miércoles, marzo 19, 2025
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San Roberto Belarmino

San Roberto Belarmino : “Considera auténtico bien para ti lo que te lleva a tu fin, y auténtico mal lo que te impide alcanzarlo”, escribió una vez San Roberto Belarmino, defensor de la Iglesia ante la reforma protestante, y cuya fiesta se celebra cada 17 de septiembre.

Roberto significa “el que brilla por su buena fama” y si algo hay que destacar de este Doctor de la Iglesia, nacido en Toscana en 1542, es que desde que estaba en el colegio de los jesuitas sobresalió por su inteligencia.

Asimismo, las enseñanzas de su madre en la humildad y sencillez repercutieron mucho en su personalidad. Ingresó a la Orden de los jesuitas y tuvo como formador a San Francisco de Borja. Fue ordenado sacerdote y continuó logrando las conversiones de muchos con sus predicaciones y enseñanzas.

A pedido del Papa preparó en Roma a los Sacerdotes para que supieran enfrentarse a los enemigos de la religión. Luego publicó su libro llamado “Controversias”, que llegó a ser de importante lectura hasta para San Francisco de Sales.

El Sumo Pontífice lo nombró Obispo y le mandó aceptar el cardenalato bajo pena de pecado mortal. Esto debido a que San Belarmino justamente se había hecho jesuita porque sabía que ellos tenían un reglamento que les prohibía aceptar títulos elevados en la Iglesia.

Durante su vida ejerció cargos de diplomacia. Dirigió una edición revisada de la Biblia Vulgata y escribió su “Catecismo resumido” y Catecismo explicado” que llegaron a ser traducidos a varios idiomas y con varias ediciones. Sirvió como director espiritual de San Luis Gonzaga, fue nombrado Arzobispo de Capua y casi llegó ser elegido Papa.

Poco antes de morir, escribió en su testamento que sus pertenencias fueran repartidas entre los pobres, pero lo que dejó sólo alcanzó para costear los gastos de su entierro. Se retiró al noviciado de San Andrés en Roma y allí partió a la Casa del Padre el 17 de diciembre de 1621.

En su libro “De ascencione mentis in Deum” (Elevación de la mente a Dios) se lee que “el sabio no debe ni buscar acontecimientos prósperos o adversos, riquezas y pobreza, salud y enfermedad, honores y ultrajes, vida y muerte, ni huir de ellos de por sí. Son buenos y deseables sólo si contribuyen a la gloria de Dios y a tu felicidad eterna; son malos y hay que huir de ellos si la obstaculizan”.

La catequesis del Tercer Milenio

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La catequesis del Tercer Milenio : Dentro de nuestras sociedades es cada vez más difícil vivir nuestra fe, el mundo ofrece placer, diversiones, “ley del menor esfuerzo”, falsos ídolos que nos alejan del amor de Dios.

Fenómenos tales como la secularización, Nueva Era, diversas ideologías nos plantean nuevos retos para permanecer en la presencia de Dios. Jesucristo nos sigue recordando: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí…” (Jn 14,6).

Jesucristo es la respuesta, es el único medio de salvación, es la verdad y el amor vivo. Un mundo que se quiere negar a sí mismo alejándose de Dios no saldrá adelante, va a la perdición. Unámonos a Jesucristo, unámonos a Dios, amemos a la Iglesia y, amemos y vivamos su Palabra.

A) Llamado a una nueva evangelización

Muchas comunidades e individuos están llamados a vivir hoy en un mundo pluralista y secularizado, en el que se dan formas de incredulidad e indiferencia religiosa; en muchas personas se dan hoy con fuerza la búsqueda de certezas y de valores, pero a la vez existen varias formas falsas de religiosidad.

Ante estas complejas situaciones, algunos cristianos pueden encontrarse confusos y desorientados, sin saber hacer frente a tales situaciones, ni discernir los mensajes que transmiten, y esto les lleva a abandonar una práctica religiosa regular, terminando por vivir como si Dios no existiera. Su fe, sometida a prueba y amenazada, corre el riesgo de apagarse y morir, si no se la alimenta y sostiene constantemente.

Se hace indispensable una catequesis evangelizadora, es decir, “una catequesis llena de savia evangélica y con un lenguaje adaptado a los tiempos y a las personas”. Ésta tiene por objetivo educar a los cristianos en el sentido de su identidad de bautizados, de creyentes y de miembros de la Iglesia, abiertos y en diálogo con el mundo. Les vuelve a proponer los elementos fundamentales de la fe, los impulsa a una conversión auténtica, los ayuda a profundizar en la verdad y el valor del mensaje cristiano ante las objeciones teóricas y prácticas, los anima a discernir y a vivir el Evangelio en lo cotidiano, los capacita para dar razón de la esperanza que hay en ellos, los fortalece en su vocación misionera con el testimonio, el diálogo y el anuncio.

Hoy nos encontramos ante una situación religiosa bastante diversificada y cambiante; los pueblos están en movimiento; realidades sociales y religiosas, que tiempo atrás eran claras y definidas, hoy día se transforman en situaciones complejas. Baste pensar en algunos fenómenos, como el neoliberalismo, las migraciones masivas, la descristianización de países de antigua cristiandad, el influjo pujante del Evangelio y de sus valores en naciones con mayoría no cristiana, la aparición de mesianismos y sectas religiosas.

Todas las formas de la actividad misionera están marcadas por el objetivo de promover la libertad del hombre, anunciándole a Jesucristo. La Iglesia es fiel a Cristo, del cual es el cuerpo y continuadora de su misión. Es necesario que ella camine “por el mismo sendero que Cristo; es decir, por el sendero de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación propia hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección. (Ad gentes, 5; Lumen Gentium, 8).

La Iglesia pues, tiene el deber de hacer todo lo posible para desarrollar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho que le ha dado Dios para realizar su plan. La libertad religiosa y la garantía de todas las libertades que aseguran el bien común de las personas y de los pueblos. Es de desear que la auténtica libertad religiosa sea concedida a todos en todo lugar; ya con este fin la Iglesia despliega su labor en los diferentes países.

Por otra parte, la Iglesia se dirige al hombre en el pleno respeto de su libertad. La misión no coarta la libertad, sino más bien la favorece. La Iglesia propone, no impone nada: respeta las personas y las culturas, y se detiene ante el Sagrario de la conciencia. A quienes se oponen con los pretextos más variados a la actividad misionera de la Iglesia, ella va repitiendo: ¡Abran las puertas a Cristo!.

B) Catequesis: enseñanza de los apóstoles

La tarea que realiza el catequista participa de la propia misión de Jesús y se remonta a la Iglesia apostólica. En realidad, “el mensaje evangelizador de la Iglesia, hoy y siempre, es el mensaje de la predicación de Jesús y de los Apóstoles”.
•El catequista es, por tanto, testigo y eslabón de una tradición que “deriva de los apóstoles” (Dei verbum, 8). Quien catequiza transmite el Evangelio que, a su vez, ha recibido: “Les transmití lo que a mi vez recibí” (1 Cor 15,3).
“La predicación apostólica… se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos” (Dei Verbum, 8). Hay en ella ciertas constantes, inalterables al paso del tiempo, que configuran toda la misión de la Iglesia y, por tanto, la catequesis. El catequista ha de conformar su acción educadora con apego al depósito de la Fe si no quiere exponerse a “correr en vano” (Gal 2,2).

Hacemos nuestra la sensibilidad de Juan Pablo II al recordarnos el respeto con que hemos de tratar el Evangelio recibido:
Todo catequista debería poder aplicar así mismo la misteriosa frase de Jesús: “Mi doctrina no es mía sino del que me ha enviado”(Jn 7,16).

Qué contacto asiduo con la Palabra de Dios, transmitida por el Magisterio de la Iglesia, qué familiaridad profunda con Cristo y con el Padre, qué espíritu de oración, qué despego de sí mismo ha de tener el catequista para poder decir “mi doctrina no es mía” (Catechesi Tradendae, 10).
•La acción catequizadora de los apóstoles es uno de los pilares sobre los que crecen las primeras comunidades cristianas: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hech 2,42).

“Se encuentra aquí, sin duda alguna, la imagen permanente de una Iglesia que, gracias a las enseñanzas de los Apóstoles, nace y se nutre continuamente de la Palabra del Señor, la celebra en el sacrificio eucarístico y da testimonio al mundo con el signo de la caridad” (Catechesi Tradendae, 10).
•Pronto los apóstoles comparten con otros su ministerio. Asocian a otros discípulos en su tarea de catequizar. Incluso simples cristianos, dispersados por la persecución (Hech 8,4), van por todas partes transmitiendo el Evangelio. Con ellos la cadena ininterrumpida de los catequistas empieza a extenderse.
•La Iglesia continúa esta misión de enseñar de los Apóstoles y de sus primeros colaboradores. En los siglos III y IV, Obispos y Pastores, los de mayor prestigio, consideran como parte esencial de su ministerio episcopal enseñar de palabra o escribir tratados catequéticos. Vincula directamente a su ministerio la acción catequizadora de sus Iglesias para encauzar mejor, así, su crecimiento y consolidación.
•En esta sucesión ininterrumpida de catequistas a lo largo de los siglos, la catequesis saca siempre nuevas energías de los concilios, con los que la figura del catequista se fortalece.

El Concilio de Trento da un impulso trascendental a la catequesis, al requerir celosamente la formación religiosa del pueblo y particularmente de los niños. La función del catequista no queda reservada a los párrocos y a los padres sino que se encomienda también a maestros, religiosos y a todo seglar dispuesto a colaborar.
•El Concilio Vaticano II está impulsando, igualmente, una verdadera renovación catequética en nuestros días. Los grandes documentos conciliares sobre la divina Revelación (Dei Verbum), sobre la Iglesia (Lumen Gentium), sobre la sagrada Liturgia (Sacrosantum concilium) y sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo (Gaudium et Spes), establecen los fundamentos de esa renovación y dibujan implícitamente la figura de un nuevo tipo de catequista.
Además de saberse parte de una tradición viva, el catequista ve configurada su identidad por su inserción en la comunidad eclesial. No es un evangelizador aislado, que actúa por su cuenta, es como un árbol arraigado en el terreno firme de la comunidad cristiana. Sólo desde esa vinculación su acción podrá producir fruto.

C) Integral: Al hombre y a la sociedad actuales

El catequista no es un ser aislado que transmite una tradición muerta. Para transmitir el Evangelio, que es invitación actual al hombre, necesita estar abierto a los problemas y deseos de la persona y del entorno social en que vive.

Esta apertura a lo humano es una exigencia del Espíritu ya que es Él “quien hace discernir los signos de los tiempos – signos de Dios – que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia” (Evangelii Nuntiandi, 75).

Enraizado en su ambiente, el catequista comparte “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo” (Gaudium et Spes, 1) y se compromete con ellos. Precisamente es esta sensibilidad para lo humano la que hace que su palabra catequizadora pueda echar raíces en los intereses profundos del hombre e iluminar las situaciones humanas más urgentes, promoviendo una respuesta viva al Evangelio. Su propio testimonio de compromiso social, compatible con su dedicación a la catequesis tiene un valor educativo muy importante.
•A veces, sin embargo, el catequista puede verse tentado por la sospecha de si su servicio catequizador es un verdadero compromiso con los hombres y si su puesto, no estará en asumir exclusivamente responsabilidades sociales directas, sin tener que dedicar su tiempo a la tarea de educar la fe, que queda en el ámbito de la Misión. Pudiera parecerle que otros agentes evangelizadores, íntegramente comprometidos en la promoción de la justicia, sirven a la causa del Evangelio mejor que él.
No debe caer en esa tentación ya que la tarea catequética es profundamente humanizadora. Da a conocer y vincula a Jesucristo, que es la afirmación del hombre. Transmite el Evangelio, que es un mensaje que encierra un sentido profundo para la vida y responde a los deseos más hondos del corazón humano. Inicia en el compromiso social. Abriendo al cristiano a “las consecuencias sociales de las exigencias evangélicas” (Catechesi Tradendae, 29). Sin la catequesis que él imparte los cristianos no podrían desarrollar en el mundo una acción comprometida realmente evangélica.

Por otra parte, junto a esta dimensión social, la catequesis colabora a una inserción más humana del cristiano en la trama de lo cotidiano. Como centro de todo está el Evangelio en el Amor, con los innumerables aspectos de esta dimensión cristiana fundamental (1 Cor 13,1-13), la vida evangélica en la que inicia el catequista proporciona una honda densidad humana en la vida diaria.

La acción catequética es un servicio, y un servicio educativo a unos hombres concretos. El catequista realiza su tarea atento no sólo al mensaje del Evangelio sino al hombre a quien catequiza.

El catequista participa de la evangelización que tiene como finalidad “anunciar la Buena Nueva a toda la humanidad para que viva de ella” (Catechesi Tradendae, 18). Se trata de la “Buena Nueva del Reino que llega y que ya ha comenzado” (Evangelii Nuntiandi, 13).

Este Reino de Dios se realiza en Jesucristo:
“La evangelización debe contener siempre – como base, centro y a la vez, culmen de su dinamismo – una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado se nos ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 27).

La Iglesia depositaria de la Revelación plena en Jesucristo, se prepara para este Tercer Milenio, se renueva espiritualmente y adecua sus métodos de trabajo evangelizador para dar una mejor respuesta al hombre de hoy. Nuestra realidad actual así lo exige. Sin embargo, hay grupos aislados que intentan meter miedo a la gente en relación al fin del mundo, acerca de mentiras propias de su organización, manipulando la Biblia con Interpretaciones de tipo “fundamentalistas”, sin base doctrinal, teológica o histórica. En este momento especial del término de dos mil años de cristianismo, es necesario predicar la Buena Nueva, predicar a Jesucristo, pero al Dios revelado por Él y no un invento humano, ¡sé cuidadoso y prepárate mejor!.

Nuestra Señora de los Dolores

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Nuestra Señora de los Dolores : Memoria: Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.

Un poco de historia

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.

Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.

Cuida tu fe:

Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.

Oración:

María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.

Si quieres saber más, visita la página de EWTN en la cual encontrarás hermosas meditaciones acerca del dolor y las oraciones tradicionales de esta fecha.

El trasfondo de la prostitución

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El trasfondo de la prostitución :
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de 21 millones de personas son víctimas de la trata de seres humanos en el mundo, una lacra que no para de crecer y que supone uno de los principales negocios a nivel planetario.

Esto es lo que constata un reciente estudio, ‘La trata de seres humanos, el negocio del comercio de las personas’, que se puede consultar en el documento adjunto y que ha sido elaborado por el servicio de los Jesuitas españoles para los migrantes (Sjm).

Se trata de un negocio y fenómeno criminal global que golpea en particular a mujeres y niñas, que en la mayoría de los casos acaban siendo explotadas sexualmente. De hecho, cada año cerca de 500.000 mujeres provenientes de países pobres entran en Europa para ser explotadas en el ámbito de la economía criminal con un objetivo sexual, afirma el estudio.

De esta manera, en el trasfondo de la prostitución, sobre cuya despenalización hay un vivo debate en España y otros países europeos, está la constatación de que el 79% del tráfico de personas tiene que ver con la explotación sexual, señala el informe de los Sjm.

Se trata de una estadística que cabría recordar a organizaciones como Amnistía Internacional, que promueve la despenalización de la prostitución, argumentando que la venta de sexo «es un trabajo».

Diferentes cifras, todas preocupantes

Uno de los problemas de fondo al que nos enfrentamos, observa el estudio, es el de la falta de estadísticas sobre el fenómeno elaboradas por los diferentes Estados. Es decir, no existe todavía un monitoreo articulado a nivel local del problema y sin embargo al mismo tiempo son numerosas las investigaciones llevadas a cabo por agencias internacionales que describen en conjunto un cuadro alarmante.

Según las Naciones Unidas, el contrabando de seres humanos a través de las fronteras afecta al menos a cuatro millones de personas y factura entre siete y diez millones de dólares cada año.

Sin embargo, según la Interpol (Organización internacional de la policía criminal), sumando las ganancias provenientes de la trata verdadera a los intereses de las bandas criminales que controlan el tráfico de migrantes, los números son distintos: el negocio alcanzaría de hecho los 39 mil millones de dólares cada año, una cifra que compite con las derivadas del tráfico de droga y de armas.

«Crímenes muy graves»

No por casualidad la Santa Sede ha recordado en repetidas ocasiones durante los pasados meses la unión entre estos distintos fenómenos gestionados a menudo por las mismas organizaciones criminales o por grupos en contacto entre ellos.

El pasado mes de abril el Papa afirmó: “He declarado en repetidas ocasiones que estas nuevas formas de esclavitud –tráfico de seres humanos, trabajos forzados, prostitución, comercio de órganos– son crímenes muy graves, una plaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea”.

Francisco invocó después a una legislación adecuada para contrarrestar el fenómeno, llevar a los traficantes ante la justicia y reinvertir las ganancias de un comercio criminal.

Feminización de la trata y menores

También el trabajo en negro y el trabajo en esclavitud son aspectos directamente relacionados tanto con las migraciones como con el comercio de seres humanos.

En este sentido, el estudio de los Jesuitas españoles habla de feminización de la trata: el 55% de todas las víctimas de la explotación del trabajo son mujeres o niñas.

Un cuadro general que se confirma con otros datos de carácter global: según las Naciones Unidas, la mayor parte de los mil millones y medio de personas que viven con un dólar al año está compuesta por mujeres.

En el documento se observa además que quienes gestionan el reclutamiento de mujeres jóvenes lo hacen a través de falsas promesas de trabajo como modelos, secretarias o dependientes en un país rico; sin embargo, subraya, algunas de ellas saben bien de estar destinadas a ejercer la prostitución, teniendo el consenso (exhorto con promesas económicas) de sus familias.

El informe cita algunos itinerarios seguidos por los modernos mercaderes de esclavos sexuales, como el que va desde Myanmar, China y Camboya hasta Tailandia; o el que va desde Rusia a los Emiratos del Golfo, o el camino que pasa desde Filipinas y Colombia hasta Japón, o desde Brasil, Paraguay, Colombia y Nigeria y llega hasta España.

El documento de los Jesuitas señala también que “desde el fin de la cortina de hierro, decenas de miles de mujeres y niñas han sido ‘exportadas’ desde Rusia, Ucrania, Moldavia y Rumania para ser explotadas en las ciudades de Europa occidental y Japón”.

Finalmente explica que la trata con fines de explotación sexual tiene como víctimas también otro grupo muy vulnerable: los menores.

Según Unicef, hasta dos millones de niños son obligados a prostituirse en el comercio sexual en todo el mundo. Pero la trata de menores presenta otras posibilidades igualmente graves: la adopción ilegal de menores extranjeros, el tráfico de órganos, el secuestro de menores para ser utilizados en los conflictos armados (niños soldado) o en la mendicidad, a menudo acompañado por actividades delictivas

Papa Francisco: El camino de la cruz es incómodo, pero conduce a la libertad del pecado

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Papa Francisco: El camino de la cruz es incómodo, pero conduce a la libertad del pecado : Desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico, el Papa Francisco recitó el rezo del Ángelus y ofreció algunas claves de las lecturas de la Misa del día. Aseguró que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino” que no es “el del éxito” pero sí conduce a la “libertad del egoísmo y del pecado”. También invitó a rechazar la “mentalidad mundana que pone al propio yo” en el centro de la existencia y a ser humildes.

El Pontífice recordó que Jesús pregunta a sus discípulos “‘¿La gente, quien dice que soy yo?’ y responden: ‘algunos que Juan el Bautista, otros que Elías o uno de los grandes profetas’”. “Y Jesús les dice: ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’”.

Con esta pregunta Jesús quiere “verificar su fe” y después escucha responder a Pedro: ‘Tú eres Cristo’”. “Jesús queda sorprendido de la fe de Pedro, reconoce que es fruto de una gracia especial de Dios Padre, y entonces revela abiertamente a sus discípulos lo que le espera en Jerusalén, es decir, que ‘el Hijo del hombre deberá sufrir mucho, ser asesinado y, después de tres días, resucitar’”, dijo Francisco.

El mismo Pedro “se escandaliza de estas palabras, lleva a parte al Maestro y lo reprende”. Y entonces Jesús “lo reprueba a él con palabras muy severas: ‘¡Apártate de mí Satanás!, porque no piensas según Dios, sino como los hombres’”.

El Pontífice indicó que todos somos como Pedro, donde “la gracia del Padre se opone a la tentación del Maligno, que quiere disuadirnos de la voluntad de Dios”.

“Anunciando que debía sufrir y ser puesto en la muerte para después resucitar, Jesús quiere hacer comprender a aquellos que lo siguen que Él es un Mesías humilde y servidor”.

Se trata del “Siervo obediente a la voluntad del Padre hasta el sacrificio completo de la propia vida. Por eso, dirigiéndose a toda la muchedumbre, declara que quien quiere ser su discípulo debe aceptar ser siervo, como Él se ha hecho siervo, y advierte: ‘si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga’”.

El Papa manifestó que “seguir a Jesús significa tomar la propia cruz para acompañarlo en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito o el de la gloria terrena, sino el que conduce a la verdadera libertad, la libertad del egoísmo y del pecado”.

“Se trata de rechazar la mentalidad mundana que pone al propio ‘yo’ y a los propios intereses en el centro de la existencia, y de perder la propia vida por Cristo y el Evangelio para recibirla renovada y auténtica”.

Antes de concluir, afirmó que “estamos seguros de que, gracias a Jesús, este camino conduce a la resurrección, a la vida plena y definitiva con Dios”, por lo que “decidir seguirle a Él, nuestro Maestro y Señor, que se ha hecho Siervo de todos, exige una unión fuerte con Él, escuchar atenta y asiduamente su Palabra –recuerden leer todos los días un pasaje del Evangelio–, la gracia de los Sacramentos”.

Dirigiéndose a los jóvenes que se encontraban en la Plaza de San Pedro escuchándole añadió: “Yo sólo les pregunto: ¿Han sentido las ganas de seguir a Jesús más de cerca? Piensen, recen y dejen que el Señor les hable”.

Las indulgencias

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Las indulgencias :
Seguramente hemos oído la palabra “indulgencias”, entendiendo por tal una especie de gracia o favor que se vincula al cumplimiento de una acción piadosa: el rezo de alguna oración, la visita a un santuario o a otro lugar sagrado, etc. También al oír la palabra “indulgencias” vienen a nuestra memoria las disputas entre Lutero y la Iglesia de Roma, y las críticas subsiguientes de los otros reformadores del siglo XVI.

Pero, ¿qué son las indulgencias? La etimología latina de la palabra puede ayudarnos a situarnos en una pista correcta. El verbo “indulgeo” significa “ser indulgente” y también “conceder”. La indulgencia es, pues, algo que se nos concede, benignamente, en nuestro favor.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos proporciona, con palabras de Pablo VI, una definición más precisa: “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos” (Catecismo, 1471).

La definición, exacta y densa, relaciona tres realidades: la remisión o el perdón, el pecado, y la Iglesia. La indulgencia consiste en una forma de perdón que el fiel obtiene en relación con sus pecados por la mediación de la Iglesia.

¿Qué es lo que se perdona con la indulgencia? No se perdonan los pecados, ya que el medio ordinario mediante el cual el fiel recibe de Dios el perdón de sus pecados es el sacramento de la penitencia (cf Catecismo, 1486). Pero, según la doctrina católica, el pecado entraña una doble consecuencia: lleva consigo una “pena eterna” y una “pena temporal”. ¿Qué es la pena eterna? Es la privación de la comunión con Dios. El que peca mortalmente pierde la amistad con Dios, privándose, si no se arrepiente y acude al sacramento de la penitencia, de la unión con Él para siempre.

Pero aunque el perdón del pecado por el sacramento de la Penitencia entraña la remisión de la pena eterna, subsiste aún la llamada “pena temporal”. La pena temporal es el sufrimiento que comporta la purificación del desorden introducido en el hombre por el pecado. Esta pena ha de purgarse en esta vida o en la otra (en el purgatorio), para que el fiel cristiano quede libre de los rastros que el pecado ha dejado en su vida.

Podemos poner una comparación. Imaginemos una intervención quirúrgica: un trasplante de corazón, por ejemplo. El nuevo corazón salva la vida del paciente. Se ve así liberado el enfermo de una muerte segura. Pero, cuando ya la operación ha concluido exitosamente, e incluso cuando está ya fuera de peligro, subsiste la necesidad de una total recuperación. Es preciso sanar las heridas que el mal funcionamiento del corazón anterior y la misma intervención han causado en el organismo. Pues de igual modo, el pecador que ha sido perdonado de sus culpas, aunque está salvado; es decir, liberado de la pena eterna merecida por sus pecados, tiene aún que reestablecerse por completo, sanando las consecuencias del pecado; es decir, purificando las penas temporales merecidas por él.

La indulgencia es como un indulto, un perdón gratuito, de estas penas temporales. Es como si, tras la intervención quirúrgica y el trasplante del nuevo corazón, se cerrasen de pronto todas las heridas y el paciente se recuperase de una manera rápida y sencilla, ayudado por el cariño de quienes lo cuidan, la atención esmerada que recibe y la eficacia curativa de las medicinas.

La Iglesia no es la autora, pero sí la mediadora del perdón. Del perdón de los pecados y del perdón de las penas temporales que entrañan los pecados. Por el sacramento de la Penitencia, la Iglesia sirve de mediadora a Cristo el Señor que dice al penitente: “Yo te absuelvo de tus pecados”. Con la concesión de indulgencias, la Iglesia reparte entre los fieles la medicina eficaz de los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos por la humanidad. Y en ese tesoro precioso de los méritos de Cristo están incluidos también, porque el Señor los posibilita y hace suyos, las buenas obras de la Virgen Santísima y de los santos. Ellos, los santos, son los enfermeros que vuelcan sus cuidados en el hombre dañado por el pecado, para que pueda recuperarse pronto de las marcas dejadas por las heridas.

¿Tiene sentido hablar hoy de las indulgencias? Claro que sí, porque tiene sentido proclamar las maravillas del amor de Dios manifestado en Cristo que acoge a cada hombre, por el ministerio de la Iglesia, para decirle, como le dijo al paralítico: “Tus pecados están perdonados, coge tu camilla y echa a andar”. Él no sólo perdona nuestras culpas, sino que también, a través de su Iglesia, difunde sobre nuestras heridas el bálsamo curativo de sus méritos infinitos y la desbordante caridad de los santos.

Cómo elegir padrinos

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Cómo elegir padrinos :
Función de los padrinos

Normalmente se los suele elegir por cuestiones de amistad, simpatía, reciprocidad (alguien elegido como padrino del hijo de un amigo, se siente obligado a retribuir nombrándolo padrino de un hijo) u otros motivos sociales. Todos estos motivos son válidos, siempre y cuando la persona tenga las condiciones que le permitan cumplir su tarea de padrino. No olvidemos que esta elección no es un premio, ni una distinción, ni un honor, sino una responsabilidad, para la cual hay que ser idóneo. Obviamente los lazos afectivos son importantes y ayudan a cumplir esta misión, pero deben ir acompañados por otros requerimientos.
Para comenzar habría que ver qué función cumple un padrino/madrina, ya que si queremos que cumpla bien su función, tendrá que tener las condiciones necesarias para ser capaz de llevarla adelante.

Los dos textos del Magisterio de la Iglesia que constituyen la referencia obligada son el Catecismo de la Iglesia Católica y el Código de Derecho Canónico.

El Catecismo de la Iglesia dedica dos números:
“Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana. Su tarea es una verdadera función eclesial” (n. 1255).

“Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos” (n. 1311).

Las condiciones exigidas por el Código de Derecho Canónico:
– «En la medida de lo posible, a quien va a recibir el bautismo se le ha de dar un padrino, cuya función es asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo». (872)
– «Téngase un solo padrino o una sola madrina, o uno y una». (873)
– «Para que alguien sea admitido como padrino, es necesario que:
1. haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla;
2. haya cumplido dieciséis años, a no ser que el Obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción;
3. sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir;
4. no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada;
5. no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar” (874 § 1).

Al ocuparse de la Confirmación señala:
«En la medida de lo posible, tenga el confirmando un padrino, a quien corresponde procurar que se comporte como verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al sacramento” (892).
En el canon 893 remite a las condiciones indicadas para los padrinos de Bautismo, añadiendo que «es conveniente que se escoja como padrino a quien asumió esa misión en el bautismo».

Vida cristiana coherente

Como vemos estos documentos, además de las condiciones específicas de edad y de recepción de los Sacramentos de la Iniciación cristiana, señalan una condición general de llevar una vida congruente con la fe.
Con esto quedan directamente excluidos como candidatos a padrinos:
– quienes viven en una situación matrimonial irregular (ya sea porque viven en concubinato o son divorciados vueltos a casar),
– quienes han incurrido en penas canónicas, o que han apostatado de la fe (adhiriendo a cultos de otras confesiones religiosas), etc.
E indirectamente quedan excluidos quienes no practican la fe. En efecto, una persona que no va a Misa los domingos, o que no se confiesa ni comulga, difícilmente pueda ser una ayuda espiritual en el camino hacia la madurez cristiana. Sería como contratar como maestro a una persona que a penas sabe leer y escribir.
Resulta obvio que no puede ponerse como ejemplo y modelo de la vida cristiana a quien no la vive con coherencia. Difícilmente pueda ayudar a recorrer el camino cristiano, quien haya decidido libremente no recorrerlo él mismo. Por eso el Catecismo señala que los padrinos deben ser «deben ser creyentes sólidos», y «capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana».
Cualquier cristiano practicante, coherente con su fe, puede ser padrino/madrina. No hacen falta otros requisitos especiales.

Estado de gracia

Aun que no es un requisito requerido por la Iglesia, se desprende de la función que cumple: es casi una cuestión de coherencia personal. Acudir en estado de pecado a asumir la responsabilidad de ayudar en la vida cristiana a alguien, sería algo realmente extraño: constituiría un contrasentido.

En el caso de la Confirmación se añadiría el hecho de que si el padrino careciera del estado de gracia, no estaría en condiciones de recibir la Eucaristía. Se daría así la “curiosidad” de que no podría acompañar a su ahijado en la Comunión.

La tarea de los padrinos es una verdadera función eclesial. La Iglesia les da un encargo, una tarea. Con la consiguiente responsabilidad: Dios pedirá cuenta a los padrinos de cómo han cumplido su tarea, y también los premiará especialmente por lo que hayan hecho por sus ahijados.

Cómo cumplen su función

Fundamentalmente de cuatro formas:
1. Oración. Siendo una tarea espiritual, la primera ayuda que brindan a sus ahijados es la oración. Deben rezar por ellos con frecuencia, para conseguirles la gracia necesaria para su vida cristiana.
2. Buen ejemplo
3. Orientación: enseñando, acompañando, corrigiendo, aconsejando.
4. Suplencia. En ausencia de los padres (porque no estuvieran presentes, o porque no se ocuparan) debe velar por la formación cristiana de sus ahijados, su práctica religiosa, etc.

Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María

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Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: «Dichosa tu, que has creído». Ella es nuestra madre en la fe.

María es , que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: «Hágase en mí según tu Palabra».

María es la madre del Verbo encarnado: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo», el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.

María es la contemplativa por excelencia, ella «guardaba todas estas cosas en su corazón». Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.

María es la mujer servicial: «Subió deprisa a la montaña a servir a su prima». Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: «Proclama mi alma la grandeza del Señor».

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: «No tienen vino».

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. «Junto a la Cruz estaba María, su madre».

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.