lunes, noviembre 10, 2025
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LA CRITICA DESTRUYE EL ALMA

LA CRITICA DESTRUYE EL ALMA :
El título del artículo de hoy corresponde a una práctica muy popular entre los seres humanos. Ese hábito que desde el amanecer y el anochecer nos acompaña, dentro o fuera de la Iglesia, con nuestros amigos, entre los compañeros de trabajo o estudio. Siempre está en nosotros.

No me refiero a una virtud de la cual debamos sentirnos orgullosos, sino a una mala costumbre que destruye nuestra alma, nuestras relaciones, nuestra reputación y lo peor aún, nuestra relación con Dios. El Padre Jorge Loring la definía como “el arte de criticar”.

Cuántos admiramos a los grandes compositores de música, pintores, escritores y todos aquellos artistas que se especializan y dedican de lleno a sus obras de arte. Nosotros compartimos estas características, somos dedicados y especialistas. Lastimosamente no para un arte de bien, sino un arte de mal. Somos especialistas en criticar.

Criticar es muy fácil, sólo basta utilizar nuestra lengua para pronunciar palabras que pueden llevar incluso hasta la muerte. O también utilizar nuestros dedos para escribir y hablar mal de los demás. Cuando de criticar se trata ponemos nuestros sentidos a la disposición.

Cuando criticamos negativamente somos “cristianos paganos” como el Papa Francisco ha denominado. Vamos a misa, comulgamos, escuchamos el Evangelio pero no lo llevamos a la vida diaria. Lucas 10,27 nos dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. ¿Acaso cuando criticamos cumplimos el mandamiento de amar a los demás?

Me atrevo a decir que la crítica tiene un lado positivo, y se da cuando se hace con el objetivo de ayudar a la otra persona a cambiar y ser mejor. Que nuestra crítica vaya acompañada de los atributos del criticado y, sobre todo, de propuestas de solución.

Cuando vayamos a criticar pensemos un poco sobre nuestros pecados y nuestro modo de vivir. ¿Son morales y cristianas nuestras costumbres? ¿No tenemos el mismo defecto del otro? Al hacernos estas preguntas seguramente nuestro deseo de criticar se verá debilitado. A veces criticamos lo que nosotros mismo padecemos y este es un mecanismo de autodefensa. Criticamos para que no nos critiquen. Señalamos para que no nos señalen. Con esto tratamos de ocultar nuestras verdaderas acciones.

Romanos 13,10 nos lo recuerda: “La caridad no hace mal al prójimo”. La caridad no ha pasado de moda, ni tampoco la prudencia. Cuando criticamos dañamos al prójimo, pisoteamos su dignidad y nos olvidamos de la frase “no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti”.

No nos cansemos de hacer el bien sin mirar a quien. No importa si la otra persona nos ha hecho daño a nosotros. Recordemos que debemos perdonar hasta setanta veces siete. No nos cansemos de perdonar tampoco. La crítica nace del odio, de las habladurías y muchas veces de la envidia.

Que nuestras críticas sean positivas para que no se destruya nuestra alma. Mantengamos siempre nuestra alma blanca, sin críticas, sin murmuraciones. No permitamos que el odio, la venganza y las críticas destruyan nuestro ser.

CUAL ES MI MISION EN ESTE MUNDO

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CUAL ES MI MISION EN ESTE MUNDO :
¿A qué me has llamado? ¿Por qué estoy en el mundo? ¿Qué es lo que tengo y debo de hacer? ¿Podré descubrirlo? Y si lo hago… ¿Podré lograrlo? ¿Quién me guiará en este camino?

Siento el llamado, escucho esa voz diciendo mi nombre, pero los cantos del mundo, los gritos del hombre y mi poca voluntad para seguirla me impiden encontrar la fuente, hoy he descubierto que ese llamado viene de ti Dios mío, y es el llamado a mi verdadera vocación, ahora que lo sé, quiero participar de ese llamado de amor, quiero ser parte de ese llamado que me da la vida plena, ahora que peregrino por el mundo quiero dejarme encontrar por ti Jesús, dejarme moldear como el barro en las manos del Maestro, El Alfarero y dejarme amar por ti y corresponder ese llamado que me haces, más ahora que sé que el mundo nos necesita quiero lograrlo guiado por ti Señor, quiero dar frutos cumpliendo mi compromiso cristiano, frutos en la vocación de vida, frutos en la vocación de familia, frutos en la vocación de mi profesión pero sobre todo frutos en mi vocación de servicio, por eso te pido que me concedas descubrir mi misión, para conocerte y acercarme más a ti, siendo esa luz que brilla en medio de la oscuridad, pero no como una vasija de oro que brilla y solo es apariencia, ni como una vasija de plata que se luce y se enorgullecerme de sí misma ante los demás, ni como una vasija de cristal, que muestra su contenido sólo para que la vean, ni como la vasija de madera que sólo se usa en ciertas cosas como poniendo condiciones para hacer lo que le toca, quiero ser esa vasija de barro sencilla, vacía, quebrantada, casi destruida y sin fuerzas para que me restaures, me formes de nuevo, me purifiques, me uses y te viertas en mi.

Ahora sólo te pido Señor, que yo pueda lograr mi misión de llevarte y verterte en otros así como hoy te has vertido en mí, sé que soy una simple vasija pero que tu misericordia ha llenado. Te pido que nunca olvide que eso es lo que soy, una vasija llena de Ti que tiene una misión en este mundo, mostrar tu amor y misericordia a aquellos que no te conocen.

Toma mi vida quebrantada por el pecado y el mundo para que tus Manos cambien esa existencia, ayúdame siempre a recordar que soy lo que soy, Sí como una vasija vacía que en medio de las debilidades ha sido restaurada por tus manos que me crearon a tu imagen y semejanza para que en medio del egoísmo sea yo generoso y una persona de esperanza para todos aquellos que se acercan a buscarte Señor y así dentro de esta misión tan hermosa para la que me has escogido sea tus manos que salen al encuentro de todos y cumpla siempre mi Misión.

SEMBRADORES DE LA BUENA NUEVA

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“Salió el sembrador a sembrar su semilla. (…) La semilla es la Palabra de Dios.” (Lc 8, 5.11)

Antes de retornar al Padre, Jesús, Nuestro Señor, colocó en nuestras manos una gran tarea a ser cumplida: “Como el Padre me envió, también yo os envío” (Jn 20,21); “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (MC 16,15).
Joven peregrino, a partir de ahora esa tarea también está en tus manos. Existe algo urgente a ser realizado en este mundo; algo que no puede ser dejado para después, pues debe alcanzar a todos, en todo lugar: nuestra tarea es evangelizar, es decir, llenar los corazones, las naciones, la cultura, todo el mundo, con el Evangelio de Jesucristo.

La palabra “Evangelio” puede ser entendida, de modo bastante simple, como ‘buena noticia’. Evangelizar, por lo tanto significa llevar una buena noticia a alguien. Vivimos en un mundo en que muchos tienen acceso a todo tipo de información, todo el tiempo, por varios medios. Infelizmente, gran parte de las informaciones que dan vueltas por el planeta son bastante malas. Algunas personas llegan a preguntarse si todavía vale la pena intentar cambiar el rumbo de los acontecimientos, ya que todo esfuerzo parece demasiado pequeño. En un tiempo tan lleno de malas noticias, nosotros los cristianos tenemos una gran noticia que comunicar; ella es capaz de genera esperanza en los corazones, porque nos garantiza que Dios puede mucho más que nuestro solo esfuerzo. Nuestra buena notica tiene un nombre: ¡JESUCRISTO! Y el modo de comunicarla es sembrando la Palabra de Dios en los corazones y en las mentes humanas.

El Beato Juan Pablo II dijo en una ocasión que “Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo solo para sí, debe anunciarlo”. Tal vez tú ya hayas experimentado eso en tu propio corazón, ¿no es verdad? Anunciar a Jesucristo no es una tarea complicada o difícil, ¡por más que sea sublime! Pero, para lanzar la simiente del Evangelio en el corazón de alguien, es necesario que tú mismo estés con el corazón repleto de Cristo. ¿Cómo hacer eso? Familiarizándote con la Sagrada Escritura, donde Cristo se vuelve accesible para nosotros. Conocer la Escritura es zambullirse en el corazón de Dios, pues así como nuestras palabras manifiestan lo que hay dentro de nosotros, la Palabra de Dios refleja Su propio corazón, Su modo de pensar y actuar.

Es necesario “alimentarnos de la Palabra para ser servidores de la palabra”. Ésa fue la invitación de Papa Juan Pablo II en el umbral del tercer milenio. No te olvides que, para que tu tarea de evangelizador produzca frutos, tú mismo debes cuidar tu amistad con Dios, prestando atención a lo que Él te dice, por ejemplo, en cda celebración, pues la Palabra viva de Dios es el mismo Jesús, que conocemos y oímos por la predicación de la Escritura en la Iglesia. Busca, también, hacer de la Biblia la fuente de inspiración para tu oración.

Evangelizar es hacer resonar la Palabra de Cristo cerca de aquellos que deseamos alcanzar con la Buena Nueva. También nos dice Juan Pablo II que esa Palabra “interpela, orienta, plasma la existencia”. Anunciar a Cristo significa comunicar algo vivo, capaz de transformar para mejor, a aquel que lo Lo recibe. Nuestra palabras humanos no deben ser obstáculo para la simple y desafiadora verdad del Evangelio, sino que deben servir de vehículo para su expresión. El mensaje de Cristo es capaz de alcanzar el corazón de los hombres de todo tiempo y lugar (¡también en tu cuidad!), mas debemos ser fieles a ella, en comunión con la Iglesia y aquello que el Espíritu le dice. Nuestras ideas y proyectos, por mejores que sean, no se comparan a los proyectos y a la sabiduría de Dios manifestada en su Palabra y comunicada a nosotros por la Iglesia.

Joven peregrino, tú cargas dentro de ti una semilla poderosa, pues ella trae un maravilloso potencial de vida. La gran tarea confiada por Cristo a nosotros no es otra sino ésta: dividir esa semilla con otros corazones; ayudarlos a pasar de áridos desiertos a jardines bien irrigados por Dios. La palabra que tú escuchas en la liturgia, rezas en tus momentos de intimidad con el Señor y estudias para comprender mejor es la Buena Semilla, que precisa ser lanzada en este mundo. Ella comunica la vida del propio Cristo a aquellos que la acogen. Tal vez, bien cerca de ti, haya personas con hambre y sed del alma. ¡Cómo sería bueno verlas experimentar una vida nueva porque tú sembraste la Palabra en su corazón!

Arcángeles

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Martirologio Romano: Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.

Son los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.

Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.

Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden «angelitos» de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres.

Hay que tener cuidado, pues se puede caer en dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar de semidioses, convertirlos en «amuletos» que hacen caer en la idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.

A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.

Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.

Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.

Misión de los ángeles

Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.

Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos.

En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los profetas Daniel y Zacarías.

En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.

En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un «ser que parecía varón» -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.

La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.

La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.

Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles:

nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal.
luchan con todo su poder por y con nosotros.

Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.

Los ángeles nos comunican mensajes importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.

Por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.

Los ángeles cumplen, también, las sentencias de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Exódo 12, 29).

Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: «Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor», (Tob 12, 12 – 16).

Ellos nos animan a ser buenos pues ven continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. «Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente», (Lucas 15, 10).

¿POR QUÉ SEPTIEMBRE ES EL MES DE LA BIBLIA?

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Para los católicos es el mes de la Biblia porque el 30 de septiembre es el día de San Jerónimo, el hombre que dedicó su vida al estudio y a la traducción de la Biblia al latín. Naciò en Dalmacia, cerca del año 340 y muriò en Belén el 30 de septiembre de 420. San Jerónimo tradujo la Biblia del griego y el hebreo al latín.La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada laVulgata (de vulgata editio, ‘edición para el pueblo’), ha sido hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica romana.

Del «Mes de la Biblia» se desprende «el Día de la Biblia» el cual es conmemorado en varios países, aunque en distintas fechas, entre ellos:

* En Argentina (cuarto domingo de septiembre), no está institucionalizado por ley dicho día, sino que sólo se celebra por entidades religiosas en un ambiente ecuménico.

* En Chile aún no se aprueba por el gobierno la oficialización de un «Día de la Biblia», aunque ya existen propuestas que se están tramitando en el congreso para hacer que este día se lleve a cabo el último domingo de septiembre de cada año.

* En Perú igualmente lo celebran el día 30 de setiembre, con una eucaristía en la sede de la Conferencia Episcopal Peruana, que comparten un momento de oración con los representantes de otras confesiones religiosas presentes en el país como la iglesia Ortodoxa, Anglicana y Evangélica, entre otras

Otros países del continente

Venezuela, Nicaragua (último domingo de septiembre), República Dominicana (27 de septiembre), etc. En estos dos últimos países, dicho día se encuentra institucionalizado por ley.

¿Qué es la Biblia?
La palabra «Biblia» viene del griego y significa «libros». Es el conjunto de Libros Sagrados llamados también «Sagradas Escrituras» (Mateo 21:42; Hechos 8:32) que contienen la Palabra Viva de Dios y narran la «Historia de Salvación» (como Dios nos salva). Nos revela las verdades necesarias para conocerle, amarle y servirle.

La Biblia se divide en dos partes: Antiguo Testamento (antes de Cristo) y Nuevo Testamento (plenitud de la promesa en Cristo). «Testamento» significa «alianza» y se refiere a las alianzas que Dios pactó con los Israelitas en el Antiguo Testamento y la nueva y definitiva alianza que Dios hizo con los hombres en la Sangre de Jesucristo.

¿Por qué decimos que la Biblia es revelación de Dios?
«Revelación» significa darse a conocer. A través de todas las palabras de la Sagrada Escritura, Dios dice sólo una palabra, su Verbo único (Jesucristo), en quien él se dice en plenitud (Heb 1,1-3). Por esta razón, la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras como venera también el Cuerpo del Señor. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, determinó los libros de la Biblia y los reconoció como revelación divina. Ver desarrollo del canon>>>

Dios es el autor de la Sagrada Escritura. Las verdades reveladas por Dios, que se contienen y manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo. Dios inspira a sus autores humanos: actúa en ellos y por ellos. Da así la seguridad de que sus escritos enseñan sin error la verdad salvífica.

¿Quién escribió la Biblia?
La Biblia es la Palabra de Dios, su autor es Dios que escribe por medio de los autores humanos. Muchos de los libros llevan el nombre del autor, otros, como los primeros, escritos por Moisés, no.

¿Cuando se escribió la Biblia?
Fue un largo proceso que comenzó unos 1300 años antes de Jesucristo. El último escritor fue San Juan +aprox.100AD.

¿Porque la Iglesia nos exhorta a leer la Biblia?
La Iglesia no cesa de presentar a los fieles el Pan de vida que se distribuye en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo. En la Sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y fuerza, porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (Tes 2,13). En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos.

Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual.

Amar a los enemigos da miedo, pero es lo que nos pide Jesús

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Sólo con un corazón misericordioso podremos verdaderamente seguir a Jesús. Es lo que ha afirmado Papa Francisco en la Misa matutina en Casa Santa Marta. El Pontífice ha afirmado que la vida cristiana “no es una vida autorreferencial”, si no que es un don, sin egoísmo. Solo así será posible amar a los enemigos como nos pide el Señor.

Amad a vuestros enemigos. Papa Francisco ha desarrollado su homilía deteniéndose en la cita del Evangelio de Lucas en el que el Señor indica el camino del amor sin límites. Jesús, dijo el Papa, nos pide rezar por quien nos trata mal y ha puesto el acento sobre los verbos, utilizados por el Señor: “Amad, haced el bien, bendecid, rezad” y “no rechacéis”. “Es darse a uno mismo, afirmó, dar el corazón, justo a los que nos quieren mal, los que nos hacen daño, a los enemigos. Y esta es la novedad del Evangelio”. Jesús nos muestra, de hecho, que no es un mérito si amamos a los que nos aman, porque eso lo hacen también los pecadores. Los cristianos están llamados a amar a sus enemigos: “Haced el bien y prestad sin esperar nada a cambio. Sin interés y vuestra recompensa será grande”. Cierto, reconoció el Pontífice, el Evangelio es una novedad. Una novedad difícil que hay que llevar adelante. Pero solo hay que seguir a Jesús”.

“’Padre, yo… yo no puedo hacer esto’. ‘Eso es problema tuyo, el camino del cristiano es este’. Este es el camino que Jesús nos enseña ¿Qué debo esperar? Id por el camino de Jesús, que es la misericordia; sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Solo con un corazón misericordioso podremos hacer todo lo que el Señor nos aconseja. Hasta el final. La vida cristiana no es una vida autorreferencial, es una vida que sale de sí misma para darse a los demás. Es un don, es amor, y el amor no se vuelve a sí mismo, no es egoísta: se da”.

Jesús, retomó, nos pide ser misericordiosos y no juzgar. Muchas veces, dijo, “parece que nosotros hemos sido nombrados jueces de los demás: murmurando, juzgamos a todos”. Sin embargo el Señor nos dice: “No juzguéis y no seréis juzgados. No condenéis y no seréis condenados”. Y al final nos pide que perdonemos y así seremos perdonados. Todos los días, reflexionó Papa Francisco, lo decimos en el Padrenuestro: ‘Perdónanos como nosotros perdonamos’. Si yo no perdono, ¿cómo puedo decirle al Padre: me perdonas?’”.

“Esta es la vida cristiana. ‘Pero Padre, esto es una necedad’, ¡Sí! Hemos escuchado estos días que San Pablo decía lo mismo: ‘La necedad de la Cruz de Cristo’, que no tiene nada que ver con la sabiduría del mundo. ‘Pero Padre, ¿ser cristiano es convertirse en necio de alguna manera?’. ¡Sí!, de alguna manera sí. Es renunciar a la astucia del mundo para hacer todo lo que Jesús nos dice que hagamos ya que si hacemos cuentas, si hacemos un balance parece que está todo en contra nuestra”.

“Pero este, advirtió, es el camino de Jesús: la magnanimidad, la generosidad: el darse sin medida”. Y por esto, añadió, “Jesús ha venido al mundo, y así hizo Él: ha dado, ha perdonado, no ha hablado mal de nadie, no ha juzgado”. “Ser cristiano no es fácil”, reconoció el Papa, y “no podemos convertirnos en cristianos”, solo podemos con la gracia de Dios, “no con nuestras fuerzas”.

“Aquí viene la oración que debemos hacer todos los días: ‘Señor, dame la gracia de convertirme en un buen cristiano, una buena cristiana, porque yo solo no puedo’. Una primera lectura de esto da miedo, da miedo. Pero tomemos el Evangelio y leamos de nuevo una segunda, tercera, cuarta vez, el capítulo VI de San Lucas: ¡hagámoslo!, y pidamos al Señor la gracia de entender qué es ser cristiano, y también la gracia de que Él nos regale ser cristianos. Porque nosotros no podemos hacerlo solos”.

¡Feliz cumpleaños María!

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LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
8 DE SEPTIEMBRE

La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo. Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón la Iglesia celebra esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.

Un poco de historia

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.

Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.

La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuaro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.

Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Algunos dicen que nació en Nazaret, pero otros opinan que nació en Jerusalén, en el barrio vecino a la piscina de Betesda. Ahí, ahora, hay una cripta en la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar en el que nació la Madre de Dios.

Algo que no debes olvidar

María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
La Virgen María fue pura y santa.
Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para liberarnos del pecado.

Cómo vivir la fiesta en familia

Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.

Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.

Oración

María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.

El último mensaje de la Madre Teresa de Calcuta

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Amaos los unos a los otros, como Jesús os ama. No tengo nada que añadir al mensaje que Jesús nos dejó. Para poder amar hay que tener un corazón puro y rezar. El fruto de la oración es la profundización en la fe. El fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio al prójimo. Esto nos trae la paz. Teresa de Calcuta, agosto 1997.

Pocas semanas antes de morir, la Madre Teresa de Calcuta concedió a la revista brasileña misionera Sem Fronteras la que tal vez fue su última entrevista. A continuación amplios pasajes de la misma.

¿Cuántas son las Misioneras de la Caridad?

Teresa de Calcuta: Tenemos 3.604 hermanas que han pronunciado los votos religiosos, 411 novicias y 260 aspirantes a religiosas. Estamos esparcidas en 119 países. Hoy disponemos de 560 tabernáculos o casas.

¿Por qué los llaman «tabernáculos»?

Teresa de Calcuta: Porque Jesús está presente en estas casas. Son casas de Jesús. Nuestra congregación quiere contribuir a que las personas puedan saciar su sed de Jesús. Con ello tratamos de rescatar y santificar a los más pobres de los pobres. Pronunciamos los votos de castidad, pobreza y obediencia. Pero hemos recibido, además, la autorización especial para hacer un cuarto voto: ponernos al servicio de los más pobres de los pobres.

Usted suele afirmar que no hay amor sin sufrimiento.

Teresa de Calcuta: Sí, el verdadero amor hace sufrir. Cada vida y cada relación familiar tienen que ser vividas honestamente. Esto presupone muchos sacrificios y mucho amor. Pero, al mismo tiempo, estos sufrimientos se ven acompañados siempre por un gran sentido de paz. Cuando en una casa reina la paz, allí se encuentran también la alegría, la unión y el amor.

Su congregación ha abierto casas para enfermos de SIDA en diferentes partes del mundo…

Teresa de Calcuta: Hasta hace algunos años, algunas personas llegaban incluso a suicidarse cuando recibían la noticia de que estaban enfermos de sida. Hoy ni un enfermo muere en la desesperación y en la angustia en nuestras casas. Todos, incluidos los no católicos, mueren en la paz del Señor. ¿No cree que esto es maravilloso?

Las reglas de su Congregación indican que el trabajo por los pobres ha de realizarse tanto «en la esfera espiritual como en la material». ¿Qué entiende por pobreza espiritual?

Teresa de Calcuta: Los pobres espirituales son los que todavía no han descubierto a Jesús o los que se han separado de Él a causa del pecado. Los que viven en la calle también tienen necesidad de ser ayudados en este sentido. Por otra parte, me hace muy feliz el constatar que, en nuestro mundo, podemos contar también con la ayuda de gente bien asentada, a quienes ofrecemos la oportunidad de hacer una obra buena por Dios.

¿Reciben ayuda también de personas de otras religiones?

Teresa de Calcuta: Sí, de musulmanes, de hindúes, de budistas y de muchos otros. Hace unos meses, un grupo de budistas japoneses vino a hablar conmigo sobre espiritualidad. Les dije que ayunamos todos los primeros viernes de mes y que el dinero que ahorramos lo destinamos a los pobres. Cuando regresaron a su país, pidieron a las familias y a las comunidades budistas que hicieran lo mismo. El dinero que recogieron nos ha permitido construir el primer piso de nuestro centro «Shanti Dan» («Don de Paz») para las muchachas que se encuentran en la cárcel. Más de cien muchachas han salido ya de prisión.

Quienes la critican aseguran que su único objetivo es convertir a los que no son cristianos…

Teresa de Calcuta: Nadie puede forzar o imponer la conversión: tiene lugar sólo por la gracia de Dios. La mejor conversión consiste en ayudar a las personas a amarse unas a otras. Nosotros, que somos pecadores, hemos sido creados para ser hijos de Dios y tenemos que ayudarnos mutuamente para estar lo más cerca posible de Él. Todos nosotros hemos sido llamados a amarle.

Usted dice que sus hermanas no son asistentes sociales.

Teresa de Calcuta: Somos contemplativas, pues rezamos nuestro trabajo. Desempeñamos un trabajo social, pero somos mujeres consagradas a Dios en el mundo de hoy. Hemos confiado nuestra vida a Jesús, como Jesús nos ha dado su vida en la Eucaristía. El trabajo que realizamos es importante, pero lo importante no es la persona que hace ese trabajo. Hacemos esto por Jesucristo, porque lo amamos. No somos capaces de hacer todo. De todos modos, yo rezo siempre por todos los que se preocupan por las necesidades y miserias de los pueblos. Muchas personas ricas se han unido a nuestra acción. Personalmente no tenemos nada. Vivimos de la caridad y por la caridad.

Y de la Providencia…

Teresa de Calcuta: Tenemos que afrontar siempre necesidades imprevistas. Dios es infinitamente bueno. Siempre se preocupa de nosotras.

¿Por qué entran tantas jóvenes en su congregación?

Teresa de Calcuta: Creo que aprecian nuestra vida de oración. Rezamos cuatro horas al día. Además, ven lo que hacemos por los pobres. No es que sean trabajos importantes o impresionantes. Lo que hacemos es muy discreto, pero nosotros lo hacemos por los más pequeños.

Usted es una persona muy conocida. ¿No se cansa nunca de ver a tanta gente, de las fotografías…?

Teresa de Calcuta: Considero que es un sacrificio, pero también una bendición para la sociedad. Dios y yo hemos hecho un pacto: le he dicho «por cada foto que me hacen, Tú encárgate de liberar a un alma del Purgatorio…». Entre sonrisas, añade, creo que a este ritmo dentro de poco se va a vaciar el Purgatorio.