lunes, noviembre 10, 2025
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El Papa te da 10 consejos para ser feliz

“¿Cuál es la fórmula de la felicidad?”, preguntó un periodista argentino al Papa Francisco, a lo que el Santo Padre respondió con los siguientes puntos:

1. Vive y deja vivir. “Acá los romanos tienen un dicho y podríamos tomarlo como un hilo para tirar de la fórmula esa que dice: ‘Anda adelante y deja que la gente vaya adelante’. Vive y deja vivir, es el primer paso de la paz y la felicidad”.

2. Darse a los demás. “Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”.

3. Moverse remansadamente. “En Don Segundo Sombra (novela argentina de Ricardo Güiraldes), el protagonista dice que de joven era un arroyo pedregoso que se llevaba por delante todo… y que en la vejez se sentía en movimiento, pero lentamente remansado. Es la capacidad de moverse con benevolencia y humildad, el remanso de la vida. Los ancianos tienen esa sabiduría, son la memoria de un pueblo”.

4. Jugar con los chicos. “El consumismo nos llevó a esa ansiedad de perder la sana cultura del ocio, leer, disfrutar del arte. Ahora confieso poco, pero en Buenos Aires confesaba mucho y cuando venía una mamá joven le preguntaba: ‘¿Cuántos hijos tienes? ¿Juegas con tus hijos?’ Y era una pregunta que no se esperaba, pero yo le decía que jugar con los chicos es clave, es una cultura sana.”

5. Compartir los domingos con la familia. “El otro día, en Campobasso, fui a una reunión entre el mundo de la universidad y el mundo obrero, todos reclamaban el domingo no laborable. El domingo es para la familia”.

6. Ayudar a los jóvenes a conseguir empleo. “Hay que ser creativos con esta franja. Si faltan oportunidades, caen en la droga. Y está muy alto el índice de suicidios entre los jóvenes sin trabajo… No alcanza con darles de comer: hay que inventarles cursos de un año de plomero, electricista, costurero. La dignidad te la da el llevar el pan a casa”.

7. Cuidar la naturaleza. “Hay que cuidar la creación y no lo estamos haciendo. Es uno de los desafíos más grandes que tenemos”.

8. Olvidarse rápido de lo negativo. “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es sano”.

9. Respetar al que piensa distinto. “Podemos inquietar al otro desde el testimonio, para que ambos progresen en esa comunicación, pero lo peor que puede haber es el proselitismo religioso, que paraliza: ‘Yo dialogo contigo para convencerte’, no. Cada uno dialoga desde su identidad. La Iglesia crece por atracción, no por proselitismo”.

10. Buscar activamente la paz. “Estamos viviendo en una época de mucha guerra. En África parecen guerras tribales, pero son algo más. La guerra destruye. Y el clamor por la paz hay que gritarlo. La paz a veces da la idea de quietud, pero nunca es quietud, siempre es una paz activa”.

Obispos de Venezuela tras masacre a manos de militares: La vida es sagrada e inviolable

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La Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) denunció la masacre perpetrada por fuerzas militares el 15 de enero en la que perdieron la vida un grupo de personas en la búsqueda de Oscar Pérez.

Pérez fue un policía y piloto venezolano que se rebeló contra el régimen del Presidente Nicolás Maduro, atacando en 2017 edificios del gobierno desde un helicóptero.

La CEV manifestó, a través de un comunicado emitido este jueves 18 de enero, que “la vida humana es siempre sagrada, válida e inviolable”, en relación a “las ejecuciones extrajudiciales y muertes de civiles” denunciadas.

“Este acto nos pone ante la degradación e irrespeto de la dignidad y los derechos humanos atinentes a cualquier persona. Existen una serie de evidencias que requieren ser investigadas y explicadas razonablemente a los familiares y a toda la comunidad venezolana”, explicaron.

Acerca de las evidencias se refirieron a la “falta de resolución pacífica de conflicto frente a un caso de solicitud de entrega, la ausencia de fiscales en el procedimiento, la utilización de grupos civiles armados”.

En ese sentido la CEV exigió al Estado que las violaciones contra los Derechos Humanos sean investigadas “con la mayor prontitud y objetividad” por las instancias públicas competentes.

Además, instaron a la Fiscalía General que entregue a los familiares los cuerpos de los fallecidos evitando la cremación, para que se determine la causa de la muerte; a los Tribunales que garanticen las evidencias del operativo; y a los Poderes Públicos que recuerden su deber que tienen de garantizar justicia.

Por otro lado, también exhortaron a los ciudadanos a “no acostumbrarse” a la “multiplicación de los casos de muertes no aclaradas ni investigadas, a la barbarie”.

Finalmente, los obispos invitaron a todos los creyentes en Cristo intensifiquen la “oración al Señor de la vida por las víctimas, por los familiares y por Venezuela”.

“A fin que nos conceda a todos los venezolanos la sabiduría necesaria para encontrar caminos de Justicia, de verdad y de paz”, concluyeron.

Por: Aciprensa.com

El amor es la medida de la fe y la fe es el alma del amor

Queridos hermanos y hermanas buenos días!

El Evangelio de hoy nos recuerda que toda la Ley divina se resume en el amor por Dios y por el prójimo. El Evangelista Mateo cuenta que algunos fariseos se pusieron de acuerdo para probar a Jesús (cfr 22,34-35). Uno de ellos, un doctor de la ley, le dirige esta pregunta : «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»(v. 36). Jesús, citando el Libro del Deuteronomio, responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento» (vv. 37-38). Habría podido detenerse aquí. En cambio Jesús agrega algo que no había sido preguntado por el doctor de la ley. De hecho dice: «El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 39). Este segundo mandamiento tampoco lo inventa Jesús, sino que lo retoma del Libro del Levítico. Su novedad consiste justamente en el juntar estos dos mandamientos – el amor por Dios y el amor por el prójimo – revelando que son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla. No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. El Papa Benedicto nos ha dejado un bellísimo comentario sobre este tema en su primera Encíclica Deus caritas est (nn. 16-18).

En efecto, la señal visible que el cristiano puede mostrar para testimoniar el amor de Dios al mundo y a los demás, a su familia, es el amor por los hermanos. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está encima del elenco de los mandamientos. Jesús no lo coloca al vértice, sino al centro, porque es el corazón desde el cual debe partir todo y hacia donde todo debe regresar y servir de referencia.

Ya en el Antiguo Testamento la exigencia de ser santos, a imagen de Dios que es santo, comprendía también el deber de ocuparse de las personas más débiles como el forastero, el huérfano, la viuda (cfr Es 22,20-26). Jesús lleva a cumplimento esta ley de alianza, Él que une en sí mismo, en su carne, la divinidad y la humanidad, en un único misterio de amor.

A este punto, a la luz de esta palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. No podemos separar más la vida religiosa, de piedad, del servicio a los hermanos, de aquellos hermanos concretos que encontramos. No podemos dividir más la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la cercanía a su vida, especialmente a sus heridas. Acuérdense de esto: el amor es la medida de la fe. Tú ¿cuánto amas? Cada uno se responda ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.

En medio de la densa selva de preceptos y prescripciones – de los legalismos de ayer y de hoy – Jesús abre un claro que permite ver dos rostros: el rostro del Padre y aquel del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más un solo rostro, aquel de Dios que se refleja en tantos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado está presente la imagen misma de Dios. Y deberiamos preguntarnos, cuando encontramos a uno de estos hermanos, si somos capaces de reconocer en él el rostro de Cristo: ¿somos capaces de esto?

De esta forma Jesús ofrece a cada hombre el criterio fundamental sobre el cual edificar la propia vida. Pero sobre todo Él nos dona el Espíritu Santo, que nos permite amar a Dios y al prójimo como Él, con corazón libre y generoso. Por intercesión de María, nuestra Madre, abrámonos para acoger este don de amor, para caminar siempre en esta ley de los dos rostros, que son un solo rostro: la ley del amor.

Por: Papa Francisco | Fuente: es.radiovaticana.va

San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia

San Juan de Ribera, Arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía, fue el alma de la restauración espiritual de la Arquidiócesis de Valencia (España) al aplicar las directrices del Concilio de Trento. Por ese motivo fue llamado “lumbrera de toda España” por el promotor de la Contrarreforma, el Papa San Pío V.

Nació en Sevilla en 1532. Su padre fue virrey de Cataluña y Nápoles, y su madre, una mujer noble que murió cuando él era todavía pequeño.

Juan de Ribera recibió la tonsura clerical en 1544 y luego fue a estudiar a la mejor universidad que existía de ese entonces en España, la Universidad de Salamanca, con teólogos como Melchor Cano y Domingo de Soto.

En 1562, cuando era un joven sacerdote, fue nombrado Obispo de Badajoz a pedido del Papa Pío IV. En aquella diócesis se dedicó a adoctrinar a los católicos y combatir el incipiente protestantismo organizando pequeños grupos de jóvenes catequistas.

Era un gran predicador, solía confesar por horas, llevaba la comunión a enfermos y atendía cariñosamente a quienes les buscaban. En alguna ocasión vendió el mobiliario de su casa y toda la loza de su comedor para comprar insumos para los pobres.

Luego, en 1568 el Papa le confirió el título de Patriarca de Antioquía, y dos meses después lo promovió al Arzobispado de Valencia, donde trabajó durante 42 años sin descanso.

Escribió numerosas obras. Desde 1569 hasta 1610, hizo 2715 visitas pastorales a las parroquias y los resultados de esas visitas los dejó en 91 volúmenes con 91,000 páginas. Celebró siete Sínodos o reuniones con todos los párrocos.

Tuvo amistad con todos los santos que florecieron en aquellos tiempos: San Juan de Ávila, San Luis Bertrán, San Francisco de Borja, San Carlos Borromeo, San Pedro de Alcántara, San Pascual Bailón, San Salvador de Horta, San Alonso Rodríguez, Santa Teresa de Jesús, San Roberto Belarmino, San Lorenzo de Brindis, Beato Nicolás Factor, Beato Andrés Hibernón y Beato Gaspar Bono.

Falleció el 6 de enero de 1611 en el Colegio-Seminario de Corpus Christi. Fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 12 de junio de 1960.

Por: acriprensa.com

Evangelio del día

Del Evangelio según Marcos 3,13-19
Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.

¿Cómo acercar a alguien a Dios? Reflexión del Padre Sam.

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El Padre Sam, en una de sus reflexiones diarias del Evangelio, nos habla de cómo acercar a alguien a Dios. Para responder a la cuestión, comienza citando al Papa emérito Benedicto XVI: “hasta hoy les he estado hablando a ustedes de Dios, de ahora en adelante voy a hablarle a Dios de ustedes”. A partir de esto, nos da tres consejos:

  1. Hablarles a las personas de Dios. Es importante que los demás conozcan a Dios, hablarles con nuestras palabras, pero sobretodo mostrarles a Dios con nuestro testimonio. Como diría san Francisco de Asís: “predica en todo momento, y si es necesario utiliza las palabras”. Que nuestra vida muestre a Dios a los demás.
  2. Hablarle de las personas a Dios. Esto a veces lo descuidamos, sólo nos enfocamos en lo primero. Es sumamente importante presentar a esas personas difíciles a Dios, que Él elija el método y tiempo para atraerlas a Sí.
  3. Perseverar en la oración: Acá el padre Sam nos trae el testimonio de santa Mónica, madre de san Agustín, “la santa de las lágrimas”. Ella nos enseña a no desesperarnos en la oración, a veces creemos que Dios tarda, pero en realidad Él siempre llega a tiempo. Perseverando en la oración, comprendemos la voluntad de Dios.

Con María, y la soledad de Jesús Sacramentado

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Madre, hoy he venido a visitar a tu Hijo en el Sagrario, pero siento que no soy hoy la mejor compañía. Mi corazón está triste, con una tristeza pesada y gris que, como humo denso, tiñe mis afectos y mis sueños. Siento una gran soledad, no porque Jesús o tu, Madre querida, se hayan alejado de mí, sino que soy yo la que no logra hallarlos.

– Soledad, hija, soledad… Bien comprendemos esa palabra mi Hijo y yo… soledad. Ven, entra con tu corazón al Sagrario y conversaremos un poco. Sé bien que lo necesitas.
– Gracias, María, gracias. Yo sabía, en lo más íntimo del alma, en ese pequeño rinconcito iluminado y eterno donde la tristeza no llega, allí, sabía que podía contar contigo.

Y mi corazón, lento y pesado por mis pecados y olvidos, se va acercando al Sagrario.

Tú estás a la puerta y me abres. ¡Qué deliciosos perfumes percibe el alma cuando está cerca de ti!
Con gran sorpresa veo que, por dentro, el Sagrario es muchísimo más grande de lo que parece y hay allí demasiados asientos desocupados, demasiados…
Me llevas a un sitio, un lugar inundado de toda la paz que anhela mi alma. Noto que tiene mi nombre, ¡Oh Dios mío, mi nombre!. Me duele el corazón al pensar cuánto tiempo lo he dejado vacío.

 Cuéntame, ahora, de tu soledad- me pides, Madre mía.

Pero ni una palabra se atreve a salir de mi boca. Por el bello y sereno recinto del Sagrario, Jesús camina, mirando uno a uno los sitios vacíos… Solo el más inmenso amor puede soportar la más inmensa soledad.
Inmensa soledad que es larga suma de tantas ausencias. Y cada ausencia tiene un nombre y sé, tristemente, que el mío también suma.
Entonces tu voz, María, me ilumina el alma:

– El Sagrario es demasiado pequeño para tanta soledad. Tú no puedes hacer más grande el Sagrario, pero sí puedes hacer más pequeña su soledad.

Tus ojos están llenos de lágrimas y le miras a Él con un amor tan grande como jamás vi.

– Hija, ¡Si supieras cuánto eres amada! ¡Si supieras cuánto eres esperada!. Cada día, cada minuto, el Amor aguarda tus pasos, acercándose, tu corazón, amándole, tu compañía, que hace más soportable tanta espera.

Siento una dolorosa vergüenza por mis quejas. Cada Sagrario, en su interior, es como todos los Sagrarios del mundo juntos. Miro a mi alrededor y veo a muchas personas. Son todos los que, en este momento, en todo el mundo, están acompañando a Jesús Sacramentado.

Cada uno con su cruz de dolor, tristeza, soledad, vacíos, traiciones.. Y Jesús repite, para cada uno de ellos, las palabras de la Escritura “Vengan a Mí cuando estén cansados y agobiados, que Yo los aliviaré” Mt 11,28.

Y me quedo a tu lado, en mi sitio, Madre, esperando a Jesús que se acerca. Me tomo fuerte de tu mano, para no caerme, para no decir nada torpe e inoportuno, muy habitual en mi. Y allí me quedo, y el Maestro sigue acercándose, y el perfume envuelve al alma y ahuyenta los grises humos de mis penas.
Entonces, escucho en el alma tus palabras, Madre:

 Ahora, ve a confesarte.

Sin preguntar nada, sin saber como terminará este encuentro, te hago caso Madre. Me quedo cerca del confesionario, aunque aún no ha llegado el sacerdote y la misa está por comenzar. Pero si tú lo dices, Madre, seguro lo hallaré. En ese momento llega el sacerdote. Como él no daba la misa, sino el obispo, tuve tiempo de prepararme bien para mi confesión, que me dejó el alma tranquila y sin la pesada carga de mis pecados…

Me quedo pensando en Jesús, que venía a acercándose a mí, en el Sagrario. Pero allí me doy cuenta de tu gesto, Madre querida. Tu me ofrecías algo más. Tú me ofrecías el abrazo real y concreto de Jesús en la Eucaristía, y para que mi alma estuviera en estado de gracia para responder a ese abrazo, me pediste que fuera a confesarme.

¡Gracias Madre! Gracias por amarme y cuidarme tanto… ¡Qué hermosa manera de terminar este encuentro con Jesús! ¡Con su abrazo real, bajo la forma del Pan!
La misa ha comenzado. Siento que la soledad del Sagrario es un poquito más pequeña, no mucho, pero sí mas pequeña… Y si mi compañía alivió su soledad, seguro que la tuya, amigo que lees estas líneas, también la aliviará. Y si invitas a un amigo a hacerle compañía… ¡Oh, cuanto podemos hacer disminuir la soledad de Jesús en el Sagrario!¡Cuánto puede Él, en su infinita Misericordia, colmar nuestras almas de paz!

Hay un sitio en el Sagrario que tiene tu nombre y toda la paz que ansías… y Jesús te espera, diciéndote “Ven a Mi, cuando estés cansado y agobiado, que Yo te aliviaré”

Amigo, nos encontramos en el Sagrario.

Por: Maria Susana Ratero | Fuente: Catholic.net 

Hoy inicia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

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Este jueves 18 de enero comienza la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que este año lleva por título ““Fue tu diestra quien lo hizo, Señor, resplandeciente de poder”, una cita tomada del libro del Éxodo. Este evento se realizará hasta el día 25 de este mes.

Desde hace ya algunos años, el Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos encargan los materiales de oración para esta semana a Iglesias y comunidades eclesiales confesionales diversas de alguna región geográfica. En esta ocasión, para la semana de oración de 2018, se lo han pedido a las Iglesias y comunidades de la región del Caribe.

El sitio web del Vaticano recuerda que las fechas de la celebración de esta semana “fueron propuestas en 1908 por (el sacerdote anglicano) Paul Watson para cubrir el periodo entre la fiesta de San Pedro y la de San Pablo, que tienen un hondo significado”.

En el hemisferio sur donde el mes de enero es tiempo de vacaciones de verano, explican, “las Iglesias frecuentemente adoptan otras fechas para celebrar la Semana de Oración, por ejemplo en torno a Pentecostés (sugerido por el movimiento Fe y Constitución en 1926), que representa también otra fecha significativa para la unidad de la Iglesia”.

En el marco de estas celebraciones y como es habitual cada año, el lunes 25 de enero, Fiesta de la Conversión de San Pablo Apóstol, el Papa Francisco presidirá la celebración de las segundas vísperas a las 17.30 (hora de Roma) en la Basílica San Pablo Extramuros en Roma.

Como se recuerda, San Pablo –entonces conocido como Saulo– fue derribado del caballo camino a Damasco por el mismo Jesús a través de una luz del cielo que brilló sobre él y sus compañeros, cegándolo por espacio de tres días. Durante ese tiempo, Saulo permaneció en casa de un judío llamado Judas, sin comer ni beber.

El cristiano Ananías, por pedido de Cristo, fue al encuentro de Saulo, quien recuperó la vista y se convirtió, accediendo al bautismo y predicando en las sinagogas al Hijo de Dios, con gran asombro de sus oyentes.

Así, el antiguo perseguidor se convirtió en apóstol y fue elegido por Dios como uno de sus principales instrumentos para la conversión del mundo.

Por: Aciprensa.com