jueves, marzo 28, 2024

EL TERCER SI

EL TERCER SI :
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.» (Lc. 24, 5-6)

El primer “sí” fue la respuesta de una joven virgen a un plan tremendo, imposible sin ser la llena de gracia, un plan de salvación que dependía de esa respuesta. Un plan comunicado por un interlocutor venido desde los mismísimos ejércitos celestiales para llevar ese mensaje.

El segundo “sí” fue la respuesta del hijo de esa Virgen al plan de su Padre. Un plan de salvación que incluía destruir la muerte desde dentro. El Hijo, como verdadero hombre, tuvo un miedo atroz; sabía lo que iba a llegar, sabía lo que iba a sufrir, e imploró a su Padre que ese cáliz, si era posible, pasara de él. Pero, y aquí está lo importante, también dijo que se cumpliera la voluntad del Padre y no la suya. Es decir, dijo “sí” a ese plan.

El Hijo murió en una cruz: Apaleado, destrozado, asfixiado, con el peso de nuestros pecados aplastándole. Fue enterrado en un sepulcro. Y la cosa podría haber quedado ahí… Los apóstoles se habrían dispersado y hoy no habría ni rastro del cristianismo, porque, sencillamente, otro hombre habría muerto. Tan sólo eso.

Pero es que hubo un tercer “sí”. Y, en esta ocasión, fue el “sí” del Padre, el “sí” a todo lo que había dicho y hecho el Hijo, la confirmación de que todo era cierto, de que el Reino de Dios estaba ahí, de que era el Cordero de Dios, de que al tercer día resucitaría… Ese fue el “sí”: La Resurrección del Hijo. No una “resurrección” como la de Lázaro, que tendría que volver a morir, sino la Resurrección con cuerpo glorioso, que no es ya alcanzado por la muerte.

Porque el Padre dijo “sí” a la vida entera del Hijo, los apóstoles no se dispersaron. Por esa confirmación y porque el Hijo les mandó su Espíritu, esos cobardes que habían huido dejando abandonado a su Maestro, al que tanto querían, decidieron lanzarse a predicar a ese Jesús, crucificado y resucitado de entre los muertos, sin temer por sus vidas, en un movimiento que sigue vivo aún hoy y no se ha apagado ni se apagará por dura que sea la persecución.

¡El Señor ha resucitado! Como muestra, de la forma más hermosa, la liturgia de la Vigilia Pascual: La Luz ha irrumpido en las tinieblas y las ha destrozado; y el Bautismo, también muy presente en esta liturgia, es morir en Cristo para renacer en Cristo, como criatura nueva, como hijo de Dios. El bautizado pertenece a la Luz que es Cristo.

Me pregunto hasta qué punto somos conscientes de que pertenecemos a la Luz, de que hemos sido comprados a un altísimo precio y de que tenemos la responsabilidad como bautizados de aportar al mundo la luz que recibimos primero.

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