sábado, abril 19, 2025
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DIOS TE AMA!!!

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Cuando has llorado en angustia y dolor… Dios ha contado tus lágrimas.

Cuando crees que tu vida se ha detenido y el tiempo solo pasa… Dios espera contigo.

Cuando estás solo y tus amigos están muy ocupados, aún para una llamada telefónica… Dios está a tu lado.

Cuando has tratado todo y no sabes hacia donde ir… Dios te mostrará el camino.

Cuando nada tiene sentido y estás frustrado sin saber hacia dónde ir… Dios tiene la respuesta.

Si de repente tu mirada al mundo exterior se hace más brillante y encuentras senderos de luz… Dios te ha susurrado en el oído.

Cuando las cosas van bien, y tienes mucho que agradecer… Dios te ha bendecido.

No importa si te sientes bien o mal… Dios siempre está contigo y te acompaña en las buenas y en las malas.

Nunca dejes de hablar con Dios y contarle tus problemas, pues muchas personas buscan a alguien con quien hablar y desahogarse, sin embargo no hablan con el único que siempre va a escuchar con misericordia y paciencia, sin sacar a relucir tus errores.

Busca a Dios de corazón y cuéntale tus problemas, pues El siempre te acompaña y te cuida… lo creas o no… Te guste o no… Él nunca te abandona… porque te ama.

“Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” Jeremías.31.3

En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros: en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en pago por nuestros pecados. Juan 4:9-10

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RECONCILIÁNDONOS CON DIOS – EL EXAMEN DE CONCIENCIA

El examen de conciencia tiene como propósito ayudarte a comprender en que cosas has fallado. Lo que aquí presentamos es solamente una guía y no pretende abarcar todas las formas en las que podemos ofender a Dios.

Examínate –ayudado por estas preguntas– ¿cuáles pecados has cometido desde tu última confesión? Trata de no quedarte en lo exterior, sino en las actitudes del corazón y las omisiones.

Yo soy el Señor tu Dios… no tendrás dioses aparte de Mí.

  • ¿Le doy tiempo al Señor diariamente en oración?
  • ¿Busco amarlo con todo mi corazón?
  • ¿He estado envuelto en prácticas supersticiosas o en algo de ocultismo?
  • ¿Busco seguir la Palabra de Dios como los enseña la Iglesia?
  • ¿He recibido la Sangrada Comunión en estado de pecado grave?
  • ¿He dicho deliberadamente alguna mentira en la Confesión o le he omitido algún pecado mortal al sacerdote?

No jurarás el santo nombre de Dios en vano.

  • ¿He usado el nombre del Señor en vano, ligeramente o descuidadamente?
  • ¿He estado enojado con Dios?
  • ¿Le he deseado maldad a alguna persona?
  • ¿He insultado alguna persona consagrada o he abusado de algún objeto sagrado?

Acuérdate del día de reposo, para consagrarlo al Señor.

  • ¿He faltado deliberadamente a la Misa dominical o en los días de precepto?
  • ¿Me he dejado dominar tanto por el trabajo u otras actividades que no he dedicado el domingo a la vida espiritual y familiar?
  • ¿He puesto a otros impedimentos innecesarios para guardar el día del Señor?
  • ¿Al asistir a Misa u otras celebraciones litúrgicas, adopto una actitud pasiva o distraída, o me dedico a adorar auténticamente al Señor?

Honrar a tu padre y a tu madre.

  • Siendo joven, ¿escucho, respeto y obedezco a mis padres?
  • Siendo adulto, ¿visito y atiendo a mis padres en sus necesidades?
  • ¿He abandonado mis deberes para con mi esposa/o y mis hijos?
  • ¿Le he dado ejemplo de vida cristiana a mi familia?
  • ¿Guardo resentimientos contra mis padres o algún otro miembro de mi familia?

No matarás.

  • ¿He herido físicamente a alguien?
  • ¿He sido partidario del aborto, tanto con mis opiniones o contribuyendo a que otras personas lo practiquen?
  • ¿He puesto en peligro mi vida o la de otras personas abusado de las drogas o el alcohol?
  • ¿He contribuido con mi acción u omisión al suicidio o eutanasia de otro hermano?
  • ¿He sido motivo de escándalo para alguien de manera que le llevé a pecar?
  • ¿He guardado resentimiento u odio en mi corazón?

No cometerás adulterio.

  • ¿He tenido alguna actividad sexual fuera de mi matrimonio?
  • ¿He sido fiel a mis votos matrimoniales en pensamiento y en acción?
  • ¿He leído o visto pornografía?
  • ¿Busco la castidad en mis pensamientos, palabras y acciones?

No robarás.

  • ¿He tomado para mí algo que no me pertenecía?
  • ¿He sido deshonesto o desperdicio el tiempo en el trabajo, en la escuela o en la casa?
  • ¿He sido extravagante en mi estilo de vida, mientras soy indolente con los pobres y necesitados?
  • ¿He sido irresponsable con las necesidades de mi familia, mientras derrocho dinero en juegos y apuestas?
  • ¿He pagado a mis empleados el salario justo?

No levantarás falso testimonio ni mentirás.

  • ¿He mentido?
  • ¿He chismoseado o hablado a espaldas de alguien?
  • ¿Mantengo en secreto lo que debería ser confidencial?
  • ¿He dañado la reputación de alguien hablando de sus defectos y faltas con poco deseo o intención de ayudarle a enmendarse?

No desearás la mujer de tu prójimo.

  • ¿He consentido pensamientos impuros?
  • ¿He deseado el afecto de cónyuge de otra persona?
  • ¿He pensado en serle infiel a mi esposa/o?
  • ¿He defendido la dignidad de mi cónyugue en toda circunstancia?
  • ¿He rechazado a mi familia en mi corazón, y deseado distanciarme de ellos emocional o físicamente?

No codiciarás los bienes ajenos.

  • ¿He sentido envidia por las cualidades, los bienes o los logros de mis semejantes?
  • ¿He sido ambicioso o egoísta?
  • ¿Son las posesiones materiales el propósito de mi vida?
  • ¿Contribuyo adecuadamente a mi Iglesia y doy a los pobres con generosidad?

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VIRGEN DE FATIMA.

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La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.

Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

Las apariciones estuvieron precedidas por un «preludio angélico»: un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:

Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. «¿Qué es eso?», preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. «No lo sé». Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.

Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:

… Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos… Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: «No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo». Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: «Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman». Luego, levantándose, dijo: «Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas». Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel «es de una densidad teológica tal» que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. «Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo», continúa el estudioso. «Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino».

Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.

Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:

Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: «Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo…». Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco… (ibíd., p. 48).

El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.

Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos… (ibíd., p. 118).

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: «Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra».

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.

Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo «sorpresa»: se habían asustado más con la visión del ángel.

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: «No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios». Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).

Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.

La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia… Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz… (ibíd., p. 122).

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.

Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.

Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.

En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: «Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima».

También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.

Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

LA BIBLIA O EL CELULAR, ¿CUÁL ESCOGES?

Te imaginas ¿Qué pasaría si tratáramos nuestra Biblia de la misma forma como tratamos nuestro Celular?
Cargaríamos nuestra Biblia en la cartera, en el maletín, en el cinturón o en el bolsillo. Le diéramos una ojeada varias veces al día. Nos volveríamos para buscarla si la olvidáramos en casa o en la oficina. La usaríamos para enviar mensajes a nuestros amigos. La trataríamos como si no pudiéramos vivir sin ella. La llevaríamos siempre a cualquier viaje, como auxilio y ayuda. La consultaríamos en todo momento

Al contrario del móvil, la Biblia no se queda sin señal y no se descarga.

Nos podemos conectar con ella en cualquier lugar.
No precisamos preocuparnos por la falta de crédito porque Jesús ya pagó la cuenta, y los créditos no tienen fin.
Y lo mejor de todo: no se corta la comunicación y la carga de batería es para toda la vida.

Lo que perdemos de vivir en obediencia a Dios no podemos compensarlo jamás. De allí que la Biblia, la Palabra de Dios, sea tan importante. ¿Por qué no seguir el consejo del pensamiento de hoy y darle una prioridad mayor a nuestra Biblia que a las nuevas tecnologías? A final de cuentas lo que Dios nos ofrece es… ¡ETERNO!

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VIDA = VIVIR INTENSAMENTE DISFRUTANDO CON AUTENTICIDAD.

¿Cuál es el propósito de la vida? 
Tu propósito en la vida debe ser disfrutar cada día. También es tu responsabilidad encontrar tu misión y agregarle valor a tu vida. Pon atención en como gastas tu tiempo, qué tipo de trabajo haces, qué tipo de vida familiar tienes, qué tipo de amigos te atraen, cuáles son tus pasatiempos. ¿Qué estás creando en tu vida?, ¿Estás viviendo la vida que quieres vivir?
Si no, ¿por qué no?

Quizás tú solo estás viviendo tu “realidad” y encontrando millones de excusas para justificar no perseguir tus sueños. Las excusas son la razón número uno que te detiene para ser feliz y exitoso. Las excusas llevan a la negatividad, morosidad, estrés, depresión. La “realidad” no existe hasta que la aceptas en tu mente. Tú eres capaz de crear tu propia realidad, sin importar las circunstancias.

Todos hemos nacido con un propósito. Encontrar tu misión en la vida te ayuda a conectarte con tu fuente creadora y ayudar a otros. Tu propósito es mas sobre QUIEN eres que lo QUÉ estás haciendo.

Tu misión en la vida incluye tus valores, QUIEN eres y QUÉ quieres realmente. Cuando estás viviendo tu propósito en la vida, sabes por qué estás aquí en este mundo. Analiza tu vida y descubre lo que es importante para ti. Cuando sabes quién eres y lo que realmente quieres, es fácil encontrar tu misión. Si no eres feliz con tu vida, significa que necesitas hacer un cambio.

He aquí unas preguntas que podrían ayudarte a encontrar tu misión en la vida. Es muy importante ESCRIBIR todas tus respuestas en un papel.

1. Define de tres a cinco valores que sean los más importantes para ti. Los valores son tus creencias que te importan realmente y controlan las decisiones que haces cada día. Cuando las cosas que haces y la forma en que te comportas son iguales a tus valores, estás alineado y eres feliz. Por ejemplo, mis valores son: autenticidad, honestidad, espiritualidad y valentía.

2. ¿Cómo ves tu vida ideal?

3. ¿Cómo quieres pasar tu tiempo? Si tuvieras solo tres meses de vida, ¿qué harías diferente con tu tiempo? Describe cada hora del día: la hora que te quieres despertar, las horas para trabajar, tiempo para pasar con tu familia, tiempo para ti mismo.

4. ¿Qué has querido siempre ser? Quizás tú quieres ser un escritor famoso, un misionero viajando por el mundo ayudando gente, un piloto de auto de carrera… escribe el trabajo que sueñas tener. Lo que te apasiona hacer.

5. ¿Qué es lo que te da la más grande alegría y satisfacción?

6. ¿Qué habilidad o destreza te gustaría tener?

7. ¿Qué quieres que sea tu legado? ¿Cómo quieres ser recordado cuando te vayas?, ¿Cuáles son tus regalos para el mundo? Pregúntate a ti mismo, ¿hago alguna diferencia en la vida de alguna persona?

Recuerda, no pienses en dinero o excusas cuando contestes estas preguntas. Cuando encuentras tu misión y HACES lo que amas, el dinero llega. Una misión personal consta de tres partes: ¿Qué amas hacer? ¿A quién quieres ayudar? ¿Cuál es el resultado o que valores crearás?

Mi misión en la vida es ser feliz cada día, vivir con autenticidad y fe, y ayudar a la gente a encontrar su propia felicidad enfocándose en sus palabras, pensamientos, sentimientos y emociones. Juntos podemos crear un mundo mejor, cambiando una vida a la vez.

Empieza a vivir tu misión AHORA. Ten claro quién eres y qué quieres y empieza a actuar en ello para crear felicidad. Llena tu vida de amor, cree en ti mismo y ten fe en que puedes crear la vida que deseas y ayudar a otros. Revisa tu “misión en la vida” de vez en cuando, haz algunos cambios para adaptarla a tus circunstancias actuales. La vida cambia día a día, así que tu misión tendrá que ser consistente.

LA HUMILDAD

Humildad: La virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.

LA HUMILDAD PERFECTA ES JESÚS.

Jesús es la humildad encarnada. Perfecto en todas las virtudes, nos enseña en cada momento en cada palabra. Siendo Dios, vivió 30 de sus 33 años en vida oculta, ordinaria, tenido por uno de tantos. Lo extraordinario fue la perfección en que vivió lo ordinario. También sus 3 años de vida pública son perfecta humildad. En todo hacía, como siempre la voluntad de su Padre. Nunca busco llamar la atención sobre si mismo sino dar gloria al Padre. Al final murió en la Cruz. Nos dijo: «Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón».

Nadie tuvo jamás dignidad comparable a la de Él, nadie sirvió con tanta solicitud a los hombres: yo estoy en medio de vosotros como quien sirve. Sigue siendo ésa su actitud hacia cada uno de nosotros. Dispuesto a servirnos, a ayudarnos, a levantarnos de las caídas.

LOS GRADOS DE LA HUMILDAD:
1 CONOCERSE, 2 ACEPTARSE, 3 OLVIDO DE SI, 4 DARSE. 

1-Conocerse: conocer la verdad de uno mismo.
Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo: «Conócete a ti mismo». La Biblia dice a este respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría.

Es difícil conocerse. La soberbia, que siempre está presente dentro del hombre, ensombrece la conciencia, embellece los defectos propios, busca justificaciones a los fallos y a los pecados.

2-Aceptarse: Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es fea o defectuosa.

Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, o pecado, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse.

3-Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La mayoría de la gente vive pensando en sí mismo, «dándole vuelta» a sus problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas.

El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría.

4 -Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor.

LO QUE DEBEMOS CAMBIAR: LA SOBERBIA. 

Por el orgullo buscamos la superioridad ante los demás.
La soberbia consiste en el desordenado amor de la propia excelencia. -Santo Tomás.
La soberbia es la afirmación aberrante del propio yo. El hombre humilde, cuando localiza algo malo en su vida puede corregirlo, aunque le duela. El soberbio al no aceptar, o no ver, ese defecto no puede corregirlo, y se queda con él. El soberbio no se conoce o se conoce mal.

La soberbia lo inficiona todo. Donde hay un soberbio, todo acaba maltratado: la familia, los amigos, el lugar donde trabaja… Exigirá un trato especial porque se cree distinto, habrá que evitar con cuidado herir su susceptibilidad… Su actitud dogmática en las conversaciones, sus intervenciones irónicas -no le importa dejar en mal lugar a los demás por quedar él bien-, la tendencia a poner punto final a las conversaciones que surgieron con naturalidad, etcétera, son manifestaciones de algo más profundo: un gran egoísmo que se apodera de la persona cuando ha puesto el horizonte de la vida en sí misma.

¿COMO HE DE LLEGAR A LA HUMILDAD? 

Por la gracia de Dios. Solamente la gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y la conciencia de su grandeza que origina la humildad. Por eso hemos de desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud amaremos a Dios y seremos capaces de grandes empresas a pesar de nuestras flaquezas.

Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas porque su vida está en Dios; y si llegan procura enderezarlos a la gloria de Dios, Autor de todo bien. La humildad se manifiesta en el desprecio sino en el olvido de sí mismo, reconociendo con alegría que no tenemos nada que no hayamos recibido, y nos lleva a sentirnos hijos pequeños de Dios que encuentran toda la firmeza en la mano fuerte de su Padre.

-Aprendemos a ser humildes meditando la Pasión de Nuestro Señor, considerando su grandeza ante tanta humillación, el dejarse hacer “como cordero llevado al matadero”.

-Visitándolo en la Sagrada Eucaristía, donde espera que vayamos a verle y hablarle,

-Meditando la Vida de la Virgen María y uniéndonos a ella en oración. La mujer más humilde y por eso también la escogida de Dios, la más grande. La Esclava del Señor, la que no tuvo otro deseo que el de hacer la voluntad de Dios.

-También acudimos a San José, que empleó su vida en servir a Jesús y a María, llevando a cabo la tarea que Dios le había encomendado.

El Señor nos invita a seguirle y a imitarle, y nos deja una regla sencilla, pero exacta, para vivir la caridad con humildad y espíritu de servicio: “TODO LO QUE QUERÁIS QUE HAGAN LOS HOMBRES CON VOSOTROS, HACEDLO TAMBIÉN VOSOTROS CON ELLOS.” La experiencia de lo que me agrada o me molesta, de lo que me ayuda o me hace daño, es una buena norma de aquello que debo hacer o evitar en el trato con los demás.

MARÍA… MUJER DE FE

LA VIRGEN MARÍA:

La amada madre de nuestro Señor Jesucristo es la presencia amorosa más importante que Dios ha podido obsequiarnos para que guíe nuestras vidas en este camino terrenal que indefectiblemente culmina en Dios.

Es la encarnación de la dulzura, la ternura, la compasión y el Amor Incondicional que Jesús nos legó a toda la humanidad cuando en la cruz nos la dio a todos los hombres, para que la amáramos, veneráramos y respetáramos del mismo modo en que Él lo hizo.

La Virgen María, madre de Dios hecho hombre y madre nuestra, sus hijos limitados y pequeños, confusos y desorientados, es el camino más dulce y seguro para llegar a Dios.
Si nos tomamos de su amada mano, si confiamos y nos entregamos como niños a Ella, jamás nos sentiremos solos y siempre, en toda circunstancia de nuestra vida, sabremos con absoluta certeza que podremos enfrentar las pruebas más duras y difíciles que nos toquen vivir, porque sentiremos que jamás desamparará a sus pequeños hijos.

¿COMO ERA LA VIDA DE LA VIRGEN MARÍA?

Ella, como cualquier madre, trabajaba en su hogar, pero de una manera especial; sería imposible decir todas las VIRTUDES , o sea las cosas buenas que tenía la Vírgen. Por mencionar algunas, María era una mujer HUMILDE, es decir sencilla; GENEROSA, que se olvidaba de si misma por los demás; CON UNA GRAN CARIDAD, amaba y ayudaba a todos por igual y una mujer que SERVÍA a José y a Jesús , su familia, con un gran AMOR y una gran ALEGRÍA. La Vírgen era PACIENTE y quizá lo más hermoso que tenía era que ACEPTABA CONTENTA TODO LO QUE DIOS LE PEDÍA EN LA VIDA.

– ¡ Cuánto podríamos aprender todos de la Virgen! Si María fue santa en el hogar, en el trabajo diario, podríamos todos tratar de imitar sus VIRTUDES para santificarnos día tras día nosotros también.

– La Vírgen María estuvo presente en la pasión y muerte de Jesús; estuvo junto a la cruz, llena de dolor pero serena.

– ¿ Te imaginas qué dolor habrá pasado nuestra Señora al ver morir así a su hijo? La Virgen nos enseña a sufrir con paciencia y fortaleza las penas y los dolores de la vida. Muchas veces estos sufrimientos , aceptados y ofrecidos, nos ayudan a acercarnos a Dios y a ganar más fácilmente la vida eterna.

LOS DOGMAS SOBRE LA VIRGEN MARÍA:

La IGLESIA nos enseña 4 ¨DOGMAS¨ , o sea, 4 cosas que debemos creer los católicos sobre la Virgen María. No dejes que otra gente trate de convencerte de lo contrario.

1. La INMACULADA CONCEPCIÓN.
Te acuerdas que te contamos que Adán y Eva desobedecieron a Dios; desde entonces todos los hombres nacemos con una mancha en nuestra alma que se llama PECADO ORIGINAL . Este pecado se borra cuando nos bautizan. Pues, la INMACULADA CONCEPCIÓN significa que la única mujer a la que Dios le permitió ser concebida y nacer sin este pecado original, fue a la Virgen María , porque iba a ser la madre de Jesús.

2. La MATERNIDAD DIVINA :
Esto quiere decir que la Vírgen María es verdadera madre humana de Jesucristo , el hijo de Dios.

3. La PERPETUA VIRGINIDAD :
Significa que, como ya te explicamos antes, María permaneció VIRGEN toda su vida.

4. La ASUNCIÓN A LOS CIELOS :
La Virgen María, al final de su vida, fue llevada en cuerpo y alma al cielo.

Ahora que conoces la vida de la Virgen María, ves ¡cuánto participó Ella en la salvación que trajo Cristo a los hombres!.
Procuremos tener DEVOCIÓN a la Virgen, que es NUESTRA MADRE DEL CIELO, rezarle con frecuencia, tener fe en ella para que interceda por nosotros, o sea para que le pida a Dios algo para nosotros. Dicen que si los hombres fuéramos listos, pediríamos todo a través de la Virgen, pues Jesús ama tanto a su Madre que no puede negarle lo que ella le pida.

EL TRABAJO

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Trabajar es la mejor forma de realizarse y perfeccionarse física, espiritual y moralmente.

Cualquier trabajador, no importa en que trabaje, es un colaborador de Dios en la obra de la construcción del mundo.

Desde el científico al simple obrero que pone ladrillo sobre ladrillo en la construcción de una casa o el simple labrador que cultiva la tierra, todos los que trabajan son dignos a los ojos de Dios.

El trabajo acostumbra al corazón a tratar los obstáculos como si fuesen buenos amigos.

Trabajo significa Acción… Acción que realiza al mundo.  Mundo en el que vivimos, nacido del fruto de nuestro trabajo. Trabajar es apropiarnos y dar forma a nuestro mundo.

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