lunes, noviembre 10, 2025
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Los 7 pecados capitales en la Biblia

Los 7 vicios que la misma Sagrada Escritura condena: Contra estos 7 vicios o pecados capitales hay 7 virtudes que alaba la misma Escritura:

Soberbia. – (Sir. 10, 12-18; Prov. 26, 12; Dn. 3, 1 – 6) Es una estima desordenada de sí mismo, que hace que considere uno superior a los demás y quiera elevarse por encima de ellos. El primer pecado de soberbia, lo cometió el demonio cuando se rebeló contra Dios. Los efectos de la soberbia son: 1º el orgullo procura hacer ostentación de las cualidades que cree uno tener, 2º se cree capaz de todo, y esta es la presunción; 3º se quiere aparecer mejor de lo que es, y se desprecia a sus iguales o a sus inferiores. La virtud opuesta a la Soberbia es la Humildad (Efe. 4, 2 – 4)

 Avaricia. – (Mt. 6, 19 -21; Sir. 31, 1 – 4; Sirac. 13, 20 – 26) Es un amor excesivo por los bienes materiales y principalmente por el dinero. Se reconoce que se estiman los bienes materiales con exceso, cuando sin importar los medios ilícitos se está dispuesto a adquirirlos, conservarlos y aumentarlos. La avaricia es un gran pecado; San Pablo la llama una idolatría y declara que los avaros no entrarán en el Reino de los cielos. La avaricia nos hace duros con los pobres, indiferentes a los bienes del cielo, y hasta nos incita a veces a apoderarnos de los bienes ajenos. La virtud opuesta a la Avaricia es la Bondad (Gl. 5, 22 – 24)

Lujuria.– (1 Cor. 6, 9 – 11; Rom. 13, 13; Rom. 1, 18 – 32; Lev. 18. 1 – 23; Gal. 5, 19 – 26) Adicción, depravación, perversión, desviaciones y pasiones vergonzosas.
Es el vicio vergonzoso de la impureza prohibida por el sexto y noveno mandamiento

La lujuria nos hace aborrecer nuestros deberes religiosos; ciega el espíritu, endurece el corazón, perjudica la salud y las más bellas cualidades del alma.
Se pierde la capacidad de amar y se ve a los demás como objetos desechables (úsese y deséchese), y la pasión se confunde como amor.
La castidad significa la integración de la sexualidad en la persona y, por ello, en la unidad interior del hombre, en su ser corporal y espiritual. Forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de sensibilidad humana. Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar: la masturbación, la fornicación, la pornografía y la homosexualidad. (Síntesis del Nuevo Catecismo 345, 346) La virtud opuesta a la Lujuria es la Castidad (1 Cor. 6, 9) ¿Qué es la castidad? castidad, no es otra cosa sino el dominio de la sexualidad por la razón para aprender a respetarse a sí mismo y a los demás

Ira.– (Ecle. 7, 9; Col. 3, 5 – 9; Gn. 4, 8)

La Ira es un movimiento desordenado del alma que nos impulsa a rechazar con violencia lo que nos desagrada.
Las causas ordinarias de la ira son: la soberbia y el apego obstinado a las propias ideas.
La ira nos induce a blasfemar del Santo nombre de Dios, vengarnos del prójimo, injuriar, lastimar, herir y en ocasiones hasta dar muerte. Matar no sólo es quitar la vida, es atentar contra la dignidad, la honra y el honor.
Cuando Dios nos manda No Matar, nos prohíbe dañar la vida corporal o espiritual tanto la propia como la de nuestro prójimo.
Este pecado atenta también contra el 5 mandamiento. Consultemos los que nos dice Santiago sobre un arma mortal (Sgo. 3, 1 – 12)
La virtud opuesta a la Ira es la Paciencia (2 Tm. 3, 10)

Gula.– (Sir. 37, 29 – 31; Rom. 13, 13)
Es una afición desordenada a beber y comer.
Dicha afición es desordenada cuando se come o se bebe con exceso o por el sólo placer de satisfacer la sensualidad. La gula es un pecado; San Pablo compara a los que se entregan a ella como idolatras, y dice que hacen de su vientre un Dios. La virtud opuesta a la gula es la Moderación (2 Ped. 1, 5-8)

Envidia. – (Sir. 13, 25 – 26; 14, 9 -19; Gn. 3, 1 – 24)
La envidia es una tristeza que se siente a la vista del bien ajeno o una alegría culpable por el mal del prójimo.
La envidia es un gran pecado, porque: 1º se opone directamente al amor del prójimo 2º hace, al que es esclavo de ella, semejante al demonio, porque, por la envidia busca ahora los medios de hacer daño.
La envidia es un tormento y un suplicio continuos, roe y devora el corazón.
La envidia engendra gran número de pecados; las sospechas injustas, las calumnias, maledicencias, discordias, odio y hasta homicidio.
La virtud opuesta a la envidia es la Caridad (1 Cr. 9, 24 – 27) fraterna que hace tomar las preocupaciones y las alegrías del prójimo como propias. El amor a prójimo (1 Cor. 13, 1 – 13).

Pereza. – (Prov. 6, 9 – 19)
Es una afición excesiva al descanso, en negligencia, descuido de nuestros deberes para no imponernos ningún esfuerzo.
Hay dos clases de pereza: 1º la espiritual, que nos induce a ser apáticos e indiferentes de nuestros deberes religiosos; 2º la temporal, que nos induce a no reconocer y aceptar los deberes de nuestro propio estado.
Es la madre de todos los vicios: Engendra principalmente la ociosidad y la pérdida de tiempo, origen de la ignorancia y de la incapacidad; produce inconstancia y la inutilidad de la vida.
La virtud opuesta a la Pereza es la Diligencia (Prov. 6, 6 – 12) que nos impulsa a cumplir todos nuestros deberes con exactitud y entusiasmo.

Lo que debemos considerar para que nuestro actuar sea una ofensa grave a Dios (pecado mortal)
a) conocimiento b) consentimiento c) materia grave
Síntesis del libro del mismo autor: “Lo que todo cristiano debe saber y conocer
Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net 

El Papa a obispos: Dejen el escritorio y “gasten la suela” para conocer a sus ovejas

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El Papa Francisco sostuvo un extenso encuentro con los obispos del Perú, a quienes dirigió un especial discurso en el que los alentó a seguir el ejemplo de Santo Toribio de Mogrovejo, saliendo a las calles, dejando los escritorios y gastando la suela de los zapatos para conocer a sus ovejas.

Antes de su reflexión, el Pontífice recibió el saludo del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani: “somos herederos de santos y, grandes santos, como Usted nos recordaba en sus palabras grabadas en Roma”.

“Pido a Santa Rosa que nos brinde esa ternura para acoger a todos; a San Martín de Porres para que nos lleve a los más pobres y con la escoba para que barra bien nuestros corazones y todas nuestras acciones”.

El Purpurado destacó también: “Aquí estamos, como sucesores de los Apóstoles, teniendo en Cristo y sólo en Él la centralidad de nuestra responsabilidad episcopal, unidos al Papa con obras y de verdad”.

A su turno, el Arzobispo de Ayacucho y Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Salvador Piñero, indicó que para esta visita papal los fieles se han preparado “con la plegaria, el estudio de sus documentos y jornadas misionales” y ofreció como obsequio una medalla de Santo Toribio de Mogrovejo y una imagen de San José al Pontífice.

En su reflexión, el Santo Padre dijo que la misión de los obispos no se hace “desde ‘el escritorio’, y así puede conocer a sus ovejas y ellas reconocen en su voz, la voz del Buen Pastor”.

Para ello, también, los prelados tienen que ser “callejeros”, que tengan las “suelas gastadas por andar, por recorrer, por salir al encuentro para ‘anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, sin asco y sin miedo”.

“La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie ¡Cómo sabía esto Santo Toribio! Sin miedo y sin asco se adentró en nuestro continente para anunciar la buena nueva”.

Santo Toribio, dijo el Papa, se dio cuenta en medio de su pueblo que “no alcanzaba llegar tan solo físicamente, sino que era necesario aprender a hablar el lenguaje de los otros, solo así, llegaría el Evangelio a ser entendido y penetrar en el corazón”.

“¡Cuánto urge esta visión para nosotros, pastores del siglo XXI!, que nos toca aprender un lenguaje totalmente nuevo como es el digital, por citar un ejemplo. Conocer el lenguaje actual de nuestros jóvenes, de nuestras familias, de los niños”.

Al momento de su muerte, señaló el Pontífice, Toribio no lo hizo solo sino que iba “iba al encuentro de los santos seguido de una gran muchedumbre a sus espaldas. Es el pastor que ha sabido cargar «su valija» con rostros y nombres. Ellos eran su pasaporte al cielo”.

Luego de su discurso, el Papa Francisco dialogó alrededor de media hora con los obispos en los que habló de algunos temas como el próximo sínodo panamazónico que se realizará en 2019, la importancia del cuidado de la pastoral castrense, la corrupción en el Perú, entre otros.

Por: Aciprensa.com

Libertad, decisiones y consecuencias

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Cada acto de libertad inicia algo nuevo en el mundo.No algo imposible, sino algo que inicialmente podía empezar a existir.

La libertad nos pone ante ese amplio horizonte de las posibilidades. Puedo ir a la derecha o a la izquierda, acelerar o ir más despacio, tomar dos bocadillos con cerveza o uno con un poco de agua.

Tras las decisiones, empiezan nuevos procesos. Si escogí ir a la izquierda, tal vez llego tarde y se enfada un amigo. Los dos bocadillos influyen en mi estado de ánimo y alteran los resultados de la báscula.

Somos responsables de muchas de las consecuencias que habíamos (y debíamos) haber previsto. Eso lo perciben de un modo dramático los gobernantes antes de tomar ciertas decisiones. Pero también lo experimentamos en la familia, en el trabajo o simplemente al ir de excursión.

Por eso, a la hora de poner en marcha nuestra libertad, vale la pena un momento de reflexión ante las opciones posibles que tenemos por delante. ¿Este acto es bueno y fomenta el bien? ¿O es malo y puede generar un proceso de consecuencias negativas?

No siempre tendremos claro todo lo que pueda acontecer. Pero al menos, si asumimos las propias responsabilidades y deseamos sinceramente hacer lo bueno, valoraremos cada decisión con la mirada puesta en las consecuencias posibles.

Cada día está lleno de decisiones. Las opciones pueden ser muchas o pocas. En ocasiones, algunas resultan especialmente difíciles en un momento concreto de la propia vida.

Lo importante es adquirir esa prudencia que pide ayuda a Dios y a los amigos buenos para descartar todo aquello que pueda provocar daños, y para escoger, generosamente, lo que promueve consecuencias buenas, justas y bellas.
Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net 

Beata Laura Vicuña, protectora de la dignidad y pureza de la mujer

“Gracias Jesús, gracias María», fueron las últimas palabras que pronunció la Beata Laura Vicuña, cuya fiesta se celebra cada 22 de enero. Ofreció su vida a Dios para que su mamá se convierta y deje de convivir con un hombre que las maltrataba y que intentó sobrepasarse con la pequeña beata.

Laura Vicuña Pino nació en Santiago (Chile), en 1891. Su padre pertenecía a una familia aristocrática de gran influencia política y alto nivel social. Su madre, en cambio, era de condición humilde.

Por ese tiempo se da una revolución en Chile. La familia tiene que huir de la capital y refugiarse a 500 Km de distancia. El papá muere y la madre queda en la indigencia a cargo de dos niñas, Laurita de dos años y Julia. Las tres emigran hacia Argentina y la madre, Mercedes, empieza a convivir con Manuel Mora.

En 1900, Laura ingresa como interna en el Colegio de las Hijas de María Auxiliadora en Junín de los Andes. Al poco tiempo empieza a destacar por su devoción y sueña con ser religiosa.

Cierto día escuchó de la maestra que a Dios le disgustan mucho los que conviven sin casarse y Laurita cayó desmayada por el susto. En la siguiente clase, cuando la profesora volvió a tocar el tema de la unión libre, la pequeña beata empezó a palidecer.

Laura comprende la situación en que vive su madre y a su tierna edad siente mucho dolor cuando Dios es ofendido. No se resiente con su madre, sino que, en cambio, decide entregar su vida a Dios para que su mamá se salve.

La beata le comunica su plan al confesor, el sacerdote salesiano Crestanello, quien le dice: «Mira que eso es muy serio. Dios puede aceptarte tu propuesta y te puede llegar la muerte muy pronto». Pero Laura continuó resuelta con su ofrenda.

El día de su primera comunión, a sus diez años, se ofrece a Dios y es admitida como “Hija de María”. Sin embargo, en su casa, Mora trata de manchar la virtud de Laura y ella valientemente se resiste muchas veces con la fuerza derivada de la fe auténtica.

El hombre la botó de la casa, la hizo dormir a la intemperie y dejó de pagarle la escuela. Pero las Hijas de María Auxiliadora la aceptan gratuitamente. Un día Laurita vuelve a casa y Mora la golpea salvajemente.

En pleno invierno se produce una inundación en la escuela y Laura, ayudando a salvar a las más pequeñas, pasa horas con los pies en el agua helada. Se enferma de los riñones con grandes dolores y su madre se la lleva a casa, pero no se recupera.

Al entrar en agonía, la beata dice: «Mamá, desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios en sacrificio para obtener que tú no vivas más en unión libre. Que te separes de ese hombre y vivas santamente».

Mercedes, llorando, exclamó: “¡Oh Laurita, qué amor tan grande has tenido hacia mí! Te lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con ese hombre. Dios es testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida”.

La beata manda llamar al confesor y le dice: “Padre, mi mamá promete solemnemente a Dios abandonar desde hoy mismo a aquel hombre”. Entonces, mamá e hija se abrazaron llorando.

El rostro de Laura cambió por completo y se tornó sereno y alegre porque sintió que cumplió su misión en la tierra. Recibe la unción de los enfermos, el viático y besa varias veces el crucifijo.

A su amiga que rezaba con ella le dijo: “¡Qué contenta se siente el alma a la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!” Luego, mirando la imagen de la Virgen, agradece alegremente a Jesús y María y parte a la Casa del Padre un 22 de enero de 1904.

La mamá tuvo que cambiarse de nombre y disfrazarse para salir de la región porque Manuel Mora la perseguía. El resto de su vida Mercedes llevó una vida santa.

San Juan Pablo II beatificó a Laura Vicuña en 1988 y en aquella ocasión el Papa peregrino dijo: “La suave figura de la Beata Laura… a todos enseñe que, con la ayuda de la gracia, se puede triunfar sobre el mal”.

Por: aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Marcos 3,22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús: “Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”. Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Papa Francisco con los pueblos Amazónicos

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El Papa Francisco dirigió un extenso y sentido discurso esta mañana en Puerto Maldonado, en el departamento peruano de Madre de Dios, a los pueblos amazónicos en el que pidió respetar y promover a estos grupos étnicos, ante las diversas amenazas que padece la Amazonía.

A continuación, el texto completo del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas: Junto a ustedes me brota el canto de San Francisco: «Alabado seas, mi Señor». Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas con este encuentro. Gracias Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, señor Héctor, señora Yésica y señora María Luzmila por sus palabras de bienvenida y sus testimonios.

En ustedes quiero agradecer y saludar a todos los habitantes de Amazonia. Veo que han venido de los diferentes pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros.

También veo que nos acompañan pueblos procedentes del Ande que se han venido a la selva y se han hecho amazónicos. He deseado mucho este encuentro, quise empezar por aquí la visita a Perú. Gracias por vuestra presencia y por ayudarnos a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra.

Un rostro plural, de una variedad infinita y de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual. Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5).

Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven! Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos. Y he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.

Probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales.

Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas.

Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles.

Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.

Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias.

Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios».[1] El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.

Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades.

Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, ustedes con sus vidas son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo.

Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común. La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.

Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual.

La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? […] No nos hagamos los distraídos. Ni miremos para otra parte.  Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!».[2] Cómo no recordar a Santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense, cito: «que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3), fin de la cita. Por desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales.

Las palabras proféticas de aquellos hombres de fe —como nos lo han recordado Héctor y Yésica—, son el grito de esta gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.

De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV).

Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas les obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables.

Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye.

El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación.

Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura.

Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos.[3] Son preocupantes las noticias que llegan sobre el avance de algunas enfermedades. Asusta el silencio porque mata. Con el silencio no generamos acciones encaminadas a la prevención, sobre todo de adolescentes y jóvenes, ni tratamos a los enfermos, condenándolos a la exclusión más cruel. Pedimos a los Estados que se implementen políticas de salud intercultural que tengan en cuenta la realidad y cosmovisión de los pueblos, promoviendo profesionales de su propia etnia que sepan enfrentar la enfermedad desde su propia cosmovisión.

Y como lo he expresado en Laudato si’, una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes.

Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas.

La cultura de nuestros pueblos es un signo de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos.

La familia es, lo dijo una de ustedes, y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos, por favor,

ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida. No nos olvidemos que «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal».[4] Y la única manera de que las culturas no se pierdan es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento. ¡Qué importante es lo que nos decían Yésica y Héctor: «queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas, no queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral»! La educación nos ayuda a tender puentes y a generar una cultura del encuentro. La escuela y la educación de los pueblos originarios debe ser una prioridad y compromiso del Estado; compromiso integrador e inculturado que asuma, respete e integre como un bien de toda la nación su sabiduría ancestral, y así nos lo señalaba María Luzmila.

Pido a mis hermanos obispos que, como se viene haciendo incluso en los lugares más alejados de la selva, sigan impulsando espacios de educación intercultural y bilingüe en las escuelas y en los institutos pedagógicos y universidades.[5]

Felicito las iniciativas que desde la Iglesia Amazónica peruana se llevan a cabo para la promoción de los pueblos originarios: escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el CAAAP, el CETA, novedosos e importantes espacios universitarios interculturales como el NOPOKI, dirigidos expresamente a la formación de los jóvenes de las diversas etnias de nuestra Amazonia.

Felicito también a todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva. También felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la literatura, la artesanía, la música, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes.

Está bien, que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharles. Queridos hermanos de la Amazonia, ¡cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas!

Lo han hecho inspirados en el Evangelio. Cristo también se encarnó en una cultura, la hebrea, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. No sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos.[6] Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo.

La Iglesia no es ajena a vuestra problemática y a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas.

Al respecto me dio mucha alegría que uno de los trozos del Laudato si fuera leído por un diácono permanente de vuestra cultura.

Ayuden a sus obispos, misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esta manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena.

Con este espíritu convoqué el Sínodo para la Amazonia en el año 2019, cuya primera reunión como consejo presinodal será aquí, hoy, esta tarde.

Confío en la capacidad de resiliencia de los pueblos y su capacidad de reacción ante los difíciles momentos que les toca vivir.

Así lo han demostrado en los diferentes embates de la historia, con sus aportes, con su visión diferenciada de las relaciones humanas, con el medio ambiente y con la vivencia de la fe. Rezo por ustedes y por su tierra bendecida por Dios, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.

Por: aciprensa.com

Esto fue lo que Doña Trinidad le dijo al Papa Francisco

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Doña Trinidad Peralta tiene 99 años y no puede ver. El sábado 20 de enero de 2018 tuvo la oportunidad de saludar al Papa Francisco y recibir su bendición en la ciudad de Trujillo, en el norte del Perú.

El Santo Padre iba en el papamóvil en las calles del centro de la ciudad cuando ordenó detener el vehículo para saludarla.

En declaraciones a RPP, Trinidad contó que “el Papa me vio de lejos y me agarró la mano y me dio la bendición. Me preguntó de dónde venía y cuántos hijos tenía». «Que bondadosa que es usted», le dijo el Pontífice a la mujer.

Francisco tuvo este gesto para con esta mujer natural de Chiclayo, otra importante ciudad del norte del Perú, luego de ver el letrero que portaba su hijo Antonio que decía: “Me llamo Trinidad, cumplo 99 años. No veo. Quiero tocar tu manito».

“Le besé su manito. He tenido la dicha de verlo cerca. Será un momento que no olvidaré en el resto de mi vida”, comentó Trinidad, que tiene 12 hijos, 38 nietos, 35 bisnietos y 8 tataranietos.

La anciana relató que le dijo al Pontífice que siempre reza por él y que Francisco le obsequió un rosario como recuerdo de este encuentro que ella no olvidará jamás.

Por: Aciprensa.com

Hoy es Día de la Virgen de la Altagracia, la madre protectora de los dominicanos

Nuestra Señora de la Altagracia o Virgen de la Altagracia es una advocación mariana católica considerada como la «madre protectora y espiritual del pueblo dominicano». Su fiesta patronal es el 21 de enero, día festivo/no laborable en la República Dominicana en el que muchos fieles devotos de la Virgen concurren desde todo el territorio dominicano a la basílica de Higüey, en la provincia La Altagracia

Algunos historiadores y párrocos de la Iglesia católica mencionan que a partir del 12 de mayo de 1502 la imagen es llevada a una parroquia en la Villa de Salvaleón de Higüey, bajo las órdenes del obispo de Santo Domingo, García Padilla, ya que en esa época habían llegado a Higüey los hermanos Trejo: Alonso y Antonio, quienes habrían traído la imagen de la Virgen de la Altagracia al país; estos provenían de Plasencia, localidad de la Comunidad Autónoma ExtremaduraEspaña; fue en Extremadura en la localidad de Siruela donde la Virgen María se le apareció a un agricultor sobre un árbol -de ahí su nombre- la más Alta Gracia venida de los cielos.