miércoles, noviembre 12, 2025
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QUE ES LA FELICIDAD?

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Todos buscamos la felicidad.
¿Pero tienes claro, lo que para ti es felicidad?

Creemos que la felicidad depende de:

Obtener algo externo,

vivir de acuerdo a los valores culturales del momento.

Estas creencias nos llevan a ir por la vida pensando que, si logramos tener un poco más de dinero, una casa nueva, un coche o uno mejor, un viaje a…, la aceptación o admiración de la gente, bajar 5 kg., vernos más jóvenes, tener un cuerpo más fuerte, etc., entonces sí, vamos a ser felices.

Nos es difícil encontrar la felicidad porque la buscamos:

En el lugar inadecuado:
Fuera de nosotros, cuando en realidad viene de adentro.

Con una actitud equivocada:

Esperamos que nos caiga del cielo y que se mantenga indefinidamente, sin que nosotros nos tengamos que esforzar demasiado.

La vemos como un fin o una meta a alcanzar, cuando en realidad es un proceso, algo que se vive día a día y momento a momento.

Con un concepto equivocado de felicidad.
Pensamos que ser felices significa vivir en el éxtasis todo el tiempo y obviamente esto es imposible de lograr.

La alegría es parte de la felicidad, pero ser felices es algo más que estar contentos.

A nivel general, se puede decir que la gente es feliz cuando logra:

Estar satisfecho con su vida.

Nuestra satisfacción con la vida está relacionada con nuestras expectativas, logros y autoestima.
Cuando percibimos una distancia pequeña entre nuestros logros y nuestros deseos o expectativas, nos sentimos satisfechos y realizados.
Cuando la distancia es muy grande, nos sentimos frustrados y fracasados.

Ponernos expectativas altas pero alcanzables y trabajar adecuadamente para lograrlas, venciendo los obstáculos y manejando los «fracasos» o errores, depende de tener una buena autoestima.

Si nuestra autoestima es baja:
Nuestras expectativas son demasiado altas e inalcanzables, (porque tratamos de lograr algo que demuestre nuestro «valor como personas»), obviamente no lo logramos y nuestra insatisfacción es muy grande,

independientemente de cuales sean nuestras expectativas, nos esforzamos poco o nos desanimamos ante la primera dificultad, por lo que vivimos insatisfechos o frustrados.

Tener más momentos positivos que negativos.

En la vida de cualquier persona, existe la alegría y el dolor, situaciones fáciles y difíciles.
El problema surge, cuando le damos más importancia a las negativas y vivimos las positivas sin disfrutarlas, ni valorarlas.

Una persona que sabe ser feliz, disfruta plenamente cada momento de alegría, bienestar, satisfacción o belleza, por simple o pequeño que sea.

Y cuando vive una situación dolorosa, la enfrenta de la mejor forma posible.
Si puede hacer algo al respecto, lo hace y aprende de lo que le sucede, pero no se queda atorado en el dolor ni en los problemas.

De acuerdo a su profundidad y duración, podemos hablar de tres niveles de felicidad:

El primero está relacionado, con la sensación de bienestar general que tenemos como resultado de vivir momentos placenteros, relacionados con aspectos de la vida diaria como estar con amigos, en una convivencia agradable, disfrutar una película, un buen libro, una comida, etc.

El segundo es un poco más profundo, en cuanto a que nos «metemos» en la actividad que estamos haciendo y todo lo de alrededor deja de existir, lo que nos permite vivir una paz y bienestar muy especial.

El tercer nivel es el que nos proporciona una felicidad más profunda y duradera.
Es la felicidad que surge de vivir una vida plena de sentido y significado, dedicada a una causa de ayuda a otras personas.

Cuando nuestra vida tiene un sentido de este tipo, no por el beneficio o reconocimiento que obtenemos, sino por nuestra motivación interna, nuestra felicidad se mantiene a pesar de los problemas y del sufrimiento que encontramos en nuestro camino.

Este nivel es mucho más difícil de alcanzar como forma de vida, pero podemos hacerlo en pequeños momentos, olvidándonos de nosotros mismos, para entregarnos a alguien más.

Podríamos definir felicidad, como ese sentimiento de plenitud que logramos cuando:

Contactamos con nosotros mismos, con nuestra parte más íntima,

llenamos nuestros huecos internos,

estamos en armonía con nosotros mismos y

no nos causa conflicto la relación entre lo que queremos y lo que vivimos.

Es decir, cuando nos sentimos a gusto y acompañados, aun estando solos, con un sentimiento de plenitud, bienestar y paz interior, viviendo la satisfacción personal de ser quienes somos.

Esto puede sonar difícil de alcanzar pero todos lo hemos experimentado.

Son momentos en los que no nos estamos comparando con nadie ni pensando en todo lo que no tenemos.
Simplemente estamos disfrutando del momento, con una sensación de bienestar y tranquilidad que nos llega desde adentro.
En ese momento nosotros estamos bien, percibimos ese bienestar general y lo disfrutamos plenamente.

Esto no significa que sólo podemos ser felices si no tenemos problemas.
Si nos sentimos bien con nosotros mismos y desarrollamos una actitud adecuada, podemos solucionar los problemas, vivir los momentos dolorosos y seguir adelante.
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SOLEMNIDAD DE SAN JOSE

Martirologio Romano: Solemnidad de San Jose, esposo de la bienaventurada Virgen María, varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre al Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José y le estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.

Etimológicamente; José = Aquel al que Dios ayuda, es de origen hebreo.

Breve Biografía
Las fuentes biográficas que se refieren a san José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a san José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente, mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”. Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.

Los problemas de los hijos de parejas homosexuales.

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En junio del año pasado, la revista científica estadounidense “Social Science Research”, la “peer rewieved” más prestigiosa del sector, publicó dos estudios muy interesantes sobre los problemas de los niños que crecen dentro de una relación homosexual. Estos estudios modificaron el panorama del conocimiento al respecto. Las primeras investigaciones sobre este argumento (y tal vez estas sirvieron como base para las decisiones de la Corte Constitucional) afirmaban que no hay diferencia en el desarrollo afectivo y psicológico de los niños de parejas homosexuales y heterosexuales.

Hasta junio del año pasado, como explicaba Francesco Paravati (presidente de la Sociedad Italiana de Pediatría), los problemas relacionados con las «nuevas familias» eran fenómenos muy recientes, por lo que las investigaciones tenían un carácter preliminar y a menudo se realizaban con pequeños grupos y a breve plazo.

Uno de estos dos nuevos estudios es el del sociólogo de la Universidad de Texas, Mark Regnerus. Su estudio está dotado de un método inédito cuantitativa y cualitativamente. Se basó en una muestra mucho más grande y a nivel nacional; pero, sobre todo, dejó que fueran los «hijos» de padres homosexuales los que tomaran la palabra.

Entre los datos presentados, y que han creado polémicas, surgió que el 12% piensa en el suicidio (en contra del 5% de los hijos de parejas heterosexuales), son más propensos a la traición (40% contra 13%), a menudo son desempleados (28% contra 8%), recurren con mayor facilidad a la psicoterapia (19% frente a 8%) y requieren mayor asistencia social con respecto a sus contemporáneos. El 40 % de los casos indicó que ha contraído una enfermedad de transmisión sexual (en contra del 8%); son normalmente más pobres, menos saludables y más propensos al tabaquismo y a la criminalidad.

Además, el autor afirma que los estudios que se han publicado hasta ahora (y que sostienen la teoría de que no hay «ninguna diferencia» entre los niños que crecen en familias heterosexuales y “gay”, «se basan en datos no casuales y poco representativos, usan muestras de dimensiones pequeñas que no permiten la generalización hacia la población más amplia de familias de homosexuales y lesbianas».

El movimiento LBGT de los Estados Unidos puso en marcha una fuerte campaña para deslegitimizar a Regnerus, que a menudo se ha mostrado a un paso del insulto y del linchamiento moral (con una violencia extraordinaria). Incluso reunieron firmas para pedir que la Universidad de Texas despidiera al investigador. Por ello comenzó una investigación interna para verificar la cientificidad del estudio. Sin embargo, el 29 de agosto del año pasado en el sitio web de la misma universidad apareció este comunicado: «La Universidad de Texas estableció que ninguna investigación formal puede ser justificada con respecto a las acusaciones de mala conducta científica presentadas en contra del profesor Mark Regnerus, con respecto a su artículo publicado en la revista “Social Science Research”». Según la Universidad, «no hay pruebas suficientes para justificar una investigación». Como sea, la investigación interna reconoció la legitimidad del trabajo del investigador y su fidelidad al protocolo previsto por la metodología para la investigación.

La Universidad de Texas se encuentra en el lugar 67 entre las mejores universidades del mundo, según el “US News and World Report. La investigación de Regnerus, además, fue aprobada por el “New York Times”, que no es un dechado de simpatía para con las posturas tradicionales. El periódico escribió que «los expertos externos, en general, dijeron que la investigación fue rigurosa y que ofrece algunos de los mayores datos al respecto». La comisión “externa” estaba formada por un grupo de 18 científicos y profesores universitarios. Además, diferentes psicólogos y psiquiatras reconocieron la confiabilidad de los incómodos resultados.

SAN PATRICIO

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Obispo

Martirologio Romano: San Patricio, obispo, que, siendo joven, fue llevado cautivo desde Gran Bretaña a Irlanda, y después, recuperada la libertad, quiso ser contado entre los clérigos y regresar a la misma isla, donde, hecho obispo, anunció con vehemencia el Evangelio y organizó con firmeza la Iglesia, hasta que en la ciudad de Down se durmió en el Señor (461).

Etimológicamente: Patricio = Aquel que es un patricio o noble, es de origen latino

Breve Biografía
Nacido en Gran Bretaña (Bennhaven Taberniae (pueblecito de Escocia que hoy no se encuentra en los mapas) hacia el 385, muy joven fue llevado cautivo a Irlanda, y obligado a guardar ovejas. Recobrada la libertad, abrazó el estado clerical y fue consagrado obispo Irlanda, desplegando extraordinarias dotes de evangelizador, y convirtiendo a la fe a numerosas gentes, entre las que organizó la Iglesia. Murió el año 461, en Down, llamado en su honor Downpatrik (Irlanda).

No se conoce con exactitud los datos cronológicos del Apóstol de Irlanda. Por lo que el santo dice de si mismo, se supone que era de origen romano-bretón. Su padre Calpurnio era diácono y oficial del ejercito romano; su madre era familia de San Martín de Tours; su abuelo había sido sacerdote ya que en aquellos tiempos no se había impuesto aún la ley del celibato sacerdotal en todo el occidente.

Se afirma que fue alrededor del año 403, a la edad de 16 años, que cayó prisionero de piratas junto con otros jóvenes para ser vendido como esclavo a un pagano del norte de Irlanda llamado Milcho. Lo sirvió cuidando ovejas. Trató de huir varias veces sin éxito.

La Divina Providencia aprovechó este tiempo de esclavitud, de rudo trabajo y sufrimiento, para espiritualizarlo, preparándolo para el futuro, ya que el mismo dijo que hasta entonces «aún no conocía al verdadero Dios», queriendo decir que había vivido indiferente a los consejos y advertencias de la Iglesia.

Se cree que el lugar de su cautiverio fue en las costas de Mayo, al borde del bosque de Fochlad (o Foclut). De ser así, el monte de Crochan Aigli, que fue escenario del famoso ayuno de San Patricio, también fue el lugar donde vivió los tristes años de su juventud.

Lo mas importante es que para entonces, como el lo dice: «oraba de continuo durante las horas del día y fue así como el amor de Dios y el temor ante su grandeza, crecieron mas dentro de mí, al tiempo que se afirmaba mi fe y mi espíritu se conmovía y se inquietaba, de suerte que me sentía impulsado a hacer hasta cien oraciones en el día y, por la noche otras tantas. Con este fin, permanecía solo en los bosques y en las montañas. Y si acaso me quedaba dormido, desde antes de que despuntara el alba me despertaba para orar, en tiempos de neviscas y de heladas, de niebla y de lluvias. Por entonces estaba contento, porque lejos de sentir en mi la tibieza que ahora suele embargarme, el espíritu hervía en mi interior».

Después de seis años en tierra de Irlanda y de haber rezado mucho a Dios para que le iluminara sobre su futuro, una noche soñó que una voz le mandaba salir huyendo y llegar hasta el mar, donde un barco lo iba a recibir. Huyendo, caminó mas de 300 kilómetros para llegar a la costa. Encontró el barco, pero el capitán se negaba rotundamente a transportarlo. Sus reiteradas peticiones para que le dejasen viajar gratis fueron siempre rechazadas, hasta que al fin, después de mucho orar con fervor, el capitán accedió a llevarlo hasta Francia. La travesía fue aventurada y peligrosa. Después de tres días de tormenta en el mar, tocaron tierra en un lugar deshabitado de la costa, caminaron un mes sin encontrar a nadie y hasta las provisiones se agotaron. Patricio narra esa aventura diciendo:
«llegó el día en que el capitán de la nave, angustiado por nuestra situación, me instaba a pedir el auxilio del cielo. ´¿Cómo es que nos sucede esto, cristiano? Dijiste que tu Dios era grande y todopoderoso, ¿por qué entonces no le diriges una plegaria por nosotros, que estamos amenazados de morir por hambre? Tal vez no volvamos a ver a un ser humano…´ A aquellas súplicas yo respondí francamente: ´Poned toda vuestra confianza y volved vuestros corazones al Señor mi Dios, para quien nada es imposible, a fin de que en este día os envíe vuestro alimento en abundancia y también para los siguientes del viaje, hasta que estéis satisfechos puesto que El tiene de sobra en todas partes´. Fue entonces cuando vimos cruzar por el camino una piara de cerdos; mis compañeros los persiguieron y mataron a muchos. Ahí nos quedamos dos noches y, cuando todos estuvieron bien satisfechos y hasta los perros que aún sobrevivían, quedaron hartos, reanudamos la caminata. Después de aquella comilona todos mostraban su agradecimiento a Dios y yo me convertí en un ser muy honorable a sus ojos. Desde aquel día tuvimos alimento en abundancia.»

Finalmente llegaron a lugar habitado y así Patricio quedó a salvo a la edad de veintidós o veintitrés años y volvió a su casa. Con el tiempo, durante las vigilias de Patricio en los campos, se reanudaron las visiones y, a menudo, oía «las voces de los que moran mas allá del bosque Foclut, mas allá del mar del oeste y así gritaban todas al mismo tiempo, como si salieran de una sola boca, estas palabras: ´Clamamos a ti, Ho joven lleno de virtudes, para que vengas entre nosotros nuevamente´ «. «Eternas gracias deben dársele a Dios, agrega, porque al cabo de algunos años el Señor les concedió aquello por lo que clamaban».

No hay ninguna certeza respecto al orden de los acontecimientos que se produjeron desde entonces.

Los primeros biógrafos del santo dicen que Patricio pasó varios años en Francia antes de realizar su trabajo de evangelización en Irlanda. Existen pruebas firmes de que pasó unos tres años en la isla de Lérins, frente a Canes, y después se radicó en Auxerre durante quince años mas. También hay sólidas evidencias de que tenía buenas relaciones personales con el obispo San Germán de Auxerre. Durante este tiempo le ordenaron sacerdote.

Algunos historiadores sostienen, que en esa época hizo un viaje a Roma y que, el Papa Celestino I fue quien le envió a Irlanda con una misión especial, ya que su primer enviado Paladio nunca logró cumplir porque a los doce meses de haber partido murió en el norte de Britania. Para realizar esa misión encomendada por el Pontífice, San Germán de Auxerre consagró obispo a Patricio.

Puesto que dependemos de datos confusos, legendarios y muchas veces contradictorios, de sus primeros biógrafos, es materialmente imposible obtener detalles del heroico trabajo en las tierras donde había estado cautivo. La tradición afirma que trabajó en el norte, en la región de Slemish, que dicen fue la misma donde Patricio cuidaba el ganado y oraba a Dios cuando era un joven esclavo. Una anécdota que antiguamente la tenían por auténtica en Irlanda relata que cuando el amo se enteró del regreso de Patricio convertido en venerado predicador, se puso tan furioso que prendió fuego a su propia casa, pereciendo en medio de las llamas.

Se afirma que, a su arribo a tierras irlandesas, San Patricio permaneció una temporada en Ulster, donde fundó el monasterio de Saúl y que con la energía que lo caracterizaba se propuso la tarea de conquistar el favor del «Gran Rey» Laoghaire, que vivía con su corte en Tara, de la región de Meath.

Utilizaba un lenguaje sencillo al evangelizar. Por ejemplo, para explicarles acerca de la Santísima Trinidad, les presentaba la hoja del trébol, diciéndoles que así como esas tres hojitas forman una sola verdadera hoja, así las tres personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, forman un solo Dios verdadero. Todos lo escuchaban con gusto, porque el pueblo lo que deseaba era entender.

San Patricio y sus enemigos

Sus acérrimos opositores fueron los druidas, representantes de los dioses paganos. También sufrió mucho a manos de los herejes pelagianos, que para arruinar su obra recurrieron inclusive a la calumnia. Para defenderse, Patricio escribió su Confessio. Por fortuna poseemos una colección bastante nutrida de esos escritos, que nos muestra algo de el mismo, como sentía y actuaba.

Circulaba entre los paganos un extraño vaticinio, una profecía, respecto al santo, que Muirchu, su historiador nos transmite textualmente así: «Cabeza de azuela (referencia a la forma aplanada de la cabeza tonsurada) vendrá con sus seguidores de cabezas chatas, y su casa (casulla o casuela, es decir casa pequeña) tendrá un agujero para que saque su cabeza. Desde su mesa clamará contra la impiedad hacia el oriente de su casa. Y todos sus familiares responderán, Amén, Amén». Los augurios agregaban esto todavía: «Por lo tanto, cuando sucedan todas estas cosas, nuestro reino, que es un reinado de idolatría, se derrumbará».

En la evangelización, San Patricio puso mucha atención en la conversión de los jefes, aunque parece ser que el mismo rey Laoghaire no se convirtió al cristianismo, pero si, varios miembros de su familia. Consiguió el amparo de muchos jefes poderosos, en medio de muchas dificultades y constantes peligros, incluso el riesgo de perder la vida (mas de cinco veces) en su trato con aquellos bárbaros. Pero se notaba que había una intervención milagrosa de Dios que lo libraba de la muerte todas las veces que los enemigos de la religión trataban de matarlo. En un incidente que ocurrió en misión, su cochero Odhran, quizás por algún presentimiento, insistió en reemplazar al santo en el manejo de los caballos que tiraban del coche, por consiguiente fue Odhram quien recibió el golpe mortal de una lanza que estaba destinada a quitarle la vida a San Patricio.

No obstante los contratiempos, el trabajo de la evangelización de Irlanda, siguió firme. En varios sitios de Irlanda, construyó abadías, que después llegaron a ser famosas y alrededor de ellas nacieron las futuras ciudades. En Leitrim, al norte de Tara, derribó al ídolo de Crom Cruach y fue uno de los lugares donde edificó una de las iglesias cristianas. En la región de Connaught, realizó cosas notables. En la población de Tirechan se conservó para la posteridad la historia de la conversión de Ethne y Fedelm, hijas del rey Laoghaire. También existen las narraciones de las heroicas predicaciones de San Patricio en Ulster, en Leinster y en Munster.

Por su santidad, manifiesta en su carácter su lenguaje sencillo al evangelizar y por el don de hacer milagros, San Patricio logró muchas victorias sobre sus oponentes paganos y hechiceros. Ese triunfo le sirvió para que los pobladores de Irlanda se abrieran a la predicación del cristianismo. De hecho hacen referencias en los textos del Senchus Mor (el antiguo código de las leyes irlandesas) a cierto acuerdo concertado en Tara entre los paganos y el santo y su discípulo San Benigno (Benen). Dicen esos libros que «Patricio convocó a los hombres del Erin para que se reunieran todos en un sitio a fin de conferenciar con él. Cuando estuvieron reunidos, se les predicó el Evangelio de Cristo para que todos lo escucharan. Y sucedió que, en cuanto los hombres del Erin escucharon el Evangelio y conocieron como este daba frutos en el gran poder de Patricio demostrado desde su arribo y al ver al rey Laoghaire y a sus druidas asombrados por las grandes maravillas y los milagros que obraba, todos se inclinaron para mostrar su obediencia a la voluntad de Dios y a Patricio».

Hay muchas fantasías sobre las confrontaciones de San Patricio con los magos druidas pero también hay relatos que tienen un trasfondo sin duda histórico. Dicen que un Sábado Santo, cuando nuestro santo encendió el fuego pascual, se lanzaron con toda su furia a apagarlo, pero por más que trataron no lo lograron. Entonces uno de ellos exclamó: «El fuego de la religión que Patricio ha encendido, se extenderá por toda la isla». Y se alejaron. La frase del mago se ha cumplido; la religión católica se extendió de tal manera por toda Irlanda, que hoy sigue siendo un país católico, iluminado por la luz de la religión de Cristo, y que a su vez a dado muchos misioneros a la Iglesia.

El Sínodo

Hay muchas y buenas razones para creer que San Patricio convocó a un sínodo, seguramente en Armagh, no se mencionó el sitio. Muchos de los decretos emitidos en aquella asamblea, han llegado hasta nosotros tal como fueron redactados, aunque no cabe dudas que a varios de ellos se le hicieron añadiduras y enmiendas. En esa época San Patricio era ya un anciano con la salud quebrantada por el desgaste físico de sus austeridades y de sus treinta años de viajes de evangelización. Probablemente el sínodo haya tenido lugar cuando los días del santo ya estaban contados

Vida de Santidad

Solo llegaremos a comprender el hondo sentimiento humano que tenía el santo y el profundo amor a Dios que lo animaba, si estudiamos detenidamente sus escritos contenidos en las «Confesiones», la Lorica y la carta a Coroticus de San Patricio. Conoceremos el secreto de la extraordinaria impresión que causaba a los que lo conocían personalmente. Patricio era un hombre muy sencillo, con un gran espíritu de humildad. Decía que su trabajo misionero era la simple actuación de un mandamiento divino y que su aversión contra los pelagianos se debía al absoluto valor teológico que él atribuía a la gracia. Era profundamente afectuoso, por lo que vemos en sus escritos referirse tantas veces al inmenso dolor que le produjo separarse de su familia de sangre y de su casa, a la que le unía un gran cariño. Era muy sensible, le hacía sufrir mucho que digan que trabajaba en la misión que había emprendido para buscar provecho propio, por eso insistía tanto en el desinterés que lo animaban a seguir trabajando.

De sus Confesiones: «Incontables dones me fueron concedidos con el llanto y con las lágrimas. Contrarié a mis gentes y también, contra mi voluntad, a no pocos de mis mayores; pero como Dios era mi guía, yo no consentí en ceder ante ellos de ninguna manera. No fue por mérito propio, sino porque Dios me había conquistado y reinaba en mí. Fue El quien se resistió a los ruegos de los que me amaban, de suerte que me aparté de ellos para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi libertad en su provecho. Pero si acaso se me considera digno, estoy pronto a dar hasta mi vida en nombre de Dios, sin vacilaciones y con gozo. Es mi vida la que me propongo pasar aquí hasta que se extinga, si el Señor me concede esa gracia».

La santidad da frutos

El buen éxito de la misión de San Patricio se debe ante todo a su fe por la que se disponía a cualquier sacrificio y a la inteligente organización que supo crear en esa isla, carente de ciudades y dividida en muchas tribus o clanes, dirigidos por un jefe independiente cada una. El supo adaptarse a las condiciones sociales del lugar, formando un clero local, consagró obispos y sacerdotes y fundo monasterios y pequeñas comunidades cristianas dentro del mismo clan, sin rechazar usos ni costumbres tradicionales. Tuvo la feliz idea de que el obispo de cada región fuera al mismo tiempo el Abad o superior del monasterio más importante del lugar, así cada obispo era un fervoroso religioso y tenía la ayuda de sus monjes para enseñar la religión al pueblo. Las vocaciones que consiguió para el sacerdocio y la vida religiosa fueron muchísimas.

La obra de evangelización pudo progresar rápidamente gracias también a que San Patricio atrajo muchos discípulos fieles, como Benigno quién estaba destinado a sucederle. Siempre fue muy fiel a la Iglesia y, a pesar de la distancia, el santo se mantenía en contacto con Roma. En el año 444 se fundó la iglesia catedral de Armagh (hoy Armoc), la sede principal de Irlanda, dato que está asentado en los «Anales de Ulster». Es probable que no haya pasado mucho tiempo antes que Armagh se convirtiera en un gran centro de educación y administración.

San Patricio, en el transcurso de 30 años de apostolado, convirtió al cristianismo a «toda Irlanda». El propio santo alude, mas de una vez, a las «multitudes», a los «muchos miles» que bautizó y confirmó. «Ahí», dice San Patricio, «donde jamás se había tenido conocimiento de Dios; allá, en Irlanda, donde se adoraba a los ídolos y se cometían toda suerte de abominaciones, ¿cómo ha sido posible formar un pueblo del Señor, donde las gentes puedan llamarse hijos de Dios? Ahí se ha visto que hijos e hijas de los reyezuelos escoceses, se transformen en monjes y en vírgenes de Cristo». Sin embargo, como es lógico pensar, el paganismo y el vicio no habían desaparecido por completo. En las «Confesiones», que fueron escritas hacia el fin de su vida, dice el santo: «A diario estoy a la espera de una muerte violenta, de ser robado, de que me secuestren para servir como esclavo, o de cualquier otra calamidad semejante». Pero más adelante agrega: «Me he puesto en manos del Dios de misericordia, del Todopoderoso Señor que gobierna toda cosa y, como dijo el profeta: ´Deja tus cuidados con el Señor y El proveerá la manera de aliviarlos». En esta confianza estaba, sin duda su incansable valor y la firme decisión de San Patricio a lo largo de su heroica carrera. Su fortaleza de no permitir a los enemigos del catolicismo que propagaran por allí sus herejías, fue una de las razones para que Irlanda se haya conservado tan católica.

La obra del incansable misionero dio muchos frutos con el tiempo: Lo vemos en el maravilloso florecimiento de santos irlandeses. Logró reformar las leyes civiles de Irlanda, consiguió que la legislación fuera hecha de acuerdo con los principios católicos, lo cual ha contribuido a que esa nación se haya conservado firme en la fe por mas de 15 siglos, a pesar de todas las persecuciones.

Según un cronista de Britania, Nennius, San Patricio subió a una montaña a rezar y hacer ayuno y «desde aquella colina, Patricio bendijo al pueblo de Irlanda y, el objeto que perseguía al subir a la cima, era el de orar por todos y el de ver el fruto de sus trabajos…Después, en edad bien avanzada, fue a recoger su recompensa y a gozar de ella eternamente. Amén». Patricio murió y fue sepultado en el año 461, en Saúl, región de Stragford Lough, donde había edificado su primera iglesia.image

PODEMOS CAMBIAR A OTRA PERSONA?

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Vemos a un familiar, a un amigo, a un compañero, que empieza a recorrer un camino peligroso. Escoge malas compañías, dedica cada vez más y más tiempo a diversiones dañinas, se aficiona desmedidamente a las bebidas alcohólicas o a las drogas, deja la oración y vive de espaldas a Dios.

Otras veces sus opciones no parecen tan peligrosas, pero no dejan de ser dañinas. Se cierra en un mundo de criterios estrechos. Toma actitudes agresivas hacia los demás. Rechaza a quienes le ofrecen ayuda. Responde con dureza incluso a los seres más queridos.

Quisiéramos, en este tipo de situaciones, poder hacer algo, apartar al conocido del mal que poco a poco lo engulle. Quisiéramos encontrar la palabra, el consejo, la manera concreta para ayudarle a descubrir los peligros, a cambiar de actitudes, a apartarse de quienes le hacen daño, a buscar la compañía y los consejos de quienes pueden guiarle por el buen camino.

Pero a veces nos topamos con muros de hielo. El otro no escucha, no acoge, ni siquiera permite nuestra cercanía. Sentimos, entonces, un dolor profundo, porque le queremos, porque desearíamos ayudarle, porque nos apena un rechazo por parte de quien necesita mucha ayuda.

El misterio de la vida humana permite este tipo de situaciones. Un hijo, a partir de cierta edad, puede excluir casi por completo a sus padres y familiares del horizonte de su vida. Un amigo puede prescindir de tantas personas buenas para escoger modos de comportarse llenos de peligros. Un compañero de trabajo puede hundirse, poco a poco, en tristezas malsanas o en vicios destructores, mientras ni sus jefes ni sus compañeros encuentran la manera para acceder a su corazón, para despertarle del engaño en el que se encuentra, para orientarlo a una sanación profunda del alma.

Duele, sí, llegar a este tipo de situaciones. A pesar de todo, el amigo verdadero sabrá mantenerse atento, dispuesto a ayudar apenas surja un atisbo de esperanza.

Bastará con que el otro, en un momento de mayor lucidez, susurre que necesita a su lado una mano dispuesta a levantarle, a sacarle de un aprieto más doloroso, a guiarle entre oscuridades densas y llenas de insidias. Bastará cualquier mínimo gesto para que, entonces, acudamos a su lado con todo nuestro afecto y con palabras respetuosas, para que esa rendija que nos abre pueda convertirse en el inicio de un cambio que, desde Dios, permita emprender caminos de curación y de esperanza.

Papa Francisco propone estas 30 preguntas para un buen examen de conciencia.

Hace unos días el Papa Francisco obsequió a los fieles en la Plaza de San Pedro un folleto especial por Cuaresma titulado “Custodia el corazón”, que fue entregado por varios indigentes de Roma y que tiene una serie de importantes recursos para el camino de conversión hacia la Semana Santa.
Entre los distintos recursos planteados por el Santo Padre está un examen de conciencia de 30 preguntas para hacer una buena confesión, así como una breve explicación sobre las razones para acudir al sacramento.

Este recurso cobra particular interés en la víspera de la iniciativa “24 horas con el Señor”, a la que invita el Pontífice los días 13 y 14 de marzo para que los católicos, especialmente los más alejados de la Iglesia, se reconcilien con Dios en preparación para la Pascua.
A la pregunta ¿por qué confesarse?, el folleto contesta: “¡porque somos pecadores! Es decir, pensamos y actuamos de modo contrario al Evangelio. Quien dice estar sin pecado es un mentiroso o un ciego. En el sacramento Dios Padre perdona a quienes, habiendo negado su condición de hijos, se confiesan de sus pecados y reconocen la misericordia de Dios”.
Para confesarse, prosigue el texto es necesario comenzar “por la escucha de la voz de Dios” seguido del “examen de conciencia, el arrepentimiento y el propósito de la enmienda, la invocación de la misericordia divina que se nos concede gratuitamente mediante la absolución, la confesión de los pecados al sacerdote, la satisfacción o cumplimiento de la penitencia impuesta, y finalmente, con la alabanza a Dios por medio de una vida renovada”.
El examen de conciencia

A continuación las 30 preguntas propuestas por el Papa Francisco para hacer una buena confesión:

En relación a Dios
¿Solo me dirijo a Dios en caso de necesidad? ¿Participo regularmente en la Misa los domingos y días de fiesta? ¿Comienzo y termino mi jornada con la oración? ¿Blasfemo en vano el nombre de Dios, de la Virgen, de los santos? ¿Me he avergonzado de manifestarme como católico? ¿Qué hago para crecer espiritualmente, cómo lo hago, cuándo lo hago? ¿Me revelo contra los designios de Dios? ¿Pretendo que Él haga mi voluntad?

En relación al prójimo
¿Sé perdonar, tengo comprensión, ayudo a mi prójimo? ¿Juzgo sin piedad tanto de pensamiento como con palabras? ¿He calumniado, robado, despreciado a los humildes y a los indefensos? ¿Soy envidioso, colérico, o parcial? ¿Me avergüenzo de la carne de mis hermanos, me preocupo de los pobres y de los enfermos?
¿Soy honesto y justo con todos o alimento la cultura del descarte? ¿Incito a otros a hacer el mal? ¿Observo la moral conyugal y familiar enseñada por el Evangelio? ¿Cómo cumplo mi responsabilidad de la educación de mis hijos? ¿Honoro a mis padres? ¿He rechazado la vida recién concebida? ¿He colaborado a hacerlo? ¿Respeto el medio ambiente?

En relación a mí mismo
¿Soy un poco mundano y un poco creyente? ¿Cómo, bebo, fumo o me divierto en exceso? ¿Me preocupo demasiado de mi salud física, de mis bienes? ¿Cómo utilizo mi tiempo? ¿Soy perezoso? ¿Me gusta ser servido? ¿Amo y cultivo la pureza de corazón, de pensamientos, de acciones? ¿Nutro venganzas, alimento rencores? ¿Soy misericordioso, humilde, y constructor de paz?

EL EQUILIBRIO NO ESTA DE MODA.

Hace un tiempo me he puesto a pensar, viendo algunas actitudes de muchas personas, en dónde está el equilibrio, es decir, el que uno sea “equilibrado” en el momento de actuar, de pensar, de hablar. Y me dí cuenta de todo lo que nos cuesta vivir de esa manera. Pareciera que lo que resalta y debe ser así, son los excesos, los gestos muchas veces extravagantes, las conversaciones hasta violentas si se quiere, y como que eso llama más la atención.

Es más, esos son los modelos que muchas veces se nos presentan. O si no bastaría con preguntarnos y observar: ¿Cómo son los “héroes” que se nos presentan? Miremos en la literatura moderna, en el cine, en las historias televisivas, en la música, donde aparecen supuestos “héroes” que se transforman en ídolos, y en casi todos se da una constante: actúan en forma desaforada, violenta, exaltados, con hasta excesos de vitalidad; y en muy pocos casos el “héroe de turno” se muestra como un ser equilibrado, maduro, sólido sicológicamente.

Basta con ver cuáles son los “ídolos” a quienes siguen los jóvenes, donde generalmente nos damos cuenta que muchos de ellos “actúan” de esa manera, y que sin dudas en su vida serán personas más “tranquilas y equilibradas”, y toda esa manera llamativa de actuar no es otra cosa que eso: una “actuación”.

Me pregunto por qué razón nos cuesta tanto seguir y admirar a alguien digamos “moderado”, equilibrado, que habla y no grita y no gesticula de manera exagerada.

¿Cuál será el motivo para que alguien sea admirado, para que triunfe, necesite ser “extravagante”, “raro”?. Parece que sólo pueden triunfar los que actúen de esa manera.

Pienso que quizás confundamos la serenidad con la apatía, el aburguesamiento, y en realidad se puede ser feliz de una manera también calma, y el hecho de ser equilibrado no necesariamente tiene que ver con vivir angustiado ni desalentado.

¿Cuál es la verdadera personalidad, la verdadera madurez? Pareciera que nos han impuesto vivir con angustias, tensos, siempre como “explotando”, pensando que ser “vital” es sinónimo de excesos, de cierta “neurosis”, como si esos fueran los verdaderos “grandes”.

Y la verdad, que para mí son Grandes en serio aquellos que aman el silencio, los que trabajan sin desalentarse, quien tiene paciencia y sabe esperar y no vive en el “ruido” permanente.

Grande e ídolo es quien es capaz de tener un corazón abierto y disponible para los demás, quien no necesita vivir “aturdido”, el que trabaja constante y silenciosamente esforzándose por construir cada día desde su lugar, un mundo mejor.

En fin, el verdaderamente Grande es lo contrario a lo que muchas veces nos muestran quienes quieren ocupar ese lugar de “modelos” para el hombre de hoy.

ESCUCHA MI VOZ!

Jesucristo nuestro Señor no quiere dejarnos solos. Quiere ser Él el que nos acompañe, quiere ser Él el que camina junto a nosotros: “Escucha mi voz y yo seré tu Dios y tu serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré para que les vaya bien”. Éstas son las palabras con las que nuestro Señor exhorta al pueblo, a través del profeta, a escuchar y a seguir el camino de Dios

Cristo, en el Evangelio, nos narra la parábola del hombre fuerte que tiene sus tesoros custodiados, hasta que llega alguien más fuerte que él y lo vence. Quién sabe si nuestra alma es así: como un hombre fuerte bien armado, dispuesto a defenderse, dispuesto a no permitir que nadie toque ciertos tesoros. Sin embargo, Dios nuestro Señor —más fuerte sin duda—, quizá logre entrar en el castillo y logre arrebatarnos aquello que nosotros le tenemos todavía prohibido, le tenemos todavía vedado. Cristo es más fuerte que nosotros. Y no es más fuerte porque nos violente, sino que es más fuerte porque nos ama más.

Es el amor de Jesucristo el que llega a nuestra alma y el que viene a arrebatar en nuestro interior. Es al amor de Jesucristo el que no se conforma con un compromiso mediocre, con una vida cristiana tibia, con una vida espiritual vacía. Y Cristo quiere todo, según nuestro estado de vida: quiere todo en nuestra vida conyugal, quiere todo en nuestra vida familiar, quiere todo en nuestra vida social.

“Escuchen mi voz”. Estas palabras tienen que resonar constantemente en nosotros a lo largo del tiempo cuaresmal. Si Dios nuestro Señor ha inquietado nuestra alma, si Dios nuestro Señor no ha dejado tranquilo nuestro corazón, si nos ha buscado, si nos ha asediado, si nos ha tomado, si nos ha conquistado, no es ahora para dejarnos solitarios por la vida, sino porque el primero que se compromete a llevar adelante nuestra vocación cristiana es Él, y va a estar con nosotros. La pregunta que nosotros tenemos que hacernos es: ¿Estamos dispuestos a seguir a Cristo o estamos dispuestos a abandonarlo?

Al final de la lectura del profeta Jeremías, aparece una frase muy triste: “De este pueblo dirá: Éste es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, ni aceptó la corrección; ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca”.

Está en nuestras manos dar fruto. Está en nuestras manos perseverar. Está en nuestras manos el continuar adelante con nuestro compromiso de cristianos en la sociedad. De nosotros depende y a nosotros nos toca que Jesucristo pueda seguir caminando con nosotros, yendo a nuestro lado. El Señor vuelve a buscarnos hoy, el Señor vuelve a estar con nosotros, ¿cuál va a ser nuestra respuesta? ¿Cuál va a ser nuestro comportamiento si nuestro Señor viene a nuestro corazón?

Jesús, al final del Evangelio, nos lanza un reto: “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”. Un reto que es una responsabilidad: o estamos con Él y recogemos con Él; o estamos contra Él, desparramando. No nos deja alternativas. O tomamos nuestra vida y la ponemos junto con Él, la recogemos con Él, la hacemos fructificar, la hacemos vivir, la hacemos llenarse, la hacemos ser testigos cristianos de los hombres, o simplemente nos vamos a desparramar.

¿Quién de nosotros aceptaría ver su vida desparramada? ¿Quién de nosotros toleraría que su existencia simplemente corriese? ¿No nos interesa tenerla verdaderamente rica, no nos interesa tenerla verdaderamente comprometida junto a Jesucristo nuestro Señor? Esto no se puede quedar en palabras, tenemos necesidad de llevarlo a los demás. Esto es obra de todos los días, es un compromiso cotidiano que está en nuestras manos.

Vamos a pedirle a Jesucristo que nos guíe para comprometernos con nuestra fe, para comprometernos con la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La Iglesia que se nos ha entregado, viniendo desde muchas generaciones. La Iglesia de los mártires, la Iglesia de los apóstoles, la Iglesia de los confesores. La Iglesia que ha llegado a nosotros a través de dos mil años por medio de la sangre de muchos que creyeron en lo mismo que creemos nosotros. La Iglesia que es para nosotros el camino de santificación, y que es la Iglesia que nosotros tenemos que transmitir a las siguientes generaciones con la misma fidelidad, con la misma ilusión, con el mismo vigor con que a nosotros llegó.

Pidámosle al Señor que la podamos transmitir íntegra a las generaciones que vienen detrás y la podamos extender a las generaciones que conviven con nosotros y que todavía no conocen a Cristo.

Este compromiso no es un compromiso hacia dentro, sino que es un compromiso hacia afuera. Un compromiso que nace de un corazón decidido, pero que tiene que transformarse en acción eficaz, en evangelización para el bien de los hombres.

Vamos a pedirle a Jesucristo que nos conceda la gracia de recoger con Él, la gracia de estar siempre a favor de Él, de escuchar su voz y de caminar por el camino que Él nos muestra, para ser entre los hombres, una luz encendida, un camino de salvación, una respuesta a los interrogantes que hay en tantos corazones, y que sólo nuestro Señor Jesucristo puede llegar a responder.