domingo, noviembre 9, 2025
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Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Marcos 6,7-13

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce, los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus inmundos. Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica.

Y les dijo: «Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar. Si en alguna parte no los reciben ni los escuchan, al abandonar ese lugar, sacúdanse el polvo de los pies, como una advertencia para ellos».

Los discípulos se fueron a predicar la conversión. Expulsaban a los demonios, ungían con aceite a los enfermos y los curaban.

Palabra del Señor.

Cuando deje de ser yo mismo…

Cuando deje de ser yo mismo

En las discusiones sobre la eutanasia hay dos argumentos que suelen ser repetidos por algunos de los defensores de la “dulce muerte”. Los argumentos son:

Primero: “Nadie debería alargar los sufrimientos de los enfermos, ni conservar a cualquier precio la simple duración de vidas que ya han perdido su dignidad”.

Segundo: “Cuando deje de ser yo mismo, cuando ya no sea capaz de vivir dignamente y realizar eso que me hace ser yo, cuando el dolor anule en mi libertad, pido por favor que acaben con mi vida”.

En cierto sentido, los dos argumentos tienen un punto en común: suponer que existen situaciones en las que no vale la pena vivir. O, de otra forma, que una existencia humana no merece ser vivida cuando no se es capaz de alcanzar aquel nivel de salud o de autosatisfacción que permita tener una mínima “calidad de vida”.

La mentalidad a favor de la eutanasia juega con esta convicción de fondo: si no tengo la salud, o el bienestar, o la autonomía, o algún otro sueño profundo sin el cual mi existencia me parecería un fracaso, o los demás la verían así, entonces resultaría mejor no vivir. Como si la vida correspondiese siempre a nuestros deseos. Como si ya no valiese la pena luchar cuando el dolor, la pobreza o el rechazo de los hombres nos arrojen a un lado del camino.

Sólo hay una manera de responder a esta mentalidad tan usada para defender la eutanasia: afirmar que ninguna situación humana, ninguna enfermedad, ningún fracaso, quita el valor de la vida de nadie.

En otras palabras: la vida no debe quedar arrinconada cuando falta algo que desearíamos. Hay hombres y mujeres grandes en situaciones de dolor y de amargura. Hay pobres que sonríen a pesar de no saber si tendrán o no tendrán algo que comer mañana. Hay inválidos que saben sobrellevar sus sufrimientos con más paz que algunos esclavos de las finanzas que se sienten desfallecer cuando observan cómo el valor de sus acciones cae en picado en la bolsa.

Podríamos recordar algunos casos ejemplares. Tony Meléndez, nacido sin brazos, ha sabido dar un sentido a su carencia, y es capaz de sembrar ilusiones como cantante de guitarra. Olga Bejano escribe y transmite esperanzas a pesar de seguir aprisionada por años en un pulmón artificial. Viktor Frankl supo encontrar un sentido a su vida en medio de campos de concentración que parecían hechos sólo para provocar náusea…

Las historias son muchas. No termina la posibilidad de hacer el bien cuando un accidente de carretera hace inválido a un famoso deportista. No pierde belleza la vida del político que, derrotado, vuelve a su casa donde esposa e hijos lo quieren a pesar de todo. No es absurda la vejez de quien no puede ya ir al trabajo, pero tiene ante sí un tiempo hermoso y profundo para llevar a cabo sueños esperados por tantos años.

“Cuando deje de ser yo mismo…” No, nunca dejaré de ser yo mismo. Pues si pierdo lo que ahora tengo, si dejo de hacer lo que es mi trabajo, si me fallan estos dedos que escriben, estas manos que trabajan, estos ojos que miran, esta voz que dice mil palabras, tendré entonces ante mí otros modos de “ser yo mismo”, de vivir, de soñar, de dar.

Seré de otra manera, seré distinto, pero seré yo. No haré tantas cosas que me gustaban, tantos proyectos que preparaba con pasión y alegría. Incluso, tal vez, seré simplemente un enfermo necesitado de casi todo. Pero capaz de decir “gracias”, capaz de sonreír a quien esté a mi lado, capaz de mirar al cielo y confiar en Dios.

Seré entonces, simplemente, un hombre débil y enfermo, seré un yo necesitado. No de una falsa piedad, no de eutanasias asesinas, sino de un poco de asistencia, de respeto, de amor sincero…

Por: Bosco Aguirre | Fuente: Bosco Aguirre

El Papa advierte que no se pueden sustituir las lecturas de la Misa por textos no bíblicos

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El Papa Francisco rechazó la posibilidad de que en la Misa se sustituyan las lecturas del día por textos no bíblicos, y advirtió que se trata de una práctica prohibida porque “empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en la oración”.

El Santo Padre, después de haber hablado en anteriores catequesis de los ritos de introducción de la Misa, reflexionó en la Audiencia General de este miércoles 31 de enero sobre la Liturgia de la Palabra, “una parte constitutiva porque nos reunimos precisamente para escuchar aquello que Dios ha hecho y que todavía pretende hacer por nosotros”.

En su enseñanza, señaló que “la proclamación litúrgica de las lecturas, con los cánticos obtenidos de la Sagrada Escritura, expresa y favorece la comunión eclesial, acompañando el camino de todos y cada uno de nosotros”.

Por ese motivo, determinadas decisiones subjetivas que alteran la Liturgia de la Palabra, “como la omisión de lecturas o su sustitución por textos no bíblicos, está prohibido: de hecho, esa sustitución empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en la oración”.

Por el contrario, “la dignidad del ambón y el uso del Leccionario, la disponibilidad de buenos lectores y salmistas, un clima de silencio, favorecen la experiencia del diálogo entre Dios y la comunidad de creyentes”.

En ese sentido, destacó la importancia de que aquellos que lean las lecturas en la Misa, lo hagan bien: “Buscad buenos lectores, no esos que leen de cualquier manera y que no se les entiende nada. Se deben preparar y ensayar antes de la Misa para leer bien”.

Además, Francisco destacó “la importancia del Salmo responsorial, cuya función es facilitar la meditación de lo que escuchamos en las lecturas que lo preceden. Es bueno que el Salmo se destaque mediante el cantico, por lo menos de la respuesta”.

El Pontífice insistió en la importancia que tiene la Liturgia de la Palabra en la Misa: “En la Liturgia de la Palabra, las páginas de la Biblia dejan de ser un escrito para convertirse en palabra viva pronunciada por Dios mismo que, aquí y ahora, nos interpela a escuchar con fe”.

“El Espíritu –explicó–, que habló por medio de los profetas y que ha inspirado a los autores sagrados, hace que la Palabra de Dios funcione realmente en el corazón, lo que favorece que resuene en los oídos. Para recibir la Palabra de Dios hay que tener el corazón abierto”.

Por ello, “es muy importante escuchar. Algunas veces no lo entendemos bien porque hay algunas lecturas difíciles, pero Dios te habla igualmente. Dios habla y nosotros escuchamos para después poner en práctica todo lo que hemos escuchado”.

“¡Tenemos necesidad de escucharla! Es, de hecho, una cuestión de vida, como bien recuerda la incisiva expresión de que ‘no sólo de pan vive el hombre, sino de la palabra que surge de Dios’”.

Ese es el motivo por el que “hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la ‘mesa’ que el Señor prepara para alimentar nuestra vida espiritual”.

El Papa insistió en que mientras se lee la Palabra hay que permanecer atentos y no distraerse. “Cuantas veces mientras se pronuncia la palabra de Dios uno se distrae y empieza a hacer comentarios: ‘mira a ese, mira a aquel’…, se hace el ridículo y no se presta atención. ¿Se deben hacer comentarios mientras se lee la palabra de Dios? ¡No! Porque si chismorreas no escuchas la palabra de Dios. Mientras se lee la Palabra de Dios, debemos escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo quien te habla, y no hablar de otras cosas”.

El Santo Padre finalizó su catequesis afirmando que en la Liturgia de la Palabra actúa el Espíritu Santo, y para que esa acción se vuelva eficaz “se necesitan corazones que se dejen trabajar y cultivar”.

Por: Aciprensa.com

San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud

“Uno solo es mi deseo: que sean felices en el tiempo y en la eternidad”, dejó escrito a sus jóvenes el gran San Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana y declarado “padre y maestro de la juventud” por San Juan Pablo II.

Don Bosco nació un 16 de agosto de 1815 en I Becchi, Castelnuovo D’ Asti (Italia). A sus dos años murió su padre y su mamá, la “Sierva de Dios” Margarita Occhiena, siendo analfabeta y pobre, se encargó de sacar adelante a sus hijos.

A los nueve años Juanito tuvo un sueño profético en el que vio una multitud de chiquillos que se peleaban y blasfemaban. Él trató de hacerlos callar con los puños, pero se apareció Jesús y le dijo que debía ganarse a los muchachos con la mansedumbre y la caridad. Asimismo, Cristo le mostró a la que sería su maestra: la Virgen María.

Luego, la Madre de Dios le indicó que mirara donde estaban los muchachos y Juan vio a muchos animales que después se transformaron en mansos corderos. Al final, la Virgen le dijo estas memorables palabras: “A su tiempo lo comprenderás todo”.

Poco a poco fue creciendo en Juan un gran interés por  los estudios, así como su deseo de ser sacerdote para aconsejar a los pequeños. No obstante, para lograrlo, muchas veces tuvo que abandonar su casa y trabajar en diferentes oficios que, en el futuro, él enseñaría a sus muchachos para que se  ganen un sustento.

Ingresó al seminario de Chieri y conoció a San José Cafasso, quien le mostró las prisiones y los barrios bajos donde había jóvenes necesitados. Recibió el orden sacerdotal en 1841 y buscando prevenir que los muchachos se pierdan en malos pasos, entonces inició el oratorio salesiano que desde  sus inicios reunió a cientos de jóvenes.

Al principio esta obra no tenía lugar fijo hasta que logra establecerse en el barrio periférico de Valdocco. En una ocasión cayó gravemente enfermo, pero al recuperarse Don Bosco prometió dar hasta su último aliento por los jóvenes.

San Juan Bosco se entregó de lleno a consolidar y extender su obra. Brindó alojamiento a chicos abandonados, ofreció talleres de aprendizaje y, siendo un sacerdote pobre, construyó una iglesia en honor a San Francisco de Sales, el santo de la amabilidad.

En 1859 fundó a los Salesianos con un grupo de jóvenes y más adelante cofunda las Hijas de María Auxiliadora con Santa María Mazzarello. Luego también dio  inicio a los Salesianos Cooperadores. Además, sólo con donaciones, construyó la Basílica de María Auxiliadora de Turín y la Basílica del Sagrado Corazón en Roma.

San Juan Bosco partió a la Casa del Padre un 31 de enero de 1888, día que la Iglesia celebra su fiesta, y después de haber hecho vida aquella frase que le dijo a su alumno Santo Domingo Savio: “Aquí hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres”.

Por: Aciprensa.com

Evangelio del día

Del santo Evangelio según san Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: «¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros. sus hermanas?» Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: «Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor.

Vivir correctamente la Santa Misa. Explicación

Cuando se asiste a Misa, lo primero que se hace es, laReunión, que significa IGLESIA – ECLESIA – del griego = Asamblea Reunida. Todos se reúnen. Antiguamente, la preparación para la reunión de todos los que se congregaban para una celebración, se hacía con una procesión solemne.

La Santa Misa es la celebración dentro de la cual se lleva a cabo el sacramento de la Eucaristía.

Su origen se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia, en donde los apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía.

En la Misa nos reunimos para celebrar recordando y viviendo la Última Cena y el sacrificio de Jesús en la cruz. Nosotros debemos escuchar con atención lo que Dios nos quiere decir cada domingo en la Misa.

En ésta podemos participar en Jesucristo de la siguiente manera: podemos ofrecer a Dios nuestra vida, nuestras obras, pedir perdón por nuestros pecados y unimos a Jesús por medio de la Comunión.

En la Misa va a suceder un milagro: Dios se va a hacer presente y se va a quedar con nosotros.

El nombre de “Misa” se debe a que al terminar la celebración, el sacerdote nos dice que vayamos a cumplir con la “misión” de ser testigos de Cristo ante los hombres.

¿Cómo debemos vivir la Misa?
En la Misa debemos poner atención durante las lecturas y la homilía; devoción y adoración durante la consagración; y disposición a cumplir la voluntad de Dios durante el Ofertorio y la Comunión.

¿Qué posturas debemos tener en la Misa?
En la Misa tenemos tres posturas diferentes: sentados, de pie y de rodillas. Cuando estamos sentados estamos en actitud de escuchar con atención, como lo hacían los amigos de Jesús. Cuando estamos de pie estamos en actitud de estar listos y disponibles para la llamada de Dios. Cuando estamos de rodillas estamos en actitud de adoración a nuestro Dios y Salvador.

Cuando vivimos la Misa correctamente obtenemos varios frutos:

  • Entendemos la palabra de Dios,
  • Crecemos en nuestra fe para reconocer a Jesús,
  • Nos llenamos de alegría y paz interior;
  • Tenemos a Jesús presente en nuestra alma y las fuerzas necesarias para cumplir con nuestra misión.

Explicación detallada de la Misa

Entrada del sacerdote: Entra el sacerdote quién hace unos gestos que pasan desapercibidos; tales como, una genuflexión y un beso ante el altar. Estos gestos tienen un sentido muy importante y relevante. La Misa se celebra en un altar = alto, presidido por un crucifijo que es imprescindible, ya que ahí se va a llevar a cabo el sacrificio incruento de la Cruz, por lo tanto, es un recordatorio para el sacerdote y los fieles, de lo que ahí va a suceder. La inclinación del sacerdote es el primer acto de adoración y reverencia. El beso al altar significa el beso a la Iglesia.

Rito introductorio: La misa comienza con la señal de la cruz, símbolo del cristiano que indica nuestra fe en la Trinidad, la cual debe de ir acompañada internamente de la deliberada y consciente confesión de nuestra fe. Después, el sacerdote abre los brazos en señal de saludo, con uno saluda a Dios y con otro al pueblo. Las frases que pronuncia significan la unión entre el sacerdote y el pueblo: “El Señor …. Y con tu espíritu”.

Actos penitenciales: El sacerdote junta las manos en señal de humildad, se hace el primer silencio de la Misa, silencio de reflexión ante la invitación del sacerdote a arrepentirnos. Estos actos concluyen después de haber manifestado una actitud de humildad, un reconocimiento de nuestra condición de pecadores y de haber pedido misericordia con la absolución del sacerdote, pero, no para pecados graves. Sigue el Gloria, canto de alabanza todos los domingos excepto los de la Cuaresma y Adviento. Además de los días señalados como fiestas.

Oración colecta: Petición a Dios. Antes de rezarla se hace el segundo silencio, silencio de petición comunitaria. Oración principal de la Misa y dirigida al Padre, donde se pide un bien espiritual, se acomoda a los tiempos litúrgicos y finaliza con una invocación a la Santísima Trinidad. Con esto, termina el rito introductorio.

La primera parte esencial de la Misa:

La Liturgia de la Palabra: Se lleva a cabo en el ambón. Es una de las partes más importantes de la Misa. En la Misa diaria, hay una sola lectura. Los domingos y días de fiestas hay dos lecturas, siendo la primera, generalmente, del Antiguo Testamento, la segunda, es tomada generalmente, de Hechos, Cartas, Nuevo Testamento.

Entre la primera y la segunda, se recita el Salmo Responsorial, parte de canto y parte de meditación. La respuesta al Salmo es para favorecer la meditación. En esta parte, los fieles permanecen sentados con una actitud de atención, para que la Palabra los alimente y fortalezca. Dios habla, hay que escuchar con veneración.

Sigue el Aleluya, canto de alegría, preparación para el Evangelio; hay movimiento en el altar, el sacerdote va al ambón.

La Misa continúa con el Evangelio. Antes de su lectura, el sacerdote junta las manos y con gran recogimiento, dice: “Purifica Señor mi corazón y mis labios para que pueda anunciar dignamente tu Evangelio”. Éste debe ser leído por el ministro, en caso de que sea un diácono quien lo lea, debe pedirle su bendición al sacerdote. Un sacerdote no le pide la bendición a otro, sólo al Obispo. Si se escucha con atención y con las debidas disposiciones: humildad, atención y piedad, se depositará en el interior de cada fiel, una nueva semilla, sin importar cuántas veces se ha escuchado el mismo Evangelio, siempre habrá algo nuevo. Al finalizar el sacerdote dice: “Esta es Palabra de Dios” y besa el Evangelio diciendo: “Por lo leído se purifiquen nuestros pecados”.

La Homilía, momento muy importante para la vida práctica de los fieles; no se puede omitir en domingos y días festivos. En la lectura de la Sagrada Escritura, habla Dios; en la Homilía, habla la Iglesia, depositaria de la Revelación, con la asistencia del Espíritu Santo para que se interprete rectamente la Escritura. Hay que escuchar con una actitud activa lo que la Iglesia quiere decir por medio del sacerdote, no hay que juzgarlo. La Homilía es una catequesis, no debe hablarse de otros temas que no sean referentes a la fe y a la salvación. Si no hay homilía, debe haber un silencio meditativo después del Evangelio. El Obispo predica sentado con báculo y mitra.

El Credo, nuestra profesión de fe. Se profesan doce artículos, manifestando la fe en Dios, Sólo se reza en domingos y días festivos. En Navidad y en el día de la Encarnación, se arrodilla cuando se dice: “… Se encarnó de María, la Virgen”.

La Oración de los fieles: Todas estas oraciones son de petición. Los fieles ofrecen sus peticiones al Señor. Pueden ser hechas por los fieles. Su finalidad es pedir a Dios por las necesidades de la Iglesia:

  • Una debe ser por toda la Iglesia Universal.
  • Otra por la jerarquía, el Papa y los Obispos.
  • Por los gobernantes.
  • Por los pobres y necesitados.
  • Por la Iglesia particular o local.
  • Pueden haber más, pero no demasiadas. La introducción y la conclusión debe hacerla el sacerdote.

La preparación de las Ofrendas: Se llevan las ofrendas al altar, lo más conveniente es que los fieles las lleven. Estas son el vino y el pan. Se recoge la limosna, la cual es también una ofrenda. El sacerdote prepara el altar, extiende el corporal, si tiene copón lo destapa. El sacerdote recibe las ofrendas del pueblo. Con las ofrendas, la asamblea no sólo ofrece lo material, sino que simboliza la entrega del cristiano, su total disponibilidad a lo que Dios le tiene señalado. Se entregan los dones que Dios ha dado a cada quien, todo se pone a su disposición.

Ofrecimiento del pan y del vino: El pan y el vino se ofrecen por separado. El vino es preparado por el sacerdote que le añade unas gotas de agua diciendo: “Que así como el agua se mezcla con el vino, participemos de la divinidad de Aquél, que quizó compartir nuestra humanidad”. Existe un simbolismo entre el pan y el trabajo, además de que, en el pan hay muchos granos de trigo. Y como dice San Pablo: “Porque el pan es uno, somos muchos un sólo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan” (1 Cor 10, 17). El vino se obtiene de la vid, machacando y pisando, símbolo de dolor, de sufrimiento y se ofrece para convertirlo en la Sangre de Cristo por un deseo de expiación. Con el pan y el vino se ofrece el trabajo, el descanso, las alegrías, las contrariedades; pero sobre todo, el deseo de que Dios acepte a cada quien con sus miserias, y los transforme con su Gracia hasta asemejarlos a su Hijo.

El lavatorio de manos: Con este gesto el sacerdote, una vez más, expresa su deseo de purificación y limpieza interior. Esta acción indica que se debe estar puro de todo pecado, lava las manos para purificarlas. El sacerdote dice: “Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado”.

Oración sobre las ofrendas: El sacerdote abre los brazos y dice: ”Orad hermanos…”, recordando a los fieles que también ellos ofrecen junto con él, el sacrificio, que no deben ni pueden quedar al margen. Se lee la oración de las ofrendas que expresan a Dios, de modo oficial, los sentimientos y deseos de los fieles, de la Iglesia en relación a las ofrendas, suplicando que las reciba y después de santificarlas, conceda los bienes espirituales que emanan del sacrificio.

 

La segunda parte esencial de la Misa: Liturgia Eucarística:

Suele llamarse canon = regla. Comienza con el Prefacio, que es un canto. Hay diferentes prefacios, unos provienen de la Iglesia oriental, otros de la romana, esto es con el fin de unificar a la Iglesia. Es una exhortación a elevar los corazones dejando todo lo mundano porque en unos momentos Dios se va a hacer presente. Se agradece a Dios su preocupación por los fieles, dando gracias según la fiesta. No se da gracias por cosas materiales en este momento, sino porque fortaleció la debilidad humana y porque con la muerte no se pierde la vida. Luego, el sacerdote nos invita a alabar (Hosanna), junto con los ángeles y arcángeles, y a dar la bienvenida a Cristo que está por venir.
Sigue con la Anámnesis, para recordar la conmemoración del misterio pascual. Ofrecimiento de la Víctima Divina. Después viene la invocación del Espíritu Santo o Epíclesis, al poner el sacerdote las manos sobre el cáliz, es el momento para que los fieles se arrodillen. Narración de la institución de la Eucaristía: El canon puede variar, pero, las palabras no varían en la narración. Al terminar la narración, y antes de formular las palabras de la Consagración, el sacerdote se inclina sobre el altar con el fin de separar lo que era una narración y lo que ahí va a suceder.

El sacerdote eleva primero el pan diciendo las palabras de la Consagración, hace una genuflexión, eleva el vino diciendo las palabras correspondientes y vuelve a hacer una genuflexión. La Consagración es el punto central de la Misa, la parte más importante, porque se vuelve a celebrar el sacrificio incruento de la Cruz. Al terminar el sacerdote dice: “Este es el misterio de nuestra fe”, como invitación a los fieles a que se adhieran conscientemente al misterio de la Iglesia. En esta parte se pide por los vivos, por los santos, se conmemoran a los difuntos y el sacerdote hace su petición personal. El rito de la consagración termina con las palabras: “Por Él, con Él y en Él, al Padre en unidad con el Espíritu Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos”, es la glorificación de la Trinidad (doxología). Si se analiza éste es el objeto de la creación: la Gloria de Dios.

Rito de la Comunión o Plegaria Eucarística: La consumación del sacrificio, el banquete. Comienza con el Padre Nuestro. La oración por excelencia que nos enseñó Jesús. Sus siete peticiones toman un sentido especial cuando se recita, poder sentirse hijos de Dios, contiene todo lo que se da en el sacrificio de la Misa.

Oraciones por la paz: Se pide la paz en la oración que enlaza con el Padre Nuestro y la que enseguida se dirige a Cristo. No se pide una paz externa, sino interna. Una paz que exige valor, que es una lucha contra el pecado. Se puede resumir en el encuentro de la Salvación. Cuando se da la paz, se debe de tener una verdadera disposición a ello, ninguna palabra mencionada en la Misa es formulario.

La Fracción del pan: el sacerdote parte la hostia consagrada en tres. La más pequeña la junta con las demás. Se invoca al Cordero de Dios, que es el que quita el pecado, lo destruye y que por su sacrificio es el que da la posibilidad del desprendimiento de los pecados. El sacerdote dice una oración con sentimiento de humildad, pidiendo que lo libre de cualquier falta y que cumpla sus mandamientos.

La recepción del sacramento,la Comunión: Si no hubiera comunión, la Misa sería incompleta, no hay que olvidar que Cristo, en la Última Cena, nos exhorta a ello. El sacerdote comulga primero, luego la distribuye a los fieles, quienes deben de estar conscientes de lo que van a hacer.

Rito de purificación: Luego de haber distribuido la Comunión, se limpian o purifican los objetos sagrados, con el fin de que el cuerpo y la sangre de Cristo no sean mal utilizados o sin la reverencia que se merecen.

La acción de gracias: Es elemental detenerse un momento para dar gracias a Dios, que está dentro de los que lo han recibido, y agradecerle todo los beneficios recibidos. Debe de haber una postura de recogimiento.

La oración post comunión: Se recita y relaciona la liturgia con la Comunión. Luego, el sacerdote despide a los fieles y les da su bendición, indicándoles, que han de seguir viviendo la Misa.

Por: Cristina Cendoya de Danel | Fuente: Catholic.net

 

¿Por qué debo recibir los Sacramentos?

Libro: “Lo que todo cristiano debe saber y conocer”

 

Sacramentos de la Iglesia

Un conjunto de de textos bíblicos relacionados con los Siete Sacramentos, Sin duda una completa referencia a tener en cuenta a la hora de explicarlos a nuestros hermanos separados.
Lo que debemos recibir (Uno de los cuatro objetivos de la religión católica)

Un sacramento es un signo sensible, instituido por Jesucristo para producir gracia en nosotros y santificarnos. Jesucristo instituyó los sacramentos de fe, según lo ha definido el Concilio de Trento: “Si alguien dice que los sacramentos de la Nueva Ley no han sido instituidos por Jesucristo, sea anatema (Excomunión o exclusión de una persona católica de su comunidad religiosa y de la posibilidad de recibir los sacramentos, dictada por la autoridad eclesiástica competente.)

¿Por qué decimos que un sacramento es un signo? Porque representa la gracia que se produce en nosotros. Un signo es algo que ya conocemos con anterioridad, y que nos sirve de apoyo para conocer otra cosa

En los sacramentos, el objeto sensible representa la gracia invisible que Dios concede al alma: así, en el bautismo, el agua, cuya propiedad principal es lavar o purificar, es signo de la gracia que purifica el alma del pecado original.

Decimos que ese signo es sensible porque lo perciben nuestros sentidos; por ejemplo, son cosas que vemos y palabras que oímos. Las cosas que vemos son: el agua en el bautismo; crisma en la confirmación; el pan y el vino en la Eucaristía, etc. Las palabras que oímos son sacramentales, es decir, esenciales en el sacramento, como las siguientes: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…, etc.”

¿Cuál es el más necesario de todos los sacramentos?

El más necesario de todos los sacramentos es el Bautismo, porque sin él nadie puede salvarse ni recibir los sacramentos restantes.

¿Cuál es el mayor de todos los sacramentos?

El mayor de todos los sacramentos es el de la Eucaristía, pues comprende al mismo Jesucristo, fuente de gracia y autor de todos los sacramentos.

“Santo Tomás nos confirma esta verdad cuando afirma que la Eucaristía es el eje alrededor del cual giran el resto de los sacramentos.” (Manual de doctrina cristiana, F. T., quinta edición, Editorial Progreso).

La Eucaristía es un signo perceptible, manifiesto a la razón o entendimiento, que puede conocerse mediante los sentidos y cuyo efecto en nuestro interior nos habla de la obra de Dios en nuestras almas; es un acto en el que la persona se dedica a Dios. Durante los sacramentos se produce nuestro “encuentro con Dios”. Son signos sagrados instituidos por Jesús, para producir la gracia en nuestra alma y santificarla.

Los sacramentos son siete y se corresponden con las etapas de vida más importantes del cristiano.

Los primeros son los sacramentos de iniciación cristiana:

  • Bautismo

  • Confirmación

  • Eucaristía

A ellos les siguen los sacramentos de curación:

  • Reconciliación o Penitencia

  • Unción de enfermos

Y por último, los sacramentos de vocación y servicio:

  • Matrimonio (símbolo del amor de Dios).

  • Sacerdocio (servicio a los demás).

La Eucaristía ocupa un lugar privilegiado al ser considerada como el sacramento más importante de todos.

Es bueno hacer notar que no se puede recibir más de una vez el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal. Principalmente son los obispos y los sacerdotes quienes administran el sacramento del bautismo; sin embargo, si por alguna razón alguien se halla en peligro de muerte, cualquiera puede llevarlo a cabo. En ese caso, habrá que derramar agua natural sobre la cabeza del bautizado, mientras se dice: “Yo te bautizo a ti, (nombre de la persona), en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

La confirmación sólo la puede dar el obispo o algún otro sacerdote a quien se le haya otorgado la facultad para fungir como su representante. La Eucaristía debe ser administrada por el sacerdote, un diácono, delegación sacerdotal,  o por un ministro laico de la Eucaristía. La penitencia y la reconciliación, así como la extremaunción, sólo pueden ser administradas por un religioso, sacerdote u obispo, mientras que la ordenación sacerdotal sólo la puede dar el obispo. En el matrimonio, los contrayentes son los administradores del sacramento, y el sacerdote o el obispo, testigos de la Iglesia en el compromiso de la pareja, quienes lo sellan con la bendición de Dios.

¿Qué es el bautismo?

Es el primer sacramento de la iniciación cristina, de acuerdo al orden establecido, que borra el pecado original y nos hace cristianos, hijos de Dios y de la Iglesia.

Este sacramento recibe el nombre de bautismo en razón de su carácter central. Bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”. La inmersión en agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde emerge mediante la resurrección con Él (Cf.  Rm 6, 3 – 4; Col. 2, 12), como una “criatura nueva” (2 Co. 5, 17; Ga. 6, 15. (Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, 1214).

Citas bíblicas: Mt. 28, 19; Mc. 16, 16; Jn. 3, 5; Hch. 2, 38; Hch. 16, 15; Hch. 16, 33;Hch. 22, 16;Rom. 5, 3-4; 1 Cor. 1, 13-16: 1 Cor. 6, 11; Col. 2, 12; Tit. 3, 5; 1 Pe 3, 21 

¿Qué es la Confirmación?

Es el segundo sacramento de la iniciación cristiana, que nos llena de abundancia en los dones del Espíritu Santo y nos hace cristianos.

¿Cuál es la esencia de este sacramento?

Una nueva presencia del Espíritu Santo en las almas de quienes lo reciben.

¿Qué significa cuando oímos que la unción es la confirmación?

Significa que el bautizado se consagra al Señor.

Los dones del Espíritu Santo son siete (Cf Is 11, 1 – 2):

  1. Sabiduría

2.  Entendimiento

  1. Consejo

  2. Fortaleza

  3. Ciencia

  4. Piedad

  5. Temor de Dios

Seis fueron instituidos por Dios y uno por la Iglesia. Para recibir este sacramento es necesario estar preparado en los principales misterios de la fe.

Citas bíblicas: Sab. 9, 17; Hch. 8, 14-17; Hch. 13, 2-3; Hch. 19, 1-6; 2 Cor. 1, 21-22
Ef. 1, 13; Heb. 6, 1-2 

¿Qué es la penitencia o reconciliación?  

Mediante este sacramento se nos perdonan todos los pecados cometidos con: conocimiento,consentimiento y materia grave; lo recibimos cuando el sacerdote nos da la absolución.

Es necesario que antes de acercarse a este sacramento haya previamente un profundo y sincero examen de conciencia sobre todo de las faltas objetivamente mortales más frecuentes son (siguiendo el orden de los mandamientos)

La confesión consiste en reconocer nuestros pecados ante un sacerdote. Jesucristo estableció el sacramento de la penitencia y les confirió a los sacerdotes el poder de perdonar los pecados, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero.

¿Por qué los católicos confiesan sus pecados a un sacerdote en lugar de hacerlo directamente a Dios?

Es la manera en que Dios quiere que lo hagamos. En Santiago 5,16, Dios, a través de la Sagrada Escritura, nos dice “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados”. Observa que la Escritura no dice confiesa tus pecados directamente con Dios y sólo Dios – dice que confieses tus pecados con el otro.

En Jn 20, 22-23: “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedaran perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedaran sin perdonar ’”.

Cuando los católicos cristianos confiesan sus pecados a un sacerdote, están simplemente siguiendo el plan establecido por Jesucristo. Él perdona los pecados a través de un sacerdote…es el poder de Dios, pero él lleva a cabo ese poder a través del ministerio del sacerdote. (Aleteia John Martignoni)

El que duda para confesarse debe considerar que el sacramento de la Penitencia es un don maravilloso que el Señor nos ha dado. En el «tribunal» de la Penitencia el culpable jamás es condenado, sino sólo absuelto. Pues quien se confiesa no se encuentra con un simple hombre, sino con Jesús, el cual, presente en su ministro, como hizo un tiempo con el leproso del Evangelio (Mc 1, 40ss.) también hoy nos toca y nos cura; y, como hizo con la niña que yacía muerta nos toma de la mano repitiendo aquellas palabras: «¡Talita kumi, niña, a ti te digo, levántate!» (Mc 5, 41).

Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la «corriente» es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral

Citas bíblicas: Mt. 16, 19; Mt. 18, 18; Lc. 15, 18-19; Jn. 20, 21-23; Hch. 19, 18; 1 Cor. 5, 3-5; 2 Cor. 2, 6-11; 2 Cor. 5, 18-20; Sgo. 5, 16; 1 Jn. 1, 8-9 

La Eucaristía

En este sacramento Jesús está presente en cuerpo, sangre y alma, bajo la forma y apariencia del pan y el vino. Fue Jesucristo quien la instituyó el jueves santo mientras cenaba con sus apóstoles; tomó el pan, dio gracias y lo repartió entre ellos al tiempo que decía: “Tomen y comanporque es mi este cuerpo, que será entregado por ustedes”. Del mismo modo, sirvió el vino del cáliz y dijo: “Tomen de mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza, que será derramada por ustedes y por todos los hombres para el perdón de sus pecados”. Y agregó: “Hagan esto en memoria mía”. (Mt 26, 17 – 29; Mc 14. 12 – 25; Jn 13, 21 – 30; 1 Co 11, 23 – 26).

Es extremadamente importante saber que comulgar cuando se está en pecado mortal es una pena muy grave. “Por tanto, si alguien come el pan y bebe de la copa del Señor indignamente, come y bebe su propia condenación” (1 Co 11, 27- 29).

Citas bíblicasMc. 14, 22-24; Lc. 22, 19-20; Jn. 6, 30-35; Jn. 6, 48-58; 1 Cor.  10, 16; 1 Cor. 11, 23-29 

La unción de enfermos

Este es un sacramento establecido por Jesucristo para dar alivio espiritual a los enfermos; muchas veces ayuda en la recuperación del enfermo si este no ha concluido su misión aquí en la Tierra y Dios así lo permite.

No es correcto esperar la gravedad extrema o la agonía de la persona para hacer que esta reciba la extremaunción. Se debe recurrir al sacerdote tan pronto como se vea la amenaza de muerte, con el fin de no exponer al enfermo a morir sin haberla recibido. Este sacramento se puede recibir varias veces, siempre y cuando no sea durante la misma enfermedad.

Así como recurrimos al médico para que nos cure de una enfermedad, así es necesario, en caso de peligro espiritual, recurrir al médico de almas, el sacerdote, para que el enfermo se confiese, reconozca sus malas obras y se arrepienta. La salvación de su alma dependerá de ello.

Se le llama extremaunción porque en ella se unge al cristiano. Los otros sacramentos en donde se unge óleo o crisma son: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal.

Citas bíblicas: Mc. 6, 5;  Mc. 6, 12-13; Lc. 13, 12-13; Hch. 9, 17-18; 1 Cor. 12, 9 1 Cor. 12, 30; Sgo. 5, 14-15 

El orden sacerdotal

Este sacramento otorga potestad para ejercer las funciones sacerdotales y la gracia para poder desempeñarlas dignamente. El sacerdote es consagrado principalmente para: celebrar la santa misa, administrar los sacramentos y evangelizar.

El sacerdote, siguiendo el ejemplo de Jesús, debe ser un servidor de la comunidad. La misión del sacerdote es salvar almas, conducirlas hacia Dios. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (Tm 2, 4).

Jesús no vino a condenar sino a salvar, y los apóstoles fueron enviados a realizar esa salvación mediante la conversión. “Jesús les dio poder y autoridad para curar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar enfermos. Les dijo: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde lleguenquédense hasta que se vayan del lugar. Y si en ese pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia»” (Lc 9, 1-5). “Así que manténganse firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para anunciar el mensaje de paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo. No dejen de orar; rueguen y pidan a Dios, guiados por el Espíritu Santo. Manténganse alertas, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo de Dios” (Ef 6, 14,18).

Para realizar todo esto y más, se requiere de una verdadera vocación religiosa. El sacerdote, como dice la carta a los hebreos, es un hombre entre los hombres; sin embargo, tiene una gran responsabilidad: conciliar, reconciliar, unir, perdonar en nombre de Jesús y trabajar por la paz y la unión fraternal. El sacerdote es un pescador de hombres, un colaborador de Jesús en la tarea de conducir la mayor cantidad de hermanos hacia la salvación.

Citas bíblicas: Mt. 18, 18;  Lc. 10, 16; Lc. 22, 19; Lc. 24, 47; Jn. 12, 20-22; Jn. 15, 5; Hch. 6, 6; Hch. 15, 2-6; Hch. 20, 17; Hch. 20, 28; Hch. 21, 18; 1 Tim. 3, 1; 1 Tim. 4, 14;1 Tim. 5, 17; 2 Tim. 1, 6; Tit. 1, 5; 1 Pe. 5, 1 

El matrimonio

El matrimonio es el sacramento que une al hombre y la mujer, instándolos a vivir de acuerdo con las leyes de Dios y su Iglesia. Desde el principio de los tiempos, Dios fundó el matrimonio y Jesús lo elevó a la dignidad de sacramento.

Al igual que el sacerdote hace una promesa de obediencia, pobreza y  castidad, en el matrimonio la pareja se jura fidelidad, respeto y amor mutuos, convirtiéndolo en algo sagrado. Las responsabilidades que la pareja adquiere con este sacramento son:

*  formar una comunidad de vida y de amor                     (comunidad de servicio, de apoyo, comunicación y respeto)

 

*  Procreación de los hijos                                          (participantes en la obra divina de la creación)

 

  • Educación de los hijos.         

(esta responsabilidad se deriva de la otra)

*  El derecho mutuo y exclusivo del matrimonio                       (el acto sexual)

 

La procreación y la educación de los hijos deben llevarse a cabo con responsabilidad, respeto y el buen ejemplo. Los integrantes de la pareja matrimonial buscan servirse uno al otro; si buscamos la felicidad de los demás, nosotros mismos llegaremos a ser felices. El que ama bien a sus hermanos, ama también a Dios.

Citas  bíblicas; Gén.26-28;Gén.2,18-25;Mt:5,31-32;Mt:19,3-9;Mc.10,2-12;Lc.16,18;Rom.7,2-3;1Cor.7,1-15,1Cor.7,39;Ef.5,3;Ef.5,5;Ef.5,21-33;Heb.13,4;1Pe.3,1-7

Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.Net 

Religiosa colombiana secuestrada por yihadistas pide al Papa en un video que le ayude

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En un video difundido por el grupo el «Frente Al Nusra para el Islam» y los «Musulmanes» (Nusrat Al Islam wal Muslimin), organización vinculada a Al Qaeda que agrupa ahora a los principales grupos yihadistas activos en el Sahel, la hermana gloria Cecilia Narváez Argoti, religiosa colombiana secuestrada hace casi un año en Mali, pide ayuda urgente al Papa Francisco para ser liberada.

Según informa El País en su edición digital, el video, que habría sido grabado el pasado diciembre, probaría que la religiosa sigue con vida. En él habla de la Navidad y del viaje apostólico del Pontífice por Latinoamérica Chile y Perú, del que el Papa regresó el pasado 5 de enero.

La agencia Al Akhbar es la que ha dado a conocer el contenido del mensaje, aunque no ha difundido el video. Sin embargo, sí ha dado a conocer que dura 4,44 minutos y que “la rehén colombiana suplica al Papa del Vaticano que intervenga para liberarla”. “Haga hasta lo imposible por liberarme», le pide en francés al Papa la religiosa de 56 años.

Además, le recuerda que el próximo 7 de febrero se cumplirá un año desde que fue secuestrada en una iglesia al norte de Mali.

Al final de la grabación, los terroristas mencionan “la fuerza que ocupa la región entorpecer las negociaciones para cerrar el caso de Gloria Narváez”, y proponen “negociar por medio de organizaciones benéficas independientes ajenas a la fuerza colonialista”.

Aciprensa.com