jueves, marzo 28, 2024
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MI VIDA + CRISTO

“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo” (2ª Corintios 5, 17)

¿Qué significa “mi Vida + Cristo”?, ¿Cuál es el resultado de esta “ecuación”?, ¿Qué otorga esta operación?… “Mi Vida + Cristo” es igual a “Vida Nueva”… ahora bien, ¿Qué es “Vida Nueva”?, ¿Qué significa?… Más que una idea que pueda parecer inalcanzable, la Vida Nueva con Cristo es en realidad una verdadera y única relación personal con Jesucristo; y al decir única, me refiero a que ninguna otra relación se compara o siquiera se acerca a ella.

Sabemos que Cristo no es un mero personaje histórico sino el Hijo del Dios Vivo, que vive con nosotros, entre nosotros y en nosotros, y es Él quien otorga la Vida Nueva por medio del Espíritu Santo, a través de su llamado continuo que nos hace cada día. Pero, ¿quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede del Amor reflejado entre El Padre y El Hijo; es el “Señor y Dador de Vida”, es el regalo de Dios, “Don Sagrado” a todos nosotros, y es este mismo Espíritu Santo el que nos invita a que demos un SÍ de aceptación a la acción salvadora de Jesús, lo cual se manifiesta en nosotros los jóvenes con un encuentro personal con Él, donde lo conocemos, pero no sólo con un conocimiento de “meras verdades”, como de que Él (Jesús) es el “Hijo Vivo de Dios”, que nació de Santa María La Virgen, que murió por la redención de nuestros pecados en la Cruz, que está sentado a la derecha de Dios Padre… en realidad es, como ya dije, un verdadero encuentro Vivo y Personal con Él.

Una “Vida Nueva con Cristo” implica más que decir “YO SOY CRISTIANO”, más que pasar frente a una Iglesia y persignarme, más que ser acólito o ministro extraordinario de la Sagrada Comunión en la Parroquia; no se es cristiano solamente porque presto alguno que otro servicio en mi Parroquia, porque voy y participo de las procesiones en la Semana Santa, porque asisto a misa y/o porque sigo todas las prácticas y normas como lo hacía el joven rico del Evangelio (San Mateo 19, 16-22) o como Nicodemo que por temor a lo que dirían, buscó a Jesús en la oscuridad de la noche para que nadie lo viera (San Juan 3, 1); más que todo lo anterior, es tener una relación personal desde el corazón, donde se vea que Cristo Vive en ti.

En Palabras de San Juan Pablo II: “A todos se les pide que profundicen y asuman la auténtica espiritualidad cristiana”. “En efecto, espiritualidad es un estilo o forma de vivir según las exigencias cristianas, la cual es la Vida en Cristo y en el Espíritu”, que se acepta por la fe, se expresa por el amor y, en esperanza, es conducida a la vida dentro de la comunión eclesial”. (Eclessia in America #29). Luego, San Pablo también nos dice: “Porque te salvarás si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos. La fe del corazón te procura la justicia, y tu boca que lo proclama te consigue la salvación. La escritura ya lo dijo: El que cree en Él no quedará defraudado” (Romanos 10, 9-11).

Entonces, “Vida Nueva con Cristo” significa aceptar a Jesús como tu Señor, por medio de la acción del Espíritu Santo: “Ahora les digo que ninguno puede gritar: « ¡Maldito sea Jesús!» si el espíritu es de Dios; y nadie puede decir: «¡Jesús es el Señor!», si no es por acción del Espíritu Santo” (1a Corintios 12, 3). Esto permite que Jesucristo te pueda liberar de tus ataduras, llámense como se llamen: “Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, orgías y cosas semejantes. Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios” (Gálatas 5, 19-21). Al liberarte de tus ataduras Él puede sanar tus heridas y transformar una “vida vieja”, gastada por el pecado y el mundo, a una “Vida Nueva”.

“Y ahora no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Todo lo que vivo en lo humano, lo vivo con la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2, 20)… Pero, ¿Cuándo comienza esta Vida Nueva? La Vida Nueva comienza propiamente desde que somos bautizados y recibimos el Espíritu Santo: “Como ustedes saben, todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en su muerte. Por este bautismo en su muerte fuimos sepultados con Cristo, y así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la Gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva” (Romanos 6, 3-4).

Es en el Bautismo donde recibimos, por medio del mismo Espíritu Santo, ese nacimiento a la “Vida de Gracia”, y es ese mismo Espíritu el que nos va preparando para esta, acrecentándola y santificándola, pues nosotros solos, por nuestra propia cuenta, no somos capaces de hacerlo. Un punto clave, después de ser Bautizados, para comenzar esta Vida Nueva es corresponder al llamado que Cristo nos hace para entrar en nuestra vida, así como le ocurrió a Zaqueo, el recaudador de impuestos, a quien el encuentro con Cristo le abre el corazón y, no solamente acepta la propuesta de Jesús, le recibe en su casa y esto lo hace tomar conciencia de su falta, dando paso a la conversión (San Lucas 19, 1-10).

“Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno escucha mi voz y me abre, entraré en su casa y comeré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3, 20). Con este pasaje, recordemos siempre el ejemplo de Zaqueo, a quien Jesús le pide literalmente que le abra las puertas de su casa para comer junto a él, Zaqueo responde a ese llamado con un sí y luego, si leemos el pasaje del Evangelio, reconoce su falta y se convierte. Tomemos también acá el ejemplo de nuestra Madre María, cuando nosotros respondemos como Ella, con ese “Sí” de aceptación total al llamado que Dios nos hace, Él puede “Renovar” esa Vida Nueva que ya recibimos, pero que con el paso del tiempo y las circunstancias de la vida se ha quedado estancada, de tal manera que una vez que ya hemos dado ese paso, sea la acción del Espíritu Santo en nosotros la que haga germinar de manera eficaz esa Vida Nueva y poder dejar atrás el hombre viejo esclavo del pecado.

“Como ustedes saben, el hombre viejo que está en nosotros ha sido crucificado con Cristo. Las fuerzas vivas del pecado han sido destruidas para que no sirvamos más al pecado. Así, pues, hay una muerte y es un morir al pecado de una vez para siempre. Y hay un vivir, que es vivir para Dios. Así también ustedes deben considerarse a sí mismos muertos para el pecado y vivos para Dios, en Cristo Jesús” (Romanos 6, 10 – 11).

Pero, para que esta Vida Nueva germine, además de corresponder al llamado de Cristo, también es necesario reconocer que cuando fuimos bautizados, la mayoría de nosotros no estábamos consientes del regalo que recibimos en ese momento, sino que fueron nuestros padres y padrinos los que asumieron el compromiso de educarnos cristianamente en la Fe, de tal manera agradezcamos su labor; ahora que se nos presenta esta oportunidad de experimentar este nuevo y único nacimiento que es obra del Espíritu Santo – y al decir único me refiero a que no existe otro –, debemos abrirnos a la acción vivificadora de adhesión total a Jesucristo, comenzando por reconocer nuestro pecado y arrepentirnos de todo corazón, lo que incluye confesarlo ante el sacerdote también.

Con palabras del Salmo 51, 19: “Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues un corazón humilde y arrepentido Tú no lo desprecias Señor”; y agrega el Libro de los Proverbios 28, 13: “Al que disimula su pecado, no le irá bien, pero al que lo confiesa y lo deja, será perdonado”. Esto también conlleva dejar atrás aspectos de tu vida que te hacen esclavo y te alejan de experimentar la “Vida Nueva con Cristo”: “Por tanto, hagan morir en ustedes lo que es terrenal, es decir, libertinaje, impureza, pasión desordenada, malos deseos y el amor al dinero, que es una manera de servir a los ídolos” Colosenses 3, 5; complementando lo anterior con la lectura de Efesios 4, 31-32: “Arranquen de raíz de entre ustedes disgustos, arrebatos, enojos, gritos, ofensas y toda clase de maldad. Más bien sean buenos y comprensivos unos con otros, perdonándose mutuamente, como Dios los perdonó en Cristo”.

Esto permitirá que el Espíritu Santo te haga reconocer a Jesús como tu Salvador, teniendo necesidad de su misericordia, y así alejarte de lo que te ofrece el mundo como una solución vana o salvación sustituta, logrando así, ya una vez arrepentido y habiendo confesado tus pecados, como fruto de esta acción, Renacer a una Vida Nueva y poder así revestirte del “Hombre Nuevo”: “Revístanse, pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera justicia y santidad” (Efesios 4, 24 y ss.); y por donde sea que te dirijas, todos te reconozcan por ser ese “Hombre Nuevo” que refleja al mismo Espíritu que habita en ti y que da Testimonio de Cristo Vivo.

“En cambio, el fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión a los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. Estas son cosas que no condena ninguna Ley. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos; si ahora vivimos según el espíritu, dejémonos guiar por el Espíritu; depongamos toda vanagloria, dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos” (Gálatas 5, 22-26).

Por tanto cada vez que puedas y sientas la necesidad de confesarte, no lo pienses ni dos veces, Dios por medio de su Espíritu Santo ya te otorgó la Vida Nueva mediante el Bautismo, haz el compromiso de no perder esa “Dignidad” de ser hijo de Dios que la Sangre de Cristo derramada en la Cruz por Amor a ti te ha ganado. Baja todo el volumen a los ruidos del mundo para escuchar la voz de Cristo que te llama al corazón, corresponde su llamado y renueva en cada momento de tu vida esa aceptación de Él en tu vida, ya no camines “solo”, y al decir “solo” me refiero a la triste idea de una vida sin Cristo; si bien es cierto, caminando solo vas más rápido, yendo acompañado, llegarás más lejos… y que mejor compañía que la de Jesucristo a tu lado… y que mejor “Lejos” que estar en la Presencia del Padre y poder verlo.

Sólo recuerda: Tu corazón estará “limpio” cuando no haya en él pecado. Cuida mucho la limpieza de tu corazón, confiésate cada vez que sea necesario, pero, sobre todo, piénsalo muy bien antes de hacer algo que tú sabes que lo ensuciará, porque ya muy bien lo dijo nuestro Señor Jesucristo: “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios” (San Mateo 5, 8).

Cristo espera que no solo busquemos su presencia, sino que permanezcamos en ella. Es una decisión de nuestro corazón y somos nosotros quienes determinamos caminar en Su Presencia, y permanecer en ella. No es algo fácil, pero nadie dijo que lo sería, pues bien sabemos ahora, “Vida Nueva con Cristo” demanda renunciar a nuestro mundo interior para darle el primer lugar al Señor, pero además, reprogramar nuestro ser para asimilar el verdadero camino de vida que nos enseña su Palabra. Pues bien, acá está nuestra “ecuación” completada:

Mi Vida + Cristo = Vida Nueva

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