sábado, febrero 22, 2025
Inicio Blog Página 52

10 consejos para vivir un noviazgo en clave católica

El noviazgo es una etapa muy rica e intensa donde la pareja se prepara para el matrimonio, en el que existen una serie de desafíos a los que se debe hacer frente, especialmente en un mundo erotizado, materialista y alejado de Dios.

Ante esta situación que se presenta como un reto para los católicos, ACI Prensa entrevistó a Emma Rodríguez y a Didier Masis, un matrimonio originario de Costa Rica que es autor del Blog de Emma y Didier donde escriben sobre temas como el amor verdadero y el noviazgo. Esta psicóloga de 28 años y este filósofo de 36 llevan tres años de matrimonio y también dan charlas en escuelas, universidades, iglesias y congresos.

Ellos dieron estas 11 claves para vivir un noviazgo santo en clave católica.

1.- Vivir en castidad

Emma indicó que en el noviazgo es importante vivir en castidad, absteniéndose de tener relaciones sexuales, porque esta virtud “te enseña a ordenar y a reflexionar si tus acciones están orientadas a amar verdaderamente o a usar a la otra persona”.

“La castidad no es cerrarse al amor humano sino abrirse al amor divino para que me ayude a orientar mis deseos”, comentó.

Por su parte, Didier indicó que ser casto y esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales“es darle un sentido al mandamiento del amor: aprender a amar a Dios sobre todas las cosas. También implica saber cuánto me conozco, me amo y me valoro”.

Para fortalecer esta virtud, ambos aconsejaron ir con frecuencia a los sacramentos y vivirlos plenamente.

2.- Crecer juntos en la fe

Didier destacó que el noviazgo es una oportunidad para que la pareja crezca en la fe. Para lograrlo, ambos pueden hacer una lista de prácticas espirituales que pueden realizar juntos.

Algunas son orar en pareja, y si ambos viven lejos pueden llamarse por WhatsApp o Skype para realizar la Lectio Divina o rezar alguna otra oración.

“No se debe olvidar que la relación más importante es la que tienes con Dios. Hay que hablar con Él y escucharlo”, agregó Emma.

Emma comentó también que sería ideal que la pareja haga un retiro espiritual juntos por lo menos una vez al año.

Esto ayudará a “discernir sobre su camino porque el noviazgo no significa que ya te casaste. Es un discernimiento para saber si esa persona es aquella con la que se formará una familia”.

3.- Ponerse metas para crecer personalmente

Didier señaló que el noviazgo “tiene que ir creciendo, las personas tenemos que ir creciendo, un noviazgo que se estanca no madurará. El noviazgo debe tener metas y propósitos”.

Ambos recomendaron que la pareja se puede trazar objetivos para cumplir en una semana o al mes.

Algunos son leer libros espirituales, visitar un asilo de ancianos, ayudar a una causa de la parroquia, rezar juntos todos los días o ir a la Hora Santa y ofrecerla por todos los noviazgos y matrimonios, entre otros.

4.- Construir la confianza y una sólida amistad

En el noviazgo es muy importante construir la confianza y esta se basa en una buena amistad.

“Hemos notado que hoy en día las parejas se saltan etapas y no saben ser amigos. La amistad es la base de una buena relación. De ella se desprende la confianza y la transparencia. Las parejas se saltan todo eso y entran inmediatamente en una relación en la que emocionalmente están prácticamente casados uno con el otro”, señaló Emma.

Didier añadió que en una relación los celos “son el síntoma de las carencias que tengo y de experiencias que no he sanado”.

5.- No idealizar a la otra persona

Didier indicó que en el noviazgo se suele mostrar a la otra persona lo mejor de uno como si fuera “una imagen retocada con Photoshop”.

“Tenemos que dejar pasar la ilusión para mostrarnos como somos en realidad, para dar a conocer nuestros valores, para conversar seriamente con la otra persona sobre lo que es importante para su vida”, expresó.

“No hay que olvidar lo que Jesús nos dijo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Si uno se ama y se acepta no hay necesidad de vender falsas ilusiones”, dijo.

6.- No encerrarse

Emma y Didier indicaron que el noviazgo “no se trata de encerrar al otro y vivir pegado como un parásito. Se trata de compartir con otros y eso enriquece la relación”.

“Recomiendo que invites a la otra persona a tu mundo. Que conozca a tu familia, a tus amigos. Incluso habrá espacios donde saldrá solo uno de los dos. Por ejemplo, Didier y yo tenemos amigos en común. Él conoce a todas mis amigas y yo conozco a todos sus amigos”, comentó Emma.

Añadió que si cada uno decide salir con sus amigos “eso no quiere decir que me ame menos sino que él tiene necesidad de relacionarse con sus amigos o familia y yo también”.

7.- La mejor forma de afrontar las peleas

En el noviazgo no todo es color de rosa. La pareja también pelea: lo importante es aprender a manejar las emociones y comprender al otro.

“Después de una pelea fuerte recomiendo hacer silencio y esperar a que las aguas se calmen. Cuando nos enojamos lo primero que aparece es la lengua. Hay que tener control sobre las palabras que decimos porque pueden herir a la otra persona”, aconsejó Emma.

También recomendó “ponerse en los zapatos del otro porque a veces uno cree que tiene la razón. Añadió que “hay que pedir al Espíritu Santo que te ayuda a traer la paz en ese momento”.

8.- Cuestionar la relación (no es malo)

Tal vez habrá un momento en el que te preguntes si tu pareja realmente es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida.

Emma comentó que es bueno dudar y cuestionar porque “el noviazgo es el tiempo donde tienes que hacerte preguntas”.

Ambos recomendaron hacerse estas preguntas como las siguientes: ¿Compartimos los mismos valores?, ¿Estoy dispuesto a casarme con esa persona que tiene estas cualidades y defectos?, ¿Por qué estamos llevando este noviazgo?, ¿Me he amado a mí mismo y te he amado a ti? y ¿He sido un puente para que esa persona se encuentre con Dios?

9.- Aprender a perdonar

Si uno aprende a perdonar en el noviazgo podrá hacerlo en el matrimonio. Emma recordó que todos los seres humanos son frágiles y cometen errores. “Tarde o temprano la otra persona me va a fallar así como yo le fallaré”.

Aclaró que “perdonar no significa aceptar. Puede suceder que la persona te trató mal, te fue infiel, te agredió. Tú puedes perdonarla como un gesto de caridad hacia el otro y para mostrar que no quieres seguir lastimándote”, recomendó.

10.- ¿Y qué pasa si mi pareja está alejada de la fe?

Emma indicó que es importante “plantearse si mi proyecto de vida involucra que mi pareja no sea ‘tan’ católica como yo lo soy”.

Si el otro, por distintas razones, está alejado de Dios, entonces “no descuides tu fe. La relación con Dios es lo más importante que uno tiene en la vida. Además, el testimonio arrastra”.

“Si la otra persona te ve enamorado o enamorada de Dios llegará un punto en el que empezará a preguntarse qué es lo que te da esa felicidad y esa paz”.

“Si Dios quiere que ustedes se unan en matrimonio genial, pero si tu testimonio hace que la otra persona se acerque a Dios también es una bendición”, afirmó.

Bonus: Para aquellos que aún no encuentran al amor de su vida

No tengas miedo de esperar y reza por tu futuro esposo (a)

Si sientes que tu llamado es el matrimonio, pero aún no aparece esa persona especial debes tener paciencia.

Emma indicó que es importante tener confianza en que Dios vela por todos tus anhelos. “Hay que aprender a comprender que nuestros tiempos no son los tiempos de Dios. Nosotros solemos apresurarnos. Dios no se olvida de ti”.

“Ninguna persona, por más que la ames, va a llenar los vacíos como Dios. Si estando soltero tu corazón no se siente lleno con el infinito amor de Dios, menos lo estará con una criatura igual a ti”, destacó la bloguera.

Didier añadió que “la soltería es un tiempo que se debe disfrutar para crecer y sanar. Tienes que abrirte para escuchar la voz de Dios y saber cuál es el camino que debo seguir en mi vida”.

Por: María Ximena Rondón

La fuerza de la juventud transforma

0

“¿Son jóvenes o jóvenes envejecidos?”, es la pregunta que hizo el Papa Francisco en un video mensaje a los participantes de las Jornadas caribeñas de la Juventud que se celebra del 10 al 23 de julio en Martinica, en las Antillas, con el tema “Los jóvenes transforman la familia caribeña”.

En su mensaje, el Pontífice agradeció a los jóvenes por comprometerse en la transformación de las familias. “Se ve que tienen garra y quieren luchar. Sigan adelante”, alentó.

“Es un tema desafiante, ustedes son jóvenes, pero me pregunto: ¿Son jóvenes o jóvenes envejecidos? Porque si son jóvenes envejecidos no van a poder hacer nada. Tienen que ser jóvenes ‘jóvenes’”, es decir, “con toda la fuerza de la juventud para transformar”, indicó el Papa.

Por ello, dijo que “lo primero que tienen que hacer es ver si se ‘instalaron’”, porque “si están instalados la cosa no va. Tienen que desinstalarse los que están instalados, y empezar a luchar”.

“Ustedes quieren transformar, quieren llevar adelante y han hecho suyas las directivas de la Exhortación post-Sinodal sobre la familia para llevar adelante la familia, para transformar la familia del Caribe. Llevarla adelante hoy para mañana, o sea, en el presente para el futuro. Y hoy, ustedes, para entender el presente tienen que saber describirla, saberla comprender para enfrentar el mañana”, indicó.

En ese sentido, los alentó a estudiar el capítulo cuarto de la exhortación titulado “El amor en el matrimonio”, porque “en el camino de hoy a mañana necesitan de la doctrina sobre la familia”. “Ahí está el núcleo. Estúdienlo. Véanlo y van a tener las pautas de progresión. Pero hoy y mañana. Nos queda el ayer. No se puede mirar al mañana sin mirar al ayer. No se puede mirar el futuro sin reflexionar sobre el pasado”.

“Ustedes se preparan para transformar algo que les fue dado por sus mayores. Ustedes reciben historia de ayer, reciben tradiciones de ayer. Ustedes tienen raíces y sobre esto quiero detenerme un minutito: no se puede hacer nada en el presente ni en el futuro si no estás arraigado en el pasado, en tu historia, en tu cultura, en tu familia; si no tenés las raíces bien metidas adentro”.

Francisco aseguró que “de la raíz te va a venir la fuerza para seguir adelante. Todos nosotros y ustedes no fuimos fabricados en un laboratorio, tenemos esa historia, esas raíces. Y lo que hagamos, los frutos que demos, la belleza que podamos hacer en adelante, vienen de esas raíces”.

Así, recordó el verso del poeta Francisco Luis Bernárdez: “Todo lo que el árbol tiene de florido, le viene de lo que tiene soterrado”. “Miren hacia atrás también para tener raíces –invitó el Papa-, miren a sus abuelos, miren a sus viejos y hablen con ellos, y tomen eso y lo llevan adelante. Transformado, pero ahí van a tener las raíces, la fuerza para transformar la familia. Es una tensión transformante. No se puede transformar sin tensión”.

“Les dije que el núcleo de Amoris laetitia era el capítulo cuarto. Cómo vivir el amor. Cómo vivir el amor de la familia. Hablen entre ustedes sobre el capítulo cuarto. Ahí van a tener mucha fuerza para seguir adelante y hacer la transformación. Y no se olviden una cosa: que el amor tiene fuerza propia. El amor tiene fuerza propia. Y el amor no termina nunca. San Pablo dice: ‘La fe y la esperanza acabarán cuando ya estemos con el Señor, en cambio el amor seguirá con el Señor’”.

Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa

Dar gratis a los hombres lo que hemos recibido gratis de Dios.

La verdad que salva la vida, que se hizo carne en Jesús, enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la libertad para devolver lo que se ha recibido gratuitamente. Ser alcanzados por la presencia de Dios, que se hace como uno de nosotros en Navidad, es un don inestimable, un don capaz de hacernos vivir el abrazo universal de los amigos de Dios, en esa red de amistad con Cristo que une el cielo y la tierra, que orienta la libertad humana hacia su cumplimiento y que, si es vivida en su verdad, florece con un amor gratuito y lleno de atención por el bien de todos los hombres.

No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios.

No hay nada que nos pueda eximir o dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la Navidad que ya experimentamos, al llenarnos de esperanza, nos empuja al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros.

La Virgen María es modelo incomparable de evangelización, pues no comunicó al mundo una idea, sino el mismo Jesús, el Verbo encarnado. Invoquémosla con confianza para que la Iglesia anuncie también a nuestro tiempo a Cristo Salvador.

Cada cristiano y cada comunidad experimentan la alegría de compartir con los demás la buena noticia de que Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo unigénito para que el mundo se salve por medio de Él. Este es el auténtico sentido de la Navidad, que siempre tenemos que redescubrir y vivir intensamente.

Palabras que pronunció Benedicto XVI el domingo antes de rezar la oración mariana del Ángelus 2007

¿Qué hace el Papa en sus vacaciones?

0

Un año más el Papa Francisco pasará las vacaciones de verano en el Vaticano. Seguirá en la Casa Santa Marta, aunque estas semanas se diferenciarán del resto del año en que tendrá menos carga de audiencias y actividades, tiempo que podrá dedicar a la lectura y a la oración.

Francisco no ha seguido la línea de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que se tomaban unos días de vacaciones en la residencia papal de Castelgandolfo o incluso en el Valle de Aosta, en el caso del santo polaco.

Según informa Álvaro de Juana en La Razón, el Papa ha querido ser fiel a su tradición autoimpuesta de renunciar a las vacaciones, algo que hace desde 1975: “Cambio de ritmo, duermo algo más, leo cosas que me reposan, escucho algo más de música, rezo más…Y todo eso me descansa”.

Este es el sexto verano que el Papa pasará en el interior de los muros vaticanos, aunque es probable que haga alguna salida o visita de algunas horas para ver a algún amigo o institución.

No hay audiencias de los miércoles

En un comunicado, la Santa Sede ya informó que en julio no habrá audiencias generales los miércoles y tampoco se celebrarán las misas en la Casa Santa marta. Sólo se mantendrá el Angelus dominical.

¿A qué dedica exactamente el Papa el tiempo en estas vacaciones? Reza, lee, prepara futuros documentos y también los próximos viajes que se avecinan.

En breve le espera el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. El 15 de septiembre irá a Palermo; al Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes y las vocaciones en octubre, y a la canonización del Papa Pablo VI y del que fuera arzobispo de San Salvador, Óscar Romero.

Más de 60.000 monaguillos “inundarán” Roma y se reunirán con el Papa Francisco

0

Un año más, del 30 de julio al 3 de agosto, llegarán a Roma unos 60.000 monaguillos de Italia, Portugal, Alemania, Suiza, Serbia o Ucrania, entre otros países, con motivo de su peregrinación anual y tendrán un encuentro con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro.

La peregrinación, que se desarrolla cada cinco años, se desarrolla esta vez bajo el lema “Buscad la paz y perseguidla” y está organizada por el Coetus Internationalis Ministrantium (CIM), organismo internacional que agrupa las diversas realidades nacionales y diocesanas de Acólitos y Monaguillos de Europa.

Los más numerosos –unos 50.000– llegarán desde Alemania y durante su estancia en Roma participarán en visitas guiadas sobre temas de historia, cultura y espiritualidad, y excursiones culturales y religiosas.

Por: aciprensa

El secreto de confesión

«El sistema del secreto que se da en el orden eclesial, como en cualquier otro orden jurídico, no pretende encubrir tramas, complots o misterios, como a veces ingenuamente la opinión pública cree o, más a menudo, es inducida a creer». El cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario mayor de la Iglesia católica, explicó que el «objetivo del secreto, tanto sacramental como extra sacramental es proteger la intimidad de la persona, es decir, custodiar la presencia de Dios en lo íntimo del ser humano». Añadió el cardenal Piacenza que «grandes y saludables son los efectos que con el secreto y la reserva se desean proteger y custodiar para salvaguardar la fama y la reputación de alguien o respetar los derechos tanto de individuos como de grupos». (Artículo publicado por “L’Osservatore Romano” sobre el congreso que organizó la misma Penitenciaría Apostólica titulado “El sigilo confesional y la privacidad pastoral”. 12 noviembre 2014).

Breve explicación del secreto de confesión o sigilo sacramental

El sigilo sacramental es, en la Iglesia Católica, la obligación de no manifestar jamás lo sabido por confesión sacramental.

El derecho natural lo supone y es de derecho divino, sin que la Iglesia tenga facultad para dispensar de él, ni aun muerto el penitente. Su inviolabilidad es tal, que en ningún caso imaginable, ni daño gravísimo que sobrevenga al confesor ni a toda la humanidad, podría infringirse, ni de palabra, ni por escrito, ni por señal, ni por reticencias. Ni el mismo confesor podría confesar su pecado revelando la confesión recibida y de no haber otro medio, no estaría obligado a la integridad material de su propia confesión.

Dicha obligación comprende en primer término al confesor y después a todos aquellos que de algún modo se enterasen de la confesión, lícita o ilícitamente, ya oyéndola, ya leyendo apuntes de los pecados en orden a la confesión, ya sirviendo de intérprete y, si son varios, no pueden hablar de ello entre sí.

Son materia directa del sigilo los pecados mortales en general y en particular, los veniales en particular (pues, en general, no hay hombre que no los tenga y, por tanto, no son materia de sigilo), su objeto, cómplices y circunstancias. Materia indirecta es todo aquello por donde se puede venir en conocimiento del pecado o del pecador y cuanto a éste pudiera causar confusión, sospecha o daño y por esto caen bajo sigilo la penitencia impuesta, indisposición del penitente, denegación de absolución, defectos naturales y morales, escrúpulos conocidos solo por la confesión y cuya revelación pueda molestar al penitente.

Aun excluido el peligro de revelación, el Código de Derecho Canónico prohibe absolutamente a los confesores usar del conocimiento adquirido en la confesión con gravamen del penitente. De ser violado, el sacerdote queda automáticamente excomulgado.

A tanto llega la inviolabilidad del sigilo, que de negarse la absolución a un penitente por indispuesto, si se acerca públicamente a recibir la comunión de mano del mismo confesor, éste tiene que dársela.

Ni al mismo penitente se puede hablar de sus pecados fuera de la confesión sin licencia suya, que no debe solicitarse sino en caso de excepcional necesidad, por no exponerle a la natural vergüenza, haciendo odiosa la confesión. Aparte de esto, el penitente puede autorizar al confesor para hacer uso del secreto sacramental, pero esa autorización debe ser expresa, no implícita ni interpretativa, ha de ser espontánea y libérrima, con causa legítima y en bien del mismo penitente. Todo lo sobredicho va en el supuesto de que el confesor no sepa las cosas por otro producto que la confesión y así lo haga constar.

Preguntas frecuentes sobre el tema:

– ¿Puede un sacerdote revelar algún secreto de confesión?

La Iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes.

El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice: «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo».

– ¿No hay excepciones?

El secreto de confesión no admite excepción. Se llama «sigilo sacramental» y consiste en que todo lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda «sellado» por el sacramento.

Un sacerdote no puede hablar a nadie sobre lo que se le dice en confesión. Aun cuando él supiera la identidad del penitente y posteriormente se encontrara con él no puede comentarle nada de lo que le dijo en confesión, a menos que sea el mismo penitente quien primero lo comente. Entonces y sólo entonces, puede discutirlo sólo con él. De lo contrario debe permanecer en silencio.

– ¿Cómo se asegura este secreto?

Bajo ninguna circunstancia puede quebrantarse el “sigilo” de la confesión. De acuerdo a la ley canónica, la penalización para un sacerdote que viole este sigilo sería la excomunión automática (Derecho Canónico 983, 1388).

El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983).

– ¿Y si revelando una confesión se pudiera evitar un mal?

El sigilo sacramental es inviolable; por tanto, es un crimen para un confesor el traicionar a un penitente ya sea de palabra o de cualquier otra forma o por cualquier motivo.

No hay excepciones a esta ley, sin importar quién sea el penitente. Esto se aplica a todos los fieles —obispos, sacerdotes, religiosos y seglares—. El sigilo sacramental es protección de la confianza sagrada entre la persona que confiesa su pecado y Dios, y nada ni nadie puede romperlo.

– ¿Qué puede hacer entonces un sacerdote si alguien le confiesa un crimen?

Si bien el sacerdote no puede romper el sello de la confesión al revelar lo que se le ha dicho ni usar esta información en forma alguna, sí está en la posición —dentro del confesionario— de ayudar al penitente a enfrentar su propio pecado, llevándolo así a una verdadera contrición y esta contrición debería conducirlo a desear hacer lo correcto.

– ¿Las autoridades judiciales podrían obligar a un sacerdote a revelar un secreto de confesión?

En el Derecho de la Iglesia la cuestión está clara: el sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática.

Esta rigurosa protección del sigilo sacramental implica también para el confesor la exención de la obligación de responder en juicio «respecto a todo lo que conoce por razón de su ministerio», y la incapacidad de ser testigo en relación con lo que conoce por confesión sacramental, aunque el penitente le releve del secreto «y le pida que lo manifieste», (cánones 1548 y 1550).

– ¿Aunque contando el secreto el sacerdote pudiera obtener algo bueno para alguien?

El sigilo sacramental no puede quebrantarse jamás bajo ningún pretexto, cualquiera que sea el daño privado o público que con ello se pudiera evitar o el bien que se pudiera promover.

Obliga incluso a soportar el martirio antes que quebrantarlo, como fue el caso de San Juan Nepomuceno. Aquí debe tenerse firme lo que afirmaba Santo Tomás: «lo que se sabe bajo confesión es como no sabido, porque no se sabe en cuanto hombre, sino en cuanto Dios», (In IV Sent., 21,3,1).

– ¿Y si otra persona oye o graba la confesión y la revela?

La Iglesia ha precisado que incurre también en excomunión quien capta mediante cualquier instrumento técnico, o divulga las palabras del confesor o del penitente, ya sea la confesión verdadera o fingida, propia o de un tercero.

– ¿Y en el caso de que el sacerdote no haya dado la absolución?

El sigilo obliga a guardar secreto absoluto de todo lo dicho en el sacramento de la confesión, aunque no se obtenga la absolución de los pecados o la confesión resulte inválida.

*Fuentes: Código de Derecho Canónico, Catecismo de la Iglesia Católica, respuestas sobre el tema de Grace MacKinnon, especializada en Doctrina Católica, L’Osservatore Romano, Vatican Insider.

Por: Redacción Catholic.net | Fuente: Varios*

La medalla de San Benito

La medalla jubilar de San Benito es un sacramental reconocido por la Iglesia como poseedor de un gran poder de exorcismo. Fue instituido en memoria de San Benito. Como todo sacramental, los católicos no ponen su poder en la medalla misma, pues consideran que ese poder viene de Cristo, quien lo otorga a la Iglesia, y por la fervorosa disposición de quién usa la medalla.

Cuenta la leyenda que el simbolismo de la Medalla, se debe a este evento en la vida de San Benito: había estado viviendo como un ermitaño en una cueva durante tres años, famoso por su santidad, cuando una comunidad religiosa llegó a él después de la muerte de su abad y le pidieron a Benito tomar su relevo. A algunos de los monjes no les gustó la disciplina que les exigía y trataron de matarlo con pan y vino envenenado. Al igual que San Juan el Divino se salvó milagrosamente de ser envenenado, porque cuando San Benito hizo la señal de la cruz sobre estas cosas, supo que estaban envenenados, por lo que cayó la copa y encomendó a un cuervo para llevarse el pan.

Explicación del anverso de la Medalla

En las antiguas medallas aparece, rodeando la figura del santo, este texto latino en frase entera: Eius in óbitu nostro preséntia muniámur. «Que a la hora de nuestra muerte, nos proteja tu presencia». En las medallas actuales, frecuentemente desaparece la frase que es sustituida por esta: Crux Sancti Patris Benedicti, o todavía, más simplemente, por la inscripción: Sanctus Benedictus.

Explicación del reverso de la Medalla

– En cada uno de los cuatro lados de la cruz: C. S. P. B. Crux Sancti Patris Benedicti. Cruz del Santo Padre Benito

– En el palo vertical de la cruz: C. S. S. M. L. Crux Sácra Sit Mihi Lux. Que la Santa Cruz sea mi luz

– En el palo horizontal de la cruz: N. D. S. M. D. Non Dráco Sit Mihi Dux. Que el demonio no sea mi jefe

– En el círculo, empezando por la parte superior, en el sentido del reloj: V. R. S. Vade Retro Satána. Aléjate Satanás – N. S. M. V. Non Suáde Mihi Vána. No me aconsejes cosas vanas – S. M. Q. L. Sunt Mála Quae Libas. Es malo lo que me ofreces – I. V. B. ípse Venéna Bíbas. Bebe tú mismo tu veneno

En la parte superior, encima de la cruz suele aparecer unas veces la palabra PAX y en las más antiguas IESUS.

Historia de la Medalla

La fecha exacta sobre la manufactura de la primera Medalla de San Benito es un misterio. En algún punto de la evolución de esta devoción cristiana se encontraron letras en la parte de atrás de la medalla. En el año 1647, unas mujeres fueron juzgadas por hechicería, en el proceso declararon que no habían podido dañar el monasterio de los benedictinos, porque se encontraba protegido por el signo de la santa Cruz. Se buscó entonces en el monasterio de Metten ( Baviera, Alemania) y se encontraron pintadas antiguas representaciones de esta cruz, con la inscripción que se explicará más abajo. Pero estas iniciales misteriosas no pudieron ser interpretadas, hasta que en un manuscrito de la biblioteca, iluminado en el mismo Monasterio de Metten, en 1414 y conservado hoy en la biblioteca Estatal de Múnich, se vio una imagen de san Benito, con esas palabras. Un manuscrito anterior, del siglo XIV y procedente de Austria, que se encuentra en la biblioteca de Wolfenbüttel, parece haber sido el origen de La imagen y del texto. En el siglo XVII J.R. Thiers, erudito francés, la juzgó supersticiosa, por los enigmáticos caractéres que la acompañan, pero el Papa Benedicto XIV, la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Ritual Romano. La versión final de esta medalla data del año 1880 en memoria de los 1400 años del natalicio de San Benito.

Indulgencias

El 12 de marzo de 1742 Benedicto XIV otorgó indulgencia plenaria a la medalla de San Benito si la persona cumple las siguientes condiciones:

Si realiza el Sacramento de la Reconciliación, recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en las grandes fiestas y durante esa semana reza el santo rosario, visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe Cristiana o participa en la Santa Misa.

Las grandes fiestas de las que se habla arriba son: Navidad, Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión, Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi, La Asunción, La Inmaculada Concepción, el nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San Benito.

Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la muerte serán protegidos siempre que se encomienden al Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos invoquen el nombre de Jesús con profundo arrepentimiento.

Indulgencias parciales

– Serán otorgados 200 días de indulgencia, si uno visita una semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los niños la Fe.
– 7 años de indulgencia , si uno celebra la Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los cristianos, o reza por sus gobernantes.
– 7 años si uno acompaña a los enfermos en el día de todos los Santos.
– 100 días si uno hace una oración antes de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada Comunión.
– Cualquiera que por cuenta propia por su consejo o ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de la tercera parte de sus pecados.
– Cualquiera que el Jueves Santo o el día de Resurrección, después de una buena confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la exaltación de la Iglesia, por las necesidades del Santo Padre, ganará las indulgencias que necesita.
– Cualquiera que rece por la exaltación de la Orden Benedictina, recibirá una porción de todas la buenas obras que realiza esta Orden.

El uso de la medalla

1. En una cadena alrededor del cuello; 2. Adjunta a un rosario; 3. En el bolsillo o en el bolso, 4. Colocada en su coche o en casa; 5. Situada en los cimientos de un edificio; 6. Situada en el centro de una cruz.

El uso de cualquier artículo religioso es concebido como un medio de recordar a Dios y de inspirar la voluntad y el deseo de servir a Dios y al prójimo. No es considerado como un amuleto de buena suerte o un dispositivo mágico.

El Crucifijo con medalla de San Benito

El Crucifijo de la Buena Muerte y la Medalla de San Benito han sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en la hora de la muerte. Le ha dado al Crucifijo con la medalla Indulgencia Plenaria.

La indulgencia plenaria de la Cruz de la Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de sus pecados, llamando el Santo nombre de Jesús con devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida de las manos de Dios. Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo crucificado. Esta cruz también ayuda a los enfermos para unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.

Aquel que haya sido excomulgado de la iglesia y arrepentido cumpla su penitencia una vez se haya confesado ante la autoridad, obispo o superior y comulgue el domingo de resurrección será glorificado obteniendo la indulgencia. Jn.13 31-35

 

El esplendor de la verdad en Cristo

1.- La misión de la Teología

La Teología tiene en su última raíz en la procesión eterna del Verbo y en su Encarnación; narrándonos los misterios del seno del Padre primero en la voz de los Profetas y últimamente, en la carne mortal de Cristo. Cristo es la teología encarnad de Dios; Él vino a hablarnos de Dios en lenguaje humano. Penetrar y explicar esa revelación de Dios, es el dulce, delicado y fructuosísimo aunque difícil trabajo del teólogo. Trabajo necesario hasta el fin de los siglos. La tarea capital de la Teología es la de aproximar nuestra inteligencia a los misterios de la fe, valiéndose de “analogías” (semejanzas), y comparándolas e insertándolas en las ideas y conceptos de nuestro espíritu. Dios se conoce perfectísimamente a sí mismo desde toda la eternidad expresando su propio ser en un “verbo” interior, que estaba en el principio, y estaba con Dios y El mismo era Dios. En cambio, nuestros conceptos son pobres, imperfectos, adoleciendo de debilidad.

Los teólogos jamás podrán agotar las profundidades del misterio escondido en Dios. La teología tampoco es una metafísica sobrenatural abstracta cuyo único oficio es sistematizar las verdades reveladas sino que también debe interpretar e impregnar los signos de los tiempos actuales, la vida real del mundo y la historia concreta del Cuerpo Místico en el que actúa ya, en germen, el “Reino de Dios” esperando la definitiva revelación de nuestro Señor Jesucristo en su segundo advenimiento:

“…Nada os falte en don alguno, mientras llega para vosotros la manifestación de nuestro Señor Jesucristo”
(I Corintios, 1,7)

Pero no por esto, la Teología deja de ser una ciencia humana en el estricto sentido aristotélico de la palabra. Es una ciencia humana, es verdad, pero subalternada a la ciencia del Verbo. El hábito teológico es, en sí mismo, natural y adquirido; pero su raíz que es la fe -hábito de los primeros principios sobrenaturales- es sobrenatural e infuso. La Teología está emplazada entre la fe y la visión beatífica en el Verbo. Su fuente primera es la fe pero no puede alejarse de ella sin dejar de ser ciencia, como la filosofía no puede renunciar al sentido común sin dejar de ser filosofía.

Todo cristiano es virtualmente teólogo porque posee los principios del orden sobrenatural que son los artículos de la fe recibidos en sus primeros años de catecismo como un proceso científico que deduce conclusiones virtualmente contenidas en estos principios. Del mismo modo, que todo hombre es virtualmente filósofo porque posee los primeros principios del orden natural. Pero la Teología, adolece de cierta imperfección que le viene no de su misma estructura interior sino por razón del estado vial en que nos hallamos: será perfecta cuando se continué por la posesión de Aquel que tiene su ciencia subalternante: el Verbo.

“…La Sagrada Teología se apoya, como en cimientos perpetuos en la palabra escrita de Dios, al mismo tiempo que en la Sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo. Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad la palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la Sagrada Teología. También el ministerio de la palabra, esto es, la predicación pastoral, la catequesis y toda instrucción cristiana, en que es preciso que ocupe un lugar importante la homilía litúrgica, se nutre saludablemente y se vigoriza santamente con la misma palabra de la Escritura”.
(Dei Verbum, 24)

La visión beatífica hará evidentes los principios que ahora sólo son creíbles. Toda Teología tiende al Verbo, como toda ciencia subalternada tiende a su ciencia subalternante. El hábito teológico, fruto del estudio, permanecerá en el cielo, pero el hábito de la fe, raíz de la Teología se mudará en visión. “…Seremos semejantes a Él. ¿Por qué?…Porque lo veremos cómo es en sí”.

2.- Revelación y Fe.

La religión católica es una religión revelada por Dios. El Concilio Vaticano I nos enseña que la revelación es moralmente necesaria para que estas verdades sean conocidas “…por todos, fácilmente, con certeza y sin mezcla de error”. En cambio el contenido propio de las verdades que constituyen una fórmula de fe o un dogma del Cristianismo, excede totalmente la capacidad cognoscitiva de la inteligencia, por consiguiente solo puede sernos comunicada por la revelación divina y por lo mismo debe ser creída por fundarse en el testimonio infalible del mismo Dios. Ejemplo: Dogma de la Inmaculada Concepción.

El Concilio Vaticano II nos profundiza esta doctrina diciéndonos en la Constitución Dogmática Dei Verbum punto 2 que:

“… Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina. En consecuencia, por esta revelación, Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas. Pero la verdad íntima acerca de Dios y acerca de la salvación humana se nos manifiesta por la revelación en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación”.

La revelación como testimonio o preparación para señalar la verdadera revelación de Dios en el sentido pleno de la palabra se completó con la venida de Jesucristo, se inicia desde tiempos muy remotos por intermedio de hombres que hablaban en nombre de Dios y movidos o inspirados por Dios. La misión de estos “anunciadores” de la divina voluntad llamados Profetas y de los Patriarcas del Antiguo Testamento consistió en señalar a Cristo. Según la doctrina católica, Dios por medio de la revelación primitiva reveló ya muchas verdades a los primeros hombres como las relacionadas con el Misterio de la Trinidad y de la Encarnación. La vida pública, Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo demostró que Él era enviado de Dios para traer a los hombres la Verdad. Según su propio testimonio, es el Hijo de Dios hecho hombre y la Verdad Encarnada (Jn 14, 6). Es la aparición de Dios y de la Verdad divina bajo los velos de la carne. Es la Revelación Personal de Dios.

A esto encuentro personal con la Persona de Cristo responde el hombre con Fe. A este llamado y seguimiento a Cristo. El sentido íntimo y propio de la fe es la aceptación a Cristo, un Sí rotundo a su revelación. La fe es un acto espiritual con Cristo. “…Cristo habita por la fe en nuestros corazones”, dice San Pablo. El despojo del hombre viejo en conversión del hombre nuevo en Cristo. La metanoia de nuestros corazones nos hace entrar en contacto con Cristo. Por consiguiente “creer” significa entrar en contacto con la Persona de Cristo que es la “Palabra del Padre” por la cual entramos en contacto con el Padre. Es la plenitud y fuente de vida. El acto de fe es un acto moral que nos lleva a una entrega total a Cristo. Creer implica un inmenso enriquecimiento interior; es apropiarse la ciencia divina e iluminar con su indefectible claridad los problemas de nuestro propio ser y el fin último de nuestra existencia. Santo Tomás nos enseña que “…creer es el acto del entendimiento que asiente a la verdad divina imperada por la voluntad, a la que Dios mueve por la gracia[1]. “…En la definición de la fe entra la realidad esperada, porque el objeto propio de la fe es una realidad no evidente en sí misma. De ahí que fuera necesario designarla por esa circunlocución mediante algo que viene en pos de la fe”[2].

El hombre por su propia naturaleza religiosa, anhela y necesita ordenar y reunir en una síntesis sistemática, las diversas fórmulas o artículos de fe para poder comprender la conexión íntima de unas con otras y de este modo testimoniarla mediante el apostolado. De este amor a la Verdad Revelada y de este anhelo de sistematizarla nace la Teología.

El dogma, al afirmar una verdad fundada en la autoridad divina, es un estímulo a la inteligencia; la solicita y la urge para investigar la creación en todas sus direcciones hasta encontrar su armonía con la fe.

3.- El esplendor de la verdad en Cristo

Karol Wojty?a es uno de los principales exponentes del personalismo polaco. Fue el alma de la escuela ética de Lublin. Discípulo de Kazimierz Wais. Su Magisterio Pontificio es un desarrollo sistemático del Concilio Vaticano II influenciado por la ética de Max Scheller, de quién toma y analiza la experiencia moral entendida como fuente epistemológica de la ética clásica, el personalismo del humanismo integral de Jacques Maritain, una síntesis de fenomenología kantiana y tomismo construyendo una antropología moderna sobre la estructura central de la persona humana con el fin de edificar una “civilización del amor” por medio de la defensa de los derechos del hombre (DD.HH.), la democracia, el diálogo interreligioso, la evangelización de la cultura, una filosofía de la Familia, la bioética y la educación que implique un esfuerzo de superación entre subjetivismo y objetivismo, entre idealismo y realismo. La lectura de San Juan de la Cruz será para él una revelación. Su tesis doctoral en teología tendrá como finalidad objetivar la experiencia subjetiva de la fe tal y como San Juan de la Cruz la describe. Estas intuiciones adquirirán una forma más articulada, clara y amplia en la que muchos años más tarde será su Encíclica programática: Redemptor hominis al asumir la cátedra de Pedro adoptando el nombre de Juan Pablo II. Cristo al unirse en cierto modo a cada hombre hace que la humanidad de cada hombre se vuelva vía para afirmar el Misterio cristiano.

S. Juan Pablo II veía con suma atención y preocupación los intentos del mundo moderno por destruir la familia como cimiento de la sociedad cristiana. Por eso, dedico gran parte de su magisterio a la importancia de la subjetividad social de la familia como fundamento sólido y perenne de la ¨civilización del amor¨ mediante poderosas reflexiones económicas, políticas, sociales, filosóficas y teológicas. Un enfoque necesariamente multidisciplinario desde la perspectiva de la Fe.

El problema del constituirse de la cultura a través de la “praxis” humana. En ella expone la prioridad del hombre como sujeto de la acción humana y su consecuencia metodológica: la acción como camino para entender a la persona. La fecundidad de la prioridad praxeológica de lo humano al interior de la acción permitirá entender cómo la persona se construye a sí misma al momento de construir el mundo. Además ayudará a entender que la subjetividad de la persona se participa al ser y hacer-junto-con-otros. Por lo que será posible hablar propiamente de que la sociedad posee «subjetividad» cuando el modo humano de la acción, es decir, la acción solidaria, se establece como dinámica estable en una comunidad. El tema de la “subjetividad social” será una de las claves para comprender la propuesta antropológica de las Encíclicas Solicitudo Rei Socialis y Centesimus Annus.

En la Segunda Instrucción sobre la Teología de la Liberación, (Sobre Libertad cristiana y liberacióndel 22-3-1986 publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe en sus puntos 43-60, podemos vislumbrar el verdadero sentido de liberación en y por Cristo propuesto por S. Juan Pablo II cuando nos dice que la verdadera liberación se regocijo en la figura de Cristo Crucificado. La acción redentora de Cristo nos libero de la muerte y del pecado. Esta libertad dada por Cristo nos religo a la comunión con el Padre. En esta comunión el hombre encuentra su verdadera libertad.

La concepción cristiana de libertad se encuentra en la gracia de la fe y de los sacramentos de la Iglesia. El hombre emprende durante toda su vida en la tierra un combate espiritual por su salvación según las armas de Dios. Este combate no anula la libertad. El Espíritu Santo es la fuente de verdadera libertad y la caridad es el cumplimiento pleno de su ley. La iglesia, fiel a esta vocación, nos muestra el verdadero camino de liberación promoviendo la dignidad de la persona y ahuyentándonos de toda forma de opresión. La felicidad la alcanzaremos si hacemos buen uso de nuestro libre albedrío alcanzando la Jerusalén Nueva, ciudad de libertad. La salvación de nuestra alma es la glorificación de la libertad. No se puede reducir esta concepción a un plano político terrenal. La forma es una forma de injusticia que clama su pronta solución pero su sentido más profundo se alcanza cuando se es liberado de las redes del pecado y no por milagro de ideologías políticas.

La misión confiado por Cristo a la Iglesia es la de anunciar la verdad revelada y de esta modo iluminar las conciencias. La salvación integral del mundo es el fin buscado y las bienaventuranzas anunciadas por Jesús manifiestan la perfección de ese amor evangélico. El compromiso con los asuntos temporales al servicio del prójimo liberándolos del pecado y del maligno es la misión evangelizador y salvífica por excelencia de la Iglesia. La Iglesia nos muestra el camino para nuestra salvación y no se aparta del mismo cuando se pronuncia sobre la promoción de la justicia y la dignidad del hombre. Instigar la formación moral del carácter y sedimentar la vida espiritual de los hombres.

La dimensión soteriológica de la liberación no puede reducirse a la dimensión socio – ética. La DSI ofrece principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción para lograr instaurar el Reino de Dios en los asuntos temporales preservando el fundamento supremo que es la dignidad del hombre estando ligados íntimamente el principio de solidaridad y de subsidiariedad. La DSI emite a la luz de sus principios sobre los métodos estructurales y culturales marcados por el pecado que influyen sobre el hombre respetando siempre su responsabilidad y no imponiendo ningún sistema en particular. La conversión de los corazones es el camino más sólido para obtener verdaderos cambios que enaltezcan la dignidad del hombre. Los medios de acción para la consecución de este fin deben estar en conformidad con la dignidad del hombre respetando su libertad.

4.- La conversión del mundo a Cristo.

La civilización actual debe ser transformada por la civilización del amor. Las estructuras del pecado deben dejar paso al Reino social de Cristo y por su medio la salvación de los hombres. El acceso a la cultura y la educación del trabajo son medidas fundamentales para este fin. El modelo a seguir se encuentra en la figura de Jesús de Nazaret. El trabajo es la clave de toda la cuestión social. Todo hombre tiene derecho a un trabajo digno que enaltezca su dignidad. El trabajo debe ser anterior al capital. El Estado debe ser el garante para este fin pero muchas veces puede ser llamado a intervenir directamente. El esfuerzo laboral de los hombres debe estar orientado al bien común nacional e internacional. Todo hombre debe tener acceso a aquellos bienes necesario para su planificación. La solidaridad debe alentar este espíritu. Los países ricos deben asistir a los países más pobres por el destino universal de los bienes. El Estado tiene que eliminar el índice de analfabetismo en la sociedad. La cultura y la educación no tienen que ser utilizadas como factores al servicio del poder político y económico; la tarea educativa es responsabilidad de la familia. La inculturación no puede seguir llevando a los pueblos al subdesarrollo. El evangelio tiene que impregnar la cultura de la nación. La Iglesia es la única que une la diversidad y unidad en beneficio de la persona. Sólo con un verdadera y sincera metanoia en Cristo, las sociedades y el hombre podrán dignificarse y alcanzar la concordia y un desarrollo integral que lo enaltezca. Mientras los gobiernos sigan alentando y sosteniendo la apostasía con un orden jurídico que de carta de ciudadanía y residencia a la cultura de la muerte en las sociedades del siglo XXI, las opciones no serán muy alentadoras para el desarrollo integral y trascendental del hombre.

Por: Hernán Bressi | Fuente: Catholic.net