jueves, marzo 28, 2024
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¿Por qué debo recibir los Sacramentos?

Libro: “Lo que todo cristiano debe saber y conocer”

 

Sacramentos de la Iglesia

Un conjunto de de textos bíblicos relacionados con los Siete Sacramentos, Sin duda una completa referencia a tener en cuenta a la hora de explicarlos a nuestros hermanos separados.
Lo que debemos recibir (Uno de los cuatro objetivos de la religión católica)

Un sacramento es un signo sensible, instituido por Jesucristo para producir gracia en nosotros y santificarnos. Jesucristo instituyó los sacramentos de fe, según lo ha definido el Concilio de Trento: “Si alguien dice que los sacramentos de la Nueva Ley no han sido instituidos por Jesucristo, sea anatema (Excomunión o exclusión de una persona católica de su comunidad religiosa y de la posibilidad de recibir los sacramentos, dictada por la autoridad eclesiástica competente.)

¿Por qué decimos que un sacramento es un signo? Porque representa la gracia que se produce en nosotros. Un signo es algo que ya conocemos con anterioridad, y que nos sirve de apoyo para conocer otra cosa

En los sacramentos, el objeto sensible representa la gracia invisible que Dios concede al alma: así, en el bautismo, el agua, cuya propiedad principal es lavar o purificar, es signo de la gracia que purifica el alma del pecado original.

Decimos que ese signo es sensible porque lo perciben nuestros sentidos; por ejemplo, son cosas que vemos y palabras que oímos. Las cosas que vemos son: el agua en el bautismo; crisma en la confirmación; el pan y el vino en la Eucaristía, etc. Las palabras que oímos son sacramentales, es decir, esenciales en el sacramento, como las siguientes: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…, etc.”

¿Cuál es el más necesario de todos los sacramentos?

El más necesario de todos los sacramentos es el Bautismo, porque sin él nadie puede salvarse ni recibir los sacramentos restantes.

¿Cuál es el mayor de todos los sacramentos?

El mayor de todos los sacramentos es el de la Eucaristía, pues comprende al mismo Jesucristo, fuente de gracia y autor de todos los sacramentos.

“Santo Tomás nos confirma esta verdad cuando afirma que la Eucaristía es el eje alrededor del cual giran el resto de los sacramentos.” (Manual de doctrina cristiana, F. T., quinta edición, Editorial Progreso).

La Eucaristía es un signo perceptible, manifiesto a la razón o entendimiento, que puede conocerse mediante los sentidos y cuyo efecto en nuestro interior nos habla de la obra de Dios en nuestras almas; es un acto en el que la persona se dedica a Dios. Durante los sacramentos se produce nuestro “encuentro con Dios”. Son signos sagrados instituidos por Jesús, para producir la gracia en nuestra alma y santificarla.

Los sacramentos son siete y se corresponden con las etapas de vida más importantes del cristiano.

Los primeros son los sacramentos de iniciación cristiana:

  • Bautismo

  • Confirmación

  • Eucaristía

A ellos les siguen los sacramentos de curación:

  • Reconciliación o Penitencia

  • Unción de enfermos

Y por último, los sacramentos de vocación y servicio:

  • Matrimonio (símbolo del amor de Dios).

  • Sacerdocio (servicio a los demás).

La Eucaristía ocupa un lugar privilegiado al ser considerada como el sacramento más importante de todos.

Es bueno hacer notar que no se puede recibir más de una vez el bautismo, la confirmación y la ordenación sacerdotal. Principalmente son los obispos y los sacerdotes quienes administran el sacramento del bautismo; sin embargo, si por alguna razón alguien se halla en peligro de muerte, cualquiera puede llevarlo a cabo. En ese caso, habrá que derramar agua natural sobre la cabeza del bautizado, mientras se dice: “Yo te bautizo a ti, (nombre de la persona), en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

La confirmación sólo la puede dar el obispo o algún otro sacerdote a quien se le haya otorgado la facultad para fungir como su representante. La Eucaristía debe ser administrada por el sacerdote, un diácono, delegación sacerdotal,  o por un ministro laico de la Eucaristía. La penitencia y la reconciliación, así como la extremaunción, sólo pueden ser administradas por un religioso, sacerdote u obispo, mientras que la ordenación sacerdotal sólo la puede dar el obispo. En el matrimonio, los contrayentes son los administradores del sacramento, y el sacerdote o el obispo, testigos de la Iglesia en el compromiso de la pareja, quienes lo sellan con la bendición de Dios.

¿Qué es el bautismo?

Es el primer sacramento de la iniciación cristina, de acuerdo al orden establecido, que borra el pecado original y nos hace cristianos, hijos de Dios y de la Iglesia.

Este sacramento recibe el nombre de bautismo en razón de su carácter central. Bautizar (baptizein en griego) significa “sumergir”, “introducir dentro del agua”. La inmersión en agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde emerge mediante la resurrección con Él (Cf.  Rm 6, 3 – 4; Col. 2, 12), como una “criatura nueva” (2 Co. 5, 17; Ga. 6, 15. (Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, 1214).

Citas bíblicas: Mt. 28, 19; Mc. 16, 16; Jn. 3, 5; Hch. 2, 38; Hch. 16, 15; Hch. 16, 33;Hch. 22, 16;Rom. 5, 3-4; 1 Cor. 1, 13-16: 1 Cor. 6, 11; Col. 2, 12; Tit. 3, 5; 1 Pe 3, 21 

¿Qué es la Confirmación?

Es el segundo sacramento de la iniciación cristiana, que nos llena de abundancia en los dones del Espíritu Santo y nos hace cristianos.

¿Cuál es la esencia de este sacramento?

Una nueva presencia del Espíritu Santo en las almas de quienes lo reciben.

¿Qué significa cuando oímos que la unción es la confirmación?

Significa que el bautizado se consagra al Señor.

Los dones del Espíritu Santo son siete (Cf Is 11, 1 – 2):

  1. Sabiduría

2.  Entendimiento

  1. Consejo

  2. Fortaleza

  3. Ciencia

  4. Piedad

  5. Temor de Dios

Seis fueron instituidos por Dios y uno por la Iglesia. Para recibir este sacramento es necesario estar preparado en los principales misterios de la fe.

Citas bíblicas: Sab. 9, 17; Hch. 8, 14-17; Hch. 13, 2-3; Hch. 19, 1-6; 2 Cor. 1, 21-22
Ef. 1, 13; Heb. 6, 1-2 

¿Qué es la penitencia o reconciliación?  

Mediante este sacramento se nos perdonan todos los pecados cometidos con: conocimiento,consentimiento y materia grave; lo recibimos cuando el sacerdote nos da la absolución.

Es necesario que antes de acercarse a este sacramento haya previamente un profundo y sincero examen de conciencia sobre todo de las faltas objetivamente mortales más frecuentes son (siguiendo el orden de los mandamientos)

La confesión consiste en reconocer nuestros pecados ante un sacerdote. Jesucristo estableció el sacramento de la penitencia y les confirió a los sacerdotes el poder de perdonar los pecados, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero.

¿Por qué los católicos confiesan sus pecados a un sacerdote en lugar de hacerlo directamente a Dios?

Es la manera en que Dios quiere que lo hagamos. En Santiago 5,16, Dios, a través de la Sagrada Escritura, nos dice “Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados”. Observa que la Escritura no dice confiesa tus pecados directamente con Dios y sólo Dios – dice que confieses tus pecados con el otro.

En Jn 20, 22-23: “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedaran perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedaran sin perdonar ’”.

Cuando los católicos cristianos confiesan sus pecados a un sacerdote, están simplemente siguiendo el plan establecido por Jesucristo. Él perdona los pecados a través de un sacerdote…es el poder de Dios, pero él lleva a cabo ese poder a través del ministerio del sacerdote. (Aleteia John Martignoni)

El que duda para confesarse debe considerar que el sacramento de la Penitencia es un don maravilloso que el Señor nos ha dado. En el «tribunal» de la Penitencia el culpable jamás es condenado, sino sólo absuelto. Pues quien se confiesa no se encuentra con un simple hombre, sino con Jesús, el cual, presente en su ministro, como hizo un tiempo con el leproso del Evangelio (Mc 1, 40ss.) también hoy nos toca y nos cura; y, como hizo con la niña que yacía muerta nos toma de la mano repitiendo aquellas palabras: «¡Talita kumi, niña, a ti te digo, levántate!» (Mc 5, 41).

Convertirse significa cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la «corriente» es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral

Citas bíblicas: Mt. 16, 19; Mt. 18, 18; Lc. 15, 18-19; Jn. 20, 21-23; Hch. 19, 18; 1 Cor. 5, 3-5; 2 Cor. 2, 6-11; 2 Cor. 5, 18-20; Sgo. 5, 16; 1 Jn. 1, 8-9 

La Eucaristía

En este sacramento Jesús está presente en cuerpo, sangre y alma, bajo la forma y apariencia del pan y el vino. Fue Jesucristo quien la instituyó el jueves santo mientras cenaba con sus apóstoles; tomó el pan, dio gracias y lo repartió entre ellos al tiempo que decía: “Tomen y comanporque es mi este cuerpo, que será entregado por ustedes”. Del mismo modo, sirvió el vino del cáliz y dijo: “Tomen de mi sangre, sangre de la nueva y eterna alianza, que será derramada por ustedes y por todos los hombres para el perdón de sus pecados”. Y agregó: “Hagan esto en memoria mía”. (Mt 26, 17 – 29; Mc 14. 12 – 25; Jn 13, 21 – 30; 1 Co 11, 23 – 26).

Es extremadamente importante saber que comulgar cuando se está en pecado mortal es una pena muy grave. “Por tanto, si alguien come el pan y bebe de la copa del Señor indignamente, come y bebe su propia condenación” (1 Co 11, 27- 29).

Citas bíblicasMc. 14, 22-24; Lc. 22, 19-20; Jn. 6, 30-35; Jn. 6, 48-58; 1 Cor.  10, 16; 1 Cor. 11, 23-29 

La unción de enfermos

Este es un sacramento establecido por Jesucristo para dar alivio espiritual a los enfermos; muchas veces ayuda en la recuperación del enfermo si este no ha concluido su misión aquí en la Tierra y Dios así lo permite.

No es correcto esperar la gravedad extrema o la agonía de la persona para hacer que esta reciba la extremaunción. Se debe recurrir al sacerdote tan pronto como se vea la amenaza de muerte, con el fin de no exponer al enfermo a morir sin haberla recibido. Este sacramento se puede recibir varias veces, siempre y cuando no sea durante la misma enfermedad.

Así como recurrimos al médico para que nos cure de una enfermedad, así es necesario, en caso de peligro espiritual, recurrir al médico de almas, el sacerdote, para que el enfermo se confiese, reconozca sus malas obras y se arrepienta. La salvación de su alma dependerá de ello.

Se le llama extremaunción porque en ella se unge al cristiano. Los otros sacramentos en donde se unge óleo o crisma son: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal.

Citas bíblicas: Mc. 6, 5;  Mc. 6, 12-13; Lc. 13, 12-13; Hch. 9, 17-18; 1 Cor. 12, 9 1 Cor. 12, 30; Sgo. 5, 14-15 

El orden sacerdotal

Este sacramento otorga potestad para ejercer las funciones sacerdotales y la gracia para poder desempeñarlas dignamente. El sacerdote es consagrado principalmente para: celebrar la santa misa, administrar los sacramentos y evangelizar.

El sacerdote, siguiendo el ejemplo de Jesús, debe ser un servidor de la comunidad. La misión del sacerdote es salvar almas, conducirlas hacia Dios. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (Tm 2, 4).

Jesús no vino a condenar sino a salvar, y los apóstoles fueron enviados a realizar esa salvación mediante la conversión. “Jesús les dio poder y autoridad para curar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar enfermos. Les dijo: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde lleguenquédense hasta que se vayan del lugar. Y si en ese pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia»” (Lc 9, 1-5). “Así que manténganse firmes, revestidos de la verdad y protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para anunciar el mensaje de paz. Sobre todo, que su fe sea el escudo los libre de las flechas encendidas del maligno. Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo. No dejen de orar; rueguen y pidan a Dios, guiados por el Espíritu Santo. Manténganse alertas, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo de Dios” (Ef 6, 14,18).

Para realizar todo esto y más, se requiere de una verdadera vocación religiosa. El sacerdote, como dice la carta a los hebreos, es un hombre entre los hombres; sin embargo, tiene una gran responsabilidad: conciliar, reconciliar, unir, perdonar en nombre de Jesús y trabajar por la paz y la unión fraternal. El sacerdote es un pescador de hombres, un colaborador de Jesús en la tarea de conducir la mayor cantidad de hermanos hacia la salvación.

Citas bíblicas: Mt. 18, 18;  Lc. 10, 16; Lc. 22, 19; Lc. 24, 47; Jn. 12, 20-22; Jn. 15, 5; Hch. 6, 6; Hch. 15, 2-6; Hch. 20, 17; Hch. 20, 28; Hch. 21, 18; 1 Tim. 3, 1; 1 Tim. 4, 14;1 Tim. 5, 17; 2 Tim. 1, 6; Tit. 1, 5; 1 Pe. 5, 1 

El matrimonio

El matrimonio es el sacramento que une al hombre y la mujer, instándolos a vivir de acuerdo con las leyes de Dios y su Iglesia. Desde el principio de los tiempos, Dios fundó el matrimonio y Jesús lo elevó a la dignidad de sacramento.

Al igual que el sacerdote hace una promesa de obediencia, pobreza y  castidad, en el matrimonio la pareja se jura fidelidad, respeto y amor mutuos, convirtiéndolo en algo sagrado. Las responsabilidades que la pareja adquiere con este sacramento son:

*  formar una comunidad de vida y de amor                     (comunidad de servicio, de apoyo, comunicación y respeto)

 

*  Procreación de los hijos                                          (participantes en la obra divina de la creación)

 

  • Educación de los hijos.         

(esta responsabilidad se deriva de la otra)

*  El derecho mutuo y exclusivo del matrimonio                       (el acto sexual)

 

La procreación y la educación de los hijos deben llevarse a cabo con responsabilidad, respeto y el buen ejemplo. Los integrantes de la pareja matrimonial buscan servirse uno al otro; si buscamos la felicidad de los demás, nosotros mismos llegaremos a ser felices. El que ama bien a sus hermanos, ama también a Dios.

Citas  bíblicas; Gén.26-28;Gén.2,18-25;Mt:5,31-32;Mt:19,3-9;Mc.10,2-12;Lc.16,18;Rom.7,2-3;1Cor.7,1-15,1Cor.7,39;Ef.5,3;Ef.5,5;Ef.5,21-33;Heb.13,4;1Pe.3,1-7

Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.Net 

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