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Fidelidad de los sacerdotes a Cristo en intenciones del Papa en noviembre

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VATICANO, 03 Nov. 12 / 12:11 pm (ACI/EWTN Noticias).- Hoy se dieron a conocer las intenciones del Papa Benedicto XVI para noviembre: la fidelidad de los sacerdotes a Cristo y que la Iglesia peregrina resplandezca como luz de las naciones.

La Intención General del Apostolado de la Oración del Papa Benedicto XVI es: “Para que los obispos, sacerdotes y todos los ministros del evangelio den valiente testimonio de fidelidad al Señor crucificado y resucitado ”.

La intención de oración Misionera es: “Para que la Iglesia peregrina en la tierra resplandezca como luz de las naciones”.

Fe y Tiempo

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* El Nuevo Testamento caracteriza el tiempo en que viven los cristianos con expresiones más bien sombrías: son “tiempos malos” (Efesios 5,15-16: Tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.) Se nos amonesta: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hechoas 2,40), en continuidad con el lamento de Jesús: “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?” (Mateo 17,17). San Pablo advierte: “Debes saber esto: que en los últimos días vendrán tiempos difíciles” (2 Timoteo 3,1; véase 4,3)

* Por otra parte, el tiempo es breve: 1 Corintios 7,29. Estos son los últimos tiempos (Hebreos 1,1), y lo sabemos porque Cristo se ha manifestado (1 Pedro 1,20). A todos se nos advierte: “no sabéis cómo será vuestra vida mañana. Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece” (Santiago 4,14). Por eso hay que saber sufrir durante un breve tiempo (1 Pedro 5,6.10).

* Enseña san Pedro: “Puesto que Cristo ha padecido en la carne, armaos también vosotros con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado, para vivir el tiempo que le queda en la carne, no ya para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios. Porque el tiempo ya pasado os es suficiente para haber hecho lo que agrada a los gentiles, habiendo andado en sensualidad, lujurias, borracheras, orgías, embriagueces y abominables idolatrías.” (1 Pedro 4,1-3)

* Es Pedro también quien saca la conclusión: “El fin de todas las cosas se acerca; sed pues prudentes y de espíritu sobrio para la oración. Ante todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. Sed hospitalarios los unos para con los otros, sin murmuraciones. Según cada uno ha recibido un don especial , úselo sirviéndoos los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Pedro 4,7-11).

http://fraynelson.com/conferencias/crecimiento/fe_y_tiempo.mp3

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Jesús predica la conversión

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La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida.
La predicación pública de Nuestro Señor Jesucristo empezó con una llamada a la conversión: «se han cumplido los tiempos y se acerca el Reino de Dios; convertios y creed en la Buena Nueva« (Mc. 1, 15) Más adelante irá explicando las características del Reino, pero desde un principio se advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el mensaje de salvación.

Pone a los niños como ejemplo de la meta a que hay que llegar. Hay que «hacerse como niños» o «nacer de nuevo», como dirá a Nicodemo (cfr. Jn. 3, 4) La conversación con la mujer samaritana es un ejemplo práctico de cómo se llama a una persona a la conversión. A Zaqueo también lo llama a cambiar de vida, a convertirse. Lo mismo hará con otros muchos.

Sus parábolas sobre la misericordia divina son llamadas a la conversión contando con que nuestro Padre Dios está esperando la vuelta del pecador. Hasta en los últimos momentos de su vida, cuando le van a prender en el huerto, llama a Judas -amigo., ofreciéndole la oportunidad de la conversión.

SAN JUAN BAUTISTA PREPARÓ LA VENIDA DEL MESIAS 
Cuando los sacerdotes de Jerusalén enviaron a preguntar a Juan Bautista quién era, contestó: Yo soy la voz que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo Isaías. (Jn. 1, 23) Con estas palabras indica que preparaba el camino del Mesías, que había de venir, predicando la conversión y la penitencia. Sus palabras eran claras y fuertes. San Lucas narra esta predicación y cómo animaba a compartir con los demás lo que se posee, a no exigir más de lo que marca la justicia en los negocios, a no ser violentos, ni denunciar falsamente a nadie (cfr. Lc. 3, 1-18) Para conseguir vivir sin pecado proponía el bautismo de agua y la penitencia. Sin embargo, siempre insistió en que estos medios eran insuficientes, pues él era sólo el precursor: «Yo os bautizo con agua para la penitencia; pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo. No soy digno de llevarle las sandalias; él os bautizará en el Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era; reunirá su trigo en el granero, y la paja la quemará en un fuego inextinguible» (Mt. 3. 11-12)

Cuando Jesús fue a bautizarse al Jordán, le dijo: «Yo necesito ser bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?»(Mt. 3, 14) Más adelante dirá de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo»(Jn. 1, 29) San Juan Bautista no tenía el poder de perdonar los pecados, sino solamente predicaba la conversión y la penitencia preparando el camino del Señor. Como fruto de su labor serán muchos los que escucharán la doctrina de Cristo. Los dos primeros discípulos de Jesucristo serán dos discípulos de San Juan Bautista: Juan y Andrés. Además de estos discípulos primeros, muchos otros discípulos de Juan fueron tras Jesús. Juan se llenó de alegría, añadiendo: «Conviene que Él crezca y yo disminuya» (Jn. 3, 30)

¿OUE ES LA CONVERSION? 

La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida, y se decide a cambiar. La conversión a Dios incluye apartar todo lo que aleje de Dios.

La conversión exige que se dé primero un arrepentimiento del pecado:

El pecado mortal hunde sus raíces en la mala disposición del amor y del corazón del hombre, se sitúa en una actitud de egoísmo y cerrazón, se proyecta en una vida construida al margen de los mandamientos de Dios. El pecado mortal supone un fallo en lo fundamental de la existencia cristiana y excluye del Reino de Dios. Este fallo puede expresarse en situaciones, en actitudes o en actos concretos.
(C.v.e., p. 507)

Se puede decir, resumiendo, que: Pecado es todo acto, dicho o deseo contra la ley de Dios.

El siguiente paso será abrir el corazón a la luz nueva: «Dios es luz y no hay en Él tiniebla alguna» (1 Jn. 1, 5) San Juan explica las posibles actitudes ante la conversión, diciendo: «Todo el que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la luz, porque sus obras no sean reprendidas. Pero el que obra la verdad viene a la luz para que sus obras sean manifiestas, pues están hechas en Dios» (Jn. 3, 20-21)

Todos los hombres llevan en su interior la posibilidad de una oposición a Dios. Por el pecado original la naturaleza humana ha quedado debilitada y herida en sus fuerzas naturales. La inteligencia se mueve entre oscuridades y cae fácilmente en engaños. La voluntad se inclina maliciosamente hacia conductas pecaminosas. Las pasiones y los sentidos experimentan un desorden que les lleva a rebelarse al impulso de la razón.

Esta inclinación al mal que todo hombre posee, se acentúa con los pecados personales y con la influencia de ambientes corrompidos.

Convertirse es, en definitiva, cambiar de actitud, desandar el camino andado. Es una vuelta a Dios, del que el hombre se aparta por la mala conducta, por las malas obras, es decir, por el pecado.

Esa vuelta a Dios, que es fruto del amor, incluirá también una nueva actitud hacia el prójimo, que también ha de ser amado.

EL REINO DE DIOS EMPIEZA CON LA CONVERSION PERSONAL 
Para entrar en el Reino de los Cielos es preciso renacer del agua y del Espíritu; de esta manera anunció Jesús a Nicodemo el comienzo del Reino de Dios en el alma de cada hombre. Para esta nueva vida Dios envía su gracia.

La conversión unas veces será de un modo fulgurante y rápido, casi repentina; otras, de una manera suave y gradual; incluso, en ocasiones, sólo llega en el último momento de la vida.

En las parábolas del Reino de los Cielos es muy frecuente que el Señor lo compare a una pequeña semilla, que crece y da fruto o se malogra. Con estos ejemplos indica que el Reino de Dios debe empezar por la conversión personal. Cuando un hombre se convierte, y es fiel, va creciendo en esa nueva vida; después va influyendo en los que le rodean. Así se desarrolla el Reino de Dios en el mundo. El camino que eligió Jesucristo fue predicar a todos la conversión, denunciar todas las situaciones de pecado e ir formando a los que se iban convirtiendo a su palabra.

Los Sabios Ciegos y el Elefante

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Cuenta la historia que alguien llevó un elefante a la corte del rey, que en ese momento estaba atendiendo diversos asuntos en el palacio. Los sa­bios de la corte comenzaron a estudiar al elefante. La gracia del relato está en que los sabios son ciegos, de modo que examinan al elefante guián­dose por el tacto. El primer sabio toca un costado del elefante y dice: «El elefante es como una pared». El segundo sabio toca la trompa y dice: «Es como una serpiente». El siguiente sostiene una de las patas del animal y asegura: «El elefante es como un árbol». El cuarto sabio palpa el colmillo y dice: «Es como una lanza», y el quinto sabio al tocar la oreja, afirma: «El elefante es como un abanico». El sexto y último sabio toca la cola del animal y concluye que el elefante es como una cuerda. Seguidamente los seis ciegos comienzan a discutir sobre quién tiene razón. El griterío llega a oídos del rey quien, molesto por el ruido, decide ir a ver qué sucede. El rey les explica que cada uno de ellos había logrado solo una imagen parcial del elefante; todos tenían algo de razón pero era preciso que considera­sen la información en su conjunto; solo así lograrían una visión global y comprenderían, verdaderamente, qué es un elefante.

Cada religión representa a Dios de manera diferente. Aunque existen semejanzas entre las diferentes representaciones como, por ejemplo, la necesidad de salvación de los seres huma­nos, estas similitudes no son más que coin­cidencias superficiales. Existen, en cambio, diferencias significativas y fundamentales, como la manera en que se alcanza esa salva­ción. Son estas diferencias fundamentales las que determinan que cada religión tenga un carácter distintivo y no haya conciliación posible entre ellas.

El problema con esta ilustración es que si Dios es el elefante y nosotros somos los sabios ciegos, no queda nadie a quien asignarle el papel del rey que ve la realidad en su totalidad, no hay nadie que pueda distanciarse lo suficiente como para ver con claridad. Paradójicamente, la historia cuyo propósito es demostrar que nadie tiene una visión correcta de Dios acaba probando exactamente lo contrario, pues solo podría hacer esta afirma­ción una persona que tuviera la visión correcta de Dios, Jesús.

“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.” 1ª Juan 5:20

¿Rosa o Cactus?

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Un hombre estaba a punto de pedir el divorcio a su esposa porque tenía una amante y la pasaba de maravillas con ella, en cambio en su casa tenía siempre problemas con su esposa por causa de la amante, pero antes de hacer el pedido decidió conversarlo con un amigo el cual era muy sabio y le dijo:

–      ¿Qué puedo hacer? ¿debo martirizar mi vida al lado de mi esposa o debo buscar la felicidad al lado de mi amante?

El sabio pensó un rato antes de responder y luego tomó en sus manos una rosa y un cactus… y le pregunto al hombre:

–      ¿Si yo te doy a escoger uno de estos vegetales, cual eliges? -el hombre sonrió y dijo:

–      La rosa, ¡es lógico!  -el sabio respondió:

–    A veces los hombre se dejan llevar por la belleza externa o lo mundano y eligen lo que brille mas, lo que valga mas pero en esos placeres no está el amor, yo me quedaría con el cactus por que la rosa se marchita y muere, el cactus en cambio sin importar el tiempo o el clima seguirá igual, verde con sus espinas. Tu mujer conoce tus defectos, tus debilidades, tus errores, tus gritos, tus malos ratos y así está contigo… tu amante conoce tu dinero, tus lujos, los espacios de felicidad y tu sonrisa, por eso está contigo, ahora dime hombre ¿con quién te quedarás?

El hombre no pudo responderlo inmediatamente, agradeció y se marchó pensando en su esposa, pensando en cómo ella había permanecido a su lado a pesar de sus miles de debilidades y tomó una decisión radical: Terminar su relación con la rosa y renovar sus voto con el cactus.

Amigo, valora la tremenda mujer que tienes a tu lado, recuerda cuando eran novios y andaban como pisando algodones y volaban sobre las nubes, porque el amor no es un sentimiento, es una decisión.

No es más que un Caballo

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Cuentan de un joven noble pero muy orgulloso que un día pidió entrar de monje en un monasterio, para ello habló con el Abad y este quiso conocer sus aptitudes, hábitos e inclinación en su vida religiosa. El candidato alzó la frente con presunción y dijo:

–  Voy vestido siempre de blanco, no bebo otra cosa que agua, hago penitencia revolcándome en la nieve en invierno y si le parece muy poco todo ello, pongo clavos en mis zapatos y ordeno a mi escudero que me azote cada día…y….

Un caballo interrumpió en aquel momento y se puso a beber en un abrevadero y se revolcó luego en la nieve:

–  ¿Ves eso? –Le preguntó el Abad- Esa criatura es también blanca, no bebe más que agua, se revuelca en la nieve, los clavos le atormentan las patas y recibe también látigos. Y no es más que un caballo…

El joven avergonzado, inclinó su rostro y pidió perdón por la arrogancia que había mostrado.

¿Cuántas veces nosotros maquillamos nuestra falta de humildad tras nuestros logros terrenales?

Jesús dijo: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23.12), no fue una simple retórica. Si el Padre y el Hijo han manifestado humildad divina, aquellos que deseamos su aprobación debemos mostrar la humildad cristiana. La arrogancia y el orgullo son características de los que carecen de la sabiduría de Dios.

El dijo en Mateo 11:29  Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

mis sueños

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Sueños… Creo en mis sueños, hablo sobre mis sueños, pienso en mis sueños, hago planes para mis sueños, creo oportunidades para mis sueños y me veo ya en mis sueños.
La única manera de lograr que un sueño se haga realidad, es hablar acerca de él, creer en él, verse a uno mismo en él y crear oportunidades para él.

Hay un gran poder de voluntad que sigue a lo que imaginamos. Este poder de la voluntad nos permite seguir adelante a pesar de todos los obstáculos y los sueños que debieran tomarnos diez a veinte años en lograrlos, se cumplen en menos tiempo.

¡Los planes en papel no son suficiente para los sueños! Simplemente veámonos actuando en lo que nos hemos imaginado y para cuando estemos involucrados pensaremos que todavía estamos en el proceso de imaginárnoslo.

Lo que creemos es lo que logramos. Lo que imaginamos es lo que llegamos a ser. Lo que pensamos es lo que experimentamos.

Fola Daniel, Nigeria.

Sin embargo los verdaderos sueños no son lo que nacen en la mente de un ser humano, sino los que vienen de Dios. Dios es el dador de los sueños productivos, poderoso, redentores. De nada sirve tener sueños si Dios no está en el asunto. Cuando Dios da el sueño, él dará los recursos para que los llevemos a cabo y el final siempre será que Dios será glorificado. Deja que Dios te siembre en sueño en tu vida y entonces podrás correr hacía el sueño.

Y dijo Faraón a José: Yo he tenido un sueño, y no hay quien lo interprete; mas he oído decir de ti, que oyes sueños para interpretarlos. Gen 41:15

Y él les dijo: Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Dios, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él. Num 12:6

Y se le apareció Dios a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo: Pide lo que quieras que yo te dé. I Rey 3:5

La Rana Orgullosa

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Una rana se preguntaba cómo podía alejarse del clima frío del invierno. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos. Pero el problema era que la rana no sabía volar. “Déjenmelo a mí -dijo la rana-. Tengo un cerebro espléndido”.

Luego pidió a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña fuerte, cada uno sosteniéndola por un extremo. La rana pensaba agarrares a la caña por la boca.

A su debido tiempo, los gansos y la rana comenzaron su travesía. Al poco rato pasaron por una pequeña ciudad, y los habitantes de allí salieron para ver el inusitado espectáculo.

Alguien preguntó: “¿A quién se le ocurrió tan brillante idea?” Esto hizo que la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de importancia, que exclamó: “¡A MI!”.

Su orgullo fue su ruina, porque al momento en que abrió la boca, se soltó de la caña, cayó al vacío, y murió.

Hay ocasiones en que la falta de humildad o el exceso de orgullo, pueden echar abajo los planes más excelentes.

Una de las más grandes enseñanzas de Jesús fue la humildad, bastante perdida en estos tiempos.

Dale gracias a Dios por tus éxitos, pero recuerda que TODO lo que tienes te lo ha dado El, quién nunca te olvida y siempre te espera.

Nunca te jactes de las cosas que tienes o sabes, pues otros saben de otras cosas que tú ni siquiera imaginas.

Sé humilde y nunca te creas más que los demás.

“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Santiago 4:6