jueves, marzo 28, 2024
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¿Qué gano yo siendo Católico?

Querido Padre Nelson, le escribo porque hoy tuve una conversación con un compañero de trabajo acerca de divinidad de Jesús y otros temas católico y me surgieron varias dudas que quisiera compartir con usted. Para mi compañero, como para Gandhi, lo verdaderamente importante es el sermón de la montaña. Las palabras allí pronunciadas por Jesús deberían ser la base de actuación de todo ser humano, por sus obras los conoceréis. ¿No deberíamos basarnos más en los hechos de las personas y menos en el discurso teológico que cada uno puede esgrimir? ¿De qué sirve ser, católico, musulmán, budista, etc. si mis obras no son buenas independientemente del discurso teológico que cada uno maneje? ¿Qué gano yo siendo católico?
Quiero abordar dos puntos básicos.

1. ¿Con qué criterio escogemos «lo verdaderamente importante»? Hay quienes piensan que lo esencial de Jesús es el Sermón de la Montaña pero otras personas creen que lo fundamental de él fue su manera de incluir a los marginados de su tiempo (niños, pobres, leprosos, mujeres, extranjeros…). Otros piensan que la clave está en el ejemplo de donación (pro-existencia) que él muestra; otros lo ven como un revolucionario social, en el sentido más profundo del término. Además, cada uno de los que así piensa puede «reducir» las otras perspectivas a la suya. Por ejemplo, el que todo lo ve en términos de proexistencia dirá que el Sermón de la Montaña es «sólo» una de las expresiones de proexistencia. El que cree que todo va en la línea social dirá ese Sermón es pura dinamita en una sociedad llena de privilegios y castas, y que por tanto no es tan fundamental.

Ahora bien, si uno va a los Evangelios mismos, es claro que el centro de gravedad está en la Pasión-Resurrección. Sin la Cruz y la Resurrección Jesús es un profeta entre otros, un Daniel o un Ezequiel más. También ellos llevaron vidas ejemplares. De hecho, un profeta como Eliseo hizo milagros fantásticos; Isaías está colmado de poesía; Jeremías se ofreció de intercesor por los pecados de su pueblo. Es la Cruz la que hace que Jesús sea Jesús. Esto no lo percibe fácilmente un hindú porque para ellos lo que prima es la enseñanza, y no en cuanto doctrina, sino en cuanto relato, en cuanto palabra que evoca e inspira. Jesús nos inspira pero no es por eso por lo que creemos en él, sino por su Sangre derramada en sacrificio por nuestro pecados. Gandhi parece que nunca fijó realmente su atención en ese aspecto de amor – sacrifico – resurrección – redención que sin embargo es esencial al Nuevo testamento.

2. Tengamos cuidado con las falsas alternativas. Una alternativa es falsa, por ejemplo, si nos presenta dos opciones y en realidad hay más de dos. Un ejemplo ayuda a entender. Hay gente que dice: «Para rezar mal, mejor no rezar». Ahí se parte de la base de que hay dos posibilidades: (a) Rezar mal; (b) No rezar. Sin embargo, uno ve que hay otra posibilidad: Rezar BIEN. Y cuando a uno le preguntan: ¿Cuál de estas TRES posibilidades es mejor: Rezar mal, Rezar bien, No rezar?, la elección es obvia.

Algo semejante sucede en la serie de preguntas que planteas al final del texto tuyo que transcribí, por ejemplo esto: «¿De qué sirve ser, católico, musulmán, budista, etc. si mis obras no son buenas independientemente del discurso teológico que cada uno maneje?» Lo que planteas es algo como que uno puede ser: (a) Católico con malas obras; (b) Cualquier cosa, con buenas obras. En ese planteamiento es evidente que el ser católico no añade. Pero ahí hay dos malentendidos: primero, que nuestro ideal NO es tener bonita doctrina y malas obras, sino doctrina cierta con obras buenas, santas. El segundo malentendido es que los pensamientos y las obras van como ruedas independientes. La Biblia nos deja ver, por el contrario, que de lo que abunda el corazón habla la boca, y también que el que medita el crimen obra la maldad.

Evidentemente las ideas justas son el ambiente natural de las buenas obras. Además, buenas obras no son sólo las que el catecismo llama obras de misericordia «corporales». Si una persona, como han hecho muchos comunistas, da pan al precio de enseñar a la gente a burlarse de la Providencia de Dios y de educarlos en la idolatría del Partido, ¿es eso una «buena obra»? Ser genuinamente buenos implica mucho más que portarse bien, ser empático y repartir bienes visibles. Ser bueno, en el fondo, es transparentar la bondad de Dios, y eso es lo que nos ha mostrado y lo que nos capacita para hacer Jesucristo. Se ve entonces cuándo tiene el que tiene la fe cristiana en sentido pleno, y la vive.

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