer una persona para sacar algua de un pozo. Al comienzo cuesta mucho. Pero, recomienda la Santa, la persona que comienza a hacer oración tiene que seguir con mucha confianza: Dios le ayudará.

«De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho, que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están acostumbrados a andar derramados, es harto trabajo. (…)

Pues ¿qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? (…)

Pues, como digo, ¿qué hará aquí el hortelano? Alegrarse y consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de tan gran Emperador.

Y pues sabe le contenta en aquello y su intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho, que hace de él confianza, pues ve que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la cruz (…) y tiempo vendrá que se lo pague por junto.

No haya miedo que se pierda el trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está. No haga caso de malos pensamientos». (Libro de la Vida, cap. 11, 9-10).

19. Pero ¿de qué se habla con Dios en la meditación?

No hay «temas prefijados». Es la conversación amorosa con tu Padre Dios. El tema es… todo lo que lleves en el alma, en el entendimiento, en el corazón:
«orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?» -¿De qué? De El, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias…, ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.

En dos palabras: conocerle y conocerte: «¡tratarse!»

20. Hay veces que intento meditar, pero tengo la cabeza como embotada
Puede ser el momento para dejar hablar al corazón:

“Tu inteligencia está torpe, inactiva: haces esfuerzos inútiles para coordinar las ideas en la presencia del Señor: ¡un verdadero atontamiento! No te esfuerces, ni te preocupes. – Óyeme bien: es la hora del corazón” (Camino, 102).

Santa Teresa recordaba su experiencia:

Y muy muchas veces, algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar en oración, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que recogerme a tener oración.

Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me hacía o mi ruin costumbre que no fuese a la oración, y la tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se ha visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que le he empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor.

Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar. (Libro de la Vida, cap. 8, 7).

21. No sé cómo hay que dirigirse a Dios

Del modo más sencillo: como se habla a un Padre, a un Amigo. La oración no es un discurso.

Puedes contemplar una imagen de la Virgen, meditar sobre la Pasión.. Santa Teresa procuraba contemplar todas las noches, antes de acostarse, a Cristo sufriendo en el Huerto de los Olivos y le acompañaba en su dolor.
Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y hallábame mejor -a mi parecer- de las partes adonde le veía más solo.

Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como persona necesitada me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas. En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era mi acompañarle.

Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor (…) Muchos años, las más noches antes que me durmiese, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja, porque me dijeron se ganaban muchos perdones.

Y tengo para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comencé a tener oración sin saber qué era, y ya la costumbre tan ordinaria me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para dormir. (Libro de la Vida, cap. 9, 4).

22. Pero, ¿y qué le digo a Dios ? ¿Qué le cuento en la oración?

Díle lo que nazca de tu corazón: es un diálogo de amor.

Cuéntale tus alegrías: lo que te ilusiona, lo que tienes el corazón.

Dale gracias por las cosas buenas que te han sucedido.

Cuéntale tus penas. Dios te consolará. Pídele ayuda.

Cuéntale tus preocupaciones.

Pídele por los demás: Por la Iglesia, por el Papa, por los Obispos, por los sacerdotes, por los religiosos, por los misioneros… Pídele por tus padres, por tus hermanos, por tus amigos, por tus compañeros de clase o de equipo de deporte. Por todos los que sufren, por los que están solos…

Procura desagraviar en tu oración; es decir: darle al Señor el amor que otros le niegan, y consolarle por las ofensas que recibe:

Así oraba María Ignacia García Escobar:
“No se me oculta lo mucho que se te ofende en el mundo. Sí, Jesús […]]… ¡es tan triste ver el pago que recibes, a cambio de la muerte que escogiste solamente por nuestro amor! No se comprende que esto ocurra si no es porque no se te conoce. […]: conociéndote, es imposible dejarte de amar. Y no; con un amor tibio, mezquino, pobre, -¡no!— no se te ama hasta la locura, pues dándose cuenta el alma de lo que te debe, y con la bondad y misericordia que te cuidas de ella, sin Ti no quiere la vida; no acierta a respirar sin Ti. Pero, aunque no se me oculta…, el pago que recibes de la mayoría de los corazones, al palparlo tan de cerca, pienso y me digo: ¡Pobres almas! […] ¡¡¡Que vean, Señor, que vean!!!”
23. Es que a veces rezo y rezo, y Dios no me dice nada…

¿No te dice nada? Pero, … ¿le escuchas? ¿Le pides que te hable?

Así rezaba San Josemaría
¡Señor! Dame la virtud del orden. (Creo que es virtud y fundamental, por eso la pido.)

¡¡Señor!! Dame ser tan tuyo que no entren en mi corazón ni los afectos más santos, sino a través de tu Corazón llagado.

¡¡¡Señor!!! ¡Señor! Dame que aprenda a callar (porque de callar no me he arrepentido nunca, de hablar muchas veces).

¡¡Señor!! Dame que, a sabiendas, no te ofenda nunca ni venialmente.

¡Señor! Dame cada día más amor a la santa pureza, cada día más celo por las almas, cada día más conformidad con tu Voluntad benditísima (Vázquez de Prada, Tomo I)

El Evangelio narra como Jesús escucha la oración (verbal o con gestos) del leproso, de los que le llevan el paralítico, de Jairo sobre su hija, de la hemorroisa que le toca el manto, de la pecadora, de la cananea, de los ciegos, del buen ladrón…
24. Me propongo meditar, pero no «siento».

La oración no consiste en buscar sentimientos, sino en buscar a Dios. Unas veces Dios te puede dar sentimientos y otras no.
Deja que Dios te hable en el fondo del alma. Dice Santa Teresa en Camino de Perfección;
“No penséis que se está callando, que aunque no le oímos, bien habla al corazón cuando le pedimos de corazón”.

25. ¿Cómo puedo buscar mejor a Dios en mi meditación?

Metiéndote en las escenas del Evangelio, por ejemplo. Eso significa evocar esas escenas con la imaginación, y procurar rezar al Señor como si estuvieras allí, con Él.
“Yo te aconsejo que, en tu oración, intervengas en los pasajes del Evangelio, como un personaje más.

Primero te imaginas la escena o el misterio, que te servirá para recogerte y meditar.

Después aplicas el entendimiento, para considerar aquel rasgo de la vida del Maestro: su Corazón enternecido, su humildad, su pureza, su cumplimiento de la Voluntad del Padre.

Luego cuéntale lo que a ti en estas cosas te suele suceder, lo que te pasa, lo que te está ocurriendo.

Permanece atento, porque quizá El querrá indicarte algo: y surgirán esas mociones interiores, ese caer en la cuenta, esas reconvenciones. “(Amigos de Dios)

26. ¿Puedes poner un ejemplo práctico de meditación del Evangelio?

Comienzas a meditar, por ejemplo, en la muerte del Señor en la Cruz.
Te imaginas la escena, con el corazón, con la cabeza, con la imaginación.
Te sitúas ahí, junto a Jesucristo, al pie de la Cruz, y comienzas a hablarle, a decirle palabras de amor y de arrepentimiento.
Y consuelas a la Virgen.
Y a san Juan.
¿Qué le dirías a Jesús si hubieses estado allí?
San Josemaría escribe en algunos de sus libros su propia oración de contemplación del Evangelio. Mira como contempla el hallazgo de Jesús en el templo en su libro Santo Rosario:
5 MISTERIO: EL NIÑO PERDIDO

¿Dónde está Jesús? –Señora: ¡el Niño!… ¿dónde está?

Llora María. –Por demás hemos corrido tú y yo de grupo en grupo, de caravana en caravana: no le han visto. –José, tras hacer inútiles esfuerzos por no llorar, llora también… Y tú… Y yo.

Yo, como soy un criadito basto, lloro a moco tendido y clamo al cielo y a la tierra…, por cuando le perdí por mi culpa y no clamé.

Jesús: que nunca más te pierda… Y entonces la desgracia y el dolor nos unen, como nos unió el pecado, y salen de todo nuestro ser gemidos de profunda contrición y frases ardientes, que la pluma no puede, no debe estampar.

Y, al consolarnos con el gozo de encontrar a Jesús –¡tres días de ausencia!– disputando con los Maestros de Israel (Luc., II, 46), quedará muy grabada en tu alma y en la mía la obligación de dejar a los de nuestra casa por servir al Padre Celestial.

27. Yo he meditado alguna vez, pero es muy costoso.

Es cierto: habitualmente, la oración cuesta. Otras veces no, porque el Señor nos da su gracia. Recuerda lo que les dijo el Señor a los Apóstoles cuando les vencía el sueño en el Huerto de los Olivos y dejaron de rezar, porque les costaba.
Por eso, hay que aprender a meditar. Es muy bueno unirse en la oración personal, a la oración de un sacerdote que medita en voz alta su oración personal junto al Sagrario. Así se aprende a hacer oración personal.
La tentación más frecuente de dejar la oración proviene, como enseña el Catecismo (2732) por la falta de fe: siempre nos parece que tenemos algo más urgente y práctico que hacer antes que ponernos a rezar…
Cuando viene la dificultad es el momento de la fe y la perseverancia: “El grano de trigo, si (…) muere, da mucho fruto” (Juan, 12, 24)
Díle al Señor que sólo quieres hacer su Voluntad. Pídele ayuda al Espíritu Santo, para que inflame tu corazón en amor. Pídele ayuda a la Virgen para que te enseñe a hacer oración, y a San José, para que te ayude a tratar a Jesús como le trataba él.
Pidele ayuda a tu ángel Custodio, y a los santos a los que le tengas devoción.
Con el paso del tiempo, podrás ir llevando a la oración los misterios de la fe, y a cada una de las Tres divinas personas, hasta llegar a lo que decía el Santo Cura de Ars: “Me fijo en nuestro Señor que está en el Sagrario y Él se fija en mí”.
La oración es un camino que lleva hasta la cumbre del Amor a Dios. Hay que caminar con fe, dejándose llevar por la gracia, quitando obstáculos, con la confianza y la esperanza en el gozo de la Trinidad, del Amor Pleno.
28. A veces me cuesta tanto meditar, que pienso en dejarlo, porque parece como si Dios no me escuchara, y no me concede lo que le pido…

Se lee en el punto 2726 del Catecismo:
Hay quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene también del Espíritu Santo y no solamente de ellos.

Te puede ayudar la lectura de un libro de Eugene Boylan, monje cirsterciense, titulado: Dificultades en la oración mental, Patmos.
Los avances en la oración no son siempre lineales y ascendentes; son como las carreteras: se va avanzando mientras se sube y se baja.
Recuerda lo que dice el Señor: Conviene orar siempre y no desfallecer (Lucas, XVIII,1)
Y no puede aplicarse a la oración –como recuerda el Catecismo, en el punto 2727- el factor económico del rendimiento: si no se me concede lo que pido la oración no sirve, por improductiva.

San Agustín:
«Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. Mali, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Male, porque pedimos mal, con poca fe o sin perseverancia, o con poca humildad. Mala, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros». (La Ciudad de Dios, 20, 22)
Santa Teresa: no caer en la tentación de abandonar la oración

En todo caso, conviene estar atentos para no caer en la tentación de abandonar la oración con la excusa de que no sabemos rezar. Santa Teresa define esta tentatción como el más terrible engaño que el demonio me podía hacer debajo de parecer humildad:

Pues así comencé, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades (…).

Y ayudóme a esto que, como crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en las cosas de virtud. Veía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto a mí por faltaros yo a Vos.

Este fue el más terrible engaño que el demonio me podía hacer debajo de parecer humildad, que comencé a temer de tener oración, de verme tan perdida (Libro de la Vida, cap. 7, 1).

De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y no le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejarla (…) que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. (Libro de la Vida, cap. 8, 4-5).
«Y el que no deja de andar e ir adelante, aunque tarde llega. No me parece es otra cosa perder el camino sino dejar la oración (Libro de la Vida, 19, 5)

29. Muchas veces estoy seco en la oración. ¿No estaré perdiendo el tiempo? Es frecuente encontrarse seco, sin saber qué decir. Le pasa alguna vez a todos los que se enamoran, por muy enamorados que estén.

Se lee en Camino, n. 102. Tu inteligencia está torpe, inactiva: haces esfuerzos inútiles para coordinar las ideas en la presencia del Señor: ¡un verdadero atontamiento! No te esfuerces, ni te preocupes. -Oyeme bien: es la hora del corazón.

En esos casos, podemos decir oraciones vocales: el Padrenuestro, el Avemaría, unos salmos, etc.
El Santo Cura de Ars recomienda la perseverancia:

«La tercera condición que debe reunir la oración para ser agradable a Dios, es la perseverancia. Vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo que pedimos». (Sermón sobre la oración).

30. ¿Qué son los propósitos de la oración?

Son pequeñas metas, para mejorar en el amor a Dios.
Por ejemplo: esta tarde voy a estudiar dos horas, y las voy a ofrecer a Dios por las intenciones del Papa. El domingo por la mañana voy a jugar al fúbol y voy a ofrecer todos mis esfuerzos por las intenciones del obispo de mi diócesis.
31. ¿Y si los propósitos de mi oración no salen, un día y otro?

Tendrás que hacer como los buenos deportistas: intentarlo de nuevo, por amor, pidiéndole más ayuda a Dios.

Aconsejaba san Agustín: «Haz tú lo que puedas, pide lo que no puedes, y Dios te dará para que puedas». (Sermón 43)
32. A veces me avergüenza rezar, al pensar en mis pecados…

El Cura de Ars anima a rezar con confianza:

«Nuestras oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se lo supliquemos debidamente». (Sermón sobre la oración).

33. ¿Y cómo sé si he hecho bien mi oración?

Eso sólo lo sabe Dios. Nosotros no debemos juzgarnos. Pero estos son algunos indicadores. Hay oración en tu vida si…

Si tienes unidad de vida; si se puede decir que tu vida es la vida de un joven que ama de verdad a Jesucristo.

Si eres coherente; si eres la misma personadurante la semana y el fin de semana; el mismo en clase, con tus padres y con tus amigos; porque le dejas a Dios que esté contigo y tú buscas a Dios.

Si ante tus fallos, no te desanimas, sino que pides más ayuda al Señor, con una confianza y una esperanza interior, que renuevas en cada rato de oración.
Si te esfuerzas por vivir una vida limpia, apartándote de las ocasiones de pecar y mostrando a los demás con valentía la alegría de la castidad.

Si intentas querer más al Señor, trabajar mejor y ofrecerle tu trabajo y tu estudio, ayudar a los demás, etc.

Si te duelen los pecados y las ofensas que le hacen al Señor.

Si te conmueves ante los enfermos, ante las personas pobres y necesitadas, porque descubres en ellos a Cristo, e intentas ayudarles.

Si ves en los otros -personas de otros países, de otras razas, de otras culturasy religiones, de otras posturas políticas, de otra situación social-siempre a hermanos tuyos, a hijos de Dios.

Si intentas que tus amigos se acerquen a Dios.

De enemigos y extranos a amigos y hermanos

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De enemigos y extranos a amigos y hermanos :
«El pasado nos debe servir de lección para el presente y para el futuro. La Shoah nos enseña que se necesita siempre la máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz». Papa Francisco concluye su discurso en la Sinagoga de Roma con un recuerdo de las víctimas y se los supervivientes del exterminio nazi. Es el tercer Papa que entra al Templo Mayor de la capital italiana, la ciudad de la que es obispo.

Bergoglio llegó diez minutos antes, sin séquito ni acompañadores, en el Ford Focus azul de siempre. Fue recibido por la Presidenta de la Comunidad hebraica romana, Ruth Dureghello, por el Presidente de la Unión de las Comunidades hebraicas italianas (Ucei), Renzo Cattegna, y por el Presidente de la Fundación Museo de la Shoah, Mario Venezia. Francisco dejó una gran cesta con flores blancas en bajo la lapida que recuerda la deportación de los judíos romanos en 1943. Después recorrió a pie la Vía Catalana y repitió el homenaje frente a la lápida que recuerda a Stefano Gaj Taché, el niño asesinado durante el atentado terrorista de 1982, y se entretuvo un momento con sus familiares.

Pocos minutos después abrazó al Rabino Jefe de Roma, Riccardo Di Segni, y entró a la Sinagoga. Durante casi media hora, sin ninguna prisa, Francisco recorrió todo el templo, estrechando manos y abrazando a los presentes, subrayando de esta manera el dato más característico de esta tercera visita: la cordialidad y la amistad.

La Presidenta de la Comunidad hebraica romana Ruth Dureghello no ocultó su emoción: «hoy escribimos una vez más la historia». Recordó las palabras de Francisco en contra del antisemitismo y en contra de los que niegan a Israel el derecho a existir. Amonestó que «la paz no se conquista sembrando el terror con los cuchillos en la mano, no se conquista derramando sangre en las calles de Jerusalén, de Tel Aviv, de Ytamar, de Beth Shemesh y de Sderot… Todos nosotros debemos decir al terrorismo que se detenga. No solo al terrorismo de Madrid, de Londres, de Bruselas y de Paría, sino también ese que golpea todos los días a Israel. El terrorismo nunca tiene justificación». La Presidenta también recordó que el terrorismo islamico ya ha atacado a Roma, pues en 1982 mató al pequeño Stefano Gaj Taché. Dijo que no es posible quedarse indiferentes frente a la sangre derramada. Y concluyó expresando la certeza de que «La fe no genera odio, la Fe no derrama sangre, la fe llama al diálogo» y «esta conciencia, que no pertenece exclusivamente a nuestras religiones, que pueda encontrar también la colaboración del Islam».

Después, el Rabino Di Segni explicó, que en la «tradición jurídica rabínica, un acto repetido tres veces se vuelve ‘chazaqà’, costumbre fija. Es decididamente el signo concreto de una nueva era». Un evento «cuyo alcance irradia en todo el mundo con un mensaje benéfico». También recordó el Jubileo en la traición hebraica, indicando que no pasó desapercibido el momento inicial en el que, al abrir la Puerta santa, fue recitada la fórmula litúrgica: «abran las puertas de la justicia»: «para el hebreo que escucha, es algo conocido y familiar, es una cita del versículo de los Salmos» que «nosotros citamos en nuestra liturgia festiva». Un signo de cómo «las vías divididas y tan diferentes de los dos mundos religiosos comparten como sea una parte de patrimonio común que ambas consideran sacro». Todos «esperamos —dijo el Rabino— un momento quién sabe qué tan lejano en la historia en el que las divisiones se resolverán». «Acogemos al Papa —concluyó— para insistir en que las diferencias religiosas, que deben ser mantenidas y respetadas, no deben ser justificación para el odio y la violencia, sino que debe existir, por el contrario, la amistad y la colaboración, y que las experiencias, los valores, las tradiciones, las grandes ideas que nos identifican deben ser puestas al servicio de la colectividad».

Al tomar la palabra, el Papa agradeció en hebreo, «Todá rabbá», por la calurosa bienvenida. Bergoglio recordó que «ya en Buenos Aires solía ir a las sinagogas y encontrar a las comunidades allí reunidas, seguir de cerca las fiestas y las conmemoraciones hebraicas». Un «vínculo espiritual» que «ha favorecido el nacimiento de auténticas relaciones de amistad y también un inspirado diálogo común». Bergoglio citó el «vínculo único y peculiar» entre hebreos y cristianos, que «deben sentirse hermanos, unidos por el mismo Dios y por un rico patrimonio espiritual común».

Francisco retomó la expresión acuñada por Juan Pablo II para los judíos: «Hermanos mayores». «Efectivamente —dijo—, ustedes son nuestros hermanos y nuestras hermanas mayores en la fe. Todos pertenecemos a una única familia, la familia de Dios, que nos acompaña y protege como su pueblo».

«Juntos, como hebreos y como católicos, estamos llamados a asumir nuestras responsabilidades para esta ciudad, ofreciendo nuestro aporte, principalmente espiritual, y favoreciendo la resolución de los diferentes problemas actuales». Citando el documento conciliar «Nostra aetate», el Papa insistió en el «no» a «cualquier forma de antisemitismo» y condenó «cualquier injuria, discriminación y persecución que derivan de él». También recordó la importancia del trabajo de profundización teológica: «Los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden no referirse a las raíces hebraicas, y la Iglesia, a pesar de profesar la salvación a través de la fe en Cristo, reconoce la irrevocabilidad de la Antigua Alianza y el amor constante y fiel de Dios por Israel».

El Papa invitó no «perder de vista los grandes desafíos que el mundo de hoy debe afrontar. El de una ecología integral ya es prioritario, y como cristianos y hebreos podemos y debemos ofrecer a la humanidad entera el mensaje de la Biblia sobre el cuidado de la Creación. Conflictos, guerras, violencias e injusticias abren heridas profundas en la humanidad y nos llaman a reforzar el compromiso por la paz y la justicia».

«La violencia del hombre contra el hombre —recordó Francisco— está en contradicción con cualquier religión digna de este nombre, y en particular con las tres grandes religiones monoteístas. Cada ser humano, en cuanto criatura de Dios, es nuestro hermano, independientemente de su origen o de su pertenencia religiosa». Y «allí donde la vida está en peligro estamos llamados todavía más a protegerla. Ni la violencia ni la muerte tendrán jamás la última palabra frente a Dios, que es el Dios del amor y de la vida. Tenemos que pedirle con insistencia para que nos ayude a practicar en Europa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en cada parte del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del perdón y de la vida».

Para concluir, Bergoglio recordó el exterminio de hebreos: «Seis millones de personas, solo porque pertenecían al pueblo judío, fueron víctimas de la más inhumana barbarie, perpetrada en nombre de una ideología que pretendía sustituir al hombre en lugar de Dios. El 16 de octubre de 1943, más de mil hombres, mujeres y niños de la comunidad judía de Roma fueron deportados a Auschwitz. Hoy deseo recordarlos de modo particular: sus sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas no deben jamás ser olvidadas. Y el pasado nos debe servir de lección para el presente y para el futuro. La Shoah nos enseña que es necesaria siempre la máxima vigilancia para poder intervenir tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz. Quisiera expresar mi cercanía a cada testigo de la Shoah todavía en vida, y dirijo mi saludo particular a todos los que están aquí presentes hoy. ¡Shalom alechem!».

Como ensenar la gratitud a los hijos

Como ensenar la gratitud a los hijos :
Al educar a los hijos en el valor de la gratitud, se les brinda una pieza clave para la construcción de su madurez, además lleva consigo otras enseñanzas como el esfuerzo, la humildad, la reciprocidad, el respeto, la generosidad, la laboriosidad.

El agradecimiento, además de ser una muestra de buena educación y respeto, proporciona felicidad, capacidad de goce y asombro, algo primordial en el ser humano. Por eso decimos que la gratitud abre los ojos, el corazón y la conciencia, puesto que por más insignificante que algo parezca, esta virtud lo engrandece y lo llena de gozo. Quien no agradece lo que es, lo que recibe y lo que tiene, vive amargado e instatisfecho, anhelando aquello que no ha podido lograr.

La gratitud se aprende en la familia

La familia es a quien le corresponde sembrar la semilla de la gratitud desde las primeras edades de los hijos y continuar el proceso a lo largo de su crecimiento.

Los padres han de proponerse que sus hijos vivan el agradecimiento como una actitud habitual, tanto en el trato con los demás, así como con la vida misma y con quien la hizo posible. De igual modo, es importante enseñarles a agradecer los alimentos que reciben, la posibilidad de estudiar, de tener una familia, de compartir con otros, de aprender…; en fin, tantas y tantas cosas que por momentos se nos vuelven invisibles a la vista y damos por hecho que nos pertenecen.

De esta forma los hijos crean conciencia de que el mundo no está rendido a sus pies en espera que ellos pronuncien su petición, sino que las cosas que se obtienen merecen un valor y un agradecimiento.

¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la gratitud?

¨ Porque es una virtud muy difícil de encontrar en el mundo y por lo mismo infinitamente valiosa; nos permite disfrutar y vivir con alegría y gozo quienes somos y lo que tenemos y recibimos.
¨ Porque es la virtud que nos ayuda a hacer felices a los demás sin sacrificios ni grandes esfuerzos. Un gracias y una sonrisa puede cambiar el día de quien lo recibe.
¨ Porque así el niño experimentará que al dar las gracias la paz interior crece y los sentimientos más nobles se refuerzan.
¨ Porque el niño experimentará que la gratitud lleva a otros sentimientos humanos: paz, cordialidad, reciprocidad. Comprenderá que la gratitud lleva a la convivencia humana más grata y pacífica, porque implica humildad y la capacidad de darnos a los demás.
¨ Porque el niño descubrirá que la gratitud surge de la costumbre de fijarnos siempre en lo bueno y lo transformará en un hábito en su vida. Quienes no tienen nada que agradecer es porque solamente se fijan en lo malo.
¨ Porque el niño adquirirá la costumbre de dar gracias por lo que tiene y no lamentarse por lo que no es o le gustaría tener.
¨ Porque el niño comprenderá que el agradecimiento conduce a buscar los medios necesarios para lograr nuestras metas.
¨ Porque el niño vivirá el agradecimiento que nos lleva a dejar de lamentarnos y a descubrir las necesidades de los demás, poniendo nuestros dones a su servicio.
¨ Porque el niño se dará cuenta que la falta de gratitud permite y produce sentimientos de infelicidad ante lo que no tenemos o somos, y que, según nosotros, merecemos. Y al vivir la gratitud eliminará de su vida esta posible fuente de tristeza e infelicidad.
¨ Porque el niño experimentará en el ser agradecido la posibilidad de disfrutar mayormente de las cosas y vivir más tranquilo.
¨ Porque el niño asumirá que la manera de ser agradecido por la vida que se nos ha dado es vivirla plenamente y feliz, ya que para ello hemos sido creados.
¨ Porque el niño comprenderá que la gratitud implica hacer buen uso de los dones recibidos, sin desperdiciarlos ni usarlos mal; y por lo tanto, que debe buscar hacerlos crecer, desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás,
¨ Porque el niño aprenderá que la gratitud es una actitud que surge de lo más profundo de la persona. No se puede fingir o disimular.
¨ Porque el niño valorará los momentos de felicidad, de alegría espontánea y sencilla y vivirá atento a descubrirlos, disfrutarlos y provocarlos en sus relaciones con los demás.
¨ Porque el niño descubrirá que la gratitud se debe expresar con palabras, gestos, acciones y actitudes a todos aquellos que por tenerlos cerca nos olvidamos de agradecerles lo que hacen por nosotros, o bien a las personas que nos prestan servicios que pueden pasar inadvertidos. Y vivirá la gratitud en la familia, con los amigos y con todos aquellos que le rodean.
¨ Porque el niño comprenderá que debe saber recibir con alegría lo que se le da y a agradecer la generosidad del que se lo da.
¨ Porque la vivencia de esta virtud llevará al niño a agradecer a sus padres el don de la vida, el don del amor y de una familia, y a trabajar el día de mañana por construir una familia en donde se viva el agradecimiento de manera habietual.
¨ Porque el niño al agradecer el don de sí mismo, se aceptará y crecerá en la confianza y en la seguridad personal, fuente de serenidad y felicidad interior.

Vivir la gratitud

¨ Fijarse en las cosas buenas y en lo bueno de las personas.
¨ Reconocer todo lo bueno que tenemos y somos, y poner todo lo que está de nuestra parte para ser mejores.
¨ No lamentarnos por lo que no tenemos o no somos sino poner los medios para lograr lo que nos proponemos.
¨ Fijarnos siempre en las necesidades de los demás y poner nuestros dones a su servicio.
¨ Desarrollar al máximo nuestros dones para ser felices y hacer felices a los demás.
¨ Cuidar los dones recibidos. No desperdiciarlos ni usarlos mal.
¨ Saber disfrutar de las cosas y situaciones de nuestra vida. Sobre todo de lo más sencillo.
¨ Saber ser felices con los dones que se nos presentan de forma sencilla y gratuita.
¨ Pensar en los otros antes que en nosotros y saber decir “gracias”.
¨ Saber dar las gracias y demostrar mi agradecimiento con palabras, gestos y acciones, sobre todo a los que tengo más cerca.
¨ Saber dar y demostrar agradecimiento a los que nos hacen un servicio callado.
¨ Recibir con alegría, haciendo sentir bien y feliz al que nos da.
¨ Reconocer los pequeños detalles de servicio y donación de los demás: padres, maestros, hermanos, compañeros, etc.
¨ Valorar los sacrificios y esfuerzos que hacen quienes me amam para darme todo lo que necesito.
¨ No exigir otras cosas, sino agradecer aquello que se nos ofrece.

Lo que facilita la vivencia de esta virtud

¨ La humildad que nos lleva a reconocer lo que somos y lo que hemos recibido de manera gratuita, y a tomar conciencia del puesto que ocupamos frente a Dios y los hombres. La humildad nos ayuda a reconocer todo lo que hemos recibido. El humilde es una persona agradecida con Dios y con las demás personas.
¨ Amabilidad, bondad, cordialidad.
¨ Generosidad
¨ Disponibilidad, solidaridad. Nos hacen darnos a los demás.
¨ Magnanimidad. Alma grande que nos hace darnos a los demás.
¨ Tolerancia, porque el ser agradecidos también nos hace perdonar.
¨ La sencillez que permite disfrutarlo todo sin crearse exigencias y necesidades superfluas.
¨ Un corazón abierto a los demás para descubrir en todo momento sus dones y entrega.

Lo que dificulta la vivencia de esta virtud

¨ El ambiente egoísta en que nos movemos nos lleva a sentirnos merecedores de todo, por ello nos sentimos con el derecho de exigir sin dar nada a cambio ni agradecer por lo que se nos da.
¨ El egoísmo que nos hace sentir que merecemos todo sin agradecimiento y que nos hace pensar sólo en nosotros y en nuestras “necesidades” sin dar atención a lo que estamos recibiendo..
¨ La soberbia. El soberbio espera recibir mientras que el humilde da y agradece.
¨ La falta de pureza de intención, que nos hace buscar el agradecimiento de los demás y no dar el nuestro.
¨ La dureza de corazón ante la grandeza de lo pequeño. Quien tiene un corazón duro no reconoce los dones que recibe ni el amor que se le demuestra.
¨ El materialismo y consumismo que nos impide disfrutar y agradecer lo que tenemos, y nos empuja a buscar siempre más.
¨ La ambición que nos lleva a no estar satisfechos, contentos o agradecidos con lo que tenemos.

Cómo promover la gratitud en casa

Las siguientes son algunas ideas que promueven la virtud de la gratitud en el hogar. No hay que olvidar que son aplicables a todos los miembros de la familia, no sólo a los chicos, pues el ejemplo de los padres es un elemento básico para el aprendizaje de valores.

Fijarse en las cosas buenas que suceden, así como en las fortalezas de las personas.
Percatarse de las necesidades que pasan otras personas y poner los propios dones a su servicio.
Saber disfrutar de las cosas y situaciones de nuestra vida, sobre todo de lo más sencillo.
Valorar los sacrificios y esfuerzos que hacen los demás para darnos lo que necesitamos.
No exigir otras cosas, sino agradecer aquello que se nos ofrece.
Dar siempre las gracias en compañía de una sonrisa, aunque sea por cosas aparentemente pequeñas y sin importancia.
Cuidar de las cosas que se nos han sido regaladas, mantenerlas en orden, hacer un uso apropiado de éstas y compartirlas con quien las necesite.
Volver una costumbre, el ofrecer detalles entre hermanos, padres e hijos.
En la noche, agradecer los dones recibidos a lo largo del día y en la mañana siguiente, agradecer por el nuevo día y ofrecer vivirlo de la mejor manera.
Nunca quejarse o lamentarse por lo que no se tiene.
Disfrutar de las actividades que se realizan en familia.
Para promover la virtud de la gratitud en la escuela

1. Dar siempre las gracias por todo con una sonrisa, aunque sea por cosas aparentemente pequeñas y sin importancia.
2. Cuidar de mi colegio. No maltratar las bancas, material, plantas, etcétera.
3. Cuidar de mis útiles escolares manteniéndolos en orden, dándoles buen uso y compartiéndolos con quien los necesite.
4. Agradecer a mis amigos y maestros con gestos y acciones. Acostumbrarme a tener detalles con los demás: un dulce, una nota, etcétera.
5. Agradecer todos juntos por la mañana el nuevo día y ofrecer aprovecharlo bien.
6. Agradecer al final del día por los dones recibidos, y pedir ayuda para desarrollarlos al máximo.
7. Nunca quejarse o lamentarse por lo que no se tiene.
8. Dar las gracias y ayudar a quien nos ayuda.
9. Aprovechar al máximo el don de la escuela, estudiando con esmero y dedicación.
10. Compartir los dones que recibo en la escuela, enseñando al que no sabe.

Nuestro Señor Jesucristo, aprecia mucho la gratitud y en el Evangelio de San Lucas nos pone un ejemplo:

«De camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaria y Galilea. Al entrar en una aldea vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y comenzaron a gritar: “Jesús, maestro, ten piedad de nosotros.” Él, al verlos, les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes.” Y mientras iban de camino quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en alta voz, y se postró a los pies de Jesús dándole gracias. Era un samaritano. Jesús preguntó: “¿No quedaron limpios los diez? ¿dónde están los otros nueve? ¿tan sólo ha vuelto a dar gracias a Dios este extranjero?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”» Lc 17, 11-19.

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis.”

Para reflexión personal

1. ¿He formado en mí el hábito del agradecimiento?¿Soy agradecido con Dios?¿considero los dones físicos que me ha dado gratuitamente?¿Me parece lo más normal que los tenga?¿Los talentos en el orden intelectual que tengo los considero como algo recibido, se los agradezco también a Dios?¿Agradezco de manera especial a dios mi creación, redención, la Iglesia y los sacramentos?¿También agradezco la familia que tengo que me ha hecho nacer y todas las circunstancias que me ha permitido vivir en compañía de mis seres queridos?
2. ¿Acostumbro a agradecer a Dios los peligros de los que me ha librado de todo orden. Físicos y espirituales? ¿Cómo manifiesto esta gratitud? ¿Con puras palabras? ¿O con un reconocimiento sincero de su soberanía en mí, siguiendo siempre la voluntad de Dios?
3. ¿El amor propio herido, la vanidad, el miedo a perder mi imagen, me hace olvidar los beneficios recibidos?
4. ¿Agradezco sinceramente cuando alguien me hace un favor, un servicio? ¿Aún en lo más mínimo? ¿O considero que no es importante pues son servicios que se me deben?
5. ¿Se aceptar con sencillez los favores de los demás? ¿Creo que me basto a mi mismo?
6. ¿Soy agradecido con mis padres? ¿Cómo lo demuestro?
7. ¿Al llegar del término de un viaje, después de estar con una persona que me ha hecho un servicio, se agradecer los favores que me ha ofrecido? ¿Cómo agradezco?
8. ¿Tengo suficiente delicadeza de alma para considerar como favor todo cuanto se me hace y agradecer por ello?
9. ¿Fomento en mi vida el agradecimiento como una de las virtudes más hermosas del cristiano?
10. ¿Digo siempre la verdad?¿Miento para salvar mi imagen?
11. ¿Vivo en la verdad? ¿en la realidad de mi situación personal, de la familia, del trabajo, de la sociedad? ¿En estos ambientes soy coherente a mis principios y valores?
12. ¿Mi relación con los demás depende del servicio o utilidad que aporten a mis intereses personales? ¿Aparento amabilidad para ganar favores?¿Valoro a los demás por lo que me puedan ser útiles?

El que obedece nunca se equivoca

El que obedece nunca se equivoca :
¿Será verdad aquello de «el que obendece nunca se equivoca»?, ¿existe la posibilidad de que el cristiano renuncie a su razón, a su conciencia y a su libertad y los sustituya por pura obediencia?, ¿no se convertiría un fiel en una especie de «zombi católico» al siempre obedecer?

Es evidente que ese popular aforismo no tiene buena prensa fuera de la Iglesia. Aunque, más bien, habría que decir que la obediencia en sí misma tiene bastante mala prensa fuera de la Iglesia. Pero incluso dentro de la Iglesia, todos podríamos citar casos en los que una obediencia mal entendida ha dado muy malos resultados.

Hay que tener en cuenta, sin embargo (o sed contra, como dirían los escolásticos), que la frase tiene su origen en un estupendo texto de San Agustín: «el que obedece cumple siempre la voluntad de Dios, no porque la orden de la autoridad sea siempre conforme con la voluntad de Dios, sino porque es voluntad de Dios que se obedezca a quien preside». Y San Agustín es mucho San Agustín. Por no hablar de que la obediencia es algo fundamental para quien sigue a Aquel que «se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz».

Esto debería hacernos pensar que el problema no está en la frase, sino en malas interpretaciones de la misma. Propongo, pues, que pensemos sobre el tema para hacer las matizaciones necesarias y entender bien el sentido de la obediencia cristiana, que es camino de libertad plena para el cristiano pero, si se entiende mal, puede llegar a ser la más dura de las esclavitudes.

Presento aquí cuatro matizaciones (sólo son lo primero que se me ha ocurrido sobre el tema):

La obediencia cristiana nunca puede ir contra la ley de Dios. Es algo clásico, pero, por todo lo que se ha escrito sobre el caso Maciel, parece ser que resulta desconocido para mucha gente. Un abad no puede mandar a los monjes que roben o que cometan actos inmorales. Y, si lo hace, su orden no tiene ninguna autoridad y es un deber cristiano desobedecerla.

La obediencia cristiana nunca puede ir contra la propia conciencia. También es algo clásico, que ya enseñaba Santo Tomás. Eso sí, entendiendo bien lo que es la conciencia.

La obediencia cristiana tiene sus propios ámbitos, que no puede sobrepasar. Por ejemplo, nuestro párroco no puede ordenarnos la marca de coche que debemos comprar, por poner un ejemplo absurdo, porque esa decisión no corresponde al ámbito de la obediencia que se le debe. Igualmente, la obediencia de los religiosos sólo existe dentro de la regla.

La doctrina y la moral no son objeto de obediencia, sino más bien de fe. La Iglesia no se inventa la moral o la fe, imponiéndolas por su autoridad de forma voluntarista, sino que las recibe de Dios, como un don y un mandato. Es decir, por poner un ejemplo, las familias católicas no están abiertas a la vida por obediencia a Pablo VI, sino porque ésa es la voluntad de Dios para los casados. La anticoncepción no es mala porque así lo diga el Papa, sino que el Papa lo dice porque es mala. En ese sentido, la pareja que usa anticonceptivos se confesará de haber pecado contra el 6º mandamiento y no de desobediencia (es decir, contra el 4º).

Año jubilar y aborto

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Año jubilar y aborto
Una de las características más hermosas de un jubileo consiste en promover la justicia, perdonar las ofensas, restablecer relaciones heridas, ayudar a los más necesitados, fomentar las obras de misericordia.

Por eso, entre las peticiones que se alzan en el Año Santo de la misericordia (2015-2016) también se ha pedido la abolición de la pena de muerte. ¿No podríamos incluir también una llamada a abolir el aborto en el mundo?

Cuando reconocemos que el aborto elimina la vida de millones de hijos cada año. Cuando nos damos cuenta del enorme daño que genera el aborto en el corazón de las madres y de los padres. Cuando percibimos la profunda herida que genera en los Estados la legalización de la muerte de los embriones humanos… Entonces hace falta un grito a favor de los más débiles e indefensos.

Vivimos en un mundo lleno de contrastes, donde junto a protestas de quienes defienden a los animales muchos ya no perciben la gran injusticia que se produce en cada aborto. Porque las injusticias humanas se agravan cuando quienes las sufren son vistos con indiferencia y con silencios cómplices.

En este año jubilar, y también después del mismo, es urgente pensar en los millones de hijos cuyas vidas son destruidas en el seno de sus madres, sin olvidar a miles y miles de hijos abandonados a su suerte en las clínicas de fecundación artificial o usados como “material sobrante” para la experimentación.

Sólo cuando defendamos a los embriones y fetos humanos, nuestras sociedades habrán avanzado hacia la justicia. Así nuestro mundo sea un poco más inclusivo, más abierto, más solidario y, sobre todo, más respetuoso de los hijos, que son un don con el que Dios bendice a sus padres y al mundo entero.

Trucos para fomentar la comunicación en familia

Trucos para fomentar la comunicación en familia :
Crear el clima de confianza necesario en la familia para que los niños puedan preguntar y hablar libremente en casa es fundamental. El cambio que se produce entre los siete y los doce años es gigantesco y es en esta etapa donde los padres debemos sentar las bases de la comunicación en familia.

A medida que los niños van creciendo, empiezan a recibir mucha información nueva que deben ir «chequeando» en su apertura hacia el exterior.

Crear el clima de confianza necesario en la familia para que los niños puedan preguntar y hablar libremente en casa es fundamental. El cambio que se produce entre los siete y los doce años es gigantesco y es en esta etapa donde los padres debemos sentar las bases de la comunicación en familia.

Además, necesita saber dar razón a sus amigos del porqué de algunas exigencias de sus padres o de sus propias decisiones: sobre el tiempo de uso de las nuevas tecnologías, respecto a la sobriedad en los gastos, del porqué no acude a determinados planes o si no ve una serie de televisión. Las preguntas no se pueden «programar», y aunque siempre contestemos en el momento, conviene buscar un momento posterior pata tratarlo de nuevo con mayor tranquilidad.

Por el contrario, en ciertos temas, si la pregunta no surge del hijo la debemos provocar los padres con el fin de adelantarnos a situaciones que, de no producirse esa conversación, se darán a corto plazo. Así, por ejemplo, existe un abismo entre que a un hijo le explique el origen de la vida humana su padre o su madre, a que se entere por medio de una conversación con los compañeros del colegio o por medio de una revista juvenil.

1. Fomenta ocasiones para el diálogo en familia, como por ejemplo, cenar sin televisión y sin teléfono móvil.

2. Un buen plan para los fines de semana son las excursiones familiares, que nos permiten hablar de los temas que no nos dan tiempo en el día a día.

3. Procura que entre los hermanos no se «coman» el tiempo de intervención del más tímido o el más lento a la hora de intervenir en las tertulias familiares.

4. Dedica un tiempo exclusivo, de vez en cuando, a solas con cada hijo. En un ambiente relajado es más fácil que nos transmitan sus inquietudes.

5. Da importancia a sus cosas, a sus peleas con los amigos o al primer grano que le sale a los doce años y que le hace sentirse horrible. Nunca nos riamos de ellos, pues estaremos cortando de lleno la comunicación con nuestro hijo.

6. Un momento ideal para charlar un ratito es justo antes de dormirse, cuando ya está metido en su cama y se siente relajado. Podemos sentarnos junto a él y dejar que nos cuente algo que le ocurrió ese día o que le preocupe.

7. ¿Quién no recuerda las mañanas de domingo en el dormitorio de sus padres? Si acude al despertarse y se mete en vuestra cama para resguardarse del frío, posiblemente se anime a haceros alguna confidencia. No dejéis pasar el momento.

8. Aprovecha los momentos oportunos. Otro momento puede ser cuando uno de los cónyuges viaja por trabajo y los hijos rápidamente hacen turnos para dormir con papá o mamá. Esa noche quizá podamos aparcar en la mesita de noche nuestro libro y dedicarnos a hablar con nuestro hijo.

9. Aprovecha el día de su cumpleaños o de su santo para sacarle del colegio en el rato de la comida. Le hará sentirse importante delante de sus compañeros y estará más receptivo a las sugerencias que le hagas en ese momento tan especial.

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