lunes, noviembre 10, 2025
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Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy, Jesús nos propone una sola cosa que es esencial para la vida de un cristiano, hacer la voluntad de Dios. Es algo que parece simple de decir pero es muy difícil de concretar, más no imposible cuando se quiere hacer esa voluntad. Debemos tener muy presente que Dios jamás no pedirá algo que no podríamos alcanzar y, por ende, su voluntad es siempre algo que podemos lograr.

Todos los días hacemos cientos de cosas, una cierta cantidad de obligaciones como padres, como hijos, como jefes, como empleados… , pero ahora pensemos cuántas veces las hacemos pero en nuestro interior, antes de comenzarlas, las ofrecemos a Dios como ofrenda y le decimos:»Señor esto es lo que soy, esto es lo que tengo para darte hoy», y seguro el Señor las recibe pues sabe que lo hacemos, no como simples operarios, sino que buscamos hacer su voluntad y, además, lo ofrecemos para nuestra santificación y la de los que nos rodean.

Pidamos a María, el ejemplo más perfecto de quien busco hacer la voluntad de Dios, que nos aliente y nos ayude para poder decir como ella:»Hágase en mi según tu palabra».

Somos discípulos, pero también somos misioneros y portadores de Cristo allí donde él nos pide estar presentes. Por tanto, no podemos encerrar el don de su presencia dentro de nosotros. Por el contrario, estamos llamados a hacer partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia. Es la alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio de liberación y de salvación.
María nos permite comprender lo que significa ser discípulo de Cristo.
(Palabras de S.S. Francisco, 8 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy rezaré el Ángelus con la intención especial de pedir a mi madre del cielo que me ayude a cumplir siempre la voluntad de Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Por: H. Jose Torres, LC

Descanso del alma

¿Quién no ha sentido en algún momento la necesidad de descansar? Después de un trabajo o un estudio prolongado, unas horas de sueño o unos días de vacaciones vienen de maravilla, y una concentración de la mente en un objetivo exigente se compensa con la distracción del deporte o un pasatiempo. Si nos fijamos con atención en nuestra vida, es necesario también un descanso más profundo; aquel que necesita el alma, que no se obtiene sólo con vacaciones o distracciones y que nos quitaría el peso de tanto desasosiego interior… ¡Eso es! El descanso que prometió Jesús a sus apóstoles:

Venid a mí, todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas. (Mt 11,28-29)

Espero que estas reflexiones nos ayuden a apreciar mejor las palabras de Cristo, recorriendo algunas escenas de la Escritura.  Espero también que estas palabras y estas escenas puedan iluminar y guiar nuestra propia vida.

I. Vemos en primer lugar el descanso de la tierra prometida.

Esto es lo que la Biblia en griego llama “katapausis”. Después de tantos siglos de trabajos forzados en Egipto, después de un camino largo y pesado en el desierto durante cuarenta años, después de batallas y batallas con los pueblos de Canaán, finalmente se establece el reino de Israel. David y Salomón llegan a un período de paz. Incluso se construye un templo en el corazón de Jerusalén. Se cumple así la ansiada espera, y la historia se resuelve con el reposo del pueblo elegido y de Dios en medio de ellos. El rey Salomón entonces pronuncia estas palabras:

    “Bendito sea el Señor, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que había dicho; ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado…”

(1 Re 8, 56)

El Señor nos ha prometido una meta al final del camino. La lucha y el trabajo no serán en vano. Aunque parezca que la fatiga se alarga, y que no vemos colmada nuestra esperanza, al final Dios cumplirá sus promesas. Él llevará a término su obra en nuestro corazón y, una vez concluida, podremos descansar en él. Sólo tenemos que mantenernos unidos a su Palabra con la esperanza viva. No podemos permitir que con el tiempo y las preocupaciones se endurezca el corazón, como le pasó a Israel en el desierto (Sal 95, 8-11). Cada día tenemos que renovar nuestra intención de mantenernos en el camino de Dios, si queremos entrar finalmente en el lugar de descanso que Él nos ha reservado.

II. Anapausis

Pero Jesús quiere decir algo un poco diverso. Él habla de un reposo que los evangelistas describen con la palabra “anapausis”. Se trata de la serenidad que nos abre a un nuevo día y que se percibe en el silencio de cada amanecer. Es el reposo de la nueva creación que ha logrado muriendo en la cruz, bajando a los infiernos y alzándose del sepulcro. No fue en vano tanta fatiga. No acabó en el silencio de la muerte, sino que dio el paso a una nueva vida.

Sólo el que sigue a Cristo tomando el yugo de la cruz llega a poseer esta sabiduría (Sir 51, 34-35). Es el descanso de quien renueva sus fuerzas directamente en la fuente. Es el reposo que llena de ánimo para comenzar de nuevo, no importa lo que se haya padecido antes. Cada día se puede retomar la lucha, porque la sangre de Cristo nos regenera sin cesar. Entonces sí se cumplen plenamente las promesas de los profetas sobre un Dios que vive en medio de su pueblo (Is 66,1). Él mismo derrama sobre su Iglesia toda la vitalidad del agua sobre la tierra reseca, la misma vitalidad que sana las heridas y da el vigor a los miembros cansados.

III. Descanso de las promesas cumplidas

San Jerónimo, además, desdobla el sentido de esta palabra y la traduce de dos maneras diferentes. La primera vez nos habla del descanso que restaura. En latín se habla de “refectio” (Mt 11, 28), es decir, de un re-hacerse, tal como hemos visto más arriba. Pero poco después leemos la palabra “requies” (Mt 11, 29), que nos describe la tregua al final de una guerra. Es el descanso después de una larga tensión, el final de un gran problema que buscamos solucionar. Por fin se ha alcanzado el objetivo, y ahora sí el alma queda saciada…

Este descanso se parece mucho al de las promesas cumplidas. Sin embargo, no es sólo la obra de Dios que llega a su fin en nosotros, sino también nuestro corazón que ha encontrado lo que buscaba con tanta inquietud. Porque la verdadera tierra prometida, esa que hace descansar lo más profundo del alma, no es ni un lugar ni una situación sin problemas: la tierra prometida es un Rostro, es una Persona divina que se ha hecho carne y que ha habitado entre nosotros.

Cristo es el auténtico descanso para nuestras almas. Tomemos, pues, su invitación: “Venid a mí…”. ¿Cómo ir a Jesús? Él nos propone unos pasos concretos:

“Tomad mi yugo sobre vosotros…

..aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…

Y hallaréis descanso para vuestras almas.”

Por: Javier Castellanos

10 consejos para vivir un noviazgo en clave católica

El noviazgo es una etapa muy rica e intensa donde la pareja se prepara para el matrimonio, en el que existen una serie de desafíos a los que se debe hacer frente, especialmente en un mundo erotizado, materialista y alejado de Dios.

Ante esta situación que se presenta como un reto para los católicos, ACI Prensa entrevistó a Emma Rodríguez y a Didier Masis, un matrimonio originario de Costa Rica que es autor del Blog de Emma y Didier donde escriben sobre temas como el amor verdadero y el noviazgo. Esta psicóloga de 28 años y este filósofo de 36 llevan tres años de matrimonio y también dan charlas en escuelas, universidades, iglesias y congresos.

Ellos dieron estas 11 claves para vivir un noviazgo santo en clave católica.

1.- Vivir en castidad

Emma indicó que en el noviazgo es importante vivir en castidad, absteniéndose de tener relaciones sexuales, porque esta virtud “te enseña a ordenar y a reflexionar si tus acciones están orientadas a amar verdaderamente o a usar a la otra persona”.

“La castidad no es cerrarse al amor humano sino abrirse al amor divino para que me ayude a orientar mis deseos”, comentó.

Por su parte, Didier indicó que ser casto y esperar al matrimonio para tener relaciones sexuales“es darle un sentido al mandamiento del amor: aprender a amar a Dios sobre todas las cosas. También implica saber cuánto me conozco, me amo y me valoro”.

Para fortalecer esta virtud, ambos aconsejaron ir con frecuencia a los sacramentos y vivirlos plenamente.

2.- Crecer juntos en la fe

Didier destacó que el noviazgo es una oportunidad para que la pareja crezca en la fe. Para lograrlo, ambos pueden hacer una lista de prácticas espirituales que pueden realizar juntos.

Algunas son orar en pareja, y si ambos viven lejos pueden llamarse por WhatsApp o Skype para realizar la Lectio Divina o rezar alguna otra oración.

“No se debe olvidar que la relación más importante es la que tienes con Dios. Hay que hablar con Él y escucharlo”, agregó Emma.

Emma comentó también que sería ideal que la pareja haga un retiro espiritual juntos por lo menos una vez al año.

Esto ayudará a “discernir sobre su camino porque el noviazgo no significa que ya te casaste. Es un discernimiento para saber si esa persona es aquella con la que se formará una familia”.

3.- Ponerse metas para crecer personalmente

Didier señaló que el noviazgo “tiene que ir creciendo, las personas tenemos que ir creciendo, un noviazgo que se estanca no madurará. El noviazgo debe tener metas y propósitos”.

Ambos recomendaron que la pareja se puede trazar objetivos para cumplir en una semana o al mes.

Algunos son leer libros espirituales, visitar un asilo de ancianos, ayudar a una causa de la parroquia, rezar juntos todos los días o ir a la Hora Santa y ofrecerla por todos los noviazgos y matrimonios, entre otros.

4.- Construir la confianza y una sólida amistad

En el noviazgo es muy importante construir la confianza y esta se basa en una buena amistad.

“Hemos notado que hoy en día las parejas se saltan etapas y no saben ser amigos. La amistad es la base de una buena relación. De ella se desprende la confianza y la transparencia. Las parejas se saltan todo eso y entran inmediatamente en una relación en la que emocionalmente están prácticamente casados uno con el otro”, señaló Emma.

Didier añadió que en una relación los celos “son el síntoma de las carencias que tengo y de experiencias que no he sanado”.

5.- No idealizar a la otra persona

Didier indicó que en el noviazgo se suele mostrar a la otra persona lo mejor de uno como si fuera “una imagen retocada con Photoshop”.

“Tenemos que dejar pasar la ilusión para mostrarnos como somos en realidad, para dar a conocer nuestros valores, para conversar seriamente con la otra persona sobre lo que es importante para su vida”, expresó.

“No hay que olvidar lo que Jesús nos dijo: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Si uno se ama y se acepta no hay necesidad de vender falsas ilusiones”, dijo.

6.- No encerrarse

Emma y Didier indicaron que el noviazgo “no se trata de encerrar al otro y vivir pegado como un parásito. Se trata de compartir con otros y eso enriquece la relación”.

“Recomiendo que invites a la otra persona a tu mundo. Que conozca a tu familia, a tus amigos. Incluso habrá espacios donde saldrá solo uno de los dos. Por ejemplo, Didier y yo tenemos amigos en común. Él conoce a todas mis amigas y yo conozco a todos sus amigos”, comentó Emma.

Añadió que si cada uno decide salir con sus amigos “eso no quiere decir que me ame menos sino que él tiene necesidad de relacionarse con sus amigos o familia y yo también”.

7.- La mejor forma de afrontar las peleas

En el noviazgo no todo es color de rosa. La pareja también pelea: lo importante es aprender a manejar las emociones y comprender al otro.

“Después de una pelea fuerte recomiendo hacer silencio y esperar a que las aguas se calmen. Cuando nos enojamos lo primero que aparece es la lengua. Hay que tener control sobre las palabras que decimos porque pueden herir a la otra persona”, aconsejó Emma.

También recomendó “ponerse en los zapatos del otro porque a veces uno cree que tiene la razón. Añadió que “hay que pedir al Espíritu Santo que te ayuda a traer la paz en ese momento”.

8.- Cuestionar la relación (no es malo)

Tal vez habrá un momento en el que te preguntes si tu pareja realmente es la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida.

Emma comentó que es bueno dudar y cuestionar porque “el noviazgo es el tiempo donde tienes que hacerte preguntas”.

Ambos recomendaron hacerse estas preguntas como las siguientes: ¿Compartimos los mismos valores?, ¿Estoy dispuesto a casarme con esa persona que tiene estas cualidades y defectos?, ¿Por qué estamos llevando este noviazgo?, ¿Me he amado a mí mismo y te he amado a ti? y ¿He sido un puente para que esa persona se encuentre con Dios?

9.- Aprender a perdonar

Si uno aprende a perdonar en el noviazgo podrá hacerlo en el matrimonio. Emma recordó que todos los seres humanos son frágiles y cometen errores. “Tarde o temprano la otra persona me va a fallar así como yo le fallaré”.

Aclaró que “perdonar no significa aceptar. Puede suceder que la persona te trató mal, te fue infiel, te agredió. Tú puedes perdonarla como un gesto de caridad hacia el otro y para mostrar que no quieres seguir lastimándote”, recomendó.

10.- ¿Y qué pasa si mi pareja está alejada de la fe?

Emma indicó que es importante “plantearse si mi proyecto de vida involucra que mi pareja no sea ‘tan’ católica como yo lo soy”.

Si el otro, por distintas razones, está alejado de Dios, entonces “no descuides tu fe. La relación con Dios es lo más importante que uno tiene en la vida. Además, el testimonio arrastra”.

“Si la otra persona te ve enamorado o enamorada de Dios llegará un punto en el que empezará a preguntarse qué es lo que te da esa felicidad y esa paz”.

“Si Dios quiere que ustedes se unan en matrimonio genial, pero si tu testimonio hace que la otra persona se acerque a Dios también es una bendición”, afirmó.

Bonus: Para aquellos que aún no encuentran al amor de su vida

No tengas miedo de esperar y reza por tu futuro esposo (a)

Si sientes que tu llamado es el matrimonio, pero aún no aparece esa persona especial debes tener paciencia.

Emma indicó que es importante tener confianza en que Dios vela por todos tus anhelos. “Hay que aprender a comprender que nuestros tiempos no son los tiempos de Dios. Nosotros solemos apresurarnos. Dios no se olvida de ti”.

“Ninguna persona, por más que la ames, va a llenar los vacíos como Dios. Si estando soltero tu corazón no se siente lleno con el infinito amor de Dios, menos lo estará con una criatura igual a ti”, destacó la bloguera.

Didier añadió que “la soltería es un tiempo que se debe disfrutar para crecer y sanar. Tienes que abrirte para escuchar la voz de Dios y saber cuál es el camino que debo seguir en mi vida”.

Por: María Ximena Rondón

La fuerza de la juventud transforma

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“¿Son jóvenes o jóvenes envejecidos?”, es la pregunta que hizo el Papa Francisco en un video mensaje a los participantes de las Jornadas caribeñas de la Juventud que se celebra del 10 al 23 de julio en Martinica, en las Antillas, con el tema “Los jóvenes transforman la familia caribeña”.

En su mensaje, el Pontífice agradeció a los jóvenes por comprometerse en la transformación de las familias. “Se ve que tienen garra y quieren luchar. Sigan adelante”, alentó.

“Es un tema desafiante, ustedes son jóvenes, pero me pregunto: ¿Son jóvenes o jóvenes envejecidos? Porque si son jóvenes envejecidos no van a poder hacer nada. Tienen que ser jóvenes ‘jóvenes’”, es decir, “con toda la fuerza de la juventud para transformar”, indicó el Papa.

Por ello, dijo que “lo primero que tienen que hacer es ver si se ‘instalaron’”, porque “si están instalados la cosa no va. Tienen que desinstalarse los que están instalados, y empezar a luchar”.

“Ustedes quieren transformar, quieren llevar adelante y han hecho suyas las directivas de la Exhortación post-Sinodal sobre la familia para llevar adelante la familia, para transformar la familia del Caribe. Llevarla adelante hoy para mañana, o sea, en el presente para el futuro. Y hoy, ustedes, para entender el presente tienen que saber describirla, saberla comprender para enfrentar el mañana”, indicó.

En ese sentido, los alentó a estudiar el capítulo cuarto de la exhortación titulado “El amor en el matrimonio”, porque “en el camino de hoy a mañana necesitan de la doctrina sobre la familia”. “Ahí está el núcleo. Estúdienlo. Véanlo y van a tener las pautas de progresión. Pero hoy y mañana. Nos queda el ayer. No se puede mirar al mañana sin mirar al ayer. No se puede mirar el futuro sin reflexionar sobre el pasado”.

“Ustedes se preparan para transformar algo que les fue dado por sus mayores. Ustedes reciben historia de ayer, reciben tradiciones de ayer. Ustedes tienen raíces y sobre esto quiero detenerme un minutito: no se puede hacer nada en el presente ni en el futuro si no estás arraigado en el pasado, en tu historia, en tu cultura, en tu familia; si no tenés las raíces bien metidas adentro”.

Francisco aseguró que “de la raíz te va a venir la fuerza para seguir adelante. Todos nosotros y ustedes no fuimos fabricados en un laboratorio, tenemos esa historia, esas raíces. Y lo que hagamos, los frutos que demos, la belleza que podamos hacer en adelante, vienen de esas raíces”.

Así, recordó el verso del poeta Francisco Luis Bernárdez: “Todo lo que el árbol tiene de florido, le viene de lo que tiene soterrado”. “Miren hacia atrás también para tener raíces –invitó el Papa-, miren a sus abuelos, miren a sus viejos y hablen con ellos, y tomen eso y lo llevan adelante. Transformado, pero ahí van a tener las raíces, la fuerza para transformar la familia. Es una tensión transformante. No se puede transformar sin tensión”.

“Les dije que el núcleo de Amoris laetitia era el capítulo cuarto. Cómo vivir el amor. Cómo vivir el amor de la familia. Hablen entre ustedes sobre el capítulo cuarto. Ahí van a tener mucha fuerza para seguir adelante y hacer la transformación. Y no se olviden una cosa: que el amor tiene fuerza propia. El amor tiene fuerza propia. Y el amor no termina nunca. San Pablo dice: ‘La fe y la esperanza acabarán cuando ya estemos con el Señor, en cambio el amor seguirá con el Señor’”.

Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa

Dar gratis a los hombres lo que hemos recibido gratis de Dios.

La verdad que salva la vida, que se hizo carne en Jesús, enciende el corazón de quien la recibe con un amor al prójimo que mueve la libertad para devolver lo que se ha recibido gratuitamente. Ser alcanzados por la presencia de Dios, que se hace como uno de nosotros en Navidad, es un don inestimable, un don capaz de hacernos vivir el abrazo universal de los amigos de Dios, en esa red de amistad con Cristo que une el cielo y la tierra, que orienta la libertad humana hacia su cumplimiento y que, si es vivida en su verdad, florece con un amor gratuito y lleno de atención por el bien de todos los hombres.

No hay nada más hermoso, urgente e importante que volver a dar gratuitamente a los hombres lo que hemos recibido gratuitamente de Dios.

No hay nada que nos pueda eximir o dispensar de este exigente y fascinante compromiso. La alegría de la Navidad que ya experimentamos, al llenarnos de esperanza, nos empuja al mismo tiempo a anunciar a todos la presencia de Dios en medio de nosotros.

La Virgen María es modelo incomparable de evangelización, pues no comunicó al mundo una idea, sino el mismo Jesús, el Verbo encarnado. Invoquémosla con confianza para que la Iglesia anuncie también a nuestro tiempo a Cristo Salvador.

Cada cristiano y cada comunidad experimentan la alegría de compartir con los demás la buena noticia de que Dios amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo unigénito para que el mundo se salve por medio de Él. Este es el auténtico sentido de la Navidad, que siempre tenemos que redescubrir y vivir intensamente.

Palabras que pronunció Benedicto XVI el domingo antes de rezar la oración mariana del Ángelus 2007

¿Qué hace el Papa en sus vacaciones?

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Un año más el Papa Francisco pasará las vacaciones de verano en el Vaticano. Seguirá en la Casa Santa Marta, aunque estas semanas se diferenciarán del resto del año en que tendrá menos carga de audiencias y actividades, tiempo que podrá dedicar a la lectura y a la oración.

Francisco no ha seguido la línea de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que se tomaban unos días de vacaciones en la residencia papal de Castelgandolfo o incluso en el Valle de Aosta, en el caso del santo polaco.

Según informa Álvaro de Juana en La Razón, el Papa ha querido ser fiel a su tradición autoimpuesta de renunciar a las vacaciones, algo que hace desde 1975: “Cambio de ritmo, duermo algo más, leo cosas que me reposan, escucho algo más de música, rezo más…Y todo eso me descansa”.

Este es el sexto verano que el Papa pasará en el interior de los muros vaticanos, aunque es probable que haga alguna salida o visita de algunas horas para ver a algún amigo o institución.

No hay audiencias de los miércoles

En un comunicado, la Santa Sede ya informó que en julio no habrá audiencias generales los miércoles y tampoco se celebrarán las misas en la Casa Santa marta. Sólo se mantendrá el Angelus dominical.

¿A qué dedica exactamente el Papa el tiempo en estas vacaciones? Reza, lee, prepara futuros documentos y también los próximos viajes que se avecinan.

En breve le espera el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín. El 15 de septiembre irá a Palermo; al Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes y las vocaciones en octubre, y a la canonización del Papa Pablo VI y del que fuera arzobispo de San Salvador, Óscar Romero.

Más de 60.000 monaguillos “inundarán” Roma y se reunirán con el Papa Francisco

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Un año más, del 30 de julio al 3 de agosto, llegarán a Roma unos 60.000 monaguillos de Italia, Portugal, Alemania, Suiza, Serbia o Ucrania, entre otros países, con motivo de su peregrinación anual y tendrán un encuentro con el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro.

La peregrinación, que se desarrolla cada cinco años, se desarrolla esta vez bajo el lema “Buscad la paz y perseguidla” y está organizada por el Coetus Internationalis Ministrantium (CIM), organismo internacional que agrupa las diversas realidades nacionales y diocesanas de Acólitos y Monaguillos de Europa.

Los más numerosos –unos 50.000– llegarán desde Alemania y durante su estancia en Roma participarán en visitas guiadas sobre temas de historia, cultura y espiritualidad, y excursiones culturales y religiosas.

Por: aciprensa

El secreto de confesión

«El sistema del secreto que se da en el orden eclesial, como en cualquier otro orden jurídico, no pretende encubrir tramas, complots o misterios, como a veces ingenuamente la opinión pública cree o, más a menudo, es inducida a creer». El cardenal Mauro Piacenza, Penitenciario mayor de la Iglesia católica, explicó que el «objetivo del secreto, tanto sacramental como extra sacramental es proteger la intimidad de la persona, es decir, custodiar la presencia de Dios en lo íntimo del ser humano». Añadió el cardenal Piacenza que «grandes y saludables son los efectos que con el secreto y la reserva se desean proteger y custodiar para salvaguardar la fama y la reputación de alguien o respetar los derechos tanto de individuos como de grupos». (Artículo publicado por “L’Osservatore Romano” sobre el congreso que organizó la misma Penitenciaría Apostólica titulado “El sigilo confesional y la privacidad pastoral”. 12 noviembre 2014).

Breve explicación del secreto de confesión o sigilo sacramental

El sigilo sacramental es, en la Iglesia Católica, la obligación de no manifestar jamás lo sabido por confesión sacramental.

El derecho natural lo supone y es de derecho divino, sin que la Iglesia tenga facultad para dispensar de él, ni aun muerto el penitente. Su inviolabilidad es tal, que en ningún caso imaginable, ni daño gravísimo que sobrevenga al confesor ni a toda la humanidad, podría infringirse, ni de palabra, ni por escrito, ni por señal, ni por reticencias. Ni el mismo confesor podría confesar su pecado revelando la confesión recibida y de no haber otro medio, no estaría obligado a la integridad material de su propia confesión.

Dicha obligación comprende en primer término al confesor y después a todos aquellos que de algún modo se enterasen de la confesión, lícita o ilícitamente, ya oyéndola, ya leyendo apuntes de los pecados en orden a la confesión, ya sirviendo de intérprete y, si son varios, no pueden hablar de ello entre sí.

Son materia directa del sigilo los pecados mortales en general y en particular, los veniales en particular (pues, en general, no hay hombre que no los tenga y, por tanto, no son materia de sigilo), su objeto, cómplices y circunstancias. Materia indirecta es todo aquello por donde se puede venir en conocimiento del pecado o del pecador y cuanto a éste pudiera causar confusión, sospecha o daño y por esto caen bajo sigilo la penitencia impuesta, indisposición del penitente, denegación de absolución, defectos naturales y morales, escrúpulos conocidos solo por la confesión y cuya revelación pueda molestar al penitente.

Aun excluido el peligro de revelación, el Código de Derecho Canónico prohibe absolutamente a los confesores usar del conocimiento adquirido en la confesión con gravamen del penitente. De ser violado, el sacerdote queda automáticamente excomulgado.

A tanto llega la inviolabilidad del sigilo, que de negarse la absolución a un penitente por indispuesto, si se acerca públicamente a recibir la comunión de mano del mismo confesor, éste tiene que dársela.

Ni al mismo penitente se puede hablar de sus pecados fuera de la confesión sin licencia suya, que no debe solicitarse sino en caso de excepcional necesidad, por no exponerle a la natural vergüenza, haciendo odiosa la confesión. Aparte de esto, el penitente puede autorizar al confesor para hacer uso del secreto sacramental, pero esa autorización debe ser expresa, no implícita ni interpretativa, ha de ser espontánea y libérrima, con causa legítima y en bien del mismo penitente. Todo lo sobredicho va en el supuesto de que el confesor no sepa las cosas por otro producto que la confesión y así lo haga constar.

Preguntas frecuentes sobre el tema:

– ¿Puede un sacerdote revelar algún secreto de confesión?

La Iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas. Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes.

El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice: «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo».

– ¿No hay excepciones?

El secreto de confesión no admite excepción. Se llama «sigilo sacramental» y consiste en que todo lo que el penitente ha manifestado al sacerdote queda «sellado» por el sacramento.

Un sacerdote no puede hablar a nadie sobre lo que se le dice en confesión. Aun cuando él supiera la identidad del penitente y posteriormente se encontrara con él no puede comentarle nada de lo que le dijo en confesión, a menos que sea el mismo penitente quien primero lo comente. Entonces y sólo entonces, puede discutirlo sólo con él. De lo contrario debe permanecer en silencio.

– ¿Cómo se asegura este secreto?

Bajo ninguna circunstancia puede quebrantarse el “sigilo” de la confesión. De acuerdo a la ley canónica, la penalización para un sacerdote que viole este sigilo sería la excomunión automática (Derecho Canónico 983, 1388).

El sigilo obliga por derecho natural (en virtud del cuasi contrato establecido entre el penitente y el confesor), por derecho divino (en el juicio de la confesión, establecido por Cristo, el penitente es el reo, acusador y único testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar secreto) y por derecho eclesiástico (Código de Derecho Canónico, c. 983).

– ¿Y si revelando una confesión se pudiera evitar un mal?

El sigilo sacramental es inviolable; por tanto, es un crimen para un confesor el traicionar a un penitente ya sea de palabra o de cualquier otra forma o por cualquier motivo.

No hay excepciones a esta ley, sin importar quién sea el penitente. Esto se aplica a todos los fieles —obispos, sacerdotes, religiosos y seglares—. El sigilo sacramental es protección de la confianza sagrada entre la persona que confiesa su pecado y Dios, y nada ni nadie puede romperlo.

– ¿Qué puede hacer entonces un sacerdote si alguien le confiesa un crimen?

Si bien el sacerdote no puede romper el sello de la confesión al revelar lo que se le ha dicho ni usar esta información en forma alguna, sí está en la posición —dentro del confesionario— de ayudar al penitente a enfrentar su propio pecado, llevándolo así a una verdadera contrición y esta contrición debería conducirlo a desear hacer lo correcto.

– ¿Las autoridades judiciales podrían obligar a un sacerdote a revelar un secreto de confesión?

En el Derecho de la Iglesia la cuestión está clara: el sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática.

Esta rigurosa protección del sigilo sacramental implica también para el confesor la exención de la obligación de responder en juicio «respecto a todo lo que conoce por razón de su ministerio», y la incapacidad de ser testigo en relación con lo que conoce por confesión sacramental, aunque el penitente le releve del secreto «y le pida que lo manifieste», (cánones 1548 y 1550).

– ¿Aunque contando el secreto el sacerdote pudiera obtener algo bueno para alguien?

El sigilo sacramental no puede quebrantarse jamás bajo ningún pretexto, cualquiera que sea el daño privado o público que con ello se pudiera evitar o el bien que se pudiera promover.

Obliga incluso a soportar el martirio antes que quebrantarlo, como fue el caso de San Juan Nepomuceno. Aquí debe tenerse firme lo que afirmaba Santo Tomás: «lo que se sabe bajo confesión es como no sabido, porque no se sabe en cuanto hombre, sino en cuanto Dios», (In IV Sent., 21,3,1).

– ¿Y si otra persona oye o graba la confesión y la revela?

La Iglesia ha precisado que incurre también en excomunión quien capta mediante cualquier instrumento técnico, o divulga las palabras del confesor o del penitente, ya sea la confesión verdadera o fingida, propia o de un tercero.

– ¿Y en el caso de que el sacerdote no haya dado la absolución?

El sigilo obliga a guardar secreto absoluto de todo lo dicho en el sacramento de la confesión, aunque no se obtenga la absolución de los pecados o la confesión resulte inválida.

*Fuentes: Código de Derecho Canónico, Catecismo de la Iglesia Católica, respuestas sobre el tema de Grace MacKinnon, especializada en Doctrina Católica, L’Osservatore Romano, Vatican Insider.

Por: Redacción Catholic.net | Fuente: Varios*