miércoles, noviembre 12, 2025
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Las decisiones más importantes

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«La felicidad es un resultado. Es la consecuencia de lo que cada uno ha ido haciendo con su vida, de acuerdo con lo que proyectó. La mejor realización de uno mismo, pero siendo capaces de perdonarnos errores y desaciertos»

La vida es arte y oficio. Vivir es prever. Gestionar bien los grandes temas es clave. Y equivocarse seriamente en ellos trae consecuencias que se alargarán en el tiempo. La palabra decisión procede del latín decidere, que significa formar un juicio definitivo sobre algo, determinarse, resolver, elegir, comprometerse después de analizar una serie de alternativas y todo ello tras una cierta deliberación.

Para mí las cuatro decisiones centrales de la vida son: ¿Qué quiero ser? ¿Con quién deseo pasar la vida? ¿Qué fundamentos y principios elijo para funcionar en la vida? ¿Qué tipo de amigos quiero seleccionar para tenerlos cerca? Voy a tratar de ir respondiendo a estas cuestiones. Me abro paso entre masas de pensamientos y voy a ir seleccionando una gavilla de ideas para adentrarme en el formato de esta tetralogía interrogatoria.

¿Qué quiero ser? Se trata aquí de la vocación profesional. Uno se decanta en este sentido cuando está en plena adolescencia y necesita abrirse en abanico y ver el panorama de posibilidades que se presentan delante de uno. Aquí entra de lleno el apasionante tema de los modelos de identidad, que no son otra cosa que personas que de un modo u otro conocemos y que nos invitan a seguir en esa dirección. El modelo es alguien atractivo, sugerente, que tira de uno en esa dirección con una acción magnética.

El problema que tenemos hoy es que en los medios de comunicación hay pocos modelos de identidad sanos, realmente positivos. No digo que no los haya, sino que no aparecen. Esos medios están dedicados muchas veces a contar la vida y milagros de personajes rotos (pensemos en la corrupción) o que aparecen en revistas y periódicos, hablando de sus giros sentimentales, o de sujetos millonarios que enseñan su modo de vida y que no pueden presentarse como referentes. Un mundo poblado de personajes sin mensaje, que aparecen sin cesar.

Los primeros modelos de identidad son los padres. Ellos, con su conducta, trayectoria y ejemplaridad, van a ser los primeros esquemas de referencia. La verdadera educación empieza en la familia. Educar es una tarea de orfebrería psicológica. Y serán los padres los primeros en interesarse por la vocación de sus hijos y ayudarles a dirigirse hacia aquello para lo que realmente se sienten inclinados y valen, sumando y restando las posibilidades que aparecen ante ellos, con realismo e ilusión. Los triunfadores son los que disfrutan con su trabajo. Esta va a ser la primera gran cuestión de la existencia.

¿Con quién deseo pasar la vida? Me refiero aquí a la elección sentimental. Y vuelvo a lo que decía antes: uno se enamora cuando es demasiado joven y no tiene información y cultura suficiente para valorar el alcance de ese paso. Es la opción fundamental de la vida. Cuando el amor llega puede ser ciego, pero cuando se va es muy lúcido. Enamorarse es hacer una mitología privada de esa persona. Y verla como alguien especial y necesaria. El enamoramiento empieza por la admiración. Enamorarse es necesitar. Pero cuando uno es muy joven se detiene demasiado en lo externo, en la belleza y en todo lo que eso significa, sin ser capaz de calibrar y sopesar otras vertientes: el tipo de personalidad, la forma de ser, la capacidad de compenetración, los valores humanos que no pasan de moda y un largo etcétera. Somos una máquina de preferir; pero hay que acertar en el botón que apretemos. Definir es limitar.

En la etapa juvenil falta visión larga de la jugada. Deberíamos tener un manual de instrucciones para el amor, como un libro de texto básico, como sucede cuando uno se va a examinar del carné de conducir, pero con más enjundia. Porque no olvidemos lo fácil que es enamorarse y lo complejo que es mantenerse enamorado. Aquí entra de lleno lo que Goleman llamó la inteligencia emocional: saber mezclar con arte los instrumentos de la razón y el catálogo de los sentimientos. El amor es la poesía de los sentidos; la inteligencia, la nitidez de la razón.

¿Qué fundamentos elijo para funcionar en la vida? Se llaman fundamentos, a la razón de ser de nuestra vida, a los principios esenciales que la rigen, a la base sólida sobre la que se apoya todo el edificio personal. Ortega hablaba de la razón vital. Julián Marías del fondo insobornable. O aquel imperativo de llega a ser el que eres, de Píndaro. Todos ellos designan nuestra última realidad, nuestras verdades más íntimas y decisivas, el subsuelo de nuestra persona.

Es necesario descubrir el sentido de la vida. Dar respuesta a los grandes interrogantes: ¿de dónde venimos, a dónde vamos, qué significa el dolor y el sufrimiento y tantos asuntos que se deslizan desde aquí como una rampa deslizante. Eso es la educación y la cultura. Educar es enseñar a pensar. Cultura es enseñar a vivir. La vida humana tiene dos notas que se hospedan en su interior. La vida es abierta y argumental. Lo primero significa que la vida es incompleta, provisional, interminable, siempre por hacer… por eso la vida es dramática. Lo segundo, que ella necesita de un guión fuerte, sólido, coherente, atractivo, que merezca la pena y nos explique el porqué de tantas cosas. Aquí se mezclan lo natural y lo sobrenatural, lo físico y lo metafísico, la visión plana y la vertical. Sabiendo que toda filosofía nace a orillas de la muerte. La espiritualidad bien entendida es una carta escondida en la bocamanga que nos ayuda a interpretar la vida en su conjunto. Se desdibujan las fronteras y se vive con los pies en la tierra y la mirada en lo alto. En una palabra: saber a qué atenerse. No quiero ser más explícito.

¿Qué amigos quiero seleccionar para estar con ellos? La familia viene impuesta por la genética. A los amigos los elegimos, son la familia espiritual. Uno se retrata en el tipo de gente que le va a rodear. La amistad es un sentimiento positivo que nos abre una dimensión central. Significa tres cosas: afinidad, donación y confidencia. El que está muy pagado de sí mismo no necesita a nadie. Las personas psicológicamente sanas, buscamos la compañía de otras para llevar mejor la existencia.

El que tiene un amigo verdadero tiene un tesoro. Y eso siempre es un riesgo, porque dejamos que alguien se cuele en nuestra ciudadela interior y dejemos que vea lo que hay dentro, con todo lo que eso significa. Se introduce recíprocamente un sistema de señales atractivas, que se polinizan entre sí y dan lugar a un rico intercambio afectivo repleto matices y sabores. Termino. Insisto en este tríptico con vocación de tetralogía y por este orden: la felicidad consiste en una tarea de artesanía que se lleva a cabo sobre el amor, el trabajo y los principios que rigen la vida. Los tres forman un mosaico compacto: son el itinerario hacia la felicidad. Yo añado este estrambote: la amistad como bálsamo que suaviza los sufrimientos del vivir.

De estas cuatro decisiones, las dos más importantes son las primeras: trabajar y amar conjugan el verbo ser feliz. Esas marcan la diferencia. Su huella se prolonga en la biografía, dejando un poso sustancial. La cultura es la contraseña del conocimiento, la iconografía que se sumerge en el arte, la música, la literatura, la historia, la ciencia… la espiritualidad. La amistad es una forma de amor sin sexualidad; trabajo psicológico que exige correspondencia, no puede ser unilateral: uno asiste a la vida y a la existencia del otro y viceversa. Por eso la felicidad es un resultado. Es la consecuencia de lo que cada uno ha ido haciendo con su vida, de acuerdo con lo que proyectó. La mejor realización de uno mismo, pero siendo capaces de perdonarnos errores, desaciertos, salidas de la pista y tantas cosas más.

Si el orden es el mejor amigo de la inteligencia, acertar en las grandes decisiones es propio de una cabeza clara y bien dibujada.

¿Qué gano yo siendo Católico?

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Querido Padre Nelson, le escribo porque hoy tuve una conversación con un compañero de trabajo acerca de divinidad de Jesús y otros temas católico y me surgieron varias dudas que quisiera compartir con usted. Para mi compañero, como para Gandhi, lo verdaderamente importante es el sermón de la montaña. Las palabras allí pronunciadas por Jesús deberían ser la base de actuación de todo ser humano, por sus obras los conoceréis. ¿No deberíamos basarnos más en los hechos de las personas y menos en el discurso teológico que cada uno puede esgrimir? ¿De qué sirve ser, católico, musulmán, budista, etc. si mis obras no son buenas independientemente del discurso teológico que cada uno maneje? ¿Qué gano yo siendo católico?
Quiero abordar dos puntos básicos.

1. ¿Con qué criterio escogemos «lo verdaderamente importante»? Hay quienes piensan que lo esencial de Jesús es el Sermón de la Montaña pero otras personas creen que lo fundamental de él fue su manera de incluir a los marginados de su tiempo (niños, pobres, leprosos, mujeres, extranjeros…). Otros piensan que la clave está en el ejemplo de donación (pro-existencia) que él muestra; otros lo ven como un revolucionario social, en el sentido más profundo del término. Además, cada uno de los que así piensa puede «reducir» las otras perspectivas a la suya. Por ejemplo, el que todo lo ve en términos de proexistencia dirá que el Sermón de la Montaña es «sólo» una de las expresiones de proexistencia. El que cree que todo va en la línea social dirá ese Sermón es pura dinamita en una sociedad llena de privilegios y castas, y que por tanto no es tan fundamental.

Ahora bien, si uno va a los Evangelios mismos, es claro que el centro de gravedad está en la Pasión-Resurrección. Sin la Cruz y la Resurrección Jesús es un profeta entre otros, un Daniel o un Ezequiel más. También ellos llevaron vidas ejemplares. De hecho, un profeta como Eliseo hizo milagros fantásticos; Isaías está colmado de poesía; Jeremías se ofreció de intercesor por los pecados de su pueblo. Es la Cruz la que hace que Jesús sea Jesús. Esto no lo percibe fácilmente un hindú porque para ellos lo que prima es la enseñanza, y no en cuanto doctrina, sino en cuanto relato, en cuanto palabra que evoca e inspira. Jesús nos inspira pero no es por eso por lo que creemos en él, sino por su Sangre derramada en sacrificio por nuestro pecados. Gandhi parece que nunca fijó realmente su atención en ese aspecto de amor – sacrifico – resurrección – redención que sin embargo es esencial al Nuevo testamento.

2. Tengamos cuidado con las falsas alternativas. Una alternativa es falsa, por ejemplo, si nos presenta dos opciones y en realidad hay más de dos. Un ejemplo ayuda a entender. Hay gente que dice: «Para rezar mal, mejor no rezar». Ahí se parte de la base de que hay dos posibilidades: (a) Rezar mal; (b) No rezar. Sin embargo, uno ve que hay otra posibilidad: Rezar BIEN. Y cuando a uno le preguntan: ¿Cuál de estas TRES posibilidades es mejor: Rezar mal, Rezar bien, No rezar?, la elección es obvia.

Algo semejante sucede en la serie de preguntas que planteas al final del texto tuyo que transcribí, por ejemplo esto: «¿De qué sirve ser, católico, musulmán, budista, etc. si mis obras no son buenas independientemente del discurso teológico que cada uno maneje?» Lo que planteas es algo como que uno puede ser: (a) Católico con malas obras; (b) Cualquier cosa, con buenas obras. En ese planteamiento es evidente que el ser católico no añade. Pero ahí hay dos malentendidos: primero, que nuestro ideal NO es tener bonita doctrina y malas obras, sino doctrina cierta con obras buenas, santas. El segundo malentendido es que los pensamientos y las obras van como ruedas independientes. La Biblia nos deja ver, por el contrario, que de lo que abunda el corazón habla la boca, y también que el que medita el crimen obra la maldad.

Evidentemente las ideas justas son el ambiente natural de las buenas obras. Además, buenas obras no son sólo las que el catecismo llama obras de misericordia «corporales». Si una persona, como han hecho muchos comunistas, da pan al precio de enseñar a la gente a burlarse de la Providencia de Dios y de educarlos en la idolatría del Partido, ¿es eso una «buena obra»? Ser genuinamente buenos implica mucho más que portarse bien, ser empático y repartir bienes visibles. Ser bueno, en el fondo, es transparentar la bondad de Dios, y eso es lo que nos ha mostrado y lo que nos capacita para hacer Jesucristo. Se ve entonces cuándo tiene el que tiene la fe cristiana en sentido pleno, y la vive.

La Constancia: virtud que logra metas.

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Cuántas ideas, empresas, negocios, propósitos, proyectos de vida y buenas intenciones naufragan por falta de constancia. Toda meta requiere de esfuerzo y de trabajo continuado; de algo que llamamos constancia, sin ella es imposible la consecución de resultados en cualquier campo de la vida.

La constancia es la permanencia en una meta que se traza con el objetivo de culminarla con éxito. Es la virtud con la cual conquistamos las metas que nos proponemos y nos brinda las posibilidades de éxito. En este camino es natural que aparezcan tropiezos, pero la constancia es esa fuerza que supera el cansancio y el desánimo para continuar la lucha. Asimismo, esta virtud provee la determinación y la seguridad para identificar claramente el objetivo a conseguir y conservar la firmeza.

Vivir la constancia significa adquirir retos y cumplirlos, llevar a cabo las ideas, no cambiar de decisión ante el primer aprieto, terminar lo que se comienza, no dejar las cosas para después, no desalentarse ante las dificultades, saber esperar, hacer las cosas bien de principio a fin y mantener el máximo esfuerzo durante todo el tiempo.

La constancia es plataforma de otras virtudes -voluntad, paciencia, tenacidad, firmeza, laboriosidad, reciedumbre- y es necesaria para crecer a nivel espiritual, humano, social, intelectual, deportivo… “Quien es constante tiene facilidad para triunfar, porque se habitúa a la lucha diaria que implica esta virtud, dispuesto a vencer las dificultades e inclusive vencerse a sí mismo.” *Fabrizio Andrade LC – Gama, Virtudes y Valores.

Constancia y voluntad

Un edificio no se construye de la noche a la mañana, hace falta una buena dosis de voluntad, muchas horas de empeño y una porción de sacrificio para ver una obra culminada. Lo mismo ocurre con los propósitos personales:

“En la formación de la constancia es imprescindible contar con una voluntad fuerte que se acera con el sacrificio personal, no sólo con grandes y aislados sacrificios, sino con pequeños actos de dominio de sí continuados, puestos día tras día, hasta formar sólidos hábitos de conducta. Quien quiere seguir, por ejemplo, un eficaz régimen alimenticio, no estará todo un día sin comer, y al día siguiente, va a consumir el doble. Es necesario hacer pequeñas renuncias continuadas a lo largo de un periodo suficientemente largo para obtener resultados.” *Catholic.net

La virtud de la constancia es tal vez la única vía para alcanzar los frutos y una vez se obtienen, la satisfacción recompensa todo esfuerzo realizado, puesto que se ha demostrado a sí mismo que se poseen capacidades tal vez desmeritadas, adicional a esto, se han liberado ataduras que impedían avanzar.

Comúnmente asociamos esta virtud al trabajo que realiza un alpinista para llegar a la cima de la montaña, y es que para llegar allí, tuvo que hacer numerosas renuncias, se preparó durante varios meses para estar en las condiciones físicas y mentales adecuadas, además es probable que haya tenido que ascender y luego descender por motivos inesperados y tuvo que esperar nuevamente una oportunidad.

Por tanto, cada quien ha ideado su propia cima, llámese desarrollo personal, espiritual, intelectual… y debe valerse de la constancia para conquistarla. Veamos por ejemplo la vivencia de esta virtud en el matrimonio, la cual consiste en nutrir esta relación de forma permanente, con el mismo esmero y entusiasmo de los primeros años de casados. Similar ocurre con el proyecto educativo de los hijos, ¡sí que requiere perseverancia!, para hacer de ellos seres humanos rectos e integrales.

¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la constancia?

¨ Porque la constancia es necesaria para lograr cualquier meta o hábito positivo.
¨ Porque cualquier logro en la vida implica un esfuerzo sostenido que debe sustentarse en la fortaleza.
¨ Porque el esfuerzo sostenido fortalece la voluntad, elemento indispensable en la vida de todo hombre o mujer maduros.
¨ Porque la constancia se convierte en motivación para seguir adelante.
¨ Porque la constancia en la superación de las dificultades conduce a la perseverancia.
¨ Porque la constancia nos hace lograr las metas propuestas y por consiguiente nos induce a sentirnos satisfechos. El resultado será tener la convicción de poder cumplir a pesar de las dificultades.
¨ Porque la constancia es un apoyo en la formación de la responsabilidad, que es saber responder a una misión a pesar de las dificultades o el tiempo.
¨ Porque sólo quien persevera llega a la meta.
¨ Porque una de las características de la personalidad madura es ser constante en sus determinaciones.

Vivir la constancia significa

¨ Adquirir retos concretos y cumplirlos.
¨ No cambiar de decisión a la primera dificultad.
¨ Hacer opciones estables y mantenerlas en el tiempo.
¨ Cumplir aquí y ahora lo que se debe y cuando se debe.
¨ No decir “podría” y “me gustaría”, sino “puedo y lo lograré”.
¨ No dejar las cosas para después.
¨ Terminar lo que se comienza. No dejar los juegos, tareas y encargos a la mitad.
¨ No desalentarse ante las dificultades.
¨ Saber esperar.
¨ Llevar a cabo las ideas, no solamente imaginarlas.
¨ Hacer las cosas en el momento, y hacerlas bien.
¨ Cumplir con esfuerzos aparentemente pequeños y sin importancia.
¨ Mantener el máximo esfuerzo de principio a fin.
¨ Vencerse a sí mismo.

Qué facilita la vivencia de esta virtud

¨ Tener motivos sólidos y trascendentes que impulsen las acciones. Si se tienen claros estos motivos la constancia será más fácil.
¨ Conocer y haber experimentado los beneficios que trae el ser constantes; la satisfacción de ver realizado aquello que se planeó y proyectó, el deber cumplido) por ejemplo.

Qué dificulta la vivencia de esta virtud

¨ Pereza, mediocridad y desaliento.
¨ Ausencia de metas claras.
¨ Metas muy complejas o a muy largo plazo.
¨ Ausencia de medios claros y concretos para alcanzar la meta: si no logro llegar porque no tengo claro el camino claro que abandonaré.
¨ La tendencia actual a la ley del menor esfuerzo y la búsqueda de satisfacción y resultados inmediatos porque no favorecen la lucha diaria y perseverante.
¨ Temperamento emotivo, impaciente y visceral.

Jesucristo nos invita en el Evangelio a luchar por lo que cuesta trabajo, nos anima porque sabe que es difícil:

“Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él. En cambio es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran.” (Mt 7, 13)

“No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mt 7, 21).

Como promover la virtud de la constancia en casa

1.Tener metas claras de trabajo y superación para cada miembro de la familia.

2.Crear con el testimonio un clima de trabajo y esfuerzo.

3.Realizar diariamente un acto de servicio, aunque haya quien ayude en casa.

4.Tener una actividad extra para cada miembro de la familia que requiera constancia. (deportes, arte, etc)

5.Respetar los horarios de casa sin dejar las cosas para después.

6.Ser exigentes en el cumplimiento de las obligaciones y responsabilidades de cada miembro de la familia. No permitir trabajos a medias o realizados con poco esfuerzo.

7.Ser constantes en los propósitos de familia: consignas, colectas, vida de oración en familia, etc.

8.No dejar actividades o juegos a medias. Terminar siempre lo que se comienza.

9.Tener recompensas o motivaciones claras y atractivas para los miembros de la familia.

10.Ponerse sacrificios voluntarios para fortalecer la voluntad: levantarse a la primera, “desaparecer” el control remoto de la televisión, lavar los platos, etc.

Cómo promover la virtud de la constancia en la escuela

1.Tener metas claras de trabajo y superación para cada alumno del grupo.

2.Ser exigentes en el cumplimiento de las obligaciones y responsabilidades de cada alumno. No permitir trabajos a medias o realizados con poco esfuerzo.

3.Ser constantes en los propósitos del grupo: consignas, colectas, oración, etc.

4.No dejar trabajosa medias para llevar a casa. Terminar siempre lo que se comienza.

5.Tener recompensas o motivaciones claras y atractivas para cada alumno.

6.Ponerse sacrificios voluntarios en grupo para fortalecer la voluntad: comer un poco menos en recreo, mantener orden en filas, etc.

7.No permitir un ambiente de desaliento ante las dificultades.

8.Aprovechar cada momento del día, de principio a fin.

9.Cumplir con las normas de orden todos los días y en todo momento.

10.Cumplir con orden y trabajar con limpieza los cuadernos y libros de principio a fin.

Cuatro pasos para formar esta virtud

Sabemos pues, que la constancia es una virtud que se construye con pequeños esfuerzos continuos, para ello Fabrizio Andrade, autor citado anteriormente, propone estos cuatro pasos:

1.- Hay que tener metas claras y medios concretos para alcanzarlas.

Si no tenemos un ideal sería como si golpeáramos en el aire. Una meta nos dará un estímulo y sentido a nuestra lucha: terminar una competición en primer lugar; lograr un profundo espíritu de oración; leer un número de libros cada mes; dejar el hábito de fumar; ahorrar una cantidad de dinero antes de tal día; aplicar una metodología en el trabajo, en el estudio, etcétera.

2.- Trabajar la constancia con constancia.

Cada día, aún en aquellos en que el ánimo no es favorable. Si se presentan mil obstáculos buscaremos mil medios para superarlos, siempre con la vista centrada en la meta.

3.- Renovar cada día nuestro propósito

Debemos renovar nuestro propósito para que esté siempre fresco y presente, y para que no perdamos el sentido del porqué nos encontramos en esta lucha. Al inicio del día o cuando vengan las dificultades, si recordamos nuestra meta tendremos una motivación fuerte para no desfallecer y seguir adelante con el ritmo que hemos conseguido hasta el momento.

4.- Indispensable levantarse si se tiene una caída en la lucha.

De una caída se aprende y se madura. Cuando un corredor cae, se levanta, se sacude si es necesario, y vuelve a emprender la marcha porque tiene fija su mirada en la línea final. Será más consciente de los pasos que no le favorecen y que le pueden causar de nuevo un tropezón y tratará de evitarlos.

En síntesis, y para tener siempre presente: ¡el que persevera, alcanza!

¿Cuál es tu burbuja?

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¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué me asfixia o me exalta? ¿Qué ideas y hechos han sitiado mi corazón?… De mil maneras nos dejamos rodear por burbujas del alma.

Algunas burbujas vienen desde fuera, impuestas por personas o por acontecimientos. Un accidente, una calumnia, una crisis económica, un problema en la familia, crean una atmósfera más o menos enrarecida que afecta nuestro modo de pensar, de sentir, de amar.

Otras burbujas nacen desde uno mismo. Todo lo que hacemos o dejamos de hacer, lo que pensamos, lo que sentimos, alimenta el aire interior con alegrías o con tristezas, con esperanzas o con miedos, con amores o con odios.

Por eso vale la pena preguntarnos: ¿cuál es mi burbuja? ¿Qué ambiente envuelve mi alma? ¿Qué condicionamientos me asfixian o me exaltan? ¿Qué ideas y que hechos han sitiado mi corazón?

Individuar cuál es mi burbuja sirve para redimensionar hechos e ideas a las que a veces damos una importancia excesiva que no merecen. También nos permite descubrir que otros hechos o ideas han quedado marginados, cuando desde ellos podríamos entrar en burbujas sanas, buenas, positivas.

Es casi imposible vivir sin burbujas. Algunos no son capaces de escoger su burbuja, porque su psicología está enferma y viven encadenados a mecanismos mentales que los arrastran, sin casi poderlo evitar, de un sitio a otro.

Otros han escogido burbujas malas, negativas, llenas de oscuridad, que provocan daños en uno mismo y en quienes viven a su lado. Son burbujas que les llevan a ver sólo oscuridades, a pensar desde el odio y hacia el odio, a encerrarse en la avaricia, a sumergirse en la envidia y en el afán por destruir la fama de otros desde un corazón lleno de rencores malsanos. A pesar de la situación en la que se encuentran, en esas personas perviven todavía capacidades y energías interiores suficientes para reconocer sus errores, para acoger la ayuda de Dios, para cambiar de perspectiva, para abrirse a horizontes y burbujas buenas.

Afortunadamente, hay muchos hombres y mujeres que, desde la ayuda de amigos buenos, desde pensamientos sanas, desde la acción de Dios en las almas, son capaces de sumergirse en burbujas positivas. Desde ellas no cerrarán los ojos ante males reales o ante injusticias que deben ser superadas. Al contrario, sabrán afrontar la propia vida con un deseo sincero y bueno para pensar en positivo, para acoger las gracias del cielo, para convertirse en trabajadores incansables en un mundo que necesita hombres y mujeres de esperanzas.

SOLEMNIDAD SAGRADO CORAZÓN DE JESUS

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S.S. Juan Pablo II estableció que en esta solemnidad se celebre en la Iglesia la Jornada mundial por la santificación de los sacerdotes.
La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús recuerda el misterio del amor de Dios por cada hombre y mujer. -Juan Pablo II. 10, Junio, 2004.
«Esta fiesta recuerda el misterio del amor que Dios siente por los hombres de todo tiempo, recordando el mensaje central que dejó Cristo al aparecerse a una religiosa francesa de la Visitación, Santa Margaría María Alacoque (1647-1690).
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo.

Promesas principales hechas por el Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita de Alacoque:

A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.
Daré la paz a las familias.
Las consolaré en todas sus aflicciones.
Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte
Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas
Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano infinito de la misericordia
Las almas tibias se harán fervorosas
Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección
Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón esté expuesta y sea honrada.
Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones empedernidos
Las personas que propaguen esta devoción, tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.
A todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes continuos, el amor omnipotente de mi Corazón les concederá la gracia de la perseverancia final.

Ofrecimiento al Sagrado Corazón

Jesús mío dulcísimo, que en vuestra infinita y dulcísima misericordia prometisteis la gracia de la perseverancia final a los que comulgaren en honra de vuestro Sagrado Corazón nueve primeros viernes de mes seguidos: acordaos de esta promesa, y a mí, indigno siervo vuestro, que acabo de recibiros sacramentado con este fin e intención, concededme que muera detestando todos mis pecados, esperando en vuestra inefable misericordia y amando la bondad de vuestro amantísimo y amabilísimo Corazón. Amén.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del cielo, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…
Corazón de Jesús, rico en todos los que os invocan, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en Vos, tened piedad de nosotros.
Padrenuestro…

Pecado de amor

Un amor verdadero no puede ser otra cosa que una entrega apasionada a buscar la felicidad de la persona a la que se quiere.
Hay una frase que me pone enfermo: la que habla de los «pecados de amor», y que a mí me parece tan contradictoria en sus términos como hablar de la nieve caliente o del círculo cuadrado. Supongo que con ella se quiere hablar de «pecados de debilidad» o de «pecados de desvarío sexual»; pero ¿por qué se dice, de dónde se saca eso de «pecado de amor», que se cuelga luego a la moral católica cuando ningún Papa y ningún teólogo o moralista serio lo ha dicho jamás? Yo, al menos, estoy cansado de decir que no se puede pecar de amor. Que se puede pecar porque no se ama. O porque no se ama lo suficiente. O porque se ama mal. Pero no por amor. Porque nunca se ama demasiado. Porque si se pecara por amor, ¿cómo se habrían salvado los santos, que eran unos especialistas en el tema?

Creo que ninguna palabra ha sido tan prostituida como esta de «amor», colocada con tanta frecuencia sobre cosas que nada tenían que ver con él, sobre sucias aventuras de antiamor o, cuando menos, del más triste desamor. Y me pregunto por qué ahora que tanto se habla de educación sexual nadie se atreve a hablar de algo infinitamente más necesario y más difícil: de la educación en el amor. Y conste que me parece bien que la gente conozca el mundo del sexo. Pero creo que para eso bastan unos fascículos y unas gotas de sentido común humano. Amar, en cambio, me parece la más difícil de las asignaturas, que ni se aprende con texto alguno ni puede transmitiese de maestro a alumno, sino que sólo se paga a precio de experiencia y exige, además, un aprendizaje de la vida entera, porque no hay planta con mayor capacidad de reflorecimiento que el egoísmo. Y si el arte de amar es el más grande y más difícil que puede practicar un hombre, ¿cómo es posible que reflexionemos sobre él tan poco y que no juntemos todos lo poco que sobre el tema sabemos, a ver si juntos aprendemos a construir un mundo más caliente y vividero?

Aprender, por ejemplo, a distinguir el amor del afecto sensible hacia otra persona, de la admiración, de los deseos de posesión de otro ser, que pueden ser fenómenos que prolongan o coinciden con el amor, pero que en realidad nada o poco tienen que ver con él.

Con frecuencia converso con amigos que me dicen que «han perdido el amor de determinada persona». Y yo siempre les pregunto si lo que han perdido es el amor o sólo el afecto sensible hacia ella; si lo que han abandonado es la decisión de entregarse a esa persona o sólo un cierto agrado o unos ciertos frutos placenteros que de esa persona obtenían. Y es que nunca he entendido que el amor sea algo que puede perderse como se extravía un llavero. Quienes dicen que se apagó tras los primeros entusiasmos o cuando perdió su novedad, mejor será que se pregunten si alguna vez lo tuvieron. Y quienes me dicen que el hombre va cambiando, que cambia el amado y cambia la amada, que las dos personas que hoy se decepcionan no son las mismas que hace diez años se amaron, yo respondo siempre que un verdadero amor no acepta solamente a la persona querida tal y como ella es, sino también tal y como ella será.

Porque un amor verdadero no puede ser otra cosa que una entrega apasionada a buscar la felicidad de la persona a la que se quiere. El amor tiene que ser don y sólo don, sin que se pida nada a cambio. Es lógico que el amor produzca amor, pero me temo que no ame del todo quien ama «para» ser amado, quien condiciona el canúno de ¡da con el precio de vuelta. En rigor -como dice Michel Quoist-, «el amor es un camino con dirección única, parte siempre de ti para ir a los demás. Cada vez que tomas algo o a alguien para ti, cesas de amar, pues cesas de dar. Caminas contra dirección».

«Contra dirección», de ese tipo de amores truncados dice la moral que son pecaminosos, no del verdadero amor. El Evangelio no se opondrá jamás a un verdadero amor; sí, en cambio, a esa engañifa de quienes dicen que aman cuando en rigor sólo se aman a sí mismos.

Amar es exactamente salirse de sí mismo, «perder pie en sí mismo», «descentrarse» -en el mejor sentido de la palabra-. Tiene razón quienes unen amor y locura, porque, efectivamente, el amor verdadero pone a la gente «fuera de sí» para «recentrarla» en otra persona, en otra tarea o en un más alto ideal.

Y subrayo estas tres variantes porque sería ingenuo creer que el único amor que existe es el que surge de un hombre concreto hacia una mujer concreta, viceversa. ¡Hay tantas otras formas de amor no menos altas! ¿Por qué, sino por amor, trabaja el investigador que con auténtica vocación hace su trabajo? ¿Qué, sino el amor, lleva a los misioneros hasta lejanas tierras? ¿Quién más que él enciende las cocinas, sostiene las artes y «mueve -como decía Dante- el sol y las estrellas»?

Confieso que siempre me ha dado un poco de miedo esa vieja fórmula que dice que Dios creó al hombre para su gloria. Y no porque la fórmula no sea verdadera, sino porque no siempre se explica que la gloria de Dios es la felicidad del hombre y alguien puede creerse que Dios creó al mundo y la Humanidad en un acceso de egoísmo infinito. Por fortuna, Dios es el antiegoísta. La Creación fue su propio desbordamiento. Y nunca ha hecho desde entonces otra cosa. Incluso cuando perdona a cuantos -entre hipócritas y candorosos- camuflan bajo el nombre de «pecados de amor» sus crecidas de egoísmo. Gracias a ello es cierto lo que escribió no sé quién y que aseguraba que «ser creyente es estar seguro de que nos esperan magníficas sorpresas». La de descubrir, por ejemplo, que hemos sido más queridos de lo que nunca nos atrevimos a imaginar.

¿Cómo aprender a escuchar a los otros? La escucha que serena el corazón humano

Alguien de mi familia conoció un día a Ramón Vázquez, un vendedor ambulante de patatas fritas, que siempre tiene gente en su puesto, no sólo para comprar, sino para contarle algo de su vida, pedirle un consejo,… Ramón Vázquez solo estudió hasta 4º de primaria, y de psicología no sabe nada. En su pueblo natal y en los alrededores, es famoso el puesto de papas del que siempre sales feliz. Yo también fui al puesto de “Papas Vázquez” para conocer a este buen hombre. Hablando con él, le pregunté por qué venía tanta gente a verle, y con una sonrisa me dijo: “La gente sólo necesita ser escuchada”. Es cierto, le dije pero -¿Cómo aprendió usted? Miró hacia atrás, y señalando con cariño a una mujer canosa que estaba pelando patatas, me dijo: “Ella me enseñó hace muchos años. Es mi esposa, la adoro y… es sordomuda”. Ramón aprendió a escuchar a los demás gracias al amor a una mujer que no podía hablar. Descubrió que un ser humano, todo él, es un mensaje vivo.

Decir ser humano es sinónimo de “ser que comunica y que expresa”. Todo en él lo muestra como alguien “para otro” porque para que se dé comunicación real es necesaria la presencia de un emisor y… de un receptor. En el hombre y en la mujer, todo en ellos es expresión de ellos mismos. Su mismo cuerpo, sus ojos, sus gestos, sus movimientos… los expresan como a seres inteligentes, libres, a veces angustiados, llenos de sueños y proyectos, creativos, en ocasiones crueles, y a menudo inseguros.

¿Qué sucede cuando un mensaje no es escuchado? En nuestro mundo hay mucho ruido, muchas palabras, poco silencio y menos escucha. Nunca como ahora los medios de comunicación han sido tan efectivos y variados, y paradójicamente, nunca como ahora el ser humano, en la sociedad occidental al menos, ha experimentado tantos problemas de soledad y aislamiento. Falta escucha real.

Los índices de violencia siguen creciendo de forma alarmante: violencia contra la mujer, contra el hombre, contra los niños. Se calcula que ya llega a 800.000 el número de niños en el mundo obligados a ser soldados, y entrenados para matar. El ciudadano de a pie, que sólo participa en política cuando llegan las elecciones, y constantemente es bombardeado a través de la prensa y la TV con noticias de muerte y violencia de unos contra otros, se suele sentir impotente ante esta situación. Quisiera “hacer algo”, pero ¿qué?

La violencia es como el agua que baja por una montaña. Inicia siendo un pequeño arroyuelo, pero a medida que encuentra pendientes, va tomando más vuelo, hasta convertirse en un río, cuya fuerza de arrastre es inmensa. El torrente es más fácil de detener cuando se pone un pequeño dique, en el momento del nacimiento. Lo mismo sucede con la violencia. ¡Cuántos conflictos que acabaron en sangre se habrían evitado si hubiera habido un esfuerzo real por entablar un primer diálogo! Y para que haya diálogo, hay que iniciar por educar al ser humano, en una actitud más simple aún: hay que aprender a escuchar. Este puede ser un pequeño dique… que evite cascadas de dolor.

Esto sí lo puede hacer cualquier ciudadano de a pie, ¿no? Cuando uno es escuchado, de verdad, se serena. Así como dicen que la música amansa a las fieras, la escucha apacigua el corazón humano, principio de todo brote de violencia. A escuchar, hay que aprender.

¿Cómo aprender a escuchar a los otros? Primero es quererlo, pero dando por supuesto este deseo, se pueden dar algunos consejos sencillos:

1. Creer que el otro puede decirme algo que me interesa, y me interesa mucho. “Mi existencia sin ti está vacía; quédate conmigo, háblame sin palabras, háblame siendo sencillamente, tú”

2. Buscar al otro, darle tiempo y tiempo de calidad. Darle espacio en la agenda de mi corazón, y después transmitirle con serenidad este mensaje: “Tengo todo el tiempo del mundo para ti; no hay prisas, yo quiero estar contigo”. Quizás no hace falta que se lo diga: mi postura, el gesto de mi rostro; todo le da a entender que estoy feliz de tener tiempo para él.

3. Mirar al otro con gratitud sincera. Es una mirada que lo acoge como es, sin exigirle inicialmente nada, para que pueda entrar a formar parte de mi vida en este momento. Mirada que comprende, no juzga, y da a entender que “me digas lo que me digas, para mí es importante, porqué lo es para ti”.

4. Preguntar con interés sincero, llegando a sentir, por la respuesta, mucho más que una inicial curiosidad, sino verdadera preocupación. Preguntarle con afecto e inteligencia, viviendo interiormente su drama, su alegría, su ilusión o su pesar.

5. Dar confianza y ayudar a que el otro exprese sus sentimientos, sin vergüenza, con la certeza de no ser juzgado: expresar el miedo, la inseguridad, la secreta ilusión… ¡Cuántas veces esos sentimientos alimentan el alma como un globo de gas que llega a explotar en forma de agresión casi inconsciente!

6. Valorar al otro en su totalidad: su persona, sus respuestas, sus ideas fantásticas, su forma de ver la vida distinta a la mía, sus decisiones, sus gustos originales… Nunca llegará a ser mi enemigo, quien tanto valoro y admiro. La admiración nace de la mirada limpia que descubre lo bueno, lo bello, lo humano del otro y es capaz de… asombrarse.

7. Agradecer, agradecer; agradecer la oportunidad de escuchar, de enriquecerme con lo que se me dice. Y hacerlo de corazón. El agradecimiento se conquista desde la humildad. Sólo quien se conoce, es capaz de admirar al otro, y valorarlo en su justa medida.

¿Por qué no empezamos a escuchar, hoy y ahora, a quienes comparten ya mi camino en la vida? Quizás mi marido, hombre de pocas palabras, o mi mujer que no deja de hablar, o a mi hijo adolescente que parece que odia al mundo entero… Un poco de escucha hoy, puede invitar al otro a hacer también él, una opción por la escucha.

Cuando se escucha al otro se da el primer paso para amarle; y cuando se ama a alguien ¡Que a gusto se le escucha!

Más allá del cansancio. Radio Cristo

El cansancio nos llega a todos. Radio Cristo
Porque las fuerzas físicas son limitadas; porque los años no perdonan. Porque desgasta la lucha contra el mismo defecto sin llegar a erradicarlo, Porque duele sentirse sólo ante los deberes de cada día, Porque la victoria no acaba de llegar, Porque el horizonte se cubre de tinieblas.

Cuando el cansancio entra en el corazón, la voluntad queda casi paralizada. Falta esa energía para dar un nuevo paso, para empezar otra vez, para ayudar a quien lo pide a pesar de tantos desengaños, para pedir perdón porque las pasiones nos llevaron al pecado, para mirar al cielo e implorar la gracia.

Pero si miramos a Cristo, si nos dejamos mirar por Él, si lo sentimos a nuestro lado como Amigo, como Salvador, como Señor, como Misericordia encarnada, podemos superar el cansancio y emprender de nuevo la lucha.

Es entonces cuando, más allá del cansancio, una madre o un padre vuelven a acoger al hijo drogadicto para darle una nueva oportunidad.

O cuando un hijo o una hija renuevan sus esfuerzos para cuidar con ternura a sus padres enfermos.

O cuando un pecador habitual, que cae una y otra vez en la misma falta, regresa al confesionario para invocar el perdón y la ayuda de Dios en el sacramento de la penitencia.

O cuando el contemplativo o la contemplativa rompen el hielo del desgaste interior para orar con más fuerzas por la conversión del mundo, por la paz y la justicia en los corazones, por la victoria de la Cruz en las sociedades.

Dios está siempre a nuestro lado. Más allá del cansancio podemos emprender el camino, mirar al cielo, introducir los ojos del alma en nuestra condición de bautizados, y volver a dar un paso nuevo.

Así podremos hablar con Cristo desde lo más hondo de nuestro corazón: “Señor, si eres Tú, mándame ir donde ti sobre las aguas (cf. Mt 14,28), sobre el cansancio, sobre la penas, sobre los miedos, sobre el desgaste.

Mándame dejar mi egoísmo y vivir siempre al servicio de mis hermanos, con esa energía que Tú pones en cada corazón, mientras avanzamos hacia el abrazo eterno que espera a los esforzados en el Reino de los cielos”.
Radio Cristo