jueves, febrero 20, 2025
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El sufrimiento y la cruz

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El sufrimiento es algo que repugna al hombre. Para muchos su realidad es, justamente, la prueba de que Dios no existe: les parece imposible que un Ser todopoderoso y lleno de amor no usara ese amor y ese poder para impedir que haya guerras, asesinatos, injusticias, niños que nacen deformes, cáncer que mata a madres cuando sus hijos más las necesitan, etc.

Al cristiano se le pide, mucho más: no sólo creer en Dios a pesar de la existencia del sufrimiento, si no también saber aceptar ese sufrimiento como camino de amor.
Este es el punto donde se dividen los espíritus y donde se decide si somos o no cristianos. Somos cristianos de verdad desde el momento en que aceptamos la cruz, porque es en la cruz donde se prueba nuestro corazón de hijos.

La cruz se produce cuando nuestra voluntad se “cruza” con la voluntad del Padre Dios: cuando yo quiero una cosa, y Él me pide otra o permite que suceda algo que va en contra de mis deseos.
Si entonces acepto la cruz, me hago verdadero hijo porque manifiesto que confío en mi Padre, porque creo que sus caminos son más sabios que los míos, y que me dejo conducir por ellos – renunciando a los míos – aunque me duela.

Siendo bueno, Dios no podría permitir nunca el mal por el mal, si de él no resultara bien alguno. Lo que sucede es que no siempre descubrimos el fruto positivo que surge del mal, porque no conocemos la totalidad del plan de Dios.

El sentido de muchos dolores nuestros tal vez lo entenderemos recién en el cielo. En el cielo – al ver el plan total que Dios tenía con nuestra vida – comprenderemos que todos nuestros sufrimientos los permitió Dios por amor: para corregirnos y educarnos, para librarnos del egoísmo y de la afición por los bienes terrenales, para obligarnos a crecer en dimensiones nuevas, para enriquecernos espiritualmente.

Así el sufrimiento no es castigo de Dios sino, al contrario, prueba de su amor de Padre. San Pedro compara el sufrimiento con un crisol, donde Dios purifica el oro de nuestra fe y de nuestro amor.

Cuando Dios hace sufrir, significa que nos está dando una oportunidad de crecer en el amor y la confianza, de desarrollar aspectos nuevos de nuestra personalidad cristiana, que hasta ahora estaban dormidos, atrofiados o enfermos.

Cristo y la Sma. Virgen sufrieron muchísimo, precisamente porque fueron los más amados por Dios. También ha sido el destino de todos los santos, los grandes predilectos de Dios.

Todo sufrimiento y cruz que aceptamos como cristianos es siempre participación de la Pasión de Cristo. Él se entregó hasta la cruz como expiación por nuestros pecados. Así nosotros participamos, por medio de nuestro sufrir, en esta expiación, no sólo por los pecados propios, sino también por los pecados de los demás.

Y siempre cuando nos es dada una nueva cruz, debemos verla en unión con Él, nuestro Redentor. Cuando consideramos así nuestra cruz como parte de su cruz, aprenderemos con más facilidad a llevarla pacientes, obedientes y, con el tiempo, incluso alegres.

Así lo hizo, ante todo, María, la Madre de Jesús. Lo acompañó durante su vida en los tiempos felices y en los tiempos difíciles, hasta el pie de la cruz. Y por eso no es sólo Cristo quien está con nosotros, en tiempos de dolor, sino que también su Madre – que es nuestra Madre – está con nosotros al pie de nuestra cruz.

Y en la medida en que participamos así como Ella en la Pasión de Jesús, tenemos también la promesa de participar en la vida glorificada de Cristo en el cielo, tal como ya lo está haciendo María desde su Asunción.

Pongamos en cada Eucaristía, nuestro sufrimiento y cruz personal sobre la patena, como nuestra ofrenda, para unirlo con el sacrificio perfecto de Cristo en la cruz.

Preguntas para la reflexión

1. ¿Cuáles son las cruces que más temo?
2. ¿Creo que Dios me castiga o es injusto conmigo?
3. ¿Ofrezco mis cruces y mis dolores?

Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y homilías del Padre Nicolás Schwizer

El Papa Francisco convoca jornada de ayuno y oración por la paz

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El Papa Francisco convocó una jornada especial de oración y ayuno por la paz para el próximo 23 de febrero, viernes de la Primera Semana de Cuaresma, ante las trágicas situaciones de conflictos prolongados en diferentes lugares del mundo.

El Santo Padre, que realizó este anuncio tras el rezo del Ángelus este domingo 4 de febrero en la Plaza de San Pedro del Vaticano, señaló que la jornada de oración y ayuno se dedicará de forma especial “por la población de la República Democrática del Congo y de Sudán del Sur”, ambos países africanos duramente golpeados por conflictos civiles.

“Como en ocasiones anteriores similares –continuó el Pontífice– invito también a los hermanos y hermanas no católicos y no cristianos a unirse a esta iniciativa en la modalidad que consideren más oportuna”.

Francisco animó a confiar en el poder de la oración, porque “nuestro Padre celeste escucha siempre a sus hijos que le imploran en el dolor y en la angustia: ‘Sana los corazones rotos y sana sus heridas’”.

“Dirijo un cordial llamado para que también nosotros escuchemos este grito y que, cada uno en su propia conciencia, ante Dios, nos preguntemos: ‘¿Qué puedo hacer yo por la paz?’. Seguramente podamos rezar, pero no solo: cada uno puede decir concretamente ‘no’ a la violencia por cuanto de él o de ella dependa”.

El Papa finalizó asegurando que “la victoria obtenida con la violencia son falsas victorias, ¡trabajar por la paz hace bien a todos!”.

Por: Aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 23-26

En aquel tiempo, Jesús le dijo a la multitud: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?

Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles».

Palabra del Señor.

Secretario de Estado explica objetivos de negociación entre el Vaticano y China

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El Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, detalló los objetivos de las negociaciones de la Santa Sede con el gobierno comunista de China, que desde hace años asedia a los católicos, especialmente a los obispos que se mantienen fieles a la Sede de Pedro.

En entrevista concedida al vaticanista italiano Gianni Valente, publicada este miércoles 31 de enero en Vatican Insider, el Cardenal explicó que “el Santo Padre sigue personalmente las negociaciones actuales con las autoridades de la República Popular China. Todos sus colaboradores actúan en sintonía con él. Nadie toma iniciativas privadas. Sinceramente, cualquier otro tipo de razonamiento me parecería fuera de lugar”.

Estas palabras ratifican la declaración del 30 de enero del Director de la Sala de Prensa del Vaticano, Greg Burke. El vocero dijo que es “sorprendente y lamentable que lo contrario sea afirmado por personas de la Iglesia, generando confusión y polémica”.

Aunque Burke y el Cardenal Parolin no lo mencionan, sus declaraciones responden a la carta del Obispo Emérito de Hong Kong, Cardenal Joseph Zen ze-kiun, publicada el 29 de enero y en la que analiza la difícil situación por la que atraviesa la Iglesia Católica en China, en particular los obispos fieles a Roma, que son presionados y perseguidos por el gobierno comunista.

En la misiva que publicó en su sitio web, el Cardenal recuerda que en los últimos días los medios informaron que el Vaticano solicitó a dos obispos su renuncia para permitir que prelados afines el gobierno asuman sus cargos.

La detallada carta del Purpurado tiene un tono crítico y en ella señala, entre otras cosas, que “el problema no es la renuncia de los obispos legítimos, sino el pedido de hacer espacio para aquellos ilegítimos e incluso excomulgados”.

“Sé que soy pesimista en relación a la situación actual de la Iglesia en China, pero mi pesimismo tiene fundamento en mi larga y directa experiencia de la Iglesia en China. Entre 1989 y 1996 solía pasar seis meses al año enseñando en varios seminarios de la comunidad de la Iglesia oficial. Por ello he visto directamente la esclavitud y la humillación a la que son sometidos nuestros hermanos obispos”, afirma el Cardenal Zen en su carta.

En su misiva, el Obispo Emérito cuestiona: “¿Creería yo que el Vaticano está vendiendo la Iglesia Católica en China? Sí, definitivamente, si es que van en la dirección en la que están según lo que han venido haciendo en los últimos años y meses”.

En la entrevista publicada este miércoles, el Cardenal Parolin reconoció que en la Iglesia existe el derecho a disentir y criticar, pero no deberían “suscitar la división”. En ese sentido, continuó, “ningún punto de vista personal puede ser considerado exclusivo intérprete de lo que es bueno para los católicos chinos. Por ello, la Santa Sede obra para encontrar una síntesis de verdad y una vía practicable para responder a las legítimas expectativas de los fieles, dentro y fuera de China”.

El Cardenal subrayó que “la comunión entre el Obispo de Roma y todos los obispos católicos toca el alma de la unidad de la Iglesia: no es una cuestión privada entre el Papa y los obispos chinos o entre la Sede Apostólica y las autoridades civiles”.

El Purpurado italiano resaltó que “el principal objetivo de la Santa Sede en el diálogo es precisamente salvaguardar la comunión en la Iglesia, siguiendo el surco de la genuina tradición y de la constante disciplina eclesiástica”.

Otro importante objetivo de las negociaciones con el gobierno chino, precisó el Cardenal, es “llegar, cuando Dios quiera, a ya no tener que hablar de obispos ‘legítimos’ e ‘ilegítimos’, ‘clandestinos’ y ‘oficiales’ en la Iglesia china, sino a encontrarse entre hermanos, aprendiendo nuevamente el lenguaje de la colaboración y de la comunicación”.

Las relaciones diplomáticas entre China y el Vaticano se rompieron en 1951, dos años después de la llegada al poder de los comunistas que expulsaron a los clérigos extranjeros.

Desde entonces, China únicamente ha permitido el culto católico por medio de la Asociación Patriótica Comunista China, leal al gobierno chino, que rechaza la autoridad de la Santa Sede en el nombramiento de obispos y en el gobierno de la Iglesia.

Los obispos legítimos que permanecen fieles al Papa viven una situación cercana a la clandestinidad, permanentemente asediados por las autoridades comunistas.

El Cardenal Pietro Parolin explicó que “la Santa Sede conoce y comparte los graves sufrimientos que soportan muchos católicos en China y su generoso testimonio del Evangelio. Sigue habiendo muchos problemas para la vida de la Iglesia y estos no pueden ser resueltos todos juntos. Pero, en este marco, la cuestión de la elección de los obispos es crucial”.

“Por otra parte, no podemos olvidar que la libertad de la Iglesia y el nombramiento de los obispos siempre han sido temas recurrentes en las relaciones entre la Santa Sede y los Estados. Claro, el camino emprendido con China, mediante los actuales contactos, es gradual y todavía está expuesto a muchos imprevistos, así como a posibles emergencias nuevas. Nadie, en conciencia, puede afirmar tener soluciones perfectas para todos los problemas”.

Es necesario, expresó el Cardenal, “tener tiempo y paciencia para que se puedan curar todas las heridas personales infligidas recíprocamente dentro de las comunidades. Desgraciadamente, es cierto que todavía habrá muchas incomprensiones, fatigas y sufrimientos que afrontar. Pero todos tenemos la confianza en que, una vez considerado adecuadamente el punto del nombramiento de los obispos, las dificultades que queden ya no deberían ser tales como para impedirle a los católicos chinos vivir en comunión entre ellos y con el Papa”.

“Esto es lo importante, y lo que tanto se esperaba y deseaba desde San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Esto es lo importante y hoy se persigue con la clarividencia del Papa Francisco”, subrayó.

Dirigiéndose a las autoridades chinas, el Cardenal dijo que “la Iglesia en China no pretende sustituir al Estado, sino que desea ofrecer su contribución serena y positiva por el bien de todos. Por lo tanto, el mensaje de la Santa Sede es un mensaje de buena voluntad, con la esperanza de proseguir en el diálogo emprendido para contribuir a la vida de la Iglesia católica en China, al bien del pueblo chino y a la paz en el mundo”.

Desde hace algunos años la Santa Sede trabaja en un acuerdo para el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con China, un acercamiento alentado por el Papa Francisco.

Por: Aciprensa.com

Dejarse ayudar

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Nos gusta poder ayudar a otros. Significa que tenemos sensibilidad, que percibimos el dolor y las necesidades ajenas, que contamos con fuerzas para dar una mano.

Quizá nos cuesta dejarnos ayudar, porque ello implica reconocer que estamos necesitados, que los problemas son superiores a nuestras energías, que nos encontramos cansados o enfermos.

Dejarse ayudar, sin embargo, tiene aspectos positivos. Por un lado, porque captamos algo que todos, también los que parecen más afortunados, necesitamos descubrir: la vida es siempre algo frágil.

Por otro lado, porque al abrirnos a la ayuda de otros reconocemos nuestra confianza en la bondad humana. La habíamos experimentado tantas veces en nuestra infancia, sobre todo a través de los padres. La experimentamos continuamente en accidentes, enfermedades, estudios, trabajos, arreglos en la cocina…

Sí: a nuestro lado hay mucha gente buena, que percibe nuestras flaquezas, que ofrece un consejo para apartarnos del mal camino, que nos deja unos billetes (sin intereses) para salir adelante en un aprieto económico.
Son hombres y mujeres que nos cuidan en los hospitales, que nos protegen en la calle como policías (con frío y con calor), que nos llevan al destino como conductores de metro o de autobuses, que nos indican cómo llegar al ayuntamiento.

Al dejarnos ayudar por tanta gente buena, superamos la pena de quien pide al constatar el alivio que surge al vernos apoyados, acogidos, acompañados,cuidados, incluso a costa del riesgo de contagiar con nuestra gripe a quien nos visita durante las horas de fiebre.

Dejarnos ayudar por familiares, amigos, conocidos, vecinos, compañeros de trabajo, facilita el que nuestros corazones se abran a la ayuda definitiva, la única que puede perdonar pecados y superar el drama de la muerte: la que nos ofrece Jesucristo, en nombre de Dios Padre, con la fuerza y el consuelo del Espíritu..

Por: P.Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Catholic.net 

 

Santa Brígida de Kildare, patrona de Irlanda

Santa Brígida de Kildara fue monja, abadesa y uno de los santos más grandes en Irlanda, declarada patrona del país junto a San Patricio y San Columbano.

Vivió probablemente entre los años 450 y 525. Nació en la ciudad de Faughart al norte de Irlanda, y según la tradición, desde temprana edad se consagró a Dios y recibió el velo de las vírgenes de mano de San Melo, sobrino de San Patricio.

Después de ello, Brígida, junto con otras vírgenes consagradas, permaneció en la ciudad de Meatr y obró muchos milagros. Curó a un extranjero por nombre Marcos, a dos leprosos, dos mudos y dos ciegos; proporcionó cerveza de un solo barril a dieciocho iglesias, entre otros.

También fundó un convento en la ciudad de Kildare (Irlanda) adoptando la regla de San Cesáreo hacia el año 513. Esta regla fue retomada por varios conventos de Irlanda.

Santa Brígida es Venerada como madre espiritual por muchísimas religiosas. En vida ya era considerada santa.

Falleció en Kildare y fue enterrada en Downpatrick junto a San Patricio y San Columba.

Por: Aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Marcos 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos».

Los discípulos se fueron a predicar la conversión. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.

Palabra del Señor.

Cuando deje de ser yo mismo…

Cuando deje de ser yo mismo

En las discusiones sobre la eutanasia hay dos argumentos que suelen ser repetidos por algunos de los defensores de la “dulce muerte”. Los argumentos son:

Primero: “Nadie debería alargar los sufrimientos de los enfermos, ni conservar a cualquier precio la simple duración de vidas que ya han perdido su dignidad”.

Segundo: “Cuando deje de ser yo mismo, cuando ya no sea capaz de vivir dignamente y realizar eso que me hace ser yo, cuando el dolor anule en mi libertad, pido por favor que acaben con mi vida”.

En cierto sentido, los dos argumentos tienen un punto en común: suponer que existen situaciones en las que no vale la pena vivir. O, de otra forma, que una existencia humana no merece ser vivida cuando no se es capaz de alcanzar aquel nivel de salud o de autosatisfacción que permita tener una mínima “calidad de vida”.

La mentalidad a favor de la eutanasia juega con esta convicción de fondo: si no tengo la salud, o el bienestar, o la autonomía, o algún otro sueño profundo sin el cual mi existencia me parecería un fracaso, o los demás la verían así, entonces resultaría mejor no vivir. Como si la vida correspondiese siempre a nuestros deseos. Como si ya no valiese la pena luchar cuando el dolor, la pobreza o el rechazo de los hombres nos arrojen a un lado del camino.

Sólo hay una manera de responder a esta mentalidad tan usada para defender la eutanasia: afirmar que ninguna situación humana, ninguna enfermedad, ningún fracaso, quita el valor de la vida de nadie.

En otras palabras: la vida no debe quedar arrinconada cuando falta algo que desearíamos. Hay hombres y mujeres grandes en situaciones de dolor y de amargura. Hay pobres que sonríen a pesar de no saber si tendrán o no tendrán algo que comer mañana. Hay inválidos que saben sobrellevar sus sufrimientos con más paz que algunos esclavos de las finanzas que se sienten desfallecer cuando observan cómo el valor de sus acciones cae en picado en la bolsa.

Podríamos recordar algunos casos ejemplares. Tony Meléndez, nacido sin brazos, ha sabido dar un sentido a su carencia, y es capaz de sembrar ilusiones como cantante de guitarra. Olga Bejano escribe y transmite esperanzas a pesar de seguir aprisionada por años en un pulmón artificial. Viktor Frankl supo encontrar un sentido a su vida en medio de campos de concentración que parecían hechos sólo para provocar náusea…

Las historias son muchas. No termina la posibilidad de hacer el bien cuando un accidente de carretera hace inválido a un famoso deportista. No pierde belleza la vida del político que, derrotado, vuelve a su casa donde esposa e hijos lo quieren a pesar de todo. No es absurda la vejez de quien no puede ya ir al trabajo, pero tiene ante sí un tiempo hermoso y profundo para llevar a cabo sueños esperados por tantos años.

“Cuando deje de ser yo mismo…” No, nunca dejaré de ser yo mismo. Pues si pierdo lo que ahora tengo, si dejo de hacer lo que es mi trabajo, si me fallan estos dedos que escriben, estas manos que trabajan, estos ojos que miran, esta voz que dice mil palabras, tendré entonces ante mí otros modos de “ser yo mismo”, de vivir, de soñar, de dar.

Seré de otra manera, seré distinto, pero seré yo. No haré tantas cosas que me gustaban, tantos proyectos que preparaba con pasión y alegría. Incluso, tal vez, seré simplemente un enfermo necesitado de casi todo. Pero capaz de decir “gracias”, capaz de sonreír a quien esté a mi lado, capaz de mirar al cielo y confiar en Dios.

Seré entonces, simplemente, un hombre débil y enfermo, seré un yo necesitado. No de una falsa piedad, no de eutanasias asesinas, sino de un poco de asistencia, de respeto, de amor sincero…

Por: Bosco Aguirre | Fuente: Bosco Aguirre