Una vez un amigo tenía un pequeño carro gris. Ya estaba viejito; por lo tanto lo tenía medio descuidado.
Estaba esperando poder cambiar el vehículo por uno más nuevo. Así que no le prestaba mucha atención a su viejo carro gris.
Un día fue a una plaza comercial de la capital; se parqueo en un lugar y luego de varias horas salió y no encontró su vehículo.
¡Wow! ¡Me robaron mi carro! Solo el que ha pasado por esa situación sabe lo que se siente en ese momento.
Luego de unos minutos, triste y desconcertado, miro a todo su alrededor y se fijo que no era la salida en donde se había parqueado al llegar. Así que volvió a entrar a la plaza; busco la salida por donde había entrado y se dio cuenta que su carro estaba en el mismo lugar donde lo dejo.
¡Qué alivio! Cuanta paz recibes al pensar que habías perdido algo para siempre, y te das cuenta que ahí está. El refrán “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” pasa por mi mente.
Muchas veces no valoramos lo que tenemos hasta que lo vemos partir o se lo vemos a otra persona. No valoramos el empleo que tenemos porque quisiéramos uno donde podamos ganar más. No valoramos nuestra familia, nuestro matrimonio, nuestros amigos. No podemos disfrutar lo que tenemos en la mano pensando en lo que nos gustaría tener.
Disfruta lo que tienes. Recuerda que somos administradores de las cosas que Dios nos ha entregado. Y si somos fieles con lo poco que tenemos, entonces estaremos preparados para también disfrutar y ser fieles en lo mucho. (Mateo 25:21)
Recuerda; Nadie llega a la cima sin antes haber estado abajo. Cuida lo poco que tienes y Dios te bendecirá con más. Valora a tus seres queridos ahora que están en vida, luego que hayan partido nunca podrán escuchar todo lo que tengas que decir.
¡Que tengas un día Bendecido!