domingo, marzo 16, 2025
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El problema de ser bueno

El problema de ser bueno :
El problema de ser bueno es que uno cree que con eso es suficiente, pero no basta con ser bueno. Jesucristo miró a los Escribas y Fariseos, que eran gente buena, agradable y respetable, y les dijo a sus discípulos, «¿Los ven? Deben ser mejores que ellos». En otras palabras, su bondad no bastaba.

Si piensan que ser buenos es suficiente, quiere decir que no son lo suficientemente buenos. El problema de ser bueno es que se pone el carro delante de las mulas. Cuando vemos a personas santas como la Madre Teresa, podemos darnos cuenta de que ella hace cosas buenas. Alimenta a los hambrientos y rescata a bebés de vertederos de basura. Entonces nos sentimos inspirados y decidimos ser buenos también. Así, nos ofrecemos como voluntarios en un comedor de beneficencia y nos ocupamos de ayudar a los más necesitados. Todo eso es correcto y está bien, pero nos olvidamos de que antes de que la Madre Teresa saliera a las calles pasaba una hora en oración contemplativa. Ella era mucho más que buena. Ella era santa.

Su bondad y compasión eran de un orden diferente que la mera virtud humana. Cuando priorizamos ser buenos en vez de ser santos, estamos reemplazando a la santificación -el proceso por el cual Dios nos hace santos desde el interior hacia afuera- por una mera virtud humana. El problema con la mera virtud humana es que es una virtud meramente humana. No modifica nuestro interior. «Que te pongas un sombrero de vaquero no quiere decir que seas Tejano…» Sólo por hacer el bien no quiere decir que te hayas convertido en la imagen de Jesucristo.

El otro problema de ser bueno (y ser sólo bueno) es que de este modo probamos que el argumento de los ateos es correcto. A los ateos les gusta observar que no es necesario ser cristiano e ir a la iglesia para ser buenos. No están equivocados, por cierto. Hay gente tonta. Cuando nosotros, como católicos, resaltamos las buenas obras y nos jactamos de lo que hacemos por alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos, llegan a la conclusión de que lo más importante del cristianismo consiste en ayudar a los pobres. Pero, ¿son tontos? Si fuimos nosotros los que les hemos dicho que esto es lo más importante… Fuimos nosotros mismos los que torcimos las prioridades. De hecho, no son tontos, sino que son bien listos pues llegaron a esa conclusión a partir de lo que nosotros les dijimos. Creen que para los cristianos lo más importante es alimentar a los pobres y de este modo llegan a la conclusión de que no necesitan ir a la iglesia para hacerlo.

Y después nos preguntamos porqué ya nadie asiste a Misa…

La idea de que ser bueno es suficiente es la herejía más persistente y perniciosa que existe dentro del catolicismo. El fantasma de Pelagio aún ronda en nuestros recintos sagrados y necesitamos escuchar una y otra vez que no deberíamos ser tan sólo buenos, deberíamos ser mejores y no sólo mejores, sino los mejores.

La Iglesia lo denomina «el llamado universal a la santidad», que quiere decir que cada uno de nosotros estamos llamados ante todo a ser santos. Ser santos no consiste en ser extremadamente piadosos, mojigatos y devotos, sino en ser quien Dios pretende que seamos. A través de la oración, del sacrificio y de la devoción nos acercamos más a Dios y en tanto más nos acerquemos a Él más nos pareceremos a aquél a quien adoramos. Esta es la tarea principal del cristiano y mientras llevamos a cabo esa tarea somos impulsados a hacer las obras buenas que caracterizan nuestro llamado.

10 Cosas que debes dejar para poder ser feliz

10 Cosas que debes dejar para poder ser feliz :
A continuación te presentamos 10 cosas que tienes que dejar de hacer para poder ser feliz de una buena vez y para siempre. ¿Cómo ser feliz? Debes soltar todo lo que te causa tristeza, dolor, estrés y sufrimiento. Libérate y date la oportunidad de ser feliz.
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1.- Deja de querer controlarlo todo

Esto es asfixiante. Si de verdad quieres ser feliz debes tratar de dejar querer controlarlo todo. Conozco personas que quieren tener el control de todo y, lo que hacen es amargarle la existencia a todo aquel le rodea y así mismo. Deja de controlar a tu pareja, a tus hermanos, a tu madre, a tu padre, a los eventos o situaciones, etc.

No es justo. Entiendo que lo que no quieres es que el otro fracase. Quizá sientes que tienes la responsabilidad de velar para que no le suceda al otro lo que te sucedió a ti, pero… entiende que algunas personas aprenden de su propia experiencia, no de la de los demás. Da tu consejo y deja que el otro sea libre de elegir lo que cree que más le conviene. Deja a los demás ser como son, verás que serás feliz.

2.- Deja de cargar con la responsabilidad de los demás

Esto es muy importante, cada uno tiene que aportar su grano de arena. He visto personas que cogen todo para ellos solos, y cargan con todo el peso de la responsabilidad. Luego, las personas se hacen los locos y te dejan todo a ti: en el trabajo, en la casa, en la universidad, en el colegio, en la iglesia. Deja que cada quien aporte su parte, aunque esta sea pequeña. TU NO TIENES que cargar con los compromisos del otro.

Coopera, pero no cargues con la responsabilidad ajena: tú debes ser feliz.

3.- No siempre tienes la razón

Sé que es difícil dar tu brazo a torcer. Es probable que los demás no quieran o no están en la capacidad de entender tu punto de vista. Pero… déjalo ir, no vale la pena imponerte y lastimar a los que te rodean. Es una situación demasiado estresante,¡déjalo ir!

Discutir y violentarte quitará años a tu vida. Si te enojas demasiado, cálmate y espera que las aguas vuelvan a su curso. Si estás en lo correcto, Dios te dará la razón. Tú mereces ser feliz.

4.-¿Por qué te preocupa ser aceptado?

Para ser feliz, no finjas ser alguien que no eres sólo para lograr ser aceptado. ¿Qué sucederá cuando te quites la máscara y todos vean realmente cómo eres? No, debes ser tu mismo, eso es lo que te hace especial. Le caerás bien a algunos, le caerás muy mal a otros: No te preocupes.

Jesús nuestro Señor pasó exactamente por lo mismo… Deja que las personas te acepten tal y como eres, no te esfuerces y, por favor, para ser feliz no debes pretender ser alguien que en verdad no eres.

5.-No te quejes tanto

“Al mal tiempo, buena cara”, no sé quién lo dijo, pero de seguro que era bien sabio. Al ser humano les ocurren cosas malas todo el tiempo. Es aceptable que te quejes y sufras lo que te acontece, pero lo que no está bien es que vivas quejándote hasta de la más mínima cosa. No es fácil vivir con alguien que vive quejándose todo el tiempo de pequeñeces, cuando hay tanta gente sufriendo por cosas mayores. Cuando sientas la necesidad de quejarte, mira a tu alrededor, de seguro verás gente con problemas el triple de pesados que el tuyo y, quizá, hasta los veas felices.

6.-Deja de dar tantas excusas

Para ser feliz no las necesitas !suéltalas! Las excusas te limitan, te estancan y no te dejan vivir tu vida al máximo.

Hoy vas a decir: Yo puedo, yo quiero y voy a salir adelante. Voy a terminar ese proyecto tan importante para mí y para mi familia y no lo voy a postergar más y, con la ayuda de Dios saldré a camino y seré feliz.

7.-Deja de criticar

No somos iguales, si fuera lo contrario, ¿este mundo sería sumamente aburrido? Pero… Sí, existe algo que compartimos todos: el deseo de ser felices.

Deja al otro vivir su vida para que puedas tener tiempo de vivir la tuya.
Jesús dijo a sus discípulos: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados”.

¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

Si vas a criticar hazlo adoptando una actitud responsable, no dañina, sino más bien constructiva y llena de amor. Debes primero conocerte y también comprender al otro. La crítica dañina agrandará las diferencias entre tú y tu prójimo,¡te impedirá ser feliz!.

8.-No te resistas a los cambios

Los cambios son buenos. Nos ayudan a permanecer en movimiento. Los cambios mejoran nuestra vida y la de los demás. Dios sabe por qué pasan las cosas. ¿No te ha pasado que te cambian algo de repente y luego las cosas te salen mejor? Sé feliz y acepta el cambio… No te resistas, sigue la corriente.

Señor, haz conmigo lo que quieras, porque sé que siempre haces lo que consideras mejor para mí.

9.- Deja ir el pasado

Para ser feliz es necesario que dejes ir el pasado, no es nada fácil. Sobre todo si nuestro pasado fue mejor que nuestro presente. Pero, debes reconocer que el pasado ya pasó y solo te queda vivir el presente. Ten en cuenta que ahora en el presente puedes realizar cosas que te enorgullezcan y te hagan aceptar y ver tu pasado de forma positiva.

No te quedes en el ayer lamentándote. Vive el presente y no pienses que tu futuro será aterrador. ¡Es ahora o nunca!

10.-No te apegues a nada

El hecho de que no seas apegado a una cosa, no quiere decir que no lo aprecias o no lo ames. Cuando sientes apego a alguna cosa quiere decir que tienes miedo de perderle. Nada es para siempre, lo que si es para siempre es el amor infinito de nuestro Padre Celestial. El amor y el miedo no coexisten, debes romper este lazo para que llegues a ser una persona: tolerante, pacifica, amable, empático, amorosa.

Es algo difícil de explicar, pero te conviertes en alguien que acepta con amor todo lo que le acontece.

Esperamos que estos consejos te ayuden a ser feliz, de una buena vez y para siempre.

Papa Francisco pide llevar el anuncio de la Resurrección a los marginados

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Papa Francisco pide llevar el anuncio de la Resurrección a los marginados:
Antes del rezo del Regina Coeli en el Tercer Domingo de Pascua, el Papa Francisco dirigió unas palabras a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para animarlos a llevar el mensaje de la Resurrección de Jesús y “su misericordiosa potencia” a cuantos encontramos, especialmente a quienes sufren y a los marginados.

“El gran anuncio de la Resurrección infunde en los corazones de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencible. ¡Cristo verdaderamente ha resucitado! También hoy la Iglesia continúa haciendo resonar este anuncio gozoso”, expresó el Santo Padre.

El Pontífice basó su reflexión en el Evangelio dominical que narra la tercera aparición de Jesús Resucitado a sus discípulos, ocurrida esta vez en el lago de Galilea y que narra la pesca milagrosa.

Explicó que “la narración se coloca en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a sus tierras y a sus labores de pescadores, después de los desconcertantes días de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido”.

“Pero, mientras todo parecía haber terminado, es una vez más Jesús que va a ‘buscar’ nuevamente a sus discípulos. Es Él que va a buscarlos. Esta vez los encuentra en el lago, donde ellos habían transcurrido la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías aparecen, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo para seguirlo, llenos de esperanza… ¿Y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero después pensaban: ‘Se ha ido, y nos ha dejado… Ha sido como un sueño esto’”, señaló.

Sin embargo, “ahí, en la aurora Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen. A esos pescadores, cansados y desilusionados, el Señor les dice: ‘Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán’. Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante. A este punto Juan se dirige a Pedro y dice: ‘¡Es el Señor!’. Y enseguida Pedro se tiró al agua y nadó hacia la orilla, hacia Jesús”.

“En aquella exclamación: ‘¡Es el Señor!’, está todo el entusiasmo de la fe pascual – ¡Es el Señor! – esta fe pascual llena de alegría y maravilla, que contrasta fuertemente con el desconcierto, el desaliento, el sentido de impotencia que se habían acumulado en el espíritu de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado trasforma cada cosa: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil se hace nuevamente fructífero y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja el lugar a un nuevo impulso y a la certeza que Él está con nosotros”, afirmó Francisco.

El Papa señaló que “desde entonces, estos mismos sentimientos animan a la Iglesia, la Comunidad del Resucitado. Todos nosotros somos la Comunidad del Resucitado. Si con una mirada superficial puede parecer a veces que las tinieblas del mal y la fatiga del vivir cotidiano tengan la prevalencia, la Iglesia sabe con certeza que a cuantos siguen al Señor Jesús resplandece ahora perenne la luz de la Pascua”, porque “el gran anuncio de la Resurrección infunde en los corazones de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencible”.

“¡Cristo verdaderamente ha resucitado!”, exclamó el Papa, y pidió llevar el anuncio de la Resurrección de Jesús “a cuantos encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, a los refugiados, a los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su misericordiosa potencia”.

Finalmente, el Santo Padre pidió que el Señor “renueve también en nosotros la fe pascual. Nos haga siempre conscientes de nuestra misión al servicio del Evangelio y de los hermanos; nos llene de su Santo Espíritu para que, sostenidos por la intercesión de María, con toda la Iglesia podamos proclamar la grandeza de su amor y la riqueza de su misericordia”.

EL VALOR DE LAS PROMESAS

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EL VALOR DE LAS PROMESAS :
El valor de las promesas se basa en la garantía, el cumplimiento. Hacemos promesas en la vida a otros y a nosotros mismos, pero hemos sido fieles a ellas? Nuestro Padre Celestial, nos ha hecho muchas promesas y ninguna de ellas ha fallado.
1 Reyes 8:56.
Bendito sea Dios, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que él había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo, ha faltado.

El Valor de Las promesas divinas se demuestra en los siguientes aspectos:

Promesa de un Salvador.
Génesis 3:15 Y pondré enemistad entre ti y la
mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.
Gálatas 4:4. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley. Lucas 2:11.

Promesa de Vida Eterna.
1 Juan 2:22. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.

Promesa de Liberación.
Salmos 34:19. Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Dios. El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado

Promesa del Espíritu Santo.
Lucas 11:13. Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Promesa de respuesta a la oración.
Jeremías 33: 3. Clama a mi y yo te responderé y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tu no conoces.
Promesa de suplir todas nuestras necesidades.
Filipenses 4:19. Mi Dios pues suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Promesa en relación a los hijos.
Isa. 54:13. Y todos tus hijos serán enseñados por Dios; y se multiplicará la paz de tus hijos. Y este será mi pacto con ellos, dijo Dios: El Espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la boca de los hijos de tus hijos, dijo Dios, desde ahora y para siempre.

Estas promesas divinas tienen garantía:
Se cumplen.
Hebreos 10:23 Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.

Continúan hasta que el plan sea completado.
Sal. 119:90. De generación en generación es tu fidelidad; Tú afirmaste la tierra, y subsiste.
Compañerismo con Cristo.
1 Corintios. 1:9 Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
Nuestra victoria sobre la tentación.
1 Corintios 10:13. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

Nos guardará del mal.
2 Tesalonisenses 3:3. Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.

Perdón de nuestros pecados.
1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Preservados hasta el día de Jesucristo.
1 Tesalonisenses 5:23,24 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

Habilidad para confiar en El en todas las circunstancias y pruebas.
Sal. 119:75. Conozco, oh Dios, que tus juicios son justos,Y que conforme a tu fidelidad me afligiste.
No hay duda de que Dios es fiel. Su palabra lo confirma, sus hechos, Sus promesas. Es necesario creerle a Dios y vivir para El, en El, por El, y a través de El. “Pon tu delicia en Dios y el te concederá las peticiones de tu corazón” Salmos 37:4.

Opinar y juzgar no es lo mismo

Opinar y juzgar no es lo mismo :
Se nos recuerda: no debemos juzgar a otros, sobre todo si juzgamos sin conocer motivos, atenuantes y sin examinar si estamos siendo objetivos. La común precipitación para condenar a otros sin reflexionar el caso, hace mucho daño, a ellos y al propio juzgador espontáneo. Igualmente a los que repiten juicios que oyeron o leyeron sin que les conste nada.

Reflexión

Pero, podemos decir: ¿qué debo pensar, hacer o decir cuando sé que alguien hace algo que está mal? Si la “evidencia” me indica que se ha cometido una falta, un delito, un pecado… ¿no puedo juzgar lo que veo? La respuesta es: ¡No, no tenemos derecho!

Es verdad que podemos conocer actos indebidos que parecen cometidos por una persona, ¿cómo podemos entonces cerrar la mente para no pensar en ello, es decir, para no juzgar? No podemos evitar la reflexión sobre un acto, pero es posible ponernos límites, pues hay que distinguir entre opinar y juzgar. Lo primero es parte de un proceso, que debemos detener antes de juzgar.

No asumamos el papel de juez. El juez revisa un caso, las acusaciones, las pruebas de cargo y de descargo y con su conocimiento y experiencia (que debe tener), llega a una conclusión, y dicta sentencia. Esa sentencia es absolutoria o condenatoria. Si es condenatoria, porque está convencido que se violó la ley, ejerce el poder recibido para condenar y con ello aplicar una pena. Pero, algo más, el juez no es el verdugo.

Lo que hace el juez, como resultado de su análisis de causas, es lo que nosotros no podemos hacer: condenar y penalizar. Esta es la diferencia entre opinar y juzgar. Muchas veces acusamos y de una misma vez condenamos a alguien por un hecho indebido que parece haber cometido; pero, ¿tenemos todos los elementos para opinar, y para juzgar?

Los casos en que se acusa y juzga a inocentes por faltas que no cometió, son demasiado frecuentes. Lo más grave es que cuando juzgamos a alguien, no solamente nos quedamos con el juicio y su condenación, sino que en cuanto podemos lo gritamos a los cuatro vientos: que todos lo sepan. Que al responsable lo señale el mundo, lo humille, lo condene, le dé la espalda; y luego, en muchas ocasiones, resulta que es inocente o no es tan culpable, y es muy tarde para rectificar.

El problema de juzgar, que no de hacerse de una opinión, es que una vez que señalamos al culpable y resulta que no lo es, entonces la soberbia nos impide rectificar. Después del grito de ¡culpable! Nos quedamos callados.

Cuando juzgamos, y dictamos nuestra personal sentencia, olvidamos el caso de la mujer adúltera del Evangelio: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. El problema es que la soberbia de constituirnos en jueces del actuar de los demás, nos impide reconocer, ante los demás, nuestro error, inclusive nos negamos a considerar la posibilidad de habernos equivocado.

Los juicios y penalizaciones han llevado a la gente a cometer delitos para “castigar” al culpable. Las chusmas son azuzadas para que agredan, apedreen y hasta quemen y maten a supuestos culpables: “justicia” por propia mano. Tan grave pecado e injusticia cometen quienes hacen el juicio y condenan como quienes los asumen y participan como verdugos en la ejecución de la condena. Una chusma fue azuzada para que gritara que se crucificara a un justo y se liberara a un delincuente, y así Pilatos, lavándose las manos, envió a Jesús a morir en el Calvario.

Insisto, entre opinar y juzgar hay, aunque no lo parezca, una gran distancia. La vida está llena de juicios precipitados, de acusaciones que pasan de boca en boca o son publicadas “para que todo mundo se entere”. Son los chismes, la maledicencia, la difamación, la calumnia. Lo más notorio es precisamente la precipitación, que no da tiempo a conocer más sobre el caso. La acusación, el juicio y la condena, se hacen en un solo acto.

Esto no se puede hacer; es más, un juez profesional no lo hace; toma su tiempo, pero los juzgadores sociales se sienten Dios: no tienen que pensar nada, allí está “la prueba”, y sin pensarlo acusan ante quien quiera escucharles o leerles, su juicio. ¿Y la sentencia y el castigo? Como verdugos, denigrar “al culpable” o culpables, ¡que lo sepan todos! Y así se corren las voces, y hasta se acusa y señala a alguien de oídas, porque se sabe “de buena fuente” que es culpable.

Primero que todo, un principio general de Derecho es la presunción de inocencia, y segundo, que el presunto responsable tiene derecho a defenderse, a dar su versión y presentar lo que se llama pruebas de descargo, a su favor.

Así, cuando nos parece evidente que alguien ha actuado mal, lo primero que se debe hacer es no precipitar conclusiones; hay que saber más, y aún es posible que la verdad de los hechos nunca la lleguemos a conocer. Así que en vez de lanzar condenas, sentencias al aire, guardemos nuestras opiniones, y no las convirtamos en acusaciones públicas o nos nombremos verdugos. Muchas buenas honras y famas han sido mancilladas, y luego no hay vuelta atrás, los daños hechos no se reparan. Y no sirve decir “es que yo pensé… yo creí…”

No nos arroguemos en jueces, no lo somos. Y recordemos que como juzgamos, también somos juzgados. El ofrecimiento de Jesús: no juzguéis y no seréis juzgado, tan maravilloso, debe ser aceptado. Evitemos juzgar, aunque algo nos parezca mal, no cometamos ese pecado.

Si, el reír rejuvenece

Si, el reír rejuvenece :
¿La risa, la sonrisa? algo que muchos considerarán intrascendente, pero sin embargo es de gran importancia y valor.

Valioso e importante para nuestro caminar por la vida, para nuestro trato con los demás, para nuestro beneficio y hasta para nuestra salud.

La risa y la sonrisa. Según una terapeuta que realizó estudios en los Estados Unidos relativos a los beneficios de la risa para la mente y el cuerpo humano, así como las terapias adicionales a la misma, tales como la respiración consciente, la expresión corporal, el canto y la conversación eran factores importantísimos, aparte de un signo externo de alegría, para prevenir las enfermedades cardiovasculares, calmar los dolores físicos, regular el sistema nervioso y aliviar el stres.

No sabemos que es lo que pensarán los médicos al respecto pero lo que si sabemos todos es que reír es algo que nos deja el alma aligerada, que es una sensación extraordinaria de bienestar y gozo que como algo mágico nos transporta un poco a nuestros tiempos infantiles y por eso el reír rejuvenece. Si, el reír rejuvenece… ¡Y qué poco reímos!

Al sentirnos adultos nos revestimos de una gran austeridad y de una propiedad tan seria y formal que vamos olvidando poco a poco lo que es el reír y podemos decir que pasan días y días sin que la risa vigorice nuestra personalidad y alegre nuestra existencia y la de los demás. Ceño fruncido, mirada torva y reconcentrada, gesto adusto, labios apretados… eso hace daño al corazón y al espíritu.

La Madre Teresa de Calcuta solía decir: «Familia que reza unida, permanece unida» y estamos de completo acuerdo pero también nos atrevemos a decir que : «Familia que ríe unida, permanece unida»

Y reírnos un poco de nosotros mismos es el mejor antídoto para sobrellevar con buen ánimo todos nuestros errores y fallas que como seres humanos tenemos.

Es cierto que no siempre hay motivos para reír, pero de lo que no podemos prescindir es de la sonrisa. La sonrisa no es carcajada, es algo más sutil, es como dice de ella Martín Descalzo: «Si yo tuviera que pedirle a Dios un DON, le pediría que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de la expresión humana. Debe ser, por ello, muy fácil enamorarse de personas que poseen una buena sonrisa. Y ¡qué afortunados quienes tienen un ser amado en cuyo rostro aparece con frecuencia ese fulgor maravilloso!».

Cuando alguien nos sonríe nos está mandando un mensaje de paz, de equilibrio interior, de dulzura y de amor. Quién sabe amar sonríe fácilmente Las personas amargadas, egoístas, envidiosas, no saben sonreír y mucho menos si son orgullosas.

Reír es bueno para la salud porque la alegría es cosa sana y provechosa. Sonreír es ir derramando un haz luminoso de calor y ternura para los demás, es como un destello del mismo Dios que brota como agua fresca para las almas sedientas que se nos acercan.

Que nuestra sonrisa no sea un gesto forzado, sino algo espontáneo y natural que dará a nuestra personalidad un relieve maravillosamente profundo y humano.

AGRADECE TU CRUZ

AGRADECE TU CRUZ :
Dice una homilía de #Pascua del Siglo II: “La cruz gloriosa del Señor resucitado es el árbol de la salvación. De el yo me nutro, en el me deleito, en sus raíces crezco. En sus ramas yo me extiendo”

Hoy es el 1er viernes de este maravilloso tiempo litúrgico y por ende el momento idóneo para pensar en ese árbol que nos trajo la salvación que celebramos: La Cruz.

La cruz fue un método antiguo de ejecución utilizado siete siglos antes de la época de Cristo y posteriormente adoptado por los romanos. La idea de esta tortura era infundir temor público, exhibiendo a los condenados a la vista todos y alargando su sufrimiento así como el tiempo de su muerte. Todo esto poseía una importante labor de adoctrinamiento social pues los penados sufrían las burlas y reprobación del pueblo y con ellos, sus familias.

La cruz estaba pensada entonces para exhibir. Diríamos hoy día, para “publicitar” las faltas y su castigo.

Podemos preguntarnos ¿cómo entender que Dios viera a bien una muerte en cruz para la redención de los hombres?…más aun tratándose de su propio hijo quien tendría que sufrir el suplicio.

Precisamente la mentalidad de Dios sobre la Cruz, sobre el dolor, sobre la dificultad o la pena, es por mucho distinta a la nuestra porque Él es capaz de “transformar” el sentido, la realidad y hasta la substancia de las cosas, pues justamente ha creado todo de la nada. Incluso ha creado aquello a lo que nosotros no podemos por nuestra propia razón otorgar sentido: el sufrimiento y la muerte.

De esta forma, como menciona la homilía que citamos al principio. La Cruz ha pasado de ser un instrumento terrible, horroroso, de espanto… a un signo glorioso, magnifico, incluso capaz en su naturaleza de reflejar la pureza y profundidad del AMOR DE DIOS.

Quien mira una Cruz y no se siente amado… aun no ha entendido el sentido de la muerte de Cristo. Se ha quedado en su muerte… no lo ha visto resucitar aun.

En este día pide a Dios poder ver tu propia cruz. Poder valorarla, poder entenderla.

Agradece tu cruz… solo quien tiene una puede morir en ella cada día y resucitar igual que el Nazareno, para dar gloria a su Padre, que es también tu Padre.

Dime cómo rezas y te diré cómo vives

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Dime cómo rezas y te diré cómo vives :
Hay un dicho entre nosotros que dice así:

Dime cómo rezas y te diré cómo vives, dime cómo vives y te diré cómo rezas, porque mostrándome cómo rezas, aprenderé a descubrir el Dios que vives y, mostrándome cómo vives, aprenderé a creer en el Dios al que rezas; porque nuestra vida habla de la oración y la oración habla de nuestra vida. A rezar se aprende, como aprendemos a caminar, a hablar, a escuchar. La escuela de la oración es la escuela de la vida y en la escuela de la vida es donde vamos haciendo la escuela de la oración.

Y Pablo a su discípulo predilecto Timoteo, cuando le enseñaba o le exhortaba a vivir la fe, le decía acuérdate de tu madre y de tu abuela. Y a los seminaristas cuando entran al seminario muchas veces me preguntaban Padre pero yo quisiera tener una oración más profunda, más mental. Mira sigue rezando como te enseñaron en tu casa y después poco a poco tu oración irá creciendo como tu vida fue creciendo. A rezar se aprende como en la vida.

Jesús quiso introducir a los suyos en el misterio de la Vida, en el misterio de su vida. Les mostró comiendo, durmiendo, curando, predicando, rezando, qué significa ser Hijo de Dios.

Los invitó a compartir su vida, su intimidad y estando con Él, los hizo tocar en su carne la vida del Padre. Los hace experimentar en su mirada, en su andar la fuerza, la novedad de decir: Padre nuestro.

En Jesús, esta expresión no tiene el gustillo de la rutina o de la repetición, al contrario, tiene sabor a vida, a experiencia, a autenticidad. Él supo vivir rezando y rezar viviendo, diciendo: Padre nuestro.

Y nos ha invitado a nosotros a lo mismo. Nuestra primera llamada es a hacer experiencia de ese amor misericordioso del Padre en nuestra vida, en nuestra historia. Su primera llamada es introducirnos en esa nueva dinámica de amor, de filiación. Nuestra primera llamada es aprender a decir «Padre nuestro», como Pablo insiste, Abba.

[…] Somos invitados a participar de su vida, somos invitados a introducirnos en su corazón, un corazón que reza y vive diciendo: Padre nuestro. ¿Y qué es la misión sino decir con nuestra vida, desde el principio hasta el final, que es la misión sino decir con nuestra vida: Padre nuestro?

A este Padre nuestro es a quien rezamos con insistencia todos los días: y que le decimos en una de esas cosas no nos dejes caer en la tentación. El mismo Jesús lo hizo. Él rezó para que sus discípulos -de ayer y de hoy- no cayéramos en la tentación.

¿Cuál puede ser una de las tentaciones que nos pueden asediar?
¿Cuál puede ser una de las tentaciones que brota no sólo de contemplar la realidad sino de caminarla?
¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? […]
Creo que la podríamos resumir con una sola palabra: resignación. Y frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. ¿Y qué le vas a hacer?, la vida es así.

Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino;
Una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras […] aparentes seguridades;
Una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Nos quita la alegría, el gozo de la alabanza.
Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos frena para arriesgar y transformar.
Por eso, Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación.

[…]

Papá. Padre, papá, abba. Esa es la oración, esa es la expresión a la que Jesús nos invitó.

Padre, papá, abba, no nos dejes caer en la tentación de la resignación, no nos dejes caer en la tentación de la asedia, no nos dejes caer en la tentación de la pérdida de la memoria, no nos dejes caer en la tentación de olvidarnos de nuestros mayores que nos enseñaron con su vida a decir: Padre Nuestro.