viernes, marzo 14, 2025
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Beato Luis Variara, fundador de una congregación formada por leprosas

“Dios vela sobre su congregación y se sirve hasta de los instrumentos más inútiles para obrar cosas grandes”, expresó una vez el Beato salesiano Luis Variara, que sirvió a muchos personas afectadas por la lepra y con quienes fundó las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Su fiesta se celebra cada 15 de enero.

El Beato Variara nació en 1875 en Italia. A los doce años ingresó al Oratorio de Valdocco y conoció muy de cerca a San Juan Bosco en sus últimos días.

En una ocasión, Luis contó que él y sus amigos jugaban en el patio, cuando llegó el Santo de los jóvenes. Apresurado, trató de escabullirse entre la multitud para verlo y justo antes de que se fuera, vio que los ojos de Don Bosco lo miraron fijamente. El Beato Variara en ese momento tuvo la seguridad que había conocido a un hombre santo y que Don Bosco había leído algo en su alma que solo Dios y el Santo pudieron saber.

Más adelante pidió hacerse salesiano y realizó su profesión religiosa ante el Beato Miguel Rua, quien le susurró al oído: “Variara, no varíes”. Con el tiempo conoció al P. Unia, quien era misionero entre los leprosos de Agua de Dios en Colombia y se fue allí a servir a una población de 2 mil habitantes, de los cuales 800 padecían de lepra.

Organizó una banda musical de niños y jóvenes con esta enfermedad y creó un clima de fiesta en medio de una “ciudad del dolor”. Fue ordenado sacerdote en 1898 y se convirtió en un gran director espiritual.

En el trabajo con los jóvenes descubrió que un grupo de muchachas tenían inquietud vocacional, pero como ninguna congregación aceptaba a una leprosa o hija de leprosos, entonces fundó la Congregación de las “Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María”, institución que permanece activamente en varias naciones hasta nuestros días.

En 1905 inauguró el Asilo “P. Miguel Unia” y empezó a vivir un período de sufrimientos, incomprensiones y calumnias que durarían hasta su muerte. Tuvo que alejarse de Agua de Dios y por obediencia fue enviado a servir en otras ciudades colombianas y en Táriba (Venezuela).

Su salud empeoró de forma preocupante y fue llevado a Cúcuta (Colombia) para que se repusiera. Allí empeoró y partió a la Casa del Padre el 1 de febrero de 1923 con solo 49 años de edad.

Años después sus restos mortales fueron trasladados a la Capilla de sus Hijas en Agua de Dios y en 2002 fue declarado Beato por San Juan Pablo II.

Por: Aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según Marcos 2,18-22
Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echarían a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.»

Cuando el desierto es un espejismo

En la guía espiritual de las personas, en numerosas ocasiones he constatado el dolor ante situaciones de aridez en la oración, esa falta de “consolaciones” como las llamaría san Ignacio, eso que algunos llaman desierto interior a causa de su experiencia, a veces sentida como devoradora, de la sed de Dios. Así entendido, se trata de un desierto, diría yo, divisado paradójicamente como en un espejismo “a la inversa”.

Es decir, sabemos que en el desierto hay oasis. Y desde niños hemos escuchado que quien se ha perdido en el desierto suele ser aquejado de “espejismos”, más claros y más dolorosos cuanto mayor es su sed, por los cuales le parece ver agua, divisar a lo lejos un oasis, cuando lo que hay en realidad es sólo arena abrasada por el sol. El sediento corre… y halla sólo arena.

Pues bien, en la oración, cuando la sed aqueja, y cuando la aridez duele, el espejismo es el desierto, sobre un lago de gracia y de presencia de Dios en nuestro interior. Sí, como lo leen. “Me muero de sed”, experimenta el orante. Pero el tiempo pasa, la sed crece… pero… el orante no ha muerto. Al contrario, ¡reza más! Y constata que a causa de la sed abrasadora, si le hubiera faltado el agua ya tendría que estar muerto… pero no ha muerto, luego… ¡hubo agua! Algún manantial escondido y recóndito, una corriente de agua fresca y saludable, bajo la arena inclemente del desierto, sació y sigue saciando imperceptiblemente, insensiblemente, pero con certeza salvadora, la sed del corazón.

La sed espiritual suscita el deseo, y del deseo, como decía san Agustín, nace el amor. La sed abrasadora, hace inflamar el deseo de Dios que enciende en nuestro corazón un amor ardiente. Un amor, sin embargo, que no es sino la presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. Un amor que sólo puede ser suscitado por Él. Que es Dios mismo. Nadie puede decir ni siquiera “Jesús” sino por el Espíritu, decía San Pablo. Y el Espíritu es esa corriente de Agua viva que brotó del costado traspasado de Cristo y que no ha cesado de manar en su Iglesia desde entonces, como un manantial incesante que desde el seno de la tierra abrió sus fuentes de vida eterna en nuestro corazón el día de nuestro bautismo.

Desde aquel día, nuestro corazón está inundado de Espíritu. ¿Cómo es posible entonces que tengamos sed? ¿Cómo es posible que crezca en nosotros esa sed cuanto más nos acercamos a beber a la fuente de nuestra salvación, por la oración y la vida de gracia? Ah, eso se lo tendríamos que preguntar a Él. Es que Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él, decía también san Agustín, y por eso se encarga de, al mismo tiempo que nos proporciona el agua, encendernos el corazón como un horno de un fuego de amor tan abrasador, que pide más agua para saciarse, para refrescarse, para no explotar de amor. El amante, porque ama y es amado, tiene sed de poseer y ser poseído por el amado. Si no hubiera amor, no habría sed. Si no hubiera agua, no nos parecería que vivimos en el desierto.

Y resulta entonces que oramos, buscando en un océano de amor de Dios, y no vemos sino arena. Desierto y más desierto. No se sabe bien qué agua desearíamos. Tal vez convendría que nos preguntáramos si no estamos esperando un agua que no es la de Dios. Si lo que deseamos saciar no será nuestra propia sensibilidad. En todo caso, esos ojos con los que contemplamos, son ojos que el Señor desea purificar. A medida que la mirada del corazón, iluminada por el Espíritu Santo, y en el ejercicio de las virtudes teologales, se detiene en contemplar a Dios mismo presente en el fondo del corazón, y contempla la propia historia, y el propio corazón según la mirada de Dios, el espejismo comienza a desvanecerse, y el lago que nos habita en las profundidades de nuestro ser, aparece bellísimo, manso e imponente, como un profundo sentimiento espiritual, hecho de conocimiento intuitivo y experimental innegable, de paz, de gozo y de compañía de Dios. Es imposible decir que nos morimos de sed de Dios, cuando nos experimentamos permanentemente empapados de su amor.

A Dios le agrada nuestra sed, que Él mismo suscita. Tal vez le gustaría también que, puesto que estamos sedientos, bebamos tranquilos y contentos del agua que nos da tan continua y sobreabundantemente. Sí, esto es real. En Él, Agua viva, vivimos, nos movemos y existimos. Vayamos donde vayamos, oremos como oremos, nada nos impide saciar nuestra sed. Nada. Excepto nuestros espejismos, que lo único que consiguen es centrarnos en nosotros mismos. Eso los desenmascara como lo que son: un engaño. Alguno podrá decir: “sí, pero los místicos pasaron la noche de los sentidos, y la noche oscura del espíritu, y describían estados reales de desierto y oscuridad…” Sin duda alguna. Pero basta leer la Subida al Monte Carmelo o la Noche Oscura de San Juan de la Cruz, o la Vida o las Moradas de Santa Teresa, y no hallaremos sino precisamente esto: que el paso por estos estados es un paso purificador, que más allá de lo que lo que los sentidos sensibles o espirituales experimenten o no experimenten, más allá de nuestras expectativas y conceptos sobre Dios o sobre la vida de oración, se abre paso, por la acción del Espíritu Santo en el corazón que lo acoge y a Él se abandona, la certeza de la presencia de Dios; y que los más altos estados místicos se caracterizan por un sereno, humilde y gozoso morar en Dios y un ardiente, abundantísimo e incesante amor de caridad.
Por: Ángeles Conde | Fuente: https://la-oracion.com 

Obispos rechazan aborto en Polonia: Derecho a la vida no es cuestión de religión

La Conferencia Episcopal de Polonia afirmó que “el derecho a la vida no es solo cuestión de religión o filosofía, sino que deriva de la ley natural y de la dignidad del hombre universalmente reconocida”.

Los obispos hicieron esta afirmación en una declaración publicada antes del debate parlamentario del 10 de enero, donde se discutió un proyecto de ley para permitir el aborto a pedido dentro de los tres primeros meses de gestación.

El debate culminó con el rechazo de este proyecto de ley.

La declaración episcopal también aparece cuando 830 mil ciudadanos han firmado una iniciativa legislativa titulada “Stop aborcja”, para restringir las causales del aborto en el país y cuyo debate ya se inició en el Parlamento.

Los obispos indicaron que “en vez de abortar, siempre se puede dar al niño en adopción”. Resaltaron que “quienes respetan los derechos humanos, entre estos el primero que es el derecho a la vida, no deberían sostener proyectos legales contra la vida”.

Los prelados solicitaron a los fieles “rezar por la protección de la vida de los niños no nacidos” y exhortaron a los parlamentarios a “respetar el derecho a la vida de todo ser humano”.

Los obispos de Polonia recordaron la frase de San Juan Pablo II: “Una nación que mata a los propios hijos es una nación sin futuro”.

Por: aciprensa.com

San Hilario de Poitiers, Doctor de la Iglesia

“Dios sólo sabe ser amor, y sólo sabe ser Padre. Y quien ama no es envidioso, y quien es Padre lo es totalmente”, decía San Hilario de Poitiers, Doctor de la Iglesia y gran defensor de la divinidad de Cristo. Su fiesta es cada 13 de enero.

San Hilario nació en Poitiers, Francia, a inicios del siglo IV, en una familia acomodada y recibió formación literaria. Al parecer no se formó en un ambiente cristiano. Fue bautizado hacia el 345 y elegido Obispo de su ciudad natal entre el 353 al 354.

Su primera obra “Comentario al Evangelio”, es el comentario más antiguo en latín que ha llegado de este Evangelio. En el 356 participó como Obispo en el Sínodo de Béziers, al sur de Francia.

Esta reunión fue llamada por el santo mismo como “el sínodo de los falsos apóstoles” porque la asamblea estaba dominada por Obispos filo-arrianos, que negaban la divinidad de Jesucristo.

Estos “falsos apóstoles” solicitaron al emperador Constancio que el Obispo de Poitiers fuera condenado al exilio. Es así que San Hilario tuvo que abandonar Galia para irse a vivir a Frigia, en la actual Turquía, donde se insertó en un contexto religioso dominado por el arrianismo.

De esta manera y buscando el restablecimiento de la unidad de la Iglesia, redacta su obra dogmática más importante y conocida como “De Trinitate” (sobre la Trinidad), la cual defiende la doctrina del Concilio de Nicea y demuestra que las Sagradas Escrituras testimonian claramente la divinidad del Hijo.

Hacia el 360 ó 361, San Hilario regresa del exilio a su tierra y en el Sínodo celebrado en París por esos mismos años se retomó el lenguaje del Concilio de Nicea.

En los últimos años de su vida elaboró los “Tratados sobre los Salmos”, comentario a 58 Salmos y es que el Santo encontraba en todos los Salmos la transparencia del misterio de Cristo y de su Cuerpo que es la Iglesia. Partió a la Casa del Padre en el 367. En 1851, el Beato Pío IX lo proclamó Doctor de la Iglesia.

“Haz, Señor -reza Hilario movido por la inspiración- que me mantenga siempre fiel a lo que profesé en el símbolo de mi regeneración, cuando fui bautizado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Que te adore, Padre nuestro, y junto a ti, a tu Hijo; que sea merecedor de tu Espíritu Santo, que procede de ti a través de tu Unigénito… Amén” (“De Trinitate” 12, 57).

Por: Aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según Marcos 2,13-17
Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» Él se levantó y le siguió.
Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

Los valores se aprenden en casa

Los valores nos ayudan a ser mejores personas y, en consecuencia, a tener una mejor sociedad.Promovámoslos desde la familia.

Es muy común escuchar la frase: “La educación se aprende en casa”, y nada más cierto que esto. La manera en la que nos comportamos con los demás está relacionada con la forma en la cual fuimos tratados en nuestro hogar. Los padres somos los primeros y principales educadores de nuestros hijos y en la familia es donde se aprende a resolver conflictos, a manifestar amor y a obedecer las reglas.

Es a través de la convivencia en familia como se transmiten los valores, normas y actitudes; es ahí donde nuestros hijos aprenden a tener confianza en sí mismos, a sentirse queridos y valorados. La educación en la familia no se genera de manera automática, para llegar a ella se debe hacer uso de los valores, que son el medio y el fin del acto educativo.

Pero para poder educar en valores es necesario saber qué son los valores. Son cualidades que las personas vamos adquiriendo y que nos hacen ser mejores seres humanos; además, reflejan la personalidad del individuo.

Para que los valores existan debe de haber tres condiciones básicas:

La vida, que no es un valor sino una condición importante, sin ella simplemente no se existe.

La libertad, que es una condición para que los valores puedan ser ejercidos por la voluntad de un ser humano.

El amor, que es una condición superior a la de los valores ya que sin él no tenemos la posibilidad de cuidar a los demás o de desear aplicar un valor a beneficio propio o de otro.

Hay una gran cantidad de acciones positivas que están relacionadas a tres valores fundamentales para una adecuada educación y formación de los hijos:

Respeto,
responsabilidad,
honestidad.

Pero… ¿cómo promovemos que nuestros hijos crezcan con valores? Recordemos que la educación inicia en casa, la escuela solo es un complemento muy fuerte para la educación, pero la responsabilidad es de los padres.

En Red Familia te damos algunas sugerencias que te ayudarán a educar en valores:

1.- Habla con tus hijos sobre la importancia de compartir sus pertenencias.

2.- En ocasiones premia su obediencia: el sentir que aportan algo cuando son obedientes les hará sentir responsables en la colaboración.

3.- Asígnales obligaciones y responsabilidades, esto les ayudará a procesar esfuerzos y límites de participación.

4.- Busca que asuman la consecuencia de sus decisiones y sus actos.

5.-Fomenta la generosidad en ellos, desprendiéndose de cosas que ya no utilizan y que pueden servirle a otros.

6.-Evita darles todo lo que quieren de manera inmediata, es necesario que sufran pequeñas frustraciones para aprender a esperar y ser tolerantes.

Los valores nos ayudan a ser mejores personas y, en consecuencia, a tener una mejor sociedad. Y recuerda, ¡en la formación con valores y en la familia está la solución!

Fuente: Red Familia

Miles rechazan que Corte Interamericana imponga “matrimonio” gay

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Más de 15 mil personas han exigido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos “rectificar” y frenar sus “injerencias” para promover la ideología de género y el mal llamado “matrimonio” gay en América Latina.

La campaña, lanzada por la plataforma internacional CitizenGO, recuerda que la Convención Americana de Derechos Humanos reconoce en su artículo 17.2 “el derecho del hombre y la mujer a contraer matrimonio y a fundar una familia”.

El 9 de enero, en respuesta a una serie de inquietudes del gobierno de Costa Rica sobre identidad de género y matrimonio homosexual, la Corte Interamericana reconoció estos conceptos como derechos humanos y pidió a los estados bajo su jurisdicción “vencer dificultades institucionales para adecuar su legislación y extender el derecho de acceso a la institución matrimonial a las parejas del mismo sexo”.

La Corte aseguró también que “la orientación sexual, y la identidad de género son categorías protegidas por la Convención Americana”.

Sin embargo, precisa la campaña de CitizenGO, la Convención “no hace una sola referencia” a los conceptos de orientación sexual o identidad de género.

El documento de la Corte Interamericana, añade la campaña, es “un desatino y una extralimitación de mandato que supone un grave riesgo para la soberanía de los Estados y para la familia de los pueblos de América Latina”.

La campaña está dirigida a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, así como a las Cancillerías de los Estados miembros del sistema.

Por: aciprensa.com