jueves, marzo 13, 2025
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Por qué Los Católicos Fabrican Imágenes

Por qué Los Católicos Fabrican Imágenes :
Esta objeción me ha sido puesta de muchas formas, con mayor o menor virulencia, con cierto respeto y a veces sin ningún respeto. He aquí cómo me escribía una mujer protestante, aunque no asiste a ninguna iglesia en particular:

Para mí es claro lo de que no nos hagamos imágenes de las cosas que están en el cielo, ni imágenes en las que pongamos nuestra fe. Día a día veo religiosos de la fe católica, que le rezan a un Cristo en la cruz o a una virgen como si esas imágenes pudieran hacer algo por nosotros. En el Apocalipsis cuando Pedro1 tuvo la santa revelación cometió el mismo error de inclinarse ante el ángel que le mostraba todas las cosas, pero éste le dijo: “no lo hagas; adora a Dios”.

Otro me escribía:

¿Por qué se adoran imágenes y se inclina uno ante ellas si la Biblia dice lo siguiente…?: Éxodo 20,4: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

Ante todo hay que aclarar que para cualquier católico bien formado, la adoración de una imagen (ya represente un santo, un ángel o la misma Virgen) es un pecado contra el primer mandamiento de la ley de Dios. Si un católico “adora” una imagen, no es católico sino idólatra. Pero esto no debe confundirse con la “veneración” de las imágenes sagradas y de los santos. Se trata de dos cosas muy diversas.

Es cierto que el texto de Éxodo 20,4-5 prohíbe la fabricación de imágenes, pero al mismo tiempo también es cierto que en el mismo libro, apenas cinco capítulos más adelante, Dios manda hacer imágenes en el Arca de la Alianza: …dos seres alados de oro labrado a martillo en los dos extremos, haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno en frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio (Ex 25,18-20). Más adelante Dios manda, por medio de Moisés, fabricar la imagen de la serpiente de bronce: hazte una serpiente como ésas y ponla en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, mire hacia la serpiente del asta, y se salvará (Núm. 21,8-9). David entregó a Salomón, su hijo, un plano en donde se detallaba: para el altar del incienso, oro acrisolado según el peso; asimismo el modelo de la carroza y de los querubines que extienden las alas y cubren el arca de la alianza de Yahveh. Todo esto conforme a lo que Yahveh había escrito de su mano para hacer comprender todos los detalles del diseño (1Cro 28,18-19). El profeta Ezequiel (41,18) describe imágenes grabadas en el templo: estaban cubiertos de grabados alternados de seres alados y palmeras. No debemos tampoco olvidar que la misma Biblia recurre a las imágenes de Dios, pues los primeros capítulos del Génesis y los libros posteriores nos hablan de Dios por medio de imágenes “antropomórficas”, es decir, asignándole a Dios rasgos humanos, para poder hacerlo comprensible a los primeros oyentes y –luego– lectores de esos libros: Dios es descrito por el autor sagrado como modelando con sus manos la arcilla para hacer al hombre (cf. Gn 2,7), acerroja tras Noé la puerta del arca (cf. Gn 7,16) para estar seguro que no se perderá ninguno de los moradores; tiene el universo en su mano y cultiva a su pueblo como un viñador (cf. Is 5,1-7); su Espíritu aleteaba sobre las aguas al comienzo de la Creación (cf. Gn 1,2); descansa el séptimo día de la Creación (cf. Gn 2,3); se pasea por el Jardín al caer de la tarde y sus pasos hacen ruido (cf. Gn 3,8); Dios hace las túnicas de piel para Adán y Eva y Él mismo los viste con ellas (Gn 3,21); y si vamos al resto de la Biblia vemos a Dios descrito con pasiones humanas: se enoja, se arrepiente, se goza, se agita, etc. Y el Libro de los Salmos nos inunda con imágenes de Dios: tiene una voz que descuaja los cedros del Líbano y enciende llamaradas (Sal 29), mira desde lo alto morando en el cielo (cf. Sal 33,13), tiene ojos (cf. Sal 33,18), Dios unge con óleo (cf. Sal 45,8); está sentado en un trono (cf. Sal 47,9); sale al frente del pueblo como un guerrero (cf. Sal 68,8); tiene alas y plumas con las que cubre a sus hijos (cf. Sal 91,4); se arropa de luz como un manto (cf. Sal 104,2); se desliza sobre las alas del viento, usa a las nubes como carro (cf. Sal 104,3-4), etc. Todas éstas son imágenes literarias, pero no menos imágenes que un cuadro de Dios o una escultura. Dios no tiene manos, ni camina como los hombres, ni tiene pies para que sus pasos se escuchen, Dios no cose vestidos, ni cultiva como un labrador, ni viaja sentado en una nube, ni tiene ojos, ni se viste de luz material, etc.; todas éstas son imágenes tomadas del mundo de los hombres para dar a entender a nuestros pobres intelectos, la majestad divina. Pero si el literato puede usar imágenes, ¿por qué no puede usarlas el pintor o el escultor? Si podemos hacer imágenes en nuestra imaginación, ¿por qué no pueden hacerse en el exterior?

Evidentemente esto nos muestra que la intención y el alcance de este mandamiento de Dios es otro. Los autores sagrados (y Dios que los inspira) no pretenden reaccionar principalmente contra una representación sensible, pues, como hemos dicho, la misma Biblia está colmada de representaciones sensibles y la historia del pueblo de Israel nos muestra que Dios manda varias veces hacer representaciones de cosas espirituales (como los querubines o la serpiente salvadora), sino que lo que intenta este mandamiento es luchar contra la magia idolátrica y preservar la trascendencia de Dios. Dios prohíbe la fabricación de imágenes destinadas a la adoración, porque el culto de adoración sólo corresponde a Dios. Es, pues, pecado de idolatría el adorar una imagen, sea representativa de Dios o de un santo, como si ésta fuera Dios. No es en cambio idolatría el solo hecho de representar a Dios con imágenes, ni el rendir a las imágenes una veneración que no termina en ellas sino en la persona venerada o en Dios mismo, del mismo modo que un joven que tiene sobre su mesa una fotografía de su novia o de su esposa no está enamorado del papel que la representa, aunque de vez en cuando la bese, sino de la persona retratada en esa foto de papel. Y lo mismo se diga de quien lleva consigo fotografías de sus hijos o de sus padres. Así como estas personas al mirar esos retratos piensan en las personas de carne y hueso que están allí retratadas y rezan por ellos a Dios, de la misma manera quien mira una imagen de un santo o de la Virgen, no se detiene en el papel, la terracota, el yeso o la madera de que están fabricadas sino en la persona real que, desde el cielo puede interceder por nosotros ante Dios.

Éste es el motivo por el que el Concilio de Nicea reunido en el año 325 afirmó lo siguiente: “Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros santos Padres y la tradición de la Iglesia católica (pues reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella), definimos con toda exactitud y cuidado que las venerables y santas imágenes, como también la imagen de la preciosa y vivificante cruz, tanto las pintadas como las de mosaico u otra materia conveniente, se expongan en las santas iglesias de Dios, en los vasos sagrados y ornamentos, en las paredes y en cuadros, en las casas y en los caminos: tanto las imágenes de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como las de nuestra Señora inmaculada, la santa Madre de Dios, de los santos ángeles y de todos los santos y justos”2.

Si bien la fe no depende de nuestra visión, tampoco debemos despreciar las imágenes. De hecho, el mismo cuerpo de Jesús presente en este mundo era una imagen para sus discípulos; como dice el Catecismo: “la Iglesia siempre ha admitido que, en el cuerpo de Jesús, Dios que era invisible en su naturaleza se hace visible”3. Y también: “lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora”4.

Las imágenes de santos y otras cosas sagradas, cumplen una función muy importante en la vida de la Iglesia. No nos dan la fe, pero a través de ellas permiten a nuestra naturaleza, que es a la vez corporal y espiritual, remontarse a Dios de modo connatural.

La Iglesia ha condenado siempre la adoración de las imágenes. Así, por ejemplo, en el segundo concilio de Nicea (año 787), hablando de la adoración de las imágenes, dice que “no está de acuerdo con nuestra fe, que propiamente da adoración a la naturaleza divina, aun cuando haya gestos que tengan apariencia de adoración, como aquéllos con los que se honra la figura de la vivificante cruz o los libros santos de los evangelios así como otros objetos sagrados”.

El catecismo del Concilio de Trento (año 1566) enseñó que se comete idolatría “adorando ídolos e imágenes como si fueran Dios, o creyendo que ellos poseen alguna divinidad o virtudes que les dé derecho a recibir nuestra adoración, a elevarle nuestras oraciones o a poner nuestra confianza en ellos”. Y el Catecismo de la Iglesia Católica explica que “la Escritura constantemente nos recuerda que hay que rechazar los ídolos de plata y oro, la obra de manos de los hombres. Ellos tienen boca pero no hablan, ojos pero no ven. Estos ídolos vacíos hacen vacíos a sus adoradores, aquéllos que los hacen son como ellos, así como todos los que confían en ellos (Sal 115,4-5, 8)”5.

NOTAS

1 Así dice en el original; en realidad la visión la tuvo Juan. Téngase en cuenta que cuando cito las objeciones que he recibido, trato de ser fiel al modo en que han sido presentadas. Por tal motivo no corrijo los errores –salvo ortográficos– que a veces aparecen en las citas bíblicas, algunas inexactas y otras incluso inexistentes.

2 DS 600; la doctrina de las imágenes y su justo lugar en el culto católico está expuesto de modo muy claro en el Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1159-1162.

3 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 477.

4 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 515.

5 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2112.

La ética como camino hacia el bien verdadero

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La ética como camino hacia el bien verdadero :
Escoger bien no resulta fácil. Por eso nos equivocamos continuamente. ¿Cómo evitar las equivocaciones? Con ayuda de la ética.

Por desgracia, también hay errores en las propuestas éticas. Es decir, no todas las teorías éticas explican correctamente en qué consiste el bien y cómo lograrlo.

Ante un panorama complejo como el que presenta nuestro mundo pluralista, urge elaborar una ética que ayude a encontrar el bien, y no cualquier bien, sino aquel que corresponda plenamente a la naturaleza humana.

Las reflexiones anteriores muestran las relaciones que existen entre ética y antropología, pues la búsqueda del bien implica entender lo que somos y lo que corresponde a nuestra auténtica realización.

Si miramos a la filosofía, recordaremos cómo Platón, Aristóteles, san Agustín, santo Tomás, y tantos otros, veían la ética como una ayuda para realizar el bien humano, desde una comprensión que aspiraba a entender correctamente la naturaleza humana.

Cuando la antropología pierde el norte y explica a los hombres y mujeres como seres sometidos a la sociedad, o como “robots” controlados por los instintos, por el subconsciente o por las neuronas, o como sujetos libres que pueden hacer de sí mismos cualquier cosa, se elaborarán teorías sobre el bien erróneas y propuestas éticas distorsionadas.

En cambio, si la antropología reconoce lo específico de la humanidad, su condición temporal y eterna, su complejidad biológica y espiritual, entonces será posible elaborar una ética abierta al verdadero bien humano; un bien que se alcanza por lo que Aristóteles denominaba como “vida realizada” o “vida plena”.

La ética llegará a ser un auténtico camino hacia el bien cuando se deje ayudar por buenas antropologías. Entonces comprenderá mejor el sentido de nuestras vidas y cuál es la mejor manera de actuar junto a otros seres humanos, sin dejar de prestar la atención debida al ambiente que nos rodea.

Tal ética, además, estará abierta al mundo de lo eterno, en el que será posible la plena realización de las aspiraciones más profundas de nuestra naturaleza racional. Un mundo en el también brillará la justicia, porque cuando ésta no se consigue en este mundo temporal y caótico, al menos estará garantizada en el que inicia tras la muerte gracias a la existencia de un Dios que permite el triunfo completo del bien, de la verdad y de la belleza.

Guía sobre la confesión para niños

Guía sobre la confesión para niños :
Acto de contrición
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón porque con ellos he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas, y me has de llevar a l cielo porque eres bueno. Amen

Examen de conciencia

Sobre: Mandamientos de Dios

1o Amarás a Dios sobre todas las cosas

Querer mas a Dios que a cualquier cosa o persona en la tierra, pues Él nos ama infinitamente.
– ¿Amo de verdad a Dios mas que a todas las cosas?

– ¿He hecho oración al despertarme,por la noche cuando ya me voy a dormir, bendecir los alimentos, y al iniciar mis estudios?
– ¿He creído en hechicerías, supersticiones como horóscopos, brujerías?
– ¿Me he burlado de las cosas de Dios?
– ¿Me he avergonzado de ser católico ,o de mi religión?
– ¿He confiado mas en que otras cosas o personas me ayudarán en lugar de confiar solo en Dios cuando tengo algun problema?

2o No jurarás el nombre de Dios en vano

Honrar el nombre de Dios y todo lo que a Él se refiere. Respetar todo lo consagrado a Dios.
– ¿He dicho el nombre de Dios, de Jesús, de la Virgen María o de los santos, sin respeto?

– ¿He jurado sin necesidad o he nombrado a Dios por cualquier tontería, por ejemplo: “por Dios que si es cierto”?
– ¿He prometido algo a Dios y no lo he cumplido?

– ¿He dicho malas palabras?
– ¿Me he burlado del nombre de Dios?

3° Santificarás las fiestas

Asistir a la Santa Misa los domingos y días festivos. Vivir la caridad todo el domingo.:
– ¿He faltado a misa los domingos? (por excusas tontas o por ver la t.v. o jugar)

– ¿No he querido ir a Misa algún domingo y cuando mis padres me llevan?

– ¿Llego tarde a misa? ¿He estado distraído de misa, o platicando o jugando?

4° Honrarás a tu padre y a tu madre

Debo querer mucho a mis padres, respetarlos, obedecerlos en todo lo bueno que me manden, y ayudarlos en todo lo que pueda.

– ¿He desobedecido a mis padres?

– ¿Les he faltado al respeto?
– ¿Me he burlado de ellos?
– ¿He sido berrinchudo(a) con ellos exigiéndoles cosas o juguetes de lujo y dinero? · – ¿Les he causado tristeza con mi conducta?
– ¿Me he avergonzado de ellos?
– ¿He sido respetuosos con personas mayores a quien debo respetar? (abuelos, maestros, etc.)

5° No matarás

Conservar la vida, cuidar mi vida y la de los demás.
– ¿Me he peleado con otros niños o niñas?
– ¿He golpeado a mis hermanos(as) o a otros niños(as) pequeños o debiles?

– ¿He tenido odio o envidia a alguien? ¿He querido que a otros les vaya mal? ¿He querido vengarme de alguien?

– ¿He hablado mal de otras personas o dicho chismes?

– ¿Me he burlado o criticado a algún compañero o de otra persona?

– ¿He puesto en peligro mi vida y la de otros, por ejemplo jugando a media calle por donde pasan los coches que pueden atropellar?

6° No cometerás actos impuros

Vivir siendo puro como Dios quiere que sea y respetar mi cuerpo y el de los demás. Y no hacer cosas que no debo respecto a sexo.
– ¿He retenido pensamientos impuros en mi cerebro en lugar de rezar a Dios para que me ayude?

– ¿He mirado películas o revistas pornográficas e impuras?
– ¿He dicho o me he reído de chistes malos e impuros?
– ¿He hecho acciones impuras conmigo mismo o con otras personas?

7° No robarás

No debo quitarle a otra persona lo que es suyo contra su voluntad.
No robar nada.
– ¿He robado bienes ajenos?

– ¿He aceptado cosas robadas?
– ¿He devuelto lo que me prestaron?
– ¿He desperdiciado mi tiempo en lugar de estudiar?
– ¿He causado daño a los bienes de otras personas?
– ¿Me he quedado cambios de dinero de mis padres o me los he gastado en maquinitas, siendo que mi Madre lo necesitaba?

8° No levantarás falsos testimonios ni mentiras
Debemos decir siempre la verdad.
Dios es verdad, lo que va contra la verdad no de Dios.

– ¿He dicho mentiras?
– ¿He dañado a otras personas con mis mentiras?

– ¿He dicho cosas malas de alguien y no son ciertas?
– ¿He hecho trampas en los exámenes?

9° No consentirás pensamientos ni deseos impuros
No debo pensar, ni mirar, ni platicar cosas malas respecto al sexo.

Dios quiere que seamos respetuosos de nuestro cuerpo y del de los demás.
– ¿He retenido en mi cerebro pensamientos impuros?

– ¿He platicado cosas malas respecto a sexo?

10° No codiciarás los bienes ajenos

No debo querer apoderarme de lo ajeno.
– ¿He sido envidioso(a)?
– ¿He deseado de mala manera lo que tiene mi prójimo?
– ¿He dañado lo ajeno por no ser mío?
– ¿He compartido mis bienes con otros que no tienen?
– ¿No estoy contento con lo que tengo y Dios me ha dado?

Pecados de omisión: el bien que estaba a mi alcance hacer y que nunca hice.

MANDAMIENTOS DE LA SANTA IGLESIA

1° Oír misa los domingos y fiestas de guardar
2° Confesarse cuando menos una vez al año, o cuando se ha de comulgar y no se está en gracia.

3° Comulgar por Pascua de Resurrección.
4° Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Iglesia.
5° Contribuir al sostenimiento de la Iglesia según posibilidades de cada uno.

PECADOS CAPITALES.

1° Soberbia: buscar solo nuestro propio bien.
– ¿He pensado solo en mí mismo y en mis intereses, olvidando a los demas?

– Vanidad:¿me preocupo excesivamente por verme bien?
– Orgullo y egoísmo:¿Me he preocupado solamente por mí y por estar bien yo y no por los demás?

– Hipocresía:¿He fingido cualidades que no tengo?

2° Avaricia: preocuparnos mucho por tener bienes y dinero.

– ¿He hecho trampas para obtener dinero?
– ¿No he ayudado a personas que necesitaban cuando he podido?

3° Lujuria

– Ver lo que enseña al Sexto y al Noveno Mandamiento de la .ley de Dios.

4 ° Ira: enojo grande o deseo de venganza.
– ¿He odiado a alguien?
– ¿He tenido rencor contra alguien (rencor: enojo muy fuerte contra alguien)
– ¿No he querido perdonar algo que me han hecho? (recordemos que si nosotros no perdonamos Dios tampoco nos perdonará: recordemos el Padre nuestro :“….perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden….”)

5° Gula: apetito desordenado en el comer y el beber.
– ¿He comido de mas, aun cuando ya no tenía hambre?

– ¿He tomado alguna bebida alcohólica y en exceso?

6° Envidia: tristeza por el bien ajeno.
– ¿Me ha dado tristeza por los bienes o cualidades que tienen otras personas? Nosotros recordemos que Dios es muy bueno y debemos darle gracias por lo que nos da.

7° Pereza: decaimiento del ánimo en el buen obrar.
– ¿He sido flojo(a) para estudiar o para hacer mis deberes, o para rezar?

– ¿He perdido el tiempo, viendo demasiada televisión, y no he orado o hecho mis deberes?

– ¿No he cumplido con mis obligaciones de estudiante, de hijo y de hijo de Dios para rezar?

Diez signos claros de que escuchar Musica Catolica fortalece tu Fe

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Diez signos claros de que escuchar Musica Catolica fortalece tu Fe :
PRIMER SIGNO:

Al Escuchar música católica Te LLENAS de la esencia de Dios, vibra en todo tu ser la SENSACIÓN del Espíritu Santo:

SEGUNDO SIGNO:

RECONOCES tu condición humana ante la GRANDEZA de Dios, tomando una actitud de adoración al Santo Creador de todo:

TERCER SIGNO:

CONFIRMAS que el único que te CONOCE tal y como eres te ACEPTA, es Dios:

CUARTO SIGNO:

Cada vez que cantas SIENTES una necesidad de EXPRESAR una alabanza desde tu CORAZÓN al Señor:

QUINTO SIGNO:

INCREMENTA una sensación de CONFIANZA sobre el cuidado y TRANQUILIDAD, que tu espíritu recibe de Dios:

SEXTO SIGNO:

ANHELAS en poner en PRIMER lugar a Dios en todo lo que haces:

SÉPTIMO SIGNO:

Al CANTAR estás haciendo ORACIÓN, dice San Agustín que el que canta ora dos veces:

OCTAVO SIGNO:

CRECE en ti una actitud de HUMILDAD, por pedir y recibir la GRACIA del Señor:

NOVENO SIGNO:

SURGE el don de AGRADECIMIENTO, por todo lo que Dios provee en tu VIDA.

DÉCIMO SIGNO:

COMPARTES y convives la FE cantando con otros, siendo así una sola IGLESIA:

AMÉN

Cientificos afirman que rezar reduce riesgo de alzheimer

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Cientificos afirman que rezar reduce riesgo de alzheimer :
Un grupo de científicos de Estados Unidos e Israel concluyeron que rezar regularmente puede reducir, en el caso de las mujeres, hasta en 50 por ciento el riesgo de sufrir Alzheimer.

Los resultados, expuestos en junio en la Universidad de Tel Aviv (Israel), apuntaron a que la oración influye de forma notablemente positiva en el cerebro.

De acuerdo al profesor Rivka Inzelberg, que encabezó el estudio, “la oración es una costumbre en la que se emplea el pensamiento, y la actividad intelectual ocasionada podría constituir una medida de protección contra la enfermedad”.

“Cualquier trabajo intelectual influye positivamente al trabajo del cerebro”, señaló el científico.

La investigación experimentó dificultades al determinar la relación entre la oración y el Alzheimer entre hombres, ya que el 90 por ciento de varones aseguraron rezar diariamente, lo que imposibilitó tener una muestra adecuada.

Sin embargo, “entre las mujeres, sólo el 60 por ciento rezaba cinco veces al día, y 40 por ciento no rezaba regularmente, así que pudimos comparar la información”, indicó Inzelberg.

A quien algo quiere algo le cuesta

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A quien algo quiere algo le cuesta :
«A quien algo quiere, algo le cuesta», dice un dicho muy conocido y poco popular. Conocido porque apenas sí hay quien no lo haya oído; poco popular porque duele. Sí, duele, pero es una verdad enorme; sencilla, pero enorme.

«A quien algo quiere…» Todos estamos llenos de deseos y de planes, colmados en el corazón de sanas ilusiones: estudios, proyectos, una carrera, un puesto laboral interesante y bien remunerado, etc. Todo esto es parte de ese «algo» que se quiere. Pero ahí está siempre el compañero habitual, la frase complementaria: «Algo le cuesta». Cuesta. De distinta forma, pero cuesta. Las pequeñas ilusiones se pagan a precios pequeños: renuncias pequeñas, sacrificios insignificantes… Cuestan poco, pero valen poco. Pero según tendemos más arriba, según buscamos ilusiones mayores, más alto es el precio, mayores los “gastos”. Por eso: «A quien algo quiere, algo le cuesta».

¿Ejemplos? En los deportes lograr ser titular u ocupar la posición que se desea implica cansancio, horas de entrenamiento, sudor derramado en kilómetros de carrera, rasparse la piel en la arena para alcanzar ese balón, incluso algún que otro golpe de una mano o pie distraídos. En los estudios un examen, dos, tres o, ¿por qué no?, el título final. Los estudios exigen estar sentado delante de un libro, leyendo, memorizando, discurriendo y exprimiendo la capacidad de resolver problemas; noches sin dormir, esquemas infinitos, fines de semana sacrificados en un altar que, en lugar de velas, tiene una pobre bombilla… Y en el trabajo, ¡ay qué dolor!, ¡eso sí que es abnegación! Alcanzar ese puesto que me asegura honor, respeto y dinerillo para las cinco bocas que me esperan en casa; ese proyecto a realizar, esa casa a construir o, sin más, la sarta infinita de asuntos por resolver, la larga cadena de caras que me vienen a hablar. Eso requiere sacrificio, abnegación, renuncia, aguante y, muchas veces, paciencia y bondad. Son palabras simples, demasiado simples, que hacen realidad aquello de que «a quien algo quiere, algo le cuesta».

Pero deporte, estudios y trabajo cuestan poco, cuestan muy poco, exigen poquísimo; son casi ofertas si se comparan con aquello que más cuesta: el amor. El amor es paciente, benigno, servicial, no se cansa, no busca su propio interés y no tiene en cuenta el mal recibido. Amar requiere abnegación, amar a Cristo y a los otros requiere de la mayor abnegación, de la abnegación que es dejarse a uno mismo, con todos los planes, con los excesivos deseos de triunfar por encima de los otros, con las luchas y batallas por ser el centro de todas las alabanzas, con las envidias y rencores cuando no se es apreciado y honorado, con las perezas y egoísmos que detienen ese dedo que quiere hacer algo por los demás… Abnegación que es sinónimo de amor, que es la otra cara del amor. Y el amor ya no gana un puesto sobre el césped, ni un puesto o un sueldo mejores, ni un diploma de cartón; el amor gana a las personas, las une; el amor construye familias, amistades, sociedades y, cuando esa abnegación es el rostro del amor a Cristo, todos los hombres que lo aman se unen en su Amor y así se construye la Iglesia que es su Cuerpo.

«A quien algo quiere, algo le cuesta». El caso es querer, tener un ideal, un amor, el sacrificio vendrá sólo y se aceptará con alegría con tal de alcanzar lo que se ama. Así, cada día, podemos preguntarnos qué queremos hoy, a quién queremos hoy y, para alcanzarlo: más tiempo de estudio, más esfuerzo, más paciencia, cercanía y comprensión. En definitiva, más amor.

La perfecta creacion de Dios

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La perfecta creacion de Dios :
Cabe destacar que la biblia, como palabra de Dios, no es un libro de fábulas, de historias maravillosas y hasta increíbles, mucho menos es para la entretención, ni para explicarnos aspectos científicos, entre otras cosas. La Biblia, o Sagradas Escrituras es el conjunto de libros compilados por inspiración del Espíritu Santo, en la cual Dios nos habla de Él mismo, de los hombres, y de como Él se relaciona con ellos a lo largo de la historia. Por ende, cuando nos referimos a los relatos de la creación, Dios tiene como propósito instruirnos en la verdad, el amor y en la vida espiritual a través de un lenguaje asequible, con la finalidad que todo ser humano pueda reconocer su maravilloso poder, que tiene por centro su esencia, el AMOR.

Hay que recordar que Dios no habla como nosotros, con el sonido de la boca o con gestos corporales; Dios nos habla y se comunica con nosotros de diversas maneras: Por medio de nuestra propia conciencia, por medio de otras personas, por medio de la Iglesia, por medio de la oración, por medio de su Palabra y de muchas otras maneras. Por tal motivo, he decidido hablar de la creación en 2 partes; para que logremos reconocer que Dios nos habla hasta en los relatos que nos sabemos de memoria y que muy probablemente los hemos venido escuchando desde muy pequeños.

Con propiedad puedo asegurar que los relatos de la creación son la respuesta que encontró el pueblo de Israel a sus interrogantes, y que dicho sea de paso, el hombre actual las sigue teniendo. ¿Quién soy yo?, ¿de dónde proviene el ser humano?, ¿qué es la vida?, etc.

Como dije en el artículo anterior, publicado tiempo atrás, no pretendo entrar en aspectos teológicos, porque la finalidad de este artículo es descubrir las enseñanzas que se encuentran en los relatos de la creación, para saber qué es lo que Dios nos quiere dar a entender por medio de ellos.

Ahora bien, entrando en cuestión, una de las interrogantes más frecuentes acerca de los relatos de la creación es preguntarse ¿por qué dos historias? A continuación responderé esta interrogante de la manera más sencilla posible y sin entrar en mucho debate teológico para que podamos pasar a la sustancia del texto bíblico.

El libro del Génesis fue escrito entre los siglos X y IV a.C. y durante su redacción fue “modificado” por cuatro tradiciones, de acuerdo a las situaciones particulares que vivía Israel durante ese lapso de tiempo, con la finalidad de dar respuestas a los acontecimientos e interrogantes del pueblo desde la óptica de la fe. Estas tradiciones son: Yahvista (porque llaman a Dios, Yahvé), Elohista (llaman a Dios, Elohím), deuterocanónica y finalmente, la tradición sacerdotal.

El primer relato es de la tradición sacerdotal, se presenta como un poema litúrgico, una especie de canto, himno o credo, es una narración muy bien organizada, lo cual respalda la teoría que era básico en alguna celebración religiosa.

El segundo relato curiosamente, es más antiguo que el primero, procede de la tradición Yahvista, y probablemente fue redactado en tiempos del Rey Salomón. Este relato de la creación es más informal que el primero, menos ordenado, por consiguiente presenta un lenguaje más popular, pintoresco y familiar. Este relato también, presenta a un Dios que tiene un trato más amigable y cercano con su máxima creación, el hombre.

A continuación pasaremos a desglosar los versículos del texto y poder sacar las enseñanzas que nos deja el segundo relato de la creación (Gn 2, 4- 25).

– Gn 2, 4- 6: Lo primero que podemos identificar en este texto es que, Dios posee un nombre, Yahvé; esto complementa lo que mencionábamos acerca de las tradiciones presentes en la redacción del Antiguo Testamento, específicamente el Pentateuco (5 primeros libros de la biblia). Contrario a lo que dice el primer relato de la creación, este nos presenta un lugar seco antes que todo fuera creado, en el capítulo anterior se narra que el espíritu de Dios se movía sobre las aguas.

La enseñanza que podemos sacar del texto es que Dios efectivamente es el que infunde la vida, porque al hablar del agua en forma de lluvia que hace brotar la vida, los arbustos, las plantas; el autor sagrado pretende reafirmar que el don de la vida es dado por Dios, lo interesante del relato es que muestra al hombre como colaborador de la vida. Dios hace llover, crea los manantiales, pero el hombre riega sus cultivos. Podemos afirmar que este relato presenta al hombre como un ser con capacidad de decisión, con libertad para poder cultivar, de poder llevar el agua adonde le plazca, el hombre es cooperador con la creación, contribuye en la formación de la vida que Dios regala. En este texto no vemos al hombre sometido por Dios y a sus reglas, en contraposición con lo que en la actualidad se pretende dar entender acerca de estos hermosos textos, para desacreditar tanto a Dios como la creencia religiosa.

– Gn 2, 7: Este versículo nos narra de manera diferente la creación del hombre con respecto a la lectura anterior. En el relato del capítulo 1, no dice como Dios crea al hombre, en cambio, este narra que toma polvo de la tierra y a partir de ahí lo ha forma. El pasaje pretende dar a enseñar que el ser humano posee una naturaleza corporal, por esa razón Dios toma polvo de la tierra, el polvo es el símbolo de nuestra naturaleza corporal, es con el que el escritor sagrado pretende demostrar que efectivamente somos materia. Pero, inmediatamente que Dios forma al ser humano del polvo de la tierra, insufla (sopla) en sus narices el aliento de vida, lo que quiere dar a entender el texto es que, además de tener una naturaleza corporal, también poseemos una espiritual. Entonces podemos decir que un individuo está dotado de una naturaleza corporal y de una naturaleza espiritual, por la primera somos imagen de Dios, ya que él nos pensó así; y por la segunda, somos semejanza de Dios, porque él no es un ser corpóreo, es un ser espiritual (1)

Por otro lado, analizando un poco más en este verso, específicamente cuando Dios “sopla” el aliento de vida. Nadie sabe en qué momento específico recibimos este soplo de vida, dice Eclesiastés 11, 5: “Tú no sabes por dónde llegó el espíritu al niño en el vientre de la mujer embarazada: otro tanto ignoras la obra de Dios tomada en su conjunto”.

Biológicamente la vida inicia con la fecundación del óvulo por parte del espermatozoide, tenemos certeza de la parte corporal, pero el momento exacto de la parte espiritual la ignoramos, por tal Iglesia defiende la vida desde el vientre de la Madre, porque al privar a un feto de la vida, estamos rechazando ese “soplo de vida que Dios infunde en el ser humano, con el que somos imagen y semejanza de Dios, dotados de una dignidad humana desde el mismo instante de la concepción. Esta dignidad humana es infinitamente superior a los hechos o situaciones previas a la fecundación; porque la vida del ser humano está ligada a su misma dignidad.

– Gn 2, 8- 9: Estos versículos nos enseñan que la perfección de Dios ha llegado a tal grado, que toda la naturaleza cuenta con una armonía excepcional, y el ser humano, está insertado en este mundo sutilmente armónico. Lo realmente cautivante es lo que está en el medio del jardín, “el árbol de la vida” y “el árbol de la ciencia del bien y del mal”; en la mente del autor sagrado, el árbol de la vida es un símbolo del don de inmortalidad que Dios había conferido al primer hombre, y el árbol de la ciencia del bien y del mal, el símbolo de la línea divisoria de la ley moral entre el bien y el mal. De hecho, Adán y Eva, al tomar de la fruta de este árbol, conocieron prácticamente la distinción entre el bien y el mal; de ahí el nombre que le aplica el escritor de árbol de la ciencia del bien y del mal. (2)

– Gn 2, 10- 17: Los versículos 10 al 14 son una interpretación de la ubicación adonde el autor sagrado suponía que el jardín del edén había estado ubicado, probablemente era un área en la que él consideraba que se daban las condiciones idóneas para que el jardín del edén estuviese en tal latitud.

Al llegar a los verso 15 y 16, nos damos cuenta que al hombre Dios le concede dominio, autoridad y responsabilidad sobre todo lo creado; es decir, retomamos el concepto de jurisdicción que hablamos en el artículo anterior con el que autor sagrado refleja la supremacía del hombre como creación de Dios, y las responsabilidades que se derivan de esta supremacía. Dentro de las responsabilidades que Dios dejó al hombre sobresale la obediencia total al creador, pero esta obediencia no es impositiva, sino espera del hombre un actuar libre, recto; como aquel que se mantiene en fidelidad a quien ama por sobre todas las cosas. “Pero al mismo tiempo, el hombre debe someterse a la voluntad de Dios, que le pone límites en el uso y dominio de las cosas (cf. Gn 2,16 s.), a la par que le promete la inmortalidad (cf. Gn 2,9 Sg 2,23). El hombre, pues, al ser imagen de Dios, tiene una verdadera afinidad con El. Según esta enseñanza, el desarrollo no puede consistir solamente en el uso, dominio y posesión indiscriminada de las cosas creadas y de los productos de la industria humana, sino más bien en subordinar la posesión, el dominio y el uso a la semejanza divina del hombre y a su vocación a la inmortalidad”. (3)

– Gn 2, 18- 24: Este versículo por demás interesante narra desde otra perspectiva la creación; pero principalmente, lo que el autor pretende enseñar no es más que la sociabilidad del hombre. Según el relato, Dios creó a todos los animales para que el hombre no estuviera “solo” y al ver que estos seres no eran la compañía perfecta, crea a la mujer de la costilla del hombre.

El hombre aparentemente tenía todo para ser feliz; sin embargo, hacía falta algo, alguien que poseyera su misma dignidad humana, su misma naturaleza corpórea, y este ser no podía ser otro que la mujer. Al crear a la mujer, Dios crea un complemento, tanto a nivel anatómico, psicológico y espiritual; es por tal motivo que la Iglesia defiende el matrimonio tradicional, porque Dios en su plan amoroso dotó al hombre con la capacidad de amar y de manera peculiar, como lo es el amor conyugal. Este amor es tan fuerte, tan especial que el hombre y la mujer rompen la cotidianidad de su vida para unirse y así formar una nueva familia, continuando con el ciclo de amor, contribuyendo en la creación, utilizando la jurisdicción, la autoridad y la responsabilidad que Dios le ha dado al hombre. Dice Mt 19, 4- 5: “Jesús respondió: “¿No han leído que el Creador al principio los hizo hombre y mujer y dijo: El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá con su mujer, y serán los dos una sola carne?”

Con la cita de Mateo, podemos comprobar como Jesús da vigencia a un texto tan antiguo y a vez refuerza que el hombre está llamado a vivir en comunión de una manera singular como lo es el matrimonio, lo cual es algo bueno y querido por Dios.

No vale la pena entrar en el debate sobre la veracidad de la narración, es decir, intentar descubrir quien fue primero, el hombre o la mujer. Lo que realmente importa es discernir qué el hombre y la mujer fueron dotados de la misma dignidad (significado de la costilla), y que por tener la misma dignidad ambos son seres complementarios, y al descubrir esta complementariedad, ambos están llamados a vivir en la unidad como Dios vive en la unidad (misterio de la Trinidad), porque ambos fueron creados a imagen y semejanza de Dios.

– Gn 2, 25: El segundo relato de la creación concluye narrando que tanto el hombre como la mujer estaban desnudos y que no había pena entre ellos. Este texto lo que pretende mostrar es que, Dios creó al ser humano bueno y perfecto, sin corrupción, un ser libre de mancha, puro, totalmente libre de cualquier atadura. Ese es el significado de la desnudez que narra la biblia. El autor utiliza la desnudez corporal, para referirse al mismo tiempo a un aspecto espiritual; es decir, el ser humano se mostraba tal cual era ante su similar y ante Dios. Por eso la importancia de aspectos tan poco valorados hoy en día como la virginidad, la castidad, la exclusividad de las relaciones sexuales para el matrimonio, la fidelidad, etc. Al vivir estos aspectos no solo cumplimos el plan de Dios sino que nos revestimos de ese ser humano bueno y en busca de la perfección, capaz de edificar su espíritu. Solo al vivir estos aspectos Dios alcanza a observar un poco de ese ser humano que un día creó, que lucha por regresar a él, y que da su esfuerzo por serle agradable y cumplir su voluntad; porque la desnudez que narra este versículo es la pureza con la Dios nos dotó en un inicio, y a la cual estamos llamados a regresar al hacer operante en nosotros el plan de salvación en su Hijo, Jesús.

Habiendo terminado de sacar “algunas enseñanzas” de este segundo relato de la creación, dejo una invitación para que puedas formar el hábito de leer las sagradas escrituras; porque al leer las sagradas escrituras no solo lees la historia de la salvación, también aprendes sobre Dios, sobre su pedagogía, encuentras respuestas a las interrogantes más profundas del ser humano. Ten presente que no puedes amar a quien no conoces y la manera de conocer a Dios es mediante la lectura de la palabra. Pero también, no puedes amar con quien no hablas, y la oración es el único medio para hablar con Dios.

En conclusión, ¿Quieres amar a Dios por sobre todas las cosas? Lee su palabra y ora, porque solo así sabrás cual es el plan el que tiene para ti; y créeme, él no te va a decepcionar.

La gran batalla cultural para propiciar la evangelizacion en la sociedad secularizada

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La gran batalla cultural para propiciar la evangelizacion en la sociedad secularizada :
Vivimos en sociedades fuertemente secularizadas, marcadas por la desvinculación. Esto significa que un gran número de personas, instituciones y organizaciones viven bajo aquellos presupuestos, construyendo un marco de referencia cultural que ha expulsado y es impermeable a toda idea de Dios que implique su naturaleza personal y una rendición de cuentas en la relación con Él. Otras personas, instituciones y organizaciones no comparten ni de lejos esta actitud, pero se encuentran contaminadas en una medida tal que les impide proclamar la Buena Nueva en el espacio público, o la acaban degradando en sociología política. Estas últimas acritudes se refugian en razonamientos distintos para justificarse, desde la remisión al nacional catolicismo después de más de cuarenta años de la muerte de Franco, más o menos dos generaciones, hasta que el anuncio significa aparecer como poseedores de la verdad (lo cual es cierto y no tiene nada de malo; lo malo o bueno radica en el cómo se ejerza esta verdad: con respeto a la libertad y conciencia del otro, o sin él)

Este marco de referencia rechaza, es beligerante, toda propuesta que se refiera a Dios. Determina la oposición a la educación religiosa en la vida pública, la presencia de argumentos basados en Dios y la negativa a que se haga presente el relato de Dios para los hombres. Se censura a Dios, y con ella se introduce asimismo la manipulación cultural y artística. ¿Quién dijo que el arte era religioso o decorativo?; pues eso.

La principal misión del cristiano es evangelizar con la Palabra y el testimonio. En esta misión el cristiano afronta, guiado por el Magníficat, las dos grandes pobrezas, la material que aniquila la ilusión y la esperanza, y la pobreza del alma, que mata el espíritu, engendra miseria moral y desconcierta la naturaleza humana. Esta acción se concreta en la acción transformadora y liberadora de las estructuras sociales de pecado.

La misión de evangelizar deviene infructuosa en el marco cultural de la sociedad desvinculada. Esta imposibilidad afecta también a la acción de transformación social y económica, porque o bien la impide y el cristiano se convierte en un defensor del orden económico establecido, o bien convierte a la acción transformadora en una práctica desvinculada, al pensar que es posible confiar solo en la justicia social para cumplir con el deber cristiano, arrinconando la fuente de todo: Dios. Este cristiano quiere transformar sin Dios, y queda prisionero de las lógicas humanas de dominio y de partido.

Es necesaria una gran tarea conjunta para modificar aquel marco de referencia, en la que es decisivo el cómo se hace, es decir, la estrategia que esquemáticamente puede establecerse en tres fases.

La primera de ellas se concreta en abrir y extender el debate sobre la necesidad de que la idea de Dios esté presente en el espacio social y público, en las organizaciones e instituciones. El eje del razonamiento es este: hay tantas o más razones para afirmar la realidad de Dios como para negarla. No tiene sentido una sociedad que solo reconozca una parte de sus posibilidades y que al mismo tiempo se declare plural y democrática. Ambas concepciones, la de Dios, la de su vacío, y la de su negación, deben estar presentes y poderse emplear en el debate público para que cada uno opte en libertad de acuerdo con su conciencia. Lo contrario es censura, liquidación de la libertad en un aspecto fundamental y descabezamiento de las dimensiones del desarrollo humano, al negar la exploración social de la existencia de Dios y de la relación con Él.

La introducción del relato de Dios significa el reforzamiento de nuestra cultura que tiene en Él su referencia; también en términos negativos. Esta cultura ahora está manipulada y filtrada por la secularización y la desvinculación, y resulta empobrecedora de nuestras dimensiones humanas.

La segunda fase consiste en introducir la concepción del Dios creador y personal que define nuestra civilización y que también es propia de otras civilizaciones. Todo ello en el marco de la libertad y el pluralismo de creencias.

La tercera fase consiste en introducir el relato de Jesucristo en su doble dimensión, como persona ejemplar en sus cualidades humanas y que resulta accesible para todos, sea cual sea su creencia; y también la dimensión decisiva, la religiosa, que es la que mejor expresa en términos comprensibles el significado de Dios.

La razón de la estrategia radica precisamente en el orden de las fases, y significa dirigirse culturalmente al desmontaje del actual marco de referencia que impide la evangelización o la dificulta en grado sumo. Este es el gran debate cultural a desempeñar para facilitar la evangelización. Son dos tareas distintas y una refuerza a la otra.