jueves, noviembre 13, 2025
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Nuestra Señora de los Dolores

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Nuestra Señora de los Dolores : Memoria: Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.

Un poco de historia

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.

Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.

Cuida tu fe:

Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.

Oración:

María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.

Si quieres saber más, visita la página de EWTN en la cual encontrarás hermosas meditaciones acerca del dolor y las oraciones tradicionales de esta fecha.

El trasfondo de la prostitución

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El trasfondo de la prostitución :
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de 21 millones de personas son víctimas de la trata de seres humanos en el mundo, una lacra que no para de crecer y que supone uno de los principales negocios a nivel planetario.

Esto es lo que constata un reciente estudio, ‘La trata de seres humanos, el negocio del comercio de las personas’, que se puede consultar en el documento adjunto y que ha sido elaborado por el servicio de los Jesuitas españoles para los migrantes (Sjm).

Se trata de un negocio y fenómeno criminal global que golpea en particular a mujeres y niñas, que en la mayoría de los casos acaban siendo explotadas sexualmente. De hecho, cada año cerca de 500.000 mujeres provenientes de países pobres entran en Europa para ser explotadas en el ámbito de la economía criminal con un objetivo sexual, afirma el estudio.

De esta manera, en el trasfondo de la prostitución, sobre cuya despenalización hay un vivo debate en España y otros países europeos, está la constatación de que el 79% del tráfico de personas tiene que ver con la explotación sexual, señala el informe de los Sjm.

Se trata de una estadística que cabría recordar a organizaciones como Amnistía Internacional, que promueve la despenalización de la prostitución, argumentando que la venta de sexo «es un trabajo».

Diferentes cifras, todas preocupantes

Uno de los problemas de fondo al que nos enfrentamos, observa el estudio, es el de la falta de estadísticas sobre el fenómeno elaboradas por los diferentes Estados. Es decir, no existe todavía un monitoreo articulado a nivel local del problema y sin embargo al mismo tiempo son numerosas las investigaciones llevadas a cabo por agencias internacionales que describen en conjunto un cuadro alarmante.

Según las Naciones Unidas, el contrabando de seres humanos a través de las fronteras afecta al menos a cuatro millones de personas y factura entre siete y diez millones de dólares cada año.

Sin embargo, según la Interpol (Organización internacional de la policía criminal), sumando las ganancias provenientes de la trata verdadera a los intereses de las bandas criminales que controlan el tráfico de migrantes, los números son distintos: el negocio alcanzaría de hecho los 39 mil millones de dólares cada año, una cifra que compite con las derivadas del tráfico de droga y de armas.

«Crímenes muy graves»

No por casualidad la Santa Sede ha recordado en repetidas ocasiones durante los pasados meses la unión entre estos distintos fenómenos gestionados a menudo por las mismas organizaciones criminales o por grupos en contacto entre ellos.

El pasado mes de abril el Papa afirmó: “He declarado en repetidas ocasiones que estas nuevas formas de esclavitud –tráfico de seres humanos, trabajos forzados, prostitución, comercio de órganos– son crímenes muy graves, una plaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea”.

Francisco invocó después a una legislación adecuada para contrarrestar el fenómeno, llevar a los traficantes ante la justicia y reinvertir las ganancias de un comercio criminal.

Feminización de la trata y menores

También el trabajo en negro y el trabajo en esclavitud son aspectos directamente relacionados tanto con las migraciones como con el comercio de seres humanos.

En este sentido, el estudio de los Jesuitas españoles habla de feminización de la trata: el 55% de todas las víctimas de la explotación del trabajo son mujeres o niñas.

Un cuadro general que se confirma con otros datos de carácter global: según las Naciones Unidas, la mayor parte de los mil millones y medio de personas que viven con un dólar al año está compuesta por mujeres.

En el documento se observa además que quienes gestionan el reclutamiento de mujeres jóvenes lo hacen a través de falsas promesas de trabajo como modelos, secretarias o dependientes en un país rico; sin embargo, subraya, algunas de ellas saben bien de estar destinadas a ejercer la prostitución, teniendo el consenso (exhorto con promesas económicas) de sus familias.

El informe cita algunos itinerarios seguidos por los modernos mercaderes de esclavos sexuales, como el que va desde Myanmar, China y Camboya hasta Tailandia; o el que va desde Rusia a los Emiratos del Golfo, o el camino que pasa desde Filipinas y Colombia hasta Japón, o desde Brasil, Paraguay, Colombia y Nigeria y llega hasta España.

El documento de los Jesuitas señala también que “desde el fin de la cortina de hierro, decenas de miles de mujeres y niñas han sido ‘exportadas’ desde Rusia, Ucrania, Moldavia y Rumania para ser explotadas en las ciudades de Europa occidental y Japón”.

Finalmente explica que la trata con fines de explotación sexual tiene como víctimas también otro grupo muy vulnerable: los menores.

Según Unicef, hasta dos millones de niños son obligados a prostituirse en el comercio sexual en todo el mundo. Pero la trata de menores presenta otras posibilidades igualmente graves: la adopción ilegal de menores extranjeros, el tráfico de órganos, el secuestro de menores para ser utilizados en los conflictos armados (niños soldado) o en la mendicidad, a menudo acompañado por actividades delictivas

Papa Francisco: El camino de la cruz es incómodo, pero conduce a la libertad del pecado

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Papa Francisco: El camino de la cruz es incómodo, pero conduce a la libertad del pecado : Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico, el Papa Francisco recitó el rezo del Ángelus y ofreció algunas claves de las lecturas de la Misa del día. Aseguró que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino” que no es “el del éxito” pero sí conduce a la “libertad del egoísmo y del pecado”. También invitó a rechazar la “mentalidad mundana que pone al propio yo” en el centro de la existencia y a ser humildes.

El Pontífice recordó que Jesús pregunta a sus discípulos “‘¿La gente, quien dice que soy yo?’ y responden: ‘algunos que Juan el Bautista, otros que Elías o uno de los grandes profetas’”. “Y Jesús les dice: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’”.

Con esta pregunta Jesús quiere “verificar su fe” y después escucha responder a Pedro: ‘Tú eres Cristo’”. “Jesús queda sorprendido de la fe de Pedro, reconoce que es fruto de una gracia especial de Dios Padre, y entonces revela abiertamente a sus discípulos lo que le espera en Jerusalén, es decir, que ‘el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, ser asesinado y, después de tres días, resucitar’”, dijo Francisco.

El mismo Pedro “se escandaliza de estas palabras, lleva a parte al Maestro y lo reprende”. Y entonces Jesús “lo reprueba a él con palabras muy severas: ‘¡Apártate de mí Satanás!, porque no piensas según Dios, sino como los hombres’”.

El Pontífice indicó que todos somos como Pedro, donde “la gracia del Padre se opone a la tentación del Maligno, que quiere disuadirnos de la voluntad de Dios”.

“Anunciando que debía sufrir y ser puesto en la muerte para después resucitar, Jesús quiere hacer comprender a aquellos que lo siguen que Él es un Mesías humilde y servidor”.

Se trata del “Siervo obediente a la voluntad del Padre hasta el sacrificio completo de la propia vida. Por eso, dirigiéndose a toda la muchedumbre, declara que quien quiere ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y advierte: ‘si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga’”.

El Papa manifestó que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o el de la gloria terrena, sino el que conduce a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo y del pecado”.

“Se trata de rechazar la mentalidad mundana que pone al propio ‘yo’ y a los propios intereses en el centro de la existencia, y de perder la propia vida por Cristo y el Evangelio para recibirla renovada y auténtica”.

Antes de concluir, afirmó que “estamos seguros de que, gracias a Jesús, este camino conduce a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios”, por lo que “decidir seguirle a Él, nuestro Maestro y Señor, que se ha hecho Siervo de todos, exige una unión fuerte con Él, escuchar atenta y asiduamente su Palabra –recuerden leer todos los días un pasaje del Evangelio–, la gracia de los Sacramentos”.

Dirigiéndose a los jóvenes que se encontraban en la Plaza de San Pedro escuchándole añadió: “Yo sólo les pregunto: ¿Han sentido las ganas de seguir a Jesús más de cerca? Piensen, recen y dejen que el Señor les hable”.

Las indulgencias

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Las indulgencias :
Seguramente hemos oído la palabra “indulgencias”, entendiendo por tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de una acción piadosa: el rezo de alguna oración, la visita a un santuario o a otro lugar sagrado, etc. También al oír la palabra “indulgencias” vienen a nuestra memoria las disputas entre Lutero y la Iglesia de Roma, y las críticas subsiguientes de los otros reformadores del siglo XVI.

Pero, ¿qué son las indulgencias? La etimología latina de la palabra puede ayudarnos a situarnos en una pista correcta. El verbo “indulgeo” significa “ser indulgente” y también “conceder”. La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente, en nuestro favor.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos proporciona, con palabras de Pablo VI, una definición más precisa: “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Catecismo, 1471).

La definición, exacta y densa, relaciona tres realidades: la remisión o el perdón, el pecado, y la Iglesia. La indulgencia consiste en una forma de perdón que el fiel obtiene en relación con sus pecados por la mediación de la Iglesia.

¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el sacramento de la penitencia (cf Catecismo, 1486). Pero, según la doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre.

Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Penitencia entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida.

Podemos poner una comparación. Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.

La indulgencia es como un indulto, un perdón gratuito, de estas penas temporales. Es como si, tras la intervención quirúrgica y el trasplante del nuevo corazón, se cerrasen de pronto todas las heridas y el paciente se recuperase de una manera rápida y sencilla, ayudado por el cariño de quienes lo cuidan, la atención esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.

La Iglesia no es la autora, pero sí la mediadora del perdón. Del perdón de los pecados y del perdón de las penas temporales que entrañan los pecados. Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Señor que dice al penitente: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Con la concesión de indulgencias, la Iglesia reparte entre los fieles la medicina eficaz de los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos por la humanidad. Y en ese tesoro precioso de los méritos de Cristo están incluidos también, porque el Señor los posibilita y hace suyos, las buenas obras de la Virgen Santísima y de los santos. Ellos, los santos, son los enfermeros que vuelcan sus cuidados en el hombre dañado por el pecado, para que pueda recuperarse pronto de las marcas dejadas por las heridas.

¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias? Claro que sí, porque tiene sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia, para decirle, como le dijo al paralítico: “Tus pecados están perdonados, coge tu camilla y echa a andar”. Él no sólo perdona nuestras culpas, sino que también, a través de su Iglesia, difunde sobre nuestras heridas el bálsamo curativo de sus méritos infinitos y la desbordante caridad de los santos.

Cómo elegir padrinos

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Cómo elegir padrinos :
Función de los padrinos

Normalmente se los suele elegir por cuestiones de amistad, simpatía, reciprocidad (alguien elegido como padrino del hijo de un amigo, se siente obligado a retribuir nombrándolo padrino de un hijo) u otros motivos sociales. Todos estos motivos son válidos, siempre y cuando la persona tenga las condiciones que le permitan cumplir su tarea de padrino. No olvidemos que esta elección no es un premio, ni una distinción, ni un honor, sino una responsabilidad, para la cual hay que ser idóneo. Obviamente los lazos afectivos son importantes y ayudan a cumplir esta misión, pero deben ir acompañados por otros requerimientos.
Para comenzar habría que ver qué función cumple un padrino/madrina, ya que si queremos que cumpla bien su función, tendrá que tener las condiciones necesarias para ser capaz de llevarla adelante.

Los dos textos del Magisterio de la Iglesia que constituyen la referencia obligada son el Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico.

El Catecismo de la Iglesia dedica dos números:
“Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial” (n. 1255).

“Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos” (n. 1311).

Las condiciones exigidas por el Código de Derecho Canónico:
– «En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo». (872)
– «Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una». (873)
– «Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:
1. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;
2. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
3. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
4. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
5. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar” (874 § 1).

Al ocuparse de la Confirmación señala:
«En la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino, a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento” (892).
En el canon 893 remite a las condiciones indicadas para los padrinos de Bautismo, añadiendo que «es conveniente que se escoja como padrino a quien asumió esa misión en el bautismo».

Vida cristiana coherente

Como vemos estos documentos, además de las condiciones específicas de edad y de recepción de los Sacramentos de la Iniciación cristiana, señalan una condición general de llevar una vida congruente con la fe.
Con esto quedan directamente excluidos como candidatos a padrinos:
– quienes viven en una situación matrimonial irregular (ya sea porque viven en concubinato o son divorciados vueltos a casar),
– quienes han incurrido en penas canónicas, o que han apostatado de la fe (adhiriendo a cultos de otras confesiones religiosas), etc.
E indirectamente quedan excluidos quienes no practican la fe. En efecto, una persona que no va a Misa los domingos, o que no se confiesa ni comulga, difícilmente pueda ser una ayuda espiritual en el camino hacia la madurez cristiana. Sería como contratar como maestro a una persona que a penas sabe leer y escribir.
Resulta obvio que no puede ponerse como ejemplo y modelo de la vida cristiana a quien no la vive con coherencia. Difícilmente pueda ayudar a recorrer el camino cristiano, quien haya decidido libremente no recorrerlo él mismo. Por eso el Catecismo señala que los padrinos deben ser «deben ser creyentes sólidos», y «capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana».
Cualquier cristiano practicante, coherente con su fe, puede ser padrino/madrina. No hacen falta otros requisitos especiales.

Estado de gracia

Aun que no es un requisito requerido por la Iglesia, se desprende de la función que cumple: es casi una cuestión de coherencia personal. Acudir en estado de pecado a asumir la responsabilidad de ayudar en la vida cristiana a alguien, sería algo realmente extraño: constituiría un contrasentido.

En el caso de la Confirmación se añadiría el hecho de que si el padrino careciera del estado de gracia, no estaría en condiciones de recibir la Eucaristía. Se daría así la “curiosidad” de que no podría acompañar a su ahijado en la Comunión.

La tarea de los padrinos es una verdadera función eclesial. La Iglesia les da un encargo, una tarea. Con la consiguiente responsabilidad: Dios pedirá cuenta a los padrinos de cómo han cumplido su tarea, y también los premiará especialmente por lo que hayan hecho por sus ahijados.

Cómo cumplen su función

Fundamentalmente de cuatro formas:
1. Oración. Siendo una tarea espiritual, la primera ayuda que brindan a sus ahijados es la oración. Deben rezar por ellos con frecuencia, para conseguirles la gracia necesaria para su vida cristiana.
2. Buen ejemplo
3. Orientación: enseñando, acompañando, corrigiendo, aconsejando.
4. Suplencia. En ausencia de los padres (porque no estuvieran presentes, o porque no se ocuparan) debe velar por la formación cristiana de sus ahijados, su práctica religiosa, etc.

Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María

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Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: «Dichosa tu, que has creído». Ella es nuestra madre en la fe.

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: «Hágase en mí según tu Palabra».

María es la madre del Verbo encarnado: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo», el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.

María es la contemplativa por excelencia, ella «guardaba todas estas cosas en su corazón». Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.

María es la mujer servicial: «Subió deprisa a la montaña a servir a su prima». Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: «Proclama mi alma la grandeza del Señor».

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: «No tienen vino».

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. «Junto a la Cruz estaba María, su madre».

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.

Novena por la Fiesta de la exaltación de la Cruz

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Novena por la Fiesta de la exaltación de la Cruz
“Donde surge la Cruz, se ve la señal de que ha llegado la Buena Noticia de la salvación del hombre mediante el amor. Donde se levanta la cruz, está la señal de que se ha iniciado la evangelización”, decía el Papa San Juan Pablo II.

Cercanos a la fiesta de la exaltación de la Cruz, que la Iglesia celebra cada 14 de septiembre, aquí una novena de preparación para esta gran celebración que recuerda el gran amor que Dios tiene por cada ser humano.

Acto de Contrición antes de la Novena

Pésame Dios mío y me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan amable como Vos y porque con mis pecados, he sido causa de la pasión y muerte de mi Redentor Jesús. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente ayudado por tu divina gracia, no pecar más y apartarme de todas las ocasiones de pecado. Jesús mío, misericordia, misericordia y perdón.

Oración para el primer día

Te saludo, Cruz Santísima, con todos los nueve coros de Celestiales Espíritus y doy al Señor con todos ellos, todas cuantas gracias puedo, porque se dignó honrarte haciendo de Ti trono de la Majestad Divina, para remedio del mundo, crédito de sus milagros y reparo de aquella primera caída, porque seas alabada. Amén.

Rezar cinco Padres Nuestros y cinco Glorias.

Antífona

¡Oh! Cruz Santísima, más resplandeciente que todos los astros y más santa que los santos; para el mundo célebre, para los hombres amable; que sola fuiste digna de contener en tu gremio todo el rescate del mundo; dulce leño, dulces clavos, dulces penas que toleradas en ti por mi Señor Jesucristo, fueron el remedio nuestro. Salva a todos los cristianos que en este día repiten tus alabanzas.

V. Te adoramos Cristo y te bendecimos.

R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Oración para todos los días

¡Oh Cruz Santísima! Nobilísima entre todos los árboles frondosos, que hermoseas el jardín ameno de la militante Iglesia; reina del Padre, astro del Hijo, sello del Espíritu Santo; honra y gloria del mismo Crucificado, crédito de las maravillas de Dios, oliva frondosa, cedro escogido de Dios, palma encumbrada en el jardín de la Iglesia, ciprés excelso, trono sagrado del Omnipotente Rey, árbol de la vida y fuente de la bienaventuranza, te adoro y humildemente te alabo, y doy a Dios muchas gracias, poniendo debajo de tus misteriosos brazos mi necesidad presente con todas las de la Iglesia, para que por tu virtud se digne el Señor remediarlas, si ha de ser para servirle, bien de mi alma, aumento de la virtud y crédito de ti misma, que es lo que yo más deseo y sobre esto, una acertada, feliz y dichosa muerte, y que por ti me reciba el que por ti se dignó redimirme, que es mi Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos. Amén.

Rezar tres Ave Marías a Nuestra Señora de los dolores.

Oración a la Virgen Dolorosa

Soberana Emperatriz de los cielos, que al pie de la Santísima Cruz padeciste tan agudos dolores, y por dignación suprema quedaste constituida en Madre de todas las criaturas, dígnate afligidísima Señora de patrocinar mis peticiones y socorrer las necesidades de mi alma, que yo te prometo no apartarme ya de la Santísima Cruz y acompañarte siempre en tus dolores, sintiendo tantas penas por la ingratitud que te causaron mis pecados, para que así consiga con tu amparo y por el santo madero de la Santísima Cruz, los frutos de la redención que en ella nos otorgó vuestro Hijo Jesús. Amén.

(Aquí se dicen las peticiones)

Oración final para todos los días

Señor mío Jesucristo, que te dignaste redimir al mundo eligiendo el instrumento de la Santa Cruz, concédenos por la virtud que comunicaste a este sagrado leño, que merezcamos cargar la Cruz de nuestro estado con resignación y perseverancia y que merezcamos ver gloriosamente en el cielo tan lucido estandarte. Amén.

Qué tipo de personas queremos formar en los colegios católicos

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Qué tipo de personas queremos formar en los colegios católicos : Toda institución educativa tiene una finalidad y responde a una necesidad. La educación nunca es neutra. Detrás de los planteamientos pedagógicos de toda escuela, subyace una antropología – un ideal de persona -, un modelo de sociedad y una cosmovisión. Los colegios – todos los colegios – tienen la misión de formar personas (darles forma) y educarlas; o sea, de conducir a los alumnos hacia una meta: desarrollar sus cualidades intelectuales, morales y físicas para encaminarlos hacia la felicidad.

¿Pero qué es eso de «la felicidad»?

La escuela sin Dios

La respuesta no puede ser la misma en una escuela agnóstica o atea que en una escuela confesionalmente católica (o no debería serlo). Un colegio laicista tiene una visión inmanentista y materialista del hombre, de la sociedad y de la historia. Para un colegio sin Dios, el hombre no es más que el resultado del azar, de la concepción casual de un óvulo por un espermatozoide. Para un materialista, la realidad del hombre es consecuencia de la suerte (o mala suerte, según se mire): vivimos de casualidad.

Para un materialista ateo, es decir, para alguien que sólo cree lo que ve o lo que la ciencia puede demostrar empíricamente, la vida del hombre no tiene más sentido que la de una cucaracha: nacemos, crecemos, nos reproducimos para transmitir nuestra herencia genética a la generación posterior y contribuir así a la subsistencia de la especie humana y, finalmente, morimos y desaparecemos. Y como el sufrimiento nos acaban alcanzando y nos impiden ser felices y disfrutar de la vida, tenemos que tratar a toda costa de evitar el dolor y la angustia existencial. La vida no tiene más sentido que «disfrutar». El ideal del hedonistaconsiste en apurar al máximo los placeres de la existencia, dar rienda suelta a un vitalismo insaciable de placeres. Y cuando ya no haya nada que disfrutar porque la vejez o la enfermedad mermen nuestras facultades, lo mejor es morir para acabar con el sufrimiento. Una vida es digna solo si se puede gozar de sus placeres. El aborto y la eutanasia estarían plenamente justificados desde esta perspectiva materialista. De ahí viene ese deseo irracional por mantenerse indefinidamente jóvenes y saludables, el culto al cuerpo, la idealización idolátrica de la juventud como la mejoretapa de la vida del ser humano (o tal vez la única que merezca la pena ser vivida) y el terror a envejecer.

Esas ansias irrefrenables de disfrutar acaba conduciendo al nihilismo: nada vale la pena. Al final, la muerte y el sufrimiento acaban con nosotros; por lo tanto, abandonemos cualquier pretensión de felicidad. Sólo podemos aspirar a placeres momentáneos y pasajeros, porque nada dura, nada tiene consistencia. Las drogas, el alcohol o el sexo contribuyen a anestesiar el dolor de la propia existencia y a olvidarnos de la angustia.

¿Qué escuela puede surgir sobre este humus nihilista? La escuela laicista atea debe ser blandita. Hay que evitar que el niño sufra: que sean felices (que disfruten, que se sientan bien). El esfuerzo del estudio puede generar frustración y dolor. Y eso hay que evitarlo a toda costa.

Debe ser una escuela utilitaristaque forme buenos profesionales para que respondan a las demandas del mercado de trabajo (aunque finalmente sea una fábrica de parados); una escuela que eduque «en valores» y forme ciudadanos tolerantes, solidarios; ciudadanos que procuren su propio bienestar, muy liberales y relativistas (que cada uno viva como quiera y haga lo que le dé la gana, siempre que respete las leyes).

La escuela de la sociedad hedonista es una escuela cientificista: sólo existe la realidad física (lo que vemos y tocamos) y se niega cualquier posibilidad de metafísica; es decir, cualquier realidad que tenga que ver con el alma, con el espíritu, con algo que vaya más allá de la naturaleza sensible o que tenga que ver con Dios: es una escuela sin transcendencia. Y en caso deque se admita algo más allá de lo tangible, se aceptan y difunden las teorías las de la «Nueva Era» y se elucubra sobre energías, sobre el karma, sobre algo difuso e incomprensible que pasa por una meditación sin contenido que meditar y que al final se reduce a buscar la paz interior mediante prácticas como el yoga o el Tai Chi que en última instancia, sólo buscan que el individuo se «sienta bien» consigo mismoy combata el estrés o la ansiedad que le provoca su propia nada. Porque esta escuela es emotivista y sentimentaloide. Parece como si los sentimientos se hubieran apoderado del hombre, sometiendo a la razón y a la voluntad a sus dictados y a sus vaivenes.

Hablamos de una escuela que fomenta las herramientas instrumentales (idiomas e informática, fundamentalmente) y posterga la cultura humanista: la historia, la filosofía, el arte,los principios básicos de la teología cristiana, las lenguas y la cultura clásica o la literatura. Ofrecemos a los niños los mejores cubiertos y la vajilla de lujo, pero les negamos la comida que alimenta el entendimiento y el alma. Una persona puede ser perfectamente analfabeta con cinco idiomas. ¿Para qué sirve ser bilingüe si no tienes nada que decir, nada que aportar, nada que comunicar? ¿De qué te vale tener acceso a toda la información de la Red y a todos los medios de comunicación globales si no sabes distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira; si no tienes nada que aportar ni criterio propio respecto a nada?

Nuestros jóvenes fracasan en comprensión lectora porque ya no se lee a Garcilaso, ni a Cervantes, ni a Fray Luis de León, ni a San Juan de la Cruz, ni a Cela, ni a Baroja, ni a Unamuno, ni a Delibes ni a nadie. Un alumno de bachillerato sale del instituto después de haber leído tres libros por curso, en el mejor de los casos. ¿Cómo van a entender los jóvenes el valor de la catedral de Burgos o el del Pórtico de la Gloria; o los cuadros del Museo de Prado, si no saben nada de religión, ni de filosofía, ni de Historia del Arte, ni de Historia de España; ni de mitología clásica ni de Historia Sagrada? Y con la excusa de que los clásicos son aburridos, les hemos cambiado a Quevedo por Blue Jeans; a Góngora, por J. K. Rowling; y a Lázaro de Tormes por los vampiros de la saga de Crepúsculo. Y los resultados están a la vista de todos.

Eso sí: la educación afectivo sexual que reciben en las escuelas desde la más tierna infancia les incita a explorar su cuerpo, a buscar frenéticamente el placer, a experimentar y buscar su propia «identidad sexual», a considerar normal y positiva todo tipo de relación sexual, al margen de cualquier compromiso. Se trata de sentir y gozar, sin reprimirse en ningún caso, porque si te reprimes te sientes mal. Y como los sentimientos son pasajeros y fugaces, no cabe pensar en compromisos duraderos. Se fomenta así la promiscuidad y el narcisismo: el derecho al propio placer, como si uno fuera el ombligo del universo y sólo yo fuera lo importante. Al final, muchos jóvenes no encuentran otro horizonte queponerse ciegos los fines de semana, buscar relaciones fugaces sin otro contenido que la búsqueda desesperada del propio placer y luego, la nada. Algunos son bilingües y la mayoría se pasa la vida delante de la pantalla de un ordenador, twitteando chorradas o colgando fotos en Facebook con posturitas insinuantes. En la «cultura del selfy»,los jóvenes buscan la alegría y la felicidad en el culto a la apariencia; en la nada condensada en ciento cuarenta caracteres y una foto sexy con morritos. Salir, beber y agobiarse por el aburrimiento, hasta que salga el último cacharro tecnológico y por fin pueda ser feliz, si puedo comprarlo.

De una escuela laicista (sin Dios o tantas veces contra Dios) obtenemos resultadoscontrastables: una formación mediocre (los datos son los datos) y unos chicos orientados mayoritariamente (mal orientados o desorientados) hacia el individualismo relativista; algunos hacia el marxismo leninismo – más o menos teñido de ecologismo verde -; y unos pocos más violentos,hacia el nihilismo ácrata antisistema. De la escuela sin Dios salen personas que no creen en nada porque no hay nada en que creer, porque no hay ninguna verdad que aprender; chicos sin rumbo porque no hay ningún camino que conduzca a ninguna parte.

La escuela católica

Lamentablemente, los resultados de las escuelas de titularidad católica no ofrecen resultados mucho más halagüeños, en términos generales. Tal vez, en algunos casos, un mayor grado de formación; puede que algo más de disciplina en las aulas y poco más.

Se habla mucho en los colegios católicos de «educación integral», que es el eufemismo que se emplea para referirse a que también se atiende a los aspectos espirituales o religiosos de los alumnos y que se note poco. Se hacen referencia en sus proyectos educativos a la «educación en la interioridad o en la transcendencia» para referirse a la educación religiosa, a las actividades pastorales o a las catequesis de primera comunión o de confirmación en aquellos colegios a los que el obispo les permite desarrollar ese tipo de labor.

La «transcendencia» en la que muchos de los colegios católicos españoles quieren educar a sus alumnos consiste en»suscitar vivencias que lleven a la experiencia del Absoluto»: pero en muchos casos (en demasiados casos), ni media palabra de Jesucristo. Esa transcendencia puede referirse a Buda, a Krishna, a Shiva, a Yahveh… Como dice un pintoresco personaje de una popular serie de televisión, «algo hay: llámalo dios, llámalo energía, o un principio cósmico; pero algo hay».

No digo yo que estas ocurrencias posmodernas y tan «new age» sean las que se ofrecen en todos los colegios católicos. No. Hay ocurrencias peores. Y también hay colegios católicos fieles al Evangelio, a la Tradición Apostólica y al Magisterio de la Iglesia: lamentablemente, pocos. Cada vez menos.

Hay colegios confesionales en los que los alumnos van a misa al principio de curso y al final (y gracias). La mayoría de los colegios católicos en poco (o en nada) se diferencian de los institutos públicos o de los colegios laicos. De muchos de nuestros colegios nominalmente católicos es más fácil que surjan militantes de izquierda o de la derecha pagana y relativista que católicos practicantes: mucha multiculturalidad, mucha solidaridad con los más pobres, mucha tolerancia, mucha ONG, mucho respeto a la naturaleza y mucha concienciación medioambiental; mucha preocupación por la justicia social, muchas jornadas de la paz y la no violencia, mucho Gandhi… Y poco o nada de Jesucristo.

Se puede iniciar a los niños en la meditación para que lleguen a la experiencia del absoluto, pero no se puede enseñar a los niños a rezar el rosario, ni se les enseña a adorar al Santísimo, realmente presente en cuerpo, alma y divinidad en la Hostia consagrada. Eso, no. Eso es oscurantismo medieval y fomentar las supersticiones sin fundamento científico. Se puede ofrecer una educación afectivo sexual liberal y progresista, pero no se habla del amor auténtico – que no es sólo sentimiento, sino que integra también a la inteligencia que toma decisiones y a la voluntad que compromete a la fidelidad – con vocación de eternidad (o se habla muy poco), ni se puede enseñar el verdadero sentido cristiano del sacramento del matrimonio, en el que Dios une «hasta que las muerte los separe» a los esposos. Y cuando a algún obispo o a algún cura se le ocurre predicar en un colegio la verdad de la Iglesia, se monta un escándalo de padre y muy señor mío.

Dice el Diccionario de la Real Academia que la «piedad» consiste en la «virtud que inspira, por el amor a Dios, tierna devoción a las cosas santas; y, por el amor al prójimo, actos de amor y compasión». Eso es lo que echo de menos en muchas de las escuelas católica españolas: educación en la piedad. Nuestra misión como centros educativos de la Iglesia es conducir («educar» significa conducir, guiar) a nuestros niños a Cristo. Nuestro deber es cuidar a los niños, amarlos y guiarlos hacia el Único que puede hacerles realmente felices: Cristo Jesús. Y para ello, hay que procurar que adquieran buenos hábitos (virtudes) que expresen amor a Dios y al prójimo. Tenemos la obligación de ponerlos ante el Señor para que hablen con Él, para que se dejen transformar por Él, para que el único y verdadero Maestro les pueda llevar de la mano hacia una vida plena. Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Y lo mejor que les podemos transmitir es una vida de fe, de oración, de vida sacramental que los encamine hacia una vida santa en Cristo.

Si educáramos así a nuestros niños, con la ayuda de Dios, podríamos conseguir una sociedad más justa, solidaria, fraterna. ¿Qué mejor vacuna contra la corrupción, contra el adulterio, contra el aborto, contra la pobreza y el paro que formar hombres y mujeres santos? Pero si seguimos educando en la ideología al margen de Dios, seguiremos fracasando. No nos avergoncemos de profesar nuestra fe en Cristo Resucitado. No adulteremos la educación católica ni demos gato por liebre. Nosotros solos no podemos cambiar el mundo por muchas campañas que pongamos en marcha. ¿Están mal las campañas solidarias? No. Están muy bien. Pero no basta. Lo más importante es que Cristo sea el Señor de nuestras vidas. No seamos soberbios: no nos creamos todopoderosos. No somos Dios. Somos muy poca cosa. El único que puede cambiar el corazón del hombre es Cristo. Y en la medida en que nosotros seamos santos, en que seamos de Cristo y dóciles a su voluntad, el mundo será mejor, más justo, más habitable, más fraterno. No por mérito de nuestras obras, sino por mérito de Dios. Seamos humildes servidores de Dios y así serviremos al prójimo y seremos capaces de amar como Él nos ama. La verdadera revolución que cambió definitivamente la historia fue la resurrección del Señor. Él derrotó al pecado, al mal, a la muerte y nos abrió las puertas de la esperanza que no falla.

Pero para transmitir la esperanza y la fe en Jesucristo, los primeros que tenemos que predicar con nuestra vida y con nuestra palabra somos los maestros y educadores católicos. Nadie da lo que no tiene. Un claustro de un colegio católico debería constituirse como una comunidad de fe al servicio de los niños y de sus familias; una comunidad reunida en torno a Cristo, que reza, adora y celebra en comunión con la Iglesia. Entonces lo de menos será la clase de religión. Todos evangelizaremos, todos anunciaremos al Señor y conduciremos a los alumnos a Cristo. La ciencia, el arte, la historia, la música, la filosofía, las matemáticas… Todo conduce a la Verdad, a la Belleza y al Bien; todo conduce a nuestro Señor Jesucristo, camino, verdad y vida.

Queremos que de nuestras escuelas católicas salgan personas buenas, bien formadas, virtuosas y comprometidas con los más necesitados y con la justicia social. Necesitamos formar hombres y mujeres piadosos, contemplativos en la acción; hombres y mujeres que recen y trabajen por el Reinado de Dios; personas honorables y honradas que sepan adorar a Dios y servir al bien común; con principios sólidos y carácter bien forjado, que desarrollen al máximo sus cualidades para ponerlas al servicio de los demás.Necesitamos educar hombres y mujeres virtuosos que sean testigos de la Verdad en medio de un mundo desnortado lleno de personas que vagan sin rumbo como zombis en busca de algo que dé sentido a su vida. La felicidad no consiste en disfrutar de más placeres y mayor bienestar. No estamos condenados al sufrimiento, al sinsentido y a la nada: estamos llamados a una vida en plenitud. La felicidad auténtica consiste en amar y en saberse amados; en buscar incansablemente la Verdad. Y nuestra Verdad es la verdad del Amor: nuestra Verdad es Cristo. Dejemos que nuestros niños se acerquen a Él. Y el Señor hará el resto.