lunes, noviembre 10, 2025
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Sean dóciles a la Palabra de Dios para saber discernir y obedecer, exhorta el Papa.

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La libertad cristiana está en la “docilidad a la Palabra de Dios”. Lo dijo el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta en la que subrayó que debemos estar siempre listos a acoger la novedad del Evangelio y las “sorpresas de Dios”.

“La Palabra de Dios –observó el Santo Padre– es viva y por eso viene y dice aquello que quiere decir: no aquello que yo espero que diga o aquello que yo quiero que diga”. Es una Palabra “libre”. Y es también “sorpresa, porque nuestro Dios es el Dios de las sorpresas”. Es “novedad”.

“El Evangelio es novedad. La Revelación es novedad. Nuestro Dios es un Dios que siempre hace las cosas nuevas y pide de nosotros docilidad a su novedad. En el Evangelio, Jesús es claro en esto, es muy claro: vino nuevo en odres nuevas. El vino lo trae Dios, pero debe ser recibido con apertura a la novedad. Y esto se llama docilidad. Podemos preguntarnos: ¿soy dócil a la Palabra de Dios o hago siempre aquello que yo creo sea la Palabra de Dios? ¿O hago pasar la Palabra de Dios por un alambique y al final es otra cosa con respecto a aquello que Dios quiere hacer?”

Si hago esto, agregó el Papa, “termino como el pedazo de tela nuevo sobre el vestido viejo, y el remendón es peor”; y evidenció que “aquello de adecuarse a la Palabra de Dios para poder recibirla” es “toda una actitud ascética”.

“Cuando quiero tomar la electricidad de la fuente eléctrica, si el aparato que tengo no es adecuado, busco un adaptador. Debemos buscar siempre adaptarnos, adecuarnos a esta novedad de la Palabra de Dios, estar abiertos a la novedad. Saúl, precisamente el elegido de Dios, ungido de Dios, había olvidado que Dios es sorpresa y novedad. Había olvidado, se había cerrado en sus pensamientos, en sus esquemas, y así razonó humanamente”.

El Papa reflexionó sobre la primera lectura, recordando que, al tiempo de Saúl, cuando uno vencía una batalla tomaba el botín y con parte de él se cumplía el sacrificio. “Estos animales tan bellos –afirma Saúl– serán para el Señor”. Pero, constató el Papa, Saúl “razonó con su pensamiento, con su corazón, cerrado en sus costumbres”, mientras “nuestro Dios, no es un Dios de costumbre: es un Dios de sorpresas”.

Saúl “no obedeció a la Palabra de Dios, no fue dócil a la Palabra de Dios”. Y Samuel le reprochaba justamente esto, “le hace sentir que no ha obedecido, no ha sido siervo, ha sido señor, él. Se ha adueñado de la Palabra de Dios”.

“La rebelión, no obedecer a la Palabra de Dios –remarcó el Santo Padre– es pecado de adivinación”. Y agregó: “La obstinación, la no docilidad a hacer lo que tú quieres y no aquello que quiere Dios, es pecado de idolatría”. Y esto, prosiguió, “nos hace pensar” sobre “qué cosa es la libertad cristiana, qué cosa es la obediencia cristiana”.

“La liberad cristiana y la obediencia cristiana son docilidad a la Palabra de Dios, es tener aquel coraje de convertirse en odres nuevos, para este vino nuevo que viene continuamente. Este valor de discernir siempre: discernir, digo, no relativizar. Discernir siempre qué cosa hace el Espíritu en mi corazón, qué cosa quiere el Espíritu en mi corazón, a dónde me lleva el Espíritu en mi corazón. Y obedecer. Discernir y obedecer. Pidamos hoy la gracia de la docilidad a la Palabra de Dios, a esta Palabra que es viva y eficaz, que discierne los sentimientos y los pensamientos del corazón”.

Lo que vale la pena recordar

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El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos.
Olvidamos muchas cosas. Nombres, calles, lugares, hechos, datos.

Hay, ciertamente, olvidos que se agradecen. A nadie le gusta recordar cómo nos falló aquel amigo, qué nos hizo un compañero de trabajo, cómo sufrimos ante un fracaso.

Pero otros olvidos nos dañan en lo más profundo del alma. Porque no es sano olvidar que no hemos pedido perdón a quien hemos ofendido, o que no hemos dado gracias a quien nos tendió la mano en el momento en el que más lo necesitamos.

El mundo nos ha llenado de prisas, de reacciones ante lo inmediato. Los mensajes del teléfono móvil, o los que transmitidos y recibimos en las redes sociales (Facebook, Twitter y compañía) nos encadenan al presente, y nos hacen dejar de lado recuerdos importantes, decisivos.

Frente a tantas prisas, y ante el desgaste continuo de una memoria frágil, hay que aprender a recordar lo que vale la pena.

Porque vale la pena recordar que tenemos unos familiares, cercanos o lejanos, a los que debemos mucho y que esperan un poco de cariño.

Porque vale la pena recordar a esos hombres y mujeres que de manera oculta permiten que funcionen la electricidad, el agua y las ambulancias.

Porque vale la pena recordar que son muchos los corazones buenos que dejaron su tiempo e incluso su salud para enseñarnos, para curarnos, para tendernos una mano cuando más lo necesitábamos.

Porque vale la pena recordar que el mundo no viene de la nada, sino que surge desde un Amor inmenso, desde un Dios que recuerda, eternamente, a cada uno de sus hijos.

Hay cosas que vale la pena recordar. Más allá de lo inmediato, una memoria abierta y un corazón sensible harán posible recuerdos valiosos, desde los que cada uno podrá dar gracias o pedir perdón.

Con una buena memoria, también el presente se hará más llevadero y el futuro será afrontado con humildad, alegría y esperanza, porque sabremos vivir cada día recordando el inmenso Amor que Dios nos ofrece cada día.

NUESTRA SEÑORA DE LA ALTAGRACIA

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Es difícil para nuestros hermanos de otros países entender la importancia de Nuestra Señora de Altagracia para los dominicanos. Sin embargo, no hay que sobreabundar con detalles sobre la presencia del culto a la Virgen de Altagracia en la República Dominicana. Sencillamente, sería insólito encontrar una iglesia a lo largo y ancho del territorio nacional que no ostente su imagen.

Además, casi no existe una parroquia que no tenga una capilla que se llama «Nuestra Señora de Altagracia»; casi no existe un pueblo que no tenga una calle que se llama «Altagracia»; y casi no existe una familia que no tenga al menos un testimonio de la intercesión de Nuestra Señora de Altagracia.

EL NOMBRE «ALTAGRACIA» EN LA POBLACIÓN DOMINICANA.

El 19 de septiembre de 2001 la base de datos de la «Junta Central Electoral» informó que una de cada 13 mujeres dominicanas se llama «Altagracia».

EL NÚMERO DE PEREGRINOS QUE VISITA LA BASÍLICA.

Según la «Secretaría de Estado de Turismo» en 1998, unos 350,000 turistas visitan a la Basílica cada año. Además unos 800,000 peregrinos – es decir el equivalente a 10% de la población del país – pasan por la Basílica de Higüey cada año.

Es probable que unos 300,000 peregrinos acudieran a la Basílica solamente durante la novena de enero del año 2006.

EL CUADRO.

El cuadro de Nuestra Señora de la Altagracia fue pintado probablemente en Sevilla en los primeros quince años del siglo XVI (es decir entre 1500 y 1515), y es posiblemente de la escuela de Alejo Fernández.

Ha tenido cinco restauraciones de importancia, la última en 1978.

Es un lienzo español tipo «Belén», con influencia flamenca, típico de los siglos XV y XVI, con un elemento distinto y único: el rayo de luz.

LA «MATERNIDAD DIVINA»

Es una expresión plástica, del dogma de la «Maternidad Divina». María es la Madre de Dios. De allí el título de «Altagracia», porque la gracia más alta jamás otorgada a un ser humano es la de ser la Madre de Dios.

A la vez es una explicación del dogma de la «Virginidad Perpetua». María es virgen antes, durante y después de dar a luz a Jesús. Un autor del siglo Vl explica: «Como un rayo de luz traspasa un cristal sin dañarlo de manera alguna, igual un rayo de luz más blanco que la nieve traspasa la Virgen para dar a luz a Jesús, Dios en medio de nosotros».

Así que, el cuadro nos hace testigos oculares del momento del nacimiento. Lo que parece un delantal es el «rayo de luz más blanco que la nieve». El Mesías traspasa, sin dañar de manera alguna a la Altagracia quien, recogida y arrodillada, está contemplando tiernamente al Hijo de Dios.

Con un gesto de la cabeza nos invita a arrodillarnos también en frente del pesebre, y juntos adorar al niño Jesús.

La adoración nos lleva a la contemplación, y la contemplación al deseo de estar presentes en la cueva, inmóviles como la Madre, velando al niño, amando al amor y estando en la presencia de Dios.

ES UN ICONO.

El cuadro es también un ícono. No hay un elemento, un color ni una relación que no tenga su significado. Efectivamente hay 62 distintos símbolos en el cuadro. Se puede meditar sobre los siguientes:

La Estrella de Belén (es la Navidad) tiene ocho puntas (símbolo del cielo) con dos rayos extendiéndose hacia el pesebre: Dios Padre está bendiciendo a su Hijo.

Por encima de la Virgen hay doce estrellas (son las tribus de Israel y, a la vez, los apóstoles de Jesús). María es el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Alrededor de María hay un resplandor (cf. Apocalipsis 12, 1). Ella lleva una corona por ser la Reina del Cielo, y un velo sobre la cabeza porque está casada. Está vestida de rojo, porque es un ser humano, y cubierta de blanco por ser sin pecado concebida. Lleva un manto azul celestial salpicado con estrellas porque «el poder del Altísimo vendrá sobre ti».

San José está vestido al revés. Tiene el azul de su santidad escondido bajo un manto rojo por ser de este mundo, y lleva una vela para dar luz a su esposa, y a las necesidades materiales de las cuales es patrono.

El niño Jesús está durmiendo (y está muerto) pero despertará (y resucitará), sobre un pesebre que es, a la vez, un altar (y su sepulcro).

Atrás hay una columna, señal de que estamos en un templo. La cueva es un templo porque allí habita Dios mismo: el niño Jesús.

Las hendiduras en el techo, arriba a la izquierda, nos dicen que el mundo está decayendo, pero Jesús ha venido para restaurarlo.

ES MILAGROSA.

A pesar de todo lo dicho, la Altagracia es importante para el pueblo dominicano porque es milagrosa. Desde hace 500 años Nuestra Señora de la Altagracia está intercediendo ante su Hijo Jesús para que intervenga en nuestra vida cotidiana.

En la actualidad, casi no existe una familia dominicana en donde no se encuentre un testimonio de la intercesión de «Tatica», Nuestra Señora de la Altagracia.

El primer documento que tenemos que habla de la Altagracia, en 1569, menciona tres milagros. Y desde entonces han sido incontables.

Se celebró una misa el 21 de enero de 1692, para dar gracias a la Altagracia por haber protegido a los voluntarios de Higüey y El Seibo quienes, un año antes, habían participado en la batalla feroz y sangrienta de «La Limonade». Todos volvieron a casa sanos y salvos sin rasguño alguno. ¡Era un milagro patente! Desde entonces se ha celebrado la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia en el aniversario de este milagro.

Hoy día hay al menos una religiosa «de servicio» en la basílica diariamente para recibir las promesas y anotar los milagros otorgados por la intercesión de la Altagracia.

LA HISTORIA ORAL

Hay una leyenda que tiene su origen -casi seguro- en hechos verídicos, de un hacendado de Higüey con dos hijas. A la vuelta de un viaje a Santo Domingo, pasando la noche en una posada, compartió su desilusión porque, aunque había encontrado las cintas y botones que le había pedido la hija mayor, no hallaba ni una estampita de la «Altagracia» que su hija menor quería tanto. Con eso, apareció un anciano con un lienzo de la Virgen: «¡Es eso lo que está buscando!» Luego el anciano desapareció.

El hacendado llevó el cuadro a su casa, y lo colgó en la sala principal. Al día siguiente el lienzo no aparecía. Se lo encontró de nuevo en la copa de un naranjo. En los próximos días se repitió la desaparición una y otra vez.

El «Antiguo Santuario» está construido donde se ubicó el naranjo.

LA HISTORIA ESCRITA

A la vez, hay un historiador, Gerónimo Alcocer, quien escribió (en 1650) que los hermanos Alfonso y Antonio Trejo – hidalgos de Plasencia, España – trajeron el cuadro. Los investigadores pueden demostrar que los hermanos vivieron en Higüey, desde 1508. Hay siete u ocho documentos que lo confirman, pero en España no hay ni la más mínima pista de su existencia: es un misterio.

EL MISTERIO

Al fin y al cabo, después de seguir cada pista hasta un «callejón sin salida», hay que decir que casi todo lo que se refiere al cuadro de la Altagracia es un misterio.

¿Quién lo pintó? ¿Cómo llegó a Higüey? ¿Por qué Dios quiso que estuviera en Higüey? ¿Por qué es milagroso? Sólo Dios sabe.

A nosotros nos queda arrodillarnos humildemente y adorar a nuestro Señor y Salvador, junto con Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora de los dominicanos.

 

LAS FIESTAS CRISTIANAS:

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Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más. Los misioneros, al evangelizar, fueron introduciendo las fiestas cristianas tratando de dar un sentido diferente a las fiestas paganas del pueblo en el que se encontraban. Podemos compararlo con una persona que recibe un regalo con una envoltura bonita, la cual guarda y utiliza posteriormente para envolver y dar otro regalo. La Iglesia tomó de algunas fiestas paganas las formas externas y les dio un contenido nuevo, el verdadero sentido cristiano.

Celebraciones Móviles del Tiempo Litúrgico

En el año litúrgico existen celebraciones móviles, es decir que no siempre se llevan a cabo en la misma fecha por lo que es de gran utilidad contar con una Tabla de Celebraciones Móviles para poder conocer la fecha exacta de determinada celebración.

Los cambios de fechas en algunas fiestas del Año litúrgico.

El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la «pascua judía» o Pesaj, misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.

La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua – el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida – debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada Jueves Santo.

La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.

Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes:

• Miércoles de Ceniza
• Semana Santa
• La Ascensión del Señor
• Pentecostés
• Fiesta de Cristo Rey

Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:

• Navidad
• Epifanía
• Candelaria
• Fiesta de San Pedro y San Pablo
• La Asunción de la Virgen
• Fiesta de todos los Santos

 

¿QUE ES LA SANACIÓN INTERIOR?

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La sanidad interior o sanidad del alma es el proceso mediante el cual el individuo es liberado de ataduras que le impiden gozar de su nueva vida en Cristo y tener una plena realización como cristiano bíblico y como individuo.

La obra redentora de Jesús ofrece mucho más que solamente el perdón; ofrece también la redención integral y total del individuo en su Espíritu, Alma y Cuerpo. Siendo el hombre un ser tripartido (tres partes) tiene necesidades en cada una de esas áreas, pero en Jesucristo hay provisión para cada una de ellas.

Isaías 53,4-6, 11.

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Yahve cargó en él el pecado de todos nosotros.”. “11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.

LA MENTE O EL ALMA

1) Nuestra mente o alma tiene 3 niveles, el conciente, el subconsciente y el inconciente.

A. El conciente es todo conocimiento o pensamiento, que sabemos con claridad. A este nivel opera el carácter social.
B. El subconsciente es el reino de oposición a la razón. Aquí opera sentimientos y deseos egoístas.
C. El inconciente es el reino de los pensamientos descontrolados.

2) Nada se olvida. Nuestra mente es como una grabadora.

3) Heridas que permanecen sin sanar, afectan nuestra conciencia, cambian, controlan nuestro carácter y permanecen hasta que tomamos acción para eliminarla.

EL ORDEN DE DIOS PARA EL HOMBRE.

El orden que Dios ha dado al hombre para que se gobierne a si mismo, es que su espíritu debe gobernar sobre su alma (emociones, mente y voluntad) y sobre su cuerpo. Sin embargo a causa de heridas sufridas en nuestro interior, este orden se pierde en varias formas:

Debido al pecado (heridas), el cuerpo gobierna al hombre, quedando sujetas el alma y el espíritu (Gálatas 5,16-17). Ver 2 Timoteo 1,7. “7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

CRISTO LO HIZO POSIBLE PORQUE:

Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13,8); El puede ir al al pasado de una persona y sanarle hoy. El conoce nuestra vida y las experiencias de nuestro pasado. Solo El puede ir a los momentos dolorosos del pasado y poner su ungüento sanador (Isaías 53,4).

La sanidad interior es la presencia de Cristo sanando esas heridas internas que nos afectan.
La persona solamente tiene que apropiarse de las promesas de Dios para poder ser sanada (Jeremías 30,17; 33,6; Salmos 143,11-12).

¿EN QUE CONSISTE LA SANIDAD INTERIOR?

La sanidad interior está relacionada con el individuo y su pasado. En la vida emocional no hay espacio ni tiempo, lo que afecto al individuo en el pasado (niñez, adolescencia, adultez) tiene vigencia en el presente y futuro.

Ver Isaías 53:3-5
“3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Efectos que tienen las experiencias dolorosas y traumáticas en nuestra vida.

Somos el producto de todas las experiencias de nuestra vida. Nuestras experiencias pasadas determinan nuestras relaciones a las situaciones presentes. Si hubo heridas en el pasado, estas distorsionan lo que percibimos en el presente. En la medida en que reaccionamos a un simple problema de manera muy violenta, depresiva, etc. Podemos sacar la conclusión de que no respondemos normalmente a las situaciones actuales porque hay ataduras en nuestra vida.

¿Cómo vienen y cuáles son las fuentes más comunes de heridas a nuestra vida?

Las necesidades emocionales básicas en el hombre se satisfacen por medio del amor y la comunicación. El rechazo provoca que el individuo no pueda recibir amor, seguridad, aceptación e identidad. El rechazo es una herida profunda que causa destrucción en el individuo. Las fuentes más comunes se dan a continuación:

A- Antes de nacer:
-Rechazo en el feto a causa de embarazo no deseado.
-Enfermedades físicas de la madre. (niño nace enfermo).

B- En la niñez:
-Falta de cuidado y atención en la infancia y en la niñez.
-Comparación entre hermanos, que produce rivalidad o discordia.
-Sarcasmo, frases groseras o hirientes.
C- En la adolescencia:
-Padres que establecen metas falsas o injustas.
-Relaciones paternas defectuosas.
-Malas relaciones familiares.
-Abuso

D- En el Matrimonio:
-Conflictos entre la pareja.
-Infidelidad de una o ambas partes.
-Menosprecio.
-Abuso físico, sexual o emocional.

E- En la sociedad en general.
-Falta de aceptación
-Grupos que lo excluyeron (en la escuela, el colegio, trabajo, iglesia)
-Malos tratos.
-Competencia cruel y desleal.
-Amistades destruidas.

Preparación para recibir sanidad interior.

En una ministración de sanidad interior es necesario identificar las áreas de necesidad que tiene la persona.
Entender su necesidad de sanidad interior y enfrentar sus heridas.

*En muchos casos encontramos que el individuo tiene un alto grado de engaño mental; el asume lo siguiente: “Estas experiencias me afectaron pero solo en el pasado; ya pasaron y yo ya perdone”. La persona debe reconocer que aun cuando es cierto que estas experiencias están en el pasado, en realidad siguen teniendo resultados dañinos sobre su vida en el presente.

*Aunque no sea fácil, el individuo debe enfrentarse con la verdad en la relación a las experiencias que han vivido y deberá reconocer su necesidad de ser sanado.

*Esto implica caminar por el sendero de su pasado y tomar conciencia de toda experiencia de rechazo, sufrimiento y pecado que le ha dejado emocionalmente fragmentado.

*Esto implica que el individuo debe: Reconocer lo que nunca ha reconocido; aceptar lo que nunca ha aceptado; confesar lo que nunca ha confesado.

A-Perdonar no es:
-Esforzarse por olvidar lo que paso
-Negar la ofensa recibida
-Dejar que el tiempo borre lo ocurrido
-Apartar al ofensor de su vida.
-Ignorar lo que paso o ser indiferente hacia ello.
-Simplemente disculpar a alguien.
-Decir te perdono, sin haber perdonado de corazón, sanar la herida.

B-Perdonar es algo más profundo. Mateo 18, 27-35. Es:
-Cancelar la deuda pendiente.
-Soltar a la persona por el daño que causo.
-Liberar o “dejar ir” a la persona ofensora.
-Tener compasión.
-Tomar la decisión de perdonarle como un acto de voluntad.
-Ser como Cristo.

Entender su necesidad de perdonar.

Muchos cristianos son atormentados por el enemigo, por las heridas del pasado y por su falta de perdón a quienes causaron estas heridas. La falta de perdón le da al enemigo una puerta abierta para que el se mueva oprimiendo y atormentando. Cuando un cristiano camina sin perdonar, Satanás no lo respeta y utiliza esto en contra de el. (1 Juan 1,7; 2,9-11).

Algunas personas creen que tienen derecho a guardar estas cosas porque les causaron daños, y en realidad el guardar esto lo que hace es que no se olvide la ofensa, que no perdone y que este preparándose para tomar venganza, y eso espiritualmente nos drena, ya que estamos tomando el lugar de Dios para hacer juicio. Dios ha dicho que el es el juez que juzga con juicio justo, desde su Trono que esta cimentado en justicia y juicio.

“El temor de Yahve es limpio, que permanece para siempre; Los juicios de Yahve son verdad, todos justos” Salmos 19,9
Tu trono, OH Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de tu reino”

Salmos 45,6
“Justicia y juicio son el cimiento de tu trono; Misericordia y verdad van delante de tu rostro”. Salmo 89,14.
“Mas Dios es el Juez; A éste humilla, y a aquél enaltece”. Salmo 75,7

 

SONRÍE!!!

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LA SONRISA

Una vez un amigo me dijo «Una sonrisa saca otra sonrisa» y para ver si era cierto lo puse a prueba. Iba con mi carrito de supermercado dándole los buenos días y sonriéndole a todo el mundo.

El ambiente cambio y empecé a ver una nueva actitud en la gente, entonces me di cuenta que la sonrisa es un arma que podemos usar.

¿Quieres ver cómo cambia un momento de tensión? ¡Sonríe!

Si el chófer está a punto de bajar el cristal y recordarte a un familiar cercano, sonríe y veras como cambia el ambiente. Es más fácil y saludable sonreír y no solo te afecta positivamente a ti si no a los que te rodean.

Cuando alguien te grite, regálale una sonrisa y veras como cambia su actitud. Que mejor manera de comenzar la semana que sonriendo. Sonreír no quiere decir que no tienes problemas, que todo está bien. Quiere decir, que aun en medio de las necesidades y los problemas que estés enfrentando, sabes que aun hay esperanza. Como dice un viejo y sabio predicador, “¡Sonríe que Jesús te ama!”

Recuerda «Una sonrisa saca otra sonrisa» acompáñala con un «Buenos Días» un «Permiso» un «Por Favor» y veras cuan efectiva puede ser. En este día ¡Sonríe!

¡Que tengas un día Bendecido!

ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS

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Un gran medio para alcanzar la felicidad es aceptar la voluntad de Dios, que se manifiesta en lo que Dios nos pide, lo que nos manda y lo que permite en nuestras vidas.

El que está siempre desconforme con su suerte, nunca será feliz, porque nunca estará en paz consigo mismo ni con Dios.
Hay que aceptar lo que nos viene en la vida, sabiendo que si Dios lo ha querido o permitido, es por nuestro bien.

Cuántos dolores de cabeza menos tendríamos si aceptáramos simplemente la voluntad divina, confiando en Dios, que no puede querer nada malo para nosotros.

No creamos que sea fácil aceptar a veces la voluntad de Dios. El mismo Señor, en el Huerto de los Olivos, dijo: «Padre, aparta de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya». Es necesario el heroísmo para aceptar a veces la voluntad de Dios.

Pero ¿cómo le fue a Jesús por aceptar la voluntad de Dios? En apariencia le fue pésimo, un rotundo y general fracaso. Pero sobrenaturalmente le fue maravilloso, porque salvó a muchos hombres y abrió las puertas del Cielo para la humanidad, dando otra vez la gracia a los que la habíamos perdido.

El fracaso y el triunfo no se ven de la misma forma en la tierra que en el Cielo. Porque el verdadero fracaso es terminar en el abismo infernal. Y el verdadero triunfo es alcanzar el lugar que Dios nos ha preparado en el Cielo a cada uno. Los fracasos y triunfos de la tierra son relativos y hasta engañosos, porque muchas veces el mayor triunfador según el mundo, es un gran fracasado para el tiempo y, sobre todo, para la eternidad.

A Jesús le costó aceptar la voluntad de Dios. ¿Y queremos que no nos cueste a nosotros? A veces nos costará menos, porque será más fácil. Pero otras veces exigirá un verdadero acto heroico de la voluntad para aceptar el querer divino.
Pero hay un secreto por el que Jesús pudo decir sí a Dios Padre, y ese secreto es la oración insistente y perseverante. Porque como bien dice el Evangelio, cuando el Señor más sufría, tanto más oraba, y eso fue lo que lo hizo vencer.
Oremos también nosotros y venceremos.